Aquí tienen su porno, chamacxs calientes. Sugerencia musical (algo edgy): Sex Type Thing, de Stone Temple Pilots.
Los labios de Leone descendieron por su barbilla hasta llegar a su cuello. No se limitó a besar la delicada piel de su Don: chupaba, deslizaba los dientes y mordía, al principio de forma delicada, pero los sensuales jadeos de la rubia y la forma en que ladeada su cabeza para darle un mejor acceso le incitaban a ser más salvaje. Dejó varias marcas, dándole igual si Giorno se molestaba por eso más tarde: es más, si lo hacía, mejor para él.
Después de un rato, decidió que se había entretenido suficiente en esa parte, al menos por un rato, y descendió a las clavículas. Giorno, por el momento, solo se dejaba hacer, disfrutando de la ruda pero placentera atención de su subordinado, cual Diosa siendo venerada. Pero la pasividad no iba con ella, así que cuando notó que el ex-policía amenazaba con dirigir su atención a sus pechos, lo tomó bruscamente de la nuca para obligarlo a levantar el rostro, y antes de que pudiera protestar, atacó su boca, de forma aún más salvaje que en el beso anterior.
Como protesta por la interrupción, Abbacchio tomó firmemente uno de los pechos de Giorno, jugueteando su pulgar con un ya erecto pezón. La rubia soltó un gemido un poco más fuerte que los anteriores: no era especialmente sensible en esa área, pero estaba muy, muy excitada, así que tenía los nervios a flor de piel. Abbacchio quería escuchar mejor esos gemidos, así que cortó el beso. Eso pareció no gustarle a Giorno, quien rápidamente trató de eliminar nuevamente el espacio entre ambos, pero sintió un tirón en su cuero cabelludo al intentarlo: La mano libre del albino se había enterado en la dorada cabellera de la chica, sujetándola para evitar que se moviera.
Una pequeña sonrisa, mezcla de socarronería y lujuria, se formó en su rostro mientras observaba como la mujer más poderosa que conocía quedaba a su merced, ofreciéndole el espectáculo más erótico que había presenciado en su maldita vida. El pequeño grito que escapó de esos rozados labios cuando pellizcó el pezón hizo que su miembro palpitara. Giorno lo sintió; era imposible no hacerlo estando sentada justo encima. Eso le dio una idea para recuperar el control de la situación.
Con una lentitud casi tortuosa, comenzó a deslizar sus caderas en movimientos circulares, provocando una deliciosa fricción. La sensación la hizo jadear. Notó con satisfacción como Abbacchio aflojaba su agarre y cerraba los ojos para perderse más en la sensación, y aprovechó la oportunidad para ser ella esta vez quien degustara su piel.
Sabía perfectamente que los chupetones iban a ser bastante visibles en unas horas, y a pesar de que eso no era ningún problema, gracias a que era invierno, quería desquitarse un poco. Así que mordió, besó, lamió y succionó cada centímetro de piel a su alcance, sin detener el vaivén de su cadera. Leone podía sentir el calor y la humedad a pesar de las prendas que se interponían entre ambos. Jamás se había sentido tan desesperado por follarse a alguien.
No le costó mucho rasgar la delicada prenda de encaje, dejando a Giorno completamente desnuda sobre él. La joven lo observó con una pizca de indignación en los ojos, aunque mentiría si dijera que el saberlo tan impaciente no le había provocado una punzada de placer.
- Me debes un par de bragas, Abbacchio. - Murmuró, tratando de sonar seria, pero demasiado agitada para lograrlo. El aludido adoró la forma tan necesitada en la que pronunció su apellido.
- No pienso darte un centavo.
- ¿Quién habló de dinero? Estoy más que dispuesta a aceptar otro tipo de pagos. - Respondio, su voz sonando casi cono un ronroneó.
¿Quién se creía para provocarlo de esa forma? Bueno, de todas formas, estaba dispuesto a darle lo que quería. Moría de ganas por penetrarla en ese momento, de cogérsela hasta que se olvidara de su propio nombre, pero también quería jugar con ella un poco más, provocarla para verla indefensa, incluso, tal vez conseguir que suplicara por él. Aprovechó la pequeña tregua para volver a tomarla del pelo, esta vez con un poco más de rudeza, al mismo tiempo que introducía dos dedos a la vez: estaba tan húmeda que se deslizaron sin problema.
Giorno soltó un gemido más fuerte que los anteriores, mezcla de sorpresa, dolor y placer. Si Leone había creído que no podía ponerse más duro, en ese momento se se dio cuenta de que eso era falso. Índice y corazón comenzaron a moverse en su interior, mientras el pulgar acariciaba su clítoris con maestría, como si esa mano estuviera diseñada para encajar perfectamente con esa parte de su anatomía. Los jadeos no se hicieron esperar, haciéndose más altos conforme el movimiento aceleraba, sujetándose con más fuerza de los hombros del peliblanco. La otra mano de Abbacchio no aflojó en ningún instante el agarre de su cabellera, pero ella no hizo ningún intento por soltarse, o por ocultar sus gemidos. Tampoco cerró los ojos, por el contrario, jamás desvío su mirada del rostro de su compañero, como si quisiera demostrar que aún en ese estado de vertiginoso placer, ella estaba al mando.
La respiración cada vez más errática de la rubia le indicó que estaba a punto de venirse. Jugueteó con la posibilidad de parar en ese momento, solo para ver la frustración apoderarse de ese precioso rostro, pero desechó la idea. Intensificó aún más las embestidas de sus dedos, y segundos después, la oyó gritar de placer, mientras cerraba los ojos, arqueaba la espalda y clavaba las uñas en sus hombros. La imagen que su Don ofrecía era tan sensual que casi termina ahí mismo, sin siquiera tocarse.
Durante un par de minutos, Abbacchio se limitó a observarla recobrarse del mejor orgasmo de su vida (aunque por supuesto, él desconocía dicho título), con la mano aún en su entrepierna, sintiendo las ligeras pulsaciones residuales. Después de una pequeña eternidad, Giorno abrió los ojos: había hambre en ellos. Eso solo había sido un aperitivo; aún faltaba el plato principal. Y ella lo quería todo.
Leone por fin había vuelto a soltar su cabello, y ella tomó ventaja de la situación: En lugar de quitar los boxers del ex-policía como cualquier ser humano normal, usó el poder de su stand para convertir la prenda en un montón de flores.
- Creí que ya estábamos a mano. - Comentó Abbacchio, con un tono casi juguetón. Honestamente, era un alivio sentir su miembro liberado. - ¿Piensas devolvérmelos?
- Tal vez. - Murmuró, antes de de volver a atacar sus labios.
Seguía a horcajadas sobre él, y eso era perfecto para Giorno, porque le permitiría controlar el ritmo por lo menos al inicio. Sin dejar de besarlo, usó su mano para colocarlo en su entrada, aprovechando para explorar un poco mediante el tacto, ya que no lo había visto totalmente desnudo. Era largo y grueso, no lo suficiente para asustarla, pero sí para hacerla jadear de sorpresa. También podía sentir las venas marcadas, posiblemente de forma similar que en sus brazos y manos (y los brazos y manos de ese hombre le fascinaban, lo habían hecho desde que lo conoció, cuando aún era una adolescente), así como el calor que irradiaba.
Restregó la punta, dejando que se empapara un poco con sus fluídos. Abbacchio tenía los ojos cerrados, las manos en las caderas femeninas... Lucía extremadamente tenso, pero de una forma muy distinta a la habitual, y le gustó verlo así. Colocó una mano sobre su hombro, para usarlo como soporte, mientras la otra se mantenía en la base de su miembro mientras dejaba que ingresara la punta. Ambos jadearon al sentirse.
Giorno descendía con una lentitud tortuosa, deteniéndose después de cada pequeño avance para acostumbrase. Harto del delicioso tormento, Leone estuvo a punto de introducirse por completo de una sola estocada, pero la joven adivinó sus intenciones al sentir como el agarre en sus caderas se hacía más firme.
- Ni se te ocurra, Abbacchio. Es mi primera vez con un hombre, no seas animal. - Ordenó, casi con la misma seriedad con la que trataría una misión. "Aunque bueno, en realidad sí estamos en una misión" pensó el ex-policía.
Bien, el peliblanco no sabía qué era más desconcertante, si la parte de "primera vez" o la de "con un hombre", pero ese no era el mejor momento para un interrogatorio, además de que no estaba seguro de poder hablar coherentemente con más de la mitad de su miembro dentro de ella, tan cálida, húmeda y estrecha, muchos menos cuando sus labios se unieron en otro beso.
En defensa de Abbacchio, hay que decir que acató la orden. Dejó a Giorno controlar el ritmo de la penetración, le dio tiempo para acostumbrarse a su tamaño, y luego la dejó moverse en forma tentativa. Aunque al peliblanco le pareció una eternidad, en realidad, todo eso fue relativamente rápido, pues gracias a la humedad de sus propios fluidos, la experiencia con los juguetes de una alocada compañera del internado y, en general, lo excitada que estaba, no le fue difícil acostumbrarse a la intrusión. Una vez que Leone notó que los movimientos de su cadera dejaban de ser tentativos, comenzó a embestir, y lo hizo sin piedad.
Las uñas de Giorno se clavaron en su espalda con suficiente intensidad para hacerlo sangrar, pero no le molestaba: por el contrario, el ardor en su piel amplificaba las otras sensaciones. Jamás se había dejado llevar de esa forma... Los gemidos, el ruido húmedo provocado por el choque violento de sus cuerpos, los gritos (sí, gritos) de placer de su Don, sus propios gemidos roncos (que por fin había dejado de tratar de contener), la intensa mirada aquamarina que parecía devorarlo... Todo era demasiado. Pero al parecer, para Giorno aún no era suficiente.
- ¡Más! - La forma en la que enunció esa simple palabra... Leone necesitó de toda su fuerza de voluntad para no correrse en ese instante. Sin importar si era una orden o una súplica, Leone pensaba complacerla. Sin salir de su interior, la tomó en brazos, sujetándola de los muslos, mientras ella se aferraba a su cuello, como si su vida dependiera de eso. El albino apartó el contenido de la meza de un manotazo y la soltó sobre la superficie sin delicadeza alguna. La altura era perfecta, y esa nueva posición era mucho más cómoda, sin mencionar que le permitía llegar más profundo con cada estocada.
Los dedos de Leone se aferraban con tal violencia a los muslos de Giorno, que seguramente dejaría moretones. No es como que fueran capaces de fijarse en detalles como esos en medio de esa espiral de pasión y demencia, no cuando ambos estaban tan cerca. Sin previo aviso, Abbacchio empujó a la chica, de manera que su espalda quedara recostada mientras la tomaba de las piernas. La jaló con brusquedad, para dejar su cadera completamente al aire, y colocó los delicados tobillos de la rubia sobre sus hombros. Estando de esa forma, el miembro del ex-policía dio con el ángulo perfecto para hacer sentir a Giorno que moriría de tanto placer.
Si Abbacchio creía que la visión de su jefa desnuda, a horcajadas sobre él, era perfecta, entonces no había palabras para describir la imagen que ofrecía al estar sometida bajo él, al borde del delirio, con los pechos rebotando a cada embestida, la respiración errática, perlada de sudor, el cabello aún húmedo enmarcado su rostro como un halo divino, y esa persistente mirada aún fija en él, como si buscara provocarlo a ir aún más lejos... Era una maldita diosa, o un demonio... Tal vez ambas cosas.
Supo que esta vez, por más que lo intentara, no duraría mucho más. Afortunadamente, no era el único. Con un grito de placer casi animal, sus ojos yéndose en blanco y la súbita tensión de su cuerpo, Giorno anunció su segundo orgasmo. Y tal vez fue por puro placer visual, o por la enloquecedora sensación de las paredes de la joven contrayéndose sobre su miembro, pero él mismo se liberó en su interior a los pocos segundos, y la sensación fue tan embriagante que durante unos momentos olvidó incluso que era humano.
Ambos permanecieron unos segundos inmóviles, con los ojos cerrados, tratando de controlar sus respiraciones. El peso de la salvaje actividades física pareció caer de golpe sobre el policía. Demasiado exhausto para pensar en lo que acababa de hacer (en que se acababa de coger a su jefa, a la mujer que supuestamente detestaba, y que había sido la mejor experiencia de su vida) volvió a cargarla, sin que ella opusiera resistencia (por supuesto, desconocía que Giorno estaba agradecida, pues no creía ser capaz de ponerse en pie por cuenta propia). Se dejó caer sin gracia alguna sobre el tatami donde todo había comenzado, frente al fuego, con la chica sobre él.
No tardaron en quedarse profundamente dormidos, aún con los cuerpos entrelazados.
La verdad, tuve que embriagarme para poder escribir parte de esto (y fue difícil: desarrollé cierto asco al alcohol después de una experiencia cercana a la muerte con el Smirnoff de tamarindo). Me gusta escribir escenas sexuales, pero me cuesta mucho hacerlas, especialmente si son medianamente descriptivas.
Traté de plasmar un poco una dinámica de poder entre estos dos, en los que ambos son bastante dominantes, pero de alguna forma hacen que todo funcione.
Adicionalmente: Sorry, I can't handle dirty talk. Fuera del juego previo, me parece anticlimática, aunque parece que es favorablemente apreciada por el público en general.
Tal vez luego hable un poco de la compañera a la que Giorno menciona. Aclarando dudas, sí, Giorno es bi en este fanfic (y no bi-en pendeja, como Mista).
