Ranma abrió los ojos. ¿Se había quedado dormido? ¿Qué hora era? Empezó a hacerse consciente de su cuerpo y de que estaba recostado sobre suelo de madera. ¡Claro! ¡Mousse! Miró a su alrededor al recordar lo que había pasado. Estaba en el dojo de los Tendo. Alcanzó a divisar la figura de Akane en el lado opuesto del dojo, quien aún no había despertado. Aunque no distinguía bien, notó que ella no llevaba el uniforme. Logró sentarse con dificultad, su cuerpo seguía algo aletargado.

—¡Ah! ¡Ranma! Ya despertaste, qué bien —dijo Mousse.

Ranma se giró hacia él. Estaba de pie sobre un baúl de color negro bastante grande en medio del dojo.

—Canalla. Nos tendiste una trampa —acusó Ranma—. ¿Qué es lo que quieres?

—Yo solo quiero ayudar a los pobres amantes desventurados a romper su triste maldición —explicó, bajando del baúl de un brinco—. Y claro, de paso a que Akane y tú por fin puedan estar juntos para siempre.

—¡No digas tonterías! —exclamó Ranma enojado, tratando de ponerse de pie. Sus piernas le hormigueaban como si estuvieran dormidas.

—No te esfuerces, Ranma. Todavía le queda un rato al efecto de mi somnífero —explicó, paseándose frente a él con tranquilidad—. De hecho, voy a darles la privacidad que necesitan para que esta luna nueva sea inolvidable para ustedes, par de tórtolos —dijo, riendo—. Consulté en un lugar especial y me dijeron que en este baúl hay cosas esenciales para jóvenes amantes como ustedes. Se los regalo.

Al fondo, Ranma vio a Akane empezar a moverse lentamente. Su prometida enderezó el torso, sosteniéndose la cabeza.

—¿Qué pasó? —preguntó Akane confundida.

Antes de que Ranma pudiera decir nada, lo primero que notó fue el atuendo que llevaba puesto.

—¿Te gusta? —preguntó Mousse— Lo conseguí en ese mismo lugar.

Los pensamientos de Ranma iban a mil por hora, pero entre ellos había dos principales: lo primero, que debería ser ilegal que Akane usara lencería de encaje. Lo segundo, que Mousse tenía que morir.

—¿¡Cómo te atreves!? —gritó Ranma.

Con la sangre hirviendo de los celos, logró dar unos milagrosos pasos hacia el frente y lanzar un puñetazo. Mousse lo esquivó con facilidad, haciendo que Ranma cayera al suelo.

—Cálmate, Ranma. Mi estimada asistente fue la que se encargó de prepararte la cena —clarificó riendo—. Bueno… y como tres son multitud… —dijo, caminando hacia la entrada—. Ah, casi se me escapa comentarles... Sellaré el dojo durante toda la noche —explicó, mostrándoles un pergamino con escrituras chinas—, así que no desperdicien energías tratando de salir. Bon appétit!

—¡Mousse! ¡No! ¡Espera! —exclamó Ranma, levantándose a duras penas y caminando a trompicones hacia la puerta.


Tras cerrar la puerta del dojo, Mousse colocó el pergamino sobre su borde. Lo había encontrado entre los tesoros de Cologne. Otra de las ventajas de que se hubieran ido de viaje, era que ahora tenía esos poderosos objetos a su disposición.

—Bien, Mousse. He cumplido mi parte —dijo Nabiki, quien había estado esperando afuera. Se acercó a él con la mano extendida.

Mousse sacó unos billetes y los puso en las manos de su "estimada asistente".

—Me quedaré aquí para vigilar que nadie toque ese pergamino —dijo él seriamente—. Esta vez nada arruinará mis planes. Mañana en la mañana, cuando remueva el sello, Ranma deberá casarse con Akane para salvaguardar su honor —dijo apasionadamente, apuntando hacia el cielo con un brazo—, ¡y Shampoo será mía!

—Ehm… Sí, como quieras. Solo no llames mucho la atención ¿de acuerdo? —advirtió Nabiki— Yo debo ir a hacer unas llamadas —agregó, alejándose de ahí mientras contaba su dinero.

Nabiki se dirigió a la sala y pasó por el pasillo exterior, donde Genma y Soun estaban jugando una partida de Shogi.

—Ah, ¡hija! —llamó Soun al verla—. Ranma y Akane no han regresado y ya está por oscurecer ¿sabes dónde están?

—Sí, Ranma regresó a su entrenamiento y Akane me dijo que iba a dormir en casa de una amiga.

—Qué raro que los dos se hayan ausentado… ¿Será posible…? —Soun dejó la pregunta inconclusa.

—¿Qué estás pensando, papá? Akane irá al parque de diversiones desde temprano y la casa de su amiga queda más cerca. Eso es todo —mintió, tratando de despistarlo—. Por cierto, vino el exterminador a fumigar el dojo, lo llamé como me lo pediste. Me dijo que nadie debe entrar hasta mañana en la mañana.

—¿Exterminador?

Aprovechando que la atención de Soun estaba en otro lado, Genma volteó el tablero.

—Sí, ¿no lo recuerdas, papá? La semana pasada hablamos de esto… —insistió muy convincente.

—Bueno, hija. Gracias por avisar.

Nabiki se retiró y Soun volvió su atención a Genma.

—Vaya, Saotome, no sé si sea la edad o qué, pero no recuerdo haber hablado sobre llamar a un exterminador.

Soun miró hacia el tablero y se horrorizó al ver que ahora iba perdiendo.

—¿¡Qué!? Si yo iba ganando, Saotome. ¿Qué significa esto?

—Tendo, seguro es la edad. No solo olvidó lo del exterminador, sino que ahora también olvidó que yo iba ganando —concluyó, riendo.


Ranma se quedó inmóvil cuando Mousse le cerró la puerta en las narices. A pesar de sus advertencias trató de abrirla con todas sus fuerzas, sin que cediera un milímetro. Habría que ser más rudos, entonces. Trató de atravesar la madera con un golpe. Sintió como si hubiera golpeado una pared de acero.

—¡Me las vas a pagar! —exclamó a la nada.

Por su parte, Akane ya estaba sintiéndose más despierta y logró ponerse de pie con ayuda de la pared. Miró hacia abajo. La sangre se le fue a las mejillas. Llevaba puesto un conjunto que parecía de revista para adultos, con liguero y medias que llegaban hasta sus muslos. Se cubrió con los brazos.

—Ranma, ¿qué está pasando? —preguntó preocupada, mirándolo seguir golpeando la puerta.

—Mousse nos atrapó. Tenemos que pensar rápido. Queda poco tiempo antes de que oscurezca —dijo alterado.

Pensó que sería mejor invertir el tiempo de lucidez que les quedaba en algo más que tratar de salir de ahí. Miró alrededor del dojo. Con decisión, se dirigió al espacio donde guardaban el equipo de entrenamiento. Mientras revisaba el interior, se percató de que sus movimientos habían empezado a normalizarse. El somnífero ya estaba perdiendo su efecto. Sacó las pesas más grandes, las que requerían de más fuerza para cargar. Eso serviría.

Ranma ahora se dirigió al baúl que Mousse les había regalado. Algo ahí tendría que funcionar. Mientras exploraba, varios de los artefactos lo hicieron sonrojar. ¿¡Qué tanto pensaba Mousse que pasaría!?

—¿Qué haces? —preguntó Akane, quien solo presenciaba todo con curiosidad.

Ranma no respondió. Entre los objetos del baúl, llegó a una colección de esposas que le iluminaron el rostro.

—¡Eso es! —exclamó, sacando varios sets de esposas y guardándolas en su bolsillo.

Aunque Akane entendía el apremio -la luna nueva estaba por dar comienzo y no tenían idea de cómo se verían afectados- no estaba segura de lo que pasaba por la mente de Ranma.

Ranma se llevó una de las pesas más grandes hasta donde estaba Akane. Trató de no mirarla demasiado, para no alterar al espíritu, que por el momento se mantenía bajo control.

—¿Ya piensas decirme qué tanto planeas? —preguntó ella.

—Ahora lo verás —dijo con certeza al mismo tiempo en que la tomó de la muñeca.

Con rapidez, se agachó y la jaló hacia el frente, obligándola a apoyarse sobre sus manos y sus rodillas a un costado de la pesa. Rápidamente, sacó uno de los sets de esposas y se las colocó; afianzando una argolla a su mano derecha y la otra al mango de la pesa.

—Tú te quedarás de este lado —sentenció.

—¿¡Qué!? ¿¡Se supone que me quede así toda la noche!? —reclamó, zarandeando su mano cautiva.

—Ya te lo dije, Akane. No pienso rendirme.

Ranma se estaba levantando de ahí para terminar con su improvisado plan, cuando de pronto su cuerpo lo traicionó. Se posicionó para colocarle una firme y sonora palmada en la retaguardia a Akane. Fue como si el tiempo se hubiera detenido; la palmada haciendo un eco infinito entre esas cuatro paredes. Ranma miró hacia abajo y tragó saliva nervioso. No solo porque la vista era perfecta con ayuda de su atuendo, sino porque le había dejado una marca roja.

—Ranma... —pronunció ella con la voz temblando de furia.

—¡No, no, no! ¡Akane, perdón! ¡No fue mi intención! —exclamó, forzando a su cuerpo a alejarse de ahí.

—¡Ya verás! —amenazó Akane, lanzándose hacia Ranma. La pesa le impidió alcanzarlo.

Ranma no podía perder más tiempo. Pensando en su propia fuerza, hizo tres viajes para llevarse, una a una, tres de las pesas más grandes hasta la pared contraria. Se colocó un set de esposas, uniendo su mano izquierda al mango de una de las pesas, de ahí colocó otro set de esposas entre la argolla de la anterior y la siguiente pesa, e hizo lo mismo con la última. De esa forma, quedó unido a una cadena de esposas y pesas que lo obligaría a permanecer ahí el tiempo que fuera necesario.

Finalmente, Ranma y Akane quedaron de frente el uno del otro, aunque con toda la distancia del dojo en medio como protección.

—No creas que lo dejaré pasar, ¿me oíste? —insistió Akane, comprendiendo que, al menos por ahora, su castigo tendría que ser postergado.

—No puedes culparme por algo que yo no hice —se excusó él molesto—. Además, deberías estar agradecida porque pensé rápido —agregó, sacudiendo la mano esposada como demostración—. Ahora, habrá suficiente distancia entre nosotros y lograremos ganarle a la estúpida maldición.

Guardaron silencio un momento. Ambos estaban muy conscientes de que cada minuto que pasaba los ponía más cerca del escalamiento extraordinario que mencionaba el instructivo.

—¿Cómo se habrá enterado Mousse? —preguntó Akane, tratando de calmar sus nervios con conversación.

—¿De verdad tienes que preguntarlo? Claramente, el único aliado de tu hermana es el dinero.

Claro. Akane se sintió muy tonta por haber confiado en Nabiki. Abrazó sus rodillas contra su pecho con el brazo que tenía libre y escondió su cara.

—¿Akane? —preguntó Ranma preocupado—. Tranquila, todo va a estar bien.

—¡Cállate! —exclamó volviendo a mirarlo enojada—. ¡Ni creas que se me ha olvidado lo que pasó en la escuela!

—¡Si tú fuiste la que empezó todo! —respondió, enojándose también.

—¿¡Decir que ibas a pasar la noche con Ukyo te parece poco!?

—¿¡Pues qué te imaginabas que pasaría!? ¡Yo no tengo ninguna intención de…!

Ranma se detuvo a mitad de la frase. Sintió como si la sangre se le empezara a calentar.

—Creo… creo que ya oscureció —dijo Akane, dando a entender que también ella había empezado a sentir algo.

—Bien. Estamos listos, Akane. Solo, debemos mantener una mente fuerte. Dejemos la discusión para después —concluyó, cerrando los ojos y adoptando una pose de meditación.

En comparación, Akane no estaba tan segura de sí misma, pero imitó la posición de su prometido.

Por un rato pareció estar funcionando, sus cuerpos se mantuvieron quietos y el silencio del lugar solo se veía interrumpido por las respiraciones, profundas y controladas, de ambos.

Ranma se estaba concentrando en cosas que lo distrajeran de su situación. Pensó en técnicas de pelea que debía mejorar, en la tarea que tenían para la siguiente semana, en lo que Kasumi habría preparado para cenar… Cena… "Mi estimada asistente fue la que se encargó de prepararte la cena". Akane se veía más apetitosa que nunca en esa lencería de encaje, resaltando todas sus curvas. Apretó los puños. Las palmas de sus manos empezaron a cosquillear con ansias por tocar cada centímetro de su cuerpo.

Por otra parte, Akane había empezado por listar todas las razones por las que detestaba a Ranma en ese momento y por las cuales no debía ceder ante la maldición. Era un engreído, tenía demasiadas prometidas, siempre se burlaba de ella y además no tenía vergüenza. Como cuando entró a su habitación a escondidas en la noche, o cuando se metió en la bañera con ella… o cuando le dijo que haber visto su cuerpo rendido sobre el suyo era lo más sexy que había visto. Ese pensamiento le despertó un ardor en el vientre. Akane juntó las piernas con fuerza, buscando apagar ese incendio y logrando lo contrario.

Ranma percibió la inquietud de Akane. Abrió los ojos, notó que ella había cambiado de posición y que su respiración se había tornado errática. Admiró el cuerpo de su prometida desde donde estaba. Sus pechos en aquel sostén, moviéndose al ritmo de esa respiración alterada… Se le hacía agua la boca. Akane suspiró audiblemente de pronto.

—¿Estás bien? —preguntó, el tono de su voz delatando su deseo.

—Estaría mucho mejor si pudiera golpearte en la cara —respondió ella, dirigiéndole una mirada asesina.

—Y yo estaría mucho mejor quitándote esa ropa con los dientes —dijo sin pensarlo.

—¿Qué? —preguntó, sintiendo su corazón acelerarse ante aquella imagen en su mente.

—¿Qué? —repitió, como si él no hubiera sido responsable de esas palabras.

—¡Claro! ¡Como si fuera a dejarte hacer algo así!

—¿Ah no? —preguntó él, pensando que estando esposado no tenía nada que temer —Creo que no solo me dejarías… me lo pedirías por favor.

Akane sintió a su cuerpo intentar acercarse al de Ranma. Las esposas la frenaron. De pronto, su espalda se arqueó y su mano libre acarició su propio pecho. El espíritu parecía comprender que, aunque no podía moverse, por lo menos podía exhibirse frente al objeto de su deseo.

El cuerpo de Ranma volvió a tirarse hacia el frente en vano, haciendo a las esposas sacudirse con un sonido metálico.

—Akane, basta.

Con curiosidad, Akane evaluó las reacciones de Ranma. Había un brillo animal en su mirada que la complacía y que quería incentivar.

—¿No vas a pedirlo por favor? —preguntó con sarcasmo.

Ranma se quedó desconcertado ante las palabras tan atrevidas de Akane. ¿Acaso era ella misma quien estaba controlando su cuerpo o era el espíritu? Hablaba como si las acciones fueran suyas. Independientemente de eso, lo que era una certeza era que esos movimientos estaban nublando la claridad de sus pensamientos. La esperanza de lograr que pasaran esa noche meditando para combatir la maldición ahora parecía un mal chiste. Su cuerpo volvió a tirarse hacia el frente, y él se quejó por el dolor que esto le provocó en la muñeca esposada.

—Akane… —masculló en tono de advertencia.

Una sonrisa, casi malvada, se dibujó en el rostro de Akane. Ella no peleó contra el espíritu cuando su mano empezó a deslizarse hacia abajo, ni cuando sus piernas empezaron a abrirse lentamente. Al contrario, ahora sentía como si sus movimientos estuvieran sincronizados. Pensó que tal vez el espíritu estaba dispuesto a cederle el control siempre y cuando sus acciones buscaran satisfacer el deseo de su cuerpo.

Ranma la miró con una mezcla de pasión y furia ¿Se estaba riendo? ¿Se estaba riendo de él la muy altanera? Se sentiría mucho más ofendido, si no estuviera tan excitado. Quería que siguiera, quería poder acercarse más para presenciar mejor aquel espectáculo.

De pronto, el brazo libre de Ranma se introdujo por sí solo en su bolsillo. El movimiento lo extrañó. ¿Por qué? Cuando sintió el metal contra la palma de su mano, se quedó helado. No. Después de todo aquel esfuerzo, una estupidez de ese tamaño sería inaceptable. Había introducido las llaves de las esposas en su bolsillo.

Diablos. Su mano estaba apretando las llaves con fuerza. Lentamente, las sacó. Su brazo temblaba mientras luchaba por el control. Mientras el espíritu buscaba liberarlo de las esposas, él trataba de elevar su brazo para lanzar las llaves lo más lejos posible. Estaba bloqueado, mientras Akane estuviera moviéndose así, una parte de él también quería que el espíritu triunfara.

—Akane, por favor, basta —pidió seriamente, el esfuerzo filtrándose en su voz y aceptando dejarle ganar esa batalla a su prometida.

Akane cerró las piernas y las abrazó, sintiendo el reclamo de su cuerpo ante la pérdida de aquellas placenteras sensaciones. El espíritu se percató y ahora luchaba por volver a poseerla. Akane miró a Ranma, no entendía qué estaba haciendo, pero parecía importante.

Ranma aprovechó el momento para elevar su brazo victorioso, ahora solo debía lanzar las llaves lo más lejos posible. Apuntó hacia el fondo del dojo e hizo el brazo hacia atrás para generar más potencia. Justo cuando lanzó el brazo hacia el frente con todas sus fuerzas, el espíritu anguló el torso de Ranma para cambiar su tino.

—No… —dijo él incrédulo al ver las llaves volar, caer al suelo y deslizarse hasta los pies de su prometida con un chirrido.

Akane tomó las llaves con su mano libre, se quedó mirándolas.

—Akane, Akane, escucha —dijo nervioso—, solo debes tomarlas y arrojarlas lejos de nosotros ¿de acuerdo? Tú puedes hacerlo.

Ella cerró los ojos con fuerza. Su mente se nublaba con visiones de Ranma sobre ella, tocándola, besándola, poseyéndola… El deseo no le permitía pensar. Todo su cuerpo vibraba, pidiendo ser liberado y más que en el sentido literal. Fue hasta ese momento que entendió lo que significaba el "libido incontrolable" de la luna nueva. Aunque Ranma aún no le había puesto un dedo encima, su cuerpo se sentía como cuando él la había estimulado la noche anterior. Era un placer incompleto que necesitaba ser consumado. Creyó escuchar los ruegos de su prometido a lo lejos. "No, Akane, no lo hagas".

Cuando volvió a abrir los ojos, ya se había liberado de las esposas. Perfecto. Esto ya no podía esperar más. Ganar o perder contra la maldición le daba lo mismo. Las consecuencias a las que tendría que enfrentarse después, también. La única realidad era que su cuerpo necesitaba al de Ranma. Como una fiera, clavó la mirada sobre su presa y lentamente, sensualmente, gateó en su dirección.

—A-A-Akane, no, no, tranquila, quédate quieta —dijo, pegando su espalda contra la pared y alzando una mano hacia el frente, como si estuviera lidiando con un león.

Akane no dijo nada. Siguió avanzando con la misma intención hasta alcanzarlo.

Ranma no supo qué más hacer. Akane paseó sus manos desde sus pies hasta su cadera camino arriba con tal deliberación que parecía una experta. Se hincó entre sus piernas, y de pronto le soltó una tremenda bofetada que lo dejó pasmado.

—¡Oye! —reclamó él, llevándose la mano a la mejilla adolorida.

—¡Eso fue por lo de antes! —exclamó molesta, recordándole su transgresión.

Antes de que él pudiera responder, Akane se acomodó, sentándose sobre él. Cuando hizo presión en el punto exacto, Ranma se olvidó de la bofetada. Echó la cabeza hacia atrás y llevó su mano libre hasta el muslo de su prometida, recorriéndola hacia arriba, hasta pasar por debajo de su ropa interior para apretarla más contra él.

Akane se colgó de su cuello y apoyó su frente contra la de él.

—Todavía estoy molesta contigo —susurró—. Así que ni creas que te besaré.

—Mejor por mí —mintió, masajeándola con su mano, en una petición silenciosa para que ella se moviera sobre él.

Akane obedeció, satisfaciendo también las demandas de su propio cuerpo. Movió la cadera hacia adelante y hacia atrás, disfrutando las olas de placer que acompañaban esa fricción.

Aunque Ranma no se había rendido por completo todavía, sentía que su mundo en ese momento solo giraba alrededor de la mujer que tenía encima y todo lo que lo estaba haciendo sentir. Era demasiado estimulante para él. Con cada embestida, sentía que estaba más cerca de terminar. Tal vez eso serviría para aclarar su mente, aunque fuera un momento.

Buscando acelerar el clímax, fijó la mirada en las reacciones de Akane. No había nada más excitante que verla así de desinhibida. Akane estaba deleitándolo con esos dulces gemidos y respiraciones que se escapaban de su boca entreabierta. Parecían llamarlo como cantos de sirena.

—Ven aquí —dijo, jalándola hacia él para besarla con desesperación.

Akane correspondió, recibiendo hambrienta la lengua de su prometido con la suya. Más. La ropa había empezado a estorbarle. Buscó la intimidad de su prometido con la mano.

Al sentir el contacto directo, Ranma supo que estaba perdido. Su beso perdió coordinación, ya no sabía qué estaba haciendo, solo podía esperar la inminente explosión de placer... ¿Por qué no había terminado? Al menos en sus experiencias solo, a esas alturas de su excitación ya habría acabado. Las palabras del instructivo se colaron en su abrumada mente..."Libido incontrolable que aumentará progresivamente hasta ser insoportable para los cuerpos poseídos, dejando así como única solución la consumación del acto sexual". De ser así, esa tortura no podría acabar de otra forma más que haciéndola suya.

Por su parte, Akane no tenía idea de adónde se suponía que todas esas sensaciones llevarían a su cuerpo, pero sabía que lo necesitaba más que nada. Sus movimientos se volvían cada vez más frenéticos. Sentía como si estuviera suspendida, en ese momento justo antes de que el tren de la montaña rusa caiga por la pendiente.

Ambos sentían haber perdido la cordura. Lo único que ocupaba sus mentes y sus cuerpos era esa deliciosa agonía.

—Ranma… quiero sentirte... —susurró ella, recordándole las palabras que le había dicho la primera noche— quiero sentirte dentro de mí.

No necesitaba oír nada más. Al diablo su orgullo y perder contra la estúpida maldición. Él también necesitaba sentirla. Nada más importaba en ese momento.

Hizo a un lado la ropa interior de su prometida. La acarició con el pulgar y ella se estremeció con violencia. No necesitaba ser un experto para saber que estaba más que lista.

Un poderoso estruendo los sacó de su trance. El dojo ahora tenía un enorme agujero en el techo.

—No, no, no. ¡No se atrevan! —gritó Ranma fuera de sus cabales. Necesitaba hacer suya a Akane ahora mismo.

Mousse fue el primero en hacer su aparición, cayendo de pie frente a ellos, dándoles la espalda.

—¡No permitiré que arruinen mis planes! —gritó, extendiendo sus brazos, cubriendo a la pareja.

Shampoo descendió con un balde de agua fría. Bañando a la pareja y, de paso, a Mousse, quien salió volando y graznando como loco de un lado a otro.

—¿Qué crees que estás haciéndole a mi prometido? —reclamó, poniéndose en guardia—. Akane, eres una atrevida, esposándolo y vistiéndote así.

Justo después descendieron Kuno, Kodachi y Ukyo. Nabiki, por su parte, entró por la puerta.

—Oigan, ya habían destruido el sello. Solo tenían que pasar por la puerta —explicó a oídos sordos.

—¡Akane! Jamás me hubiera esperado esto de ti —observó Ukyo anonadada.

—Pero, ¿dónde está Ranma? Yo no lo veo —dijo Kodachi, asomándose por todo el dojo.

Apenada, Akane volvió su mirada a la pelirroja. Sus ojos estaban escondidos debajo de su fleco. Akane se acomodó la ropa interior antes de ponerse de pie, aunque considerando el atuendo, no sirvió de mucho.

Shampoo había encontrado la llave y se acercó para liberar a Ranma. Las esposas cayeron al suelo, pero él se quedó inmóvil.

—Akane, pero qué angelical figura ha bendecido mis ojos —dijo Kuno, mirándola de pies a cabeza.

Ranma irguió la cabeza rápidamente, con los ojos de asesino.

—¡Te voy a matar! —gritó. Ranma se levantó con sed de sangre.

—Chica del cabello de fuego, no te pongas celosa. Sabes que te amo —dijo, corriendo hacia ella y rodeándolo con sus brazos.

—¿Crees que sea la maldición? —preguntó Akane preocupada.

—No… ese es solo Kuno siendo Kuno —dijo Nabiki con calma.

Ranma estaba listo para golpearlo hasta el cansancio, pero Akane se le adelantó. Lo jaló por los hombros con fuerza y lo empujó lejos de su prometido.

—No te atrevas a ponerle un dedo encima —advirtió Akane, colocándose frente a Ranma.

—Mi querida Akane, ¿tú también estás celosa? Estoy en el cielo.

—No entiendes, Kuno —aclaró, abrazando a Ranma por la cintura y plantándole un beso en los labios—. La chica del cabello de fuego es mía —finalizó, lanzándole una mirada retadora.

Ranma rodeó a Akane por los hombros con un brazo y le sacó la lengua a Kuno.

—¿Q-qué? ¿Pero qué están diciendo? —preguntó confundido, cayendo desmayado.

—Creo que su pequeño cerebro no puede procesar esa información —dijo Nabiki, compadeciendo a su compañero.

—Pues a ver si así nos deja en paz de una vez por todas —dijo Akane enojada.

—Akane resultó ser una degenerada, ¡pues mejor para Ranma y para mí! —exclamó Kodachi, riendo como loca—. Pero, aún sigo sin encontrarlo ¿dónde está? —preguntó, siguiendo con su búsqueda.

—Ranma, esto es inaceptable —dijo Ukyo, blandiendo su gran espátula.

—¡Inaceptable! —repitió Shampoo, también lista para atacar.

—¿¡Qué está pasando aquí!? —gritó Soun entrando al dojo. No podía creer que estaban interrumpiendo su sueño por segunda noche consecutiva—. ¿¡Qué hacen todos ustedes a estas horas en mi casa!?

La atención de todos ahora se enfocó en el dueño de la casa. Nabiki fue la única en notar que Ranma y Akane habían huido de ahí en medio de todo el desorden.

—¡Oye! ¡Ranma y Akane ya no están! —exclamó Ukyo al percatarse.

Shampoo volvió su atención al asunto al oír esas palabras.

—¿¡Qué!? ¿A dónde se fueron? —preguntó Shampoo, dirigiéndose a Nabiki.

—¿Y por qué debería de saberlo?

Shampoo sacó unos billetes. Nabiki extendió la mano y los aceptó.

—Bueno, creí haberlos escuchado decir que iban a ir a un motel de paso —mintió.

—¿¡Motel de paso!? ¿Cuál?—exclamaron Shampoo y Ukyo

—No lo sé, creo que lo mejor será que empiecen a buscarlos —sugirió.

Ukyo y Shampoo salieron a toda prisa, seguidas por Kodachi. Kuno aún estaba desmayado y no parecía que fuera a recuperarse pronto.

—¡Hija! ¿¡Es eso cierto!? —preguntó Soun escandalizado.

—Sh… papá. No, no era cierto. Estás alucinando por el veneno del fumigador… Ya vámonos a dormir —dijo, guiando a su padre de regreso a la casa.


Akane estaba en su habitación, apoyada contra la puerta que ya había cerrado con seguro. Ranma le había pedido que la esperara ahí. Tuvieron suerte de haber despistado a los demás. De pronto, vio la silueta de Ranma contra su ventana. Ya estaba amaneciendo, así que podía distinguir bien que llevaba consigo una tetera. Entró a su habitación y colocó la tetera sobre su escritorio. Se miraron desde sus respectivas posiciones.

—Akane… sabes lo que esto significa —dijo la pelirroja con seriedad.

Akane asintió nerviosa, pero convencida de su decisión.

—Le estaríamos dando rienda suelta a los espíritus para que hagan lo que quieran —advirtió.

—No me importa —confesó, sin temer revelar las ansias que tenía por continuar lo que habían comenzado.

—Solo necesito que me digas… que sería conmigo, aunque no estuviéramos bajo ninguna maldición.

—Ranma… solo podría ser contigo.

Ranma se mojó con el agua caliente y dejó caer la tetera.

De pronto, como si la interrupción del dojo no hubiera sucedido, se abalanzaron el uno hacia el otro con impaciencia. Sus cuerpos chocaron en medio de la habitación. Akane se abrazó a él con sus brazos y piernas, besándolo como si su vida dependiera de ello. Ranma se dejó caer al suelo, rodando para quedar sobre ella. Le besó el cuello y bajó hasta que su boca estuvo entre sus pechos. Como se lo había prometido en el dojo, le rompió el sostén con los dientes. Las copas cayeron a los lados, dejando su torso al descubierto.

—Juro que si alguien interrumpe ahora, lo mataré —jadeó, besando y mordiendo la piel desnuda.

—No si yo lo hago primero —correspondió, jalando su camisa con insistencia para quitársela.

Ranma le ayudó y se deshizo de ella. Con agresividad, le bajó la ropa interior. Él volvió a posicionarse sobre ella, y ella trató de bajarle los pantalones con los pies torpemente. Ninguno de los dos quería, ni podía, postergar más la unión de sus cuerpos. Entre caricias y besos frenéticos, cada parte de ellos se los demandaba.

El mundo se detuvo para ambos después de la primera embestida. Akane le enterró las uñas en la espalda al sentirlo dentro de ella. Los músculos de ambos se tensaron, el aire entre ellos se calentaba con la mezcla de sus respiraciones aceleradas. Permitieron que sus cuerpos se acostumbraran a la sensación de ser parte del otro.

—¿Estás bien? —preguntó él, acariciando su rostro, buscando leer en sus facciones cualquier señal de dolor o de placer.

La desesperación por seguir moviéndose dentro de ella lo hizo empezar a sudar. Se estaba esforzando mucho para controlarse.

Akane finalmente asintió y empezó a moverse primero, tentativamente, experimentando cómo era que se sentía mejor. Ranma imitó su ritmo. Este era un placer que recién ambos estaban descubriendo, era como si sus cuerpos hubieran sido hechos el uno para el otro. Muy diferente a la tortura a la que se habían sometido en el dojo.

Disfrutaron el ritual, relegándole el control de sus cuerpos a esa fuerza primal que les decía cómo proceder. Sus movimientos empezaron a hacerse cada vez más rápidos, más desesperados. Después de tantos días de tensión sexual acumulada, Ranma sabía que no podría aguantar mucho más, pero ella debía terminar primero. Recordó cómo Akane había reaccionado al tocarla. Deslizó una de sus manos por en medio de sus cuerpos para llegar hasta ahí.

Akane estaba nuevamente suspendida, en ese momento en el que el tren está a punto de caer por la pendiente de la montaña rusa. Las atenciones de Ranma fueron suficientes para hacerla estallar. Toda ella era una explosión de puro éxtasis. Cuando Ranma sintió el cuerpo de su prometida latir de placer, fue suficiente para seguirla justo detrás. Se aferró a ella al sentir aquella explosión de sensaciones.

Ranma cayó derrotado sobre el cuerpo de Akane. Se quedaron abrazados, esperando a recuperar el aliento y a que su pulso se normalizara.

—Vaya… no tenía idea… de que eso era posible —dijo Akane aún sin aire, acariciando la trenza de Ranma.

—Ni yo… —dijo él, habiendo sido sorprendido por la intensidad de todo lo que había sentido—. Por cierto, esto quiere decir que perdimos ¿sabes?

—¿Eso es en lo único que estás pensando? —preguntó molesta, jalándole la trenza.

—Pero, al final tuviste razón —dijo él con una sonrisa juguetona.

—¿Sobre qué?

Ranma se giró para quedar sobre su espalda, abrazó a Akane contra sí.

—Sobre que me harías querer perder.

Akane se sonrojó y hundió la cara en el pecho de Ranma por un momento.

—Yo… prefiero pensar que los ayudamos —dijo finalmente.

Ranma se quedó pensativo. ¿Y ahora que habían roto la maldición, qué?

—Bueno… ¿y eso que quiere decir para nosotros? —se atrevió a preguntar.

—Pues, no sé qué pienses, pero yo prefiero que nuestras discusiones sigan resolviéndose así —propuso ella con una sonrisa traviesa.

—Debimos haber empezado a resolver nuestras peleas así hace mucho tiempo. ¿Por qué lo habíamos evitado? —la pregunta lo dejó congelado.

Idiota, idiota, idiota. Bebés. Claro. Clases de biología básica. Los efectos de la luna nueva le habían hecho olvidar completamente ese pequeño detalle.

Ranma se sentó de pronto y tragó saliva. Akane también se sentó y se quedó mirándolo confundida.

—Akane… ¿y si… y si tú…? —empezó a tartamudear— ¿bebé?

—¿Te parecería tan terrible?

Ranma se quedó perplejo.

—Bueno, no. Digo si a ti no te molesta... —dijo, todavía nervioso.

—Tendremos más cuidado de ahora en adelante —dijo Akane—. De hecho, es otro gran punto a favor de la chica del cabello de fuego.

—Depravada... Veré que puedo hacer —bromeó.

—Ya en serio. No creo que sea tan malo —bajó la mirada, sonrojada—. Quiero decir, me gustaría tener a tus hijos algún día.

Ranma tomó el rostro de Akane entre sus manos y la besó tiernamente una y otra vez.

—Akane, mi padre no puede enterarse de esto, pero no pudo haber elegido a una mejor prometida para mí.

—Bueno, algún día tendrá que enterarse —dijo Akane riendo y devolviéndole los besos.


Unas horas más tarde, bajaron al comedor. La familia ya había desayunado. Nabiki era la única que estaba ahí, leyendo una revista.

—Buenos días —saludó, sin voltearlos a ver—. ¿Qué tal la pasaron?

—Bueno… ya sabrás cómo. Después de todo, rompimos la maldición —dijo Ranma, sentándose a la mesa y deslizando el instructivo hacia Nabiki.

—Supongo que ahora no podrás venderle la piedra a nadie más. Aunque dudo que alguien la hubiera querido desde un principio —añadió Akane, sentándose también.

Nabiki los miró extrañada, olvidándose de su revista.

—Están confundidos. Seguro que rompieron muchas cosas —bromeó Nabiki—, pero la maldición no fue una de ellas.

—Claro que sí —insistió Akane.

—Mira, hermanita. De verdad, me da muchísimo gusto por ustedes, pero les digo la verdad. Creo que no leyeron las letras pequeñas —dijo, abriendo el instructivo y apuntando hacia un renglón en la parte inferior, casi ilegible.

—"Horario laboral: Los espíritus desventurados no laboran en días festivos ni fines de semana, a partir de la salida de los primeros rayos del sol" —leyó Akane.

—Exacto, ¿y qué día es hoy?

—Sábado —dijo Ranma.

—Eso quiere decir que, desde que salió el sol, -que, sino mal recuerdo, fue poco después de que salieran del dojo- todo lo que haya pasado, ha sido obra de ustedes —dijo, guiñándoles un ojo—. Por otro lado, los cinco días se completan mañana y ya conseguí a mi comprador.

—¡Nabiki! —reclamó Akane.

—No pueden molestarse conmigo por no leer bien —dijo, encogiéndose de hombros.

Ranma y Akane intercambiaron miradas sonrojados, y después posaron sus ojos en el suelo. Les daba algo de vergüenza pensar en que sus propios cuerpos habían actuado así a voluntad.

—Por cierto —agregó Nabiki—, me deben mucho dinero. Akane, no me has pagado por cubrirte en el baño. También les ayudé a escapar en el dojo y nuestros padres nunca se enteraron de nada —añadió, enumerando con los dedos.

—¿Hiciste todo eso por nosotros? —preguntó Ranma.

—Por supuesto que sí —dijo como si las palabras vinieran de su corazón.

—¿Y se puede saber quién informó a Mousse, Shampoo, Ukyo, Kuno y Kodachi sobre la situación? —preguntó en tono acusador.

Nabiki guardó silencio.

—Bueno… no se preocupen… Justo ellos me ayudaron a reunir el dinero suficiente para mi viaje a Francia.

—¿Tanto así lograste ahorrar? —preguntó Akane sorprendida.

—Solo me falta reservar el hotel, esperaba que ustedes me ayudaran con eso —dijo suspirando—. Pero mi comprador no podrá negarse a un ligero aumento de precio si a la piedra le agrego esta foto.

Nabiki sacó de su bolsillo una foto de Akane en lencería besando a Ranma mujer. La escena del dojo.

—¡Dame eso! —avergonzada, Akane le arrebató la foto de las manos.

—Quédatela. No soy tan tonta como para haberte dado la original.

—¿Eso quiere decir que tu comprador es Kuno? —preguntó Ranma.

—Así es, cuando se despertó parecía estar mucho más cómodo con su relación sáfica.

—Nabiki… estás jugando con fuego —advirtió Akane.

—Ya veremos si dices lo mismo cuando te llegue mi postal desde la Torre Eiffel —dijo antes de salir, dejándolos solos.

—Bueno... qué cosas, ¿no? —dijo Akane, sintiéndose otra vez apenada de pronto.

—¿Sabes qué quiere decir? —preguntó Ranma, tomándola de las manos y mirándola a los ojos.

—¿Qué? —preguntó sonrojada.

—¡Que ganamos! —dijo, alzando uno de sus puños.

Akane se dejó caer al suelo. En definitiva Ranma nunca iba a cambiar.


Al cumplirse el plazo de cinco días, Nabiki visitó la casa de Kuno. Se sentaron en una mesita de patio bajo una sombrilla y Sasuke les llevó el té.

—Bueno, Kuno. Ya te expliqué mis condiciones. Entrégame el dinero, y la piedra y la fotografía serán todas tuyas.

—Me parece bien, Nabiki. En ese maletín está todo lo que pediste —dijo, apuntando hacia su costado.

Nabiki tomó el maletín, lo abrió, contó con la mirada y lo cerró con un gesto de aprobación.

—Perfecto, desde el momento en que la toques, se activará, tal y como te lo expliqué —dijo, poniendo la foto, la piedra y el instructivo sobre la mesa.

Kuno tomó la foto y la miró seriamente.

—Sabes, Nabiki. Creo que estas dos chicas son muy valientes al expresar su amor. Ese día me sentí muy inspirado y me di cuenta de una cosa.

—Déjame adivinar, ¿quieres estar en un trío? —preguntó, con sarcasmo y levantándose para apresurar su salida. Lo que menos quería era escuchar las filosofías de Kuno fuera de la escuela.

—Claro que no. El amor es amor y sé que entre ellas no hay lugar para mí —dijo en un tono serio y dejando la foto sobre la mesa.

—Vaya… tienes pensamientos adelantados a tu tiempo.

—Lo que quiero decir es que me di cuenta de que siento algo por alguien más —complementó él, tomando la piedra.

Un brillo iluminó la piedra, indicando el inicio de la maldición.

—Nabiki, eres tan hermosa.

—Ay, no… —Nabiki sintió su cuerpo volver a sentarse en la silla.

FIN


AN: ¡Tan tan! Y ya con esto le doy fin al fic. Muchas gracias por haberlo seguido y espero que les haya gustado. Volví a hacer mini edits a capítulos anteriores, no lo pude evitar jejeje.