Capítulo 4
Charles Bingley era el patriarca de los Bingley, el que comenzó con el negocio familiar e hizo que una familia de herreros se transformara en una familia que hacía y vendía los carruajes más finos de toda Inglaterra y pertrechos para el ejército. Charles y su esposa Louisa tuvieron tres hijos, el mayor Edmund, la hija del medio Henrietta, y el menor Isaac.
Su hijo mayor, Edmund, trabajó codo a codo con su padre para hacer crecer el negocio y transformar a los Bingley en la familia más rica de Scarborough. Edmund estuvo ocupado gran parte de su juventud trabajando en el negocio familiar por lo que se casó cuando tenía casi cuarenta años. Él había conocido a su esposa en la empresa, ella era una experta costurera que laboraba en la fábrica cosiendo elegantes sillas y cojines que más tarde eran instalados en los carruajes. Después de casarse con Edmund, ella se dedicó a diseñar y escoger los modelos, colores, y telas de las elegantes butacas de los carruajes Bingley. Agnes tampoco era una mujer joven cuando se casó, ella tenía casi treinta y cinco años. Después de casi dos años de matrimonio, ella y su esposo tuvieron al que sería su único hijo, Alexander Bingley.
Henrietta nunca se casó, siempre se dedicó a llevar la contabilidad de la empresa de los Bingley, y en eso se le fue la vida. Actualmente era la única de los tres hermanos que estaba viva y aún moraba en Scarborough.
Isaac Bingley también trabajó duro en la empresa familiar, pero al contrario de Edmund y Henrietta a él no le gustaba hacerlo. Él tuvo más posibilidades de estudiar y por eso, relacionarse con gente más sofisticada y no sólo con comerciantes como lo hacían su padre y su hermano. Fue así como Isaac descubrió el lugar que los hombres de negocios realmente ocupaban en la sociedad y siempre sintió vergüenza por ello. Por eso hizo todo lo posible por darle a sus hijas e hijo la educación que recibían los hijos de los caballeros terratenientes. Luego de trabajar por más de veinte años en el comercio, él decidió vender una gran porción de su parte de la empresa a su hermano Edmund, y sólo retener una parte que le permitiera recibir utilidades anuales para mantener su estilo de vida. El dinero que recibió lo puso en fondos de inversión en el banco y se lo heredó a su hijo para que pudiera cumplir uno de sus sueños, ver a Charles convertido en un terrateniente.
Alexander Bingley era casi dos años mayor que su primo, pero la desigualdad de madurez entre ellos hacía parecer que la diferencia era aún mayor. El padre de Alexander desde muy joven lo había preparado para hacerse cargo del negocio familiar. Cuando Edmund murió él asumió la responsabilidad total de la empresa. Él vivía entre Scarborough y Londres, él prefería la vida en el norte pero para cerrar buenos tratos debía pasar tiempo en la gran ciudad. Él mantenía una buena relación con su primo Charles, a quien quería mucho. Pero tenía una relación muy distante con sus primas, a ellas no les gustaba que sus amistades supieran que tenían un familiar que participaba activamente en el comercio y los negocios.
A Alexander le daba pena su primo Charles. Era un hombre muy inmaduro y sin personalidad. Él pensaba que la culpa del comportamiento errático de Charles la tenía su tío Isaac. Él siempre había mantenido a su primo alejado de los negocios familiares, por lo que Charles no sabía nada del tema. Él lo había criado para transformarse en un terrateniente, pero nadie en la familia tenía tierras por lo que Charles técnicamente no sabía nada del tema.
En estos momentos él se encontraba perdido en el medio de Hertfordshire precisamente por una de las muchas decisiones irresponsables que su primo había tomado. Aún recordaba la última conversación que tuvieron y se maldecía por haberse comprometido a cubrir una vez más a Charles.
-Alex, necesito que me ayudes,- le había dicho Charles a su primo.
-Dime de qué se trata para saber si puedo ayudarte,- le había respondido él secamente.
-Como sabes, hace casi un año atrás arrendé una propiedad en Hertfordshire. Un lugar bastante bonito que pensé podría ser mi futuro hogar. Incluso Darcy me acompañó para ayudarme a aprender cómo administrar una finca. Pero las cosas no salieron como esperaba y decidí venirme a Londres. El asunto es que hay unos problemas con los inquilinos y el capataz me dijo que debía ir yo para solucionarlo. Pero yo no puedo ir porque en pocos días más me voy a Pemberley con Darcy.- Charles siempre que estaba en apuros grandes, le pedía ayuda a Alexander.
-¿Y por qué no atrasas tu viaje a Derbyshire por unos días y arreglas tus problemas tú mismo?- Alexander no podía creer que su primo fuera tan inconsciente.
-Por dos razones muy poderosas. La primera es porque no quiero ver a cierta señorita, y la segunda es porque Caroline no me va a dejar vivir en paz si no viajamos con Darcy,- contestó el señor Bingley riendo.
-¿Un nuevo ángel?,- preguntó Alex sarcásticamente. El señor Bingley le contó de forma resumida la historia con Jane Bennet sin dar nombres ni detalles. Cuando él quiso preguntar más sobre el tema, Caroline había entrado en la oficina de su hermano y había sido imposible seguir hablando del tema. Después de muchos ruegos de su primo, Alexander accedió a ir a Netherfield y por eso estaba en esos momentos detenido en medio del camino intentando descifrar el mapa que le había hecho su primo para saber donde ir.
Justo en ese momento dos señoritas acompañadas por tres niños venían conversando animadamente mientras caminaban por el costado del camino. Él estaba seguro que eran gente de los alrededores y que podrían ayudarlo.
-Disculpen, queridas señoritas. Mi nombre es Alexander Bingley y voy camino a Netherfield. ¿Podrían ustedes ser tan amables y decirme como llegar allá?-
Cuando Jane escuchó el apellido Bingley se le aceleró inmediatamente el corazón. Antes de que ella pudiera decir algo fue Kitty quien habló. -¿Es usted hermano del señor Bingley? Se parecen mucho.-
Alexander sonrió y no pudo evitar darse cuenta como se había sonrojado la hermosa señorita que estaba al lado de la que le había hablado. -No, señorita, Charles Bingley es mi primo. Como veo que conocen a mi primo, creo que podrán ayudarme a llegar a Netherfield.-
-Claro que lo conocemos, él ofreció uno de los bailes más elegantes que se han visto por esta zona. Pero usted no vino, ¿no lo invitaron?- preguntó Kitty curiosamente.
Jane decidió intervenir para evitar que Kitty siguiera importunando al caballero. Efectivamente, Alexander se parecía mucho a su primo. Ambos eran pelirrojos y de ojos azules, Charles era un poco más guapo de cara pero Alexander era más alto y tenía la complexión física de un hombre y no la de un joven como Charles. -Disculpe a mi hermana, señor. Si sigue directo por este camino en dos millas más encontrará una bifurcación. Allí tome usted el camino de la derecha y en menos de una milla se encontrará con Netherfield.-
La muchacha en frente de él no sólo era excepcionalmente hermosa sino también tenía la voz más bella que jamás había escuchado. -Gracias señorita. Y contestando a su pregunta,- dijo mirando a Kitty, -mi primo me invitó, pero me encontraba ocupado en mis negocios en el norte del país. Muchas gracias nuevamente, y que tengan un buen día.-
Alexander se subió al carruaje y retomó su camino, mientras Jane, Kitty y los niños Gardiner siguieron caminando rumbo a Longbourn.
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Caroline no podía creer lo que había escuchado. La impertinente Eliza Bennet estaba en Pemberley y el señor Darcy hablaba de ella como si se estuviera refiriendo a una persona importante. ¿Qué había querido decir con eso de "mi invitada de honor"? Ellos eran sus invitados de honor. Además estaba asustada de que la esposa del comerciante dijera que ya se conocían y su hermano supiera que Jane Bennet había estado en Londres tras de él. Aunque ella sabía muy bien como encargarse de él, en ese momento no deseaba ninguna distracción, y menos ahora que Eliza iba a tratar de interponerse entre ella y el señor Darcy.
-¡Qué sorpresa más grande!, la señorita Eliza está en Pemberley,- dijo Caroline fingiendo interés. -¿Y qué hace aquí?,- preguntó.
La señora Gardiner le explicó brevemente. -Ella tuvo un pequeño accidente y el señor Darcy le ofreció su hospitalidad hasta que se recupere. Si nos disculpan, mi esposo y yo debemos ir a acompañarla.- La señora Gardiner dijo eso para evitar así tener que darle explicaciones a esa mujer. Su esposo entendió el mensaje y se excusó educadamente también. Ambos salieron del cuarto lo más rápido que pudieron.
En cuanto los señores Gardiner se alejaron del gran salón, Caroline dio rienda suelta a su lengua y comenzó a decir. -No puedo creer la osadía de esa mujer, señor Darcy. Venir a imponer su presencia en su casa, espero que no finja estar enferma como su hermana lo hizo en Netherfield, para de esa forma quedarse cuánto tiempo le dé la gana.-
-¿Cómo se atreve a decir eso señorita Bingley. La señorita Bennet sería incapaz de hacer una cosa así porque ella sabe muy bien que no es necesario. Ella siempre será bienvenida a Pemberley y se puede quedar por todo el tiempo que desee sin necesidad de fingir estar enferma. Así que le ruego no vuelva a hablar con esa liviandad de la señorita Bennet. Ella es mi invitada de honor y como tal espero que usted la trate.- Después de decir eso, finalizó diciendo lo siguiente, -Bingley, ustedes quedan en su casa. Georgiana, es posible que me acompañes por un momento, hay algunas cosas que me gustaría hablar contigo.-
Georgiana estaba atónita. El recordaba que su hermano había mencionado muchas veces a la señorita Elizabeth Bennet en las cartas que le había enviado desde Hertfordshire. A ella ese hecho le había llamado la atención porque era la primera vez que su hermano mostraba tanto interés en una señorita. Después no había sabido nada más de ella hasta que su hermano volvió de Kent tan raro, y en una de sus borracheras había repetido el nombre Elizabeth unas cuantas veces de una forma muy melancólica. No sabía qué hacía esa señorita en Pemberley, pero se moría de ganas de averiguarlo. -No hay problema, hermano. ¿Me puedes acompañar a mi habitación?-
-No te preocupes Darcy, nosotros también nos retiraremos a nuestras habitaciones. Nos vemos a la hora de la cena,- dijo el señor Bingley.
Después de subir la escalera que llevaba al ala de la familia, el señor Darcy comenzó a contarle de forma resumida a Georgiana sobre el accidente de Elizabeth, evitando contarle los detalles íntimos.
-Lamentablemente hermana, no he podido hablar con ella desde que la dejé en su cuarto. Me gustaría que más tarde la fueras a ver y le dieras un mensaje de mi parte. No te preocupes, anunciaré nuestro compromiso en cuanto ella se recupere. Pero me muero de ganas de saber de ella y no puedo pedirle a sus tíos este favor porque aún no saben lo de nuestra relación.-
-Cuenta conmigo hermano, no sabes lo feliz que me hace verte tan contento. Además, me muero de conocer a la mujer que pronto será mi hermana.- Georgiana podía ver la emoción en el rostro del señor Darcy, él siempre había sido tan bueno con ella que estaba dispuesta a ayudarlo en todo lo que necesitara.
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Elizabeth despertó abruptamente, afortunadamente el dolor de cabeza había disminuido lo suficiente como para poder abrir bien los ojos y poder mirar bien a su alrededor. Antes de entrar en pánico se acordó donde estaba y por qué estaba allí, pero aún tenía una tremenda laguna mental entre lo que había pasado desde que se quedó dormida en la posada hasta que despertó en Pemberley.
-Querida, ¿estás bien?- dijeron el señor y la señora Gardiner.
-Tía, tío, qué alegría verlos aquí. Siento mucho todo lo que ha pasado. Sé que es mi culpa por siempre andar explorando lugares sin tener en cuenta el tiempo,- dijo Elizabeth mientras se sentaba en la cama. Ella aún se sentía un poco mareada pero estaba bien y le habló a la doncella. -Rose, por favor me puedes traer mi ropa y ayudarme a vestir. Tío, puedes ir a hablar con el señor Darcy y agradecerle su amabilidad. Yo estaré lista en unos quince minutos para que podamos volver a la posada lo antes posible.-
-Lo siento Lizzie, pero el doctor dijo que debías reposar hasta que él te examinara nuevamente. Él vendrá mañana, y si te da de alta podremos irnos. Por ahora, nos quedaremos aquí,- dijo el señor Gardiner enfáticamente.
-Señorita, le iré a buscar algo de comer. Necesita alimentarse para poder estar bien.- Elizabeth no dijo nada más porque sabía que su tío no cambiaría de opinión. Además, tenía mucha hambre así que aceptó la oferta de Rose felizmente. Su tía Madeline se sentó junto a ella al lado de la cama y comenzó a contarle lo que ellos sabían sobre su accidente y sobre la llegada de los Bingley.
Georgiana había ido a su cuarto a cambiarse de ropa lo más rápido posible para poder ir al cuarto de su futura cuñada. Mientras tanto el señor Darcy estaba sentado en una silla en el corredor que unía a todas las habitaciones de ese sector de la casa. Cuando vio salir a Rose, inmediatamente le preguntó. ¿Cómo está la señorita Bennet?-
-Está bien, señor. Ya despertó completamente y aceptó comer. Está conversando con su tía. Está tan bien que me había pedido ayudarla a vestirse para poder volver a la posada. Pero su tío le explicó que eso no sería posible hasta que el doctor lo autorizara.- Después de narrar todo eso, Rose fue a la cocina en busca de alimentos.
El señor Darcy quedó un poco preocupado, no quería pensar que Elizabeth no se acordara de todo lo que había pasado entre ellos, o peor, que se hubiera arrepentido. En ese momento se le ocurrió una idea y se fue a su habitación a escribir un mensaje para que Georgiana se lo entregara a Elizabeth cuando estuvieran a solas.
-Les juro que no me acuerdo bien de lo que pasó. Me imagino que después de dormir una siesta debo haber tenido ganas de caminar y con la lluvia, probablemente tuve el accidente. Sólo me acuerdo de cuando desperté hoy en esta cama.- Elizabeth les explicó a sus tíos todo lo que recordaba. Ella tenía algunos recuerdos borrosos pero no pensaba que pudieran ser realidad, ella y el señor Darcy jamás podrían haberse besado de esa forma.
-Está bien Lizzie, no creo que eso sea importante ahora. Mañana si el doctor dice que está todo bien podremos olvidarnos para siempre de este episodio.- La señora Gardiner sospechaba que había algo más detrás de todo, pero sabía que era mejor no preguntar más porque no era necesario. La llegada de los Bingley había hecho que ella también tuviera ganas de irse lo antes posible de Pemberley.
Rose entró con una bandeja con té y unos bocadillos, y otra sirvienta traía otra bandeja con un plato de sopa, pan, queso y frutas. Elizabeth comió todo y le dijo a Rose que le dijera a la cocinera que había estado delicioso. El comer la había hecho sentirse menos débil y animada.
De repente sintieron un leve golpe en la puerta y Rose fue a ver quien era. Inmediatamente hizo pasar al cuarto a una señorita muy joven y de apariencia tímida. El señor y la señora Gardiner la saludaron amablemente y la presentaron a Elizabeth. -Sobrina, ella es la señorita Georgiana Darcy.-
-Mucho gusto, señorita Darcy. Gracias por venir a saludarme. Siento mucho haber invadido su espacio, pero soy de cabeza bien dura y mañana estaré bien,- dijo Elizabeth ofreciéndole una sonrisa a la recién llegada.
Georgiana quedó gratamente impresionada con Elizabeth. Pese a que estaba un poco pálida y tenía un chichón en su frente, ella era una señorita muy bonita, y por su forma de hablar se notaba que además era amable. -No se preocupe señorita Bennet, usted se puede quedar todo el tiempo que desee. Mi habitación está bastante cerca de esta por lo que podré hacerle compañía siempre que lo desee,- explicó Georgiana.
Elizabeth quedó atónita con la información, pero no quiso preguntar. Al parecer, ella estaba alojada en el ala de la familia. -Lizzie, aprovechando la presencia de la señorita Darcy, nosotros iremos a nuestra habitación a cambiarnos para la cena.- El señor y la señora Gardiner fueron a su habitación y dejaron solas a las dos jovencitas.
Georgiana en otras circunstancias habría dejado que su timidez la dominara, pero ella estaba en una misión para ayudar a su hermano y lo haría. -Señorita Elizabeth, mi hermano me pidió que le entregara esta carta.- Georgiana la sacó del bolsillo de su chaqueta y se la entregó a Elizabeth. -Debo ir a prepararme para la cena, pero si usted me lo permite me gustaría poder visitarla de nuevo más tarde.-
Elizabeth se ruborizó y aceptó la carta y la ocultó inmediatamente debajo de la almohada. -Por su puesto, señorita Darcy. Su compañía siempre será bienvenida,- dijo Elizabeth agradecida.
Después de despedirse Georgiana se fue directo a su habitación donde la esperaba su hermano. -¿Le diste la carta? ¿Qué te dijo? ¿La leyó?- El señor Darcy estaba impaciente por saber qué había pasado.
Georgiana se río un poco antes de contestar. -Tantas preguntas, hermano. Le entregué la carta, la recibió y la guardó debajo de la almohada. Se ruborizó mucho pero no me dijo nada.-
-Gracias Georgiana, después de cenar pasa a su habitación para saber si tiene una respuesta para mí, por favor. Ahora me iré a cambiar de ropa, pronto será la hora de la cena. Te paso a buscar en veinte minutos.- El señor Darcy se fue a su habitación sabiendo que las próximas horas serían muy largas.
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Caroline estaba desconcertada, había recorrido todas las habitaciones del ala de invitados y no había podido encontrar a la maldita Eliza Bennet ni a sus vulgares tíos. -Te juro Louisa que me muero de ganas de saber dónde están. En un principio me asusté pensando que había logrado engatusar al pobre señor Darcy. Ya sabes lo generoso que es, pero por supuesto que él no iba alojar a esa gente de tan baja clase en donde recibe a sus invitados. De seguro la puso a ella y a su familia en los cuartos del personal de servicio,- dijo Caroline riendo.
-No creo que el señor Darcy haga algo así Caroline,- dijo Louisa riendo. -Pero de seguro deben estar en el ala norte en una parte más retirada de la casa. Ahí no molestarán ni interrumpirán a nadie.- agregó Louisa con desdén. Las hermanas siguieron chismeando por unos minutos más hasta que fue hora de prepararse para la cena.
El señor Darcy estaba totalmente ausente durante la cena. No podía dejar de pensar en Elizabeth. De fondo sentía la incesante conversación de Caroline Bingley pero él no le prestaba atención.
-Señor Gardiner, ¿visita usted muy seguido a su familia en Hertfordshire?- preguntó el señor Bingley amablemente al ver como sus hermanas ignoraban a los tíos de su recordada Jane.
-Siempre que puedo, señor Bingley. Lamentablemente mi negocio ocupa gran parte de mi tiempo. Por suerte, la Navidad pasada la pasamos en Longbourn. Pero tenemos suerte porque tanto Lizzie como Jane siempre nos acompañan y están con nosotros. Jane estuvo en Londres gran parte del invierno y Lizzie ahora está viajando con nosotros.- El señor Gardiner agradeció el gesto de amabilidad del señor Bingley tomando en cuenta lo mal educadas que habían sido sus hermanas y su cuñado con ellos.
Antes que Charles pudiera seguir haciendo preguntas sobre Jane Bennet, Caroline intervino. -Señora Gardiner, ¿dónde está la señorita Eliza? Me gustaría poder ir a saludarla. Mi familia y yo visitamos con frecuencia Pemberley, pero debo reconocerle que no conozco todas las áreas de la casa, ya sabe, es tan grande. Nosotros siempre nos alojamos en el ala sur en donde sólo los amigos más cercanos son hospedados.- Caroline esperaba que la esposa del comerciante se diera cuenta de las diferencias, y que no creyera porque estaban sentados en la misma mesa, ellos eran iguales.
-No conozco Pemberley también como usted señorita Bingley, pero creo que estamos alojados en el ala este,- dijo la señora Gardiner amablemente.
-Eso es imposible, señora Gardiner. Esa es el ala de la familia,- contestó Caroline exasperada.
-Entonces no sabría decir cual es la exacta localización de nuestras habitaciones, señorita Bingley,- contestó la señora Gardiner esperando poner fin a una conversación tan absurda.
-Señora Gardiner, ¿llevan ustedes mucho tiempo recorriendo Derbyshire?- El señor Bingley intentó cambiar el curso de la conversación pero su hermana no se lo permitió.
Cuando la señora Gardiner iba a contestar ella le preguntó a un ausente señor Darcy lo que se moría de ganas de saber. -Señor Darcy, ¿dónde están alojados sus otros invitados, y su invitada de honor?- agregó con desdén.
-Donde dijo la señora Gardiner, en el ala familiar.- El señor Darcy respondió cortantemente y siguió comiendo en silencio. Caroline, por su parte, también guardó silencio por el resto de la cena. Algo estaba pasando y ella tenía que averiguarlo lo antes posible.
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Elizabeth le pidió a Rose que le acercara uno de los libros que su tía le había traído. Sin que la doncella se diera cuenta, abrió la carta que el señor Darcy le había mandado y la ocultó entre el libro. Ella no quería que la muchacha se diera cuenta de que estaba leyendo una carta que su patrón le había mandado. Respiró profundamente y comenzó a leer.
Mi querida señorita Bennet,
Espero de todo corazón que se encuentre bien…
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Gracias a todos los que leen y dejan comentarios. Intentaré publicar un capítulo diario para poder completar la historia en pocos días.
En el próximo capítulo Alexander Bingley tendrá que enfrentarse a la pereza del señor Bennet y a las preguntas indiscretas de la señora Bennet.
Saludos,
Yo
