La mañana había llegado rápidamente, los petalos de los árboles de cerezo caían lentamente hacía el tejado de la gran casa japonesa tradicional que se encontraba en medio de la nada.

En donde Oikawa fue el último en abrir los ojos con pereza, se enderezó lentamente mientras se frotaba los ojos con sus nudillos, intentando sacarse la somnolencia de encima. Observó a su alrededor con los ojos entrecerrados pero no había nadie en la habitación. Todos los futones se encontraban bien ordenados al igual que los bolsos deportivos a un lado de estos.

A pesar de haber dormido bastante bien, se levantó con cansancio como si necesitara dormir unas ocho horas más, y se fue tambaleándose hasta la puerta corrediza para poder abrirla y dirigirse hacia el pasillo. Sus pies envueltas en medias blancas caminaron perezosamente mientras sus ojos casi se cerraban, incluso se quedó parado unos minutos en el pasillo antes de seguir avanzando.

Cuando llegó al final del corredor, pudo visualizar la sala en donde anteriormente se habían reunido a jugar al UNO. Un olor agradable llegó a su olfato y se vio obligado a seguirlo hasta llegar a la cocina que al parecer se encontraba a su izquierda.

Asomó su cabeza por el marco de la entrada, sus cabellos estaban demasiados alborotados, y algunas marcas de la almohada quedaron en su mejilla.

Al igual que él, un Bokuto somnoliento se encontraba sentado en una silla mientras parecía querer volver a dormir. Parado a su espalda, Kuroo se encargaba de peinar sus cabellos hacía arriba mientras parecía hablarle de algo, pero al ver que se estaba por dormir, le dio un ligero sape en la cabeza haciéndolo parpadear asustado.

Kuroo pareció darse cuenta de su presencia.

— ¡Oikawa, buenos días!—. Le saludo con una sonrisa gatuna.

— ¿Qué... Oiwawa...?—. El peligris volteó a mirarlo con ojos cansados hasta que dieron con su figura.— Buenos... días.

El castaño asintió en respuesta para después acercarse hacia ellos, quiso sentarse al lado de Bokuto si no fuera por que Kuroo lo había detenido con su voz.

— No, no, ese es mi lugar—. Negó con la cabeza.— Yo me siento al lado de mi Bo.

Oikawa soltó un gruñido antes de pasar la esquina de la mesa y agarrar la espalda de la silla en el centro.

— No, no, ahí se sienta Ushijim-

Aún con mas razón dejó caer su trasero sobre la superficie de madera con una sonrisa tétrica.

— Pues mala suya—. Comentó mientras se estiraba.— Yo no veo a ninguna vaca aquí.

— ¿Almenos fuiste al baño?—. Le preguntó con el ceño fruncido el pelinegro mientras le daba una última pasada al cabello de su amigo.— Te ves fatal.

Tooru negó con una mueca al ser llamado "horrible" de manera no tan directa ¿él? ¿verse fatal? osea ¿horrible?

— Entonces ve—. Daichi apareció saliendo de la cocina mientras se secaba las manos con un trapo de cocina.— Enseguida estará el desayuno, ve a lavarte.

Oikawa asintió y estaba a punto de irse si no fuera por qué Kuroo abrió la boca.

— El culo—. Completó burlándose recibiendo como respuesta el dedo corazón del castaño.

Daichi le reprochó con la mirada y él solo se encogió de hombros para después sentarse junto a Bokuto quien mantenía su cabeza tirada hacia atrás con la boca entreabierta y sus ojos cerrados. No tardó en recibir un "Bokuto, no te durmas" por parte del moreno.

Minutos después, Oikawa regresó al comedor totalmente renovado y divino como siempre. Se sentó en donde anteriormente había proclamado la silla como suya. A lo lejos, pudo ver que ahora Bokuto estaba igual de despierto que él, justo a su lado para su desagrado, estaba Ushijima escuchando lo que le decía su nuevo amigo.

— Entonces ¿que debería hacer ahora?—. Le preguntó Ushijima mientras miraba atentamente la pantalla del celular, estaba bastante concentrado.

— Solo lánzalo—. Le respondió Bokuto con sencillez.

— ¿Lanzarlo? ¿estás seguro?

Ambos chicos estaban sentados en el suelo dela sala, uno junto al otro mientras miraban el único celular entre los dedos del castaño. Parece ser que Bokuto le estaba enseñando a como atrapar a un pokémon con una app bastante interesante llamada "Pokémon Go"

— Si, si, solo lánzalo, vamos, con confianza Ushibro—. Lo alentó con una sonrisa.

El apodado lo miró dudoso pero aún asi asintió y cerró sus ojos antes de levantar su mano en donde sostenía el celular. Bokuto pareció abrir los ojos con pánico, pero ya era muy tarde, el celular había salido volando y el bicolor salió a la misma velocidad en su búsqueda.

— ¡¡AKAAAAASHIIII!!

Oikawa tuvo que apretar los labios cuando sus cachetes se inflaron al intentar contener una carcajada y Kuroo miró a su dirección confundido. Por otro lado, Bokuto observó el celular entre sus manos con horror pero después pareció soltar un suspiro aliviado al ver que no estaba para nada dañado.

Cuando volteó hacia Wakatoshi, este había alzado una de sus manos para posarla de costado frente a su rostro y se inclinó en una sincera disculpa. Bokuto le sonrió en grande.

— ¡Esta bien, Ushibro! ¡Déjame que te explique mejor!—. Se acercó a él con el aparato entre sus manos pero fue interrumpido por el grito de Daichi, proveniente de la cocina.

— ¡El desayuno está listo! ¡Vayan a sentarse!

— ¿Entonces que haremos hoy?—. Inquirió Kuroo con curiosidad cuando había terminado de tragar su ultima porción de panqueque que había quedado en su plato.

— Iremos de compras—. Contestó Ushijima una vez terminó de beber su taza de café.

Y por primera vez desde que llegó a ese lugar, Oikawa lo miró con grandes ojos curiosos. Parecía un gatito con las pupilas grandes y brillantes.

— Ugh, no hagas eso, por Dios, me perturbas—. Le dijo el pelinegro mientras lo miraba con una mueca y después sacudió su cabeza, intentando borrar esa imagen de su mente.

— ¡Hmph!

— ¿De compras... ahora?—. Daichi los ignoró. Estaba confuso, y estaba casi seguro que nadie había traído algo de dinero.

— Si, mis padres me dejaron una tarjeta de crédito con tal de usarla toda esta semana—. Informó tranquilamente mientras los miraba sin expresión.

Y tenía razón, cuando sus padres escucharon aquella idea, no pudieron evitar sonreír enternecidos con lo adorable que era su único hijo y darle algo en lo que él pudiera sostenerse toda esa semana. Y claramente, para que pudieran salir a divertirse. Ellos confiaban en su pequeño, Ushijima Wakatoshi a pesar de ser muy reacio con sus palabras, era una persona bastante responsable y capaz...

Al menos a veces.

Todos estaban atónitos, incluso Bokuto que casi no había estado prestando atención. Aun asi, Oikawa se las arregló para hablar nuevamente.

— ¡¿USHIWAKA, ERES MILLONARIO?!

Todos los miraron con las cejas en alto. Pensando en lo mismo.

Pero él nego.— No realmente, pero mis padres tienen trabajos importantes—. Se encogió de hombros.

— ¡QUIERO UN BÚHO!—. Saltó Bokuto rápidamente cuando había terminado de procesar todo. Se inclinó mas sobre la mesa con una sonrisa brillante. Todos voltearon a verlo con el ceño fruncido.

¿Un búho?

— Bo, aunque tenga dinero, lo cual tengo que recalcar que no sera para "eso", no podrás comprar un búho—. Le dijo con paciencia y observó como su amigo se desmoronaba lentamente.

— Ojalá te salga una oreo sin cremita—. Murmuró Bokuto con los brazos cruzados y un puchero en sus labios contra la silla.

— ¡Eso fue cruel!

— No me importa.

— Grosero...—. Kuroo se cruzó de brazos mientras inclinaba ligeramente la cabeza hacia arriba. Algo pasó por su mente.— Además, tienes a Akaashi ¿no? ¿Para qué quieres un búho?—. Le comentó ingeniosamente.

Sus ojos dorados se abrieron en grande a la vez que brillaban y repentinamente comenzó a reir alegremente.— Tienes razón, tengo a Akaashi.

Oikawa fingió que eso no le había hecho lagrimear, en cambio, hizo como si algo se le hubiera metido en el ojo mientras miraba el techo.

La envidia.

Después de haber terminado de desayunar a su manera, Daichi y Ushijima se dedicaron a lavar los trastes en silencio. El moreno le comentaba algunas cosas con tal de sacar conversación, incluso le habló sobre la salida junto al dinero, diciéndole que no estaba bien que gastara en ellos. Pero este ultimo siempre contestaba de manera corta o simplemente asentía haciéndole sonreír nerviosamente. Y sobre lo otro, le dijo que él queria hacerlo, y que no se preocupara demás. Sawamura terminó rindiéndose ante su decisión bastante segura, sabía que Ushijima era consciente de todo.

Los demás, de una manera muy alegre, como si fueran niños pequeños en una salida al zoológico, fueron a cambiarse con la única cómoda de ropa extra que habían traído por si la dudas a consejo de sus madres.

Benditas sean ellas y sus buenos y acertados consejos.