| De engaños oportunos y sapos albinos|
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Pansy sabía cómo lucía Potter cuando una buldger lo golpeaba en la cabeza, era la misma cara que tenía justo en ese momento. Boca abierta, vista desenfocada, sin color en su bronceada piel y el rostro inclinado a un costado.
—¿Cómo dices? —murmuró sin despegar los ojos del pálido sapo que movía sus extremidades como si nadara en el aire.
—Que este es Draco —bufó—, ¡Despabila! —chasqueó poniendo los ojos en blanco.
—No-no entiendo —tartamudeó.
—¡Draco se convirtió en un sapo! ¿Qué parte no queda clara, cerebro de hipogrifo? —ladró sin contenerse, se estiró para darle un golpe a un costado de la cabeza.
—¡Eso ya lo oí! —gruñó alejándose y por fin dándole una mirada—, lo que no entiendo es, ¿Por qué demonios es un sapo? —señaló subiendo el tono— ¿Y cómo sabes que es precisamente este sapo? Hay muchos sapos albinos, ¿Sabes?
—En serio, ¿Cómo pasas de año? —resopló cruzándose de brazos—. Solo hay sapos albinos en el sur del continente africano, aquí hay solo sapos marrones británicos porque el resto de las especies mueren congeladas o devoradas por nuestras especies endémicas —explicó dándole una mirada confianzuda a su transfigurado compañero. Era un sapo relativamente agradable: grandes ojos dorados, pequeño, pálido y sin demasiadas verrugas—. Creí que prestarías atención a Cuidado de Criaturas Mágicas, aunque sea porque es tu "amigo" quien da las clases —enfatizó sin disimular la burla.
—No uses ese tono para hablar de Hagrid —advirtió frunciendo el ceño—. Además, ¿Qué tu no odias a todos los animales que no están muertos y forman parte de tu armario? —apuntó sínico con una sonrisa nada agradable.
—Que buen insulto, seguro llevas semanas pensándolo, que honor que hayas podido usarlo conmigo —respondió con falsa emoción y llevándose la mano al pecho teatralmente.
El anfibio croó interrumpiendo la disputa. El par dirigió la vista al ahora quieto sapo, que casi parecía recriminarles perder el tiempo en peleas. Pansy se aclaró la garganta.
— Concentrémonos en lo importante—concilió ella colocando distraídamente un mechón de cabello detrás de la oreja— ¿Cómo revertiremos la poción?
—Aún no estoy seguro de que sea él —dijo Harry dándole un vistazo evaluativo al anfibio—, no tiene sentido.
—Es porque no has estado este año a su lado —gruñó ella. El moreno se tensó, Pansy alzó una ceja ante esta acción—. Lo han hechizado un sin número de veces y han logrado colarle pociones en sus dulces que le han hecho cosas peores —contó sin dejar entrever su amargura en su pétrea mascara de calma—. Escuché el otro día a un par de imbéciles hablar sobre una poción que transfiguraba a las personas en animales. De haber sabido que era destinada a Draco los hubiera mandado a la enfermería tan cuerdos como Lockhart —lamentó bajando la vista. Aunque esto no era verdad, no distaba de la terrible situación que estaba pasando el rubio, soportando sin quejarse el resentimiento que el Lord había dejado detrás de sí.
Como si las acciones de ese monstro y sus súbditos hubieran sido su culpa. Era doloroso de ver. Él ya estaba pagando su penitencia, no necesitaba cargar culpas ajenas.
Harry atrapó a la rana en sus brazos con la cabeza baja. No sabía que reacción Pansy estaba esperando, pero ver al Elegido encogerse con una mueca de dolor y remordimiento fue inmensamente satisfactorio. Duraron un instante de silencio, con el viento silbando de fondo y el rumor del lago mezclándose con el trinar de los pájaros. Luego el momento se quebró cuando Pansy esbozó una mueca de asco al ver como Potter sostenía casi cariñosamente el sapo contra su pecho.
— No me veas así —reprendió al captar su mirada —, es Draco, al fin y al cabo.
— No, Draco tiene la piel suave y tersa —obvio la morocha—. La suya es babosa.
— Creí que eras su amiga —masculló alejando sutilmente al sapo de su vista, como si quisiera protegerlo de sus venenosos comentarios.
— Lo soy, él sabe lo que pienso de los bichos como los sapos, no se ofenderá —razonó encogiéndose de hombros.
Pansy ignoró la mirada indignada de la Hurraca Potter con asombrosa maestría.
— Como sea, ¿Quiénes eran los imbéciles? —continuó él abriendo la marcha en dirección del castillo. Ahora que Draco estaba a salvo no había razón para deambular por el exterior con semejante clima.
—Solo sé que eran de Ravenclaw —respondió negando con pesar—. Todos me parecen iguales.
—Debes recordar, aunque sea un detalle de esos bastardos —presionó mirándola con incredulidad— ¿Cómo revertiremos la poción si no sabes cuál es?
—¿Revertiremos? —burló alzando una ceja—. Así que pasaremos de decirle a algún profesor, ¿eh?
Potter se removió incómodo y se encogió de hombros tímidamente.
—Estoy seguro de que Draco preferiría ser discreto —murmuró sin verla.
Pansy se abstuvo de hacer un mordaz comentario que involucraba los gustos de Draco y la razón de porque los conocía. Había un límite de molestar a Potter que solo el rubio empujaba, ella prefería mantenerlo avergonzado y gruñón. Lidiar con su temperamento era cosa de Draco.
—Tienes razón en eso —aceptó. El orgullo de Draco siempre había trabajado de forma extraña, esta vez no sería la excepción—. Creo que lo mejor será investigar en la biblioteca. Los profesores serán el último recurso —añadió para darle la gravedad apropiada.
Potter asintió ferviente, acunando al sapo, que estaba de lo más cómodo entre los brazos del Elegido. Pansy se abstuvo de burlarse, se lo guardaría para más tarde, eso seguro. Volvieron al castillo en un silencio reflexivo, directo a la biblioteca sin importar que la slytherin estaba punto de perder otra clase y que seguramente el tiempo libre de los leones también había terminado hace un rato
—Sé que la investigación no es tu fuerte —comentó dándole una mirada evaluadora. No creía normal verlo tan cómodo con un sapo en brazos, como si fuera un gatito ronroneante y no un animalejo de pantano.
—Soy lo suficientemente capaz de buscar en la maldita biblioteca lo que necesito —refunfuñó devolviéndole una mirada mortal.
—Por supuesto —concordó dándole una suave palmada de consuelo, arrancándole un gruñido de protesta—, aunque creo que lo mejor es que tu cuides de Draco mientras el resto estamos en eso —se encogió de hombros—. Se te da bien eso, lidiar con Draco y domar animales salvajes, que para efectos prácticos es casi lo mismo.
El aludido croó. Potter le dio un vistazo con algo parecido al asombro.
—¿Nos entiende?
—Tal vez —murmuró inclinándose al bicho—. Croa una vez si quieres que nuestro chico dorado se encargue de ti, dos si entrego tu custodia a Blaise-me-ponen-los-pelirrojos-pobretones —ofreció de buen grado. Si realmente era su amigo la respuesta estaba muy clara.
—Cállate, Parkinson.
El sapo croó.
—Maravilloso —aplaudió sonriendo. Potter lucía a punto de chillar, si era de horror o asombro no estaba segura—. Como mejor amiga de Draco Lucius Malfoy te hago entrega de su custodia temporal, para evitar que termine disecado en un frasco o comido por una lechuza, así mismo te encargarás de alimentarlo con moscas cuando así lo precise —dijo solemne, con el rostro levantado y una mirada penetrante—. De faltar a tu palabra se tomará en compensación las joyas de la familia Potter, ¿Entiendes?
Cuando el moreno palideció un par de tonos mientras asentía se dio por satisfecha.
—Buscaré al resto para iniciar con la búsqueda —acordó deteniéndose en el pasillo, faltaba poco para llegar a su destino—. Si para mediodía no tenemos nada iremos con los profesores, sin más remedio.
—¿Tan pronto? —contradijo el moreno frunciendo el ceño—. Apenas ha pasado una hora del desayuno.
—Si es una poción preparada por un par de amateurs lo mejor será no esperar mucho, podría tener consecuencias irreversibles —razonó con gesto sombrío. No era así, más la premura era buena, no quería que ese teatro durara demasiado o podrían empezar a salir fallos.
Potter lucía furioso y preocupado a partes iguales. Estaba claro que la idea de que alumnos fueran capaces de hacerlo aquello al rubio le enervaba y el hecho de que podría tener alguna consecuencia futura le ponía aun peor. Lo que Pansy no tenía muy claro era la razón, había un límite en su sentimentalismo heroico, para ella estaba claro que si hubiera sido cualquier otro slytherin no actuaría de la misma forma. Había algo detrás de toda esa incomodidad y silencio que llevaban semanas sobre ambos. Solo esperaba que aquello favoreciera a Draco al final del día.
—Que hijos de puta —masculló con tal enojo que casi se encogía ante la perspectiva que la descubriera. Potter podía ser aterrador cuando se lo proponía.
—Lo sé, pero lo arreglaremos —consoló sinceramente, incluso si no se referían a lo mismo.
Él asintió distraído. Pansy suspiró, removiéndose ligeramente impaciente en su lugar.
—Den una vuelta o algo mientras tanto, te mantendremos informado —aseguró poniendo una pequeña sonrisa despreocupada.
—Está bien, yo lo protegeré —juró endureciendo el rostro. Con semejante guardaespaldas Pansy estaba segura de que Draco sería el sapo mejor custodiado de todo Reino Unido.
Los vio alejarse con destino desconocido, con Potter acurrucando a un trasmutado Draco. Era una imagen única y un tanto perturbadora, aunque tierna a su manera. Cuando desapareció de su vista y la ligera preocupación de enfrentar el mal genio del Elegido se esfumó Pansy esbozó una sonrisa taimada. Dándole un vistazo a sus alrededores para asegurase que estaba sola se dirigió a un aula vacía con el plan avanzando en su mente. Cada vez más cerca de arreglar su pequeño desliz y ayudar a su mejor amigo en su fracaso amoroso.
—¡Winny! —llamó en voz alta nada más echarle cerrojo a la puerta.
Un pop interrumpió la calma del aula, su elfina personal apareció en un parpadeo. Era pequeña, arrugada y con ojos saltones como todos los elfos, su piel tenía una suave coloración rosada, contrastando con el desgastado uniforme de servicio que llevaba. Todos los elfos de la mansión Parkinson llevaba el mismo conjunto.
—Ama Pansy, ¿En qué puede servirle Winny? —reverenció la criatura inclinándose hasta que sus largas orejas tocaron el suelo.
—Necesito un pequeño favor —comenzó paseando por el aula, alejándose de la entrada.
—Lo que sea que la ama Pansy quiera, Winny lo hará —chilló enderezándose.
—Esta vez necesito varias cosas—indicó apoyándose en uno de los pupitres olvidados de la estancia.
—Winny hará todas las tareas que su ama le pida —juró acercándose a pequeños pasos.
—Bien—de su bolsillo sacó un pergamino un tanto maltrecho y escrito con prisas, pues ella lo había transcrito de la receta original mientras buscaban a los leones por la mañana. En ella estaba la versión modificada de las instrucciones, incluyendo la mentira del beso de verdadero amor y esas cursilerías—. Necesito que diseñes y anexes esta hoja al libro Pociones Pantanosas III: De verrugas y otros bichos, que está en la biblioteca de la mansión —le entregó el pergamino a la ansiosa criatura—. Tiene que ser lo más realista posible, además debes traérmela a las once y media a mi dormitorio.
Con manos cuidadosa la elfina recibió la hoja, acunándola como su de un bebé se tratase. La devoción en sus ojos le incómodo ligeramente, para su desgracia toda esa charla de derechos élficos que escuchaba de Hermione empezaba a dar resultado en ella.
—Sí, ama. Winny hará lo mejor que pueda lo que la ama ordenó.
—Perfecto Winny, ahora ve —despachó incorporándose del pupitre.
La elfina se inclinó de nuevo para una reverencia.
—¡Ah! Y, por cierto —dijo antes de que esta chasquera los dedos y se apareciera—, gracias —murmuró antes de aclararse la garganta. Todo ella mostraba indiferencia.
La elfina chilló de emoción y se deshizo en agradecimientos. Cuando las lágrimas se hicieron presentes le ordenó que se fuera, no necesitaba un elfo a punto de sufrir un colapso. Lo que el amor era capaz de hacer. Salió del aula luego de sacudirse el polvo de su uniforme.
Con el plan cronometrado y Potter y Draco pasando algo de tiempo juntos, incluso si no era de una forma ideal, Pansy sintió que su objetivo estaba cada vez más cerca. Ahora solo debía aprovechar un poco la situación para su propio bienestar, tiempo de calidad con cierta castaña era una recompensa justa con tan titánico esfuerzo que estaba realizando.
Mientras se dirigía a la biblioteca se encontró a su moreno amigo y sus dos llamativos acompañantes. Casi sonrió cuando notó la mirada que le enviaba el pelirrojo a su compañero, una interesante mezcla entre curiosidad y desagrado, que, si Blaise era inteligente, podría fácilmente mutar a algo mucho más placentero.
—Hola —saludó con una sonrisa, acercándose a ellos, que justo doblaban por un pasillo.
Los tres le correspondieron el saludo con diferentes niveles de entusiasmo.
—¿Y Harry? —preguntó la comadreja dándole una mirada sospechosa. Se mordió la lengua para no soltar una respuesta mordaz.
Les contó cómo, después de salir del baño, Potter los guio al Lago Negro donde encontraron a su amigo convertido en un sapo, producto de la poción que seguramente le había colado en el desayuno y que muy probablemente le causó el malestar de la mañana. También les habló de su plan de evitar a los profesores hasta que fuese inevitable, Hermione lucía en total desacuerdo, pero aceptó sin más que una mirada reprobatoria. Mencionó que investigarían en la biblioteca una posible solución en lo que se cumplía el plazo.
—Si desean volver a sus clases lo entenderíamos —ofreció la morocha. Cruzó los dedos tras su espalda—, ya han hecho bastante y no nos gustaría quitarles más tiempo.
La castaña pasó su peso de un pie al otro ante la propuesta, intercambiando una mirada con el pelirrojo, que lucía contrariado. Él claramente no encontraba ningún inconveniente en saltarse un día de clases, sin embargo, la presencia del moreno era suficiente para ponerlo en duda. Luego de una discusión de miradas entre ambos, ella se giró decidida.
—No, los ayudaremos —sentención asintiendo—. Estamos a la mitad, no podríamos dejarlos ahora.
Le dio un rápido vistazo a Blaise, que tenía una sonrisa pequeña y maliciosa en el rostro, una que de no conocer parecería encantadora.
—Se los agradecemos mucho —juró tomando las manos de la castaña con apenas fuerza, dejándola liberarse con facilidad si así lo deseaba—. Ustedes tienen ganado el título de héroes.
—Por supuesto que no —rio sonrojándose la chica, pero sin alejarse—, solo ayudamos si tenemos la oportunidad, cualquiera lo haría.
—Creme, no cualquiera —apuntó Blaise colocando una mano sobre el hombro de Weasley, que claramente sufrió un escalofrío—. Les debemos una grande —apuntó con una mirada cálida que el pelirrojo rehuyó con las mejillas ardiendo.
—Los invitamos a tomar unas cervezas el próximo fin de semana —propuso alegremente la slytherin. Blaise la secundó con un elegante asentimiento.
—No es necesario —dijo la castaña dándole con un tono que decía todo lo contrario. Algo burbujeante se asentó en el estómago de Pansy.
—Insistimos — incitó Blaise alejándose de Weasley.
—De verdad, no —tartamudeó el pelirrojo dándole una mirada indecisa.
—De verdad, sí —siseó mortalmente hacia el jugador de quidditch, callando sus protestas. Tragó pesadamente al ver aquel gesto.
—Bueno… —soltó titubeante.
—¡Hecho entonces!
Pansy, que era bastante buena leyendo expresiones, supo que debajo del nerviosismo de la castaña y la reticencia del pelirrojo había algo más que cortesía gryffindor. Blaise y ella, a diferencia de Draco, elegían sus conquistas muy concienzudamente, después de todo, ¿Por qué perder el tiempo con alguien que ni siquiera mostraba un poco de interés? Ella los había observado, ambos lo habían hecho. Miradas furtivas, acercamientos casuales, curiosidad disfrazada de compañerismo; ellas estudiando diligentemente en la biblioteca con sonrisas robadas detrás de los libros, ellos en absurdas competencias de quidditch donde terminaban en los mismos vestidores. Coincidencias que no lo eran. Había una gran diferencia entre acosar a alguien que no deseaba atenciones románticas y alguien que era tímido. Seducir a un par de leones curiosos entraba en la última categoría.
Solo faltaba un pequeño empujón. Ayudarle a Draco en su patética vida amorosa podía ser la meta, pero pasaban muchas cosas interesantes en el camino.
Con un humor chispeante Pansy los dirigió a la biblioteca mientras intercambiaba una rápida mirada con el moreno. Con un poco de coordinación podrían tener una encantadora cita doble esa mañana. Triple si contaba a la hurraca miope y su anfibio amigo.
—Con tanto material lo mejor sería dividir el trabajo —sugirió Blaise un poco antes de pasar por las inmensas puertas dobles.
—Sí, muy bien —aceptó el pelirrojo—. Hermione y yo iremos por un lado y ustedes por el otro —añadió rápidamente, dándole un nervioso vistazo al otro chico.
—Sería un poco de…talento desperdiciado, ¿No crees? —canturreó suavemente la morocha posicionándose a lado de la otra chica—. No quisiéramos retrasos porque te quedas dormido mientras Hermione hace toda la investigación.
—¡Yo no me quedo dormido en la biblioteca! —una desdeñosa mirada marrón le hizo bajar la voz y encogerse—, ya no tanto al menos.
—Estoy segura de que eso, pero para no arriesgarnos —se encogió de hombros y tomó gentilmente el brazo de su amigo—, ¿por qué no mejor vas con Blaise? —lo empujó hacia el más pálido con suavidad—. Él parece mantenerte despierto —agregó con inocencia.
—Por mi está bien —aseguró Blaise con una sonrisa de medio lado—, estoy acostumbrado a leer mientras alguien ronca a mi lado —contó con cierta diversión—. Llevo años fingiendo que le doy tutorías a Goyle, aunque en realidad se queda dormido después de los primeros veinte minutos.
—¿Si se quedaba dormido porque seguías ayudándolo? —intervino Hermione alzando la ceja.
—Es difícil decirle que no cuando esta a punto de sufrir una crisis nerviosa ante los exámenes —rio encogiéndose de hombros. La ración de dulces extra que recibía a cambio no tenía que ser de conocimiento público.
—Eso casi suena como una buena acción, viendo de un slytherin —musitó el pelirrojo con cierto asombro.
—Y eso casi suena como un cumplido —dijo Blaise—, viendo de un gryffindor —completó dándole una sonrisa coqueta.
Pansy lo escuchó pasar pesadamente saliva.
—Creo que se están entendiendo muy bien —canturreó sin disimular la picardía en su voz.
—No creo, solo…
—Entonces andando, por aquí mademoiselle —interrumpió ignorando sus balbuceos. Con elegante gesto le indicó a Hermione que pasara primero, ganándose una risita que le supo a victoria.
—Gracias —murmuró ella adentrándose en el recinto.
—Después de ti, bel leone —ofreció Blaise extendiendo el brazo con un gesto principesco, viéndole detrás de sus largas pestañas luego de inclinarse un poco.
—Yo, sí, eso, tú también —balbuceó corriendo tras su amiga.
Le sonrieron el uno al otro antes de separarse. Sería una tarde maravillosa.
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Muchas gracias por sus comentarios y sus votos, son un amor. Lamento no haberles agradecido el capítulo pasado, pero iba un poco corta de tiempo y ya quería publicar el capítulo.
Espero que disfruten esta nueva parte :)
Los quiero y que tenga un hermoso día 3
