Mikasa termina de atar su cabello en una cola alta, toma las llaves de su casa y se encamina a su destino; la nueva tienda de té.
Curiosamente, limpiar con Onyankopon no fue tan malo, incluso hasta cierto punto, se sintió agradable. No hablaron mucho, sin embargo, las breves frases y anécdotas que este le contaba fueron suficientes para crear un rato ameno.
No terminaron, pero si adelantaron bastante, sobretodo por su ayuda.
Woah, Mikasa. Eres buena en esto.
Limpiar nunca fue un martirio para ella, es más, se admitía que le gustaba, aunque no tanto como a cierto sujeto.
Aunque...
Eres tan meticulosa como el capitán.
El que compararán su manera de limpiar con la del capitán fue extraño, nunca llegó a imaginar que alguien empatara con sus altos estándares, mucho menos que sería ella.
Llega más rápido de lo que calcula. Onyankopon se encontraba en la entrada terminando de sacar una gran bolsa de basura. Al verla, sonríe y ella imita el acto, aunque no con el mismo entusiasmo. Posterior a unos breves buenos días, se dirigen a adentro para continuar con lo que faltaba. Fue una sorpresa para ella encontrarse con el capitán ahí dentro; estaba de pie, con un plumero en una mano y con su cabello y nariz protegidos contra el polvo.
Él la observa unos segundos pero no dice nada, sólo continúa limpiando unos estantes. Mikasa cree que percibió un poco de sorpresa en su mirada, mas decide no calar a profundidad en eso.
Pasan el resto de la mañana limpiando. Onyankopon cuenta breves anécdotas y Mikasa las escucha atentamente, soltando comentarios en ocasiones, el ex-capitán por el contrario, se mantuvo sin decir palabra.
Repentinamente, la nariz de Mikasa comienza a picar, lo que provoca que suelte varios estornudos. Todo por culpa de una capa de polvo que inhaló accidentalmente.
—¡Salud! —exclama Onyankopon—. Deberé conseguir algo para que proteja su nariz.
—No se preocupe. Estoy... Bien.
Intenta subir su bufanda para evitar más altercados como ese, no sería lo mismo, empero tal vez funcionaria. Apenas la toca, una mano le extiende una toalla.
—Ten —por primera vez el capitán articuló algo desde que llegó.
Lo mira desconcertada y trata de negarse, pero él fue más rápido, se la arrojó y ella por acto reflejo la atrapó.
¿Por qué él...?
—Oh, cierto, ya es hora de su reposo.
Levi gruñe ante la frase de Onyankopon y se sienta en su silla de ruedas ubicada en la esquina del lugar. Tal y como el inicio, no dice nada, simplemente se entretiene observando la ventana, ignorándolos.
—Lo obligó a descansar cada ciertos ratos —le susurró discretamente a Mikasa al oído—. Odia eso, pero es por su bien.
Mikasa asiente y por un momento siente culpa. Tal vez, sólo tal vez, si hubiera sido más rápida en aquel entonces, hubiera evitado esa lesión.
Agita su cabeza ante esos pensamientos. Lo hecho, hecho estaba. Se recuerda múltiples veces que no es su culpa y vuelve a su labor luego de amarrar la toalla en la mitad de su rostro.
Entrado el atardecer, se prepara para volver a su casa por insistencia de Onyankopon. Él manifestó que tenía que descansar y que mañana continuarían, aunque les faltase muy poco. Ella aceptó a tientas, no le hubiera molestado seguir.
Al salir, nota al capitán mirando a las personas pasar, con una taza de té en sus manos. Había salido unas horas apenas el sol comenzó a ocultarse. Mikasa se pregunta si se le haría incómodo debido a la ausencia de sus dedos.
—¿Te vas?
—Sí —respondió.
—¿Vendrás mañana?
—Sí.
Gira a verlo y percibe que no planea volver a hablar. Tras soltar un suspiro, opta por continuar su camino.
—Adiós, capitán.
—Mikasa... —ella se gira, expectante— No, no es nada.
Mikasa ladea su cabeza, confundida mas opta por continuar, la noche se acercaba más y no le gustaba llegar tan tarde.
Sin embargo, al llegar a su casa, seguía preguntándose por el extraño comportamiento del mayor.
