Disclaimer:

La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.

Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadas son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

[PROHIBIDA SU COPIA]


A 40,000 pies de altura sobre el mar Caspio Marinette se acomodaba inquieta en su asiento, aun continuaba mirando con detalle las fotos de Adrien, hacía tres días que el maestro Fu se las había entregado y desde entonces muchas preguntas habían surgido en su cabeza.

- ¿Maestro? - se dirigió al guardián, que estaba concentrado en unos documentos que contenían una serie de glifos y caracteres al parecer de una lengua antigua.

- Dime Marinette. - respondió amablemente dejando aparte los papeles y centrando su atención en la azabache.

- ¿Cómo consiguió las fotografías?.

- Me las hizo llegar un viejo amigo.

- ¿Un viejo amigo? - su curiosidad había aumentado.

- Si, aunque para ser exactos él era uno de mis maestros y por supuesto un guardián de los prodigios también.

- Pero si usted tiene ciento noventa y cinco años si no me equivoco. - dijo pensativa.

- Así es y mi amigo tiene doscientos treinta y dos. El y yo fuimos los únicos en conseguir escapar del templo aquel día. - dijo con nostalgia y dolor.

- Pero no lo entiendo, si los prodigios están con usted, ¿qué es lo que él custodia?. - dijo intrigada.

- El se ocupa de salvaguardar lo que queda del templo y sus secretos.

- ¿Sus secretos?, ¿se refiere al portal de los prodigios?. - sus azules ojos denotaron inmediatamente la curiosidad que tenia sobre el portal desde que el maestro Fu lo mencionó hacía tres días.

- Si, así es.

- Maestro, aun no me ha contado nada acerca de ese portal. ¿Qué es lo que tiene de especial para que Adrien haya viajado hasta el Tíbet?.

El anciano dio una profunda inspiración, acomodándose mejor en su asiento miró a su alrededor comprobando que no hubiese alguien cerca que le pudiese interesar lo que estaba a punto de contar.

- Veras, los prodigios has existido desde los albores de la humanidad. La primera aparición documentada de un prodigio data del año tres mil ochocientos antes de Cristo en Mesopotamia, esta aparece reflejada en una tablilla escrita en sumerio. Unos siglos más tarde aparecieron jeroglíficos egipcios en los que se muestran las formas de los prodigios y de sus portadores y así poco a poco se han ido descubriendo indicios por todo el mundo que hablan de criaturas mágicas y héroes asombrosos.

- ¿Pero cómo es que usted los tiene todos si es que han aparecido por todo el mundo? - inquirió Marinette que había estado escuchando con atención

- Fue hasta después del cuatrocientos cincuenta y tres después de Cristo que un grupo de sabios y conocedores del poder de los prodigios al ver el daño que estos podían ocasionar en las manos equivocadas decidieron recuperarlos y custodiarlos. Así fue que fundaron una orden con gente de su máxima confianza para emprender esta ardua tarea y un siglo y medio después se habían recuperado diecinueve joyas.

- ¿Y los llevaron al templo? - preguntó interesada.

- No, el templo se construyo mucho después. - aclaró antes de continuar - Una vez que se recuperaron los prodigios comprendieron que si querían evitar que se utilizaran para el mal deberían tener la mayor información posible acerca de ellos. Así fue que una vez más enviaron a un grupo a recorrer el mundo en busca de cualquier información, dato o rumor que hablara sobre ellos. Y con la ayuda de los kwamis y la información recopilada fue que escribieron el libro de los prodigios, utilizando un código que no pudiera ser descifrado por cualquiera en caso de que cayera en malas manos. En ese libro viene comprendida al detalle toda la información sobre los prodigios y sus poderes, todo menos su origen. - resaltó lo último.

- El portal de los prodigios. - murmuro la azabache.

- Si, mientras catalogaban la información para escribir el libro descubrieron que los prodigios no eran de aquí.

- ¿A qué se refiere con que no eran de aquí?. - Marinette lo miraba desconcertada.

- A que fueron creados en otro universo. - dijo bajando levemente la voz.

La espalda de la azabache se enderezo sobre su asiento mostrando su sorpresa y miraba incrédula al maestro - ¿Me está diciendo que no son de este planeta?

- No, lo que he dicho es que no son de este universo. - alargó su mano tomando sus papeles y un lápiz y los colocó frente a ella.

- Veras, para que lo puedas entenderlo es necesario obviar todo tal y como lo conocemos, es decir nuestra realidad objetiva y centrarnos en no una sino en infinidad de realidades subjetivas que coexisten como dimensiones o multiuniversos individuales pero sin dejar de ser parte esencial unas de las otras. - tomando el lápiz comenzó a trazar distintos círculos sobre el papel y varías líneas que los unían - Esta - dijo señalando con la punta de grafito del lápiz uno de los círculos - es nuestra dimensión y esta de aquí - dijo señalando otro círculo - es la dimensión donde se crearon los prodigios y la línea que los une es el pasillo que los interconecta.

El maestro no pudo evitar soltar una risilla por lo bajo al ver la cara de confusión de Marinette, dio un sorbo a su bebida y continuó con el relato.

- Nuestra dimensión y la de los prodigios comparten el tiempo pero no así el espacio, es decir estamos en el mismo momento pero en lugares distintos, y se unen por una única línea bidireccional a la cual se accede...

- Por el portal de los prodigios. - dijo en voz baja la azabache, completando la frase.

- Muy bien Marinette. - alabó la presteza de la azabache - No fue hasta mucho después de conocer la procedencia de los prodigios que encontraron la ubicación exacta del portal en el Tíbet. Cuando llegaron a lo alto de la montaña se encontraron con un único pórtico formado por dos gruesas rocas a modo de columnas y coronadas por otra a forma de dintel en el que aparecían grabados una serie de glifos. - trazaba sobre el papel una imagen lo más parecida al portal para dar más detalle a su relato.

- Son similares a los del libro. - puntualizó la azabache.

- Si, son la misma escritura. - coincidió el anciano mostrándole las hojas en las que había estado trabajando momentos antes.

- ¿Entonces el templo está construido sobre el portal?.

- Así es, al darse cuenta de la enorme importancia de este acceso decidieron protegerlo erigiendo una sólida construcción a su alrededor, la cual después se utilizó como centro de estudio y enseñanza para los guardianes.

- ¿Por qué es tan importante el portal?. - preguntó aun con más interés.

- ¿Les puedo ofrecer alguna bebida? - ofreció amable la sobrecargo señalando el carrito de las bebidas.

- Si, un poco más de agua por favor. ¿Y tu Marinette? - preguntó el maestro a la vez que ocultaba los papeles de la vista de la chica.

- Agua está bien, gracias. - dijo con tranquilidad.

- Aquí tienen. - dejo los vasos sobre las bandejas frente a ellos.

- Gracias, ha sido muy amable. - dijo el anciano con una cortés sonrisa.

El maestro espero a que la sobrecargo se hubiera retirado para poder continuar con la conversación.

- Antes de responder a tu pregunta tienes que saber que cada universo se distingue por una cualidad que lo hace único y este en concreto es muy especial ya que su esencia es la magia. Es aquí donde los prodigios fueron creados y es aquí de donde toman su poder. Tiene la capacidad de regenerarlos en caso de que resulten dañados al igual que a cualquier elemento que esté ligado a ellos.

- Pensaba que los prodigios eran indestructibles y ¿a qué se refiere con lo de cualquier elemento ligado a ellos?. - intervino interesada aun más en la nueva información que estaba recibiendo.

- ¡Ejem! - carraspeó, estiró la mano para alcanzar su vaso, volviendo a dejarlo sobre la pequeña mesa una vez hubo aclarado su garganta - La magia los protege, pero en ocasiones eso no es suficiente y pueden sufrir algún daño. Es entonces cuando deben ser llevados a su dimensión para que sean regenerados y lo mismo ocurre con todo aquello que este unido a ellos como lo son los kwamis o los portadores.

- Si he entendido bien, ¿si algo me llegara a pasar como Ladybug con solo cruzar el portal a la otra dimensión el daño desaparecería?.

- Si, en esencia sería así.

- ¿Y qué pasaría si cruzara sin estar transformada?.

- Tu cuerpo sería destruido, recuerda que este universo se rige por la magia y el mismo se protege de cualquier elemento que pueda alterar su orden, él siempre procurara mantener un estado aséptico y nada que no comparta su esencia podrá entrar ahí.

Marinette abrió los ojos con asombro...

- Su importancia radica en la influencia que tiene sobre el resto de los universos, cada variación que ocurre en él se ramifica en acciones en los demás. Es por eso que debe protegerse ya que si por cualquier motivo llegara a colapsar traería el caos a todos los demás universos.

- ¿Pero si ahora el templo está abandonado no existe el riesgo de que alguien utilice el portal?. - mostraba un ligero deje de preocupación.

- No es tan sencillo, para abrir el portal es necesaria una llave, la cual consiste en un ritual en el que se deben de invocar una serie de glifos en el orden correcto y acompañarlos de unos movimientos específicos con las manos. Y al parecer Adrien ha encontrado la llave. - bajó su vista hacia los papeles con la idea de continuar con su trabajo y dando a entender que la conversación había terminado.

Marinette se sentía tensa por la nueva información recibida, reclinó su asiento y se acomodó en él, girándose hacia la ventana para perder su vista en el azul celeste hasta caer profundamente dormida.

Después del largo viaje por fin habían llegado a su destino, el amigo del maestro Fu les había enviado a una persona de confianza a recogerlos. Marinette iba en la parte de atrás del vehículo dando pequeños saltos en su asiento por el mal estado de la carretera de terracería

- Marinette, - prestó de inmediato atención al maestro - mira, ya estamos llegando a Shénqí. - señalaba hacia el frente, donde en el horizonte se empezaban a asomar varias construcciones por delante del ocaso.

[...]

Pasaba una vez más las imágenes de atrás hacia adelante en su tableta, con cada una se marcaba más en su rostro su muestra de disgusto.

- ¿Y dices que son de hace una hora? - preguntó sin ocultar su malestar.

- Si...si Lǎobǎn(1), he...hemos pasado la cámara endoscópica tres veces hasta llegar al final y desde distintos puntos. - respondió raudo y temeroso.

- Eso significa que hay seis metros más de lo esperado. - dijo sin apartar la vista de la imagen que mostraba un infranqueable muro de rocas y arena.

- Pondré más hombres de inmediato a la labor de retirar los escombros y en tres días habremos librado el paso. - ofreció diligente y temiendo la reacción de su jefe.

- Por tu bien espero que así sea. - le entregó la tableta golpeando su pecho con ella, como una pequeña muestra de lo que podría pasar.

Sin pronunciar una palabra más salió de ahí en dirección a su vehículo. Más que querer, necesitaba salir de ahí y despejar su mente, un fuerte estremecimiento desde su interior lo hizo tambalear quedando apoyado contra la pared y retorciéndose de dolor. Sus ojos se volvieron de un vivaz tono púrpura y se llevo las manos a sus oídos apretándolos fuertemente para acallar la severa voz.

- Lo...lo sé, estamos cerca, pronto llegaremos... - su voz quebrada hacía evidente que estaba sufriendo.

Al decir esto cayó de rodillas sobre el suelo, gotas de sudor frío resbalaban por su frente y comprimía con fuerza el pecho tratando de hacer llegar la mayor cantidad posible de aire a sus pulmones. Todo había quedado en silencio y gruesas lágrimas caían de sus ojos ahora de un verde apagado.

[...]

El vehículo se detuvo frente a la primera casa de la aldea, aquella de tono rojo cobrizo. El joven ayudante fue apresurado al otro lado del coche para ayudar a Marinette a salir.

- Gracias. - dijo amablemente, sus ojos se entrecerraron al notar como la miraba la gente, algunos no ocultaban su curiosidad mirándola directamente, otros se ocultaban tras las cortinas de colores de sus ventanas.

- Maestro Fu, mi maestro los espera adentro. - dijo señalando la entrada de la casa roja - yo iré a dejar sus pertenencias a la casa.

- Gracias mi joven amigo. - haciendo una reverencia que el joven correspondió se despidieron.

Al entrar al lugar Marinette se estremeció al notar el ambiente tan cargado, todas las miradas cayeron sobre ella, se sintió vulnerada ante la pesada inspección a la que la estaban sometiendo.

Vio como el maestro Fu saludaba a un anciano de apariencia similar a la de él sentado en la mesa del fondo, al ir hacia él pasaron cerca de una de las mesas del frente en la que había varias botellas vacías y los tres individuos que en ella estaban no dejaban de mirarla con ojos intimidantes y su sonrisa descarada denotaba amenaza.

- ¡Fu! - exclamó el anciano para recibir a su amigo en un efusivo abrazo.

- Gusto en verte Zhu. Ha pasado mucho tiempo. - respondía de igual manera al cálido saludo.

- Si, al menos cuarenta años, ja ja. - se giró hacia la azabache y acercándose a ella la saludo con una reverencia tibetana - Un placer conocerte al fin Ladybug. - los ojos de Marinette se abrieron sorprendidos buscando rápidamente al maestro Fu.

- Tranquila Marinette, todo está bien. El es Ming Zhao Huang mi maestro y guardián del portal. - dijo con voz sosegada tranquilizándola.

- Si, pero mis amigos me llaman Zhu, Marinette. - la observó una vez más y se dirigió hacia su amigo - has hecho una excelente elección tanto ella como Adrien son dos dignos portadores de los prodigios.

- ¿Ha visto a Adrien? -preguntó ansiosa al escuchar el nombre de su prometido.

- Je je, si lo he visto no hace mucho, no debes preocuparte. - dijo afable - Pero tomemos asiento. - les señalo las sillas alrededor de su mesa.

Con un gesto de su mano, Zhu llamó a Sari. Marinette dejó su carpeta, que no la había soltado durante todo el viaje, sobre la mesa asomando una de las fotos por el costado.

- ¿Si, Zhu? - inquirió con desgana.

- Por favor sírvenos unos tés para mí y mis amigos.

La chica asintió simplemente con la cabeza, pero antes de retirarse vio la foto sobre la mesa y su semblante se tornó iracundo, clavó sus ojos llenos de ira sobre la azabache. Con un golpe en la mesa, que dejo a los tres estupefactos, tomó la foto y la miró de cerca.

- ¿Qué tienes que ver tú con Lǎobǎn(1)? - le espetó con agresividad, encarándola de cerca.

Marinette la miraba confundida al no entender de lo que la chica estaba hablando.

- ¡No sé quién eres pero él es mío!, ¡lo entiendes! - exclamaba en voz alta ante la atenta mirada de los presentes y señalando la foto frente a los ojos de Marinette.

- ¡Basta! - exclamó el maestro Zhu interponiéndose entre las dos mujeres - él nunca ha sido tuyo, deja de hacerte ideas erróneas en la cabeza y retírate. - su mirada autoritaria apaciguo a Sari que aun murmurando incoherencias se retiro.

Al momento llegó Manjari con la bebida ordenada por el maestro, había visto todo desde detrás de la barra y conociendo como conocía a su compañera preparó ella los tés buscando una posible escusa para entrometerse y detener lo que pudiera pasar.

- Zhu, aquí están los tés. - dijo amablemente.

- Gracias Manjari y ponle otro a Sari para que se tranquilice. - con una reverencia la servicial chica se retiró.

- Maestro, ¿acaso ella y Adrien...? - sus ojos temblaban ante lo que la chica dio a entender, pero no pudo terminar su pregunta.

- ¡Nunca!. - dijo tajante - Es verdad que ella siempre lo ha buscado pero él siempre la ha rechazado, así que no tienes por qué preocuparte. Se lo mucho que lo amas y te puedo asegurar que aquello que comprime su corazón no ha tenido la fuerza para destruir sus sentimientos. - sentenció con seriedad.

Sin saber cómo, Marinette se sintió reconfortada y animosa ante aquellas palabras.

- ¿El está bien? - preguntó ahora el maestro Fu.

- Si, lo he visto cada día más cansando y eso no es una buena señal, es importante que actuemos rápido. Desde que llego ha llenado la aldea con gente de baja reputación y escasos escrúpulos, criminales que han escapado de sus poblados y que vienen bajo el llamado de una generosa paga por trabajar en la excavación del templo. - dio un sorbo a su té, su semblante cambio a uno más serio y apesadumbrado - Están muy cerca Fu, cálculo que en cuatro días habrán llegado a la cámara principal, es de vital importancia que lo evitemos.

- Si, el portal no debe de ser abierto bajo ninguna circunstancia. - dijo el maestro Fu.

Marinette estaba atenta a la conversación hasta que un molesto cuchicheo atrajo su atención, se giró para ver a Sari en el regazo de uno de los tres hombres de la mesa de enfrente, vio como la chica la miraba de soslayo retadora, mostrando una sonrisa desdeñosa de lado. Los toscos hombres la acompañan con abruptas carcajadas y mirando hacia ella de vez en cuando.

- Por hoy será mejor descansar, es de suponer que vendrán cansados del tan largo viaje. Mañana ya tendremos tiempo de hablar con más detalle y decidir qué es lo mejor que podemos hacer. ¿Aun recuerdas donde esta mi casa? - inquirió dirigiéndose al maestro Fu.

- No te preocupes sabré llegar si la memoria no me falla, je je. - bromeó.

- Je je, eres un viejo muy astuto Fu, vayan adelantándose yo aun tengo que ver a unas personas.

Los tres se levantaron y Marinette se giró justo a tiempo para ver como Sari murmuraba algo al oído del que parecía ser el líder de los tres y sin dejar de mirarla con desprecio.

Marinette y el maestro se dirigían a la casa por el sendero apenas iluminado por las escasas bombillas de 25w. Marinette no dejaba de pensar en lo dicho por el anciano en el bar.

- ¿Qué cree usted que quiso decir el maestro Zhu con lo de aquello que le comprime su corazón? - en su pregunta se mostraba cierto temor.

- No debes preocuparte . Lo mejor será...¡ought!

Marinette veía atónita como el maestro se desplomaba frente a ella, dejando ver un hilo de sangre tras su cabeza. De inmediato se agachó para auxiliarlo cuando sintió unas manos sobre sus hombros que la lanzaron con brusquedad contra la pared.

No supo en qué momento un antebrazo hizo presión contra su cuello, dejándola apenas respirar. Parpadeo varias veces tratando de enfocar con la escasa iluminación lo que pasaba a su alrededor.

El miedo se mostró en sus ojos al ver al repugnante tipejo del bar que la inmovilizaba contra la pared, un par de risas la hicieron mirar por encima del hombro de su atacante para ver cómo los otros dos hombres se acercaban a ella. Uno de ellos, un tipo pequeño con una prominente barriga empuñaba un tipo de bastón el cual en uno de sus extremos mostraba unas marcas de sangre. Comprendió al instante que él era quien había atacado al maestro. Unos pasos más atrás vio a otro hombre mucho más delgado que sonreía amenazante dejando a la vista la falta de varios dientes.

Entró en pánico ante la aterradora idea de lo que esa situación le deparaba entre las manos de esos despreciables individuos. Lanzó sus manos con fuerza en movimientos torpes contra la cara de su opresor tratando de liberarse pero lo único que consiguió fue que el orondo cómplice las apresara y las atará por encima de su cabeza.

- Por...por fa...favor, déjennos ir. - suplicaba con esfuerzo y sin dejar de llorar. Los tres hombres rompieron en una carcajada de burla, ufanándose de su superioridad.

Marinette rogaba porque entraran en razón y los dejaran en paz, pero fue entonces que el supuesto líder del grupo tomó el cuello de su blusa y tiro con fuerza de ella hacia afuera arrancando los botones de cuajo y dejando a la vista el exquisito sujetador blanco de encaje de malla. Vio como las pupilas de sus atacantes se dilataban por un deseo mal sano, se relamían los labios ante los lascivos pensamientos hacia ella, parecían bestias a punto de saltar sobre la presa herida.

- Po...por fa...favor, no lo ha...hagan. -suplicaba entre lagrimas al ver cada vez más lejos la esperanza de que los soltaran.

Sus azules ojos temblaban al ver con terror como los otros dos se abalanzaban hacia ella, el supuesto líder que en ningún momento aflojó la presión sobre su cuello levantó la mano contra sus hombres indicándoles que se detuvieran. Marinette por un momento pensó que había recapacitado y que los liberaría pero al instante su cuerpo se tenso aun más y vio con impotencia como tiraba ahora con fuerza de la hebilla de su cinturón.

- ¡AAAGH!, ¡NO...POR FAVOR, NO!. - se desgarraba la garganta suplicando una vez más pero todo era en vano el miserable se afanaba más en liberar el accesorio. Marinette malamente se defendía como podía lanzado patadas al aire, hasta que él empujó su cuerpo contra el de ella inmovilizándole las piernas y la cadera.

Al lograr zafar la hebilla, trato ahora de soltar el botón del pantalón - ¡DEJENME...SUELTENME! - con desesperación trataba de escapar del fuerte agarre pero era imposible. Sus pensamientos comenzaron a divagar ante la creciente tensión, escenas iban y venían en su cabeza recordando el día en que conoció a Adrien y como había sido su vida junto a él hasta llegar a este horrible momento que estaba viviendo. ¿Acaso era así como iba acabar después de todo lo que había pasado, siendo violada por esos tres energúmenos?, al parecer no había nada que pudiera hacer para evitarlo.

Se estremeció al notar esos fríos y ásperos dedos tocando su vientre cuando el tipo consiguió por fin desabotonar la prenda. Un grito ahogado salió por su boca cuando el hombre abrió la cremallera del pantalón, Marinette lloraba sin consuelo, vio con estupor como los hombres avanzaban lentamente hacia ella sin apartar su mirada llena de lujuria de la V de su pantalón por donde asomaba el encaje de chantilly en blanco de la delicada prenda. El hombre que la aprisionaba aligero su peso contra ella para desabotonar su pantalón, haciendo reír aun más a sus compañeros quienes sabían que él sería el primero en catar ese dulce manjar.

La azabache miró suplicante al cielo y con los labios temblando oprimió con fuerza los parpados esperando el fatídico desenlace.


(1) - El que está al mando.