El tiempo pasó volando y ella se hizo amiga de todos, excepto, de él. Era Satoru Gojo, por todos los dioses, todo el mundo quería tener una amistad con él, pero ella, no. Lo arruinó, lo arruinó todo, como lo había dicho Shoko y ahora, no sabía que hacer para remendar su error.

-¿Creés que con quedarte mirándola como lo haces, algo va a cambiar?-

Mencionó, sarcástico, su mejor amigo junto a él.

-¿Por qué no puedo estar así con ella?-

Señaló con su mentón a las tres personas frente a él, lleno de rabia y celos. Ella descansaba la cabeza sobre el regazo de Kento, mientras leía un libro y él, un periódico, sus piernas se encontraban sobre las de Yu, que dormía como el idiota que era bajo el tronco de ese árbol que los cubría.

-No sé que más hacer- despeinó su cabello, angustiado -Lo he hecho todo y sigue ignorándome- lo miró al bajar sus lentes.

-Quizás, sean los métodos que usas lo que la perturban y por esa razón, te quiere lejos-

-¿A qué te refieres?-

Estaba desconcertado, desde su perspectiva, había hecho todo bien.

-Pues...- hizo un gestó turbado, pero tenía que decírselo, era su amigo -En la clase de enfrentamiento de magia, la electrocutaste, cuando lanzaste un hechizo que no era para ella...- contó con un dedo -Le rompiste la nariz de un codazo, al pelear con Kento en la clase de deportes- indicó con otro dedo -La acusaron de copiarse en un examen, por tu culpa, cuando le pasaste una respuesta que no te pidió- levantó tres dedos delante de sus ojos -¿Quieres que siga?- preguntó, retórico.

-Pero me disculpé y muchas veces, después de eso- se excusó, tirando de su cabello, ofuscado -Y también lo hice, cuando la golpeé con el bate en el partido de béisbol-

-Si, pero al hacerlo, te caíste sobre ella dejándola inconsciente-

Levantó ambas manos al costado del cuerpo enseñando su punto y que era, totalmente cierto.

-No sigas- cubrió su rostro, sintiéndose insignificante -Me quiere bien lejos y lo entiendo- su risa, esa hermosa risa, le atravesó el alma -Me voy- se incorporó, mirándola, pero volvió a sentarse -Mejor no, me quedo un rato más- ella golpeaba a Yu con un pie en la cara -Algún día, ese, seré yo- los apuntó con anhelo.

-Si te gusta sufrir, adelante-

Le palmeó la espalda y se fue de allí, negando con la cabeza. Tendrían clases con Yaga en unos minutos y no había tiempo que perder.

-¡Eres un pequeño pervertido hijo de troll!- lo empujaba con un pie en su mejilla -¿¡Cómo se te ocurre decirle algo así a mi hermana!?-

-Es que, es cierto, tiene un lindo...- metió el pie a su boca, interrumpiéndolo.

-Mi hermana jamás saldría contigo, ser inmundo- aseguró, divertida -Y te explicaré el porque, en palabras que tú entiendas...- quitó el pie de su boca -Esta manito se llama Gaia y tiene mucha energía...- levantó una mano produciendo chispas -Esta manito se llama Yu y también tiene mucha energía...- hizo lo mismo con la otra -Pero cuando Gaia y Yu se juntan, ¿Qué ocurre?- preguntó, como dando una lección a juntar sus palmas y él, levantó una mano al aire -¡Sí! ¡Tú! ¡El moreno con cara de bobo!-

Le dio la palabra, mientras Kento Nanami, era ajeno a ese asunto tan absurdo, siguiendo con la lectura de su diario.

-¿Amor?- respondió dudoso.

-¡No!- negó, levantando la voz -¡Destrucción!-

Separó sus manos y apuntó a un inocente arbusto allí, reduciéndolo a nada y asustando a todos con su destructivo poder.

-¿Entiendes?-

Cuestionó, dulcemente, fingiendo inocencia y parpadeando varias veces.

-Perfectamente- tragó grueso, asustado.

-Bien.. - volvió a su posición inicial -Me alegra el haber hablado contigo- siguió con la lectura de su libro.

-Tenemos clases de mancias- dobló el diario, aferrándolo bajo su brazo -Esa clase es un asco-

-Estoy de acuerdo- ella se incorporó con pequeño envión -Al igual que ser un hechicero- acomodó su ropa -Y este estúpido uniforme-

-Ser un hechicero no es malo- habló el otro integrante del grupo -Ayudamos a la gente-

Era tan positivo que los ponía de malas. Ellos odiaban ser hechiceros, era un asco, pero era el asco que habían elegido y debían soportarlo.

-Cállate, Yu-

Dijeron al unísono y emprendiendo su andar. El aula de mancias, se encontraba junto al salón del segundo año y tenían un largo trecho que recorrer.

-Nanami, cárgame- suplicó, estirando sus manos y moviendo los dedos en su dirección -Soy un débil hechicera que, está a punto de perder el juicio en el mundo de las mancias-

Habló exagerada, fingiendo desfallecer al recostarse en su brazo, llevando una mano a su frente e inclinándose hacia atrás, mientras la sostenía. Estaba harto de cargar con ella, pero debía hacerlo, era su compañera.

-Si Nanami no quiere, yo puedo hacerlo- habló una voz detrás ellos.

-¡Aléjate de mí, Gojo!-

Habló ella y caminó a paso molesto, hasta llegar a la clase de ese día.

-Bien-

Ingresó a su salón con la cabeza gacha, las clases habían comenzado y él llegaba tarde, otra vez.

Había desaparecido. La tierra se la había tragado, literalmente, después de esa noche. No supo más nada de ella, ya que había pedido su pase de matrícula a la clase de anatomía del doctor Sarutobi y la había conseguido. No volvió a verla, nunca más.

-Bien, alumnos...- pasó otra dispositiva -Aquí tenemos un corte sagital de la cara medía del corazón y podemos ver...- un golpe interrumpió su clase -Adelante-

Encendió las luces y una pequeña figura, ingresó, muy seria y sombría. No había nada de luz en su persona, se había ido.

-Disculpe, doctor- vestía como una indigente -El señor Sarutobi, le envía las muestras histológicas que pidió para hoy- le entregó una pequeña caja de madera en las manos -Que tenga un buen día-

-Gracias, señorita Curtís- giró sobre sus talones y salió de allí -¿Se marcha, señor Azoth?-

-Si- salió por la puerta, sin decir más -¡Gaia!- gritó, al verla caminar por el pasillo, alcanzándola -Gaia...- suspiró su nombre -¿Cómo estás?-

-Agotada- inhaló cansada -Muy agotada-

La miró de arriba a abajo y su semblante era enfermizo, junto con las ojeras que adornaban su hermoso rostro y la ropa que le quedaba dos talles más grandes. Era desolador verla así.

-Lamento mucho haber desaparecido así, pero...- fregó sus ojos -No tengo tu número para llamarte y los profesores me están haciendo la vida tan imposible aquí, que...- metió las manos en los bolsillos de sus gastados jeans -No tengo vida-

Lo miró a los ojos y no había nada en ellos, nada.

-¿Cuándo fue la última vez que comiste o dormiste algo? ¡Por dios, te estás apagando!-

Tomó su nuca y su rostro con ambas manos, acariciando sus pómulos con ternura, estaba muriendo frente a sus ojos.

-No lo sé...- miró hacia arriba, pensando -Cinco o siete días, no lo sé...- le devolvió la mirada -No aguanto más, Kylar- aferró sus muñecas con las manos -No he visto a mis padres en semanas y no sé nada de Dea, tampoco- sus ojos se llenaron de lágrimas -Si hubiera sabido que sufriría tanto, me hubiera quedado en Rumania-

-Lo siento- besó su frente con afecto -Pero todo esto es culpa de Okutsuki, lo dejaste en evidencia en su propia clase y es alguien muy influyente, hacia el resto del cuerpo docente- ella lloraba, escuchándolo -No llores, bonita- limpió sus lágrimas -Todo va a estar bien-

-No es justo- intentaba no quebrarse frente a él -Mis calificaciones son horribles, es cierto, pero eso no significa que me traten así- se rompió, no aguantó más -Me tratan como si fuera una estúpida y tengo más cerebro que todos ellos juntos- la abrazó, consolándola -No soy una calificación, soy una persona y eso es algo que no les importa- correspondió su abrazo -No quiero ser perfecta, sólo quiero ser yo-

-Lo sé y a mi me encanta que seas tú, eres un sol- confesó, besando su cabello -Pero por el momento, nos vamos- la apartó un poco -Te vienes conmigo-

-No puedo, tengo clases-

Excusó, pero él se inclinó, cargándola sobre su hombro e ingresando a un aula a unos metros de allí. No le dio tiempo a resistirse, simplemente, la llevó a cuestas como si nada.

-Buenas tardes, doctor Sarutobi-

Saludó con ella sobre su hombro, que moría de vergüenza y oculta bajo su largo cabello.

-Mi novia no se siente bien y me la llevaré a casa-

Miró a todos allí, que estaban inertes.

-Buenas tardes, señor Azoth-

Mencionó, impactado. No sólo por ese raro espectáculo que se estaba presentando en su aula, sino por el hecho de que, el futuro prodigio de la medicina, tenía una relación amorosa con esa rumana vagabunda que estudiaba biología.

-¿Dónde están sus cosas?-

Uno de los alumnos allí, señaló un pupitre al fondo.

-¡No soy tu novia, Kylar!-

Gritó, cuando reaccionó de lo que dijo, pero él la ignoró, dirigiendo sus pies hasta allí.

-Vaya, nadie puede estudiar con una visibilidad tan pobre desde aquí- dijo sarcástico y sentándola sobre el pupitre, para recoger sus cosas -Mi novia tiene problemas en la visión y voy a presentar una queja a recursos humanos, respecto a esto-

Eso era cierto, ella sufría de miopía y bastante severa. Necesitaba de sus lentes todo el tiempo, pero en un aula tan grande y tan apartada del frente, se le dificultaba mucho la visión.

-Mi madre no estará feliz por esto y dejará de colaborar con los fondos de la universidad, que tan bien los benefician a ustedes- colgó la mochila de ella sobre su hombro, mirando al profesor -Y ni hablar, cuando ponga en evidencia a todo el cuerpo docente con el decano, al enterarme de como la han tratado este último tiempo- volvió a cargarla y lo miró a los ojos -Ella se enferma y yo los hundo- sonrió, con mucha hipocresía -Buenas tardes-

Sin decir más, atravesó el umbral, airoso en la victoria.

Aléjate de mí, Gojo. Esas palabras, retumbaban en su mente, una y otra vez. ¿Por qué lo odiaba tanto?, Está bien, él era un idiota, egoísta y engreído las veinticuatro horas del día, pero con ella no, quería ser mejor persona, pero todo le salía mal.

-Satoru, ¿Qué puedes decirnos sobre la expansión de dominio?- volvió a la realidad cuando le habló.

-Bueno...- llevó sus manos tras la nuca y miró el techo -Depende del tipo de dominio que estemos implementando, ya sea, incompleto, parcial o completo, podremos vencer a nuestros oponentes, con el uso de nuestras técnicas innatas o energía maldita- pensó un poco más -Y...-

Un grito desgarrador y llenó de dolor, lo interrumpió, helándole la sangre a todos. Ese grito, lo atravesó completo y sólo existía una sola persona en el salón de junto que podía gritar así. Se incorporó tan rápido como pudo, pero la puerta se abrió de golpe, deteniéndolo.

-No vayan...- murmuró con la cabeza gacha, sosteniéndose del umbral con ambas manos -Por favor, no vayan...-

Repitió y levantó su rostro, mirándolos con sus ojos en blanco, se encontraba en un profundo en trance.

-No vayan...- hiperventilaba al hablar -Ella va, ella va...- tocó su cabeza con dolor, después de emitir un quejido y su nariz, comenzó a sangrar -Ella va a cambiar el...- la visión era muy dolorosa -El destino de la humanidad...- sus piernas temblaron, no podía soportarlo más -Su muerte, nos condenará a todos y los condenará a ustedes-

Los señalo con un dedo, cerró sus ojos y se dejó caer, pero fue atrapada por él, antes de que tocara el suelo.

-Diosa...-

Susurró impactado, apartándole el cabello y la sangre del rostro, al inclinarla entre sus brazos con mucho cuidado. Una pequeña lágrima caía por su sien, ya que su cabeza, colgaba delicadamente hacía atrás, al igual que uno de sus brazos que sostenía algo en la palma de su mano. Era frágil, muy frágil y su mente estuvo a punto de romperse producto de esa visión.

-¿¡Qué le sucedió!?-

Exigió saber a Yu y Kento que se encontraban en la puerta mirándolo todo, después de contemplarla en silencio.

-El maestro de mancias...- respondió el primero de ellos -La incitó a oler elixir de mandrágora para ponerla en trance pero, salió peor de lo que imaginábamos-

-Ese idiota...- murmuró entre dientes, cargándola en sus brazos -Lo mataré- juró, mirándola con su semblante serio -Se podría haber vuelto loca a causa de eso- la acomodó mejor -La dejaré en la enfermería y luego, lo mataré-

-Tú no harás nada, Satoru- su profesor lo detuvo cuando quiso dar un paso -Nanami, llévala a la enfermería- ordenó -Shoko, tú irás con ellos y ve que puedes hacer- ella asintió -¿Y bien?-

Volvió a exigir, apuntado a la chica en cuestión. Él murmuró algo ininteligible y con todo el pesar de su alma, la dejó en los brazos de su compañero, muy lentamente.

-Avísenme cuando despierte-

Salieron de allí y en completo silencio, después de afirmar con la cabeza.

-Siéntate, Satoru- él seguía inmóvil y mirando a la puerta -Siéntate, estará bien- apretó con fuerza sus puños, se sentía impotente -Ya hubiera muerto, si fuera tan frágil como tú crees- lo miró, al fin -Siéntate, tengo que hablarles de su próxima misión-

Hacía tanto que no se relajaba de esa manera. Necesitaba paz y fuera de todo contexto, él se la ofrecía, era su cable a tierra, sólo esperaba no ser la misma estúpida de siempre con los hombres.

-Necesitaba esto, gracias-

Se encontraban tomando un baño, dentro de esa enorme tina que él poseía en su departamento. Era un desastre, el agua y la espuma lo cubrían todo, pero a ellos les encantaba.

-De nada, bonita- la rodeó con sus brazos, recostándola aún más en él -Sólo quiero que seas feliz y que mi sol no se apague-

Besó una de sus manos al acercarla a sus labios. No había podido olvidar aquella noche que la pasaron juntos, fue una lástima que se repitiera después de tanto tiempo.

-Todo se volverá un infierno cuando regrese mañana a la universidad- entrecerró sus ojos -Sé que inventaste todo eso para ayudarme pero, no es necesario que lo hagas más-

Se alejó de él, descansando sus brazos y cabeza en el borde, mirando al vacío de aquel lugar.

-Pediré mi pase, volveré a Rumania en el próximo semestre-

-No inventé nada de lo que dije...- rozó con sus labios en esos tatuajes que tanto amaba -Mi madre contribuye muchísimo dinero a la universidad y yo soy su bebé- le apartó el cabello para admirar su perfil -Hará todo lo que le pida...- acarició su mejilla con los dedos -Elevaré mi queja a recursos humanos y hablaré con el decano de la universidad- ella lo miró de reojo -Sólo me falta una cosa, pero me aterra la respuesta que podrías darme-

Mordió sus labios observándolo a los ojos, eran sinceros y puros, jamás la lastimaría, todo lo contrarió, la salvaría. Él los separó, tocándolos con su pulgar y besándola, ferozmente.

-Por favor...- suplicó entre jadeos por la lujuria de poseerla -Di que sí, bonita- besó su cuello, hambriento -Di que sí y prometo hacerte feliz-

Habló con la voz ronca. Ella asintió, enredando las piernas a su alrededor y entregándose a él, por completo.

Mañana se iría a cumplir con su próxima misión, la cual era, proteger el próximo recipiente del plasma estelar del señor Tengen. Era una misión difícil, el nuevo recipiente y conocido bajo el nombre de Riko Amanai, era una adolescente de catorce años, perseguida por dos asociaciones criminales que querían acabar con ella. Difícil, pero no imposible, para los chamanes más fuertes allí y estaban seguros que todo saldría bien, si se tenían el uno al otro. Un golpe en la puerta lo hizo incorporarse de su cama y salir de sus cavilaciones, seguramente, se trataría de Suguru que tampoco podría dormir al igual que él.

-¡Ya voy!- exclamó, llevando una paleta a su boca al pasar por la cocina -¡Entiendo que estés ansioso de verme al tocar de esa manera!- su amigo golpeaba la puerta con mucha insistencia -Espero que hayas traído protección, ya que...- se interrumpió al abrirla -Dea...- murmuró con los ojos desorbitados, al verla tambaleante en el umbral -¿¡Qué haces aquí!?- tomó una chaqueta colgaba junto a la entrada y la cubrió con ella -¡Estás helada!- la invitó a pasar, rodeándola con sus brazos.

-Estoy bien- habló tiritando -Mi potencial mágico está muy bajo, pero estoy bien, sobreviviré- aseguró, castañeando los dientes -Quería verte- confesó, abrazándose a si misma -Quería saber si estabas bien-

-Si, estoy bien- sonrió con los ojos brillosos -¿De verdad querías verme?- asintió en silencio -¿En serio?- volvió a asentir -Estoy... estoy...- tartamudeó, no sabía que hacer o que decir -¿Quieres tomar o comer algo?- abrió la heladera por impulso -Tengo para ofrecerte, medio limón que data de los '90, una rebanada de pan viejo y un sobre de mostaza que me robé hace un mes- ofreció, mirándola.

-No, gracias- aguantó una risa -Pero...- se acercó a él, quitándole la paleta de su boca -¿Tienes más de esto?- preguntó, moviéndola de un lado a otro.

-No, es la última-

Ella levantó sus hombros y la metió a su boca, sin importarle que él la hubiera probado primero. Acaso, ¿Lo estaba seduciendo?, se abofeteó para comprobar si era un sueño, pero no, estaba despierto y con ella allí, deambulando por ahí y mirándolo todo.

-¿Esa es tu habitación?-

Señaló a una puerta entre abierta, sólo conocía la cocina de ese lugar y quería explorar más a fondo.

-¿Puedo entrar?- él afirmó y caminó tras ella -¡No es justo!- se quejó, quitando la chaqueta sobre sus hombros -¡Tu habitación es más grande que la mía!- desprendió dos botones de su chaleco, mirando a un lado -¡Oye! ¡Esto es mío!- levantó un péndulo rosado con forma de lágrima sobre la mesita de noche -¿Dónde lo encontraste?- se acercó a él, mirándolo entre sus manos.

-Cuando te llevaron a la enfermería después del trance, lo encontré en el suelo- acarició su cabeza cuando lo miró -Me imaginé que era tuyo-

-Si- estiró su brazo, haciendo colgar el péndulo de su mano -Cuanta los segundos de manera exacta, mira- lo movió de un lado a otro.

-Uno...Dos...Tres...Cuatro...Cinco- contaron al unísono.

-Es cierto, es genial- lo colgó en su cuello -¿Ya no tienes frío?- tomó asiento en la cama, sonriendo.

-Nop- se sentó a su lado, mirando hacia el frente -Mañana se irán a una misión, ¿Verdad?- afirmó con un leve movimiento -¿Prometes volver?-

-Claro que sí- respondió con su ego hinchado -Soy el más fuerte- se apuntó a si mismo con su pulgar.

-Eres el más fuerte, si- se incorporó, dándole la espalda -Pero no eres inmortal- fregó sus ojos, ocultando esas estúpidas lágrimas y dio unos pasos más -Creo que ya debo irme, mañana debes partir temprano y yo aquí, haciendo el papel de tonta, pidiéndote promesas absurdas, sabiendo bien que...-

Una mano tiró de su hombro, volteándola con fuerza y empujándola, muy lentamente, contra la pared, al besarla en los labios como si se terminara el mundo. La sostenía entre sus manos, disfrutando de esa boca de miel y de ese cuerpo que, quería poseer en ese instante, como un oasis en el desierto que le salvaría la vida. Ella era magia y la haría suya esa noche.

-Prometo que volveré por ti-

Desprendía los botones de su chaleco, uno a uno, no había tiempo que perder, los dos querían que pasara aquello y por esa razón, estaban allí.

-No necesito más que esto para volver aquí-

Devoró su cuello con los labios, acariciando su tersa piel, mientras ella se derretía y estremecía entre sus brazos.

-Deseo hacerte mía y que seas parte de mi universo-

Susurró en su oído, después de que ella rompiera su chaqueta y su camisa de un sólo tirón, revelando todo lo perfecto que era.

-No- la cargó en un abrazo -Tú ya eres mi universo y eres parte de mí-

La arrojó a la cama tomando todo de ella, todo lo que era y todo lo que le ofrecía, saboreándola y acariciando cada mililitro de su piel, que era solo y exclusivamente para él.