IV. Luna llena

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Sus pies se hundían por la nieve ante sus pasos rápidos y profundos por su propia corporeidad. Fruncía el ceño sin notarlo y miraba de vez en cuando atrás para ver si se acercaba, aunque el mismo podía sentir su presencia sin mirar.

¿Cómo podía ignorar su presencia?

Era imposible, lo había intentado durante años. Y todos sus esfuerzos se habían ido a la mierda en una sola noche.

Su familia y toda su existencia se habían mantenido alejados de cualquier tipo de contacto con cualquier otra persona. Siempre al margen y forjando una barrera dura entre ellos, algo que realmente no le causaba algún conflicto. Los habitantes de la aldea decían rumores y mitos sobre el desden de su padre y el mismo hacia ellos. Cosas sin importancia. Todos ellos eran iguales, no reconocia a ninguno ni le eran relevantes.

Pero cuando su padre fue encontrado en el bosque, aquellos rumores que solía ignorar lo alcanzaron. Uno aún resonaba en su cabeza. Pensaban que el había matado a su padre. Lo escuchó de una mujer rubia que era el medico de la aldea. La idea le desgarró profundamente por que era la realidad. En su primera transformación, cuando el espíritu del lobo lo dominó, perdió todo raciocinio. Al despertar solamente pudo ver el cuerpo de su padre y el mismo corrió tan fuerte como pudo, en un intento de huir de sus propias acciones. De la maldición que lo había atrapado.

Los rumores fueron cada vez más fuerte, alcanzando su débil y fragmentado espíritu. Sus transformaciones en aquellos días fueron incontrolables, la sangre humana manchó sus propias manos. Se sentía enfermo, asqueado y repulsivo.

Y justamente cuando se sentía a la deriva, odiando cada partícula de su ser, ella le sonrió. De una forma tan gentil, desinteresada. Un gesto bastante mundano pero que en ese momento donde toda su vida estaba rodeada de oscuridad, significó tanto. No la reconoció al instante y hasta pensó que era nueva en el pueblo. Con el tiempo entendió que fue una niña mas del montón que había alejado con gran éxito. Pero por alguna razón había decidido ser amable con el, a pesar de los desaires que había ofrecido a cada persona del pueblo. Al inicio pensó que fue para reconfortarlo en su perdida.

Pero volvió a sonreírle una y otra vez.

Al inicio un tanto confundido por ese cambio de dinámica, buscó repelerla como solía hacer. Ignorando, mirando de tal forma que esa mirada podría cortar la cosa más congelada. Muecas, o su propia indiferencia. Antes de poder darse cuenta esa amabilidad y pequeños saludos con la mano hicieron que adoptara una reacción neutra. Se acostumbró a esas pequeñas muestras de afecto. No estaba hablando con ella de todas formas, ella de alguna forma busca ser amable con alguien como él, que no lo merecía.

Los años pasaron de esta forma y ella misma buscó acercarse aún más a él. Lo encontraba en el supermercado intentando hablarle, se unía a sus tardes de pesca, siempre con esa sonrisa amable. Al inicio tales acercamientos lo abrumaron de tal forma que huía de ella, tomando una distancia pertinente.

Entonces ella comenzó a trabajar en la única cafetería del pueblo y los lugares donde solían encontrarse disminuyeron. Su propio empleo de leñador le quitó el tiempo para mantenerse lejos y poder restablecer esa distancia que debía tener con toda persona de la aldea. Sus transformaciones eran cada vez menos por las creencias de las personas lo cual agradeció.

Nadie entraba al bosque, o si no el Amarok te atrapaba.

Entonces un día como cualquier otro el comprendí que debía verla, aunque sea un momento y aunque fuese de lejos. Por que algo en su interior añoraba esas muestras de afecto lejanos. Engañado ante su mente de que necesitaba café por que no tenía ganas de prepararlo en casa, fue a esa cafetería. Escuchó su risa al primer momento que entró y la vio sonreir con total amplitud.

Se sorprendió de encontrarlo ahí, por supuesto, pero lo atendió con total cordialidad, rondando su mesa de vez en cuando para ver si se le ofrecía algo más. Neji la veía de reojo moverse por el establecimiento, sirviendo alcohol, desayunos o algún otro platillo. Sus ojos no podían mantenerse fuera de ella por mucho tiempo, pero solía hacerlo con sutileza. Aunque en varias ocasiones sus miradas se habían encontrado.

Ese día dejó de engañarse a si mismo y comprendió que la necesitaba.

Necesitaba tenerla de alguna forma cerca, pero su propio interior gritaba por mantenerla a la distancia. Un punto medio era observarla a la distancia y permitirse esos pequeños encuentros en diferentes sitios, por lo cual lo tomó. Sintiendo algo cálido extenderse, diferente a la sensación de cambio. Algo más fuerte, cálido y que arrullaba su interior.

Comenzó a ir varias veces a la semana a aquella cafetería de olor extraño con el único objetivo de verla, admirarla a la distancia. Aquel cabello que solía poner en diferentes peinados, su risa resonando por todo el lugar, sus ojos buscandolo en su llegada, cuestión que desataba un cosquilleo involuntario.

Se sorprendió a si mismo suspirando al verla servir torpemente el café que segundos después le trajo. Parecía que la ponía nerviosa y lo sabía. Su simple olor, tan dulce y flora, en combinación con las feromonas que emanaba al tenerlo cerca. Lo peor de la situación no fue esa, sino que su propio cuerpo reaccionaba a ella.

Todo su cuerpo le ordenaba que debía alejarse, poner una distancia considerable pero su mente se aferró con la justificación que realmente solo estaba disfrutando el panorama y esas pequeñas migajas de amor. Y más aún, por que todo en él, su cuerpo podría atestiguar, le pedía estas pequeñas cosas. En sus momentos más oscuros esas pequeñas sonrisas lo sacaban a flote. En cada una de sus transformaciones, cuando la tormenta se desataba y cuando sus dientes y garras desmembraban a la gente que rompía el orden natural de las cosas, su despertar era oscuro, cruel y repugnante. El sabor metálico en su boca, su cuerpo adolorido como si estuviera sido masacrado y las imágenes visuales rápidas. En esos momentos a lo único que se había aferrado era a verla.

Cada día después de la tormenta pasaba por la cafetería, su mente resonando los gritos estridentes, varias voces a la ver intentando ser oídas. La oscuridad nublando su mirada, su cuerpo pidiendo un descanso, a un paso de colapsar. Ingerir el vodka que quemaba su garganta acompañado de esa mirada cálida, sus palabras de preocupación y el calor emanando de ella, eso era lo que lo hacía regresar de esa oscuridad.

Se estaba ahogando y ella lo hacía emerger a la luz, una y otra vez.

Esta dinámica y este estilo de vida se había mantenido adecuadamente bien. La presencia de la fémina ante él le permitieron estar bien consigo mismo. Aceptar lo que era. Lo que debía resignarse a ser.

Un hombre lobo, un licántropo o como solían llamarlo en esta zona, el Amarok.

Un espíritu que salía para establecer el orden natural de las cosas. Manteniendo todo en un sano equilibrio. Era el peso que todo el clan Hyuga había cargado durante generaciones. Su padre había sido el amarok durante muchos años hasta que un día, años atrás, el espíritu del lobo lo invadió, transformándose drásticamente y perdiendo el control. No se suponía que eso fuese a pasar tan pronto. Sin embargo, eso dio el giro a toda su vida. Ahora los días donde el espíritu salia, la tormenta sucumbia el cielo anunciando su llegada.

Y justo en el día, luego de un mes de no aparecer, cuando el espíritu se adueño de su cuerpo, ella debía salir de la ciudad y no aparecer hasta el anochecer.

Cuando los espasmos empezaron en su cuerpo la taza que tenía en las manos se cayó al suelo y corrió fuera, hasta el bosque para evitar que alguien escuchara los ruguidos que salían involutanriamente de el. Minutos antes daba por hecho que ella había vuelto, antes del anochecer, como había dicho.

Aún cuando ese día le había dado un hacha para su protección, sabía que estaría bien.

Por eso mismo, resguardado en la cueva, cuando ella lo nombró, su mente nebulosa la visualizó. Un breve segundo, aunque el segundo siguiente su propio instinto, su lado feral estuvo a punto de destriparla, aún cuando no había terminado la transformación. Su aroma particular y el deje de feromonas es lo que lo hizo recuperar parte de su consciencia, pero dominado totalmente por sus instintos y su lado feral, se atrevió a hacer algo que de otra forma jamás hubiera hecho.

La besó con tanta fuerza y ferocidad que la había lastimado. Recordaba de forma confusa ese encuentro y al inicio intentó negarse pensando que había sido un mal sueño. Que ella no había estado ahí, que no lo había visto de esa forma, que casi no la mataba y que la había lastimado.

Pero al levantarse al día siguiente en medio del bosque pudo oler en todo su cuerpo los rasgos de la sangre, ese olor caracteristico a tormenta, a pelo y el deje de aquel toque floral. Su cuerpo se paralizó en ese momento y las imágenes llegaron con rapidez cortándole la respiración.

No, repetía una y otra vez en su cabeza.

No podía ser posible, pero desgraciadamente lo era. Su propio cuerpo se lo estaba gritando. Maldijo internamente con odio a si mismo, repudiando sus manos y su cuerpo, cada centimetro de si mismo. Enfrascandose en la oscuridad que lo dominaba luego de sus transformaciones se encerró en su casa, hasta que los pensamientos agonizantes fueron menguando. Había arrunado absolutamente todo y la había lastimado. A ella, quien no merecía nada más que lo mejor.

Y su odio ascendía más por que en todos estos años había deseado tenerla cerca y besarla de la forma más dulce posible, haciendo reflejo a como ella lo miraba. La había deseado de todas las formas posibles. Usaba toda la fuerza de volutad que tenía para alejar las manos de ella, por que no merecía a alguien como él. Había hecho tanto, aguantado tanto, para que todo se esfumara en una maldita noche.

Todo lo que había reprimido estalló en esa cueva, con los instintos en todo su esplendor y la tomó de la forma más brusca posible. Esos pensamientos se unían a los ya oscuros por sus transformaciones. Se encerró en casa y cuando decidió que era momento de salir, decidió jamás volver a buscarla. Jamás volver a pisar el restaurante y evitarla de todas las formas posibles. No podría verla a la cara después de eso.

Por eso, ese primer día, al regresar del bosque con su hacha en mano, su cuerpo se paralizó unos segundos al verla parada con tanta determinación en su camino. Sus ojos encontraron aquella herida en los labios que recordaba como placer culposo. Porque aunque ese acto le había parecido totalmente repulsivo, su libido se agitaba al recordarlo, al pensar que estuvo tan cerca y que había probado esa esencia que tanto le había hinoptizado durante años. Odiaba sentirse bien por ese momento y detestaba haberlo hecho cuando no estaba plenamente consciente.

Lo único que se le ocurrió en ese momento fue ignorarla de la mejor forma posible, aunque a ella no pareció gustarle. Le enojó, pudo sentirlo. Y empezaron esa ridícula persecución. Neji no podía enfrentarla, no podía verla a la cara, por lo cual huyó al bosque. Pero sabía que Tenten tenía una determinación inquebrantable.

Esperó a que anocheciera, aunque todo el día era de noche y regresó a su hogar, ella debería haberse ido. Y era cierto, no estaba ahí. Entró a su hogar y lo notó. Ese aroma que jamás confundiría en ningún otro sitio. Apretó los labios, confundido ante esa intromisión. ¿Por qué su casa olía a ella? Avanzó lentamente, siguiendo los pasos que ella había tomado. Tenía la ventana rota y se había paseado por cada habitación. Buscandolo al parecer o tal vez movida por la curiosidad.

Llegó a su habitación y casi podía verla moverse. Parecía que se había acostado en su cama, algo que sacudió su zona intima, se reprimió ante ese pensamiento fuera de lugar. Aunque su aroma le ayudaría a dormir. No se equivocada al decir que tenía una gran determinación para entrar a su casa a...

Sus ojos se abrieron al visualizar el pequeño escritorio en su habitación, y la ausencia del libro que días antes había leído. Leído para ver si alguna herida que le hubiera hecho podría afectarla de alguna forma. Se movió inquieto en su lugar intentando pensar que hacer. Había tomado la bitácora del amarok, aquella que él leía y se negaba a escribir sus propias vivencias. Debía recuperarla, pero tendría que hacer algo que se había prometido no hacer. Si se daba prisa posiblemente ella aún no haya leído absolutamente nada.

Atravesó el pueblo con determinación hasta la casa de la femenina, conociéndola perfectamente. Se sentía un poco nervioso al respecto ya que había sido orillado a hacer esto. Aunque estaba ansioso y un tanto preocupado al respecto. Tomaría el libro y se largaría lo antes posible. Tocó con insistencia en la puerta y esperó un poco. Si no respondían en el segundo intento haría lo mismo que ella misma tuvo la osadía de hacer. Su mano se levantó lista para volver a tocar cuando la puerta se abrió en todo su esplendor.

Tenten tenía una camiseta de mangas largas color rosada, de botones cafés. Unos pans bastante abrigadores. Se apoyó en el marco de la puerta y cruzó los brazos. Los labios femeninos se curvaron en una sonrisa inocente. Tenia esa ligera herida atractiva en la boca y se veían las marcas un poco amarillas en su cuello, su interior gritó desesperado. Trayendo las imágenes de la cueva. Debía controlarse.

―Ahora si quieres hablar. ―Estaba jugando con su paciencia.

―Damelo ― Soltó sin ningún titubeo o consideración.

Tenten frunció la boca y sus ojos transmitieron confusión absoluta.

― No se de que estas hablando.

No iba a soportar este tipo de comportamiento, sabía que ella estaba haciendo esto para salirse con la suya. Irrumpió en la casa apartándola de la puerta, el olor de la chica lo golpeó unos segundos. Apretó los labios mientras miraba la casa y caminaba por el sitio, buscando un olor familiar, aunque el olor corporal de la chica se lo complicaba. Tenten comenzó a refunfuñar y diciendole que no podía comportarse de esa forma, aunque no consideraba que ella había entrado a su casa, como una ladrona.

Su olfato dio con la bitácora, que estaba bajo la cama, se acercó con rapidez y metio la mano para extraerla del lugar. Entonces sintió el cuerpo femenino presionando por atrás y jalando su brazo, en un intento de detenerlo. Neji la empujó y sacó el libro, observando que algunas hojas estaban dobladas. Caminó directamente a la puerta cuando sintió las manos de la chica tomando su brazo y tirando con brusquedad.

Intentó soltarle pero ella parecía agarrada a su brazo. Decidió dirigirle una mirada gélida para poder librarse de ella, pero ella pareció inmune a eso.

―Quiero que hablemos, Neji. ― Ahí estaba, esa voz pronunciando su vulgar nombre.

Ella siguiendo pujando e insistiendo, con sus ojos resplandeciendo en una determinación inquebrantable. Tenerla de esa forma, sintiendo la presión encima suyo, sintiendo su aroma y el toque de sus manos en su brazo, Neji se descontroló.

Soltó la bitácora, en un rápido y limpio movimiento la tomó por las caderas con fuerza acercándola hasta él. Sus dedos, por el ajetreo, entraron por debajo de su ropa, tocando la piel caliente de su cadera. Un suspiro interior desató el caos en su estomago. Se acerco hasta ella y olfateo parte de su cuello. Tenten pareció retroceder por la conmoción, Neji le siguió el paso hasta que la tomó y la sentó en la comoda de la habitación femenida. En la orilla, presionándola contra él. Suspiró dejando que su aliento acariciara la piel descubierta de la chica. La sintió estremecerse bajo su toque. Siguió el camino de su cuello hasta su hombro, sintiendo el aroma nublar sus sentidos. Sentía sus propias manos sentirse fuera de control y un ligero estremecimiento le dejó en claro que estaba a nada de perder el control. Estaba entregándose a sus instintos. Subió nuevamente por su cuello y olío su rostro, tocando la piel con la punta de su nariz. Ella parecía seguir sus movimientos.

Las feromonas filtrándose a su nariz y sintiendo su propia mente más nebulosa. Bajó por el lado contrario de su cuello y pasó la punta de la lengua en esa piel morena. Tenten apretó los labios y casi parecía sentir como se derretía ante sus manos.

―¿Esto es lo que quieres? ―Habló refiriéndose a él mismo en la primera fase de su transformación.

Sabía que había leído el libro o que tenia una vaga idea de que era él, pero desde que abrió la puerta su mirada había sido la misma de siempre. Esperaba miedo o repulsión, pero era tan cálida con un deje de dolor. Era por que la había ignorado anteriormente. Sus prioridades no estaban del todo bien.

Ella tomó el cuello de su camiseta de mangas largas de cuadros oscuros y tiró de él, acercándolo más. Neji levantó la mirada haciendo contacto con esos ojos almendrados, que transmitían tanto que olvido como respirar. Tenten observaba con lujuria los labios masculinos.

―Si... ― Dejó salir mientras sus labios se rozaban.

Maldijo a cada ser que le fue posible, sintiendo la piel en sus dedos más caliente y la esencia de la chica emanando con mayor fuerza. Nublado ante ese aroma adentrándose en sus fosas nasales, su cuerpo suplicando dolorosamente con tomarla, estrecharla y jamás volver a soltarla, el nudo en la garganta. Su vista comenzó a nublarse, sentía aquel impulso cuando su transformación empezaba.

Se alejó bruscamente, ocasionando que Tenten casi cayera al piso. Estaba perdiendo el raciocinio, sentía el cuerpo erizado y los ojos diferentes, más agudos. Ella observó ese lado bestial con detenimiento.

Esto pasaría cada vez que el intentara sucumbir a sus instintos y deseos carnales, perdería el control y en algún momento, en un simple beso o acercamiento, terminaría rebanandole la garganta. No podía hacerlo.

Salió corriendo de la casa, huyendo de ella, de su aroma, de sus instinto, de sus deseos, de todo su sentir. Ponía entrever el asco elevarse a niveles impensables en su organismo, la agonia de jamás poder tener aquello que más deseaba en el mundo y verse atrapado en ese cuerpo que servía de contenedor. Ese era el único objetivo. No podía acercarse a ella sin el temor inminente de perder la razón un segundo y matarla. Gritó al cielo al ingresar al bosque, corriendo en un vago intento de escapar de todo esto. Pero muy en el fondo, pensamiento que se iba materializando cada vez más, sabía lo que tenía que hacer.

Debía poner fin a todo esto, a su desgraciada existencia y al dolor constante que lo embriagaba.

Corrió con toda la rapidez que un cuerpo en medio transformación le proporcionaba. Si su cuerpo adoptaba su metamorfosis completa, su objetivo sería frustado. Siendo un hombre lobo, él jamás podría acabar con su vida. Era fuerte, casi indestrutible en ese estado. Ni los perdigones de los cazadores ni una caída de un acantilado lo habían matado. A fin de cuentas no era cualquier hombre lobo, sino el Amarok, el primogénito de esa especie. Debía hacerlo en su forma mortal, cuando su cuerpo era vulnerable.

Visualizó el acantilado cercano y estando al borde se detuvo unos segundos, sintiendo su cuerpo hormiguear y observó el cielo estrellado, el manto oscuro con las estrellas resplandeciendo. Una poderosa y enorme luna llena en todo su esplendor. Sonrió y caminó hasta la orilla del acantilado.

Algo impactó contra su cuerpo, tirándolo al suelo ya que no se veía venir un ataque de esa forma. Cayó en la nieve con brusquedad y juró que su costado se estrelló con alguna piedra oculta en la nieve. Antes de poder reaccionar al respecto estaba en el suelo, con Tenten encima suyo mirándolo con indignación e ira.

―¿Qué crees que estás haciendo?

El apartó el rostro, huyendo de esa mirada que le perturbaba por la intensidad de haber sido descubierto en sus intenciones.

―No creas que te dejaré hacer algo como esto.

Neji desesperado por sentir cada vez más el cosquilleó y usando una fuerza considerable, colocó las cosas al revés. En un giro limpio estuvo encima suyo, la miró con detenimiento, con aquellos ojos amarillos, grabándose su rostro conmocionado antes de arrojarse al acantilado. Le hubiera gustado que le dedicara una sonrisa cálida como aquella primera vez. Intentó levantarse, pero ella cruzo sus piernas en sus caderas y lo atrajo hacia ella.

Empezó un forcejeó que el buscaba no sea brusco para evitar lastimarla más de lo que ya había hecho. Ella no cedía ni un centímetro. Hasta logró pasar los brazos por su cuello y atraerlo más a su cuerpo. El aliento de la chica salía de sus labios de forma tangible. Estaba probando peligrosamente su autocontrol. Su interior gritaba con ferocidad ya que sus cuerpos estaban en contacto, encajando maravillosamente.

―No vas a dejarme, Neji Hyūga.

Tomó el cuello de su camisa como momentos antes y lo atrajo hasta ella, atrapando los labios masculinos en los de ella. Neji intentó alejarse y sacudirse al inicio, con el temor subiendo por su espina dorsal. Miedo a que en cualquier momento eso saliera y acabara con la vida de la mujer que quería.

Prontamente la calidez de esos labios estremeció más su interior que el miedo y le correspondió en ese tímido, dulce y caliente beso. A pesar que estaban en la nieve, en una penumbra absoluta y siendo iluminados únicamente por la luna llena, que estaba encima de ellos. Gimió al sentirla morder su labio inferior, su interior ronroneaba ante el mar de sensaciones que se arremolinaban dentro suyo. Iba a explotar en cualquier momento, la dicha, la felicidad, el anhelo, la necesitad, la excitación, todo entremezclado en un huracán aturdidor.

La boca de ella se abrió y el aliento lo hizo delirar, se introdujo a su boca con delicadeza. Su intimidad brincó cuando sus lenguas entraron en contacto. Su interior casi suspiraba de súplica y alivio al poder volver a sentirla de esta forma, saborear su esencia.

Sus cuerpos quemaban bajo la ropa, tan abrasadoramente que parecían estar en un horno. La observó bajó de él, con los ojos resplandeciendo bajo la luna, de ese color chocolate que tanto adoraba, dedicándole la mirada más dulce y sincera que nunca nadie le había dado. Él la necesitaba tanto, demasiado que parecía doler.

Tenten parecía suplicarle con esos ojos cafés, dándole la confianza y la determinación que el mismo había perdido momentos atrás. Él se acercó besándola nuevamente con más ímpetu, saboreando la suavidad y el dulce sabor de esos labios, descendiendo por su garganta y su mano introduciéndose por la camiseta rosada. Ella misma introdujo las manos bajo la camisa y acarició la espalda con varias cicatrices. Neji gimió al sentir las pequeñas manos en su piel ardiente.

Nublado por la excitación y la presión en su entrepierna se adentró a ella, en un rápido movimiento. Ella gimió al sentirlo llenarla y se mantuvieron ahí, hasta que ella se acostumbró a la interrupción a su cuerpo. Neji se movió lentamente, sintiendo que estaba volando, al sentirla tan húmeda, estrecha y como parecía recibirlo gustosa. Hecho que fue comprobado por los constantes gemidos que brotaban de los labios femeninos. Sonidos que eran delirantes para el Hyuga, que parecía moverse más rápido motivado por el placer que parecía cegarlo.

Sintió el climax llegando generando una sensación de liberación y completa satisfacción, dejando salir un gemido profundo y grave involuntario de su boca. Intentó sostenerse con las manos, su cuerpo buscaba desplomarse, caer rendido ante el hormigueo que subía por su cuerpo y la sensación tan jodidamente deliciosa que lo embriagaba.

Tenten acarició su rostro, apartando los mechones de su cara y sonreía con ese color encantador en las mejillas.

―¿Ves? No has pedido el control.

Neji abrió los ojos conmocionados al ser traído a la realidad de su mundo orgásmico, recibiendo aquella verdad como un golpe limpio en la cara. No se había transformado, estaba ahí. Se había dejado llevar por sus instintos mas bestiales y carnales, pero seguía en su propio cuerpo con consciencia. Aturdido se sentó, levantándose de ella y permitiendo que Tenten se acomodara a su lado.

¿Cómo había sido posible algo como esto? Momentos antes en la casa de la castaña, por un solo acercamiento había perdido el control. Y no se habían besado ni mucho menos intimado de tal forma como esta.

¿Acaso ella había influido de alguna forma? Pero su encuentro en la cueva no lo había calmado para nada. Por lo cual, ¿Qué era diferente en este momento? Se estremeció cuando sintió como Tenten mordía su oreja.

―Esto es posible, Neji.

Ella podía estar en lo cierto, si todo esto pintaba que saldría mal y hubiera sido de esa forma, ahora mismo Tenten estaría sin vida y el mismo se hubiera lanzado hasta el acantilado, suplicando que las rocas terminaran con su vida de forma rápida, para expiarse de todos sus pecados.

Tenten tembló a su lado y se levantó, ofreciéndole la mano para incorporarse de igual forma. Observó la pequeña mano morena enfrente suya, las implicaciones que tomarla llevaría.

Por que lo había hecho, en una semana todas sus creencias, restricciones, reglas se habían ido al día. La barrera que tanto habían construido y definido sus antepasados fue demolida en un solo acto irresponsable de su parte. Y ahora tenía dos opciones, alejarse definitivamente del pueblo, empezando una nueva vida o permanecer ahí, junto a ella a pesar de los posibles peligros que podría suponer algo como esto.

Neji sabía la respuesta antes de siquiera pensar en las cuestiones. Él no podría estar lejos de ella, nunca más. No podía ignorar su presencia aún cuando no habían hablado, justo ahora luego de tal acto, jamás podría deshacer el hilo que se había unido.

Tomó la mano, levantandose y en un rápido movimiento la atrajo hacía él, estrechándola entre sus brazos con gran fuerza. Como había querido hacerlo hace mucho tiempo. Con su mano derecha levantó el rostro femenino para poder contemplarlo con detenimiento y depositó un ligero beso en los labios morenos, aquellos que había pasado mañanas completas al ir a la cafetería.

Estaba dispuesto a arriesgarse a todo esto, a ella, a tenerla cerca, cambiar el destino que su linaje le había impuesto al invocar al espíritu del Amarok. Él se arriesgaría a eso y a muchas cosas por ella.

La besó con el alma en la garganta, sintiendo su cuerpo estremecerse y la luna llena iluminando aquella escena.

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