Anexo I
Minato-sensei estaba despierto al alba. Kakashi estaba familiarizado con el comportamiento de su sensei, con la rutina que seguía, sus patrones de conducta. Ni verlo despierto temprano —era siempre meticuloso en las misiones, obsequioso y diligente— ni tampoco verlo sumido en algún escrito, ya sea un libro o algún pergamino, lo sorprendía.
Con la luz de la mañana dando de lleno en su expresión de serena concentración, cualquier persona pensaría que su sensei no estaba preocupado por los acontecimientos que habían sacudido sus vidas en los días previos. Kakashi sabía mejor. Namikaze Minato estaba siempre en control de sus emociones cuando era importante, en los momentos necesarios, pero todo él era vibrante y cálido, y tan lleno de vida, que era incontenible. Incluso en los días grises y en las misiones tediosas, siempre había visto al jōnin con una sonrisa plantada en la cara como el rayo de sol que se abre paso entre las nubes. Incluso cuando Kakashi estaba de mal humor y le daba respuestas cortantes, Minato sonreía con fácil aquiescencia y no empujaba de vuelta.
A veces le daba la impresión que nada podía sacudir ese gesto en su cara, la sonrisa perenne —excepto que Kakashi sí había visto las sombras en sus ojos cuando alguno de sus compañeros salía herido. Había visto la tristeza que se deslizaba en su expresión cuando rodaba el nombre de uno de sus compañeros perdidos en acción. Y, también, la fría determinación que a veces tronaba en sus ojos antes de una batalla. Había visto una miríada de distintas emociones escurrirse en su rostro intempestivamente, en momentos desafortunados, pero ninguna de ellas era más que un atisbo a lo profundo.
Eran los momentos que Kakashi más odiaba, a pesar de no debería. A él, en realidad, no le gustaba la idea de que Minato-sensei dejase de sonreír.
Minato había aceptado tomarlo como aprendiz cuando ningún instructor jōnin quiso la responsabilidad.
Kakashi se había graduado de la Academia mucho más temprano que la mayoría de los genin debido a su potencial avasallante —palabras que había escuchado de la boca de sus maestros—, pero ciertamente muchas cosas que se enseñaban en la escuela shinobi, él las había aprendido antes gracias a su padre y había llegado a la Academia con mucha ventaja. Hatake Sakumo había sido un gran ninja durante años, aclamado y alabado por muchos. Y había sido un padre solo que crió a su único hijo mientras cumplía sus misiones. Kakashi había sido criado como un ninja de élite prácticamente desde la cuna.
—Buenos días, Kakashi —lo saludó Minato, alejando la mirada de sus notas. Las máscaras que habían usado el día anterior descansaban a sus pies, junto con los bolsos que habían traído desde su Konoha—. No traje nada para el desayuno pero te prometo-
—Estoy bien, Sensei —contestó, súbito. Si él no había desayunado, Kakashi tampoco tendría el privilegio. Se acercó un poco más para examinar el pergamino que estaba en el regazo de su maestro—. ¿Qué estás leyendo?
Minato-sensei frunció los labios por un momento, posiblemente porque era peor que una madre gallina cuando quería, pero respondió de todas formas. —Son notas viejas que dejé. Algunas suelo llevarlas conmigo, pero tenía varios rollos en la casa. Estoy viendo de qué tratan.
Kakashi supuso que habían estado escondidos. Él no lo había visto la noche anterior.
—¿Hay algo de utilidad?
—No realmente —contestó, un tanto apenado. Se masajeó la nuca con una mano y Kakashi se alivió que no estuviese actuando igual de desorientado que la primera que abrió los ojos—. Hay técnicas de Fūinjutsu, más que nada. La mayoría son de mis prácticas con Kushina. Y hay también sobre el último jutsu en el que estuve trabajando.
La voz de Minato era más suave cuando hablaba de Uzumaki Kushina. Kakashi la había conocido en uno de sus primeros entrenamientos con Minato-sensei. Y había sido una sorpresa porque era, básicamente, lo opuesto a su maestro.
Ella era exuberante, escandalosa y chillona, siempre en movimiento nervioso. También se enojaba muy fácilmente y gritaba mucho, sin importar el tema que tratase.
A Kakashi le costó un tiempo acostumbrarse a la mujer, a su forma de ser, pero había aprendido a respetarla —era una asombrosa y poderosa kunoichi— y a apreciarla también. Una vez que te elegía como parte de su grupo especial de gente, ella nunca dejaba que lo olvidases. Era cariñosa, del tipo de persona que nunca olvidaba un cumpleaños y la que te enviaba siempre bocadillos para asegurarse de que no pasases hambre. La que prometía tejerte algún abrigo para el invierno si te veía pasar frío y la que te hacía reír hasta el cansancio contagiándote con su propia risa infecciosa.
Y alegraba a Minato-sensei como ninguna otra persona en el mundo.
Si solamente uno de nosotros hubiera desaparecido en esa luz, ¿habrías dejado de buscar?
Era una pregunta que la presencia de Kakashi, por estar en el pasado con él, respondía por sí sola. Cuando la luz cegadora había cubierto a su maestro, él no había pensado en la misión. Había pensado que la primera persona que creía en él —el niño que era demasiado joven, el hijo del hombre que cayó desde un pedestal que parecía muy sólido, el hijo de la deshonra y la vergüenza— desaparecería.
—¿Un jutsu? —preguntó. Le picaba la curiosidad.
El jōnin parpadeó lentamente como si la pregunta hubiese tardado un momento en ser registrada. Solía hacer ese mismo gesto cuando lo interrumpían en medio de un discurso. —Eh, sí. El Rasengan... Es...
—¿Es el que practicas al final de los entrenamientos?
Minato-sensei inclinó la cabeza hacia adelante, un tanto avergonzado. —Me llevó tres años completarlo pero, considerando que empecé desde cero y solo le dedicaba mi tiempo libre, creo que es un tiempo aceptable. Aunque después que se lo dije a Jiraiya-sensei, él apostó que podía aprenderlo en menos de un mes… a pesar de la dificultad que supone.
—Y lo hizo. —No había un ápice de duda en la mente de Kakashi. Era uno de los Sannin, después de todo. Y el mentor de Minato.
—No esperaba otra cosa de Jiraiya-sensei —le confirmó con una sonrisa. Kakashi se felicitó por tener razón—. Lo hizo perfectamente... Aunque no está terminado.
Eso captó el interés de Kakashi. —¿No está terminado? Dijiste-
—Está completo, en un punto. Pero quiero agregarle algún tipo de naturaleza para hacerlo más potente. Básicamente, por el momento, es solo chakra en movimiento que empieza a sustentarse por... —Se interrumpió—. Lo siento. Estoy divagando.
Kakashi siguió las líneas de tinta contra el papel amarillento. Se preguntó si eran indicaciones.
—¿Puedo ayudar?
—¿Ayudar...? ¿Con el Rasengan? —Minato-sensei hizo una pausa que a Kakashi lo obligó a contener la respiración. La sonrisa que apareció en el rostro del mayor fue tan clara como un amanecer, la misma sonrisa que le había dado la noche anterior al desearle feliz cumpleaños. El cómo podía ser así de transparente, a veces, escapaba a su comprensión—. ¿Quieres ayudarme, de verdad? ¡Eso es excelente! Me vendría bien una opinión externa objetiva. Jiraiya-sensei será insoportable ahora que logró hacerlo... Apenas regresemos a casa, nosotros dos vamos-
El entusiasmo de su sensei se suavizó a medida que las palabras fueron cayendo en su sitio de la misma forma en la que encajaron las piezas de un rompecabezas. Parecía que, por un instante, había olvidado que estaban tratando de averiguar cómo regresar a su Konoha.
Kakashi sacudió la cabeza. Su maestro era una perfecta contradicción.
—Iremos a ver al Hokage.
Él tenía que señalar la prioridades, al parecer.
—Hai. —El tono de Minato se tornó serio—. Ahora que sabemos que Sandaime sigue a cargo, me siento mejor con la idea. Él puede ayudar para que nos orientemos con la época. Y puede que tenga una idea más acertada de cuánto tiempo pasó desde que nosotros tuvimos la misión al país del Viento.
Kakashi debatió consigo mismo por un largo momento antes de hablar. —Sensei… ¿Crees que pueda... repetirse? Lo que pasó, quiero decir. ¿Crees que podamos volver a nuestro tiempo?
Minato lo miró, impotente.
—No lo sé —replicó con honestidad. Era una de las mejores cosas de Minato. Él era más auténtico que muchas de los adultos que Kakashi había conocido toda su vida—. Tenemos que considerar muchos factores. No sabemos quién activó mi sello ni cómo lo hizo. Si el sello fue manipulado desde aquí, estamos hablando de un maestro en Fūinjutsu o al menos con alguien que tiene un nivel avanzado sobre el tema. Pero no sabemos cuál era la intención. ¿Fuimos un accidente? ¿Quería traeremos aquí? ¿Quería moverse por el tiempo?
—Si yo fuera un maestro del Fūinjutsu que quiere manipular un sello me desharía de cualquier otro maestro del Fūinjutsu que pudiera contraatacar. Especialmente si estoy manipulando su sello.
Minato-sensei hizo un gesto de acuerdo, ausente.
—Eso es lo que pienso —corroboró—. Mis sellos manipulan el tiempo-espacio, pero su acción es instantánea. Supongo que en teoría nos podría llevar al momento en el que nos fuimos... Tendría que modificar el sello y probar. De todas formas aún tenemos que asegurarnos de encontrar el tiempo correcto para hacer eso y ver qué podemos hacer con la persona que lo activó. Si no fue accidental, desde luego.
—¿Accidental?
—Estaba sellando el Ryūmyaku y puede que la energía haya influenciado en la activación —comentó, pensativo—. Pero es menos probable.
—Lo mejor que podemos hacer es regresar a la villa y hablar con el Hokage —resumió Kakashi.
Minato-sensei hizo una pausa. La forma en la que su boca se torció por un segundo la que le dijo que iba decirle algo desagradable. Para ser un shinobi tan renombrado y elogiado, Sensei sin duda tenía una cara muy limpia. «O tal vez», una voz en el fondo de la mente de Kakashi susurró, «es que él confia en la persona con la que habla».
Kakashi quería aplastar esa voz.
Era muy inconveniente.
—Me gustaría que no supieran de inmediato que tienen dos viajeros en lugar de uno.
—Si ayer...
—Especialmente si ayer alguien nos notó.
Kakashi pensó que rezongar podía parecer infantil. Eso no evitó que la pregunta «¿tengo que quedarme aquí?» sonase un poco más lastimera de lo que pretendía.
—Si vienes conmigo a la villa, tienes que darme tu palabra que no llamarás la atención. Harás exactamente lo mismo que ayer —Kakashi se preparó para protestar, pero su maestro no había terminado—. Y que no irás al memorial tampoco.
Minato-sensei lo conocía muy bien.
Deambular por la villa o quedarse encerrado entre cuatro paredes. Ambas opciones eran terribles.
Excepto que si estaba en la Aldea, estaría cerca de Minato-sensei en caso de que lo necesitase y...
Si solamente uno de nosotros hubiera desaparecido en esa luz, ¿habrías dejado de buscar?
—Quisiera ir contigo —admitió.
La expresión intensa de Minato se relajó por un momento, triunfal. Luego, más sobrio.
—Vamos a asumir que las personas que no vimos ayer están en misiones fuera de la Aldea. —La voz de Minato tomó un cariz firme, la voz de mando que solía utilizar para las misiones. Kakashi resistió el impulso de enderezar la espalda—. No podemos darnos el lujo de que nos distraiga. Aquí hubo una guerra, no hace mucho tiempo. No tenemos que averiguar lo que pasó con la gente que no está aquí, Kakashi, ¿lo entiendes?
A regañadientes, asintió. Él entendía eso. —Lo entiendo.
—¿Me das tu palabra que no irás al memorial? —La pregunta fue más blanda esta vez—. No quiero que vayas a buscar tu nombre.
El nombre de su padre no estaba en el memorial. No había muerto en acción, honorable. En cambio se había quebrado con la desconfianza y el resquemor y el fracaso que había cargado su espalda.
Sakumo le había enseñado todo lo que sabía, incluso el ideal de un ninja pero también le había enseñado cómo no serlo. Y lo había dejado solo.
Eso era lo que no podía perdonarle. Habría estado completamente solo si Minato-sensei no hubiese creído en él.
Kakashi no quería estar solo.
—Lo prometo.
No estaba seguro de querer descubrir si el nombre de su Sensei estaba tallado en la piedra.
—También buscaremos algo más para comer —añadió Minato, suavizando el gesto—. Creo que tenemos días largos por delante.
Kakashi se detuvo en medio de una calle vacía. Sensei había insistido, porque aparentemente dudaba de la capacidad de comprensión de Kakashi a pesar de todo, en que no se dejase ver por ningún aldeano. Y que no llamase la atención de los shinobis, desde luego. Ambas tareas eran relativamente fáciles en su tiempo porque él estaba acostumbrado al ritmo de la gente y a sus patrones. Sabía cómo ser sigiloso porque lo habían entrenado para que lo sea apenas dio sus primeros pasos y sabía exactamente lo que la gente veía cuando lo miraban. Esta Konoha, sin embargo, era diferente. El ambiente era menos denso y las actividades habían menguado. No estaba esa energía casi frenética que a Kakashi le dejaba la piel de gallina. Él era nadie, además. No era Hatake Kakashi. Al menos, con su máscara pintada y la huella temporal, podía ser cualquier persona. Alguien en quién en repararían dos veces.
Decidió, inmediatamente, que dar vueltas escondido por el pueblo sería más entretenido si tuviera alguna cosa qué hacer. Le había prometido a su Sensei que no iría a buscar su nombre en la piedra memorial pero, sin dudas, podía dar un recorrido por algunos lugares conocidos.
—¡Te lo buscaste, 'dattebayo!
Una risita maquiavélica hizo que Kakashi se pusiese alerta. Los resquicios del festival celebrado estaban todavía en las calles —quizá porque la celebración recién había comenzado— pero la cantidad de personas que pasaban eran pocas y a la luz del día era más difícil pasar desapercibido. Se escabulló hasta el final del callejón, que ofrecía protección de los alborotadores y le permitía ver igualmente lo que ocurría en las cercanías. Una mata de cabello dorado, con mucho naranja, pasó velozmente por delante del callejón.
No iba solo.
—¡Si vuelves a hacer una de tus bromas en mi tienda, te la vas a ver conmigo, mocoso! ¿¡Me oyes!?
La imagen de Uchiha Obito, el niño fracasado del clan más famoso de Konoha y el peor de su clase, atravesó sus pensamientos como una exhalación. Al parecer, siempre tenía que existir uno de esos niños problemáticos que sólo vivían para llamar la atención. Kakashi puso los ojos en blanco.
Una brisa suave le hizo cosquillas en la nuca. Y sintió el impulso inefable de levantar la mirada.
La Montaña Hokage, imponente en toda su gloria, silenciosa testigo de un sinfín de historias, lo saludó con pereza desde lo más altos de la villa. Los líderes que velaron por Konoha en vida eran inmortalizados para la posteridad, para las siguientes generaciones. Y sus caras de piedra, impotentes figuras talladas en lo alto de la aldea, solían ser sinónimos de protección. Honor. Y admiración.
Kakashi no había pensado en ello profundamente —el rol de Hokage nunca había estado en sus planes, salvo como una vaga noción de ecuánime significado. Él quería ser el mejor shinobi que pudiese existir, lo suficientemente bueno para borrar la sombra de su padre. Lo suficientemente bueno para dejar atrás toda la soledad y la ira y el odio.
Pero la imagen de la montaña, distinta a la que había contemplado por años, se le grabó en las retinas con el ardor del fuego y Kakashi sintió que su estómago daba un vuelco incómodo.
El rostro de Minato-sensei estaba en la montaña Hokage.
Kakashi no habría relacionado el cuarto rostro de roca con su maestro. Y aún así, no le cabía duda.
No podía no ser su maestro.
Si Minato-sensei había sido nombrado como el líder de la aldea, eso quería decir que ellos habían regresado a su tiempo. Al punto de partida.
Eran buenas noticias.
El rostro de Minato-sensei estaba en la montaña Hokage.
«Vamos a asumir que las personas que no vimos ayer están en misiones fuera de la Aldea».
«Otra guerra» pensó, violento. Sandaime-sama había mencionado una guerra. Había mencionado una guerra con la voz gruesa, llena de pesar, en una noche de festejo. Había mencionado la guerra como respeto a la gente que ya no estaba con ellos para disfrutar del tiempo festivo.
Pero el rostro de Minato-sensei estaba en el lugar de los líderes y había habido una guerra y… El Tercero estaba ocupando el lugar…
—¿No deberías estar en la Academia a esta hora, Naruto? —Kakashi se quedó inmóvil ante la voz femenina—. Ya sabes que te meterás en problemas con O-san y no vas a poder quedarte a comer hasta que- oh.
(A él no solían tomarlo desprevenido en los entrenamientos —él nunca podía bajar la guardia— y ninguno de sus compañeros jamás había logrado esconderse de él. No tenía sentido que alguien más pudiese hacerlo).
La máscara que le había dado Minato-sensei estaba firme sobre su cara. Se mantuvo, impasible, en su sitio.
El rostro de la mujer era familiar, pero Kakashi no podía ubicarlo muy bien. La mirada en sus ojos lo ponía nervioso.
—Supongo que no eres Naruto —dijo ella, un tanto avergonzada, tras estudiarlo por un largo momento. Kakashi sacudió la cabeza—. Lo siento. Me pareció escucharlo por aquí. Y creí-
La interrumpió. —Descuide.
Ella no se retiró. Los aldeanos estaban tan acostumbrados a la presencia de los shinobis que ellos rara vez tenían una reacción predecible.
A excepción de situaciones extremas, desde luego.
—¿No deberías estar en la Academia? —reiteró.
—No, señora —Kakashi replicó, de inmediato. Se sentía un poco indignado con ese reclamo pero, más que nada, quería marcharse sin atraer más miradas. Quería que esa mujer lo dejase solo. Necesitaba pensar—. Soy un… genin... Estoy en una misión.
Ella lo miró por otro prolongado, eterno momento, la duda clara en su rostro. Habría sido peor si Kakashi decía que era chūnin.
—¿Mirando la montaña Hokage frente a una tienda de ramen?
Kakashi miró hacia atrás. Efectivamente, estaba frente a la tienda de Ichiraku. Una punzada de algo indefinible aguijoneó en su estómago al pensar en Asuma, Gai y Shizune haciendo cola para comer ramen. Una memoria que estaba cerca y lejos a la vez, desdibujada. No había querido pensar mucho en ello. No quería pensar en ello.
—Esperando a mi maestro —corrigió Kakashi, sin perder un suspiro—. Él nunca llega a tiempo.
—¡Ayame!
—¡Ya voy, Tou-chan! —dijo ella. Se volvió hacia Kakashi con una sonrisa simpática—. Debo irme. Espero que tu maestro no llegue demasiado tarde. ¡Da lo mejor de ti!
Kakashi asintió con la cabeza por inercia y se giró, sin dedicarle otra mirada a la joven de cabello castaño o al hombre de la tienda de ramen.
Tenía un lugar a donde ir, una pregunta que responder.
