Capítulo 3: Perro guardián

You let your feet run wild
Time has come as we all, oh, go down
Yeah but for the fall, ooh, my
Do you dare to look him right in the eyes? Yeah
Oh, 'cause they will run you down, down 'til the dark
Yes and they will run you down, down 'til you fall
And they will run you down, down 'til you go
Yeah, so you can't crawl no more

Way Down We Go, Kaleo


Para bien o para mal. Xiao Xingchen lo arrastra hasta Jinlintai. Lugar de donde salió y a donde regresa.

Por supuesto, Jin Guangshan no estaba enterado de sus actividades persiguiendo a los vampiros Chang, pero tampoco le extraña verlo, atado y a sus pies, por segunda vez en su vida. El líder de la Secta Lanling Jin siempre supo que Xue Yang no era trigo limpio y si lo acogió bajo su techo, como sirviente de la secta, fue porque le convenía.

Verlo con las manos atadas a la espalda, a un lado de Xiao Xingchen no le resulta extraño.

Xue Yang sabe que Xiao Xingchen cometió un error al llevarlo allí si busca justicia. Jin Guangshan es lo último que quiere.

No le importa la justicia, sino el poder.

Y Xue Yang es poderoso. Entiende la magia que dejó atrás Yiling Lazou y eso lo hace invaluable a sus ojos.

Por eso Xue Yang sabe que no va a morir.

No le espera el castigo de los asesinos.

Mira a Jin Guangshan a los ojos y sonríe de lado. «No lo siento», dice su cara. El jefe del clan Jinling Jin parece considerar sus opciones en ese momento.

—Enciérrenlo, lo discutiremos más tarde.

—Señor, la evidencia es irrefutable —intercede Xiao Xingchen—. El patriarca Chang pidió ayuda para hacer justicia y…

—Lo discutiremos más tarde —repone Jin Guangshan, con la voz fría.

Xiao Xingchen insiste en acompañarlo. Xue Yang siente la pesada mano del vampiro en su cuello, empujándolo, diciéndole «no puedes escapar de mi castigo». Lo encierran en los calabozos a Jinlintai, allí donde los Jin encierran todos los problemas de los que quieren desembarazarse, aunque sea temporalmente.

Xue Yang le clava la mirada a Xiao Xingchen cuando lo encierran.

—¿Vendrás a visitarme, Daozhang?

Los ojos de Xiao Xingchen se muestran desconcertados ante la petición, dicha en un tono que casi parecería una súplica.

—Vamos, Xingchen —dice el otro vampiro. Alto e imponente. Xue Yang ha oído a Xiao Xingchen referirse a él como «Zichen» cuando alguien puede escucharlos; es obvio que es un nombre de cortesía, pero pronunciado con la misma intimidad que cuando pronuncia «Song Lan» y cree que nadie los está escuchando—. Nos esperan.

Xiao Xingchen desvía la mirada y asiente.

La pregunta-súplica de Xue Yang se queda sin respuesta.


Aparece solo, frente a los barrotes. Es él quien saca la llave de entre las mangas de su hanfu y abre el poderoso candado que lo mantiene encerrado.

—¿Y el perro guardián, Daozhang? —pregunta Xue Yang.

—¿Quién?

—Tu perro guardián —replica Xue Yang—, ese que te alejó la última vez…

Y de repente tiene la mano de Xiao Xingchen en el cuello y su espalda está contra la pared. Los dedos que podrían estrangularlo sin realizar ningún esfuerzo están sobre su piel y Xue Yang pierde la respiración tan solo de sentirlos. Todo ocurre en apenas un momento.

—No te refieras así a Song Lan.

Y luego lo suelta. Xiao Xingchen lo mira como aterrorizado de sus propios actos, pero no parece arrepentirse. Xue Yang tose y se retrae un poco sobre sí mismo al tiempo que sonríe porque es la primera vez que ve a Xiao Xingchen perder los estribos mínimamente.

—¿Song Lan? —pregunta Xue Yang—. Ese es un nombre íntimo, Daozhang.

Xiao Xingchen traga saliva. No responde.

—Me alegra que tengas tantas deferencias por tu perro guardián.

La palma de Xiao Xingchen se marca en su mejilla, roja tras el golpe. Ni siquiera siente el dolor. Mucha gente lo ha golpeado en su vida, intentando educarlo. Una bofetada de Xiao Xingchen no lo hará romperse o enderezarse, no irá súbitamente por el camino correcto.

—Yo sería un mejor perro guardián, Daozhang —sigue, metiendo el dedo en la yaga de una herida que no comprende.

—Cállate, Xue Yang —espeta Xiao Xingchen.

—Viniste a verme —responde él—. Eso significa que debiste extrañarme, ¿no, Daozhang? He pasado los días aquí, esperando…

—Pareces demasiado tranquilo para enfrentar acusaciones del asesinato entero de un clan —replica Xiao Xingchen—, podrías trabajar en el arrepentimiento.

Xue Yang se encoge de hombros.

—¿Qué importa? En tus ojos soy hombre muerto. Apuesto a que los vampiros piensan que la muerte es una clase de redención. —Y sólo ellos serían capaces de pensar eso. Para Xue Yang no había nada más tras morir. Su alma seguiría y persistiría, por supuesto, pero ya no sería «Xue Yang».

—La muerte también puede ser salvación —dice Xiao Xingchen. Es un discurso aprendido, y Xue Yang lo nota.

No cree en él realmente.

—Pero tú no quieres matarme, ¿cierto?

—Es el castigo de aquellos que tienen tantas vidas a sus espaldas —repite, otra vez, discurso aprendido.

—Estoy hablando de ti, Daozhang —replica Xue Yang—. Tú no quieres matarme. Apuesto a que adorarías tenerme a tus pies, moldearme como tu quieras. —Y estira las manos, con los grilletes en las muñecas, ofreciéndolas como si buscara que alguien las atara y lo jalara hasta hacerlo trastabillar y caer de rodillas—. Adorarías arrastrarme tras de ti, Daozhang, porque crees que podrías controlarme.

Xue Yang sonríe de lado y mantiene las manos alzadas, a su alcance.

—Oh, yo sería un buen perro guardián, Daozhang —sigue, ante la mirada quizá atónica de Xiao Xingchen—; dejaría que pusieras una cadena en mi cuello y jalarás de ella si a cambio me dejas morder a todos aquellos que te hagan daño.

Xiao Xingchen prefiere entonces el silencio.

Quizá le resulta mejor y menos traicionero, pero Xue Yang sólo lo ve como una oportunidad para seguir hurgando dentro del vampiro, intentando descubrir sus anhelos más profundos. Algo en sus ojos parece avivarse cada vez que Xue Yang le sugiere que quizá se dejaría controlar.

Pero si Xue Yang va a entregarse, espera que el otro entregue algo a cambio.

—¿No te gustaría, Daozhang? Tenerme a tus pies… —y en las pupilas de Xiao Xingchen casi puede ver la imagen; Xue Yang besaría sus botas si Xiao Xingchen volviera a poner una mano en su cuello y apretara al dar la orden, pero no lo cree capaz de hacerlo, no toda vía—. Tenerme a tus pies —repite y pasa su lengua por sus labios— y no dejarme ir nunca, controlarme, vigilarme. Convertirte en dios y verdugo a la vez.

Y entonces, por fin, la mano de Xiao Xingchen vuelve a su cuello.

No aprieta, no se atreve, pero sí hace que las manos de Xue Yang caigan a ambos lados de su cuerpo.

—Cállate, Xue Yang.

—Podrías morderme, Daozhang, moldearme a tu imagen y semejanza.

O, al menos, intentarlo.

El rostro de Xiao Xingchen se acerca hasta el suyo. Xue Yang no entiende lo que hace hasta que sus labios se estampan en los suyos, con ciega desesperación o quizá sólo para evitar que siga hablando. Xiao Xingchen besa con la seguridad de quien se sabe merecedor de todas las adoraciones, como besa un paladín de la justicia, como besa el verdugo antes de bajar la espada y asestar el golpe mortal.

Xue Yang se ahoga.

Cuando intenta morderle un labio, siente un pellizco en un brazo.

«No».

Así que vuelve a intentarlo, probando los límites, hasta donde lo dejará llegar Xiao Xingchen.

Y entonces el beso se detiene.

—Se amable, Xue Yang —murmura Xiao Xingchen.

Se ríe.

No le queda más remedio que soltar una carcajada seca, porque por fin atisbó dentro del alma de Xiao Xingchen. Es del color más puro que existe, aquel que cree que Xue Yang puede ser algo más que aquella bestia feral que es. La pureza que dice «Sé amable» y espera ver su orden cumplida.

Xue Yang sonríe a medias cuando la risa muere.

—No conseguirás lo que deseas tan fácil, Daozhang.

—¿No se te ha ocurrido que estás en mis manos, Xue Yang? —pregunta Xiao Xingchen y recién entonces se aleja. Parece, por fin, pesar sobre él lo que acaba de hacer, aunque Xue Yang le reconoce que no pierde la compostura.

Xue Yang sólo le responde ensanchando la sonrisa a medias.

No hay lugar donde quiera estar si no son las manos de Xiao Xingchen.


—Chifeng-Zun, debes ser más racional.

—¡Estás sugiriendo perdonar a un asesino, Jin Guangshan!

Xue Yang está de rodillas. Oye a los jefes parlotear y todo suena a ruido blanco. No importa lo que ocurra, él sabe que, si de los Jin depende, su vida está perdonada.

—Chang Ping mismo ha dicho que no es necesario derramar más sangre. —El falso tono conciliador de Jin Guangshan es perfecto—. No estamos hablando de perdonar a un asesino. Estamos hablando de darle otro castigo.

Xiao Xingchen se mantiene anormalmente callado. Está al lado de él, vigilante. Sólo. Xue Yang no encuentra en ninguna parte al otro vampiro, Song Zichen. Quizá se marchó antes de Jinlintai. Xue Yang no sabe si pesará más su deseo de intentar domarlo o por el contrario, se someterá a la mano de la justicia y pedirá su vida para devolver el equilibrio al mundo tras la muerte de los Chang.

—¡Sólo hay una manera de reparar el crimen! —Nie Mingjue, el jefe de la Secta Qinghe Nie, conocidos por su

—Chifeng-Zun,¿acaso desconfías del clan Jin? —pregunta Jin Guangshan.

Xue Yang no pone atención a las pláticas que definirán su destino. Aterrizará de pie, lo sabe. Es mucho más evidente cuando Nie Mingjue se marcha, ofendido. Lo sigue su hermano y otros de los miembros de la Secta. Entonces, queda claro que Jin Guagshan pretende convencer a los presentes de que encerrará a Xue Yang a perpetuidad —sólo para liberarlo cuando nadie más recuerde el asunto.

Pero Xiao Xingchen huele corrupción a lo lejos. Objeta. Declara que, en ese caso, él debería ser quien imparta justicia, pues es lo que le prometió a Chang Ping. Si el patriarca de los Chang no desea más derramamiento de sangre, lo honrará, dice.

Sólo que no calcula bien: Jin Guangshan no va a dejar que Xue Yang desaparezca de su vista.

Así que, cuando le dicen a Xiao Xingchen que ya no lo necesitan y prácticamente lo humillan hasta hacerlo marcharse, a Xue Yang no le extraña. Lamenta perder al cultivador, pero tarde o temprano volverán a encontrarse.

—No te preocupes por mí, Daozhang —dice, a modo de despedida sardónica—, tu perro guardián estará esperando.

Dice «perro guardián» y se refiere a él mismo.


Notas de este capítulo:

1) Sí, hasta ahora porque se cruzó el 10 de mayo y luego fue sábado y pasaron cosas. Seguimos teniendo a Xue Yang en modo brat absoluto y vemos corrupción, pero… Bueno, por aquí empieza el canon divergente (fuera de que el fic YA es un AU).

2) Escribir desde el pov de Xue Yang es muy divertido porque además en este fic todo lo que dice está pensado para malpensarse.


Andrea Poulain