Ezeiza, Buenos Aires.
Azula había regresado a su hogar, encontrándose de nuevo con la visita indeseada de cabello castaño oscuro y corto. A su lado, Sharon reía cual colegiala. Claramente la muchacha se encontraba actuando, pues la misma Azula sabía lo que la otra pensaba sobre aquel chico: era muy atractivo, pero era también un idiota sin remedio.
-Buenas.- Saludó, lo más seca posible, sin esperar respuesta y perdiéndose dentro de la habitación.
Un buen rato después, el hambre comenzó a llamar su atención, obligándola a levantarse de la comodidad de su cama. Para su buena fortuna ya no se oía nada de ruido afuera.
(Al fin se fué este...)
No alcanzó a terminar su pensamiento con aquel insulto, pues al abrir la puerta notó a una persona perdida en su celular. Inmediatamente su mirada caoba chocó con la mirada café de él. La chica no pudo evitar elevar una ceja.
-Sharon fué a comprar.- Dijo Ramiro, dejando el aparato en la mesa y sonriéndole.
-Lo supuse.- Respondió, dirigiéndose hacia la cocina. Allí comenzó a revolver la heladera, conformándose simplemente con una manzana. Sin embargo, al cerrar la puerta, notó la presencia del joven parado en el marco de la puerta que dividía la cocina del comedor, en el cual se encontraba antes, mirándola con curiosidad. -¿Perdiste algo?
-¿Acaso te hice algo malo que sos así conmigo?- Preguntó, dando unos pasos al frente.
-¿Será por lo que hiciste?- La chica respondió con otra pregunta, sin dejarse intimidar. -No sé que tenés en la cabeza ni qué ideas tenés con ella, pero Sharon me pidió que te diera una oportunidad y lo voy a hacer.- El chico sonrió con suficiencia ante sus palabras, sonrisa que se evaporó al ella acercarse y colocar su dedo índice en su pecho. -Pero si llegás a hacerle algo a Sharon...
-No te preocupes.- La interrumpió, sonriendo de nuevo. -Vos mejor que nadie sabés todo lo que me costó estar con ella. No voy a arruinarlo.
-Eso espero, Ramiro. No quisiera tener que arruinarte yo a vos.- Dijo la chica, con voz suave, saliendo de la cocina. Ramiro la siguió, viéndola cerrar la puerta de la habitación casi de un azote.
-¿No podríamos ser amigos?- Preguntó él, entrando detrás de ella. Azula lo miró sorprendida mientras él se acercaba, casi al punto de incomodarla. -Sé que tenés una idea errónea de mi, pero puedo cambiarla.
-Mientras te portes bien con ella puedo tolerarte.
-No quiero que me toleres.- Le sonrió. -Quiero que me quieras como si fuera un cuñado.
-Preferiría tener como cuñado al Petiso Orejudo antes que a vos, sinceramente.- Dijo, comenzando a verse fastidiada. -Pero bueno, es lo que Sharon eligió.
Ramiro soltó una risa suave.
-No seas así, yo soy más lindo que el Petiso Orejudo, y lo sabés.
-Creo que sabés que era una forma de decir que no me caés bien y que no me gusta nada que estés con mi amiga.- Se cruzó de brazos, pues notó que mientras más se incomodaba con él, más pie le daba para continuar molestando. Lo ideal sería permanecer seria o echarlo a patadas, si la situación lo ameritaba. Después de todo, el tipo lo merecía.
-¿Te molesta que esté con ella?- Quiso saber, en un tono un tanto inquietante. La castaña giró sus ojos.
-Salí de esta pieza antes de que te haga atravesar la pared.- Respondió muy duramente, señalando la puerta. Sin embargo, pese a su petición/exigencia, él le tomó bruscamente la muñeca que tenía levantada y la acercó a él, sosteniéndola entre sus brazos para decirle unas palabras al oído. Ella se quedó helada.
-La que va a atravesar la pared vas a ser vos, y te va a gustar.- Susurró, sintiendo inmediatamente el ruido del portón de afuera abrirse, dándole aviso para que regresase al lugar donde Sharon lo había dejado, mostrando una sonrisa de inocencia.
-Conseguí esos snacks que me pediste.- Oyó decir a una alegre Sharon, mientras se recuperaba del momento y buscaba en su celular un número en específico.
"El número al que..."
(¡Cajeta!)
Luego de varios intentos, en donde cada vez su calma se estaba desmoronando cada vez más, se percató de algo y se detuvo. Notó la hora: eran las tres y pasadas. En Italia serían más de las once. Probablemente él se había ído a dormir un rato antes de lo habitual. Por lo tanto, tomó una gran bocanada de aire para calmarse y optó por su plan B.
"El número al que..."
(¡Por un demonio... lo que faltaba!)
Mientras maldecía la existencia de su mejor amigo aquel meme se le vino a la cabeza, suavizando el tenso momento que había pasado hace apenas minutos.
-Plan C.- Dijo, marcando un tercer contacto.
-¿Qué pasa?- Atendieron inmediatamente, logrando hacerla sonreír.
-¡Tenemos un problema!- Dijo Azula, exclamando en un tono bajo. -Decime que estás disponible, por favor.
-Recién acabo de liberarme... ¿De qué problema me hablás?
-¿Podemos vernos?
-Sí, pero venite vos. Estoy muy cansado.
-¡Pero vos tenés auto forr...! Agh, está bien.
-¿En el mismo lugar de siempre?
-Sí.
-¿Estás bien?
-¡No!
-¿Necesitás que vaya?
-¿Sos Memo o no tenés plata? ¡Me dijiste que vaya yo porque al señorito se le va a caer el pito por venir!
Del otro lado se oyó una risa.
-Pero estaba jodiéndote, bo.
-No me importa, ya voy para allá.
-Te espero.
Núñez, Buenos Aires.
Su semblante agresivo y la apariencia de "tipo malo" que le daba esa chaqueta negra de cuero constrastaban perfectamente con el latte y los muffins de arándanos y frambuesas que estaba degustando. Azula siempre se lo decía y todo aquel que lo conocía bien lo confirmaba: él era un corderito con piel de lobo. Sin embargo, al enterarse de semejante cosa, el lobo ocupó todo el lugar y lo único que deseaba era estampar su puño en la cara de ese tipo que se había metido con dos de sus más cercanas amigas.
-El tipo tiene una denuncia... ¿y no pensás denunciarlo?- Preguntó el muchacho, tan indignado como sorprendido.
-No es tan sencillo, Ryoma.- Suspiró, sintiéndose horriblemente inútil ante tal situación. -Ya viste que si no es "de urgencia" no le dan bola a las denuncias. Además, si él se entera que lo denuncié, capaz le haga algo a Sharon. Ya se lo hizo a otra chica, ¿crees que no le va a dar la sangre? Y te tengo otro además, que refuerza todo: su papi tiene plata, y mucha. Haga lo que haga va a salir bien parado siempre, tal como la última vez.
-Pero esta vez es diferente: tenés el apoyo mío. Soy el delantero estrella de River Plate. También tenés el apoyo de Aoi...
-Y no olvidemos el contacto de Schneider.- Añadió Brisa, la camarera amiga de ambos que trabajaba allí.
-No quiero molestarlos.- Murmuró, sintiéndose mal al recordar al chico japonés. Al sentirse desprotegida y frágil inmediatamente acudió a "los brazos de Shingo", por así decirlo, sin pensar en que un asunto tal podría preocuparlo y corromper su desempeño en su club. Gracias a la suerte, la llamada no se concretó. -No quiero preocuparlo. Él debe tener sus problemas allá.
-¿Hablas de Aoi o de Schneider?
-Ambos.
Hino hizo una mueca.
-No creo seguro que te quedes ahí.
-No importa, tengo que estar para cuidar de ella. Y si él intenta hacerme algo, voy a tener cómo defenderme.
-Sé que podés defenderte, pero necesitarías asesoramiento legal también.
-Se me ocurre algo para solucionar eso.- Sonrió.
-¿Cómo?
Azula, como respuesta, le levantó el pulgar.
Ezeiza, Buenos Aires.
Habiéndose marchado Sharon al departamento de Ramiro, Azula y Ryoma regresaron al hogar de la chica. Al entrar, ella lo miró con una sonrisa satisfactoria y le señaló con la cabeza la esquina de la pared de la sala.
-¿Qué?
Continuó.
-¿Eh?
-¡Te estoy diciendo que mires la esquina!
Hino obedeció.
-¡Cámaras!- Exclamó, sorprendido. Azula le palmeó la rubia cabeza.
-Muy bien, chico. Después te doy una Scooby galleta.
-Eso es algo bueno, pero de todas formas no creo seguro que estén bajo el mismo techo que él.- Dijo Ryoma, ignorando la burla.
-No lo es, pero no queda otra.- Azula se dejó caer en el sofá, lanzándole una mirada preocupada. Hino la acompañó.
-No te preocupes, no se va a atrever a hacer algo.
-Eso fué casi como una amenaza.- Musitó, mirando a la nada y presionando los labios. -Confió en vos y sé que puedo sincerarme...
-Seguro que sí.
-Tengo miedo.
-Yo también, siéndote sincero.- Sonrió de lado, intentando evitar verse frágil. Ella lo miró. -Temo por ustedes dos. El tipo es un psicópata. Yo podría romperle cada uno de sus huesos, pero ustedes no.
-Yo también podría.
-Pero Sharon no.- El uruguayo se puso serio. -Y vos, sin ofender, sos fácil de quebrar.
-Demasiado para mi gusto.
-Tengo algo que quizás te ayude, te lo voy a enviar con Gero.
-¿Es un arma?
-Algo así.- Le sonrió, abrazándola de manera protectora. -Todo va a estar bien.
-Eso espero.
-¿Vamos a solucionar este problema nosotros, entonces?
Azula asintió y le sonrió, agradecida por el gran amigo que el uruguayo era, tanto con ella como con su mejor amiga.
