Me llevó más de lo usual terminar este capítulo porque ya comencé un nuevo año de la universidad, pero personalmente me siento muy motivado últimamente con las historias del Heroverse, así que por lo pronto me veo enfocado en este proyecto y espero poder mantener un tiempo de actualización lo más consistente y breve posible.
Como siempre los agradecimientos a los fieles lectores:
J0nas Nagera: Como siempre muy buenas suposiciones y teorías sobre lo que ocurrirá. Veremos si Luna logra descubrir algún patrón en los ataques, o quizás algún motivo como para comenzar a desvelar este misterio. Habrá más acercamientos entre Luna y Carol, no te preocupes. Y los poderes de Luna continuarán siendo explorados, entendiendo mejor sus aplicaciones y límites.
Luna PlataZ: Sobre por qué Luna no siente las emociones de cualquier sonido, es porque no está "entrenada" o lo suficientemente madura como para hacerlo. Eventualmente, podría hacerlo. Y bueno, Luna tiene su trama y es muy joven, no todo el mundo es valiente como Lincoln para tomar el manto de héroe. Sobre los secretos que los chicos revelaron, Sully fue el único que lo admitió abiertamente porque, bueno, era algo que lo venía matando desde adentro y no pudo continuar con la mentira una vez que salió a la luz. Ya tendremos más de Carol y Luna y Sam y Luna, jajaja, así que espero que pueda escribir algo que te guste. Y por último… interesantes teorías…
Rigerhit047: En efecto, primero escribo en español y después lo traduzco todo a inglés. Y "otrora" significa algo así como "en el pasado". Cuando dice "mi otrora amigo" significa "el que una vez fue mi amigo". Te puedo traer tranquilidad de que no me voy a meter en nada muy gráfico ni gore jajaja Y también decir que a Luan le puse ese apellido por Nico DiAngelo de la saga de Percy Jackson. No sabía que era el apellido de la profesora de teatro.
andres888: Lo del resentimiento a los poderes de Luna no es reciente, es de muchos años. Voy a revisar más tarde para ver si es que me expresé mal en alguna parte, pero Luna lleva muuuchos años con ese resentimiento. Y espero poder continuar mejorando las interacciones entre Luna y Carol, y que el desarrollo de los personajes continúe por buen camino.
Jairo De la Croix: A veces escribo muy rápido, y a veces soy un desastre jajajaja Me alegra que te vayan gustando las relaciones entre personajes, es lo que más estoy tratando de enfocarme en esta historia.
daglas99: jajajaja muchas gracias amigo, eres la motivación que necesito jajaja
Luis Carlos: Todas muy buenas preguntas. Espero que este capítulo comience a responder algunas de ellas.
Sylar Diaz: No sé si Luan es o no es la villana de la historia, pero definitivamente continuaremos viéndola en el futuro.
Misugi: Muchas gracias por el review! La idea de que la historia de Luna fuera la que le seguía a la de Ace era precisamente mostrar la diferencia de miradas entre ambos. Así que me alegra que te esté gustando hasta ahora. Lo de Luna tomando el manto ya lo veremos en el futuro, todavía falta para ello.
Capítulo 4:
What I've been looking for.
— ¡Hice trampa en el examen de admisión de la universidad! ¡Algún día lo sabrán y me expulsarán!
— ¡Mis padres se odian, y es mi culpa que ellos sigan juntos! ¡Si no fuera por mí, se separarían y todos podríamos ser más felices, pero saben que no pueden mantenerme si no están juntos!
— ¡Ninguna de mis amistades es verdadera! ¡Todas nos odiamos y envidiamos, pero tenemos que fingir que estamos unidas para mantener nuestra reputación!
Dicen que la mente humana está programada para detectar patrones y establecer relaciones. Una herramienta muy útil, aunque se conocen fenómenos donde nuestro cerebro ve relaciones donde no las hay. Como por ejemplo encontrar caras en la corteza de un árbol o en una nube. No siempre hay que confiar en lo que nuestra mente cree estar viendo.
Dicho esto, estaba bastante convencida de que lo que fuera que le estaba sucediendo a las porristas era lo mismo que le había ocurrido a los futbolistas el día del partido. Todas se quejaban de dolor, con ojos rojos, casi arrastrándose en sus intentos por mantener el equilibrio, y revelando lo que parecían ser sus peores inseguridades y más oscuros secretos.
Mazzy estaba entre ellas, de rodillas en el suelo, tomándose la cabeza. Un escalofrío recorrió mi espalda. Corrí hacia ella, en el camino debiendo evitar a Chelsea, que me miró con desesperación antes de comenzar a gritar.
— ¡La única forma de lograr que alguien se interese en mí es ofreciendo mi cuerpo! ¡¿Qué pasa si algún día la gente no me encuentra atractiva?! ¡¿Por qué nadie me quiere por quien soy?!
Pese a todo el rencor que le guardaba por lo que había hecho con Sully, verla en ese estado me daba pena. Era obvio que sufría por lo que fuera que la estuviera afectando, y las cosas que decía… Ciertamente no la volvía de repente una buena persona, pero era triste que se viera a sí misma de esa forma.
El foco de mi atención y preocupación cambió a Mazzy cuando finalmente llegué junto a ella. La tomé por las muñecas —para demostrarle que estaba allí para ella, y también para evitar que se repitiera lo que había sucedido con Sully— y la miré a los ojos. O bueno, al flequillo que cubría sus ojos.
—Mazzy, escucha, tienes que respirar hondo —le dije, tratando de controlar mi ansiedad para transmitirle calma—. No te alteres, ¿ok? Estás bien. Todo va a estar bien.
Mis intentos por mantener sus emociones bajo control no parecían estar dando muchos resultados. Pesadas lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, y al igual que Sully, noté las venas de su cuello muy tensas, como si la adrenalina la estuviera invadiendo. Estaba hyperventilando, y mi falta de conocimientos sobre primeros auxilios estaba comenzando a incomodarme.
—L-Luna… Luna…
—Shhh. Estoy aquí. Estoy aquí. No te preocupes, vas a estar bien.
—Yo… ¡No sirvo para nada! ¡Soy una desgracia! —Gritó, tratando de soltarse de mi agarre, pero logré mantenerla en su lugar.
— ¡No digas eso! ¡Mazzy eres maravillosa! ¡Eres una gran amiga! ¡Eres genial tocando la batería! ¡No te desprecies!
— ¡Tú eres mejor en la música! —Replicó, su cabello sacudiéndose con los rápidos movimientos de su cabeza— ¡Sam es mucho más social! ¡Yo no destaco en nada! ¡Soy horrible, ni siquiera puedo mostrar mi rostro por la cicatriz de mi frente! ¡Creí que Sully me amaba, pero ni siquiera él me quiere realmente! ¡Soy un fracaso!
— ¡Claro que no! —Le dije, cada vez más nerviosa por la velocidad a la que la situación estaba escalando fuera de mi control —Mazzy, tú eres…
— ¡Una inútil! ¡Una perdedora!
— ¡No!
— ¡AAARGHH!
Mi corazón dio un salto al oír un rugido gutural a mis espaldas. Solté a Mazzy justo a tiempo para ver a dos porristas tomándose por los hombros, tratando de derribarse entre ellas. Otra más tomó una cartera y la lanzó por los aires con una fuerza insospechada. Todas estaban entrando en un estado de salvaje y primitiva violencia. Y si las porristas lo hacían, Mazzy seguramente estaría siguiendo sus pasos en cualquier momento.
Miré a mi alrededor. Estábamos en el espacio entre el pabellón del auditorio y el edificio principal de la escuela. La entrada de la secundaria estaba a la vuelta de la esquina, pero a esta hora la gran mayoría de los estudiantes ya se habrían retirado. No había nadie para ayudarme.
Ni ningún testigo.
Como un repentino flashback, recordé las palabras de Sam.
— ¡Tienes que detenerlo, tienes los poderes para hacerlo!
Sí. Tenía el poder para ayudar a mi amiga y a las demás chicas. ¿Pero a qué precio? ¿Cuánto estaba dispuesta a arriesgar por ellas? Después del incidente me había prometido que jamás los usaría en público, y durante todos estos años sólo los había usado en situaciones donde estaba segura que nadie podría salir herido. Con Tabby o Sam en mi habitación, para ayudarlas o comunicarles con la música lo que las palabras no alcanzaban a describir. Conmigo misma, para calmarme y evitar episodios de ansiedad. Nunca con alguien que no supiera acerca de mis poderes o con quien no compartiera un fuerte vínculo.
Si no actuaba, si me escapaba y llamaba a la policía, nadie las detendría durante un buen rato. Estaban comenzando a pelearse entre ellas. ¿Qué pasaría si una se escapaba y atacaba a gente inocente? ¿Qué pasaría si no recibían atención inmediata?
¿Cuánta gente estaba dispuesta a dejar a la deriva con tal de no utilizar mis poderes?
Volví a repasar mis alrededores. No había nadie. Estaba sola, sin nadie que pudiera verme. Quizás… Pero en ese caso…
La realidad me golpeó como un bate de béisbol. No podía dejar que Mazzy saliera lastimada. Y el resto de las chicas, aunque no fueran mis amigas, merecían también que las ayude. Por más insoportables y repugnantes que fueran, en aquel momento estaban sufriendo. Debía actuar como una…
Como una heroína.
Suspiré, poniéndome de pie. No aumentaría el volumen. No haría nada que pudiera causar daños. Sólo calmaría sus emociones, las tranquilizaría, y luego llamaría al servicio de emergencias. No era nada grave. Nadie saldría herido. Nadie iba a morir.
Cerré los ojos, ignorando el temblor de mis piernas o el frío sudor que caía por mi frente. Me concentré, imaginándome a mí misma flotando en el espacio. Los gritos y el sonido de las peleas a mi alrededor se desvanecieron, dejándome en un estado casi de trance. Y entonces comencé a cantar, suave como una balada, en un tono mucho más tranquilo y relajante que el original de la canción. Me imaginé a mí misma tocándolo en el piano, y puse en mi voz todas las emociones que quería transmitir.
I don't know what's worth fighting for
or why I have to scream.
I don't know why I instigate,
and say what I don't mean.
En aquella extraña dimensión a la que mi mente viajaba cuando me concentraba, pude ver con claridad cómo el sonido emanaba de mí como ondas que se expandían por el espacio infinito. Como las ondas que una gota crea al caer en un espejo de agua. Cada una de esas ondas trasladaba las emociones con las que cantaba, llevándolas hacia todos a mi alrededor.
Abrí los ojos, y ya no estaba en el infinito, sino en las afueras de la escuela, y a mi alrededor se encontraban las chicas. Los primeros versos de la canción parecían haber surtido efecto de inmediato, pues incluso aquellas que se habían estado peleando estaban ahora mirándome, sus ojos aún bañados en histeria y enfado, pero por lo menos parecían estar controladas.
Continué cantando, extendiendo ahora mis manos hacia ellas, ayudándome a focalizar las emociones de calma que quería hacerles sentir. Tenía que hacer que no sintieran ningún deseo por pelear o desquitarse. Parecían estar siendo presas de emociones violentas, por lo que canté con un poco más de energía para poder sobrepasarlas.
I don't know how I got this way,
I know it's not alright.
So, I'm breaking the habit,
I'm breaking the habit tonight.
Mi canto y las emociones que transmitía lograron sobrepasar los sentimientos negativos de los que habían sido presas. Dejaron de golpearse y de gritar, quedando de pie o arrodilladas, aunque aún tenían la mirada perdida. A mi lado, Mazzy continuaba respirando con dificultad y no me miraba, como si yo no estuviera allí. Con un poco de timidez, agité mi mano frente a su rostro, sin recibir ninguna señal o respuesta.
Estaban calmadas, pero lo que fuera que las afectaba continuaba allí. Sus respiraciones agitadas, los latidos de sus corazones rápidos y descontrolados, el sudor cayendo por sus rostros. Era como si le hubiera cortado los hilos a una marioneta, dejándola inmóvil pero sin poder de decisión. Traté de hablarle, pero apenas si murmuraba más de lo mismo: lo mucho que se odiaba, lo poco destacable que su vida era, el vacío en su corazón que Sully había dejado.
¿Me había sobrepasado? ¿Y si en mi afán por calmarlas las había dejado casi sedadas? Pero si ese era el caso, ¿por qué continuaba hablando de esas inseguridades? ¿Qué podía estar causándoles estas reacciones a los chicos de mi escuela? Esto no era algo normal. No había una explicación racional para lo que sucedía.
Lo cual sólo dejaba una posibilidad.
— ¿Un villano? —Dijo Sam— Eso… suena demasiado loco. ¿Tú crees?
El Sol estaba ocultándose en el horizonte mientras las dos caminábamos en dirección a nuestras casas. Tras haber controlado la situación con las chicas, pedí una ambulancia para que alguien las revisara. Hicieron falta varias ambulancias para llevar a las dóciles chicas hasta el hospital, donde les realizaron exámenes de todo tipo para tratar de sacarlas de aquel estado en el que se encontraban. La policía llegó poco después, alertada de lo que había ocurrido, y me habían pedido que explicara lo que había visto. Fui tan honesta como pude, ocultando solamente el hecho de que yo había sido la que las había calmado. Dije que no tenía ni idea de por qué se habían detenido, y la situación era tan rara que no parecieron dudar de mi testimonio.
Me habían llevado al hospital a mi pedido, para ver cómo se encontraba Mazzy, pero los doctores no me dejaron verla. Sam acudió en cuanto salió de la detención, y a ella sí le conté todo con lujo de detalles. Incluída mi teoría.
—Es lo único que tiene sentido. No es coincidencia que dos grupos de estudiantes hayan sufrido episodios similares con tan sólo unos días de diferencia. Debe ser alguna clase de poder que afecta la mente de las personas. Las vuelve violentas.
— ¿Y qué hay de las cosas que dicen?
—Eso… No lo sé —admití—, pero no se me ocurre nada más. Una persona puede sufrir un ataque de pánico o tener algún episodio así, pero no tantos chicos al mismo tiempo. Tiene que ser obra de algún poder.
— ¿Pero por qué? ¿Y quién?
Me encogí de hombros, colocando mis manos en los bolsillos de mis pantalones.
—No lo sé. Pero los dos incidentes ocurrieron en la escuela. Y piensa, ¿quiénes fueron las víctimas?
—El equipo de fútbol, las porristas, Mazzy —dijo Sam—. Mazzy probablemente fue un daño colateral. ¿Alguien está atacando a los chicos populares? ¿Eso crees?
Asentí enérgicamente.
—Bueno… En ese caso ya cumplieron con su objetivo, ¿no? No deberíamos preocuparnos —sugirió, pero yo no compartía ese sentimiento.
— ¿Y qué pasa si aún no acabaron? Quizás quieran lastimar a más gente. Quizás quieran volver a lastimar a las mismas personas. Sully y Mazzy no merecían lo que les pasó. No podemos ignorarlo.
— ¿Y qué sugieres? No es como que tengamos alguna idea de quién fue.
Era cierto. No había forma de que pudiéramos averiguar quién estaba detrás de aquellos ataques. No se sabía de nadie en nuestra escuela que tuviera poderes. Yo estaba casi convencida de que Tabby y yo éramos las únicas, a menos que Nova, Eclipse o el nuevo Ace Savvy fueran también estudiantes, pero ninguno de ellos tenía poderes que pudiera ocasionar algo como lo que habíamos visto.
Suspiré, sintiéndome frustrada. Dos de mis mejores amigos habían sufrido lo que fuera que les había pasado, y como si fuera poco, eso había acabado con su relación. No sólo eso, sino que me había visto forzada a utilizar mis poderes en otras personas, cosa que había jurado que nunca haría. Me sentía muy mal conmigo misma, y ya le tenía mucho rencor a quien fuera que estuviera detrás de todo esto. Quería asegurarme de que no se salieran con la suya, pero no había nada que pudiera hacer.
De repente, Sam chasqueó los dedos.
— ¡Lo tengo! —Dijo, mirándome con malicia.
—Conozco esa cara. Quieres hacer algo muy idiota o muy arriesgado.
— ¡Un poco de las dos!
—Ugh… ¿Qué tienes en mente?
—Los dos ataques ocurrieron en los terrenos de la escuela, ¿no? Se supone que hay cámaras de seguridad. Podríamos escabullirnos en la escuela y revisar los videos.
— ¡Wowowo! ¿Estás loca? ¿Escabullirnos en la escuela y revisar las cámaras de seguridad?
—No debería ser muy complicado. Dijiste que no había nadie más junto con las porristas y Mazzy. Prestemos atención si es que aparece alguien más en algún lado, y luego revisamos los videos del juego para ver si hubo algún movimiento sospechoso. Si la misma persona aparece las dos veces, lo tenemos. Si no hay nadie… entonces quizás sea alguna de las porristas, ¿no? Son las únicas que estuvieron en ambos lugares.
—Primero: estás demente —le reproché—. Segundo: nos meteremos en muchísimos problemas si nos descubren. Tercero: ¿en serio crees que es tan sencillo hackear una sala de seguridad? ¡No es como en las películas, Sam!
—Nadie nos va a descubrir, no hay nadie que cuide la escuela de noche.
— ¿Y cómo evitaremos las cámaras para llegar allí?
—No hace falta evitarlas. ¿Por qué revisarían los videos? Sólo lo harían si rompemos una ventana o algo así. Las cámaras están para asustar y por si algo grave ocurre; no hay nadie que esté revisando constantemente los archivos sólo por si se les escapó algo. Mira, no estamos tan lejos, y a esta hora el conserje todavía debe estar limpiando. Esto es lo que vamos a hacer: le diré que perdí mi teléfono, que por favor me deje buscar en el salón de clases para ver si quedó allí. Insistiremos hasta que nos acompañe. Una vez allí, si tú le hablas para distraerlo, puedo sencillamente quitarle la traba a una de las ventanas. Lloro un poco, me quejo de no haberlo encontrado, le agradezco la preocupación y nos vamos. Esperamos a que él termine, y nos escabullimos por la ventana abierta. ¡Es un plan perfecto! ¡Absolutamente nada puede salir mal!
Abrió los brazos como si acabara de finalizar una gran presentación, esperando mi aplauso. La miré en silencio durante largos segundos.
—Engañar al conserje para dejar abierta una ventana y entrar a la escuela ilegalmente de noche, revisar las cámaras de seguridad, y buscar a alguien con superpoderes —repetí, tratando de transmitirle mi incredulidad—-. Es el plan más estúpido que escuché en mi vida.
—Estúpido como un zorro —dijo, golpeándose la sien con un dedo.
—No hay posibilidad alguna de que funcione.
—Sí lo hará. Dattebayo.
—Sam, escúchame —le dije, colocando una mano en su hombro—. Quiero llegar al fondo de esto. En verdad quiero hacerlo. Pero este plan es una locura. Tiene que haber otra forma de investigar. No vas a poder convencerme de hacerlo, ¿entiendes?
—No puedo creer que me convencieras de hacer esto —dije, cubriéndome el rostro con las manos.
Estábamos escondidas detrás de unos arbustos en las afueras de la escuela. Las dos le habíamos enviado unos mensajes a nuestros papás diciéndoles que pasaríamos la tarde en la casa de la otra. Ni Chunk ni el padre de Sam se molestarían en preguntar al otro si era cierto, así que podíamos permitirnos estar allí, ya de noche, sin que nadie nos buscara.
El estúpido plan de Sam había funcionado a la perfección. El conserje no estaba muy feliz de dejarnos entrar, pero cuando le dijimos que nos podía acompañar al salón para asegurarse que no hiciéramos nada, finalmente aceptó. Sam actuando desesperada y muy angustiada ayudó mucho. A veces me olvidaba lo buena actriz que mi amiga era.
— ¡Está saliendo! —Susurró ella, asomando la cabeza por encima del arbusto.
La imité, y en efecto, el conserje estaba subiéndose a su auto. Era ya de noche, y las únicas luces eran las farolas diseminadas por las aceras y el estacionamiento. Desde nuestro lugar, más oscuro, era fácil seguirlo con la mirada mientras arrancaba el auto y conducía lejos de la escuela. Esperamos un minuto para asegurarnos de que nadie se acercara, y luego corrimos hacia la parte trasera del edificio.
—Esto es una locura. Nos vamos a meter en muchos problemas —le dije mientras nos acercábamos a nuestro salón.
—Vamos, ¿qué es lo peor que puede pasar?
— ¿Que nos arresten? ¿No te parece malo?
—Sí, bueno, pero somos menores. No nos van a meter a prisión. Llamarán a nuestros papás, nos castigarán, lloraremos un poco diciendo que queríamos ayudar a nuestros amigos y todo quedará perdonado.
— ¿Y si nos expulsan de la escuela?
—No van a hacer eso… creo.
Puse los ojos en blanco, pero decidí que ya era demasiado tarde como para volver atrás. Llegamos hasta el salón de clases que habíamos dejado con la ventana abierta, y tratando de no hacer ningún ruido, logramos entrar.
—La fase uno está completa —anunció Sam, tomando su teléfono de la mochila para usarlo como linterna.
— ¿Cuál es la fase dos?
—No lo sé; no creí que llegaríamos tan lejos.
— ¡Sam!
—Tranquila. Sólo tenemos que escabullirnos hasta la entrada donde el portero tiene las computadoras con las cámaras de seguridad.
— ¿Y cómo crees que vamos a acceder a los videos una vez que lo hagas?
—Te apuesto lo que quieras a que hay una carpeta en el escritorio con los videos guardados.
Chasqueé la lengua.
—No hay ninguna posibilidad de que sea tan fácil.
— ¿Qué apuestas? —Dijo con una sonrisa desafiante.
Puse los ojos en blanco, caminando hasta detenerme junto a la puerta del salón.
—Primero pasemos el primer obstáculo —dije, antes de girar el picaporte y mostrarle que estaba cerrado con llave—. Todas las puertas deben estar cerradas con llave. ¿Cómo piensas abrirlas?
Sam hizo un show acercándose hasta mí y sacando una navaja suiza de su bolsillo. Siempre la llevaba encima, usualmente para limar sus uñas, abrir una botella, o retar a sus enemigos a una pelea de navajas. Alcé una ceja con incredulidad, lo cual hizo que me sonriera aún más desafiantemente. Colocó la punta de una de sus herramientas dentro de la cerradura y comenzó a moverla. Al cabo de unos quince segundos, escuché un click.
—No puede ser.
—Regla número uno: nunca subestimes a Sam Sharp —dijo ella, abriendo la puerta e invitándome a salir.
Tomé mi teléfono, encendí la linterna, y me interné sin decir más en los oscuros pasillos, con Sam colocándose a mi lado.
— ¿No es emocionante? —Me preguntó en voz baja, como si temiera que alguien nos escuchara— Es como una pequeña aventura. Tú y yo.
—Es un poco emocionante —admití en el mismo tono.
Y luego, mientras continuamos caminando en silencio, nuestros hombros apenas rozándose por la cercanía, noté que había un sentimiento de nostalgia en mi corazón. Consideré si valía o no la pena comenzar esta conversación. No quería arriesgarme a que se abrieran viejas heridas. Y sin embargo, sabía que Sam era fuerte y que ella no tendría problema. Así que decidí arriesgarme, diciéndome a mí misma que debía ser fuerte y mantener mis sentimientos bajo control.
— ¿Sabes? Últimamente no hemos tenido mucho tiempo a solas —mencioné como quien no quiere la cosa. Sam volteó a mirarme— Siempre estamos con Mazzy y Sully. Hace… mucho que no salíamos a solas.
Ella sonrió, aunque detrás de su provocadora y confiada mirada se ocultaba un mínimo rubor en sus mejillas.
—No sabía que infiltrarnos en la escuela contaba como una cita.
No pude ocultar el rubor que se apoderó de mí. Sonreí ante su broma y fingí no prestar atención a cómo los dedos de nuestras manos se rozaron mientras caminábamos en dirección a la sala del conserje.
—Yo solía llevarte a pasear al parque, o a comer hamburguesas a un Deli —continuó—. Si hubiera sabido que te gustaban este tipo de aventuras hubiera dejado que eligieras las citas más seguido.
— ¡Oye! —Le dije, dándole un suave empujón— Esto fue tu idea, no la mía.
—Tú querías llegar al fondo de esto.
—Pero no quería meternos en problemas —dije, negando con la cabeza mientras sonreía—. Además, yo fui la que compró las entradas para Dairyland, ¿recuerdas? Definitivamente yo fui la más divertida y aventurera de las dos.
—No en la cama.
—Eso dices ahora, pero siempre quedabas fuera de combate por diez minutos.
—No te sientas tan orgullosa. Incluso un reloj roto acierta dos veces al día.
—A veces era más de dos veces al día.
Ella puso los ojos en blanco y resopló, haciendo que su mechón cian se moviera por el aire. No pude evitar reír un poco, y en seguida ella se unió a mí.
Todo había salido bien, después de todo. A veces se sentía raro hablar con mi mejor amiga de nuestra época donde fuimos novias. Tenía miedo que Sam creyera que todavía tenía esa clase de sentimientos románticos hacia ella, lo cual podía ser un gran paso hacia atrás en nuestro acuerdo de que sólo seríamos mejores amigas. Por suerte, Sam podía bromear sobre esas cosas sin hacer que se volviera vergonzoso. Su risa me alegraba el corazón, y su lindo rostro al sonreír me llenaba de cálidos sentimientos.
Tras muchos años de amistad, cuando cumplí catorce decidí finalmente confesarle que lo que sentía por ella era algo más fuerte. Había tenido la suerte y dicha de que ella correspondiera mis sentimientos, y pronto habíamos iniciado una hermosa relación. Habíamos sido muy felices, disfrutando cada momento, cada beso, cada caricia, cada abrazo durante el año que estuvimos juntas.
Eventualmente, pude sentir esa llama de pasión volviéndose cada vez más tenue. Me llevó mucho tiempo comprender mis sentimientos. El amor que sentía por Sam nunca se fue, pero ya no era un amor romántico, apasionado. Era sencillamente el amor de una amiga a otra, a alguien a quien quería a mi lado por el resto de mi vida pero no necesariamente como mi pareja. Me llevó mucho tiempo comprenderlo, pero por suerte un día Sam me dijo que teníamos que hablar, y expresó prácticamente las mismas sensaciones que yo sentía. Habíamos decidido acabar nuestro noviazgo en buenos términos, y desde entonces volvimos a ser mejores amigas.
Habían pasado ya casi seis meses desde entonces, y pese a que a veces me sentía un poco avergonzada hablando de nuestro noviazgo con Sam, era agradable saber que las dos habíamos podido superarlo y seguir adelante sin ningún problema. Nunca había tenido a nadie que me conociera como ella, que me hiciera tan bien como ella. Me alegraba haberla conocida y tenerla a mi lado.
En seguida llegamos a la sala del conserje donde, desde la ventana, podíamos ver las pantallas con el feed de las cámaras de seguridad. Sam volvió a tomar su navaja suiza e hizo lo que sea que hacía para abrir la puerta de la sala de seguridad.
— ¿No crees que se dará cuenta que la puerta está abierta cuando venga mañana? —Pregunté, preocupada.
—Eh, creerá que se olvidó de cerrarla.
—Estamos dejando muchas cosas al aire. No me gusta.
—Confía en mí, ¿de acuerdo? Todo saldrá bien —me aseguró en susurros, acercándose a las computadoras. Comenzó a mover el ratón, y en seguida dejó salir una pequeña risa— Te lo dije: en el escritorio.
Puse los ojos en blanco. La educación pública tenía que mejorar seriamente la seguridad en sus escuelas. Sam comenzó a buscar en la lista de videos.
—Ok, creo que encontré el de hoy. Va a llevarme un tiempo revisarlo, así que mientras tanto, tú revisa el del partido.
Me senté en la computadora de al lado e, imitando lo que la había visto hacer, comencé a buscar la cámara de seguridad que daba a las gradas, y una vez que localicé la carpeta, busqué el día del partido.
Fue bastante fácil de encontrar, y en seguida abrí el video. Aumenté la velocidad y dejé que corriera, manteniendo mi vista en el equipo y en alguien que se hubiera acercado a ellos. En algunos momentos desaceleré, creyendo haber visto algo, pero no encontré nada sospechoso.
El video de Sam era más corto que el mío, así que la escuché bufar cuando a mí aún me faltaba mucho por ver.
—No hay absolutamente nadie más en las cercanías, por lo que veo. Aunque es… extraño.
— ¿Qué cosa? —Pregunté, pausando mi video y acercándome a ver su pantalla.
—Mira esto.
Retrocedió la grabación unos segundos, mostrándome a Mazzy y las porristas discutiendo muy enérgicamente. Seguramente las había visto saliendo juntas, y no pudo evitar acercarse a confrontarlas. No había audio, pero se las veía muy, muy enfadadas.
Y de repente…
— ¿Qué fue eso? —Pregunté, inclinándome más cerca de la pantalla.
—Raro, ¿no?
Volvió a repetir la escena. En un momento, Mazzy y Chelsea estaban gritándose cara a cara. Y luego, por algún motivo, todas comenzaron a toser, agitando las manos delante de sus rostros. La discusión acabó de repente, y en seguida algunas cayeron al suelo, tomándose la cabeza en evidente dolor.
—No entiendo. ¿Qué pasó? —Preguntó Sam— No hay nadie cerca, al menos no en lo que vemos de las cámaras. Y… No lo sé, parece como si se hubieran enfermado.
—Mira cómo mueven las manos mientras tosen —señalé—. Es como si hubieran olido algo.
— ¿Un perfume? ¿Mal aliento?
— ¿Segundos antes de que comenzaran los síntomas? —Dije con incredulidad— No. No, debe haber sido algo que las hizo actuar de esa forma. Algo que las puso en ese estado.
—Si fue algo que olieron, entonces no es un poder de un villano.
—No… supongo que no. Pero, ¿qué fue? ¿De dónde salió? No veo a nadie en las grabaciones.
Golpeé la punta de mis dedos sobre el escritorio, creando sin darme cuenta un beat de batería.
—Algo así no sale del aire. Claramente es obra de alguien. Y mira a las porristas; ninguna lo esperaba. Todas fueron víctimas. No… no sé qué ocurrió, pero claramente hay algo que no estamos viendo.
Sam suspiró, rebobinando la grabación una última vez, esperando quizás encontrar un detalle que hubiéramos pasado por alto, pero no había nada. Esta vez lo dejó continuar, y llegamos a la parte donde yo me uní al grupo. Me vi a mí misma arrodillada junto a Mazzy, tratando de hacerla entrar en razón. Y luego, cómo me ponía de pie y mis labios se movían mientras cantaba para calmarlas.
Lo bueno es que sólo había un gesto de mis manos que me delatara. Nadie sabía lo que estaba haciendo; podría decir que les estaba pidiendo por favor que se detuvieran. Quizás, si la policía llegaba a pedir este video, podría encontrar una buena excusa para que mi secreto no saliera a la luz.
Pero lo más probable era que me atraparían. El mundo sabría de mis poderes. Ni siquiera había pensado en que habría cámaras de seguridad allí mismo. Había sido un gran descuido de mi parte, y esto podría ahora costarme la vida. A mí, y a mi familia.
Estaba comenzando a sentir los latidos de mi corazón aumentando su fuerza y frecuencia, pero Sam colocó una mano sobre la mía, acariciándola con cariño.
—Hiciste lo correcto —me aseguró.
—Prometí que nunca los usaría en público —dije con un hilo de voz—. Lo prometí. Juré que nunca lo haría de nuevo. ¿Qué clase de persona soy si rompo mis promesas?
—El mundo no es blanco o negro —trató de ofrecerme—. Una de mis tías tuvo un accidente de tránsito hace mucho tiempo, y juró que nunca volvería a conducir. Pero hace un año mi primo tuvo un accidente. Mi tío no estaba, así que mi tía tuvo que llevarlo al hospital de urgencias. ¿Crees que valía la pena mantener su promesa a como dé lugar?
—Yo… Tengo miedo de que tras haberlo hecho una vez no pueda detenerme —admití.
— ¿Y por qué crees eso? Creí que odiabas tus poderes. O los poderes en general.
—Sí, los odiaba. Eh, digo, los odio. Todavía los odio. Pero…
—Pero los odias porque crees que usarlos sólo lastima a las personas. O al menos eso creías, hasta que hoy los usaste y no sólo no heriste a nadie, sino que salvaste a un montón de chicas. Luna, los poderes no son ni una maldición ni una bendición; son lo que tú haces de ellos. No cargas con el legado de ningún héroe ni ningún villano. Eres Luna Morrison, y está en tus manos escribir tu propia historia.
Sonaba muy bonito, pero mi corazón no se sentía preparado para aceptar esas ideas. No estaba preparada para enfrentarme al hecho de que usar mis poderes para ayudar a otras personas… se había sentido bien.
— ¿Encontraste algo en la grabación del equipo? —Me preguntó, cambiando de tema.
Las dos volvimos hacia la otra computadora, donde continué reproduciendo las grabaciones. El equipo de fútbol parecía estar bien durante el juego. Luego se acercaron al banco, se hidrataron, comenzaron a escuchar al entrenador, y de repente todos se volvieron locos.
—No veo ningún movimiento extraño —dije, retrocediendo la grabación una vez más.
— ¡Oh, mira! Ahí estamos —señaló Sam con una sonrisa, apuntando a una parte de las gradas. Nosotras y Mazzy estábamos juntas, pero en el video yo me ponía de pie y comenzaba a bajar las escaleras— Oh, es cuando fuiste a hablar con Carol.
—Ugh. Sí.
—Nunca me dijiste cómo te fue…
—Hubo cosas más importantes.
—La vida amorosa de mi mejor amiga es importante para mí.
—Pues yo no tengo por qué…
—Wow, ¿qué te pasó? —Rió, interrumpiéndome.
Volteé hacia el video. Me veía a mí misma mirando a mi alrededor, buscando algo con la mirada. O a alguien.
—Ah, sí, alguien me chocó —recordé.
Sam frunció el ceño.
—No. No había nadie más.
— ¿Uh?
Retrocedimos el video unos segundos. Ahí estaba yo, bajando por las escaleras, casi en la misma fila de Carol. Pude ver en mi cara el momento de duda, aquel momento en el que me arrepentí y quise voltear para regresar a mi asiento.
Y entonces, mi cuerpo perdió el equilibrio por un instante. Casi tropiezo hacia adelante, pero mantuve el equilibrio, y comencé a buscar con la mirada a quien me hubiera golpeado. Pero, como Sam había señalado, no había nadie en el video.
— ¿Qué demonios?
— ¿Estás segura de que sentiste algo? —Me preguntó, sonando preocupada.
—Sí, lo recuerdo. Sentí que alguien había chocado contra mí cuando me detuve de repente. Pero… ¿cómo puede ser?
Las dos nos mantuvimos en silencio durante algunos segundos, dejando que el video continuara. Me seguí con la mirada, viendo cómo comenzaba a hablar con Carol. Cómo me sentaba. Las sonrisas en nuestros rostros. Todo había ido muy bien, hasta que lo había arruinado con mi gran bocota.
— ¡Mira eso!
Sam me sacó de mis pensamientos. Pausó el video y volvió a retrocederlo, señalando enérgicamente al bidón de agua del equipo de fútbol.
— ¿Qué hay con…? Oooh… Oh, no.
En la grabación, se veía claramente cómo la tapa del bidón se abrió por sí misma durante varios segundos antes de cerrarse. No había nadie cerca en aquel momento. Nadie lo notó, todos prestando atención al partido.
— ¿Qué crees que fue?
— ¿Un fantasma?
— ¡Sam! Lo digo en serio.
—...yo también.
Volvimos a ver la grabación. No era nuestra imaginación. Incluso si no se veía con mucho detalle, la tapa del agua de la que el equipo bebió estaba claramente abriéndose y cerrándose por sí misma. Sólo que Sam y yo éramos lo suficientemente grandes como para saber que los objetos inanimados no se mueven por sí mismos de esa forma.
—Debe ser alguna clase de poder telequinético —murmuré, lo suficientemente fuerte como para que Sam me oyera.
Intercambiamos una mirada, y las dos pensamos en lo mismo.
— ¿Eclipse?
— ¿Entonces sí es una estudiante de nuestra escuela?
— ¿Pero por qué…? No, pero sus poderes no afectan las emociones de las personas —consideré, frotando mi mentón—. Debe ser alguien más.
—Quizás no sean sus poderes —dijo Sam—. Si estuvo cerca del agua, quizás puso algo ahí. Y con Mazzy y las porristas, parecía como si hubiera habido algún tipo de gas. Quizás sea una especie de droga o algo así, ¿no?
—Puede ser…
—Aunque ahora que lo pienso, no creo que sea Eclipse —dijo, entrecerrando los ojos y retrocediendo el video hasta la parte donde yo me había tropezado en la escalera.
— ¿Y qué crees que sea? —Pregunté, no entendiendo a dónde iba.
Volvió a reproducir el momento en el que casi me caigo, volteando para disculparme pero sin encontrarme con nadie.
Abrió la boca para explicar su suposición, pero algo captó nuestra atención por el rabillo de nuestros ojos. Volteamos hacia una de las tantas pantallas, una que mostraba el oscuro interior del auditorio.
Donde alguien se encontraba recorriendo el escenario con la linterna de su teléfono celular y una caja de herramientas.
