Todo estaba mal con el mundo, y se sentía como si el universo estuviera conspirando en su contra. Cada uno de sus sentidos se hallaban adormecidos; no podía percibir nada, pero lo sentía todo a la vez. A su alrededor podía oír el ruido desordenado de voces, pero en el estado en que se hallaba le resultó imposible descifrar qué era lo que decían o a quién pertenecían. Tal vez ni siquiera eran voces, sino sonidos a los que su consciencia estaba tratando de dar forma.

Todo sentido se había esfumado de su cuerpo, flotando en medio de aquella desoladora pero acogedora nada. Pudo percibir una vaga sensación que le decía que su forma se estaba extendiendo y perdiendo en medio del vacío, diluyéndose entre las tinieblas de su mente. Su cuerpo entero se hallaba al borde del colapso porque no era capaz de recordar quién era.

"¿Quién soy?"

Una persona. Un chico. Poco más que un niño, y todavía lejos de ser un adulto. Había tenido un nombre, pero las palabras se le escurrían entre los dedos antes de que pudiera aferrarse a su identidad. Entonces hubo un destello de claridad. Una respuesta.

Peter.

"¿Quién soy yo?"

¿Qué es Peter? ¿Quién es? Sólo un joven de Queens. Un chico común y corriente como los había en todas partes. Alguna vez tuvo padres, pero se fueron. La vida siguió. Hasta que la araña lo encontró. Lo encontró y le dio un regalo que nunca pidió, y le fue imposible deshacerse de él. Luego comenzó el peligro. La guerra dio inicio y su vida se convirtió en una serie de batallas, una tras otra.

"Soy Peter. Peter Parker."

Protector de los débiles. Insecto. Amigable vecino. Mocoso impertinente. Héroe. Amenaza.

Spider-man.

El vacío que lo rodeaba se quebró hasta estallar en una lluvia de fragmentos, y con ello irrumpió un torrente de sensaciones y emociones que lo engulleron. Una estela de imágenes dispersas e incomprensibles desfiló frente a sus ojos.

En mi vida he tenido muchos nombres. Mi favorito es Tombstone. El aire helado del invierno azotó sus mejillas mientras se balanceaba sobre las calles de la ciudad, y entonces llegó el calor del verano, sofocante y húmedo contra el material de su máscara.

Una sombra se cierne sobre este mundo.

De pronto hubo lluvia. Una cortina de agua que caía del cielo y empapaba su figura, recorriendo todos los rincones de su cuerpo. Y también había dolor. Habrá gente que salga herida. A veces las personas que quieres. Así que prométeme algo, ¿sí?

Pudo respirar el aroma penetrante de la sangre, tan fuerte que sobrepasaba cualquier otro olor. La peste amenazaba con ahogarlo. Peter Parker... "Brillante pero holgazán." Un dolor terrible atravesó su ojo izquierdo hasta llegar a su cráneo.

Deposito mi confianza en ti.

Era imposible pensar en otra cosa. ¿No podía evitarlo? ¿Volver a tiempos más sencillos? Saboreó el dulce sabor de los panqueques de avena. La risa de una chica de cabellos dorados tocó sólo para sus oídos. ¡No lo engordes demasiado, querida! Apenas puedo ganarle unas vencidas.

Esas personas; los ricos y poderosos, hacen lo que quieren y nosotros, tú y yo, no les importamos. Pero aún así había elegido pelear. Había luchado sin importar nada más, ignorando todo obstáculo. Había querido renunciar, lo había deseado con tanta fuerza que era insoportable. Pero siempre se había vuelto a levantar.

Tú también puedes hacerlo.

Había una mujer. Su silueta resaltaba en medio de todo, mirándolo con una tranquilidad casi sobrenatural. Las estrellas bailaban en sus ojos y dos cuernos de madera coronaban su cabeza. Olía a verde. A hierba, a vida.

Ve, Peter.

"Mi nombre es Peter Parker. Y soy Spider-man."


Comenzó a abrir los ojos cuando la luz se hizo demasiado fuerte como para ignorarla. La cabeza le palpitaba dolorosamente y todas sus extremidades le pesaban, pero la temperatura era agradable y una brisa refrescante recorría el lugar. Peter se despertó con lentitud, y se encontró mirando un techo de color blanco. Le recordó a un hospital, curiosamente. Volvió a cerrar los ojos y se concentró únicamente en lo que sentía.

—Un techo desconocido.

¿Dónde se suponía que estaba? Se sentía completamente aturdido. Lo único que recordaba con claridad era el sueño extraño que acababa de tener. La cama en la que estaba era más cómoda que cualquier otra en la que hubiera dormido en su vida.

"¿A qué se refería cuando dijo que me necesitaba? No he hecho nada todavía."

—Oh, ¿ya estás despierto?

Peter abrió los ojos nuevamente y giró la cabeza con pereza hacia la voz que acaba de escuchar, todavía adormilado. Había una mujer pelirroja con anteojos sentada en una silla a su derecha. Sus ojos eran del mismo color rojo intenso y su pelo estaba amarrado en una pequeña cola de caballo sobre su hombro derecho. Tenía una expresión cálida y tenía una pequeña sonrisa, pero lo que realmente le llamó la atención era el enorme sombrero de punta que llevaba sobre la cabeza.

"¿Por qué trae esa cosa? Parece una bruja."

Bruja. Aquella palabra resonó en su mente con fuerza y, en un momento, comenzaron a volver a él los detalles de lo que había pasado. Los túneles de piedra en los que se había encontrado de repente, el trío de chicas que proclamaban ser brujas y una gran criatura blanca con un cráneo despellejado y aterrador con la que había acabado peleando. Peter bajó la vista hacia su propio cuerpo y comprobó que todavía estaba usando su disfraz de Spider-man, aunque tapado por unas sábanas azules de hospital. Estaba un poco maltratado y sucio, pero se mantenía inconfundible. Lo único que le faltaba era la máscara.

"Espera un minuto, ¿qué?"

Peter se llevó una mano al rostro para comprobarlo, pero no cabía dudas. Su corazón dio un vuelco dentro de su pecho y una intensa sensación se alarma se apoderó de él. El chico soltó un grito ahogado al tiempo que se aferraba con desesperación a las sabanas y se cubría con ellas hasta la cabeza; ignorando por completo el pequeño salto que había hecho la mujer sobre su silla, sobresaltada por su reacción.

—¡Mi máscara! ¿Qué pasó con mi máscara?

—¡Oh! La maestra Lukić tuvo que quitártela mientras estabas inconsciente para asegurarse de que estuvieras bien.

—¡¿Qué?! ¡Señora, no puede quitarle la máscara a un superhéroe así nada más! ¡Se llama "identidad secreta" por algo!

—¡¿Se-señora?!

Ajeno a la crisis existencial que acababa de causar en la mujer, Peter permaneció escondido detrás de su frágil escudo mientras más recuerdos comenzaban a surgir. Su nombre era Peter Parker, hijo de Richard y Mary Parker. Sus tíos se llamaban Ben y May, y lo habían cuidado desde la muerte de éstos. Cuando tenía quince años, una araña radioactiva lo había mordido en una exposición científica y le dio sus poderes. Desde ese momento se había convirtió en Spider-man, y durante los siguientes dos años dedicó su vida a salvar personas. Pero...

"¿Por qué?"

La verdad era que no tenía idea. ¿Cómo era posible que no pudiera recordar qué lo había llevado a tomar una decisión tan estúpida? No había nada de malo con ayudar a la gente como tal, pero era una elección de vida un tanto inusual. A todo el mundo le gustaban los superhéroes, no tenía duda. Incluso él era fanático de... de... como fuera que se llamara, pero sentía que había dado un salto demasiado extremo.

"Pude haber usado esos poderes para otra cosa. Algo que nos ayudara a Ben, May y a mí. Siempre hemos estado algo cortos de dinero."

Su corazón se sintió como si se hubiera desgarrado, y una profunda tristeza lo embargó. Pero no tenía idea de por qué. Sus tíos. ¿Qué iban a pensar? Debían estar preocupados por él. Y todavía quedaba el asunto de la situación en que se encontraba. ¿Dónde estaba? ¿Ahora era prisionero de las brujas? Su cabeza estaba pensando constantemente en qué debía hacer ahora.

—¿Estás bien?

La voz de la mujer lo sacó de sus pensamientos. Para bien o para mal, tendría que recurrir a ella para saber exactamente en qué estaba metido. Luego de eso podría formar un plan. Un paso a la vez.

—No lo sé —respondió Peter sin atreverse a salir de su refugio improvisado—. La verdad es que no puedo recordar muchas cosas. ¿Dónde estamos?

—Estás en la enfermería de la Academia Mágica Luna Nova. ¿Recuerdas cómo llegaste aquí?

—Más o menos. Había unas chicas que dijeron que me encontraron en un laberinto o algo así. Luego apareció un monstruo pájaro y peleamos. Creo que murió, pero no sé qué pasó después de eso. ¿Me desmayé?

—Sí, así fue. Akko y sus amigas te trajeron a la enfermería y la maestra Lukić se encargó de cuidarte. Dijo que tu recuperación fue extraordinariamente rápida. ¿Cómo te sientes?

—Cansado. Un poco dolorido, pero bien. Tengo hambre —Peter permaneció en silencio durante unos segundos, asimilando lo que acababa de escuchar—. ¿Cree que pueda regresarme la máscara?

—Oh, bueno... —la señora pareció pensar sus palabras antes de continuar— Supongo que puedo dártela, pero yo y el resto de las maestras ya vimos tu cara, así que...

—... Entiendo —Peter soltó un suspiro. Estaba claro que el daño ya estaba hecho y no podría hacer nada al respecto.

Resignado a su suerte, el joven se quitó finalmente la sábana de encima y encaró nuevamente a la bruja. Tal vez no debía saltar a conclusiones apresuradas, pero en realidad la mujer no le inspiraba desconfianza ni nada por el estilo. Todavía tenía inquietudes, sin embargo. No estaba seguro de qué tendría que hacer ahora.

—No te preocupes, te prometo que todo estará bien —trató de tranquilizarlo la mujer, dándose una idea de qué debía estar pasando por la mente del chico—. ¿Puedes decirme tu nombre?

Peter estuvo a punto de responderle, pero se detuvo. Aún si la bruja y el resto de la gente de la escuela en que se hallaba no le deseaban ningún mal, no le vendría mal ser un poco precavido.

—Ben —respondió con el nombre de su tío. Decidió añadir el apellido de soltera de May—. Ben Reilly.

La mujer lo examinó en silencio y Peter sintió un leve escalofrío corriendo por su espalda, pero al final sonrió amistosamente.

—De acuerdo, Ben. Ahora, necesito que me prestes atención —había adquirido un semblante más serio—. Aunque te estamos agradecidas por haber ayudado a nuestras estudiantes, la verdad es que tu aparición aquí levanta muchas preguntas. La directora Holbrooke me pidió que te llevara con ella cuando despertaras para hablar contigo, ¿entiendes?

Peter se sintió alarmado al escucharla, pero entendió las razones detrás de aquella petición. Su llegada había sido excesivamente dramática, y no sería raro que las personas que dirigían la escuela desconfiaran de él tanto como él de ellas. Si quería evitarse lo que sin dudas sería una larga serie de problemas, lo mejor iba a ser que mostrara su cooperación.

"Además, ¿qué van a hacerme? ¿Quemarme en la hoguera?"

El joven asintió con la cabeza y la mujer se permitió sonreír nuevamente, visiblemente satisfecha.

—Bien. Dijiste que tenías hambre, ¿cierto? Creo que podemos detenernos por la cafetería sin que nadie se entere. Será nuestro secreto.

—Oh —Peter estaba medianamente sorprendido, pero se permitió sonreír por primera vez en la conversación. Extendió su mano a modo de saludo— Muchas gracias, señora... ehm...

—Chariot —respondió la otra mientras estrechaba su mano—. Por favor, llámame sólo Chariot. "Señora" suena demasiado...


Una visita rápida por la cafetería más tarde y con el estómago lleno de patatas, Peter se preguntó si su optimismo temprano no habría sido demasiado alto. Luego de haber terminado de comer, Chariot lo llevó a través de una serie de pasillos hasta una habitación en la que, según ella, la directora y el resto de las profesoras lo estaban esperando. Dijo que no tenía nada de que preocuparse y que sin duda alguna la directora simpatizaría con su situación. El problema fue que, tan pronto como dio un paso dentro de la sala, todas y cada una de ellas comenzaron a hablar a la vez en una algarabía de gritos y exclamaciones.

Además de Chariot, que se había unido a la acalorada discusión, había otras nueve brujas de distintas estaturas y rasgos, desde la imagen estereotípica de la bruja hasta la que parecía una dulce abuelita. En medio de la habitación, detrás de un escritorio de madera y ocupando la única silla de la sala, se hallaba la que Peter supuso era la directora de Luna Nova.

Era una mujer anciana de tamaño pequeño, cabello verde, anteojos y que además de llevar un sombrero como el resto de sus subordinadas, portaba una chaqueta roja y un collar de piedras aguamarinas. Su mirada nunca se apartó de Peter, y el chico no pudo evitar sentirse incómodo ante el examen al que seguramente estaba siendo sometido.

Luego de un rato y cuando se hubo cansado de escuchar la acalorada discusión de las profesoras, la directora se limitó a golpear la mesa suavemente con la palma de la mano. Poco a poco, el resto de las brujas fue guardando silencio progresivamente hasta que la calma reinó nuevamente en la habitación.

—Maestras —comenzó a hablar con una voz tranquila y conciliadora— comprendo que nos hallamos ante una situación un tanto peculiar, pero les pido que guarden la calma hasta que lleguemos a un acuerdo. Están asustando al muchacho.

—¿Asustarlo a él? —una de las profesoras, más alta que el resto y con cara de pocos amigos, dio un paso al frente— Directora Holbrooke, con todo respeto, lo que deberíamos hacer es esposar a este joven y...

—¡Un momento, profesora Finnelan! —intervino Chariot— Entiendo que las instalaciones hayan sufrido daños importantes, pero Ben...

—¿Le parece poco, profesora Ur... Chariot? —preguntó la contraria— ¡El laberinto se vino completamente abajo! ¿Tiene idea de cuánto tomará sólo despejar la entrada? Tal vez nuestra situación económica ya no sea tan delicada como antes, pero aun así...

—¡Ayudó a detener a la criatura! Tenemos varias testigos que lo afirman. Debemos enfocarnos en que no se perdió ninguna vida durante el incidente.

—¿No le parece que es demasiado conveniente que apareciera justo cuando la academia estaba bajo ataque? Tal vez él estuvo detrás de todo esto, esperando la oportunidad para que bajaramos la guardia.

—Maestras, por favor —la directora interrumpió antes de que una nueva discusión diera inicio—. Entiendo su preocupación, profesora Finnelan, pero no podemos saltar a conclusiones apresuradamente. Me tomé la libertad de llamar a una de las testigos para que nos explique qué sucedió. ¿Señorita Kagari?

Peter suspiró levemente, aliviado. Si se encontraba en alguna especie de juicio, no le habían pedido su propia declaración hasta el momento. ¿No les parecería raro que él sólo se quedara allí de pie, callado y sin posibilidad de defenderse? La puerta de madera a sus espaldas crujió y de ella emergió una de las tres brujas con las que se había topado al inicio de todo, ésa que le había dado la brillante idea de pelear con el monstruo.

—Con permiso. Oh, ¿tú también estás aquí? —la chica se sorprendió ligeramente al verlo y se acercó al centro de la sala, examinando a Peter con curiosidad— Creí que eras más viejo. ¿Cuántos años tienes?

—Los suficientes —respondió secamente Peter, no muy cómodo todavía con dar demasiados detalles personales.

—Señorita Kagari —la voz de la directora se hizo escuchar nuevamente—, ¿le importaría decirnos con exactitud qué fue lo que ocurrió?

Kagari comenzó a hablar acerca de cómo se había internado en los túneles junto a sus amigas en búsqueda de un tesoro o algo así, hasta que hallaron un libro y luego las atacó el monstruo. Para molestia de Peter, lo presentó como el personaje de un cuento de hadas que había aparecido de repente cuando lo invocó "con el poder de su corazón" o una cursilería de ese tipo.

Mencionó cómo había se había enfrentado contra la bestia gigante sin olvidarse, por suerte, de mencionar que la había salvado a ella y sus amigas además de a otra estudiante. Su narración era apresurada, por momentos detallada y en otros muy vaga, además de llena de efectos de sonido y movimientos dramáticos de las manos. Peter se encontró a sí mismo alzando la ceja más de una vez ante su estilo tan extravagante, pero mantuvo la boca cerrada hasta que terminó.

—¿Y dónde se encuentra ese libro ahora, exactamente? —preguntó Holbrooke.

—Lo dejamos dentro del laberinto cuando escapamos —explicó Kagari, antes de continuar nerviosamente—. Supongo que se quedó allí luego del derrumbe.

Finnelan murmuró algo por lo bajo, sin esforzarse en disimular su disgusto.

—¿Es cierto todo esto, señor? —preguntó la directora, dirigiéndose a él por primera vez.

—Sí, casi todo —respondió Peter—. Excepto por la parte de que soy un personaje de un libro. Soy una persona real. Pero todo lo demás es cierto, incluido lo de la amnesia.

—¿Y pretende que creamos que en verdad no recuerda nada de su vida antes de venir aquí? —Finnelan no se mostraba dispuesta a ceder ni un milímetro— Tal vez pueda engañar a un par de niñas, pero permítame decirle que Luna Nova no es...

—Mire, entiendo cuál es el problema, ¿de acuerdo? —Peter la interrumpió, habiéndose cansado finalmente de toda la situación— Lo entiendo. No la culpo por no confiar en mí, si estuviera en su lugar creo que yo tampoco lo haría. Tiene razón, es demasiado conveniente. Y créame, a mí me frustra no poder recordar nada de mi propia vida más que a todas ustedes juntas, ¿pero sabe qué?

Peter recorrió la habitación con la mirada, pero el resto de las profesoras permanecía en silencio, sorprendidas por su aparente estallido. No era como si le preocupara, así que continuó.

—No me importa si creen que soy un personaje ficticio o alguna otra cosa, pueden pensar lo que quieran. Pero les juro que no estoy aquí por otros motivos. No quiero lastimar a nadie de esta escuela ni mucho menos. Está claro que no pertenezco a este lugar, y no tengo ninguna intención de quedarme aquí tampoco. Lo único que quiero es volver a casa con mi familia y seguir con mi vida. Eso es todo.

Incluso Finnelan parecía sorprendida. Ahora que ya había dejado claro su punto, Peter decidió que era un buen momento para tratar de calmar un poco el asunto.

—Si pueden ayudarme, se los agradeceré. Pero si no es así, entonces prometo que me iré y hallaré la forma de regresar por mi cuenta. No quiero crear más problemas. Por favor.

La habitación se quedó en silencio, y aunque las profesoras intercambiaban miradas unas con otras y Kagari se movía nerviosamente de un pie a otro, sólo Holbrooke se veía concentrada en estudiarlo nuevamente. Decidido a no dejarse intimidar de nuevo, Peter le regresó la mirada, desafiante.

—Dígame algo, jovencito —cuestionó Holbrooke de pronto—. ¿Sabe algo sobre la magia? ¿Tiene alguna idea de cómo podrá regresar a su hogar?

—No —admitió Peter, bajando la mirada—. No, creo que no.

—Tal como lo pensé —Holbrooke se recargó cómodamente sobre su silla con una expresión satisfecha en el rostro—. Aunque no podemos negar que la escuela sufrió daños considerables, me parece que lo apropiado sería darle las gracias por salvar a varias de nuestras queridas alumnas.

Finnelan se giró para mirar a la directora con sorpresa, pero ésta la ignoró.

—¿Disculpe? —preguntó Peter, que no había esperado aquel giro de los acontecimientos.

—Por lo tanto —continuó Holbrooke—, en vista de que carece de los medios para regresar a su hogar por cuenta propia y como forma de agradecimiento por sus acciones, me gustaría ofrecerle la oportunidad de quedarse en Luna Nova hasta que hallemos el libro y encontremos la forma de regresarlo de donde vino.

—Es-es muy amable de su parte. En serio —respondió Peter, tan atónito como el resto de las profesoras a juzgar por sus expresiones—. Pero ¿está segura? Quiero decir, no quiero ser un estorbo ni...

—Oh, no diga tonterías —rio Holbrooke mientras agitaba su mano despreocupadamente—. Es lo menos que podemos hacer. Puedo ver en sus ojos que no es un mal muchacho. Tendremos que conseguirle un cambio de ropa, pero eso puede arreglarse fácilmente.

Peter trató de no imaginarse a sí mismo usando falda y el mismo uniforme que Kagari, pero por suerte Chariot lo salvó al acercarse a él con una sonrisa jovial en el rostro.

—¿Lo ves, Ben? —dijo al tiempo que juntaba las manos, en un gesto claramente feliz— Te dije que no habría razones para...

—Peter.

—¿Eh?

—Es-es mi nombre —explicó el joven en voz baja mientras desviaba la mirada, ahora un tanto avergonzado por haberle mentido antes—. Mi verdadero nombre. Peter Parker.

Chariot lo miró durante un segundo, pero sonrió nuevamente y extendió su mano.

—Mucho gusto, Peter.


Ahora que se había tomado la decisión de permitirle a Peter quedarse en Luna Nova, Chariot le pidió a Akko que llevara al joven, todavía algo desorientado, hasta una habitación de huéspedes para que se instalara. Se despidió de ambos con una sonrisa, pero tan pronto como la puerta del Salón de las Nueve Brujas se hubo cerrado, la atmósfera dentro de la sala cambió completamente y todas las brujas presentes adoptaron un semblante serio.

—Maestra Chariot —comenzó Holbrooke—, me parece que tiene algo que informarnos.

—Así es, directora —Chariot buscó en su vestido y extrajo un pequeño trozo de cristal púrpura—. Esto es lo único que quedó de la criatura luego de su destrucción. Lo examiné como pidió, pero no pude averiguar nada. Tuve que consultar un libro.

—¿Y qué es lo que encontró?

—Creo que se trataba de una Bestia Oscura.

—Eso es imposible —exclamó Finnelan al tiempo que todas las profesoras murmuraban con preocupación—. No ha habido Bestias Oscuras en más de mil años. No pueden subsistir por su cuenta.

Holbrooke ladeó ligeramente la cabeza, pensativa. Cuando se atrevió a hablar, su voz delataba preocupación.

—Puede que esté relacionado con el regreso de la magia en el mundo. Creo que algo se ha despertado.