"But I'm just a soul whose intentions are good,
Oh Lord, please don't let me be misunderstood"
Lana del Rey
— Debemos empezar por el principio, pues.
Thranduil calló un momento, y dejó que su mente volara a través del tiempo, volviendo a una época muy antigua, cuando el mundo aún era joven, y el Mal una Sombra al acecho.
— Como bien sabrás, yo nací y viví en el seno de los bosques de Doriath, bajo la protección de los Salones de Thingol y el poder de Melian, la Maia. Yo era entonces un joven elfo, y montaba guardia junto con mis compañeros alrededor de las cuevas de Menegroth. Mi padre, Oropher, era guerrero a su vez, pero también uno de los principales consejeros del Rey; el más cercano a su vera, de hecho. Nuestra vida era buena allí, pues bajo la protección de Melian nos sentíamos a salvo.
"No obstante, aquello cambió cuando los Naugrim llegaron a nuestro reino.
Legolas permaneció en silencio, pues conocía la historia del Nauglamír y de la caída de Doriath, y lo que aquello supuso para su pueblo.
"El Rey pensó que sería una buena idea pactar con esa gente para sacar provecho del collar que Húrin le había entregado, pero hizo mal. No me extenderé en este relato, pues lo conoces de sobre. Los enanos se sublevaron y acabaron con la vida del rey, y con la de muchos de los nuestros.
"Aquella vez conseguimos escapar y darles muerte; y Dior, el heredero de Thingol, ocupó su lugar en el trono. Pero aquello fue en vano, pues la masacre no tardó en volver a llegarnos… esta vez por parte de los hijos de Fëanor. Aunque contaron con ayuda.
— ¿Cómo? — inquirió Legolas. — ¿A qué os referís, adar?
Thranduil frunció el ceño antes de contestar: — Los Naugrim los ayudaron, como acto de venganza contra nosotros. Los hijos de Fëanor querían el Silmaril engarzado en el Nauglamír, pero los enanos nos masacraron como una forma de saldar deudas*.
Legolas calló entonces, y pasó mucho tiempo en silencio antes de comentar: — No lo sabía.
— Pues ya lo sabes — sentenció Thranduil, dando a entender que aquel punto de la historia había llegado a su fin. Sin embargo, había una sombra que nublaba su rostro, y Legolas supuso que había algo más que el rey guardaba en secreto y que no quería contarle; pero no preguntó acerca de ello.
"Una vez pudimos escapar, decidimos que no valía la pena volver a intentar recuperar el reino, pues el rey y la reina habían sido asesinados, y sus dos hijos mayores se habían perdido. No volvimos a saber nada más de ellos. Sólo contábamos con Elwing, la hija menor del rey, que no era más que un bebé por entonces; y decidimos huir al sur, a las bocas del Sirion. Allí nos unimos con los exiliados de Gondolin, cuyo reino también había caído. Nos mezclamos con sus gentes, y la dama Galadriel tomó bajo su tutela a la princesa hasta que hubo crecido. Elwing se desposó entonces con Eärendil, el nieto de Turgon, y ambos tuvieron dos hijos".
— Elrond y Elros — asintió Legolas, que conocía la historia. — ¿Tú conociste entonces a lord Elrond cuando era niño?
— Así es — sonrió Thranduil. — Y era bastante travieso, he de decir, en comparación a como es ahora. — Calló entonces, y volvió a ponerse serio. — Pero la tranquilidad fue corta, pues los Fëanorianos volvieron a nuestro encuentro con el fin de hallar el Silmaril de su padre. Saquearon y mataron a los pocos que quedaban de nuestro pueblo, pero a la princesa no pudieron encontrarla, ni al Silmaril tampoco.
"Elwing era valiente, y lo fue llegado el momento oportuno, pues prefirió sacrificarse a devolver aquello que pertenecía a su familia y que le había quedado en herencia. Mi padre y yo, así como Galadriel y Celeborn, intentamos proteger a sus hijos, pero Maedhros y Maglor insistieron en llevárselos por la fuerza; supongo que para evitar la culpa que debían sentir sobre sus corazones. No obstante, siempre me ha quedado claro que Elrond tuvo una buena relación con Maglor. De entre los hijos de Fëanor, puede decirse que eran los que tenían mejor corazón.
"El resto de la historia la conoces también. Era inútil seguir intentando huir del Mal por nuestra cuenta; y gracias a Eärendil, los Valar volvieron su vista hacia nosotros, y acabaron con el poder de Morgoth, liberándonos así, al fin, de su oscuridad.
"Extraños se nos hicieron los días entonces, iôn, pues dos opciones nos fueron dadas tras el ocultamiento de Beleriand: partir hacia el Oeste si así lo deseábamos, o continuar nuestra estancia en la Tierra Media. Nuestros Señores eran orgullosos e intrépidos entonces, pues un nuevo mundo de posibilidades se abría ante nuestros ojos, y pensábamos que el Mal había sido aniquilado para siempre.
Thranduil calló en aquel momento, y dirigió su mirada hacia el fondo de la copa, como si su mente estuviera inmersa en numerosos recuerdos tan lejanos que parecían un sueño.
"Cruzamos las Ered Luin, y unos cuantos elfos se quedaron al margen oriental de las mismas, como sabrás. Allí Gil-Galad fundó el reino de Lindon, uno de los más importantes de la Segunda Edad; y Elrond decidió quedarse a su vera durante todos aquellos años. No obstante, un grueso de la comitiva continuó hacia el este, deseando aproximarnos lo máximo posible a la tierra que nos vio nacer y a los hermanos a quienes dejamos atrás en el camino.
"Llegados a los límites de las Montañas Nubladas, descubrimos que muchos de los Naugrim que habían vivido en los antiguos reinos de Nogrod y Belegost se habían desplazado también hacia oriente, pues se habían asentado en Moria, el reino de la mina bajo la montaña, el más poderoso territorio enano de la Segunda Edad. Muchos de los Eldar de la comitiva decidieron entonces asentarse justo al oeste de dicho reino, en las lindes de las Montañas Nubladas, para poder comerciar y hacer tratos con los Naugrim; Galadriel y Celeborn estaban entre ellos, y también Celebrimbor, el hijo de Curufin.
"Pero muchos de los nuestros no estábamos dispuestos a tener trato con la raza que había aniquilado y saqueado nuestro reino por dos veces, y continuamos hacia el sur. Así llegamos a los bosques de Lórinand, llamados hoy en día Lothlórien. Amdír, uno de los líderes de nuestra expedición, fue nombrado Rey del lugar. Mi padre lo respetaba y amaba, y durante un tiempo estuvo a su lado; pero él también tenía ansias de gobernar un territorio por su cuenta, y la influencia del cercano reino de Moria, junto con las incursiones de Galadriel y Celeborn, quienes nos visitaban a menudo, provocaron que finalmente tomara la decisión de cruzar el Anduin y dirigirse al sur del Bosque Verde. Yo lo seguí a regañadientes, pues en Lórien éramos felices y habíamos comenzado a echar raíces, y no sabía qué era lo que nos podía deparar esta tierra nueva.
"Sin embargo, el nuevo territorio al que llegamos era mucho más amplio, grandioso y salvaje que el que habíamos dejado atrás. Tú no lo llegaste a conocer en sus días, iôn, pero el Bosque Verde era… inmenso, y virgen y antiguo. Sus árboles eran enormes y viejos, como gigantes centinelas que vigilaran los caminos y las fronteras; y sus aguas, sus flores, su fauna… todo estaba inalterado, desordenado y fortalecido, como un antiguo santuario erigido por los dioses. Allí había más elfos silvanos que en Lórinand, y pronto nos mezclamos con ellos. Oropher se constituyó como monarca del nuevo reino de forma pronta, y lo cierto es que durante muchos años vivimos felices y en paz, ajenos a los asuntos del mundo exterior. Lo cierto era que deseábamos ser lo más autosuficientes posibles, y retornar a nuestros orígenes en la naturaleza. No nos interesaban las orfebrerías de Celebrimbor ni de los Naugrim, y solamente manteníamos contacto de vez en cuando con el pueblo de Amdír.
"Pero nos equivocábamos cuando creíamos que el Mal había desaparecido para siempre. No transcurrió mucho tiempo hasta que unas fuerzas malignas comenzaron a atacarnos desde el sur. Al principio no les dimos mucha importancia, pero pronto fueron tan violentas y recurrentes que nos vimos obligados a trasladarnos paulatinamente hacia el norte, asentándonos más allá de la altura de los Campos Gladios. Ignorábamos entonces que no se trataba de un enemigo menor.
— Sauron — habló Legolas, interrumpiendo el relato de su padre.
El rey asintió lentamente, y confirmó: — Sauron, el más poderoso de los vasallos de Morgoth.
El príncipe sintió entonces un escalofrío recorrer todo su cuerpo, pues nunca antes había escuchado aquel nombre en labios de nadie, y mucho menos de los de su padre.
"También conoces esta parte de la historia: mientras los hechos nos eran relativamente ajenos, el Señor Oscuro se presentó ante las puertas de Eregion bajo el nombre de Annatar, "Señor de los Dones", y embaucó a Celebrimbor con nuevas artes en la elaboración de objetos preciosos y poderosos. Galadriel y Celeborn intentaron convencerle de que aquel personaje no era de fiar, pero Celebrimbor desoyó sus consejos. A la larga, aquel error acabaría con la ruina de Eregion, y Celebrimbor acabaría muerto a manos de Sauron.
Legolas interrumpió entonces el discurso de su padre, pues aquellas historias le perturbaban muy hondamente el corazón.
— Adar — le dijo, — ¿por qué me cuentas todo esto?
Y Thranduil observó a su hijo con un brillo especial en los ojos, y le contestó: — Porque aquí es cuando entra tu madre en escena. — Y, tras callar un momento, pronunció: — Naimë.
Legolas volvió entonces a sentir un estremecimiento, pero no muy distinto al anterior. Fue como si una suave brisa de primavera le diera de frente y pasara a su alrededor, revolviéndole el cabello e internándose en sus fosas nasales.
— Naimë — continuó el rey, cerrando los ojos. — Así se llamaba. Era hermosa, decidida y tenaz como el arroyo que se abre paso a través de la montaña para llegar al mar.
— Naimë — repitió Legolas.
Thranduil abrió los ojos y dirigió una mirada apenada a su hijo. — Creo que nunca te había mencionado su nombre verdadero.
El príncipe negó. — Sólo había oído apodos o sobrenombres.
El rey frunció el ceño, como dándose cuenta del daño que le había provocado a su hijo con tanto silencio a través de los años.
"Naimë era una elfa proveniente de Doriath; pero yo nunca la había conocido, y si lo hice fue muy superficialmente en el pasado. Sus padres habían muerto en el segundo ataque a Menegroth, y ella había huido junto a Celeborn, pues era el único pariente que le quedaba. Se trasladó con él y con Galadriel hacia Eregion y vivió a su vera durante muchos años. Sin embargo, cuando Annatar llegó ante las puertas del reino, muchos fueron los elfos que, liderados por Galadriel, huyeron hacia el sur, al reino de Amdír. Allí, por intermediación de la Dama, Naimë se ganó el favor personal del rey, quien llegó a amarla como a una hija.
"Mientras tanto, nuestro territorio seguía siendo asediado cada vez con más frecuencia por las fuerzas malignas, pues Sauron había vuelto a Mordor; y, aunque debilitado, continuaba en su empeño por acabar con los reinos y la vida de los Eldar. Mi padre no era necio, y sabía que era cuestión de tiempo que volviera a presentar batalla; y, temiendo quedarse sin heredero, pues yo aún no estaba casado y no tenía descendencia, le comunicó su preocupación a Amdír. Éste le hizo la siguiente proposición: casar a Naimé, su hija adoptiva, conmigo; y así nuestros reinos quedarían unidos por la sangre.
Thranduil volvió a guardar silencio entonces, pues Legolas lo observaba con ojos como platos.
— ¿Cómo? — preguntó.
— En ese momento nos negamos, tanto ella como yo, naturalmente — alzó una mano Thranduil de forma tranquilizadora. — No era el deseo de ninguno de los dos casarnos por acuerdos externos.
"Pero mi padre tenía razón: fue cuestión de tiempo que la catástrofe llegara. Después del hundimiento de Númenor, Sauron volvió a protegerse a Mordor, esta vez libre de cualquier forma corpórea; y Gil-Galad, sabiendo que aquel era el momento decisivo, nos llamó a batalla.
"Mi padre acudió a filas, así como los elfos de Lórinand, los descendientes de Númenor, e incluso algunos Enanos. Nos dirigimos prestos ante las puertas de Mordor con el único fin de aniquilar al Señor Oscuro de una vez por todas; no aceptábamos un término medio.
"Pero ay, Legolas, nuestros ejércitos eran valientes, pero iban mal preparados para la batalla. Los silvanos no conocían la maldad proveniente de más allá de las montañas, y nosotros habíamos sido lo suficientemente incautos como para olvidarla y subestimarla. Nuestras tropas iban ataviadas con armaduras de cuero, y no estábamos lo suficientemente bien organizados.
Legolas observaba muy fijamente a Thranduil durante aquel momento de la narración, pues, aunque conocía de sobra la historia de la Batalla de Dargolad, nunca la había oído de aquel modo tan personal.
"Amdír fue el primero en atacar — continuó Thranduil, — y murió en la embestida, junto con una gran parte de sus tropas. La ira de mi padre fue grande entonces, porque había amado a su amigo; y, desoyendo las órdenes de Gil-Galad, arremetió sin esperar al resto de las huestes. Y ese fue su error.
Los ojos de Thranduil se habían anegado de lágrimas cristalinas, pero él las barrió con brusquedad de su rostro.
"Mi padre era un elfo orgulloso y obstinado, y mi relación con él era complicada a veces… pero yo lo amaba y lo respetaba. Murió en mis brazos, y es el único consuelo que me queda, a pesar del mismo dolor que me produce.
— Adar…
Thranduil volvió a alzar la mano, y dirigió una sonrisa torcida a su hijo: — No pasa nada, iôn. Fue hace mucho tiempo. Además, esta no es la razón por la que me has preguntado.
Legolas volvió a cerrar la boca, y dejó que su padre continuara hablando.
— Ganamos la guerra, no obstante. El brazo de los Hombres fue certero aquel día, como sabrás. Sin embargo, yo regresé a nuestro hogar con solo un tercio de mi ejército. La pena y el luto fueron muy grandes, y nos costó mucho tiempo recomponernos del dolor.
"Pero yo fui coronado rey, y por entonces pensé mucho en el último deseo de mi difunto padre: que yo me casara y tuviera descendencia. Así que, considerando que aquello formaba parte de mi deber como monarca, envié a un emisario a Lothlórien con una invitación para Naimë.
"No obstante, cuando ella llegó a mi casa, vi ante mí a una elfa triste y consumida. Me enteré entonces de su propia historia: no sólo había perdido a Amdír, a quien amaba como a un padre, sino que ella misma había estado comprometida con un elfo al que amaba antes de la guerra, y éste también había sido muerto en batalla. Como es natural, me avergoncé de la razón por la que la había invitado a venir a verme, pues mi intención era volver a proponerle matrimonio. Sin embargo, ella aceptó.
Thranduil dirigió entonces una mirada entre enternecida y triste a su hijo, cuya tez se había vuelto pálida.
— Lo sé, iôn. Yo tampoco llegué a entender nunca por qué aceptó mi propuesta, y tampoco quise preguntárselo. Pero supongo que sus razones eran muy similares a las mías: ambos estábamos solos, tristes y rotos, y ambos deseábamos cumplir el último deseo de nuestros reyes. Así que hicimos de tripas corazón, y nos unimos.
Legolas permaneció en silencio durante un largo rato, hasta que se atrevió a preguntar: — Entonces… ¿no amabas a mi madre?
— Ay, Legolas — dejó el rey la copa sobre la mesa. — Es más complicado que eso. Tu madre y yo nos casamos por obligación, pero pronto descubrimos que nos llevábamos bien, que nos entendíamos y que nos apoyábamos. Nos ayudamos el uno a la otra a superar nuestro dolor y nuestro luto, y pronto fuimos felices.
"Yo nunca me enamoré de tu madre, Legolas. Siento que te tengas que enterar así. Pero eso no significa que yo no la amase, pues la quería con todo mi corazón. Fui muy dichoso a su lado, más de lo que lo había sido desde mi juventud, pues sentía que tenía compañía y un motivo en la vida para seguir adelante. Ella era mi amiga, mi compañera, mi alma gemela. Y después llegaste tú.
Los ojos de Thranduil habían vuelto a llenarse de lágrimas, pero esta vez no hizo nada por contenerlas ni retirarlas.
"Fuiste un regalo traído del cielo, hijo. Tu madre y yo te amábamos más de lo que se puede amar a alguien. Ella disfrutaba entonces saliendo a los bosques a pasear contigo, y yo me unía cuando mis obligaciones me lo permitían. Éramos tan felices, Legolas… Y ella te amaba tanto…
Y el rostro del rey se oscureció de improviso, y a partir de ese momento su narración se hizo más rápida y escueta, como si quisiera terminarla cuanto antes.
"Por aquel entonces, y desde hacía tiempo, un nuevo mal pareció instalarse en el sur del bosque, y éste comenzó a ennegrecerse y a pudrirse, y nuevas alimañas comenzaron a aparecer por doquier. Yo me resistía a cruzar las montañas para instalarnos más al norte, pues no quería abandonar la fortaleza de mi padre. Y te prometo, iôn, que no hay día que pase en que no me arrepienta de aquella aciaga decisión.
Volvió a guardar silencio, y Legolas sintió en sus propias carnes el dolor que carcomía a su padre desde dentro.
"Tu madre fue muerta un día en que una comitiva salió al bosque a almorzar entre los árboles. La mayoría eran elfos y elfas que no estaban adiestrados para el combate, y llevaban a sus hijos y a sus hijas con ellos. Los orcos los pillaron desprevenidos, y poco pudieron hacer, salvo huir.
"Tu madre te entregó a una familia numerosa, creyendo que así irías más protegido; así me lo hicieron saber cuando llegaron al palacio. Ella desapareció junto con otros pocos elfos de la comitiva. Los buscamos sin descanso día tras noche, y fuimos a la caza de los orcos que habían osado llevárselos lejos. Un día, muy al sur, hayamos el resto de una fogata con cadáveres ennegrecidos dentro. No había más huellas, ni tampoco más rastros. Decidimos que ahí debía acabar la búsqueda.
Las lágrimas resbalaban ya por las mejillas del rey, y Legolas sentía que no tardaría mucho en estar en la misma situación.
— Lo siento mucho, hijo. Sé que el relato es duro, pero es lo que pasó. Adornarlo no serviría de nada.
El príncipe asintió, intentando asimilar aquella cruda información.
Sin embargo, Thranduil se levantó de su asiento, escanció otra copa de vino, y se la entregó a su hijo. Éste le dio las gracias con un asentimiento de cabeza, pero el rey se agachó a su lado y le retiró las lágrimas de los ojos con ambos pulgares. Legolas se quedó muy quieto, pues no recordaba la última vez que su padre se había mostrado tan cercano con él.
— Lo siento muchísimo, Legolas — le dijo. — Después de aquel día decidí que lo más sensato era replegarnos hacia el norte y no volver a internarnos en los territorios del sur. Pero esa decisión debí tomarla antes.
Pero el príncipe negó con la cabeza, y dijo: — La muerte de mi naneth no fue culpa tuya. Fueron los malditos orcos.
Thranduil frunció ligeramente el ceño y se puso en pie. — Yo siempre me estaré echando la culpa de lo que pasó, Legolas. Es un remordimiento que no puedo quitarme de encima. Pero tampoco quería que tú cargaras con ese dolor. Sé de primera mano lo que es sufrir por la muerte de un ser querido desde una edad muy joven, y no deseaba lo mismo para ti. Pensé que en la ignorancia serías más feliz… pero no sé ahora si eso es cierto.
Legolas se encogió de hombros y contestó: — No lo sé. No me siento mejor ahora, pero tampoco peor. — Y, tras un momento de silencio, añadió: — No sé si se puede dejar de añorar aquéllo que nunca se ha tenido, o al menos que no se recuerda.
— Intenté hacerlo lo mejor que pude, iôn, pero es mucha responsabilidad para una persona. No soy solo tu padre, sino también tu rey, y he de actuar como tal. Supongo que si hubiera tenido a una persona a mi lado que te recordara cuando soy duro contigo que lo hago porque es mi deber, y que te amo a pesar de todo… hubiera sido más fácil.
Y Legolas miró muy fijamente a su padre, y le dijo: — Yo ya sabía esas cosas, adar, sin necesidad de que nadie me las contara.
Su padre sonrió entonces de una forma entre triste y complacida, y asintió ligeramente con la cabeza. Sin embargo, el rostro de Legolas seguía mostrándose ligeramente compungido; y preguntó: — Adar, sigo teniendo una duda. ¿De dónde provienen las joyas que te devolvió Thorin tras la Batalla de los Cinco Ejércitos?
El semblante de Thranduil se oscureció de pronto, antes de preguntar: — ¿Quieres conocer esa historia?
Legolas asintió ligeramente, y el rey recomenzó a hablar:
— Verás, iôn, esas joyas pertenecieron a tu abuela.
Pronunció aquella palabra con un acento extraño, como si le costara pronunciarla; y es que Thranduil nunca había mencionado antes a su propia madre.
— ¿A mi… abuela?
El rey asintió ligeramente, y continuó de forma rápida, como no dando tiempo a su hijo a hacer preguntas:
— Mi adar se las regaló a mi naneth cuando ambos se comprometieron, hacía ya muchísimo tiempo, en Doriath. Esas joyas mis padres las atesoraba con codicia y ardor, pero no sólo por su incalculable valor: también por el recuerdo que ellas guardaban dentro de su brillo.
Legolas escuchaba aquella parte de la historia con gran atención y cuidado, pues algo le decía que su padre no le había contado todo lo que debía saber con respecto a su juventud en Menegroth; pero el rey continuó con su historia.
— Fueron casi las únicas pertenencias que pudimos salvar aquella noche en que los salones de nuestra juventud se incendiaron por vez definitiva. Las cargamos con nosotros hacia el este, y las guardamos con cuidado bajo nuestra propia morada en el Bosque Verde.
"Cuando tu madre llegó a nuestro reino, le entregué aquellas joyas como regalo de bodas. Pero pensé que era un desperdicio que unas gemas tan hermosas quedaran guardadas en un baúl, siendo tu naneth, como mínimo, igual de bella y valiosa; y deseé hacer un collar que engalanara su cuello y que ella pudiera lucir en público, como la rîs (reina) que era. Pero entre nuestras gentes no había joyeros tan hábiles, pues la mayoría de los Noldor habían caído o convivían en Lórien. Y ella me ofreció una idea.
"Ya te he dicho que los elfos de Eregion solían establecer relaciones comerciales con los enanos de Moria, antes de que Sauron llegara. Naimë me dijo que podría enviar las gemas a los Naugrim y encargarles el pedido bajo su nombre. Ella me decía que los Enanos de ese reino siempre habían tenido buena relación con los elfos de Eregion, y que incluso los protegieron ante la masacre de Sauron; y me dijo también que seguro que se acordarían de ella, pues la dama Galadriel había tenido mucho trato con esas gentes durante la Segunda Edad. Yo también pensé por mi cuenta que aquellos Naugrim no eran los mismos que habían asediado Doriath* hacía ya dos edades, y que incluso algunos de ellos habían acudido a luchar a nuestra vera en la guerra contra Sauron. Así que acepté.
"Les envié las joyas, pero el collar nunca nos llegó de vuelta. Por aquel entonces, el reino de la mina se había vuelto muy hermético, y ya casi no se mezclaban con gentes del exterior. No pasó mucho tiempo, de hecho, hasta que los Enanos abandonaron aquel lugar, no sabemos por qué. Y yo me entristecí sobremanera al perder aquellas gemas que tanto significaban para mi familia.
Thranduil tomó silencio entonces, y Legolas pudo entrever tras su fría mirada un leve fuego que amenazaba con propagarse.
— Mucho tiempo después, cuando el rey Thrór reinaba bajo la Montaña Solitaria, éste se puso en contacto conmigo para avisarme de que tenían en su posesión algo que me pertenecía: las joyas del bosque. Ellos conocían el encargo que había quedado inacabado, y me ofrecieron devolverme el collar sin coste alguno, pues ya les había pagado antaño, antes de que Moria cerrara sus puertas para siempre.
"Pero, cuando llegó la hora de la verdad y llegué a Erebor para recibir lo que era mío por derecho…
Legolas terminó la oración por él: — No te lo quisieron devolver.
Thranduil se giró entonces, y fue a escanciarse otra copa de vino. La removió bajo su nariz, como queriendo que su pena y su rabia se ahogaran en aquel jugo.
— Dijeron que las joyas pertenecían a su pueblo; que las habían labrado ellos, y que por tanto el derecho de posesión era solamente suyo. Se inventaron la historia de que yo me negué a pagar lo asignado para poner una excusa de por medio: dijeron que las joyas también pertenecían a sus antepasados, y que yo no tenía razón alguna para reclamarlas como propias.
Los ojos de Thranduil volvían a estar anegados en lágrimas entonces, y Legolas se apenó de verlo así, tan impotente.
— Los Enanos sabían quién era tu madre, y también sabían que la transacción había quedado pagada hacía años; y también sabían que fue culpa exclusivamente suya que no me lo hubieran devuelto en el momento acordado. Aquel día en que Thrór me negó las gemas de mi pueblo… fue el día más vergonzoso de toda mi vida.
Legolas no sabía qué más añadir, pues el hecho de ver a su padre en aquellas condiciones hacía que él mismo se sintiera miserable e igualmente dolido. — Adar, lo siento mucho. — Y, tras un silencio, añadió: — Pero Thorin te lo devolvió, ¿no es así? Te entregó el collar tras la batalla.
Y Thranduil elevó entonces la mirada para posarla muy fijamente sobre su hijo; y ya no había pena en ella, sino dureza, cuando dijo: — Un detalle por su parte.
Legolas calló entonces, avergonzandose de sus propias palabras, y dejó que su padre continuara hablando:
— Legolas, voy a decírtelo una sola vez: los Naugrim no son como nosotros. Son egoístas, avariciosos y rencorosos, y no piensan más que en su propio placer y en lo que pueden sacar de los demás. Van sembrando el dolor por el mundo a raíz de sus propias acciones, y no se detienen a valorar siquiera las consecuencias que acarrean sobre los demás. Y si alguna vez tienes alguna duda sobre ello, recuerda la afrenta que le hicieron al recuerdo de tu madre.
Legolas no añadió nada más, y Thranduil suspiró profundamente. Dejó la copa de vino sobre la mesa, y se aproximó de nuevo hacia su hijo, posando ambas manos sobre sus hombros.
— Todo lo que he hecho ha sido para protegeros, a ti y a nuestro pueblo. No me enorgullezco de todas mis acciones, pero siempre las he llevado a cabo pensando que eran la mejor elección.
El joven príncipe asintió, pero seguía creyendo que había algo más en el pasado de Thranduil que éste se negaba a compartir con él; no obstante, no preguntó más.
— Gracias por compartir todo esto conmigo, adar — dijo en su lugar. — Significa mucho para mí.
Y el rey asintió complacido, con una pequeña sonrisa brillando en el rostro.
— Ve a descansar, iôn. Mañana te espera un viaje largo.
El príncipe se inclinó en una reverencia entonces, y salió de las estancias de su padre.
Pero Thranduil se quedó a solas, y aquella soledad no le sirvió para sentirse mejor, pues la pena que sentía dentro no podía ser eliminada en forma de lágrimas. Era un elfo más que maduro que había sobrepasado demasiado dolor a lo largo de su vida, demasiadas muertes y demasiada destrucción, y todas ellas de personas cercanas a él, y que estuvieron cerca de él, a su vez, cuando sucedieron.
El rey tomó de nuevo su copa, probando un sorbo de la misma después de removerla, y se sentó al lado del fuego. Era un septiembre fresco, como los innumerables septiembres que llevaba a sus espaldas. Para él, la cuenta de los años había perdido su jugo hacía ya mucho tiempo, cuando Naimë se fue de su lado, y cuando el bosque comenzó a oscurecerse. Ya apenas quedaba un resquicio de luz en su vida, y supuso que esa debía ser la razón por la que tantos de los de su especie se embarcaban en aquellos tiempos hacia las tierras de sus padres. Removió la cabeza, y dirigió su mirada hacia el crepitante fuego que ardía en la sala, pensando sobre las razones que debían impulsar a Elrond para reunirlos de nuevo después de tantos años. Tal vez, aún les deparaba una batalla más, antes de marcharse para siempre de aquellas tierras.
Thranduil se levantó entonces y subió las escaleras que ascendían hacia un pequeño mirador por encima de sus estancias. Se sintió algo mejor cuando la brisa nocturna acarició su rostro. La noche era ya oscura, y no se distinguían las siluetas a lo lejos; sólo los numerosos árboles que rodeaban las cavernas. Apoyó las manos sobre la balaustrada de piedra, y se perdió en el sonido del río que fluía bajo los pies de la caverna.
— Tal vez necesitemos unirnos — habló para sí, — una última vez.
Y pensó en los pueblos que quedaban al este, el de los Humanos y el de los Enanos, tan distintos al suyo propio.
Pero no podía imaginarse que, varias leguas hacia el oriente, una mente muy distinta a la suya también posaba sus pensamientos sobre el bosque.
¡Holis!
Aquí dejo, como prometí, este tercer capítulo, en el que se explica la historia de Thranduil desde la Primera Edad. En la antigua versión ya hablaba de su relación con Naimë y de cómo llegaron a casarse, pero he querido añadir un leve recorrido de ambos por la Tierra Media, así como contar el relato del collar que Thrór se niega a devolver a Thranduil en la primera película.
Con respecto a este último punto, he de decir que hay varios fanfics en la plataforma en los que se cuentan historias y versiones distintas sobre las Joyas de Lasgalen, como las llama Thorin en el visionado. Esta es mi versión propia, en la que aparecen la madre y el padre de Thranduil, así como su esposa, y la antigua relación de ésta con los enanos de Moria; y cómo así estas gemas llegaron a manos de Thrór. El resto realmente es bastante canon: el rey enano se niega a devolver las joyas al rey elfo alegando que éste se niega a pagarles lo correspondiente (en este fic es mentira, pues el collar ya estaba pagado de antes y las joyas pertenecían a la familia de Thranduil, no a los Enanos), lo que provoca que Thranduil se niegue a prestarles ayuda cuando Smaug llega a ellos. Más adelante, en TBOTFA, Thorin enseña el collar y reitera que Thranduil estaría dispuesto a pagar una gran suma por recuperarlo, mientras que éste le dice a Bardo que no piensa abandonar "las joyas de su pueblo" (lo que me ha llegado a pensar que debía ser un legado familiar propio y antiguo; incluso las joyas llevan el nombre del bosque). Y, por último, en las escenas eliminadas, Gandalf comenta a Thranduil que entiende que esas joyas le importen mucho porque son lo único que su esposa le dejó en vida, así que eso también lleva a pensar que, efectivamente, debieron pertenecer a ella.
¿Qué quiero decir con esta parrafada? Que, a pesar de los indicios en común, hay elementos en este capítulo que son de mi propia autoría:
La ascendencia del origen de las gemas, que se remonta hasta la madre y el padre de Thranduil;
la importancia de estas gemas como el tesoro más importante de su familia;
la relación de Naimë con los enanos de Moria y su idea de encargarlas a su nombre para que las labraran, con el posterior silencio por parte del reino de la Mina;
¿Esto significa que puedo considerar plagio si se dan algunas de estas tramas en otro fic de este plataforma? NO (o al menos no necesariamente). Creo que hay muchos indicios en común, como he dicho antes, que pueden dar lugar a tramas y giros de guión similares: al final, Thrór posee un collar que pertenecía a la esposa de Thranduil y se niega a devolvérselo, por unas razones u otras. Seguro que no soy la única a la que se le ha ocurrido la idea de que estas gemas son un legado familiar de Thranduil o que su esposa tuvo relaciones con los enanos en el pasado (de hecho, la semana pasada estuve hablando de este tema con Lairelen). El caso es que creo que las similitudes siempre van a existir: el problema es cuando esas similitudes son muy exactas, o muy numerosas, o la temática o el estilo son muy parecidas; de hecho, en mi concepción original las gemas fueron adquiridas directamente Naimë, pero decidí alterar este elemento porque creía que se asemejaba a otro fic publicado en la plataforma.
Con todo esto quiero decir que el tema del plagio es muy delicado, y creo que, aunque tengas una idea propia (o que crees que es propia) deberías tener cuidado antes de escribirla, revisar tu historial de Wattpad/FanFiction y cerciorarte de que nadie ha escrito algo similar; y, en caso afirmativo, hablarlo con la autora o autor. Y, si aún así no te quedas tranquila (pues hay muchísimos fics subidos y tampoco puedes revisarlos uno a uno), poner un mensaje de aviso en tu perfil y difundirlo (como hice yo) para alertar a otros fickers que puedan tener tramas similares sobre si quieren hablarlo contigo o no. Creo que es un acto que puede librarte de muchos comederos de cabeza después.
Ya al margen de todo esto, espero que hayáis disfrutado del capítulo ^^. A partir de aquí y después del capítulo siguiente comienza "la historia de verdad", por así decirlo, ya que estos capítulos cuentan como una especie de introducción para ganar contexto.
¡Y esto es todo! Quiero reiterar mis agradecimientos por los votos/comentarios, me significan mucho. ¡Hasta la próxima!
*Según se explica brevemente en un texto de los Cuentos Inconclusos, muchos de los enanos que habían habitado en las Montañas Azules huyeron al este después de la destrucción de Doriath temiendo las represalias de los elfos; por eso se dice aquí que los enanos de Moria no estaban relacionados, en su mayoría, con los que destruyeron el reino de Thingol y Melian.
Por otra parte, otro grupo de enanos sí decidió quedarse en las Ered Luin, viviendo bajo la cercanía de Gil-Galad, quien no solió mezclarse mucho con ellos. A este grupo de enanos pertenece la familia de Graella, y hablaré de las diferencias (no canon) entre éstos y los de Erebor en otro capítulo venidero.
P.D.: La mayoría de información para este capítulo la he extraído de la historia de Galadriel y Celeborn de los Cuentos Inconclusos, aunque también de otras páginas de Internet. Entre estas últimas recomiendo que sigáis en Facebook (si disponéis de la red social) a la página "Curiosidades de la Tierra Media", que suele subir posts muy interesantes, y varios de ellos relacionados con el Reino del Bosque ^^.
