Capítulo IV: Perlas
El viaje había sido agradable para ambos.
Cuando llegaron a la casa de Demelza, una vivienda bastante precaria y poco iluminada, sus hermanos se asomaron por una ventana al escuchar el ruido del motor del auto. Los dos se rieron.
Ross le pidió su número telefónico y lo agendó. En los próximos días tendrían que coordinar para cuidar a Valentine el fin de semana en Nampara.
Cuando llegó el momento de despedirse, Demelza se acercó para estrecharle la mano, Ross la tomó entre las suyas con suavidad, con esa suavidad que hacía que ella se estremeciera. Y se bajó del auto primero para abrirle la puerta porque él era un hombre de buenas costumbres, un caballero. No pudo evitar mirarla otra vez a los ojos. Ella le correspondió con una sonrisa y sintiéndose empoderada por su mirada, se acercó y le dio un tierno beso en la mejilla lleno de gratitud y también de admiración.
Ross se quedó en el lugar sin saber qué hacer. Ya sabía que esa chica tenía un corazón generoso, pero no sabía exactamente qué le producía eso. Subió al auto y esperó a que entrara a la casa junto con Garrick.
Demelza levantó su mano y lo saludó a la vez que le sonrió.
Ross la imitó. Cuando ella cerró la puerta, él se tocó la mejilla. Se sentía diferente, mejor, se sentía, ¿feliz? No lo sabía, pero al menos tenía ganas de sonreír. Y eso era mucho.
Puso en marcha el auto y partió hacia Nampara. Pronto se volverían a ver. Quería volverla a ver…
Demelza entró sigilosa para evitar dar explicaciones, pero no tuvo suerte. Su padre que lo había visto todo, la estaba esperando recostado sobre un viejo sillón. Estaba alcoholizado como de costumbre.
Empezó a gritarle preguntándole dónde estaba la motoneta y con quién había llegado.
Demelza quería contarle la verdad, abrigando la esperanza que tal vez la comprendiera, pero lo vio tan mal que sintió miedo. Entonces le inventó que la motoneta había tenido un problema mecánico, que había tenido que dejarla en un taller, y que muy amablemente el dueño se ofreció en traerla hasta casa.
Por supuesto que no le creyó. Nunca le creía, tampoco le hubiera creído si le contaba la verdad y hasta hubiera sido peor su reacción al saber del robo de la motoneta.
Básicamente Tom Carne desconfiaba de su hija porque como padre no la había educado. Nunca había tenido una conversación con ella como otros padres la tienen con sus hijos. Esa noche le gritó cosas muy feas:
-¿Crees que no me doy cuenta que te disfrazas para disimular que trabajas de prostituta?
Fue lo último que escuchó decirle. Se tapó los oídos, no quiso escuchar más. Eso no lo aceptaría.
Habían pasado tantas cosas en un solo día que tenía que ordenar su cabeza.
Se fue llorando a su dormitorio. Sus hermanos que dormían en la misma habitación que ella querían saber qué pasaba. Quién era ese hombre que la había traído en auto.
Les contó que era un hombre muy amable y que la había ayudado en un día difícil. Aunque sabía que era algo más que eso.
-Y ¿cómo se llama? Preguntó Drake.
-Ross. Respondió Demelza.
Ross Poldark fue lo mejor que le pudo pasar ese día. Con él se sentía contenida y en calma. Le daba valor y seguridad con solo mirarla.
Pero estaba tan abrumada que no podía pensar con claridad. Deseaba calmarse y pensar en Ross y absolutamente en Ross. Pero no lo conseguía. Los malos recuerdos de ese día aparecían como fantasmas y las duras palabras de su padre hacían eco en su mente.
En ese momento lo que más deseaba en el mundo era otro abrazo de él.
Cuando se aseguró que sus hermanos ya se habían dormido, pudo llorar y descargar al fin toda su angustia. Le hacía ruido el estómago a causa de los nervios y porque estaba vacío. Hacía del mediodía que no probaba bocado, pero no quería volver al living de su casa y toparse con su padre que le sacaba hasta el apetito.
No sabía qué le dolía más si la pérdida de la moto o el maltrato de su padre. Eso había sido duro. Sabía cómo era, pero nunca imaginó que llegaría tan lejos, que sería capaz de pensar eso de ella.
Y luego estaba Ross, que como un rayo de sol la iluminaba en aquella noche oscura del alma. Primero resonó en todo su ser aquella voz grave, poderosa y noble que la salvó del robo de su bolso y quién sabe si también de alguna golpiza.
Luego recordó cuando la abrazó fuertemente, las sensaciones que le produjo y las miradas que mantuvieron. Esos ojos negros, pensaba, tan bellos y profundos, tan cargados de una expresión que, le pareció haber visto alguna vez en el único novio que tuvo. Era una expresión en la que se sentía deseada, pero, ¿qué insinuaba? ¿Que la deseaba? Judas! ¿Cómo se atrevía a pensar algo así de ese hombre que tan amablemente la había ayudado? Se notaba que era buena persona, muy serio por cierto y tenía un hijo. Además ignoraba qué le había sucedido con la madre del niño. ¡Qué ridícula! Un hombre de su clase no se fijaría en una chica como ella, disfrazada, pobre y desdichada.
¿Cómo se había atrevido a comparar esas miradas con las de Hugh? No era lo mismo, Hugh la miraba con deseo porque estaba enamorado de ella. Y ella de él aunque lo que se dice locamente enamorada no. Se sentía atraída por él y le tenía un profundo afecto. Hugh Armitage había tocado su corazón, pero ella no se lo había entregado por completo. Era bastante mujeriego y Demelza lo sabía por eso quizá no lo tomaba muy en serio. Sin embargo, sufrió muchísimo cuando los padres de él descubrieron que ella, una chica de clase social baja, era su novia. Se habían enojado tanto que le prohibieron verla y aunque intentaron hacerlo a escondidas, lo enviaron al liceo naval ni bien se enteraron. Desde entonces nunca más se vieron.
Quería dormir, necesitaba descansar. Mañana tendría que levantarse más temprano que de costumbre porque al no tener su vehículo tomaría un tren hasta Redruth para asistir a clases. De repente se acordó que una de sus compañeras se llamaba Verity Poldark. No era amiga suya, pero era muy buena compañera. Una pena no haberse acordado antes para preguntarle a Ross. Verity era una chica muy amable y educada. Se notaba que venía de una familia bien.
Programó la alarma de su teléfono para las 6 am. Debía ducharse, desayunar y partir.
Luego entró en Youtube, quería escuchar música para dormirse.
Quería recordar el viaje en auto junto a Ross. Quería revivir el momento en que se abrazaron y se miraron. Quería que fuera el último recuerdo de ese día y el mejor después de mucho tiempo. Y quería, si era posible, soñar con él.
Durante el viaje, Ross se la pasó pensando en ella, en la luz de su mirada, tranquila y profunda.
Pensó en que tenía que localizar a Nick Vigus cuanto antes para recuperar la motoneta. Estaba seguro que era él. En la semana hablaría con su amigo Zacky Martin que era oficial de policía para que lo ayude.
Ross tenía previsto reunirse en Nampara alrededor de las nueve con su amigo Dwight, el doctor Dwight Enys, especialista en psiquiatría.
Se habían hecho muy amigos cuando Ross volvió de los Estados Unidos. Dwight lo ayudó mucho cuando Joshua estuvo enfermo y luego en su separación con Valentine y Elizabeth.
Dwight se casaría dentro de unos meses con Caroline Penvenen. Hacía muchos años que estaban de novios y mantenían una media convivencia, pero querían formalizar su relación. Y Caroline quería hacer una gran fiesta.
Era una chica muy bonita que había sido criada desde pequeña por su tío Ray cuando sus padres murieron. Heredera de una gran fortuna, siempre ayudaba a los más desfavorecidos.
Tenía una buena relación con el mejor amigo de su novio, con Ross porque hasta se parecían bastante. Ambos pensaban en el bien común de los demás. Desde que Ross se había separado, Caroline en varias oportunidades intentó presentarle alguna que otra chica porque le apenaba verlo tan sólo. Sabía que estaba bastante mejor pero que la había pasado mal.
Esa noche se reunirían en Nampara a tomar unas cervezas y también para que Dwight eligiera las alianzas que Ross le obsequiaría como regalo de boda.
Dwight era un muchacho sencillo y bueno por demás. Siempre correcto y abocado de lleno a su trabajo. Ese domingo como había tenido el día franco, llegó antes a Nampara por lo que tuvo que esperar a Ross. Pero no le molestaba en absoluto, él era un hombre apacible y Nampara le resultaba tan agradable que no se dio cuenta del tiempo que esperó.
Ross llegó sonriendo. Dwight y Prudie lo miraron con curiosidad. Hacía tiempo que no lo veían así. Tenía mejor semblante, estaba de buen humor.
Se abrazaron y Dwight le preguntó:
-¿Se puede saber qué te ha pasado?
-¿Por qué, me he retrasado? Respondió Ross risueño.
-Sabes que no me molesta tener esperar...
Se rieron con camaradería. Luego Ross pasó al baño y Dwight aprovechó para preguntarle a Prudie qué había pasado. La mujer sabía menos que él y todo lo que pudo decirle fue que no estaba así antes de irse. Por lo que dedujeron que algo había sucedido durante el viaje.
Ross volvió y se sentaron a conversar junto al fuego en los sillones de la sala principal.
Prudie sirvió unas rabas a la romana con unas cervezas tal como le había ordenado su patrón en la mañana.
Dwight lo miraba intrigado esperando que le cuente el motivo de su alegría pero no lo hizo. Sabía que no sería fácil pero más tarde, el efecto de la cerveza sería de gran ayuda.
Abrieron un par de botellas, brindaron y bebieron. Mientras comían algo conversaban animadamente. Hacía meses que a Ross no se lo veía disfrutar de una noche entre amigos.
Después de su separación todas las veces que Dwight podía dejar su trabajo se llegaba hasta Nampara a visitarlo y a acompañarlo porque de lo contrario su amigo no iría hasta su departamento. No estaba bien y optaba por quedarse solo.
Al principio fue terrible, Ross no sonreía para nada. Lo que más le dolía era la falta de Valentine.
Cada vez que Dwight lo visitaba se notaba que hacía un gran esfuerzo por hablar y por tratar de pasarla bien.
Más tarde con el transcurso de algunos meses, fue aceptando su realidad, su nueva vida. Estaba muy agradecido con su amigo y con Caroline también porque ambos estuvieron ahí, apoyándolo en uno de los peores momentos de su vida.
Aunque Caroline a veces lo sacaba de quicio. Dos semanas atrás, lo había invitado a una reunión que ella misma había organizado en el departamento de Dwight con el motivo de hablar sobre una fundación benéfica que quería iniciar. Sabía que Ross aceptaría porque le interesaban esos temas al igual que a ella. Pero Caroline tenía doble intención, por un lado, conocer la opinión de su amigo al respecto y por el otro aprovechar la ocasión para presentarle a una conocida suya, Ruth Teague.
Ruth era diseñadora de moda y Caroline su clienta desde hacía varios años. La joven diseñadora conocía a Ross de la joyería Grace y le gustaba. Era la más chica de cuatro hermanas mujeres, todas solteras. Condición que ella pretendía abandonar pronto.
Era una joven menudita, de nariz respingada y cabello castaño claro Tenía muy buen gusto para la ropa y una lengua muy afilada. Su local comercial marcaba tendencia en la moda como también en los últimos chismes de la farándula.
Le había comentado a Caroline en varias oportunidades que Ross le parecía un hombre muy atractivo y que le encantaría conocerlo ahora que estaba soltero otra vez. Caroline pensó que podía ser una buena idea, pero por supuesto que no y la noche fue un fracaso total.
Al principio Ross se había enojado, pero después se le pasó. Eso sí, había zanjado el asunto dejándole en claro que no quería más presentaciones. Le fastidiaba tener que pasar por situaciones forzadas como esa. Además, no quería estar con ninguna mujer.
Hacía buen rato que bebían mano a mano unas cuantas cervezas y conversaban de todo un poco. Por lo que Dwight aprovechó para preguntarle:
-¿No vas a contarme el motivo de tu cambio de humor?
Ross le contó objetivamente todo lo ocurrido, pero a Dwight no le cerraba el porqué de su cambio emocional. Y le comentó:
-Parece que estuvieras relatando una noticia policial. ¡Vamos Ross, hay algo que no me estás contando!
-¿Me estás psicoanalizando?
-Sabes que no.
-¿Qué quiere saber concretamente el doctor?
-Jajaja. Concretamente, quiero saber si te gustó la chica.
-Ya estás como tu futura esposa con esa manía que tiene de hacer que me guste una mujer. Te he dicho que estoy bien solo y es lo mejor.
-Eso ya lo sé, pero no has respondido a mi pregunta. ¿Es bonita?
-Ahhh! ¡Es bonita a su manera! Valentine ha quedado encantado con ella. Por lo que he decidido emplearla para que lo cuide aquí en Nampara los fines de semana. Pienso traerlo de ahora en más y pasar más tiempo juntos.
Dwight sonreía satisfecho al escucharlo.
-¿Ves qué no me estabas contando todo? ¿Y cómo se llama la nueva niñera? Preguntó mientras destapaba otra cerveza.
Ross se cruzó de brazos, inclinó la cabeza hacia abajo y sonrió.
-Demelza. Contestó. Y agregó:
-¿Alguna otra pregunta doctor?
-No Ross. Hay que sacarte las cosas con tirabuzón y haces que esto parezca una entrevista médica. Y la verdad prefiero que me cuentes cuando tú quieras. Se reía divertido. Conocía a su amigo e intuía que la chica le gustaba pero que no lo reconocería tan fácilmente.
-Propongo un último brindis! Dijo Dwight.
-Que sea por los novios! Dijo Ross.
-Que sea por el amor! Dijo Dwight aún más divertido.
Chocaron las botellas y bebieron tranquilos la última botella.
Dwight tenía que elegir las alianzas y partir.
Nampara se encontraba en zona rural y tenía unos veinte minutos para llegar a su departamento.
A la mañana siguiente Demelza ya se encontraba en el tren rumbo a Redruth cuando sonó su celular.
Era un mensaje de Whatsapp de un número desconocido. ¿Sería de Ross?
