-Capítulo 4-

-¿Este es el torreón que viste, Kirishima?

El joven escudero asintió acercándose a su compañera tras bajarse todos de su lomo y volver a transformarse en humano. Desde arriba parecía un lugar acogedor donde poder pasar la noche y tratar las heridas al príncipe. Pero mirándolo más detenidamente tras la imponente entrada de piedra ya no lo era tanto…

-¿Quién podría vivir en un lugar tan solitario? – preguntó Kirishima al mismo tiempo que un relámpago iluminaba el lugar. El torreón se encontraba en mitad de una zona totalmente despejada. No había bosques ni un riachuelo cerca.

-El Conde Drácula… - susurró aterrada Uraraka.

-El Monstruo de Frankenstein.- dijo Midoriya tembloroso.

-¡Guardad silencio los dos! ¡Vais a confundir a las lectoras! – gritó Iida.

-Entremos, empezará a llover pronto.- propuso Yaoyorozu ignorándoles.

Por supuesto, Bakugou fue el primero en cruzar la entrada y liderar al grupo. No tenía miedo por encontrarse frente a frente con el dueño del torreón. Con uno solo de sus potentes derechazos lo dejaría KO en un visto y no visto. Pero lo que Bakugou ignoraba, al igual que el resto de personajes, es que aquel que vivía en el torreón no era un mortal más…

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Nada más entrar la oscuridad les dio la bienvenida y tras cerrarse la puerta principal a sus espaldas un leve chirrido les avisó de que las puertas que quedaban a su derecha se abrían invitándoles a entrar. Y sin pensárselo dos veces, caminaron en silencio y cautelosos esperando un ataque sorpresa pero no hubo nada de eso para alivio de todos menos para Bakugou que estaba enfadado por no haber llegado a tiempo y luchar en la batalla. No para salvar al príncipe, eso a él le daba lo mismo, sino para poner en práctica todo lo que había aprendido durante los cuatro años de entrenamiento con el Emperador Best Jeanist. Y su malhumor se había incrementado al encontrarse con aquel crío al que aborrecía cuando eran pequeños. ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué no se había quedado en la aldea protegido por su madre? ¿Por qué su mirada ya no reflejaba tanto temor cuando éste le observaba?

Se hizo crujir la mandíbula apretando los dientes con intensidad.

Las puertas se abrieron de par en par dando paso a un enorme salón iluminado por varias velas colgadas de lámparas de araña y una chimenea de ladrillo. Justo delante del chisporroteo del fuego había un gran trono hecho de cristal. Un trono que en ese mismo momento estaba siendo utilizado por alguien que estaba rodeado de varios de sus siervos quienes estaban atados por largas cadenas que iban desde los collares en sus cuellos hasta caer a los pies de aquel que custodiaba el torreón.

Era ni más ni menos que el Conde Hawks.

Un misterioso hombre de grandes y preciosas alas rojas, de mirada sensual y sonrisa cautivadora que cualquier hombre y mujer que osaran intercambiar miradas con él se correría de placer en segundos.

-Sed bienvenidos a mi hogar.- su voz, seductora y atrayente, retumbaba por las cuatro paredes del salón - ¿A qué debo tal encantadora visita?

Decía al mismo tiempo que se ponía de pie y caminaba hacia ellos, sin embargo ninguno reparó en quién era pues algunas velas empezaron a apagarse a su paso cubriendo su rostro de sombras.

-Necesitamos su ayuda.- rogó Yayorozu.

-El príncipe Todoroki ha sido herido de gravedad.- continuó Kirishima.

-Por favor, tiene que ayudarle.- finalizó Midoriya.

-¿El príncipe Todoroki? – susurró Hawks deteniendo su paso.

-Sí, el hijo menor del Rey Endeavor y próximo heredero al trono.- le comunicó Yaoyorozu siendo incapaz de sostenerle la mirada a pesar de ser incapaz de ver su rostro pero la voz de su interior le pedía a gritos que no le mirase o caería en una extraña perdición.

El Conde dio un chasquido con los dedos e inmediatamente varios de sus siervos se acercaron para coger la camilla y llevarse al príncipe. El sonido de las cadenas arrastrar se perdieron escaleras arribas y las puertas del salón volvieron a cerrarse.

-No os preocupéis. Está en buenas manos.

Otro chasquido y todo el salón se iluminó por completo. Cuando los chicos fueron capaces de adaptarse a la potente luz enmudecieron al ver al Conde.

-No puede ser verdad…- susurró Kirishima e inmediatamente se puso de rodillas.

Todos le imitaron. Todos excepto uno.

-¡Bakugou! Tienes que arrodillarte. Él es el Conde Hawks. Fue uno de los cuatro grandes emperadores junto con All Might, Aizawa y Best Jeanist.- le informó Kirishima pero Bakugou no parecía querer ponerse de rodillas.

-¡Bakugou! – le imploró Yaoyorozu temiendo la ira del Conde. Durante su estancia en la UA para completar su entrenamiento como escudera los rumores que corrían sobre esa persona eran temibles, como por ejemplo que se aprovechaba de su estatus para seducir a hombres y mujeres que acababan desapareciendo para siempre. Nunca admitió esos rumores, pero tampoco los desmintió. Sin embargo, el dejar el cargo de Emperador no fue por eso, sino por otra razón que jamás dio. Ni siquiera al Rey Endeavor. Un día sin más anunció su retirada y no se le volvió a ver más.

Hasta ahora.

-Yo no me arrodillo ante nadie.- dijo en voz bien alta y fulminando con la mirada a Hawks – Ni siquiera ante aquel al que admiro y que un día lograré superar.

El Conde Hawks dio un paso hacia él y tanto Kirishima como Yaoyorozu cerraron los ojos asustados. Uraraka temblaba aferrada a su báculo mientras que Iida tampoco era capaz de soportar el aura tan intensa que emanaba de su silueta. Sin embargo, el único que pasaba su mirada del Conde a Bakugou era Midoriya cuya mente viajaba a la velocidad de la luz pensando en un plan de ataque si el Conde intentaba ponerle una mano encima a Bakugou.

-¿Sabes? Tienes una mirada llena de odio y rencor que va acorde con tu sonrisa prepotente pero que acabará llevándote por el mal camino porque si no prestas atención a tu alrededor, si no aceptas la ayuda de aquellos que te tienden la mano, si no empiezas a controlar tu rabia y a aceptar tu pasado, morirás en un parpadeo.

-Je… - Bakugou volvió a sonreír dando un paso hacia el Conde - ¿Y qué sabrá un cobarde como tú que le dio la espalda al reino por estúpidos rumores?

El Conde Hawks le agarró de la barbilla atrayéndolo hacia él donde sus labios estaban a escasos centímetros. Bakugou podía verse perfectamente reflejado en aquellos rasgados e imponentes ojos dorados para después apartarle la mano de un manotazo. Todos ahogaron un grito interno temiéndose lo peor pero volvieron a respirar aliviados cuando el Conde Hawks estalló en una carcajada.

-Tienes suerte de que no seas mi tipo porque no volverías a ver la luz del sol.

Le guiñó el ojo para después salir del salón sin decir ni una palabra más.

-¿Te encuentras mejor?

Preguntó Hawks a los pies de la cama mientras Todoroki se recostaba entre mulliditos almohadones.

-Sí…- respondió con la voz ronca – Me has salvado la vida.

-Han sido tus amigos quienes te han traído hasta mí.

-No son mis amigos. No les conozco de nada.

-Para no conocerte de nada se han preocupado por ti.

-Solo se preocupan por mí por ser hijo de ese maldito bastardo.

Hawks dejó escapar un suspiro. No era la primera vez que escuchaba como el hijo pequeño del Rey Endeavor le despreciaba.

-Entiendo que para ti la figura del Rey solo te haya causado dolor pero para mí fue una salvación, y lo sabes, Shoto.

Todoroki sintió un profundo pinchazo en el pecho. Nunca creyó posible que volvería a estremecerse con tan solo oír como pronunciaba su nombre.

-Descansa, mañana podréis iros.

Pero antes de Hawks se alejase de la cama Todoroki le detuvo a tiempo agarrándole de la muñeca para instantes después soltarle mientras desviaba la mirada hacia la oscuridad de la ventana.

-Si tienes algo que decirme no calles. Es tu última oportunidad pues no volveremos a vernos, Todoroki.

El que le llamase por su apellido y no por su nombre le enfurecía y le producía una profunda tristeza. Sentía como si le desgarraran el alma a bocados.

-Solo quería agradecerte el haberme salvado.- dijo inclinando la cabeza mientras se llevaba la mano a la altura del pecho y acariciaba las vendas. Recordaba el haber sido atacados por sorpresa y perder la conciencia tras recibir un profundo tajo en el pecho. ¿Cómo había sido capaz de sobrevivir?

Cuando levantó la vista se encontró con la eléctrica mirada de Hawks. Se había sentado a su lado sin percatarse de ello. Siempre tan silencioso. Siempre tan misterioso. Siempre tan inalcanzable para él.

-Era mi deber. No podía dejar que el hijo de mi salvador muriese.- Todoroki murmuró molesto – Sea por el motivo que sea por el que te haya salvado, estás vivo ¿no?

El Conde Hawks intentó captar de nuevo la mirada de Todoroki pero el chico era incapaz de levantar la cabeza. Le latía el corazón a mil por hora mientras sentía un sudor frío por cada parte de su cuerpo. Las gotas de sudor que le resbalaban por el cuello fueron limpiadas por los dedos de Hawks con tanta delicadeza que estremecía aún más al joven príncipe y provocaba que la temperatura de su cuerpo se elevase.

-¿No te preguntas cómo lo hice? ¿Tienes miedo de conocer mis métodos? ¿De que los rumores por los que desaparecí sean ciertos?

-No creo en rumores estúpidos, ni tampoco tengo miedo.- la frialdad de la mirada de Todoroki provocó una media sonrisa en Hawks quien se lamía las gotas de sudor de los dedos con lentitud para después sentir un quejido por parte de Todoroki al haber sufrido un pequeño corte en su mejilla provocada por una de las plumas rojas del Conde que sobrevolaba por la habitación hasta posarse en su mano mientras le sonreía con picardía.

-Todo lo que un día escuchaste en castillo sobre mí es cierto. Todo.- decía mientras acariciaba la cálida mejilla de Todoroki y lo atraía hacia su rostro, a escasos centímetros de sus labios donde el aliento de Hawks se mezclaba con la respiración acelerada de Todoroki – Sí, con tan solo una gota de tu sangre puedo obligarte a hacer todo lo que yo te pida, como por ejemplo que te quedes muy, muy quieto – susurró y Todoroki sintió el cuerpo engarrotado, paralizado y el ritmo de su corazón se aceleró a paso agigantados al igual que el calor de su cuerpo. Sudaba, jadeaba y era incapaz de separarse de aquellos ojos que le devoraban, de aquellos labios que deseaba que se posaran de una maldita vez sobre los suyos y volver a sentir sus lenguas entrelazadas – También sabrás que mi poder no funciona con la realeza y que por tanto eres capaz de moverte pero no deseas separarte de mí. ¿Por qué será?

Estaban a punto de besarse cuando Hawks se separó dejándole con la miel en los labios y el volcán de su cuerpo a punto de entrar en erupción.

-Creí haberlo dejado claro la última vez que nos vimos, Shoto.

De nuevo ese dolor en el pecho sumado al dolor que sentía de no poder perderse entre sus labios, de no poder perderse en el calor de su lengua, de no poder sentirle dentro de él, de no sentir sus manos llevándole al clímax y morder la almohada callando su nombre, callando que no parase, callando que le hiciera suyo todas las veces que éste quisiera.

-Solo te seguía el juego.- respondió Todoroki para volver la mirada hacia la ventana. Tomó aire y dejó que los recuerdos de aquellos felices y dolorosos días calmasen su agitado cuerpo y su piel olvidase cada una de sus deliciosas caricias.

-Me alegro, porque no quisiera tener que volver a ser cruel con aquel al que siempre debí de ver como mi hermano pequeño.

Le acarició la cabeza para después salir de la habitación enfadado consigo mismo por haber estado a punto de caer en la tentación y sucumbir al deseo que le gritaba en su interior desde que Todoroki había despertado. Un deseo que creyó muerto pero que su piel, sus manos, sus labios y su imponente erupción recordaban a la perfección todos y cada uno de los encuentros nocturnos que había tenido con el principito.

-¿Qué deseas, Midoriya?

-Esto…yo…No pretendía interrumpir…yo solo… - el joven balbuceaba. No estaba nervioso por haber escuchado la conversación de ambos sino por la gélida mirada de Hawks. Ese hombre le producía escalofríos – Quería saber cómo se encontraba Todoroki.

-Se recuperará.- la gélida mirada desapareció para dar paso a una sincera sonrisa – Pero dejémosle unos minutos a solas. Necesita tranquilizarse.

Y sin más, le acompañó de nuevo al gran salón donde los demás invitados esperaban.