Mil colores
Lo despertó alguien tocando a su puerta con fuerza. Sobre saltado miró por la ventana y vio que ya era de noche, pero por la posición las estrellas, no era muy tarde aún. Se talló los ojos, sintiéndose un poco culpable por haber desperdiciado la tarde dándole vueltas y más vueltas al tema, hasta que se agotó y decidió tomar una siesta. Se levantó para abrir la puerta.
Era Shouto.
—¿Te sientes bien? —preguntó su amigo con evidente preocupación. No era muy expresivo, pero Izuku sabía leerlo a la perfección.
—Ah, sí —mintió—. Estaba dormido.
—Pensé que estudiarías con Uraraka, me dijo que no te había visto.
—Bueno, es que estaba muy cansado y la verdad quise mejor venir a descansar porque me dolía la cabeza… —Shouto se adelantó y puso una mano sobre su frente, cuando vio que no tenía temperatura se relajó. Pero esa acción provocó inevitablemente que Izuku perdiera el hilo de lo que estaba diciendo, que además era mentira, y que se pusiera increíblemente rojo.
—No tienes fiebre, pero estás muy rojo, ¿seguro que estás bien?
Midoriya asintió frenéticamente, agitando las manos.
—Sí. ¿Cómo te fue en tu entrenamiento?
—Bien.
Shouto dio un paso para entrar al cuarto y sin preguntar se sentó en la cama. Hizo un movimiento con las manos para conjurar algo.
—Te traje comida porque no estuviste en la cena.
Izuku cerró la puerta y aprovechó que no podía ver su rostro para tratar de tranquilizar su corazón. «Nada ha cambiado, sólo es tu amigo», se recordó.
—Gracias, Sho-chan.
Se sentó a comer. Shouto le había llevado panecitos rellenos de carne y fideos con verduras, se dio cuenta de lo realmente hambriento que estaba. Mientras comía su amigo le contaba cosas sobre el entrenamiento que sabía a Izuku le emocionaría conocer.
—Sí te pasa algo. —Se interrumpió al ver que en lugar de la usual emoción de su amigo sólo asentía y seguía comiendo sin siquiera mirarlo.
Izuku se metió el pan casi entero a la boca para no contestar. Shouto suspiró y se movió incómodo mirando a su alrededor. De pronto tuvo una idea.
—Ahorita que termines de comer quiero llevarte a un lugar.
Por fin Midoriya lo miró con curiosidad y empezó a comer más rápido.
—No te vayas a ahogar —rio.
—¿A dónde vamos? —preguntó Izuku luego de seguir a su amigo por varios minutos dando vueltas y más vueltas, subiendo escaleras y luego bajándolas.
—A mi lugar favorito de la Academia —contestó crípticamente—, te va a gustar.
Eso sólo alimentó más la curiosidad del pocionista que, intrigado, empezó a hacer teorías de qué tipo de lugar podía ser. El castillo era fantástico en todo sentido. Por dentro no parecía tan grande, pero la magia de su interior hacía que aparecieran cuartos, salas, laberintos, campos de entrenamiento; se amoldaba a lo que se necesitaba o, en ocasiones, a lo que se le antojaba a la misma Academia.
Shouto alentó el paso, haciendo que Izuku lo volteara a ver. Tenía una pequeña sonrisa y la manera en la que lo miraba provocó que su estómago se sintiera chistoso.
—¿Qué? —preguntó sonrojándose.
—Te ves adorable cuando haces eso.
—¿A-adorable? —ahora sí que estaba sonrojado. Alguna vez Sho-chan le había dicho que era como una fresa cuando se ponía rojo, por su pelo verde, así se sentía en ese momento, una fresa completamente madura y jugosa, aunque no precisamente apetitoso, más bien, avergonzado.
Shouto asintió.
—Llegamos —dijo deteniéndose frente a una puerta de cristal. Frente a ella había una ventana enorme—. Cuando es de día la luz del sol se refleja en la puerta y se ve de mil colores, es bellísima.
—Podríamos haber venido de día.
—Sí, pero lo que quiero mostrarte funciona mejor de noche, así que es perfecto.
Tocó la puerta con su dedo índice y esta empezó a emitir pequeñas ondas como agua y conforme lo hacía se iba abriendo conforme replicaba la ondas, hasta desaparecer. Izuku siguió a su amigo al interior, maravillado por lo que acababa de ver.
Era un cuarto vacío, no muy grande, tanto que no se veían las paredes y, cuando Izuku volteó a ver por donde habían entrado, tampoco estaba ya la puerta. A pesar de que no había ninguna antorcha ni luz mágica estaba perfectamente iluminado, como si estuvieran en el exterior en un día ligeramente nublado. Izuku buscó alguna fuente de esa luz y no la encontró. El piso era negro, liso y completamente mate, no reflejaba nada y se extendía hasta donde dejaba de verse, en un infinito sin límites ni muros.
—¿Qué es este…? ¡Shouto! —Cuando miró a su amigo descubrió que estaba rodeado de un halo de colores: azul y rojo, que se mezclaban en espirales y lenguas como de fuego. Parecían salir de él—. ¿Qué estás…?
—Mírate tú —dijo Shouto maravillado—. Eres precioso —susurró tan bajito que Izuku pensó que lo había imaginado.
Al levantar su brazo no pudo contener un jadeo de sorpresa porque este, de manera similar que a Shouto, emitía colores: distintas tonalidades de verde, azules y dorados lo rodeaban.
—¿Qué es este cuarto? ¿Cómo funciona? ¿Qué significan los colores? Pensé que era tu magia, pero si yo también tengo, no puede ser eso. ¿Y las paredes?
Shouto soltó una carcajada.
—La magia se ve así.
Extendió su mano derecha para hacer un pedazo de hielo, cuando lo hizo de su mano y el hielo explotaron partículas de un azul oscuro parecido a la ropa que le gustaba usar; las de su fuego eran doradas.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Midoriya con un hilo de voz.
—La habitación del color.
Shouto sonrió y se acercó a Izuku. Tomó su mano y la entrelazó con la suya frente a ellos. Los colores se empezaron a mezclar en pequeños remolinos, era un espectáculo precioso y a Izuku se le fue el aire. Aunque quizás tenía más que ver con la cercanía de su amigo y el calor del contacto con su mano que con lo que veía.
—¿Cómo funciona?
—No lo sé. Nadie lo sabe. Esta habitación fue lo primero que creó la Academia. Pero según la teoría es porque todo tiene un color: el aura, la magia, las emociones…
El resplandor colorido que rodeaba sus manos entrelazadas se empezó a tornar blanco, hasta ser meramente luz. Encandilados, tuvieron que soltarse.
—Eso nunca había pasado —dijo Todoroki asombrado.
—¿Se podrá capturar la luz? ¿Servirá para pociones? —se preguntó en voz alta Izuku.
Todoroki se encogió de hombros, sonriendo enternecido porque siempre le fascinaban las ideas de Izuku. Volvió a tomar su mano, pero la sostuvo abajo, a su costado, obligando a Izuku a acercarse.
Con el corazón desenfrenado, el pocionista observó el rostro de su amigo: los colores que lo envolvían, sus ojos brillantes, el ligero rubor en su rostro.
«No hay duda. Estoy enamorado de él».
—Tu color cambió —dijo Shouto con una sonrisa, y alzó la otra mano para pasarla por arriba de la cabeza de Izuku, como si quisiera tocar el aura, rozando el cabello. Izuku alzó su brazo desocupado para verlo. Efectivamente, se había tornado de un color violeta con trazos rosas.
—¿Qué significa?
Shouto encogió de hombros.
—El aura cambia con nuestras emociones. Pero no sé qué estás sintiendo ahorita.
Izuku tragó saliva cuando también los colores del otro chico cambiaron a un tono parecido.
—¿Los colores siempre significan lo mismo? —preguntó—. Porque también el tuyo cambió.
Shouto se miró la mano y sonrío.
—Creo que sí. —Posó esa mano en la cintura de Izuku, deslizándola por su espalda para jalarlo en una especie de abrazo. Se inclinó un poco para susurrarle en el oído—. Me gustas mucho, Izuku, desde hace mucho y… ¿por qué estás llorando?
Lo miró alarmado y quiso soltarlo, pero Midoriya lo rodeó con un brazo mientras que con el otro se limpiaba las lágrimas.
—Perdón —dijo riendo, a la vez que seguía llorando—. No es nada malo, estoy llorando porque estoy muy feliz.
—¿Oh?
—Es que tú también me gustas, Sho-chan. Mucho.
Todoroki suspiró aliviado y estrechó con más fuerza a Izuku. Envalentonado por la confesión besó su cabeza, algo que quería hacer desde hace mucho.
—Tenía miedo de que esto arruinara nuestra amistad —confesó.
—Yo igual —dijo Izuku separándose para ver a los ojos a Shouto. El aura que lo rodeaba era dorada ahora, se preguntó si la suya estaba igual.
Shouto lo soltó para poder sostener su rostro con sus manos y acariciarlo. Izuku leyó en sus ojos que compartían el mismo anhelo y poniéndose ligeramente de puntitas, al tiempo que el otro chico se inclinaba se besaron.
Cuando sus labios se unieron, a su alrededor se extendió un arcoíris inmenso que llenó toda la habitación por segundos.
FIN
Notas:
¡Por fin! Se acabó, finito, terminééé. Me tomé lo mío pero no quería dejar esta historia sin terminar. Probablemente vuelva a escribir en este universo pero por lo pronto, esto ya acabó.
Muchas muchísimas gracias por leer y más aún por comentar *mil corazones*
