Capítulo 4: El mundo de ahora.

Diana caminaba a paso rápido, casi corriendo lo mejor que podía ya que el dolor en sus extremidades era horrible y demasiado.

Aun no se había recuperado del todo del derrumbe del edificio que destruyó la enorme infectada.

Se veía muy agitada la rubia, una por que ya iba a anochecer y los infectados salían por montones al caer la noche y la segunda...

—¡ATAQUEN! —Gritó un soldado que corría en la misma calle en la que ella se encontraba.

Esa era la otra razón por la qué ella huía despavorida. Una batalla estaba a punto de iniciar y no quería ser parte de esta.

Atrás del soldado venían cientos más acompañados de vehículos de guerra como ser camiones equipados con misiles, camionetas militares con más soldados, tanques de última generación y más. Aunque eso sólo era lo que venía por tierra, ya que en el cielo se veían muchos helicópteros apache y aviones de combate.

Esto era lo que en muchas partes del mundo se vivía a diario. Los gobiernos restantes luchando para conservar el poder mientras combaten contra un enemigo igual de poderoso que ellos.

Pero ella no quería pelear. Solo quería sobrevivir hasta encontrar a su amada.

Eso era todo.

Se alarmó de repente al ver que a unos metros frente a ella. Se acercaban cientos de infectadas de varios tipos pero las que más abundaban eran las del tipo corredor de esas que tienen largas garras y corren en cuatro patas.

Esas eran muy agresivas y muy veloces. Rápidamente corrió hasta un muro y con mucho esfuerzo intento treparlo. Salto para alcanzar el borde de este y al alcanzarlo, hizo mucha fuerza para lograr que sus débiles brazos levantarán su cuerpo.

Al final fue muy difícil pero lo logró. Lástima que al llegar a la cima perdió el equilibrio y cayó al otro lado.

¡PAM!

Cayó de lado en el suelo. Afortunadamente para ella ya estaba más o menos lejos de la batalla. Aunque debía alejarse. Los soldados no dudaban en destruir todo a su paso al usar misiles de tierra.

Y ella no quería volverse polvo.

—Akko, ¿Dónde estás? —Preguntó con lágrimas en sus ojos mientras huía por un callejón buscando refugio.

Las lágrimas salían de sus ojos por montones. Le dolía mucho el saber que su linda prometida se fue de casa en pleno apocalipsis por una estúpida conversación que termino en una pelea.

Y lo peor de todo es que ella fue tan cobarde que no intento ir tras ella al instante. Simplemente se quedó encerrada en el apartamento hasta que se le acabó la comida y el agua.

Luego un día tuvo que huir de casa dejando su varita. Algo que le hubiera ayudado en grande para sobrevivir. Pero por el miedo no pudo tomarla.

Al final se canso de correr y se metió de lleno en un contenedor de basura para luego cerrar la tapa. Los disparos, los gritos, las explosiones, los golpes y los gruñidos de las infectadas la aterraron mucho.

Se acurrucó en una esquina en dónde se tapó sus oídos y cerró sus ojos lo más fuerte que pudo. Quería que todo esto fuera un horrible y muy mal elaborado sueño creado por su mente.

Y que al despertar su amada castaña estuviera durmiendo a su lado. Roncando cómo un camión descompuesto y babeando cómo un grifo dañado.

Y todo eso mientras ella la observaba.

Amaba cómo era ella.

Para ella, Atsuko Kagari era perfecta. Una chica noble y muy decidida a lograr sus sueños. Lástima que no era muy experta en la magia todavía por lo que le faltaba mucho que aprender.

Pero que juntas lograrían superarlo todo.


—Despierta o vas a llegar tarde a tu clase de cocina —habló con dulzura Diana mientras se acomodaba su corbata.

Intentaba despertar a su amada para que llegará a tiempo y no se metiera en problemas mientras que ella se alistaba para ir a la universidad.

La rubia usaba una minifalda color gris, una camisa blanca con una corbata negra con la que debía usar un saco del mismo color de la falda y que aún no se había puesto, usaba zapatos de tacon alto de color negro y medias café.

Ya casi estaba lista. Pero al ver a su prometida dormir tan cómoda, le daban ganas de meterse a la cama con ella y dormir abrazadas por el resto del día.

—Bah, no todo en la vida es estudio —dicho esto decidió hacer lo que pensó de último.

Se quito la corbata y los zapatos para luego meterse a la cama, taparse con las sabanas para luego abrazar a su amada con fuerza y dormir a su lado todo el día.

Cerró sus ojos mientras olfateaba el cuello de Akko. Algo en el olor corporal de la castaña la volvía loca. Podría estar así por siempre.

—¿Qué se supone que haces? —Preguntó Akko sin abrir sus ojos.

—Duermo al lado de la chica más sexy del planeta —coqueteo ella, también sin abrir sus ojos.

La castaña en vez de sentirse alagada soltó un gruñido de molestia. Se separó de ella y se levantó de la cama aunque quisiera poder dormir más.

Diana la observaba con enojo. Quería estar a su lado por más tiempo.

—Muy bien arriba —ordenó Akko. —Tenemos clases y no podemos darnos el lujo de llegar tarde.

La rubia en vez de hacer caso, rápidamente tomó la mano de la chica oriental y la jalo hacia ella para obligarla a acostarse a su lado.

—¡Diana no! —Exclamó Akko.

—¡Diana si! —Exclamó Diana.

Estuvieron así un rato hasta que la castaña no pudo más y se dio por vencida. Al final quedó acostada al lado de su novia, ella la abrazaba con fuerza cómo temiendo que pudiera irse a algún lado.

Mientras que la rubia estaba feliz, adoraba estar junto a ella.

No la soltaría jamás.


¡KABOOOOOOOMMMMM!

Una muy fuerte explosión hizo que temblará la tierra lo que provocó que abriera sus ojos despertándose al instante. Al parecer se había quedado dormida profundamente.

Ya sea por el cansancio o por que no podía dormir bien en las noches ya que debía estar alerta, una infectada podría salir de la nada y hacerla pedazos.

Volteó a todas partes. Recordó que estaba dentro de un contenedor de basura. Escuchaba aún las explosiones afuera.

Tembló al oírlas cada vez más cerca. Al parecer la batalla se acercaba a su posición.

Debía huir.

Tomó sus cosas y se puso de pie. Levantó la tapa del contenedor, se asomó. Sin importarle sí había alguien afuera, saltó fuera de su escondite.

Un soldado que iba pasando notó su presencia.

—¡Alto allí! —Gritó este. Ella lo volteó a ver. —¡Por órdenes de la Reina y el Imperio Inglés, todos los civiles deben unirse a la batalla en el acto!

Diana rodó sus ojos a un lado. Obviamente no iba a hacer eso. Tenía una misión más importante que obedecer las órdenes de un gobierno enloquecido.

Ella ya había escuchado la noticia del alistamiento forzado así que llegó a la conclusión de que debía huir de no sólo las infectadas, si no que también de los militares y otros entes policiales que aún estaban en servicio en el país.

—¡Oye! —El soldado se enfureció al verla huir.

Rápidamente corrió para perseguirla mientras otros soldados repelían a las últimas infectadas que atacaban.

Diana se interno más en el callejón. El idiota ese no la dejaba en paz. Ella no quería ser militar. Quería huir del país y buscar a su amada. Pero habían muchos obstáculos en su camino.

Para su mala suerte el soldado ya estaba a punto de alcanzarla y llevarla a la base de entrenamiento.

Ella estaba a punto de detenerse y enfrentarlo aunque sabía que tenía la desventaja física contra alguien entrenado para matar.

Pero por Akko debía dar su mejor esfuerzo.

Se dio la vuelta y cuándo iba a darle una patada al sujeto algo extraño pasó...

Ambos se quedaron inmóviles de repente. Pues una enorme figura había caído entre medio de ambos. Esta parecía ser un humano de tal vez dos metros de alto. Diana no sabía muy bien qué era ya que usaba una enorme capucha café que le cubría el cuerpo entero.

Solo se veía una abertura en la cara pero está estaba completamente oscura.

Ambos estaban inmóviles observando a la también inmóvil criatura.

El soldado fue el primero en reaccionar. Alzó su arma apuntándole a la de la capucha y dijo...

—¡Arriba las manos y no te muevas!

Fue entonces que el enorme ser bajo la mirada hacía él. Diana dio un paso atrás al ver que el sujeto iba a empezar a disparar.

Pero eso nunca pasó. La figura en un rápido movimiento lo tomó de ambos lados de su cuerpo y lo alzó en el aire.

—¡Bajame! —Dijo este intentando usar su arma pero al moverse demasiado la dejó caer a un lado.

La rubia al ver el rifle de asalto en el suelo se apresuró a tomarlo y cuándo iba a matar a esa cosa para que liberará al soldado ya era demasiado tarde. Pues está acercó la cabeza del soldado a dónde estaba la abertura donde estaba su boca.

Diana sintió mucho miedo al ver cómo el hombre era a su parecer, devorado vivo. Hubo un punto dónde él dejó de gritar pues la mitad de su cuerpo ya estaba dentro del obviamente monstruo come humanos.

Ella no espero más y salió huyendo de allí. No quería ser la siguiente en ser ingerida viva.

Al terminar de comerse al soldado, el enorme ser volteó a ver por dónde se había ido la rubia. Este ser simplemente dio un salto hacía arriba de los edificios desapareciendo en el acto. Yéndose así cómo había llegado.

Más tarde.

Diana había logrado salir a duras penas de la ciudad. Con la respiración muy acelerada dio un último vistazo atrás y lo que vio fue un panorama muy aterrador.

Los edificios y la mayoría de las casas echaban humo. No parecía haber más civiles allí. Sólo soldados e infectadas peleando cómo animales.

Ella lo único que pudo hacer es dar media vuelta y seguir adelante. Ya no había marcha atrás.

—Veamos... Si sigo por este camino llegare a la casa de mi familia en unos tres días... —Comentó mientras observaba el camino.

No sabía nada de su familia ni de sus amigas. Hace más de un año que todo empezó y sus seres queridos podrían estar vivos o muertos.

Era cierto que buscaba por cielo y tierra a su amada. Pero lo cierto era que le preocupaba mucho lo que había pasado con sus primas, su tía, con Andrew, con Lotte, Amanda, Hannah y Bárbara, con Sucy, con sus antiguas maestras y demás personas.

Quería pensar que todas estaban bien pero después de lo que le pasó a Croix pues su miedo se empezaba a intensificar.

—Solo espero que estén bien... —Murmuró.

Con miedos e inseguridades siguió su camino. Tenía un viaje largo y debía buscar un lugar para dormir ya que la noche estaba a punto de alcanzarla.


Era de noche y veía con desconfianza lo que era una enorme mansión que estaba en un campo lejos de la ciudad.

Una casa muy lujosa para alguien rico que le gusta el campo, era muy normal en este país si se lo preguntan a la chica nacida en una familia millonaria.

No tenía de otra. Debía entrar.

O podría morir.

Ya que cómo sabrán por las noches abundan los infectados. Por lo que debía entrar a la casa pero antes debía hallar una forma de hacerlo.

—¿Uh? —Pero se extraño al ver que la gran puerta de metal que estaba en el frente se abría por si sola.

Ella se acercó a esta. Fue entonces que diviso a una mujer mayor a la distancia, en la entrada de la lujosa casa para ser más precisos. Esta la saludaba moviendo su mano de un lado a otro.

Al parecer la estaba invitando a su casa. Pero aún así Diana desconfiaba un poco así que guardó su rifle colgándolo en su hombro atrás de su espalda y avanzó hasta dónde estaba la mujer.

Mientras avanzaba por el bello jardín las puertas a sus espaldas se cerraban poco a poco. Vio a los alrededores, al parecer era un lugar seguro.

Al llegar a dónde estaba la mujer mayor vio que se trataba de una anciana de tal vez muchos años. Su piel estaba arrugada y su cabello era todo blanco, sus ojos estaban cerrados. Usaba un vestido rojo con un cinturón café atado en su cintura, usaba también uno zapatos negros, su cabello estaba atado en moño atrás de su nuca y su estatura era mejor que la de Diana.

—¿Estas perdida? —Preguntó la amable señora.

Diana negó con su cabeza.

—No, solo buscó refugio para pasar la noche —dijo la rubia. —Le agradezco de antemano que me permitiera entrar a su casa. —Agradeció para luego hacer una reverencia.

La señora de blancos cabellos río un poco.

—Ay no querida, no hace falta —dijo ella feliz. —Me alegra ayudar. Además me serviría algo de compañía por mientras espero a que mi sobrina vuelva. —Comentó.

—¿Su sobrina? —Preguntó la rubia un tanto confundida.

—Si. Se llama Sofia. Hace días que salió a comprar unas cosas a la tienda y no ha vuelto... —Diana se confundió al ver a la pobre mujer temblando un poco. Algo raro pasaba aquí. —Me aterra pensar que la pueden haber raptado.

La rubia suspiro. Daba la sensación de que la pobre mujer no sabía lo que pasaba en el mundo.

Y ni sabía cómo explicárselo.

—Vamos adentro —dijo la anciana sacando a la ojiazul de sus pensamientos.

Para cuando Diana se dio cuenta, la mujer había entrado al interior de la casa. Por lo que la fue siguiendo, alcanzándola a los pocos segundos.

La mayor no era muy rápida.

—Te voy a preparar un poco de té —dijo amablemente a lo que Diana se ofreció para ayudarle al mismo tiempo en que agradecía tan amable gesto.

El interior del lugar era muy acogedor. Le recordaba a su casa dónde vivió con su madre y demás familiares.

Era cómo si la infección nunca hubiera entrado en este lugar. Sentía que quería quedarse a vivir aquí por siempre.

No notó que la amable viejecita la veía de reojo con una amable pero misteriosa sonrisa. Quién sabe que pasaba con ella.


Pasó un rato en dónde ambas trabajaban en conjunto para hacer el dichoso té y algo de comer. Sin mencionar que conversaban para matar el tiempo.

—Esa chica Akko parece ser una jovencita muy dulce —comentó Cecilia.

Así se llamaba la amable mujer.

—Lo es... —Diana le había contado casi todo. Pero recordar a su amada Akko si que la ponía muy mal. Prácticamente por culpa suya, ella huyó de casa dejando un enorme vacío en su corazón.

Si tan solo no hubiera sucedido ese descomunal ataque de infectadas pues hubiera ido tras ella al instante. Pero tuvo que irse hacia otra parte ya que la horda estaba por dónde se había ido Akko.

Por poco la matan ese día y los días siguientes a ese. Aunque hoy no fue diferente. Si esa encapuchada no se hubiera entretenido con ese soldado, pues hubiera sido ella la digerida.

¡KABOOOOOOM!

De pronto una explosión a la lejanía hizo a la rubia ponerse en alerta. Diana rápidamente se ocultó debajo de la mesa. Vio que Cecilia no hizo lo mismo así que salió a buscarla para traerla consigo.

Pero no la vio por ninguna parte.

Tampoco vio las tazas de té.

—Oh no... —Se quejó. —De seguro no es capaz de entender lo que está pasando en el mundo ahora... —Decidió ir a buscarla.

Rápidamente tomó rumbo a la sala dónde se suponía que iban a tomar el té. Al llegar se sintió aliviada al verla sentada en un sofá bebiendo té.

—Oh Diana querida, que bueno que llegaste —dijo alegre. —Acompáñanos. —Le pidió amablemente.

La rubia era muy lista. Rápidamente puso total atención en la palabra en plural que la mujer de mayor edad pronunció. Sus ojos detectaron al ver de reojo a más personas en la habitación.

Se dio la vuelta y apunto con el rifle sin dudarlo. Apretó sus dientes al ver a otras tres chicas. Estas la observaban sin decir nada.

—Cecilia, ¿Quiénes son ellas? —Preguntó Diana sin dejar de apuntar.

—Son tres nuevas amigas que entraron por la ventana —dijo Cecilia.

Eso solo hizo que la rubia se molestara más y más.

—Oye no queremos problemas —dijo la que parecía la líder.

Esta era una chica de color, tenía el cabello marrón claro, muy corto, casi andaba la cabeza rapada. Usaba una camiseta blanca sin mangas con rayas negras en horizontal. Un pantalón verde oscuro un tanto ancho y unas botas estilo militar.

Las otras dos eran una chica de baja estatura, tal vez media un metro con cincuenta. Era pelinegra, cabello largo, ojos cafés, tez blanca. Usaba un pantalón rojo con una camisa de mangas largas, rayada en negro y blanco con las mangas rojas y unos zapatos negros, parecía aterrada y la otra se veía molesta. También era de tez blanca con el cabello negro un poco largo, ojos verdes, con perforaciones en sus oídos los cuáles tenían unos aretes de calavera, esta usaba un pantalón negro y una playera roja con una palmera en el pecho, usaba unos zapatos blancos, perfectos para correr. Además usaba una chaqueta negra de cuero.

Esta era más alta que las demás. Incluso que la misma Diana y eso era decir mucho, ya que la rubia de los Cavendish era una chica de gran estatura.

Akko siempre se molestaba por eso. Parecía celosa.

La de ojos azules dejó de lado sus recuerdos de su amada y mientras apuntaba su rifle hacia las intrusas, se acercó a Cecilia y la tomó del brazo. Para alejarla de ellas.

—Lo preguntaré una vez más, ¿Quienes son ustedes? —Habló un poco fuerte la rubia.

La líder del grupo se levantó de su asiento y se acercó a paso relajado hasta dónde estaba Diana. La cuál le temblaba el pulso.

—Mira, se nota de lejos que jamás habías usado un arma y eso es muy extraño ya que llevamos casi dos años con este apocalipsis —comentó la chica de color.

Una gota de sudor bajo por la frente de Diana. Era cierto, jamás había usado un arma y no creía poder usarla ahora. Ni siquiera sabía si esa cosa estaba cargada.

—Tranquila, no somos malas —dijo la pelinegra de menor estatura quién se acercó también. —Solo entramos por algo de refugio por que afuera las infectadas empiezan a surgir de todas partes. —Comentó. —No queremos problemas, solo refugio.

Diana las observó a las tres. No podía confiar en ellas. Ya no sabía si podía confiar en alguien.

El mundo está de cabeza y las personas enloquecen al vivir en un mundo dónde los días son largos y las noches son peligrosas, en dónde corres peligro y si llegas a dudar. Pues, te matan.

Pero por ahora no tenía de otra.

—Está bien... —Diana suspiró. Bajo el arma y la colocó en su hombro. La mera verdad no sabía si esa cosa estaba cargada o no.

—Soy Joanna —se presentó la chica de color mientras le ofrecía su mano a la rubia para estrecharla.

—Diana Cavendish —se presentó la rubia con su típica expresión libre de emociones de siempre. Estrechando la mano de la chica.

—Esmeralda —se presentó la de baja estatura simplemente levantando su mano.

—Soy Monica —dijo la más alta sin muchos ánimos. Esta se levantó al fin de su asiento y se acercó a dónde estaban todas. —Si ya terminaron con las presentaciones, debemos hacer algo con la ventana que Joanna rompió o si no tendremos la casa llena de monstruos listos para devorarnos y violar nuestros traseros hasta el cansancio... —Comentó mientras señalaba con su pulgar la ventana que estaba bien abierta gracias a que fue derribada por la fuerza.

Diana observó con furia a la chica de color. Esta simplemente rió nerviosa.

—Jejeje... Lo siento, apenas pudimos saltar el muro, ya que nos venían siguiendo unas lobas y fue lo único que se me ocurrió hacer para poder entrar a la casa... —Comentó Joanna apenada.

Diana rápidamente se acercó a la ventana apuntando con el rifle lista para disparar. Pero al ver hacia afuera no vio absolutamente nada.

El jardín estaba limpio.

—No veo nada... —Le dijo a las demás.

Estas llegaron al poco tiempo apuntando sus respectivas armas. Diana no lo había notado pero estas estaban armadas hasta los dientes.

—Pero que... Juraría que nos venían siguiendo... —Dijo muy sorprendida la chica de color.

Al parecer esas cosas no pudieron saltar el muro tal y cómo ellas lo hicieron.

—Si, eran muchísimas... —Dijo Monica.

Estuvieron observando desde la ventana las afueras de la casa. En el jardín no parecía haber nada. Tampoco había señales de que algo hubiera roto o saltado el muro y entrado a la propiedad.

Era muy extraño. Siguieron vigilando por unos minutos más con sus armas en manos, listas para ser usadas en lo que sea que quisiera venir por ellas.

Pero el cansancio empezaba a afectarles.

—Ya es hora de dormir queridas —habló Cecilia a sus espaldas.

Todas voltearon a ver. La viejita las observaba con una sonrisa tranquila. Al parecer era inconsciente de lo que pasaba a su alrededor.

Diana sintió pena por ella. Seguramente lo perdió todo y aún no lo sabía. Sus familiares pudieron haber sido infectados o devorados y ella nunca lo sabría.

—Hay que tapar la ventana y tomar turnos para vigilar —sugirió Diana.

—Buena idea —comentó la chica de color. —Yo tomare el primer turno.

Dicho esto se pusieron a trabajar y a sellar la ventana y otras entradas más con lo que hallarán mientras que Cecilia ya se había ido a dormir a su habitación en el segundo piso.

Mientras trabajaban arduamente no notaron que al final de las escaleras una enorme figura encapuchada las vigilaba atentamente.

Esperando a que bajaran la guardia para hacer su jugada.

Las chicas no lo sabían, pero corrían más peligro allí adentro que afuera.

Continuará...


Lamentó la demora. Las demás historias, mis dibujos y otros deberes me quitan tiempo. Pero descuiden, prometo acabar con todo esto sea cómo sea.

Nos vemos en la próxima y no olviden decirme lo que piensan de la historia ya sea con un review si la leen en Fanfiction o con un comentario si la leen en Wattpad, nos vemos pronto.

Se cuidan y recuerden mantener la distancia social por que la pandemia está lejos de acabar, nos vemos.

Adiósh ;3.