Capítulo tercero

A pesar de sus intentos, Takeru y Daisuke llegaron a la puerta del restaurante donde Taichi los había citado con diez minutos de retraso y con una sensación de profundo ardor en los pulmones, en un intento desesperado por ganarle minutos al reloj.

A última hora, la demanda de fideos fritos había sido tan intensa que había sido imposible para Daisuke retirarse a la hora que ambos habían acordado para poder volver a casa y estar preparados para reunirse con Taichi. Daisuke le había insistido en que se adelantara, pero no había querido dejarlo solo ante tal cantidad de trabajo que comenzaba a acumularse.

Aquel día sólo había acompañado a su amigo por las calles de Nueva York por la tarde. Durante el resto del día había vagabundeado por la ciudad con su libreta de notas y sus bolígrafos, haciendo turismo y observando la vida pasar a su alrededor, buscando en cada retazo de la ciudad algún signo que hiciera despertar a su perezosa inspiración y le devolviera a aquel escritor de éxito que tanto disfrutaba con su profesión. Pero, una vez más, ésta no dio señales de seguir viva en su interior.

Profundamente desanimado, Takeru se había unido a Daisuke tras su parada para comer y realizaron el itinerario de la tarde con una afluencia de clientes suficiente para mantener su mente distraída de los demonios de su bloqueo de escritor que ya duraba demasiado. Él era consciente de que, de esa forma, sólo estaba huyendo del problema, pero estaba cansado de atormentarse con su situación y sólo en aquel trabajo había encontrado algo de paz para su espíritu.

—Taichi dice que ya está esperándonos dentro —le anunció Daisuke sacándole de sus pensamientos y devolviéndole a la realidad.

Takeru asintió y, tras intercambiar unas palabras con uno de los camareros que se encontraba en la entrada, les guio hasta la mesa en la que ya se encontraba Taichi acompañado por una mujer que, en ese momento, se encontraba de espaldas a ellos y con la que parecía estar teniendo una animada conversación.

Cuando se acercaron lo suficiente para entrar en el campo de visión de Taichi, éste sonrió al reconocerles y levantó la mano para saludarles. Segundos después, la mujer que le acompañaba dio un repentino respingo, como si la hubiera asustado con aquel acto, y después se decidió a dar la vuelta para encararles ella también. Takeru sintió que el corazón le daba un vuelco al reconocer aquel rostro que les regalaba una bonita sonrisa: ella era Tachikawa Mimi.

—¡Takeru-kun! ¡Cuantísimo tiempo sin vernos! —saludó la chica cuando se acercó a él y tomó sus manos entre las suyas dándole un cariñoso apretón.

—Mimi-san —fue todo lo que dijo mientras la sonreía contento con la sorpresa.

Mimi también formaba parte del grupo de amigos que todos los allí presentes habían dejado atrás en Japón. Todos habían estudiado en la misma escuela y habían coincidido todos los años en el mismo campamento de verano. Sin embargo, Mimi había sido la primera en abandonar Japón, instalándose con su familia en Nueva York antes de comenzar el instituto. Desde entonces, se habían visto poco, pero todos habían intentado mantener vivo aquel lazo que los había unido en la infancia a lo largo de su vida.

—Por cierto, me leí tu libro y me encantó. ¡Enhorabuena! —le felicitó ella radiante.

—G-gracias —atinó a decir sintiendo que se sonrojaba ante aquel halago.

Ella no había cambiado nada desde la última reunión que habían tenido del grupo hacía unos años atrás. Seguía siendo la misma chica encantadora, divertida y con estilo que siempre había sido.

Todos se sentaron alrededor de la mesa y comenzaron a observar sus cartas para decidir sobre la cena:

—Elegid lo que queráis, esta noche invito yo —dijo Taichi al ver la cara descompuesta que estaba poniendo Daisuke al ver los precios de cada plato.

—¿Estás seguro de eso, Taichi? —le preguntó Mimi mirándole con una sonrisa divertida en el rostro.

—Me debes demasiadas cenas como para que vuelvas a hacerme esa jugarreta —contestó él mirándola con la misma expresión de diversión en el rostro.

—De acuerdo, de acuerdo, seré buena —ella se rindió sin dejar de sonreírle antes de volver a esconder la nariz en la carta.

Takeru y Daisuke los miraron interrogantes y Taichi dejó la carta sobre la mesa mientras empezaba a contarles cómo Mimi se aprovechó de su buena fe con ella para pedir el plato más caro de todo el restaurante sin que él se percatase de nada hasta que le trajeron la cuenta y casi le provoca un infarto. Ellos se echaron a reír mientras Mimi se apresuraba a desmentir parte de la anécdota, explicando puntos que Taichi no había comentado como que ella se había ofrecido a pagar su parte y él no había querido, alegando su intención de cumplir su promesa de invitarla, a pesar de casi dejar la cartera temblando.

Mientras les observaba reírse de su propia anécdota, Takeru se había quedado observando a Mimi en silencio. Iba muy elegante vestida de negro, aunque demasiado sobria y recatada para lo que él estaba acostumbrado ver en una chica tan desenfadada y tan amante de los colores rosados como ella. Se había maquillado en exceso el rostro y eso le restaba mucha naturalidad, como también la postura rígida que mantenía sentada sobre la silla en contraste con lo despreocupada que solía actuar cuando se reunían en Japón. Frunció el ceño y se preguntó la razón por la que Mimi parecía querer ocultarse tras ese disfraz con el que se presentaba ante ellos.

—¡Takeru! —la voz de Taichi de sus pensamientos y se topó con la mirada silenciosa del camarero— ¿Te has decidido?

Él echó una mirada rápida a la carta y pidió lo primero que le pareció apetecible con su parco inglés. Entonces volvió a las conversaciones de su mesa y se topó con una discusión entre Taichi y Daisuke sobre la forma de ganarse la vida de este último:

—Te pasas la vida trabajando, Daisuke, eso no es vida —decía Taichi a un cabizbajo Daisuke—. Llevas meses sin venir a jugar al fútbol con nosotros y está claro que no llevas una buena vida. ¿De verdad piensas que merece la pena?

—Los principios nunca son buenos, Taichi —le contestó el susodicho con un deje de molestia en la voz—. Te agradezco que te preocupes, pero estoy bien y estoy seguro de que el negocio remontará, ya lo verás.

Taichi no parecía muy convencido y suspiró derrotado como si ya hubiera perdido aquella batalla muchas más veces en el pasado. En ese momento, les trajeron las comandas y se decidieron a empezar a cenar:

—Me dijo mi hermano que le visitaste en Orlando antes de que el proyecto concluyera —comentó Takeru a Taichi tratando de rebajar la tensión.

—Sí, la excusa fue una visita diplomática, pero en realidad yo no entiendo nada de eso en lo que están trabajando —le explicó Taichi riéndose de su propio comentario—. No podía dejar pasar la oportunidad de ver a Yamato estando en el mismo país.

—Yo iba a ir con él también, pero finalmente no se lo permitieron —intervino Mimi con un mohín-. Yo también tenía ganas de ver a Yamato.

Taichi la miró encogiéndose de hombros con una sonrisa y ella le dio un pequeño codazo provocando que la ceja de Takeru se arquease ante la idea que llevaba formándose en su cabeza desde que había tomado asiento en aquel lugar.

Llevaba un rato observando actuar a Mimi y a Taichi, de lo pendiente que estaba en cada momento de que Mimi comiera o tuviera la copa llena de lo que ella desease, de cómo le preguntaba de cuando en cuando si se encontraba bien o si estaba cómoda o de cómo parecían tener un lenguaje propio que excluía a los demás. Ambos desprendían tanta confianza y complicidad que era imposible que nadie que los viera no se preguntase como él si serían pareja.

Sin embargo, no se atrevió a preguntar y continuaron la velada de forma distendida y sintiendo que estaban pasando muy buen rato los cuatro reviviendo anécdotas del pasado y haciendo rabiar a Daisuke. Aquel era el pasatiempo favorito de todos desde que eran pequeños porque, a pesar de que ya fuera adulto, aún Daisuke pecaba un poco de una irascibilidad y un infantilismo que todavía les resultaba francamente divertido.

Después Taichi y Daisuke se pusieron a discutir sobre fútbol europeo mientras Mimi y él compartían un enorme brownie y hablaban sobre su truncada faceta literaria:

—¿Entonces crees que tienes bloqueo de escritor? —le preguntó ella mientras le miraba preocupada.

—No es que lo crea, es que lo tengo —sentenció él muy convencido—. Desde que terminamos la promoción de mi novela, no he sido capaz de sacar ni un borrador adelante y siento que me he quedado estancado.

—Me dijo Taichi que habías venido buscando un cambio de aires para recuperar la inspiración. ¿Te ha servido de algo? —preguntó Mimi entonces.

Él bajó la mirada y negó con la cabeza avergonzado, sintiendo que aquellos pensamientos desagradables acerca de su corta carrera como escritor volvían con más fuerza a torturarle y a provocar que el nudo que siempre se le formaba en el estómago se hiciera más insoportable:

—Está claro que trabajar con Dai-kun de sol a sol en ese negocio suyo, no va a ayudarte a salir de ese bloqueo —comentó ella con un tono dubitativo en la voz que pronto cambió a otro más decidido— ¡Voy a ayudarte, Takeru-kun! Juntos vamos a hacer volver al gran escritor.

Mientras ella decía aquello, había adelantado las manos hasta alcanzar las suyas y apretarlas con decisión. Takeru levantó la mirada y se encontró con los ojos brillantes e ilusionados de Mimi ante aquel nuevo objetivo que había decidido imponerse y no pudo evitar sentirse contagiado de su entusiasmo. Pudo ver en aquellos ojos a la joven Mimi que había conocido y que no había logrado encontrar en toda esa velada, algo que le provocó una enorme alegría y un sentimiento muy cálido en el pecho:

—Chicos, voy a pedir la cuenta y nos vamos —anunció Taichi sacándole de su ensoñación.

Todos asintieron y Takeru se fijó en Daisuke, quien se encontraba a su lado silencioso y meditabundo. Debía de encontrarse muy cansado de todo el día y sintió mucha lástima por él al pensar que al día siguiente debía repetir la misma rutina agotadora de todos los días.

Al momento, Taichi pagó y se levantaron de la mesa en dirección a la salida donde se encontraron con un viento gélido y los primeros copos de nieve que ya se venían anunciando días atrás:

—Tengo el coche aquí, ¿queréis que os acerque hasta casa? —se ofreció Taichi abrochándose el abrigo hasta el último botón.

—No te preocupes, es más seguro ir en metro con este tiempo —contestó Daisuke quien cada vez parecía más cansado.

Taichi asintió y, tras una breve despedida, ofreció su brazo a Mimi para que se agarrase, pero ella parecía tener otros planes antes de aceptarlo:

—Toma, Takeru, este es mi número de Estados Unidos —comenzó a decirle mientras tomaba su teléfono y lo grababa como nuevo contacto— ¡Llámame y te mostraré la ciudad! Estoy segura de que los sitios que te enseñaré, traerán de vuelta a tu inspiración.

Takeru recibió de vuelta su teléfono con el nombre de Mimi escrito lado del número de teléfono y asintió ilusionado a aquel ofrecimiento. Ella parecía conforme y por fin aceptó el brazo de Taichi para comenzar a alejarse de aquel lugar lo más deprisa posible y así evitar la tormenta de nieve.

Él se quedó viéndolos marcharse pensando en la propuesta que le había hecho Mimi y sintió que las ilusiones comenzaban a renovarse en su interior ante aquella inesperada nueva perspectiva. Seguro que ella podría sacarle de aquel desierto en el que se había sumido de aquella forma tan inevitable:

—¡Vámonos, TK! Está empezando a nevar más fuerte.

Takeru asintió a su amigo y ambos echaron a correr a la boca del metro más cercana sintiendo el viento helador cortando su rostro como si se tratase de una afilada cuchilla.


Notas de autor: Muchas gracias por leerme, lo valoro mucho. Espero que os esté gustando.