"Lo siento mucho pero se me hace imposible ir, ¿Puedes encargarte tu del caso?" Le preguntó a su amigo.

"¿Ha pasado algo?¿Todo bien con Ran?" Le preguntó Heiji.

"Sí, no hay ningún problema con ella." Contestó el moreno girando en el cruce para meterse en el camino de arena. "Es solo que me ha salido un imprevisto."

"Yo me encargo, no te preocupes."

"Te debo una." Dijo antes de colgar y aparcar el coche.

No sabía porqué, pero se sentía muy nervioso de volver a esa casa. Bajó del coche y se dirigió a la entrada para picar a la puerta, pero no parecía contestar nadie. No quería dejarle la bolsa con la muda que le había dado por ahí fuera, así que dio una vuelta alrededor de la casa para probar suerte. Y se la encontró en la parte de atrás, con un par de pinzas mientras tendía la última prenda de ropa que había lavado. El olor a vainilla inundó su olfato en cuanto se acercó más a ella.

"Hola." Saludó tímidamente. "Venía a devolverte la muda que me dejaste el otro día."

"Vaya, gracias." Contestó cogiendo la bolsa para sacar la ropa del interior. "Está planchada y todo. Espero que no le hayas dicho a tu mujer que me la planche." Dijo con una sonrisa.

"No." Contestó un poco rápido. "Digo, que la he planchado yo. Hay veces que ella hace la ropa y otras en que la hago yo."

"¿Te apetece una desperados?" Le preguntó mientras se dirigía al interior de la casa.

"¿Cerveza con tequila? Hace años que no bebo una de esas." Dijo observándola caminar.

"Pues ya va siendo hora." Contestó ella.

Shiho sacó dos cervezas bien frías y se sentaron en la mesa que tenía la pelirroja justo en frente de aquellas vistas. Ese sitio conseguía invadirle de calma y hacerle olvidar todo. Avivaba la sensación de libertad y siempre corría esa brisa tan agradable.

"Este sitio es impresionante." Dijo absorto en el paisaje.

"Todo un lujo, ¿verdad?"

"Eso parece." Contestó sonriendo.

"Pues mira que esta zona siempre ha sido lo contrario al lujo." Le explicó ella. "Nuestros antepasados pasaron mucha hambre años atrás. Como decía mi abuelo, arroz y miseria."

Kudo se quedó sorprendido, no entendía bien que acababa de hacer ella aquí. "¿Y qué haces aquí?" Preguntó curioso.

"Esta casa era de mis abuelos. Mis padres murieron cuando era pequeña y ellos fueron los que me criaron. Mi abuelo se empeñó a que cursase la universidad así que después de trabajar duro, me saqué la carrera de medicina y me especialicé en plantas medicinales. Así que estoy en este paraíso para intentar estudiar cada una de ellas." Le explicó. "¿Sorprendido?"

"Bastante." Contestó sinceramente mientas le sonreía.

"Me gusta vivir aquí. No necesito ningún lujo más que lo que tengo ahora delante." Explicó cerrando los ojos mientras la brisa chocaba en su cara.

Kudo le sonrió. Comprendía perfectamente que se quedase a vivir ahí. Él apenas había pisado ese lugar y ya sentía cómo su cuerpo quería hacer raíces en él.


La morena había vuelto a su despacho. Llevar una cadena de hoteles, no era precisamente el trabajo menos estresante o fácil del mundo. Se presentó a un par de reuniones y llamó al hospital para asegurarse de que todo continuaba estable con Shinichi, pero seguía sintiendo que se estaba perdiendo en un laberinto.

Apenas podía concentrarse y Sonoko tenía que repetirle la mayoría de conversaciones que tenían. No podía trabajar de esa manera. Había visto demasiadas fotografías y conversaciones cómo para poder dejar su mente trabajar sin pensar en ello.

"Sonoko, vamos a mi despacho." Le pidió a su amiga mientras recogía su bolso.

Se dirigieron a su despacho y Ran abrió uno de los cajones para sacar y enseñarle unas fotos a su amiga.

"¿Qué es esto?" Preguntó mientras las observaba detenidamente.

"No lo sé, dímelo tú." Dijo señalándoselas.

Eran imágenes de Shinichi y Shiho, pero en algunas otras, podía verse también a una niña pequeña, de unos tres o cuatro años cómo mucho.

"Baloncesto, bici, pesca…" Dijo mientras señalaba cada fotografía. "¿Tú crees que a pesar de ser un marido infiel, Shinichi también pudiese tener tiempo a ser el padre perfecto?" Preguntó con la mirada triste mientras sus manos empezaban a temblar.

"Cálmate Ran. Estas fotos no significan nada."

"Vamos a ver, ¿Quién lleva fotos de una niña si no es su padre?" Preguntó Ran más nerviosa.

"Esa niña puede ser de esa mujer, sólo de ella."

"Ella me dijo que llevaban siete años y esa niña no tiene más de siete años."

"Podría tener un marido u otro amante." Dijo Sonoko intentando buscarle la lógica.

La morena no se veía muy convencida. "Pero mírala, se parece a él"

"Ya está bien. Aquí nadie se parece a nadie, Ran." Dijo Sonoko un poco seria. "Has ido a casa de esa mujer y te has ido sin decirle quien eras. Y te has vuelto a trabajar, ¿no?" La morena asintió. "Yo pensaba que se te iría la olla, pero aquí estás, haciendo frente a tu deber. Así que ahora me vas a hacer caso y vas a tirar todas esas fotos para poder pasar página. Te centrarás en el trabajo y hablarás con Kudo cuando despierte."

Tenía razón. No podía mandar todo lo que había construido a la mierda por otra mujer que ni conocía. Su marido le debía explicaciones sí, pero la escucharía en su momento. Ahora tenía mucho trabajo que atender y una vida que volver a reconstruir.

"Tienes razón. Vamos a la reunión." Dijo tirando todas las fotos la basura antes de coger el bolso y volver a la otra oficina.


"No sé por que he venido hoy también." Dijo Kudo mientras saboreaba la cerveza. "Me…me gusta charlar contigo y el paisaje. Supongo que me relaja…"

"Y la desperados." Añadió ella. "A lo mejor tengo que empezar a cobrarte las visitas." Le sonrió.

"Tienes razón." Río él.

Shiho cambió su expresión de un momento a otro con el ruido de unos pájaros a su lejanía. Sus ojos se oscurecieron y se levantó del porche para entrar a su casa.

"¿Shiho?" Preguntó el moreno sin entender nada mientras que se levantaba para buscarla. Pero ella volvió a salir de su casa, esta vez, cargada hasta los dientes con una beretta. "¿Qué pasa?" Preguntó abriendo los ojos cómo platos.

"Llama a los forestales." Dijo muy seria.

"¿Qué?" Preguntó alzando una ceja.

"Llama a la policía, Kudo." Dijo aún más seria.

"¿Pero que digo?¿Qué pasa?" Preguntó siguiéndola mientras recorría el lago.

"Shh…" Contestó mandándole a callar mientras buscaba por las hierbas altas y apuntaba con la pistola allá por donde miraba hasta parar en una esquina, dónde había un hombre escondido, con redes y jaulas de pesca. "Sal de ahí." Le exigió ella.

El hombre se quedó pálido al ser cazado y empezó a buscar cualquier salida con los ojos, pero cuando lo intentó la pelirroja no dudó en disparar a pocos centímetros de él.

"Te he dicho que salgas." Le ordenó.

"Vale…vale, ya salgo." Dijo saliendo muy lentamente, ahora un poco acojonado.

"Ponte bocabajo." Dijo sin parar de apuntarle. "Toma aguanta." Le dijo a Kudo mientras le pasaba la pistola y sacaba las aves que ese hombre había capturado ilegalmente.

El detective no podía creer el poderío tan guerrero que acababa de ver desprender a esa pelirroja. Era cómo una brisa indomable.

No pudo evitar sonreír durante su camino a casa esa misma noche, al ver la falta de miedo que tenía. Se notaba lo especial que era con solo mirarla.

"Ya has llegado." Dijo su mujer sonriente al ver cómo cruzaba la entrada.

Se acercó a ella y la besó apasionadamente sin decir palabra y ella sonrió bajo sus besos.

"¿Estás bien?" Preguntó.

"Vámonos de aquí." Le dijo entre besos. "Vámonos a vivir a Frankfurt o a Londres, que ahora Inglaterra está de moda."

Ella río ante su propuesta. "¿Qué dices? ¿Y nuestros amigos y familia? ¿Y nuestro trabajo?" Preguntó la morena entre besos.

"Yo sólo quiero estar contigo. Vámonos." Le dijo abrazándola fuertemente.

"¿Pero qué dices cariño? Tu no quieres irte de Japón, aquí eres un buen detective." Contestó riendo mientras Shinichi le quitaba la camisa y la llevaba hacía el dormitorio.

Ran se acordaba de cada momento y beso vivido.

Todas esas propuestas que Shinichi le había echo durante sus años de matrimonio, tomaban un sentido distinto en esos momentos. No pudo evitar escabullirse tras acabar la reunión y volver a las afueras de Tokio. Sin poder olvidarse de la cara de la niña morena que aparecía en todas esas fotos. Iba a centrarse en el trabajo, pero no podía omitir un detalle cómo ese.

Aparcó en la entrada del camino que conducía a su casa, justo cómo lo había hecho la primera vez que vino y se hizo paso lentamente mientras respiraba profundamente una y otra vez. Pero esa vez no parecía haber nadie en casa. Subió al coche para dirigirse al pueblo, tenía que reencontrarse con ella, aunque fuese a la fuerza.