El sonido claro, de la madera chocando entre si rompió el silencio. Su respiración, suave, pausada, evidenciaba lo concentrada que se encontraba, y esos dedos largos y pálidos, se deslizaron a través del tablero en un delicado movimiento con el que finalizó su jugada.

Ahora era su turno.

Llevó su mirada hacia su contrincante, aquella Hyuga que se presentaba sin falta, todos los jueves, en su casa para una nueva tarde de Shogi; desde hace dos años atrás. Y que en ese momento, lucía un poco más distraída de lo normal mientras sus ojos viajaban a la ventana donde se veía la nieve caer.

"Hinata me dejó."

Esas palabras, esas tres simples palabras se repetían una y otra vez desde que las escuchó, 3 días atrás; porque no tenían sentido.

No era posible que ella dejara a Naruto si lo había amado por tanto tiempo.

No era posible que esos dos estuvieran separados si sus miradas delataban lo mucho que aún sentían.

Y, aún cuando eso era una buena noticia para él, no se sentía correcto. No era capaz de aprovechar esa oportunidad.

Su cabeza quería explotar de pura frustración al no ser capaz de entender.

—Shikamaru—habló ella—es tu turno.

Notó que los ojos de su compañera estaban en él, mirándolo con una expresión confundida y algo preocupada, así que asintió, miró rápidamente las piezas y movió la primera que encontró.

Hinata ladeo la cabeza hacia la izquierda en un gesto algo infantil y luego su expresión se volvió a él, nuevamente preocupada.

—¿Estás bien? — preguntó—podemos seguir otro día.

Con sorpresa, se vio reflejado en los ojos de su compañera y se preguntó como podía ser así; como podía ser ella la que preguntara eso si posiblemente era la que tenía problemas.

Suspiró, cansado de tanto pensar sin llegar a una conclusión y se removió incómodo en su lugar.

Negó.

—Estoy bien—respondió—pero…

Pero estaba molesto.

Estaba dolido de saber que no le había dicho nada, que no lo había buscado para llorar, y que no consideró que él también estaba ahí para escuchar.

Estaba enojado, porque sabía que ella siempre callaba lo que le ocurría pero siempre estaba ahí para los demás; Hinata no sabía recibir, solo sabía dar.

Y estaba avergonzado, porque si no fuera por Naruto, él jamás se hubiese enterado; al parecer, no era tan observador. Al parecer, esos años no habían servido de nada.

—Pero hoy me gustaría conversar—terminó.

Ella asintió, y se acomodó.

—¿Te sucede algo?—le preguntó, inclinándose levemente hacia él.

Shikamaru, un poco nervioso, apoyó los codos en la mesa y clavó sus ojos en los de ella, atento. Quería observar cualquier señal que entregara porque era evidente que ya se había perdido de mucho.

—¿Hace cuanto —comenzó—dejaste a Naruto?

Sus ojos, que se habían mantenido tranquilos, mostraron el nudo de emociones que se revolvieron en su interior ante su pregunta, evidenciando la intensidad de esos sentimientos que se mantenían ocultos. La pasiva y compuesta máscara Hyuga se caía cuando la tormenta se volvía imposible y mostraba la realidad que ella trataba de controlar; como la noche en la oficina de Kakashi. Como ese mismo momento.

Pero aquello que logró vislumbrar, desapareció en el instante en que ella cerró los ojos para serenarse y los abrió para volver a hablar.

—Un mes.

La observó un momento más antes de continuar, buscando las palabras para lo siguiente que quería preguntar; no era fácil sacarle información a alguien que decía tan poco.

Debía escoger bien sus palabras.

—¿Puedo preguntar por qué?

Notó que su mirada se desvió un momento, evidentemente incómoda, y la dejó en sus manos que descansaban en sus muslos.

—Mis sentimientos cambiaron.

Debería sentirse feliz.

Debería haber considerado aquello como una oportunidad.

Pero su corazón no se estremeció, ni mucho menos pudo sonreír; era imposible. La mentira de Hinata era evidente y todo su lenguaje corporal la delataba.

¿Porqué?

¿Porqué mentir así?

Quizás, ella no sabía que podía contar con él.

—Puedes decirme la verdad.

La mirada de ella volvió a él rápidamente, evaluándolo y con evidente sorpresa por verse descubierta, pero antes de que lograra responder el timbre sonó.

Shikamaru suspiró con molestia y le hizo una seña para que lo esperara mientas se levantaba.

Pero el destino, ese día, le tenía preparado una tarde llena de sorpresas; buenas o no, no importaba.

La brisa fría de la nieve golpeó su rostro al abrir y un blanco panorama lo recibió, la tarde comenzaba a caer y frente a él una cabellera rubia y conocida se presentó: Naruto.

Inoportuno.

O tal vez, era una señal.

Una suave, y poco caracteristica, sonrisa adornó el rostro del Uzumaki al verlo y no tardó en explicar su presencia; parecía algo ansioso.

—Me gustaría hablar contigo.

Quiso negar, decir que no era un buen momento y prometer que más tarde iría con él, pero una indecisa voz se escuchó detrás de él, robándole las palabras.

—Shikamaru—le habló—, me retiro por hoy. Gracias por todo.

No, no todavía. Aún no terminaban de conversar.

Pero antes de que pudiera detenerla, ella le dirigió una pequeña reverencia y su mirada se cruzó con la del rubio.

Y el corazón, como siempre, es muy difícil de esconder.

Sus miradas se cruzaron en una fracción de segundo que lo dijo todo, en un instante que parecía decir muchas cosas en silencio, avivando el anhelo que ambos sentían. Ahogando las emociones, que ahora, debían estar contenidas.

Ella aún lo amaba y sus ojos gritaban lo que su voz negaba.

Él no había dejado de amarla y su mirada buscaba alcanzarla.

Pero la niña que lo admiró, la joven que lo dio todo por él, y la mujer que le entregó su corazón, cortó la conexión.

—Buenas tardes, Naruto-kun.

Una pequeña reverencia, rápida y torpe, y pasó.

E, inevitablemente, la mirada de Naruto la siguió hasta que se perdió en las calles de la aldea.

La sombra temía que su pequeña luz dejara de brillar.

Sentado, frente a frente en los sillones de la sala de estar de la casa, y con la mesa donde anteriormente había estado jugando Shogi a un costado, Naruto se mostró indeciso. Extrañamente silencioso.

Pero Shikamaru sabía, después de lo que había visto, que aquel encuentro había afectado a su amigo más de lo que quería mostrar, el Uzumaki era mucho más fácil de leer que Hinata.

—Así que—comenzó el Nara—querías hablar conmigo.

La mirada azul de Naruto se volvió a él y de nuevo, esa suave y triste sonrisa apareció.

—La verdad es que no.

Levantó una ceja al no entender porqué estaba ahí, y el rubio continuó, con un falso buen humor.

—Hoy es la tarde de Shikamaru—respondió—Hinata siempre me lo decía, no había forma que lograra verla los jueves.

Entendió.

—Venías a verla.

Asintió, mostrando una sonrisa tonta y torpe, que intentaba imitar aquellas que él siempre llevaba.

—Pero no resultó.

Hinata escapó.

Huyó.

Y toda la falsa alegría se derrumbó, todos los nervios que traía, cuando decidió ir a verla, terminaron explotando en un mar de decepción y desesperación que ya no pudo contener.

Un mes había sido mucho; demasiado.

Sus alegres ojos azules viajaron al suelo, sus puños se apretaron en sus rodillas y sus hombros se tensaron por la frustración; el próximo Hokage muy pocas veces se mostraba tan desarmado.

Tan herido.

Naruto, el chico que había arriesgado su vida por salvarlos a todos, ese día se quebraba, y Shikamaru sabía que había llegado el momento de transformarse en ese amigo que él necesitaba. De todas formas, su amor no era correspondido.

De todas formas, la amistad estaba primero y él quería que ambos fueran felices.

—Si me cuentas, podría intentar ayudar.

Un breve silencio se formó entre ambos antes de que asintiera y las palabras comenzaran a brotar.

—No sé que hacer.—comenzó—Hinata dijo que ya no me quería. Que sus sentimientos habían cambiado y que era mejor terminar.

Lo mismo que a él le había contado; la misma mentira.

—Y ¿le creíste?

—No. Sé que no es cierto, pero ella no quiere decir nada más.

—¿Intentaste volver a preguntar?

Asintió con demasiada efusividad, y por un momento, Shikamaru volvió a recordar al Naruto de 12 años que solo buscaba ser reconocido; aquel ninja que desafiaba al mundo para que lo miraran y que luchaba en silencio contra la soledad.

—Fui a su clan en variadas oportunidades, pero ella ya no vive ahí. Pregunté a Shino y Kiba por su dirección y no me la quieren dar, y he intentado pedir misiones con ella pero no hay. Incluso la he seguido, pero tu sabes, Hinata sabe como ocultarse cuando no quiere ser encontrada.

—Por eso viniste aquí.

—Lo recordé.

Guardaron silencio un momento más, mientras la mente de Shikamaru comenzaba a trabajar a toda velocidad; la situación era extraña y la insistencia de Hinata en guardar silencio lo era aún más.

—Estaba tan preocupado cuando Kakashi me contó de la misión de Hinata y del problema de Kiba, que corrí toda la noche para alcanzarlos. Pensé, que si ella veía que estaba ahí, y que me presentaba como un héroe, volvería a mirarme.

Pero no lo hizo, y Naruto lo sabía, porque el problema no era que lo mirara otra vez, no era que ella no lo quisiera, era algo más que no estaba diciendo.

—El problema es que Hinata se guarda todo—interrumpió el Nara y Naruto asintió.

—No me contó la situación que tenía con Kiba, cuando podría haberla ayudado— continuó—y no me está diciendo sus verdaderas razones del porqué no quiere estar conmigo.

Y no le estaba permitiendo afrontar el problema juntos, cuando él lo único que quería era ayudarla. No podía cambiar las cosas si ella no le decía la verdad.

No podía aceptar la separación si ella no le explicaba las verdaderas razones, ni mucho menos podía pelear si no sabía contra qué enfrentarse.

Hinata estaba siendo demasiado injusta.

—Hay pocas cosas que son importantes para ella— habló Shikamaru, pensando en voz alta—, una de ellas eres tú, la otra son sus amigos y su maestra…

—Y su familia—completó Naruto.

Como si fuera magia, como si el sol apareciera entre las nubes de esa tarde de nevazón, una posibilidad surgió; una razón que podría ser lo suficientemente poderosa como para que ella estuviera dispuesta a renunciar a todo.

Al fin y al cabo, Hinata estuvo dispuesta a enfrentarse a un Neji que buscaba matarla, por su familia.

Ninguno de los dos necesitó poner en palabras lo que pensaban, porque sabían que tenían una posible respuesta: el clan.

—¿Por qué?

La voz de Naruto se escuchó fuerte y demandante, llena de energía, como cuando estaba listo para combatir, porque si la razón de Hinata tenía que ver con su familia, él podía luchar. Él podía ir, y plantarse frente al que fuera y demostrar que era digno de tomar la mano de ella.

Joder, él lo iba a hacer.

—Shino o Kiba podrían saber.

Negó, porque él ya lo había intentando.

—Fui y dijeron que debía respetar su decisión.

—¿Y Hanabi?

—Dijo que no la merecía.

Así, cuando ya todas las posibilidades habían sigo exploradas, solo les quedaba una opción; solo había una sola forma de averiguar que era lo que estaba ocurriendo, y eso, era lo único que el Nara podía hacer por ellos.

—Puedo darte una de las tardes de Shikamaru—dijo, aludiendo a como Naruto había indicado que Hinata se refería a sus encuentros.

Eso era lo único que él podía hacer, aún cuando el resultado podría perjudicarlo; aún cuando ella podría molestarse. Pero ella había estado ahí para él, cuando lo necesitó, así que quizás, esto era algo que él podía hacer.

Porque esa sombra, solo quería ver a esa luz brillar.

Los días continuaron pasando, en aquella aldea cubierta de blanco.

Tsunade, durante la primera semana, dio de alta a Kiba asegurando que el sello ya había desaparecido y que la muerte del sin nombre lo había liberado. Ya no tenían nada que temer.

Al menos, ahora había un tema menos del cual preocuparse.

Sonrió, mientras terminaba de sacudir los sillones de su pequeño departamento y caminaba a la cocina para comenzar a preparar el almuerzo. Pero vivir sola no era fácil, mucho menos lo era llevar la cuenta de los enseres y fue así, que al abrir su refrigerador notó que ya no le quedaba nada.

Suspiró, sin muchas ganas de salir al frio pero no tenía opción.

Abrigada con una gran chaqueta lavanda, un gorro de lana que le cubría las orejas y mitones, se aventuró a las calles de la aldea.

Seguro, le gustaba el invierno, pero cuando estaba dentro de su hogar con la estufa encendida y tomando un tazón de té; precisamente lo que le faltaba.

La brisa fria rozó sus mejillas provocandole un escalofrío y se ajustó la bufanda; solo quedaban dos cuadras.

—¿Esa no es Hinata?

La voz de Chouji le hizo volver la vista hacia su amigo, mientras caminaban rumbo a sus hogares. Venian llegando de una agotadora misión y el frío le estaba congelando hasta los huesos.

Pero nada de eso importó cuando la vio caminando rápidamente por la vereda del frente y en dirección contraria.

—Chouji, te veo más tarde— dijo.

Cruzó, sin darle mayores explicaciones a su amigo y esquivó a un par de personas hasta alcanzarla; se sentía extrañamente emocionado al verla.

Pero, ahora que entendía que le pasaba, recordaba que desde hace mucho tiempo había sido así; verla, emocionarse y alcanzarla, donde fuera que la encontrara era algo que venía haciendo desde hace mucho de manera inconsciente.

El genio de Konoha era realmente lento en algunas cosas.

Asi que se dejó llevar.

Avanzó, ubicándose delante y deteniendo su camino mientras sonreía.

—¿Estás apurada?

Hinata, al verlo frente a ella, con su pose tan caracteristica de manos en los bolsillos y su actitud cansada, sonrió.

—Buenos días, Shikamaru.

—Buenos días, Hinata —respondió—¿estás ocupada?

Dio gracias al cielo el hecho de llevar una bufanda que le cubría gran parte del rostro, porque sino, hubiese sido demasiado evidente el sonrojo que lo asaltaba. No esperaba verla luciendo tan adorable.

—No, solo voy al supermercado.

La miró un momento más antes de preguntar, sintiéndose un poco fuera de lugar y con cargo de consciencia, pero rápidamente se recriminó; no estaba haciendo nada malo. No estaba quitandole algo a Naruto.

Aunque…

No, los amigos hacían lo que él iba a pedir.

—¿Me acompañas a almorzar?—preguntó—vengo llegando de una misión.

Ella suavizó su mirada y respondió con alegría, y algo de diversión.

—¿Y si mejor vamos a mi departamento?—sugirió—venía al supermercado a comprar para preparar el almuerzo.

La idea le pareció mejor, mucho mejor.

—Mujer—respondió—solo quieres que te ayude a cargar las cosas.

Ella sonrió y asintió.

El aire tibio del local los recibió, y las estanterías, repletas de productos se mostraron en todo su esplendor, y si bien, no era el panorama ideal, Hinata lo volvió agradable.

Llevando el carrito siguió a su compañera pasillo a pasillo seleccionando ingredientes mientras conversaban, en una actividad cotidiana que parecía aburrida, pero que le agradó. No recordaba haber hecho algo así sin recibir algún grito por holgazán, o un golpe por lento.

Ino tenía su genio y Temari era un caso especial; tal vez por eso, generalmente caminaba con Chouji.

Quizás por eso, hoy se sentía tan a gusto.

Elegir, conversar y recorrer con tranquilidad aquellos pasillos mientras le comentaba que era lo que le gustaba y que no, y que su opinión fuera tomada en cuenta se sintió diferente; pero con ella, siempre era así.

Hinata era suave, dulce y respetuosa en todas sus versiones, incluso, en aquellas más desesperadas; muy por el contrario de las mujeres que lo rodeaban.

Notó, con algo de diversión, que ella llevaba una expresión algo infantil y risueña cuando eligió un carrito rojo con puntos blancos para llevar sus compras, porque habían excedido la cantidad de bolsas que les cabían en las manos, y le fue inevitable verse sonriendo también.

—¡Tada!— dijo en un pequeño cántico mientras le invitaba a pasar—Te presento mi departamento.

Rió ante la pequeña y espontánea presentación de Hinata hacia su nuevo hogar, y ella se sonrojó al darse cuenta de lo fuera de lugar que pudo haber parecido. Generalmente se portaba así con Shino y Kiba, con nadie más.

Él se acercó y golpeó su frente con su indice suavemente en un gesto divertido.

—Se ve bien.

Convencerla de que le ayudaría a guardar las cosas no fue tarea fácil, pero luego de un par de minutos, logró que ella cediera; no era que le agradara la idea de hacer tareas del hogar, pero acompañarla parecía bastante más entretenido que sentarse a esperar.

Caminó con tranquilidad por la salita de estar, mientras esperaba que ella saliera de la cocina luego de que terminaron de almorzar, observando las pequeñas fotos y recuerdos que habían en una estantería; flores, tarjetas, libros y fotos.

Fotos, de ella con su equipo, de su maestra, de su hermana, de Neji. Y entre los marcos de madera, simples y lisos, había uno que estaba boca a bajo.

Suponiendo de que se trataba, y motivado por la necesidad de saber más y más de ella, y de ese asunto que no lograba comprender, levantó el marco, y lo vio.

Una foto de ella y él; Naruto.

"Mis sentimientos cambiaron"

¿Era cierto? ¿Realmente habían cambiado?

Sus blancos y largos dedos alcanzaron la fotografía que él sujetaba, en silencio. Con cuidado, y con una dedicación que más parecía ternura, tomó el marco y él la observó.

No, no habían cambiado. Hinata, una vez más, confirmaba sin palabras lo que él ya sabía: su corazón le pertenecía.

Aquellos ojos claros recorrieron la imagen sonriente de Naruto con cariño, mientras sus manos se mantenían firmes sujetando la fotografía como si estuvieran contenidos, como si quisieran alcanzarlo pero se negaran al mismo tiempo.

¿Por qué? ¿Por qué estaba dejando al hombre que amaba si era totalmente correspondida?

No lo entendía, no encontraba una sola razón que justificara lo que estaba haciendo; Hinata era de las que luchaba hasta el final.

Sus manos se apretaron contra la madera que sujetaba aquella imagen tan querida y sus labios formaron una línea recta, en un claro gesto de estar reteniendo emociones que luchaban por liberarse, pero que se mantenían firmes y escondidas.

¿Por qué no decía nada?

Sin temor, dio un paso hacia ella y colocó sus manos sobre las suyas, trayéndola de vuelta a la realidad, con él.

¿Por qué no lloraba, si él estaba ahí para escuchar?

Sus ojos se cerraron, reteniendo, probablemente, lágrimas que buscaban escapar y observó como mordió sus labios en ese estado de contención que comenzó a odiar.

Porque ella estaba atrapada; y él, la quería libre.

—¿Por qué?—dijo en un susurro mientras se inclinaba hacia ella —¿por qué te estás haciendo esto?

Pero la mirada de Hinata no volvió a él, se mantuvo ahí, quieta, fija en aquel recuerdo que parecía doloroso.

—Al menos dime —continuó —que yo también puedo escucharte llorar.

Negó, y notó como intentaba controlar su respiración para volver a ser la Hyuga de siempre; esa que hoy, él no quería ver.

No, no, no.

Ella no tenía porqué guardar lo que sentía.

No tenía porqué siempre ser la que escuchaba, la que retenía, ni la que apoyaba; no necesitaba ser quien siempre estuviera para los demás.

Hinata, la siempre compuesta Hyuga, aquella dulce y timida kunoichi que todos conocían, tenía derecho a gritar.

Tenía derecho a llorar.

Tenía derecho a enojarse y regañar.

Tenía derecho a volverse salvaje y desesperada si lo quería.

Pero parecía que ella misma no lo sabía.

¡Joder!

—No puedo… — su voz, aquella suave y dulce voz que la caracterizaba se escuchó como un hilo delgado y quebradizo; inseguro —No soy capaz.

No se trataba de que ella no quisiera hablar, era que no podía decirlo; era que no quería desmoronarse al reconocerlo.

Porque si sus palabras decían lo que ocurría, la realidad al fin la alcanzaría y aun no estaba preparada.

Porque si dejaba a su corazón gritar, aquel llanto que buscaba contener se desataría y ella no podía llorar. No por esto.

Sus razones no debían ser dichas entre lágrimas.

Así que no, no podía hablar ahora.

Y, a pesar de que no entendía cual era el motivo, Shikamaru supo que debía esperar, Hinata hablaría cuando estuviera preparada.

Así que con cuidado, sacó la fotografía de sus manos y la devolvió a su lugar, boca abajo, en aquella estantería llena de recuerdos.

—Voy a esperar—dijo—, mujer problemática.

Ella asintió, mientras su respiración volvía a la normalidad.

—Gracias.

No volvieron a tocar el tema durante el resto de la tarde, pero permanecieron juntos hasta el anochecer, Hinata no quería estar sola y él lo notó, y no le importó acompañarla; a fin de cuentas, tenían gustos parecidos, y encontrar una entretención no era para nada dificil.

Y mirar la nieve caer, entre conversaciones cortas y sin nada mucho más que hacer, era un panorama agradable.

Porque, sin importar la razón ni el corazón, la sombra siempre acompañaría a esa luz mientras brillara en la oscuridad.

Caminó al anochecer, entre los faroles, la gente y los locales comerciales, sin darles mucha importancia, porque a pesar de todo se sentía tranquilo. Era el efecto que tenía Hinata sobre él, o quizás, era el efecto que ella tenía sobre todos.

Daba igual, porque al final, esto era lo único que podría tener.

Estar cerca y apoyarla en lo que pudiera, era un camino que aprendería a aceptar con el tiempo. Porque, en esta ocasión, no habrían ilusiones; él conocía su corazón.

Tampoco buscaría una oportunidad; porque ella era correspondida. Así que iba a tomar lo que podía.

—Shikamaru.

Se giró a su izquierda al oir su nombre en una voz tan conocida: Chouji.

Su amigo sonrió al verlo, pero luego cambió su semblante a uno más serio que lo preocupó. El Akimichi no siempre se mostraba así.

—Chouji. ¿Pasa algo?

Su amigo se ubicó a su lado para comenzar a caminar, en un claro gesto de que prefería avanzar que quedarse en medio de la calle a conversar.

—Te estaba buscando—comenzó—¿Estabas con Hinata?

Algo en la mirada de Chouji le hizo sentir avergonzado, pero asintió y este sonrió, dejando entrever un pequeño gesto de burla que lo sorprendió.

Joder, su amigo lo había notado. Él sabía lo que sentía.

—¿Querías decirme algo?—dijo, cambiando la atención.

Su amigo asintió.

—Sí, precisamente de Hinata—habló—. Hoy, mi padre me contó que el clan le está buscando un prometido. Así que supongo, que lo de Naruto es verdad.

Un prometido.

Hinata se iba a casar.

Decir que estaba sorprendido era poco porque no se lo esperaba. Haber imaginado algo como eso era prácticamente irreal, ella siempre se había mostrado enamorada de Naruto como para pensar que podría pasar algo así.

Y de pronto, aquella simple información, hacía calzar las cosas. Un matrimonio arreglado, politico podría obligar a Hinata a dejar su corazón.

Pero… Naruto se estaba transformando en un buen partido.

El próximo Hokage podría ser un candidato. ¿Por qué no tomar esa opción?

—Shikamaru— llamó su amigo —¿me escuchaste?

El Nara tomó conciencia de que se había quedado quieto a mitad de camino mientras su cabeza trabajaba a toda velocidad con esa nueva información, analizando todas las posibles razones del comportamiento de su amiga.

—Lo siento —respondió —dime.

—Decía—continuó Chouji—que esta es tú oportunidad.

Sonrió, porque sabía que no lo decía con malas intensiones, pero no tenía todo el panorama; no había visto como Naruto y Hinata vibraban cada vez que se veían.

—No —negó—ella está enamorada de Naruto.

Y aquello que jamás creyó escuchar, salió de los labios de su amigo como si fuera una realidad simple, clara, y demasiado obvia.

—Y, aún así, no lo eligió—respondió—¿vas a dejar que otro, que no la quiera, se la lleve?

Tragó, asustado de lo que Chouji le estaba diciendo, de la verdad que estaba declarando. Aterrorizado de formar alguna esperanza en algo que no podía ser. Y antes de permitirse soñar, se obligó a volver a la realidad.

—No podría hacerle esto a Naruto.

Con toda la tranquilidad del mundo, el Akimichi sacó una de esas chips que le encantaban y respondió.

—Ella no es un objeto, no le pertenece a Naruto —le dijo—y ellos no están juntos, no le estarás quitando nada.

—Pero…

—Te preocupas demasiado—continuó—. A Sakura no le importó decirle a Naruto que lo amaba, cuando sabía que Hinata se había declarado, a pesar de que era una mentira, y ambas son amigas. A Sasuke no le importó que Naruto le gustara Sakura de toda una vida, cuando empezó a salir con ella, antes de que Naruto mirara a Hinata. A Naruto no le importó, hace un año atrás, que tal vez tú estabas enamorado de Hinata e igual comenzó a salir con ella; y a pesar de eso, siguen siendo amigos.

Y tenía razón.

Aquella verdad tan clara que Chouji le había revelado era algo que siempre había estado ahí y que solo él no había querido mirar. Había pasado de descubrir su corazón, a aceptar, con relativa tranquilidad, una realidad que creía que no podía cambiar, y se había conformado.

Prefería quedarse en aquella zona segura en la que su corazón no iba a romperse más, porque las ilusiones no existían; porque los esfuerzos no eran necesarios. Porque hacer algo era imposible.

Pero eran excusas.

Eran excusas para no salir lastimado, para no enfrentar la realidad; para no tener enfrentar a Naruto, a Hinata y a si mismo y cambiar.

Estaba asustado.

Terriblemente asustado de cambiar, de arriesgarse y perder, de descubrir que no iba a resultar y que todos sus esfuerzos eran en vano. Porque la lógica le decía que ella no lo iba a elegir jamás.

—¿Y, qué vas a hacer?—preguntó—¿vas a tomar esta oportunidad?

¿Lo haría?

¿Se atrevería?

Mientras sus pensamientos pasaban uno tras otro, mientras su corazón se aceleraba, y la ansiedad frente a lo desconocido lo asaltaba, algo surgió.

Un recuerdo reciente se hizo presente trayendo a él aquella tarde con ella haciendo las compras, eligiendo, conversando. Esa tranquilidad que sintió mientras ordenaban y cocinaban, para luego sentarse juntos en silencio, sin tener que llenar el espacio con palabras porque no era necesario, cuando solo buscaban observar el día pasar.

Eso era lo que quería.

Una vida tranquila, una compañera que lo entendiera, alguien que lo respetara y escuchara sin violencia ni regaños; una sonrisa que lo hiciera sentir extrañamente feliz.

Y lo entendió.

Él la amaba porque ella lo motivaba de una manera sutil, lo guiaba con suavidad, le hacía moverse con su caracteristica dulzura y le permitía avanzar a su propio ritmo.

Ella lo aceptaba tal cual; flojo, amargado o soñador, alegre o un bebe llorón.

No necesitaba nada más.

La verdad ya estaba clara, las excusas ya no estaban y ahora ya sabía que hacer.

Esperaría a que Naruto tuviera su última conversación con Hinata.