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Akane no pegó el ojo en casi toda la noche y es que al levantar las sábanas de su cama encontró un solitario pétalo rojo sobre su almohada. P-Chan también permanecía inquieto, si bien, no se había apartado de su lado miraba la luz de la luna a través de la ventana con gran añoranza.

Haciendo memoria, esto sucedió alguna vez, cuando despertó a solas y pensó que lo había perdido o que alguno de los Saotome se lo había comido. Quizás, sólo eran imaginaciones suyas, pero por si a caso, abrazó al cerdito contra su pecho y le suplicó que se cuidara si es que pensaba salir de la casa.

—¿Sabes, P-Chan? No soportaría que algo malo le sucediera a Ranma, pero a ti tampoco me gustaría perderte.

—cui, cui, cui.

—¡Tienes razón! No debería ser tan pesimista porque él jamás aceptaría unirse a esa clase de dinastía. El estilo libre que le inculcó su padre busca defender y proteger a las personas. Ni en mil años, Ranma se llenaría las manos de sangre.

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Akane se quedó dormida poco después de eso y Ryoga buscó a su amigo. Lo encontró en el tejado, mirando las estrellas y luna, la tensión era visible en sus hombros y lo pálido de su rostro, Ranma no lo quería decir en voz alta, pero eventualmente, confesó que su padre había encontrado una cereza roja entre sus futones.

—Según Shampoo, la cereza significa que me quiere a mi.

—Bueno, si prometes no gritar demasiado fuerte. Yo te puedo romper las bolas y así no habrá ningún problema. —Ryoga sonrió y le mostró el dedo índice de su mano diestra, por su amistad y más aún por Akane lo dejaría imposibilitado para tener hijos con el truco de la explosión Saotome lo llamó idiota porque no quería quedarse sin familia. Debía haber otra solución.

—¿Qué te parece retarla a duelo como otra de tus prometidas?

—¿¡Qué…!?

—Ya sabes, enfréntala como la chica del cabello rojo. Dile que quieres contender por tu mano.

—No lo sé, parece que con ellos, un enfrentamiento serio sólo terminaría en muerte.

—Ryoga se acomodó a su lado y sonrió de soslayo.

—¿Y por qué lo piensas tanto, si ambos sabemos que conoces los puntos exactos para detener el corazón humano?

—Ryoga…—Ranma lo sabía, pero ni su padre, Cologne o el maestro Happosai se habían atrevido a tanto, las artes marciales que dominaban y manipulaban no se usaban para asesinar sino para proteger a los demás.

—Aunque sea por algunos instantes, puedes detenerlo y después reanimarlo. Piensa que sería la vida de esa mujer contra la de toda la familia Tendo. —Hibiki se levantó y palmeó el hombro diestro de su amigo. Ranma se incorporó también y lo detuvo en seco.

—Es el combate más impresionante de mi vida ¿Y me das la espalda?

—No te la estoy dando. Confío en tu habilidad marcial y en tu capacidad para proteger a Akane. Yo…jamás he sido rival para ti y es por eso que voy a acompañar a Ukyo.

—¿Significa que me volverás a retar?

—Soy el único que te puede derrotar.

—¿Y qué sucederá con P-Chan?

—Dile que me viste huir por la noche con alguna cerdita. —Ryoga se despidió hondeando un brazo al viento. Aún tenía que recoger algunas cosas para que el viaje en las montañas fuera más llevadero.

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Akane permaneció en el interior de la casa mientras Kasumi y los demás despedían a Ukyo en la entrada principal, Nabiki la calificó de inmadura, le recordó que ya estaba en 2do de preparatoria y que más pronto que tarde tendría que tomar decisiones importantes, tales como desposarse o suceder el dojo a alguien que sí fuera capaz. ¡Ella no estaba haciendo ningún berrinche! No se despedía de Ukyo porque sentía que debía advertirle sobre el peligro real.

Cornelia ya había hecho que Kodachi y Shampoo se marcharan de la ciudad, pero Ukyo tan solo se iría a las montañas. ¿Qué sucedería, si una vez más la atacaba? ¿Lograría defenderse? ¿Si resultaba fatalmente herida, Ranma podría soportarlo?

—¡Te la encargo mucho! —comentó Ranma y por un instante, Akane pensó que se referiría a P-Chan, pues lo había buscado toda la mañana sin éxito alguno. Quien respondió afirmativamente fue Ryoga.

—Tan solo haremos juntos la primera parte —aseveró Ukyo. —Cuando alcancemos la cima, cada quién tomará su rumbo.

—Con eso me basta para estar más tranquilo. —comentó Soun.

—Les preparé algunos bocadillos para el almuerzo y empaqué carne seca, latas de atún y comida instantánea para su misiva. —continuó diciendo Kasumi.

—¡Muchas gracias por todo!

—Tengan cuidado con los jabalís y osos. —advirtió Nabiki

—¡Regresaremos pronto! Ambos partieron y no fue hasta que todos entraron a la casa que Akane suspiró y se retiró al dojo. No se lo habían dicho a sus familias, convinieron que no tenía caso poner histéricos a sus padres y preocupadas a sus hermanas. Lo que Cornelia quería era deshacerse de las prometidas para así, ser la única en su vida.

Como tercera en la línea de sucesión y única practicante de las artes marciales, Akane ya había decidido que iba a mantener en alto el dojo y el nombre de su familia. Viviendo en pleno siglo XXI no creía necesitar de un esposo para eso, pero cierto es que los prejuicios eran grandes y nadie querría aceptarla como su maestra o contender contra ella. Una mujer japonesa debía ser cálida y delicada. Una madre o una esposa abnegada, entregarse a su hogar y nada más.

¡NO!

¡POR SUPUESTO QUE NO!

¡¿QUÉ CLASE DE TONTERÍAS ESTABA PENSANDO?!

Las tonterías que no dejaban de estremecer su corazón cuando se comparaba con Kodachi, Shampoo y compañía. No negaría que le impresionó saber que hasta Ukyo era una romántica apasionada. No que ella no tuviera su armario a rebosar de vestidos llenos de encaje y sedas preciosas, pero Ukyo era la clase de mujer que Akane también quería ser. Aguerrida e independiente, autosuficiente en el sentido de que mantenía en alto el nombre de su familia sin un hombre a sus espaldas.

Si ahora entrenaba hasta hacer arder sus músculos, no era por la amenaza inminente, sino porque esto es lo que era ella. Una combatiente con sangre guerrera en sus venas.

No era una amorosa ama de casa como Kasumi, ni tampoco una estratega de mente ambiciosa como Nabiki, ella necesitaba luchar, gritar y sudar para concentrarse. Ranma requería un plan de combate ahora, uno que no incluyera sangre y vidas desperdiciadas. Si su relación tenía alguna esperanza, si ella en verdad podía hacer alguna diferencia en su vida, este era el momento de demostrarlo.

Siguió entrenando, rompiendo maderos y losetas, perfeccionando sus patadas, los saltos y las caídas. ¡No se dejaría vencer tan fácilmente! ¡Ella era especial, diferente! El mismo Ranma se lo había dicho en alguna ocasión. Lo que le gustaba de ella es que era auténtica. Lo golpeaba y le respondía cuando tenía que hacerlo, no intentaba arrancarse la identidad para impresionarlo con una personalidad que no era la suya y eso es, lo que más le atraía de ella.

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Pararon en el departamento de Ukyo para que la cocinera vistiera su uniforme de combate y enfundara sus armas. Ryoga siempre había querido sostener esa espátula gigante y confirmó que era mucho más pesada de lo que aparentaba, justo como el paraguas rojo que él levantaba.

Acordaron una ruta sencilla, si lo hacían a buen paso estarían a las faldas de la montaña para el momento en que el sol se ocultara. En una primera impresión, creyeron que habría una gran incomodidad y silencio entre los dos, pero no sucedió. Compartían más cosas de las que imaginaban y es que se habían entrenado y comenzado a viajar desde que podían recordar. Hibiki solía llevar una tienda de acampar a sus espaldas y cuando le faltaba el dinero se ocupaba de labores manuales en casas sencillas.

Ayudaba a cortar madera, fregar los pisos, pasear a los perros o asear los establos. Ukyo siempre se había acercado a las cocinas. Se ofrecía como camarera o asistente del chef y su fortuna era tan grande que casi siempre le daban alojamiento, salario y comida. Tuvo que trabajar y ahorrar demasiado para hacerse de un nuevo patrimonio, la herencia que le dejó su padre no duraría mucho y lo primero en su lista era encontrar a Ranma y hacerlo pagar.

El plan de Ryoga no era muy diferente, detestaba a Ranma porque siempre tomaba todo a manos llenas y no dejaba nada para los demás. Curioso resultaba que limaran asperezas y se preocuparan genuinamente por él.

—Dime la verdad, ¿Aún lo sigues amando? —preguntó Ryoga luego de que encontraran un buen lugar para acampar. Disfrutaron los emparedaros que les preparó Kasumi junto con el té de limón que venía en un termo. Ukyo se dejó caer de espaldas al pasto y admiró la puesta del sol antes de responder.

—No sabría decir desde cuando, pero me rendí.

—Así que tú también lo notaste.

—¿Que Akane y Ranma sólo tienen ojos para el uno para el otro? Sí, lo noté, pero era divertido hacerlos enloquecer.

—¿Crees que vayan a estar bien?

—Bueno, podría apostar mi espátula a que estás aquí porque Ranma, siempre saca lo mejor de sí mismo cuando se trata de proteger a la mujer que ama. Estar a su lado en esta situación, sólo serviría para distraerlo.

—¡Qué frustración! —gritó Hibiki poco antes de caer de espaldas junto a su amiga.

—No tuve oportunidad de luchar cara a cara con Cornelia, pero si entrenamos lo suficiente, seremos una amenaza para ella. ¿Tú quieres proteger a Akane, no es verdad? Seguirla amando aún si es en la distancia.

—Sí…la verdad es que Akane aún me gusta demasiado. —Ryoga sonrió de oreja a oreja y Ukyo reconoció que tenía una sonrisa bella, un semblante de lo más sincero y apuesto cuando pensaba en ella. Envidió a la menor de la familia Tendo, pero entendía la clase de sentimientos que Akane despertaba en los caballeros. Los invitaba a enamorarla, procurarla, contrario de ella que casi siempre los ponía a la defensiva.

Pasaron la noche en bolsas de dormir separadas, ella al interior de la tienda de Ryoga pues el obstinado chico se negó a ocuparla en presencia de ella. Kuonji dijo que entonces, se haría cargo de las comidas, pero Hibiki no era un completo inepto en la materia.

Sabía preparar la carne seca, marinar el pescado, hasta preparar un delicioso estofado de verduras y carne de serpiente porque el hambre y la necesidad, siempre habían sido las mejores maestras. Intercambiaron recetas a medida que alcanzaban la cima de la montaña, también comenzaron a entrenar poco a poco.

El estilo de Ukyo podría compararse al de Mousse en el sentido de que usaba accesorios como parte de su arsenal y defensa. Ryoga era más un combatiente cuerpo a cuerpo y por el daño que recibió, estaba dispuesto a apostar que el estilo de Cornelia era similar.

—Si usas tus puños para crear una gran onda expansiva, no le das oportunidad a tu oponente de reaccionar. —Hibiki demostró su punto golpeando una enorme roca de diversas formas.

Primero utilizó un puñetazo limpio que estremeció su centro, luego una sucesión de dos, donde el daño y la onda expansiva fue superior, la tierra bajo sus pies se abrió y diminutas piedras se dispersaron entre los dos, finalmente empleó el truco de la explosión y de la roca no quedó más que polvo y humo.

Ukyo cerró los ojos y trató de recordar el evento.

La ventana se rompió. Creyó que había sido por la forma en que la intrusa entró en su habitación, pero no era así. Ryoga tenía razón. Una onda expansiva fue la que derribó la ventana y le abrió el paso a su enemiga, los vidrios rotos lastimaron su carne, el viento desacomodó sus cabellos y el movimiento de las telas de la cortina más las vestimentas de aquella desconocida, la desconcertaron por completo. El sonido de la explosión también la paralizó, por eso es que ni siquiera se movió.

Estaba demasiado asustada de ser revelada en su identidad, de que alguien ajeno la viera envestida en su traje de mujer: la chica que sueña día y noche con un momento especial con la persona ideal. La que jamás debió salir de su pueblo, la que no debió perseguir lo que no podía tener.

Ryoga colocó una mano sobre su hombro para preguntar si se encontraba bien, Ukyo asintió y le compartió su impresión: la onda expansiva fue lo que la cegó. ¡Él tenía que enseñarle a contrarrestarla o bloquearla!

—¡Lo intentaré! Aunque…la única enseñanza que conozco es a base de golpes. —Ryoga bajó el rostro y jugueteó con sus dedos, parecía avergonzarse de ser tan bruto que solo entendía con puños. Ukyo le restó importancia porque era capaz de soportar algunos golpes y de manera personal, se consideraba muy inteligente. Si había algún secreto en particular, lo descubriría y aplicaría.

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N/A: Poco a poco todas las piezas se están colocando en su lugar. ¿Qué les ha parecido mi querida antagonista hasta ahora? Cornelia es de armas tomar, pero nuestros chicos también. Gracias x seguir la historia hasta aquí. Besos.