Disclaimer: Los personajes y mundo de Kimetsu no Yaiba no me pertenecen.

Existimos por el Amor.

4

En una mañana primaveral de abril fue que Tanjiro vio finalmente florecer en todo su esplendor los, ahora conocidos, lirios que plantó junto a Kanao el otoño pasado. Estaba un poco dormido aún, pero al fin había logrado descubrir a simple vista el tipo de flores que había criado durante todos esos meses, pero aún no podía descifrar más allá de eso; reconocía que era un completo ignorante, sin embargo, estaba orgulloso por el resultado porque sus lirios se veían muy lindos a la luz desde la ventana de su sala.

Zenitsu apareció unos minutos después, aún somnoliento y restregándose los ojos. Soltó un bostezo y después otro, pero el pelirrojo estaba absorto contemplando su creación, por lo que no le tomó atención, haciendo que el rubio se aproximara a él para luego darle un leve golpe en la cabeza, sacándolo de su trance.

- ¿Por qué hiciste eso? – Preguntó molesto el mayor de los Kamado, sin llegar a levantar demasiado la voz.

- Estabas pegado mirando… ¿Al menos ya sabes qué flores son? – Respondió regañándolo.

- Son lirios. – Afirmó con orgullo por su reciente hallazgo, sin embargo, el rubio lo miró con reproche. - ¿Qué?

- Eres un maldito suertudo, Tanjiro. – Dijo acercándose más para encararlo seriamente. - ¿Qué harás ahora?

- ¿Qué haré sobre qué? – El pelirrojo estaba extrañado, sin realmente entender nada.

- ¡Con Kanao! ¿Acaso no ves lo que hay detrás de estas flores?

- No, la verdad es que no tengo ni idea. – Zenitsu puso los ojos en blanco, harto de la situación.

- Maldita sea… Anda a la ciudad, consíguete un libro sobre el significado de las flores y averígualo por ti mismo. – Mandó dando la vuelta indignado, dejando más confundido a Tanjiro con su actitud. - Te lo diría yo, pero no quiero morir tan joven.

- Espera… Nunca te amenacé por la promesa.

- No, pero la mirada de esa chica lo hizo claramente. – Aclaró temblando de miedo y se giró. – Además, tú no das miedo, Tanjiro.

El rubio se retiró nuevamente a la habitación, mientras el de ojos rojizos aún confundido, se fue a preparar para un nuevo día para repartir carbón en la ciudad. Ahí aprovecharía en hacerle caso a su amigo e ir a la librería para obtener la afamada respuesta de las flores que Kanao le había obsequiado y terminar así con el aparente misterio.

Le tomó medio día hacer la entrega del carbón. Unas horas más el pasar a saludar a la gente del pueblo y ayudarlos en lo que podía como era costumbre. Sin embargo, cuando llegó el momento de conseguir el libro, se fue directo al bosque para que no le interrumpieran y como ya estaba atardeciendo, rápidamente llegó a la dichosa página con la información que incluso su misma amiga le ocultó todos estos meses.

La respuesta lo sorprendió.

Lo hizo sonrojar exageradamente.

Y también, le dio un impulso incontrolable por correr a toda velocidad hacia su casa para dejar sus cosas y partir inmediatamente hacia la mansión mariposa.

Él no estaba razonando en ese momento. Su corazón latía frenético, no solo por la carrera, sino por la emoción de estar seguro de que Kanao quería compartir muchísimos momentos con él y regalarle unos que pertenecerían exclusivamente a ellos dos. Como pareja.

Sabía que era casi media noche cuando se presentó en frente de la puerta y fue ahí que tomó consciencia de lo que estaba a nada de hacer, porque no estaba en su personalidad retractarse. No era impulsivo, pero ya había llegado con un objetivo claro, aunque muriese de vergüenza y no tuviera nada preparado.

¿Qué le iba a decir?

Fue hacia la parte trasera de la mansión; al lugar preferido de Kanao que daba al árbol de flor de cerezo llamado ''Victoria'' y a todo el jardín del que se había encargado ella misma de cuidar con toda su dedicación y cariño. Tragó saliva, nervioso y sin mucha idea de qué era lo que debería seguir porque no había señales de que alguien en ese lugar estuviese despierto.

Se sentó en el pórtico, en donde habló con Kanao para su cumpleaños y lanzó un suspiro ¿Se estaba repitiendo todo eso? Podría decir fácilmente que sí, aunque en ese momento su gran problema era no incomodar a nadie por lo tarde que era. Se recostó en el suelo, estiró sus brazos abiertamente en la solidez y cerró sus ojos. Se alegraba por el aire fresco y era necesario que se tomara un descanso o si no su cerebro explotaría en cualquier momento.

Sintió una caricia áspera en su brazo, justo por debajo de su aori, que se extendió hasta su hombro dándole un leve escalofrío, pero cuando miró la pequeña cabeza de Kaburamaru asomándose desde debajo de su ropa por su cuello. Le sonrió amistosamente y acarició su cabeza, recibiendo toques con su lengua en su mejilla y, sin planearlo, se durmió de un momento a otro en el mismo lugar.

Los rayos brillantes del sol hicieron su aparición, los pájaros comenzaron con su dulce canto y Tanjiro había despertado hacía unos quince minutos de su placentero descanso. No obstante, estaba quieto como una piedra, con su corazón agitado y los ojos aún llenos de sorpresa porque la -ahora- chica de sus sueños dormía acurrucada encima de su pecho, mientras él rodeaba su cintura con su brazo derecho que estaba atrapado gracias a ella.

Kaburamaru le observaba desafiante desde el cuello de la chica, como si esperara a que el chico hiciera algo, pero al darse cuenta que Tanjiro no tenía intenciones de moverse siquiera, se deslizó por la piel nívea de Kanao hasta llegar al rostro de la pelinegra y darle pequeños toques con su cabeza para al fin despertarla.

No supo cómo, fue demasiado rápido, pero los chicos en menos de un par de segundos quedaron sentados mirándose de reojo, avergonzados y separados por la pequeña serpiente que tenía por objetivo ese día el juzgarlos en silencio.

- Yo… Debí escribir antes de venir… - Exclamó demasiado alto el pelirrojo, mirando hacia el frente, rígido.

- No te preocupes. Yo… Te vi tan tranquilo… No supe… y… lo siento. - Kanao no perdía su tono de voz suave, pero su rostro ardía. – ¿Pasaste frío?

- Es imposible que lo sienta si estás a mi lado. – Balbuceó. La chica logró entenderlo porque se giró sorprendida encarándolo. – Tu cuerpo es cálido, Kanao. – Afirmó, mirándola de reojo.

- El tuyo también lo es, Tanjiro. – Respondió luego de un rato.

Y el canto de los pájaros volvió a reinar dentro del silencio que duró una eternidad entre el par de chicos.

- Los lirios florecieron. – Dijo sonrojado y sin mirar la reacción de la pelinegra. – Son hermosos y hay blancos, rojos, rosa y amarillo. Zenitsu no dejaba de decirme lo afortunado que era y no lo entendía. – Tomó una bocanada de aire, preparándose para lo siguiente que iba a soltar y fijando sus ojos rojizos en la pequeña figura que le acompañaba. – Kanao, yo también te quiero. - La chica quedó pasmada, por lo que Tanjiro prosiguió. – Eres maravillosa, preciosa y definitivamente una de las personas que más feliz me hace. Me has cuidado, acompañado y apoyado todo este tiempo y…

- Me quieres. – Interrumpió la chica rompiendo en llanto. – De verdad, me quieres. – No era una pregunta, sin embargo, Tanjiro la abrazó firmemente, aguantando el unírsele a sus sollozos. – Y yo soy tan cobarde aún.

- No. Perdóname por ser un ignorante. – Dijo firme, tomándola de los hombros para encontrarse con sus ojos morados acuosos y su rostro enrojecido. – Tardé mucho en entenderlo, pero te prometo aprender del lenguaje de las flores y de cualquier otro por el que quieras comunicarte. – Kanao soltó una risa dulce y cantarina, y tomó el rostro del chico con ambas manos suavemente, haciéndolo sonreír también.

Parecía que no había más de lo que hablar. Sus ojos transmitían un brillo especial que o venía gracias al sol y eran capaces de decir más cosas de lo que ambos chicos se atreverían a confesar en voz alta. Ellos no eran conscientes, pero la imagen de ellos entrelazados en medio y acompañados por un fondo tan colorido gracias a la llegada de la primavera, hacían de una vista única, bella y llena de paz.

Tanjiro acarició sus hebras oscuras que caían libremente hasta su media espalda. Tomó sus delicadas manos y besó sus nudillos, para finalmente posar sus labios en una de las mejillas de Kanao y sonreírle. La chica sonrojada y tímida rodeó sus brazos por el cuello del pelirrojo, escondiendo su rostro en su hombro.

- ¿Puedo ser tu novia, Tanjiro? – murmulló sin moverse de su lugar.

- Estás atrapada en mi mente y corazón desde hace un tiempo, Kanao. – Respondió alejándose para mirarla a los ojos y regalarle una de sus cálidas sonrisas. – Puedes serlo siempre que tú quieras; pienso estar a tu lado de aquí en adelante.

- Sí quiero, entonces. – Una sonrisa tímida se asomó en su rostro pálido y sonrojado. – No importa qué, estaré para ti pase lo que pase.

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Lo sé, soy la peor al demorarme tanto en actualizar, pero mejor tarde que nunca.

Pido mil disculpas por el súper retraso, pero han pasado demasiadas cosas en mi vida (cosas buenas, al menos) y el tiempo y la inspiración no calzaban para continuar escribiendo, así que eso.

Espero que les guste este cierre de estaciones. Quiero escribir más sobre ellos; al menos unos dos o tres one-shots más para cerrar porque me encantan, pero no les puedo prometer que será pronto.

Mientras tanto quiero decirles que la idea y el título de este fic nació de la canción de Aurora llamada ''Exist For Love''. Literal, cuando salió el final de Kimetsu No Yaiba, esta pequeña obra llegó para transmitir lo que sentía por la pareja de Tanjiro y Kanao, aunque ya estamos llegando al año desde que la descubrí, no me he cansado de ella, así que mientras siga sintiendo que la azúcar me suba con ella, voy a tenerlos siempre en mi mente.

Agradezco los reviews y la espera.

Les mando un abrazo enorme y las mejores energías.

Saludos.