Capítulo 4: Renacer

Muy lejos de cualquier población mágica y muggle, en una abandonada mansión que estaba cayéndose en pedazos a simple vista, con los muros de piedra gastados por las décadas, la maleza creciendo a todo alrededor, y las ventanas rotas; la poca gente que alguna vez logró toparse con semejante muralla en ruinas durante su camino, jamás entraron por el miedo a que esta se les viniera encima.

Ni una sola alma habitaba cerca de ésa abandonada casa, o al menos, no alrededor, pues aun cuando pareciera que aquella ruina inestable no podría albergar ni a un simple roedor, existían cinco personas habitando la vivienda desde hacia una década atrás. Minerva McGonagall, Pomona Sprout, Filius Flitwick, Horace Slughorn y Sybill Trelawney; ex profesores de Hogwarts.

Exiliados por sus amigos, protegidos de sus enemigos, los cinco profesores tuvieron que huir y ponerse a salvo cuando la guerra entre Mortífagos y el mundo se reinició frente a sus desconcertados ojos. Demasiado valiosos para ponerlos en peligro, y con la esperanza de que, en un futuro no muy lejano, solo trajeran algo de paz, o una salida a todo lo que acontecía en el mundo; Neville Longbottom logró convencerlos para vivir en el aislamiento, la única manera de estar a salvo al fingir sus muertes durante la batalla.

Batalla, sin embargo, que llevaba más tiempo que la vida misma fuera de ésos muros.

Habían pasado ya once años, y ni una sola muestra de esperanza había aparecido a lo largo del camino. Una señal. Un indicio. De bien o mal. Nada.

Hasta ahora…

-… lo que una vez no pudo ser acabado, ahora está unido… renacido de la sangre de sus verdugos, vendrá a cobrar venganza… oculto entre las sombras, traerá una nueva era de sufrimiento… el más joven será la clave para acabar con todo … Y la unión que alguna vez los mantuvo juntos, se romperá para siempre si el alma inocente es puesta en sus manos… Lo que una vez no pudo ser acabado, ahora está unido… Y la unión que alguna vez los mantuvo juntos, se romperá para siempre si el alma inocente es puesta en sus manos

- ¿Ya cuánto tiempo lleva así? - preguntó la voz de una mujer mayor, entrando en la habitación donde otra yacía en la cama gimiendo y gruñendo con la voz distorsionada, agitándose de un lugar a otro con los ojos en blanco.

- Al parecer, toda la noche, desde que te marchaste, no ha tenido un momento de lucidez. Sybill nunca había tenido un trance como éste - respondió le otra mujer, mirando preocupada a la profesora Trelawney mientras colocaba una humeante taza de té en la mesita de noche.

- ¿Qué significa Minerva ?, - llamó un pequeño hombre con voz cansada a la primera, poniéndose de pie de la incómoda posición en que había permanecido la mayor parte de la noche, en una silla junto a la cama - ¿acaso es…?

- No, no puede ser Filius - negó la otra mujer.

- Pero Pomona, tú apenas y la viste ayer por la tarde, cuando empezó todo. Yo pasé con ella toda la noche, después de suplir a Minerva en la guardia. Ella sigue diciéndolo. Sigue… - refutó el profesor Flitwick.

La profesora Sprout, sin embargo, se giró hacia la entrada cuando escucharon los pasos de otro hombre ingresando en la habitación, atraído por el repentino ruido.

- Tú la viste. Es imposible ¿cierto?… - le preguntó ésta a la profesora McGonagall - Después de todo este tiempo, es inadmisible que algo llegue a suceder justo ahora - replicó.

- Todo es posible Pomona, todo es posible - intervino el recién llegado, viendo con ojos preocupados a la profesora Trelawney.

- Horace, por favor, tú más que nadie debe estar en desacuerdo con eso. Siempre has sido el escéptico en todo. Especialmente acerca de… profecías - musitó sin aliento, cual si la sola palabra trajera una maldición consigo.

Minerva vio a sus amigos durante largos segundos, antes de desviar la mirada hacia la antigua profesora de Adivinación.

— No tan inadmisible. No sé si ustedes lo hayan olvidado, pero hoy, hace 11 años, presenciamos el final de una de sus profecías. Esto no puede ser coincidencia — refutó el profesor Slughorn.

Cuatro pares de ojos se clavaron en Sybill. Sus palabras taladrando en sus cabezas.

—… Oculto entre las sombras


El lejano sonido de las gotas de lluvia al impactar contra la ventana, junto al rugir del camión de la basura, hizo que Hermione se removiera incómoda en la cama, sintiendo una molestia punzante en el cuello.

Todo su cuerpo pesaba demasiado, como si hubiera dormido durante largas horas ininterrumpidas. Sentía la boca seca, y las piernas entumecidas luego de haber pasado toda la noche en la misma posición.

Lo último que recordaba era haber estado trabajando en su estudio. Después, nada.

Gruñó, colocando la almohada sobre su cabeza, dándose media vuelta, ahogando así los ruidos del exterior. E ignorante de la brisa húmeda que entraba por la ventana que ella siempre mantenía cerrada, y ahora se fueron completamente abierta, mojando su alfombra y parte del diván junto a ella.

Había tenido un sueño hermoso. De eso estaba segura. El sentimiento de paz que la embargaba era difícil de ignorar. Pero por más que intentó recordar cual había sido, le resultó imposible; y por alguna extraña razón, se molestó por eso.

Soltó un suspiro frustrado, aun con los ojos cerrados, dándose cuenta que de tanto hilar pensamientos, y reconocer sensaciones, la conciencia había vuelto a ella.

Debo levantarme, se dijo. No puedo permanecer en la cama todo el día. Pero tan sólo abrió los ojos, renuente a dejar aquella calidez que la cubría. Ni siquiera recordaba la última vez que había dormido tanto, y tan tranquilamente.

Estiró los brazos, apartando la almohada, sintiendo un cosquilleo a la altura del torso cuando haló, sin darse cuenta, la suave manta sobre ella. Y arrugó el entrecejo.

¿Se había cubierto con la manta que ponía en su diván, cuando se quedaba despierta hasta tarde, leyendo en su habitación?, se preguntó confundida.

Y entonces, todo viajó a su mente… el juicio, el veredicto, su plática con Liz, su llegada a casa, el llamado a la puerta…

Un nudo se le formó en la garganta antes de poder retenerlo.

Ahora entendía aquella paz, aquella inexplicable tranquilidad, pensó con dolor, sintiendo las lágrimas agruparse en sus ojos.

Todo había sido un sueño. Un cruel sueño. Harry estaba muerto. Él no había aparecido durante la noche a la puerta de su casa.

Apresó la manta en sus manos fuertemente, cubriéndose hasta el cuello, y haciéndose ovillo en la cama.

"Juntos hasta el final ¿no?"

El sonido de su voz hizo eco en su cabeza; y tragó un lastimero sollozo.

Pero antes de que la oscuridad la envolviera, un escalofrío la hizo estremecerse, dándose cuenta por fin de la brisa húmeda que entraba a la habitación. Y se giró, sentándose, furiosa consigo misma por haber dejado la ventana abierta. Iracunda por haber despertado de aquel maravilloso sueño, en el cual Harry había vuelto a ella.

Y no era aquel que estaba sentado en el diván junto a la ventana, viendo como gotas pequeñas de lluvia caían afuera.

Algo dentro de sí se sacudió, congelándose en la cama; con aquella manta, que ella no recordaba haber puesto sobre su cuerpo entumecido, apresada en sus manos.

- ¿Harry?… - incluso cuando el nombre se escurrió entre sus labios de manera temblorosa y débil, él pareció escucharla cuando se giró lentamente hacia ella.

Y entonces ésas dos esmeraldas la observaban desde la distancia, invocando sus lágrimas.


Reduciendo la velocidad considerablemente hasta aterrizar con suavidad en medio de todas las casas de campaña, Neville apenas tuvo oportunidad de enderezarse y lanzar la escoba con las demás, antes de tener brazos unos envolviéndolo con efusividad.

- ¡Neville!… - chilló en su oído Hannah Abbott, su antigua compañera de Hogwarts - Merlín, cuando vi a todos los de tu campamento arribar sin ti, por un momento pensé… - sacudió la cabeza.

El pelinegro sonrió, abrazándola por unos segundos más.

- Sólo tuve un ligero contratiempo… - ofreció sin más.

Hannah lo dejó ir, dando un paso hacia atrás con el entrecejo fruncido.

- ¿Ligero ?, ¡pasaste toda la noche fuera !; ¿Dónde demonios…?

- Hannah, no ahora… - la frenó con suavidad. Su amiga lo miró con un dejo de preocupación - Anda, dime, ¿cómo has mantenido mi invernadero? - le preguntó.

El ceño de la ex Hufflepuff se relajó.

- Las mandrágoras no me dejan dormir por la noche, pero fuera de eso, los lazos del diablo ya están listos para el siguiente cargamento - le inform.

- Perfecto. Necesitaré un par de ésos - su voz se tornó fría.

— Es cierto entonces… — afirmó trémula. Neville la miró sin comprender — Con todos los demás, hemos estado hablando. Alguien nos traicionó, ¿no es así?; ¿acaso sabes quién fue…? — lo miró alarmada.

Neville negó con la cabeza.

— En un momento hablaremos de eso, por lo pronto infórmame toda la situación. ¿Padma?, ¿has sabido algo de ella? — recordó de pronto.

- Llegó hace poco más de ocho horas con Terry, Susan y Seamus; la han tenido bajo hechizos y pociones durante horas, madame Pomfrey pudo verla, no te preocupes, dijo que se recuperaría, dejó instrucciones para Terry. Él no se ha despegado de ella en toda la noche; bueno, ni él ni Seamus… - recordó con una sonrisa, su ceño frunciéndose con consternación - Aun así, aun no despierta… - le siguió contando mientras empezaban a caminar, viendo como todo el mundo estaba movilizándose, perdiéndose en el bosque para crear más hechizos protectores, repartiendo víveres a aquellos que no corrieron con tanta suerte y fueron vistos en la evacuación; mientras los líderes estaban apartados, reunidos en una mesa amplia, trazando tácticas de ocultamiento y posible ataque de ser necesario - Como ves, no hemos descansado en toda la noche, cada uno está haciendo algo.

Neville sonrió al ver a sus amigos.

Susan Bones, Dean Thomas, Parvati Patil, Anthony Goldstein, Lee Jordan, Ernie Macmillan, Justin Finch-Fletchley, Dennis Creevey, Michael Corner, Katie Bell, Angelina Johnson, Cho Chang, Zacharias Smith, Alicia Spinnet ...

Ahí estaba el Ejército de Dumbledore. Los miembros originales, con algunas bajas a lo largo de los años, pero igual de unidos que siempre.

- Espera. ¿Y George? - respingó, girándose rápidamente hacia Hannah.

- Oh, George; bueno, en realidad teníamos la esperanza de que estaba contigo. Lee dijo que George le ordenó a su grupo venir a aquí. Fue la última vez que lo vio - le notificó con inseguridad.

Neville crispó los puños, blasfemando para sus adentros.

- Tranquilo, seguro aparecerán pronto. Siempre lo hace - Hannah colocó una mano en su hombro, al notar su tensión.


Como salido de un cuento de hadas, de un sueño, Harry la miró durante lo que parecieron horas, antes de bajarse del diván, ponerse de pie y sonreírle de aquella manera inocente en que sólo él podía hacerlo.

Una corriente de adrenalina sacudió a Hermione tan fuerte, que apenas se dio cuenta del momento en que se levantó de la cama, aventando la manta y se arrojó a sus brazos.

El sentimiento que la embargó cuando tocó su cuerpo fue tan intenso, que las lágrimas que luchó por retener, surcaron su rostro sin darle tregua.

Ahí estaba. Su Harry. Su mejor amigo. Envolviendo sus brazos en su espalda, acercándola más a él, hundiendo el rostro en la curvatura de su cuello y hombro, aspirando profundamente.

Merlín, si era un sueño, Hermione no quería despertar jamás.

¿Cuántas veces había soñado que él estaba ahí, con ella, y la abrazaba con aquella fuerza y cuidado que lo caracterizaba ?, ¿en cuántas ocasiones se encontró bañada en sudor, al haber despertado de una pesadilla en el cual él la abandonaba una y otra vez sin darle tiempo a reaccionar ?, ¿cuántas lágrimas había derramado a lo largo de los años por su ausencia ?, ¿cuántos recuerdos había reprimido, borrado de su sistema, buscando así anestesiar el dolor que cada uno de ellos le causaba?…

Ya ni siquiera lo recordaba.

Cada lágrima, cada herida en su corazón se volvió parte del olvido cuando sus dedos se enredaron en aquellos cabellos negros e igual de indomables que siempre; cuando aspiró el aroma de su piel, mezclado con aquella composición que olía a pasto recién cortado y pergamino nuevo.

El acelerado subir y bajar de su pecho, pegado al suyo, elevaba su número de respiraciones por minuto, creyendo que hiperventilaba. Sentir el cálido contacto de su respiración, impactando en su cuello, la hacía estremecerse.

El nudo que se había formado en su garganta cuando creyó que su sueño había acabado, se liberó en su estómago, cual revolución de mariposas; volviendo todo en una mezcla de dicha y felicidad incalculable. Infinita.

Y si la castaña creía que no podía sentirse más dichosa, nada se comparó a cuando Harry la separó de sí apenas unos cuantos centímetros, tomándola de los hombros, para mirarla intensamente a los ojos.

El corazón se le aceleró, sintiendo como si todo a su alrededor girara, justo como cuando usaron el giratiempo en tercer año. Y la sangre corrió a sus extremidades y rostro.

- Hermione… - suspiró su nombre, su mano posándose suavemente en su mejilla sonrojada.

Lágrimas volvieron a viajar por su rostro, el corazón le dio un vuelco, sintiéndolo palpitar en su garganta. Una sonrisa plena surcó su rostro por primera vez en años.

- No lo hagas - le solicitó cuando lo vio con la intensión de hablar nuevamente.

Y Harry arrugó el entrecejo, como solía hacerlo cuando estaba confundido.

¡Dios !, parecía tan real, tan auténtico. Todo él, su rostro, sus ojos, su aroma, sus gestos…

- Si esto es un sueño, no quiero concentrarme en nada más que no sea tu presencia… ¡No quiero abrir los ojos y darme cuenta de que no estás aquí! - su voz se rompió de emoción. Abrumada por todo lo que le hacía sentir con el simple roce de su mano en su mejilla. Perdida en aquellas lagunas verdes.

- Esto no es un sueño - le aseguró él.

Bendito espíritu que venía a atormentarla, a glorificarla con su presencia. ¿Será acaso que para las nebulosas ánimas no existía la piedad?, ¿la misericordia?; pues si ahora comprendiera su agonía la dejaría vivir ésa utopía para siempre, no regalándole escasos segundos de alegría momentánea.

No, si la misericordia tuviera un significado para él, la llevaría con él, le permitiría morir en sus brazos, prometiéndole reencarnar en un ser menos infeliz con el simple hecho de borrar su pasado, de olvidar.

Hermione meneó la cabeza, refugiándose en su pecho. El sonido del palpitar de su corazón, a través de la tela de su camiseta, la hizo sonreír.

Jamás podría encontrar más dulce agonía, nunca podría probar más amarga despedida más que con un cálido abrazo de sus brazos. Y si ahí había de perecer, lo haría feliz pues con él está su lecho, su fortaleza y su ser.

¿Por qué volvía ahora ?, ¿por qué en forma de sueño ?, se preguntó con dolor, sabiendo que pronto le arrebataría todo al marcharse por millonésima vez.

- Hermione… - la solicitó nuevamente, intentando apartarla de sí.

Pero ella se aferró a él, con temor.

- ¡Te extraño mucho! - le confesó.

- Estoy aquí - le acarició la espalda.

- La última vez que te vi, fue hace meses… y ni siquiera pude tenerte así de cerca… - si era un sueño, si ése era su último minuto con él, disfrutaría de ello todo lo que pudiera; después de todo, ya no tenía nada más que perder. Él tenía su vida en sus manos - Soñé con el día en que te perdí - musitó sin aliento, un sollozo se escapó de entre sus labios temblorosos.

Harry la abrazó en silencio, dejando que se desahogara.

¿Y qué importaba el mañana cuando se sintió condenada ?; la cadena no se aprecia pues es invisible, las esposas jamás se observan, pero aprietan su existir y la sangre que emana de su corazón lacerado jamás será regada en otro lugar que no sean sus brazos pues fue él quien causó su dolor al marcharse.

- ¡Ya no puedo seguir sin ti, Harry!… - se separó abruptamente, mirándolo con los ojos inundados en lágrimas - Lo he intentado, cada día lo hago; y persigo el sueño que me ayudaste a seguir, pero es demasiado… - dio un paso hacia atrás, alejándose de ésa cercanía que de pronto le causaba un dolor físico - Ni salvando la vida de un millón de personas, o corrigiendo los errores de aquellos que están arrepentidos, me brinda algo de paz a mi… - se abrazó a sí misma, temblando - ¡Daría lo que fuera porque tú vivieras y yo tomara tu lugar! - deseó con dolor, cerrando los ojos.


- ¡Neville! - lo saludaron sus amigos apenas lo vieron.

- ¿Estás bien?

- ¿Te viste? - bombardearon de preguntas mientras lo saludaban con calurosos abrazos o estrechadas de mano.

- Estoy bien - les tranquilizó.

- Empezábamos a creer que habías ido por algo de comer… - bromeó Katie.

- ¡Es en serio!… - aseguró Alicia cuando todos rieron - ¿No traes nada?

- Y sabía cómo tal - se sumó Angelina.

- ¡Oye! - exclamaron los ex Hufflepuff.

- Es cierto - zanjaron las mujeres sin ninguna pizca de vergüenza.

Neville meneó la cabeza.

- Vamos, necesito informes. ¿Bajas? - inquirió sin preámbulos. Ya habría otro momento para bromas, para sonreír.

- Ninguna - contestó Angelina.

- ¿Heridos?

- Mi equipo tuvo un par, ya los atendió Terry - le comunicó Dean.

- Yo me lastimé el tobillo - Dijo Dennis su pie izquierdo.

- Cuando aterrizaste aquí - saltaron divertidas Cho y Parvati a la par, haciéndolo giñarles un ojo; recibiendo un golpe en la cabeza por parte de Anthony.

- A uno de mi grupo lo alcanzó un Cruciatus y estuvo a punto de caer de un Thestral, pero logramos salvarlo. Está descansando - le contó Zacharias, lanzándole una breve mirada a Dennis.

- ¿Los suministros ?, ¿pergaminos ?, ¿pociones? - interrogó.

- Sólo perdimos una caja con poción crece huesos, pero fue nuestra culpa; llegaron antes de lo previsto y cayó cuando emprendimos el vuelo. De todas formas, no se dieron cuenta, y tenemos repuesto - le notificó Anthony.

- ¿Qué hay de los Thestrals? - sable de quiso.

- Vagando por el bosque - respondió Zacharias.

- Alimentados - agregó Michael.

Neville suspiró, quitándose un peso de encima.

- Me alegra que estén todos bien… - los miró alternativamente, notando apenas los cambios comunes después de semanas o meses sin verso - Hicieron lo correcto, como siempre; - se apoyó en la mesa, repentinamente cansado - pero, aun así, hay algo que debemos resolver…

- La traición - comentó Lee.

Neville le lanzó una mirada; no pudiendo negarlo más cuando todas las miradas se posaron en él, viendo la seguridad brillando en cada uno de ellos.

- Sí - suspiró, dejándose caer agotado en una silla.


El chasquido de una Aparición, hizo que varios se giraran hacia George, cuando se materializó en medio del campamento; el pelirrojo apenas y los regresó a ver, buscando con la mirada la casa de campaña que siempre usaban para colocar a los heridos, encaminando sus pasos hacia allá.

La simple idea de haber perdido más miembros, le revolvió el estómago.

- ¡Jorge! - chocó Seamus contra él, quien iba saliendo en ése momento de la tienda.

- ¿Hubo muchos? - le preguntó sin preludios.

- Pocos, nadie de gravedad. Sin embargo, descubrieron a Padma ayer por la mañana en el Ministerio, estaba alterando los registros de la Red Flu - le contó.

- ¿Cómo se encuentra?

- Está débil, pero se pondrá bien. Terry no se ha despegado de ella - se mostró tranquilo.

George asintió.

- ¿Has visto a Neville? - desvió la mirada alrededor.

- Llegó un poco antes que tú. Parece que habrá junta en unos cuantos minutos, yo iba hacia allá… - le informé, contemplándolo de pies a cabeza con detenimiento.

- De acuerdo - asintió, dándose media vuelta.

- ¿Jorge? - lo llamó cuando estuvo a punto de marcharse.

- ¿Si? - volteó a verlo.

- ¿Eso es… sangre, en tu zapato? - arrugó el entrecejo, cuando lo regresó a ver a los ojos.

George desvió la mirada a donde Seamus señalaba, notando la mancha de sangre seca en ellos.

- Sí, supongo que lo es - asintió sin darle importancia, recordando los gritos de los Mortífagos.

- ¿Estás herido ?; si es así Terry podría ayudarte - le ofreció preocupado.

Sólo por una milésima de segundo, George pensó en sonreír con ironía, pero sus labios jamás se curvaron, recordando que las palabras " Herido " y " Sonrisa " ya no existían en su vocabulario. No cuando todo dentro de él era un pozo vacío, ajeno de sentimientos o sensaciones.

- No es mi sangre… - se limitó a decir - Iré a ver a los demás. Avísame cualquier cosa - y se marchó darle tiempo a cuestionarlo.

Seamus lo iba a seguir, preocupado; cuando Terry emergió de la tienda.

- ¡Despertó! - le comunicó aliviado.

Y él no dudo en volver a entrar a tropel, sintiendo como el corazón empezaba a latirle nuevamente en el pecho.


Un escalofrío la sacudió cuando sintió la mano de Harry posarse nuevamente en su mejilla.

- Si algo he aprendido de las personas que amo, es que siempre se antepondrán, ante todo, con el único fin de proteger a sus seres queridos… Y haber acabado esa profecía, fue la mejor decisión que pude haber tomado, si con eso estás a salvo - manifestó solemne.

Hermione abrió los ojos.

- Nunca te dejaron decidir, ellos sólo… - arrugó el entrecejo con rencor.

Harry le sonrió, eliminando la distancia que ella había puesto entre ellos, pero sin llegar a abrazarla.

- Al final, fue mi decisión la única que importó - se sinceró.

Hermione arrugó el entrecejo, mirándolo confundida; sabiendo que había muchísimo más en aquella simple frase de lo que quería transmitirle Harry con su mirada.

- Tuve la oportunidad de negarme a todo y seguir, como si nada hubiera pasado. Pero no lo quise… - le explicado, mirándola a los ojos - No lo quise porqué negarme a eso, sería darle la espalda a todos aquellos a los que amaba, y me amaron alguna vez.

La castaña arrugó el entrecejo, analizando lo dicho.

- Siempre fue mi decisión, Hermione. Y aunque hubo momentos en que no sabía remotamente lo que hacía, jamás flaqueé; porque… - habló rápido, presa de la ansiedad - porque siempre pensé en ti. Y en todo lo que me habías enseñado acerca del sacrificio por amor.

- Pero por ésa decisión, te perdí - intentó alejarse, haciendo caso omiso de lo último.

Harry sacudió la cabeza, impidiendo que huyera al tomarla de los brazos.

- Hermione, estoy aquí - le aseguró.

- Porque estoy soñando contigo - lamentó ella, intentando liberarse de su agarre. Antes hubiera dado lo que sea por volverlo a sentir. Pero ahora, todo su cuerpo abrasaba con su toque, lastimándola.

- No… Herm, - tomó su rostro entre sus manos - por favor, mírame - le rogó.

Hermione tembló al sentir su respiración impactar en su rostro, la calidez y suavidad de sus manos tocando su piel, la sangre fluyendo a través de la vena palpitante que tenía en el cuello, el leve color en su piel blanca, el brillo en sus ojos verdes.

Y aquel sonido, lleno de fuerza y vida, que había escuchado cuando descansó su oído sobre su pecho.

- Por favor tú, ya no me atormentes… - cerró los ojos, sintiendo la tibieza de las lágrimas mojar sus mejillas - Desaparece - musitó débilmente.

- Hermione, créeme.

- Déjame tranquila. No quiero verte. Ya no más - le imploró.

- Mírame, siénteme. Estoy aquí. He vuelto… - la cubrió con sus brazos, sus labios sellándose en un beso sobre su frente.

Hermione se estremeció involuntariamente, su rostro contorsionándose en un gesto de profundo dolor.

- Por favor, confía en mí - la tomó del mentón, alzando su rostro, pidiéndole en silencio que lo mirara.

Pero ¿y si no había un mañana ?, ¿si no había un después?

Lentamente, conteniendo el aliento, abriendo los ojos, dejando atrás ésa seguridad que le otorgaba la oscuridad, Hermione se enfrentó a él.

Harry la miró inseguro, una tenue sonrisa en sus labios.

- ¿Eres tú realmente?… - le preguntó con la voz temblorosa, alzando su mano con lentitud, temiendo que, si lo tocaba, desaparecía para siempre, al igual que en cualquier otro sueño - ¿O es que mi añoranza por ti me está jugando una muy cruel broma? - finalmente, su mano alcanzó su mejilla. Y las lágrimas siguieron desbordándose de sus mieles ojos, haciéndole borrosa la vista.

- Soy yo, Herm - tomó su mano, entrelazando sus dedos, dirigiéndola y colocándola sobre su pecho.

Un estremecimiento sacudió a Hermione cuando sintió los latidos fuertes de su corazón a través de su piel tibia.

- Pero tú estás… - desvió la mirada a sus manos unidas, antes de alzarla a sus ojos verdes, muchísimo más intensos gracias a la inexistencia de las gafas redondas que antes ni siquiera había reparado.

-… aquí - completó él.

- ¡Harry!… - sollozó, abalanzándose sobre su mejor amigo, llorando a lágrima viva.

- Te dije que jamás te dejaría… - susurró en su oído, sintiéndola temblar - Lamento haber tardado tanto en cumplir con mi promesa.

Hermione medio sollozó, medio rió, aferrándose a él. Y Harry la sostuvo en sus brazos, sin importarle nada más; sintiendo algo sacudirse en su interior.


- ¿Saben quién fue el traidor? - inquirió George apenas estuvo frente a todos.

Neville lo regresó a ver con reprimenda por su brusca interrupción.

- No, pero gracias por alertar a todo el mundo - mascó las palabras, todavía molesto con él.

- Como si no hubiéramos sospechado todos acerca de ello - ironizó Ernie.

- Y es obvio que ninguno de nosotros fue - zanjó Zacharias.

- Quizás alguno de los nuevos… - empezó a sugerir Angelina.

- No tienen acceso a otra información relevante más que la misión que se les encomienda. No sabrían dónde estaban los demás campamentos - contradijo Dean, de brazos cruzados.

- Entonces debe ser alguien cercano - meditó Justin.

- Nunca revelo información importante a nadie - refutaron Michael y Dennis a la par, mientras que los otros negaban casi en sincronía.

Neville masajeó sus sienes, apoyando sus codos sobre la mesa cuando todos empezaban a hablar al mismo tiempo.

- ¡Parvati!… - interrumpió Terry de pronto, haciéndolos callar. La mencionada volteó a verlo rápidamente, su rostro palideciendo por la preocupación.

- ¿Padma…? - gimió sin aliento.

- Ya despertó - le comunicó con una sonrisa tranquilizadora.

- ¿Despertó ?, - repitió maravillada, sus ojos cansados resplandecieron con entusiasmo - ¡Merlín, despertó !; yo… - balbuceó contrariada, girándose hacia Neville, su mirada vacilante.

- Ve con ella - asintió.

- ¡Gracias !, - chilló, abriéndose paso entre la multitud, esquivando a sus amigos que se apartaban lejos de su camino cual si fuera el mar rojo - ¡muchas gracias! - agregó, depositando un sonoro beso en la mejilla de Terry al pasar corriendo a su lado.

- Terry "El Sanador", empiezo a arrepentirme de no haber tomado ése curso - lamentó Anthony cuando vio la reacción efusiva de su novia.

- Decidiste pociones… - se encogió de hombros - Y ustedes, ¿no les parece algo egoísta tener esta reunión mientras Seamus y yo no estamos presentes, y Padma se está recuperando de un ataque que haber podidole costado la vida? - se apoyó sobre la mesa, mirándolos con el entrecejo fruncido.

- Terry tiene razón… - concordó Neville, sin regresar a verlos - Seguiremos cuando Padma y cada uno de los que están heridos, estén completamente recuperados; o al menos, con la suficiente fuerza para ponerse de pie - agregó.

- Pero ¿qué haremos mientras tanto? - preguntó Alicia con confusión.

- Lo mismo de siempre. Organizar, ¿qué más? - bufó Zacharias, alejándose con una expresión de fastidio en el rostro.

- Yo iré a… revisar… - musitó Cho, saliendo en la misma dirección que el ex Hufflepuff.

Los demás compartieron una última palabra, antes de marcharse en distintas direcciones. Susan estaba a punto de seguirlos, cuando sintió la mano de Terry tomándola del brazo, deteniéndola; le lanzó una mirada extrañada, descubriendo que éste no la veía a ella, sino que no había dejado de contemplar a Neville desde que había llegado, aquello la extrañó, aún más cuando se giró y descubrió a George a un costado de Neville, su rostro inquebrantable.

- ¿Qué lograron averiguar? - le preguntó el pelinegro al rubio, sin preámbulos.

- Algunos datos que ya sabían, como nuestros nombres. Pero descubrieron los sitios que usábamos como puntos de reunión. También, - su cuerpo se tensó, dejando ir el brazo de Susan a la vez que soltaba un pesado suspiro - nuestra conexión con Aberforth, así como madame Rosmerta.

Neville crispó sus manos sobre sus muslos.

- ¿Los alcanzaste a alertar?

Terry negó, al cabo de unos segundos de tenso silencio.

- Con esta información en sus manos desde hacía varios minutos… Ya era demasiado tarde.

Susan gimió con angustia, llevándose las manos a la boca. Mientras George escuchaba en silencio, asimilando lo que decían.

- ¿Qué más lograron averiguar, Terry? - temió al preguntar.

- La poca información que tenía Padma acerca del uso de las chimeneas los pasados tres días - replicó con amargura.

- Pero eso quiere decir entonces… - les preguntó Susan, turbada.

Terry asintió, sin despegar su mirada de Neville.

- ¿Qué harás? - intervino George a su espalda.

- Protegerlos a todos - respondió Neville, poniéndose de pie y lanzando una furtiva mirada a la tienda en donde descansaban los heridos.

- Neville, ella… ¡ella no sabía lo que hacía !, ¡fue la maldición Imperius la que…! - saltó Terry en el acto.

- Y ella… - lo regresó a ver impasible - es una de las nuestras. A la cual, ahora saben, podrán encontrar donde sea que se encuentre, hasta con un pequeño rastro mágico, ¿o no es así? - le cuestionó con dureza.

Terry golpeó la mesa con el puño.

- ¡Sabes tan bien como yo que NO ES SU CULPA! - rugió furioso.

Neville se mantuvo inalterable.

- Ella no puede permanecer aquí - sentenció finalmente.

- ¿What? - musitó Susan sin aliento.

- Sí puede. Y deja de hablar de Padma como un "Ella". ¡Es nuestra amiga! - levantó la voz.

Neville pareció ignorarlo cuando le sostuvo la mirada.

- Neville, Susan trabaja en el Ministerio, ella podría alterar los datos… - dirigió su mirada hacia ésta, implorante por su ayuda.

- ¿Y terminar igual que Padma ?, ¿eso sugieres Terry ?, ¿usar a Susan como carnada y perderla a ella también? - terció con acritud.

Terry bajó la mirada, sintiéndose impotente.

- No. Ya no más. No pondré a nadie en peligro, por nada… - refutó Neville, dándole la espalda a la tienda y encarándolos a ellos - Desde hoy, no volverás al Ministerio, ni tú, ni nadie. Te integrarás al equipo de Alicia, es una orden - se dirigió a Susan. Ésta asintió en silencio, visiblemente contrariada.

Terry volvió a crispar los puños, regresando a ver a Neville con ira.

- Debes decirle a Parvati, entonces… - le espetó, dejándolo sin habla - Y también a Seamus. Diles, que mientras el rastro no sea eliminado del cuerpo de Padma, ninguno podrá estar junto a ella. Explícales porqué tendrás que aislarla de todos.

Neville apretó los puños, desviando la mirada. Mientras Susan los contemplaba con un nudo formándose en su garganta.

- Y hazlo ahora, antes de que el escudo que creé en ella, se evapore por completo y todos estemos en peligro… por una de las nuestras - y se marchó, sin añadir nada más. Susan obligó a sus piernas seguirlo.

George dio un paso al frente, sin despegar la mirada de la tienda donde sabía que estaba ahora mismo Padma junto a su pareja Seamus, y su hermana Parvati. Felices porque pensaban que todo estaría bien a partir de aquel momento. Ignorantes de la decisión ya tomada.

- Cuando dijiste, hacer lo que fuera para lograr nuestro cometido, realmente lo decías en serio eh… - señaló sin regresar a verlo - Nuevamente jugando a ser Merlín, Neville. Dime, ¿a cuántos más enviarás al exilio sólo para demostrar que eres el líder de éste ejército de admiradores?

- Sólo… cállate - le pidió con furia contenida.


Reteniendo a su hermana en sus brazos, Parvati se desahogarse en largos sollozos mientras sentía temblar, avecinando la inminente despedida. Seamus, parado tras ellas las veía en silencio, sintiendo un nudo en la garganta impidiéndole respirar.

- ¡Prométeme que te cuidarás !, ¡que te mantendrás oculta hasta que yo vaya por ti! - le pedía Parvati.

Padma, su gemela, asintió con la cabeza, sintiendo las lágrimas bajar por sus mejillas.

- ¡Y tú que no caerás en esta maldita guerra! - le contestó.

Parvati negó con la cabeza, vehementemente.

- ¡Te quiero mucho! - musitaron al unísono, aferrándose la una a la otra por otro par de segundos.

Sintiendo las lágrimas prontas a desbordarse de sus ojos, Seamus las limpió con la manga de su chaqueta, antes de que alguien las viera. Pero cuando sus ojos enrojecidos se conectaron con los de Padma, no pudieron evitar que corrieran traicioneras por sus mejillas; y bajó la cabeza, sintiéndose débil frente a la mujer que amaba.

Padma se separó de su hermana para acercarse a él; tomándolo de la barbilla, obligándolo a verla, y envolviéndolo en sus brazos, sin decir nada.

Parvati tembló, sintiendo su corazón estrujarse al observar la escena, y dio media vuelta, being interceptada por los brazos de Anthony; quien la abrazó sin dudar.

Las palabras que fueron susurradas al oído del ex Gryffindor, por la ex Ravenclaw, nadie las escuchó más que ellos dos, quienes se contemplaron por largos segundos, con las frentes unidas. Y entonces sus labios se encontraron durante lo que pareció una vida, y Padma se liberó de los brazos de Seamus con brusquedad, sin darle tiempo a detenerla; y corriendo hacia el bosque, Desapareció frente a sus ojos empañados, con lo último que podría usar de magia en mucho tiempo indefinido.

Así, sin más. Sin un adiós.

Porque ambos sabían que tarde o temprano, se volverían a ver.


Cuando el sol estaba ocultándose entre las lejanas montañas, Sybill Trelawney recobró el conocimiento, luego de haber estado inconsciente durante la mayor parte del día. Minerva McGonagall, sentada junto a la cama, y observando hacia la ventana; respingó asustada cuando la sintieron moverse.

- ¿Sybill? - se inclinó hacia ella.

La antigua profesora de Adivinación abrió los ojos lentamente.

- Tuve un sueño muy extraño - musitó con la voz áspera, acomodándose en las almohadas.

Minerva la miró con detenimiento.

- ¿Quisieras contarme al respecto? - la alentó.

Sybill regresó a verla, arrugando el entrecejo.

- Creo que… lo olvidé - replicó confundida.

La profesora McGonagall suspiró.

- No te preocupes, seguramente no era importante - se enderezó en la silla, mientras la veía sentarse en la cama.

- No, creo que sí lo era… - murmuró para sí, intentando recordar. Y pasó saliva, dándose cuenta de la resequedad en su garganta, como si hubiera estado gritando durante horas - ¿Qué me pasó? - regresó a verla con desconfianza.

- Eso es lo que quisiera saber. ¿Recuerdas que hacías antes de caer… dormida?

- Yo… - arrugó el entrecejo - estaba hablando con Pomona, en la cocina. Recuerdo que me asomé por la ventana y… - calló de pronto, sus manos temblando.

- ¿Qué sucede Sybill? - le cuestionó desconcertada.

- La sensación. Está comenzando de nuevo… ¡Minerva! - la urgió. Los ojos se le pusieron blancos, cayó hacia atrás sobre la cama, y miles de imágenes acudieron a su cabeza…

- Tranquila Sybill. Concéntrate… - se puso de pie, inclinándose hacia ella, tomando su mano - Dime, ¿qué debo hacer?

Los inexpresivos ojos de Trelawney se conectaron con los suyos, y sus labios se separaron, dejando salir una nueva profecía.


- Seamus… - lo llamaba Neville tiempo después.

El castaño; contemplando el bosque donde, hacia apenas unas horas antes, se había Desaparecido Padma; negó con la cabeza, sin regresar a verlo.

Neville dejó caer los hombros; notando el camino del llanto en las mejillas de su amigo.

- Lo lamento - susurró.

Seamus barrió las lágrimas con furia, crispando las manos. Sintiendo un nudo en la garganta.

- Sólo dime cual es la siguiente misión - replicó con la voz ronca.