CAPÍTULO 2
Anthony
No hacía falta ser ingeniero para descifrar la supuesta conexión entre Bella y yo. O más bien... entre Bella y otro tipo, porque yo no me había acostado con ella, desde luego. No había querido preguntar demasiado, pero estaba casi seguro de que con quien Bella perdió la virginidad había sido mi hermano gemelo, Edward. ¿Quién más iba a ser?
Quizás debería haber corregido a Bella de inmediato, pero no era la clase de hombre que toma una decisión apresurada. Evidentemente, Edward tenía sus motivos para hacer lo que había hecho. Obviamente, hacía años, mi impecable hermano senador se había hecho pasar por mí. La pregunta era... ¿por qué?
Mi hermano odiaba ser yo. Joder, no podía culparlo. A veces yo también odiaba ser yo. Edward siempre había sido el chico bueno, el que se complicaba la vida por ayudar a cualquiera. ¿Yo? Yo era un idiota egoísta y lo sabía. Lo había aceptado. Pero no siempre me gustaba.
En muchos sentidos, viajar por el mundo me había endurecido, me había vuelto menos empático. Si permitía que cada situación triste que veía me afectara personalmente, nunca sobreviviría. Si fuera como Edward, habría muerto de un corazón sangrante hacía años. Así que dejé de preocuparme por las cosas que no podía controlar y empecé a trabajar en proyectos en los que podía marcar la diferencia. Si eso me convertía en un imbécil... que así fuera. Si eso me hacía frío, podría lidiar con ello. Lo que no podía hacer era dejar que las cosas horribles que había visto me destruyeran.
Salí de mi despacho y subí corriendo las escaleras, más que dispuesto para quitarme la ropa de trabajo. Acababa de volver de hacer negocios en Tokio cuando llegó Bella Swan, visiblemente disgustada y frenética.
Mientras me ponía unos pantalones y un suéter grueso, repasé la conversación una vez más. Había aprendido a almacenar y archivar información en mi memoria, así que recordaba cada palabra. Quizás le había dado la impresión de que dudaba en rescatar a Ángela, pero lo cierto era que habría ido en busca de la loca corresponsal de todas formas.
No exageraba cuando le dije a Bella que veía a su hermana en casi todos los puntos calientes que visitaba.
«No es de extrañar que Ángela siempre me haya odiado. Cree que su hermana perdió la virginidad conmigo y luego me metí en la cama con otra», pensé.
No es que yo fuera muy agradable con nadie de costumbre, pero nunca había sido particularmente grosero con la hermana de Bella... hasta que recibió unos cuantos insultos injustificados las primeras veces que la vi. Después de eso, se abrió la veda para fastidiarnos mutuamente tan a menudo como fuera posible. Tenía que reconocer que ver a Ángela Swan sin palabras o furiosa se había convertido en un placer inconfesable para mí. Discutir con ella era casi tan bueno como el sexo. Bueno, quizás no fuera tan bueno, pero era muy entretenido, y quedaban muy pocas cosas que me divirtieran de verdad.
Ella me llamaba un imbécil estirado, un insulto que quizás tuviera un ápice de verdad. Yo le decía que era peligrosa y descerebrada porque sabía que la sacaba de quicio.
Para ser sincero, probablemente era una de las mujeres más astutas que había conocido en mi vida, pero me irritaba muchísimo que estuviera en cada lugar del que debería estar huyendo como si le ardiera el trasero.
No podía compartir con Bella que era un agente especial de la CIA. Nadie lo sabía excepto mi familia. Nunca me había considerado un espía... no exactamente. Prefería pensar en mí mismo como un recolector de inteligencia que casualmente estaba en muchos lugares en el extranjero y tenía montones de informantes y contactos en dichos destinos.
No era el puñetero James Bond. En realidad, tenía negocios en casi todos los lugares donde iba. Pero hacía lo que hacía por la CIA porque estaba muy cansado de ver morir a mis amigos en el extranjero, en países devastados por la guerra simplemente por vivir o tener negocios en dichos lugares.
Mi grupo de rescatadores, ahora disuelto, ORP, se había organizado porque una vez había tenido amigos que necesitaban ser rescatados, varios hombres de negocios ricos que habían sido atrapados por un grupo de rebeldes. Reuní a un grupo disparejo pero perfecto de ex agentes de la CIA, SEAL y FBI con todas las especialidades que necesitaba para llevar a cabo una misión y sacar a mis amigos de su cautiverio. Sobrevivieron y luego varios países nos pidieron que rescatáramos a otras personas.
Habíamos operado tanto tiempo como pudimos antes de que nuestras tapaderas fueran reveladas en una misión de mierda que nunca tendría que haberse producido.
El hermano de Bella, Jacob, había resultado gravemente herido. Otro miembro también estuvo a punto de perder la vida. Nuestra única opción había sido poner fin a las operaciones. Conocidas nuestras identidades y la OPR al descubierto, era demasiado peligroso para los chicos del equipo. Además, sabía que, si no podíamos operar discretamente, no seríamos tan eficaces.
Ahora, iba a tener que volver a intentar ir a un lugar al que pocas personas quisieran acercarse siquiera.
«¿Qué demonios estaba haciendo Ángela en Siria?», me pregunté. Puede que fuera valiente e imprudente, pero no era totalmente estúpida. Yo sabía que ella informaba desde Turquía, pero no sabía que cruzaba la frontera ni que lo considerase siquiera.
Claro que sí. Iba a traerla a casa. Pero, ahora más que nunca, volvía a necesitar la ayuda de Edward. Por suerte, él estaba en casa por vacaciones de Navidad de Washington, y tendría que pedirle que me cubriera.
No podía permitir que nadie supiera que me había ido. Estar lejos en un destino desconocido sería una gran bandera roja de que estaba en un rescate. Mientras estuviese aquí en Rocky Springs o la gente creyera que lo estaba, no podría estar fuera del país.
Sacudí la cabeza mientras me ponía unos zapatos y extraía mi Sama del pantalón del traje antes de meterla en el bolsillo trasero de mis pantalones.
Necesitaba hablar con Edward y tenía que hacerlo ya.
Cuanto antes pudiera organizarlo todo, antes podría volver a traer a esa loca de vuelta a Estados Unidos.
Preguntándome un instante si lograría que le quitaran el pasaporte de por vida, me pasé una mano por el pelo con frustración, más preocupado de lo que probablemente debería estar por una mujer que arriesgaba su vida sin reparos para hacer su trabajo.
Claro que ella era consciente de los riesgos de su trabajo. Yo nunca lo había dudado. Pero pensar en ella en manos de rebeldes que no sentirían ni una pizca de remordimiento por matarla me hizo mover el trasero un poco más rápido.
Estaba en mi coche y en camino al rancho de Edward en cuestión de minutos.
—¿Se puede saber cuándo te acostaste con Bella Swan? —Le pregunté a mi hermano mientras me preparaba un trago en su salón.
Había llegado a su casa en un tiempo récord. Me encantaban los coches rápidos y había conducido uno de los más rápidos que tenía.
—¿Qué? —Edward me miró con el ceño fruncido mientras se dejaba en un sofá.
Me di cuenta de que mi gemelo había salido en su rancho de cría. Llevaba los pantalones viejos y desteñidos, y una sudadera vieja que debería haber tirado al terminar la universidad. Yo no lograba entender qué demonios le parecía tan fascinante acerca de las vacas.
—Ya me has oído —dije con calma, sentándome frente a él en un sillón reclinable—. Ha venido a pedirme ayuda hoy. Su hermana Ángela ha sido... retenida. Por algún motivo, tenía la idea de que en otro tiempo perdió la virginidad conmigo y me odia. ¿Se puede saber qué hiciste?
Edward no era conocido por ser problemático ni un mujeriego. De hecho, yo no conseguía recordar la última vez que había tenido novia. Si no estaba en Washington ocupándose de sus responsabilidades como senador, estaba aquí, en su rancho, intentando criar nuevas y mejores razas de ganado mediante su programa de cría.
—Hace años —gruñó—. Ella acababa de llegar a la edad adulta.
Levanté una ceja ante su tono enojado. Mi hermano no era de la clase que se acuesta con una virgen y desaparece.
—¿Qué pasó?
—¿Recuerdas el año en que se escapó de casa?
Yo asentí. Lo recordaba. Yo tenía una nueva novia en ese momento y lo último que quería hacer era volar a Denver en plena tormenta y dejar atrás a la preciosa chica. La novia no me duró mucho tiempo. Joder, ni siquiera recordaba cómo se llamaba. Pero ninguna se quedaba conmigo más de uno o dos meses.
Edward cambió de postura, incómodo.
—Tuvimos que pasar la noche juntos cuando la encontré en Denver, debido a la tormenta. Nos acostamos. Fin de la historia.
«Interesante. No quiere hablar sobre lo que pasó con Bella», me percaté. Yo sacudí la cabeza.
—No es el final de la historia. ¿Por qué cree que era yo?
—No fingí ser tú. Ella dio por hecho yo era tú. Cuando fui a verla antes de volver al campus, no estaba. Nunca tuve la oportunidad de decirle la verdad.
—¿Nunca la volviste a ver?
—No, —respondió Edward con amargura—. Intenté llamarla durante meses, pero nunca respondió. Creo que acabó cambiando de teléfono o de número, porque al final estaba desconectado.
—Su hermana me odia. Bella me odia. Supongo que todo se debe a que jugaste con Bella.
—No estaba jugando con ella. Ella se fue. Nunca se despidió. Nunca se puso en contacto conmigo. ¿Cómo iba a contárselo?
—Bueno, estás a punto de tener otra oportunidad. Tengo que ir a esta misión, Edward. Nadie puede enterarse de que me he ido.
—No, ni hablar. Después de la última misión que hiciste con ORP, creía que lo habías dejado.
—Entonces ¿quieres que deje a Ángela en Siria a merced de los rebeldes? — respondí con desinterés, sorprendido por la emoción que veía en Edward, aunque fuera negativa. Las mujeres solían ser lo último de lo que quería hablar. Y, sin duda, nunca había visto a mi gemelo tan nervioso por una mujer.
Él negó con la cabeza lentamente.
—Si a Ángela le pasa algo, Bella probablemente se moriría. Pero ya ni siquiera tienes equipo.
—Encontraré uno, —respondí con confianza. Ya tenía una idea bastante buena de a quién podría usar para reemplazar a los dos miembros desaparecidos de mi equipo, y sabía que los otros chicos estarían dispuestos a ir a otra misión, sobre todo teniendo en cuenta que íbamos en busca de Ángela Swan. La mayoría de los chicos al menos la conocían de oídas, pero estaba casi seguro de que la conocían personalmente, igual que yo. Ella era conocida por sus reportajes en zonas peligrosas y no había precisamente un montón de mujeres corresponsales internacionales. Ella era una de las pocas.
—¿Cómo piensas entrar en el país? Dios, Anthony... esto va a ser peligroso. Le lancé a mi gemelo una media sonrisa.
—He estado en peores situaciones. Primero, tengo que localizar a Ángela.
—Te ayudaré en todo lo que pueda, —accedió Edward a regañadientes—
¿Cómo estaba Bella?
La nota de vulnerabilidad en su voz me hizo observar a mi hermano atentamente y me percaté de lo nervioso que estaba.
—Enfadada. Preocupada. El mero hecho de que mencionara que perdió la inocencia conmigo hace más de una década me dice que está desesperada.
—No fue contigo —gruñó Edward—. Fue conmigo.
«Um... está muy sensible con este tema», me dije.
—Lo sé. De haber sido yo, lo recordaría. Es muy guapa. —Sí, sabía que estaba pinchándolo, pero su reacción molesta con todos los años que habían pasado me desconcertó. Joder, actuaba como si hubiera sido ayer.
—¿La tocaste? —preguntó con voz ronca.
—No. Pero ¿y qué si lo hice? No estáis juntos precisamente. Edward me fulminó con la mirada.
—No lo hagas. No te líes con ella.
Reprimí el deseo de lanzarle una sonrisa de suficiencia.
—No lo haré. Pero te agradecería que limpiaras mi nombre.
—Lo siento, —respondió Edward con voz áspera—. No creí que fuera a volver por aquí porque sus padres fallecieron, ni que alguna vez tendría que volver a hacerle frente. Tampoco se me ocurrió que tú la verías, dicho sea de paso. —Hizo una pausa antes de preguntar—: ¿Por qué no le dijiste la verdad? Debes de haber sabido que fui yo.
Me encogí de hombros.
—No es mi responsabilidad. No tenía todos los hechos y no quería hacerla enfadar todavía más. Para tu información… No sé exactamente qué pasó, pero parece ser que me vio con mi novia de entonces justo después de que te acostaras con ella. Cree que la utilizaste para una noche y que después volviste con tu novia.
—Mierda, —explotó Edward—. No me extraña que no me hablara ni contestara al teléfono. Debería haberla buscado y haberle dicho la verdad. Pero di por hecho que se arrepentía de lo sucedido o que, simplemente, no le interesaba hablar conmigo. No sabía que te había visto con otra chica.
—Si te sirve de consuelo, ella lo ha superado. Además, yo no estaba con otra mujer. Solo estaba acostándome con mi novia de entonces.
Edward inclinó la copa que había estado sosteniendo y se tragó todo el vaso de whisky escocés.
—No importa. Lo superé hace mucho tiempo. Solo fue una noche.
Yo estaba pensando que debió de ser una gran noche para que mi hermano siguiera reaccionando al incidente como si hubiera ocurrido recientemente. Edward era mi gemelo y a veces percibíamos las emociones del otro. Durante mucho tiempo, prácticamente habíamos perdido ese vínculo. Pero se me hizo un nudo en el estómago al ver su expresión atormentada y me conecté con él a un nivel que no experimentaba desde hacía mucho tiempo.
—Nunca lo superaste.
Él se encogió de hombros.
—No podía hacer mucho más que olvidarme de ella.
Edward nunca había olvidado a Bella. Yo estaba convencido de eso.
—Le ha ido bien y hace un trabajo excepcional.
Yo no sabía mucho acerca de Bella Swan, pero no era ningún secreto que había dedicado su vida a diseñar edificios únicos y era aún más conocida por sus contribuciones a la lucha contra el sinhogarismo.
—Lo sé. He visto algunas cosas sobre ella a lo largo de los años, —dijo Edward despreocupadamente.
«Más bien has seguido la pista de su carrera», pensé. Me daba igual lo que dijera mi hermano… la herida por su breve aventura con Bella seguía abierta, no importaba cuánto tiempo hacía de aquello.
Me levanté inquieta porque tenía mucho que hacer.
—Prepárate para hacer el cambio mañana.
Edward se puso de pie y su voz era áspera cuando me llamó:
—¿Anthony?
—¿Sí?
—Ten cuidado. Esto no será fácil. Yo sonreí.
—He intentado cosas peores.
—Eso no me hace sentir mejor, —protestó Edward.
Sólo me reí, secretamente feliz de que mi gemelo se preocupara por mí. Él era el único que conocía ORP y solo porque le había pedido que fuera mi sustituto un par de veces durante nuestras últimas misiones. Pero yo sabía cuidarme solo.
No había compartido mucho con mi familia acerca de mi trabajo con la CIA. Solo sabían lo básico y, cuando me cubrían las espaldas si Edward y yo cambiábamos de identidad, creían que era por algo que estaba haciendo para la CIA. No pensaba hablarle a mi madre de ORP. Ya se preocupaba bastante por mi seguridad mientras viajaba, especialmente después de descubrir que reunía información para el gobierno mientras estaba fuera.
Le dije a Edward:
—Le diré a todos que haremos el cambio durante la cena familiar de en casa de mamá esta noche. Tendré que llamar a Mike. No está en la ciudad.
—Lo sé, —confirmó Edward—. Yo llamaré a Mike, pero tú tendrás que decirle a mamá que volvemos a cambiarnos.
—Se lo contaré esta noche, —gruñí, no muy contento porque mi madre fuera a preocuparse. Demonios, debería estar jubilada, relajándose en su porche y disfrutando de la vida. En cambio, seguía trabajando más duro que la mayoría de nosotros para administrar el resort.
—Mañana... tú eres yo. Saldré de aquí temprano, —le recordé bruscamente antes de salir de la habitación.
Sabía que le había dicho a Bella que tardaría un día o dos en disponerlo todo, pero tenía que irme tarde esta noche o temprano por la mañana. Podría empezar por concertar una cita con el equipo ahora. Si iba a sacar a Ángela Swan de la boca del lobo, tenía que hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.
