Bienvenidos sean todos a la parte final de este fic. Quisiera agradecerles a los que le dieron una oportunidad de principio a fin, en serio, muchas, muchas gracias.
También quisiera aprovechar para avisarles que se trata del capítulo más largo de todo el fic. Así que tomen sus precauciones.
Agotada, pero sacando las ultimas fuerzas de su interior, logro acertar un último ataque, mandando a volar al último soldado que estaba de pie frente a ellas, estrellándolo contra un árbol. Este intento reincorporarse, pero dada la magnitud del ataque y el golpe subsecuente, no pudo más que perder el conocimiento.
Inmediatamente después y a causa del cansancio, Lilith cayó sobre una de su rodilla, alertando rápidamente a sus dos compañeras de batalla, que rápidamente acudieron a apoyarla y no dejar que cayera al suelo.
—¡Lily!
—Señorita Lilith. ¿Se encuentra bien?
Dijeron ambas al sostener a Lilith, que en su rostro se asomaba una mueca de mucho dolor, y que pudo cambiar por alivio una vez que sintió seguridad a su alrededor, proporcionada en gran parte por el apoyo que le fue brindado por aquellas dos niñas que impidieron que cayera por completo al suelo.
—Gracias, pequeñas —dijo sosteniendo una hermosa sonrisa de agradecimiento en su rostro, contagiando a Luz y a Amity—. Estoy bien, solo debo recuperar un poco las energías.
Pero apenas terminó Lilith de decir esas palabras, varios de los hombres enemigos que se encontraban próximos a la Casa Búho comenzaron a recobrar el conocimiento y a ponerse de nuevo de pie, lo que, más allá de preocupar a las tres brujas, las molestó de sobremanera. No tenían ya más fuerzas para contener un nuevo ataque en contra, sin embargo, aquellos soldados que habían logrado ponerse de pie no fueron en contra de ellas. La mayoría de estos acudían a atender a sus compañeros que todavía seguían inconscientes y los que no, procedían a retirarse. Las chicas pudieron notar como gran parte de estos soldados habían resultado muy heridos a causa de la batalla, algo que pudo enorgullecer a Lilith y a Amity en el pasado, pero no ahora, no con ese cansancio ni con las heridas que todas tenían.
Al ver al último de estos hombres irse, un suspiro de alivio fue compartido por las tres, pues al parecer, realmente se había terminado.
—Fue… todo —mencionó Lilith entre grandes suspiros de alivio y exhalaciones de aire—…
—Me temo que no, señorita Clawthorne —escucharon que alguien dijo desde las sombras—.
Las palabras escuchadas, además del amenazador tono con que fueron pronunciadas las puso de nuevo en alerta máxima, esperando a que el nuevo enemigo mostrara su rostro.
Debido a la oscuridad, ninguna ya podía ver más allá de unos cuantos metros, pero escuchaban los pasos de alguien acercarse a ellas, y después de unos segundos, pudieron ver una silueta que se acercaba, solo esperaban el momento adecuado para también mandarlo a volar, pero una vez que este sujeto se acercó lo suficiente, pudieron ver de quien se trataba.
—Señoritas.
—¡Kikimora! Tu… ah —Lilith se dispuso a atacarla sabiendo lo peligrosa que es, sin embargo, era inútil el intentar cualquier cosa, no tenía ya ningún gramo de energía restante—.
—No te precipites, traidora —comenzó a hablar, tratando de atemorizar con sus palabras—, aunque en ese estado no eres una amenaza para mí, no he venido a luchar… pero debo mencionar que es impresionante como derrotaron a 119 soldados del Aquelarre del Emperador. Desde el rango 2 hasta el 120…
Escuchar eso las dejo sin habla. Habían sido más enemigos de los que contemplaron en un inicio.
—¿A partir del 2º rango, dijiste? ¿Qué hay del primero? —Preguntó Luz, curiosa, pero manteniendo su porte defensivo, aunque también ella estaba físicamente acabada—.
—La estás viendo, niña —respondió Kikimora manteniendo su serio semblante—… En fin, no he venido a eso.
—¿Qué es lo que quieres? —Preguntó Lilith molesta—.
—Mi señor se ha enterado de su… patético intento de insurrección, así que él mismo vendrá a ponerle punto final a su escandalosa revuelta. Yo simplemente he venido a anunciar que, para el amanecer, él estará aquí.
La noticia heló la sangre de las tres brujas. Muy difícilmente lograron ir contra sus tropas, pero al parecer, el enfrentamiento final tendría que ser directamente con el enemigo.
Aunque ninguna de las tres perdió su semblante combativo, por dentro se lamentaban el oír eso. Ya sin energías y con tan pocos recursos, contra el mismo Belos sería una misión imposible.
—He de retirarme, señoritas. Utilicen este tiempo para descansar, si es que continúan con esa tonta idea de resistirse —dicho eso, Kikimora comenzó a retirarse, sin embargo, Lilith, Luz y Amity pudieron ver que se detuvo y giró la cabeza, aparentemente para complementar su mensaje—… ah, y una cosa más. Tal vez quieran disponer del joven caído…
El escuchar «joven caído» paralizó el corazón de las dos niñas, y también infundió un gran temor en el alma de Lilith. Lamentablemente, Kikimora no había terminado de hablar.
—… Una lástima realmente. Pero ¿qué se le va a hacer? Este es un problema en el que no debieron entrometerse algunos.
Una vez que terminó, Kikimora acabó por retirarse del lugar, dejando esa incertidumbre en ellas, quienes usaron lo último de sus energías para ir dentro de la casa y esperar, rogar porque aquello que fue dicho se tratara de una maldita mentira.
Las tres intentaron correr lo más rápido posible, entrando a la casa con mucha dificultad para mantenerse de pie. Pero todas temían lo peor y la única pista que tenían era «joven…». Las dos niñas tenían razones para que sentir miedo y tristeza, sin embargo, al entrar, el peor panorama se lo llevo Amity.
Desalentador o triste era decir poco, muy poco realmente. La escena era desgarradora para las tres. Lilith y Luz cubrieron sus bocas por la impresión de lo que veían, pero, por mucho, fue Amity la que más sufrió.
En el sillón de la sala, yacía recostado. Una gran mancha de sangre adornaba su pecho, además de las múltiples heridas de su cuerpo. Era la única baja, y antes de que Amity entrara, la única que derramaba lagrimas por él era su hermana, quien de rodillas se encontraba a su lado, tomando su mano sin vida y apretándola con toda la fuerza que le quedaba.
A pasos lentos y torpes, Amity se acercaba hacia sus hermanos. Ahora el dolor físico se estaba volviendo también emocional. Sus ojos comenzaban a humedecerse con cada paso, mientras susurraba el nombre de su hermano, con la voz llena de tristeza y dolor.
A pocos metros de Emira, esta notó su presencia, y no dudo un solo segundo para correr hacia su pequeña hermana y abrazarla con todas sus fuerzas durante unos breves momentos, pues enseguida, Amity, después de corresponder a su hermana, se dirigió hacia el cuerpo de su hermano, desbordando lágrimas de dolor por él. Tomándole del rostro, viéndolo tan sereno y tranquilo. Él se había ido.
—Edric… no —decía Amity entre dientes, haciendo notar en su voz el dolor que estaba sintiendo en ese momento—…
De un momento a otro, Amity rompió en un llanto más efusivo, gritando con todas las energías que le quedaban el nombre de su hermano, y ante esa desgarradora situación, Emira acudió a consolar a su pequeña hermana, rodeándola con sus brazos y haciendo que hundiera su rostro en su pecho, que pudiera llorar ahí, junto con ella, aunque, precisamente, ella no se encontrara mejor. Había perdido a su hermano, a su compañero… y a su mejor amigo, en tal vez una guerra que no les correspondía.
En toda la casa lo único que se escuchaba era el desgarrador llanto de Amity y su hermana, quienes parecían ser las únicas que realmente habían perdido.
En el sitio también se encontraban todos los demás. Cerca de la puerta se encontraba Hooty, estirado y recostado en el piso, con muchas heridas; tampoco había sido algo fácil para él.
En un rincón, Gus y King atendían las heridas de Willow, Gus vendando uno de sus brazos y King poniéndole un parche en la herida de su mejilla. Ellos dos, por su parte, también contaban con heridas atendidas; ambos tenían la cabeza vendada, y aparte, King tenía unos cuantos más en su cola y Gus en ambos brazos y uno más en una de sus piernas.
Ellos tres también se encontraban llorando. Lamentablemente les había tocado presenciar la desgracia ocurrida, y sentían el dolor de Emira y Amity.
Por otro lado, Luz también sentía el dolor de sus dos amigas, más aparte su propio dolor, pues también considera a los gemelos buenos amigos, y el que Edric haya terminado así le provoco un dolor similar al que sentiría, tal vez si les pasara algo a Willow o a Gus.
La humana quiso acercarse a las dos que lo habían perdido prácticamente todo, pero tal vez no era el momento, sin embargo, dejó eso de lado para acercarse a ambas, y una vez que estas notaron la presencia de Luz y las lágrimas que también emanaban de sus ojos, no pudieron más que atraparla en un doloroso abrazo. Toda palabra sobraba en un momento así.
En otro rincón de la casa, habiendo pasado desapercibida, se encontraba Eda, y la única que la había notado había sido su hermana, quien se acercó a ella. Lucía derrotada, triste, tal vez un poco molesta, pero, sobre todo, se sintió culpable. Todo eso lo pudo percibir Lilith solo mirándola a los ojos. Eda también soltaba algunas lágrimas, pero para que no la vieran así, pido a su hermana que la acompañase a la cocina para hablar un poco.
Una vez ahí, ninguna sabía que decir o por donde comenzar. No le era fácil a ninguna de ellas, pero Eda fue quien lo hizo.
—¿También la viste? —Preguntó la Dama Búho mientras se apoyaba en una pared, con la mirada en el suelo—. Si fue así, me imagino que ya lo sabes.
—Sí, así es, hermana —respondió Lilith con el mismo pesar, tomándose un brazo, intentando aminorar el dolor de una herida, y dando un gran suspiro, continuó—. Jamás debió pasar esto, no…
—Es mi culpa —interrumpió Eda, con la voz entrecortada y derramando un poco más sus lágrimas—. Me apuntaban a mí y él intervino. El muchacho… él salvó mi vida.
—Eda —comenzó Lilith de nuevo. No iba a permitir que ella se sintiera así—… No, hermana —alegó, acercándose a ella y tomando su rostro entre sus manos y juntando su cabeza con la de ella, justo como en esa ocasión en la que decidió compartir la maldición con Eda—, la única culpable de todo esto soy yo.
Eda realizó la misma acción que su hermana, tomando también su rostro entre sus manos y cerrando los ojos, siguió hablando.
—Esto no es tu culpa, Lily. Ambas… todos sabíamos el peligro al que nos enfrentábamos… Nunca debimos permitirles intervenir.
Ambas se quedaron en esa posición unos momentos más. Querían aprovechar todo el tiempo posible para estar juntas antes de que algo peor pueda ocurrir.
Sin embargo, el silencio que predominaba en la cocina solo intensificaba los alaridos de dolor de las hermanas Blight. Se sentían tan mal por ellas, pero nada podían hacer ya. El chico… todos ellos sabían a lo que se iban a enfrentar, incluso Eda se lo dijo a la pequeña pretendiente de su Luz, pero tal vez nunca imaginaron consecuencias más allá de graves heridas.
El llanto se intensificaba cada vez más en el lugar, y aunque literalmente no fuera así, de ese modo lo percibían ellas. Por algún motivo se sentían culpables y no podían dejar de sentirse así.
Ambas rompieron el abrazo una vez que sintieron que había sido suficiente. Sin embargo, Lilith una vez más acaricio el rostro de su hermana, y recordando toda su infancia con ella, supo finalmente lo que debía hacer.
—Todo esto no debió pasar —dijo con pesar—.
—Tal vez no, pero así fueron las cosas, hermana —respondió Eda con su serio semblante—. No puedes cambiar el pasado, por mucho que lo desees.
Eda comenzó a caminar en dirección a la sala, donde todos estaban reunidos. Tal vez dispondrían de Edric antes de que las cosas se pongan aún más mal de lo que ya estaban. Sin embargo, Eda fue detenida en su andar por su hermana, quien, tomándola del brazo, la detuvo un momento. La peligris volteo a ver a su hermana, y vio como en su rostro, una mirada de determinación se había formado. Algo tenía en mente, pero no sabía de qué se trataba.
—¿Qué sucede? —Preguntó Eda, confundida y decaída—.
—Tal vez no pueda cambiar el pasado… pero puedo reparar los errores cometidos para lograr un mejor futuro.
Las palabras de su hermana confundieron más a Eda. No había forma posible en lo que eso pudiera funcionar, pero mientras analizaba las palabras de Lilith, la pelinegra continuó.
—Edalyn, voy a reparar la muerte del chico, y también curar tu maldición… algo que debí haber hecho desde que supe cómo, sin importar el precio.
Eda repitió en su mente las palabras que acababa de mencionar su hermana. ¿De qué estaba hablando? Intentaba hacer que las palabras que escuchó de parte de Lilith tuvieran sentido, pero por ningún lado les hallaba sentido, al menos no en el instante, pues después de analizarlo varios minutos, se dio cuenta de a lo que su hermana se refería.
—Lilith —mencionó débilmente, pero mostrando una expresión con la que combinaba miedo y angustia—… no…
En el momento que mencionó esas palabras, Eda se dio cuenta de lo que su hermana tenía planeado hacer. Movía la cabeza de un lado a otro en señal de desaprobación, y poco a poco, su expresión cambiaba del miedo al enfado. No podía creer que de verdad estuviera pensando en esa alternativa.
—¡No! —Dijo fuertemente sin llegar a gritar, para no alterar a las demás personas que habitaban la casa—. ¡No puedo creer que siquiera lo estés considerando!
—No lo estoy considerando, hermana. Ya lo he decidido —alegó Lilith, segura de su decisión—.
—¡Es una Locura, Lily! —Grito una vez más Eda, pero su voz comenzaba a entrecortarse y de nuevo en sus ojos comenzaban a aparecer lágrimas—.
Lilith bajó la mirada antes de responderle a Eda, como si estuviera juntado valor para hablar con ella o si estuviera pensando en un argumento válido que respalde su decisión.
—Eda, por favor…
—¡No! ¡Nada de eso, Lilith!
—Por favor —suplicaba la del cabello negro—. Solo escúchalas —dijo haciendo énfasis en el llanto de las que habían perdido a un ser amado—. Se perdió una vida que no debió perderse y yo tengo la posibilidad de remediarlo.
Con cada palabra de Lilith, los sentimientos de Eda iban en aumento, y oscilaban entre la molestia, la angustia y el miedo, sin embargo, muy dentro de ella también sentía un poco de orgullo, pero ni eso ni lo demás era comparado con lo que sentía desde que Lilith regresó a su vida, y no estaba dispuesta a perderlo.
—Lily —comenzó, cerrando los ojos y tomando el rostro de su hermana una vez más entre sus manos—, por favor. Acabo de recuperar a mi hermana… no quiero perderla.
Las palabras de Eda estaba tan cargadas emocionalmente que también hicieron que Lilith derramara un par de lágrimas. Estaba temerosa de su decisión, pero sabía que era lo correcto, además de lo justo.
Lilith también tomó con una mano el rostro de su hermana, y dibujo una linda sonrisa, una con la que quería decir que todo estaría bien.
—Hermana, gracias por perdonarme, pero es hora de que haga lo correcto por una vez en mi vida.
Eda, en cambio, continuaba reacia ante la decisión de su hermana.
—No, Lily. No te dejaré —alegó Eda, sintiéndose culpable, pero tampoco deseaba perderla—.
Lilith, al ver eso, pronunció unas palabras mientras dibujaba un pequeño circulo mágico en el aire.
—Lo lamento mucho, hermana, pero no puedo permitir que intervengas.
Al decir eso, Eda sintió como todo su cuerpo se paralizó. Lilith había usado un hechizo de inmovilización en su hermana para evitar que interviniera, pero no pudo evitar sentirse miserable una vez más. Al punto de derramar nuevas lágrimas por tener que hacerle algo nuevamente a su hermana, pero esta vez, era por una buena causa, no solo intereses egoístas.
—Espero… que me puedas volver a perdonar, Eda —dijo, acercándose a Eda dándole un abrazo, sin dejar de derramar lágrimas—. Te prometo que con esto tú también serás libre… gracias por todo.
Dicho eso, Lilith abandono la cocina donde estaban, dejando a Eda, y ella, aunque no se pudiera mover, pudo escuchar claramente a su hermana y sentir su abrazo, su último adiós. Las lágrimas recorrían su inmóvil rostro mientras por dentro gritaba, desesperada, el nombre de su hermana.
Lo peor había ocurrido. Alguien que no tenía nada que ver en esa disputa había muerto. Edric, quien con sus hermanas habían decidido que la vida que tenían no era la que querían, pagó con su vida al buscar otra opción para él y sus hermanas.
Ahora, yacía sin vida su cuerpo en el sillón de la casa, y por él eran lágrimas derramadas de parte de sus hermanas, que no se habían apartado del cuerpo de su hermano un solo segundo.
En otros rincones de la casa, los demás partícipes de la batalla recién terminada descansaban, o al menos eso intentaban hacer, pues la noticia de que se enfrentarían al mismísimo Belos no los dejaba estar tranquilos, caso específico de Gus y Willow, quienes habían tratado de dormir un poco, pero el miedo se los había impedido rotundamente. Ambos ya estaban considerando huir, pero no podían hacerle eso a Luz, aunque ella estuviera de acuerdo. Por el momento, solo les quedaba aguardar.
Y Luz, por otra parte, también se encontraba intentando descansar un poco, ya con sus heridas atendidas, sentada en el suelo, apoyada en una pared, con King sobre su regazo y la mirada caída. Era lo que menos quería. Ella, Eda, incluso King les advirtieron, y esas fueron las consecuencias. Ya todo se había perdido y comenzaba a pensar en rendirse. Un sueño fantasioso tal vez, pues ni Eda ni Lilith se lo permitirían.
—Que desgracia —susurró por lo bajo, siendo King el único que la escuchó, levantándose de su intento de sueño—.
—Sí, vaya que lo es —complementó el peludo, igual de triste que Luz—. Apesta… y mucho —finalizó, bajando del regazo de Luz y sentándose de la misma forma que la humana y junto a ella—.
King, a diferencia de las brujas y de Luz, no sentía mucha tristeza por lo ocurrido con Edric, pero, aunque lo negara, sentía empatía por sus hermanas. Sin embargo, sentía más pena por todo lo que tuvieron que pasar sus amigos, además de Lilith y Eda. De igual forma tal vez tampoco lo admitiría, pero el ver a todos en ese estado realmente lo afectaba más.
En un momento, todo quedó en silencio, solo podían ser escuchadas las penas de Emira y Amity, quienes, debido a la falta de energía, habían bajado la intensidad de su llanto, pero su dolor se seguía incrementando. Ese silencio era incómodo, ya todos sabían lo que advendría, y no sabían cómo enfrentarlo.
En las cabezas de unos surgía la incertidumbre, aguardando por un mísero milagro, lo que fuera estaría bien y a cualquier precio, todo con tal de que las cosas pudieran salir bien.
—Esto no debió pasar, pequeña —se escuchó detrás de Luz—.
La declaración de Lilith apenas inmutó a la humana, captando su atención. Apareció detrás de ella, cruzando uno de los tantos umbrales de la casa. Venía de la cocina, donde, Luz pensó, debió estar con Eda.
—Quisiera… quisiera hacer algo, lo que sea, con tal de remediar esto —dijo Luz, entablando un pequeño dialogo con Lilith—… pero… no puedo.
Al decir eso último, Luz ahogó algunas lágrimas, pero no pudo hacer lo mismo con sus palabras.
Con mucha dificultad se puso de pie para estar junto a Lilith. Quería abrazar a alguien en ese momento, y ella era la única que estaba cerca. Sus amigos estaban un poco más lejos, y al parecer, a ellos al final los había vencido el sueño, con la obvia excepción de quienes perdieron algo irrecuperable.
Ni bien pudo encontrar el equilibrio para mantenerse en pie, abrazó rápidamente a la hermana de su mentora, quien correspondió la acción de la humana. Sabía que además de estar triste, se encontraba temerosa. Belos estaba en camino y no tenían absolutamente nada para hacerle frente… no hasta ese momento.
—Pequeña —dijo Lilith, acariciando la cabeza de Luz—…
Había sido tan poco tiempo, pero fue el suficiente para que pudiera sentir algo por ella, y del mismo modo, Luz se encariño más con Lilith de lo que en un principio pudo pensar. Le comenzaba a lastimar el hecho de que no podrían llegar a tener una relación todavía mejor.
—… por favor, cuida mucho a Eda.
Esas palabras desconcertaron tanto a Luz como a King, intrigando poderosamente a este último, y dejándolo mucho más confundido a él que a Luz. ¿Se iba a ir en medio de todo eso? No era posible. De haber querido hacerlo, lo hubiera hecho desde el principio. ¿Qué significaban realmente esas palabras?
—Espera, ¿de qué estás hablando, Lily? —Preguntó Luz con la confusión inicial, a lo que obtuvo como respuesta solo una tierna mirada y una débil sonrisa de parte de la pelinegra—. ¿Dónde está Eda?
Con los ojos cristalinos, Luz levantó y dirigió esa confusa mirada, y al verla a los ojos, pudo notar como se comenzaban a humedecer. Pudo ver a través de su mirada los sentimientos de Lilith, entre ellos, miedo, tristeza, pero también… esperanza.
—Estoy diciendo que voy a arreglar esto, Luz —contesto Lilith—. Todo esto lo causé yo y es hora de pagar por ello.
Luz seguía sin comprender, pero un atento King estaba analizando todas las palabras que decía Lilith.
Durante los días en los que la hermana de Eda vivió con ellas en la casa Búho, King fue quien más convivió con Lilith, incluso más que Eda. Él sabía lo arrepentida que estaba de todo, además de haberla visto llorar un par de veces sin que ella se diera cuenta, algo que se guardó para sí mismo.
Ahora tenía un mal presentimiento.
—Pronto lo entenderás, pequeña. Solo… un último favor —se detuvo un momento, bajando la mirada—, una vez que todo esto termine, dale esto a mi hermana —dijo, dándole a Luz un trozo de papel que parecía tener escrito un mensaje—. Te lo encargo. Y espero un día me perdones completamente por mis errores.
Dicho eso, Lilith rompió el abrazo que mantuvo con Luz durante todo ese momento, dirigiéndose hacia donde estaban los chicos Blight, dejando a una Luz aún más confundida, sin darle la más mínima pista a lo que sea que se estaba refiriendo. En cualquier otra situación, Luz hubiera sentido mucha curiosidad por la nota, pero la confusión era más, dejándola de lado, guardándola en su bolsillo, esta no se disipó cuando Lilith, después de darle la aparente nota, sonrió delicadamente. Ya había dejado de ser hace mucho tiempo esa sonrisa de maldad que vio en ella la primera vez, cambiándola muchas veces por una sonrisa tierna y dulce, llena de dolor y arrepentimiento, mas, en ese momento, no sabía que significado darle a esa expresión.
Sin embargo, el caminar de Lilith fue detenido por King, quien la sujetó del vestido rasgado.
Lilith volteo a verlo, y al mirarlo a los ojos, se dio cuenta de que este ya sabía lo que iba a suceder. Los vidriosos ojos de King le delataban.
—Por favor… sabes que debo hacerlo.
—No… no quiero —dijo el pequeño peludo, con la voz entrecortada—… y estoy muy seguro que Eda ahora sí no te lo perdonaría.
—¿Perdonar qué? King, ¿qué está pasando? —Preguntaba Luz, perdiendo ella la paciencia, pero siendo ignorada por ambos. Ninguno de ellos se lo querían decir de esa manera—.
King, por su parte, no dejaba de mirar a Lilith con esos ojos, esperando poder hacerla cambiar de opinión, sin embargo, ocurrió todo lo contrario, pues al él ver la mirada de Lilith, comenzó a liberar el vestido de Lilith.
—Oh, King, no estés triste —dijo ella, agachándose para estar a su altura, tratando de aliviar la pena del pequeño peludo—. Al hacer esto, no solo recuperaré aquello que no se debió perder —se encaminó de nuevo hacia su destino—… Eda también sanará.
Al escuchar eso, King soltó por completo el agarre con el que mantenía sujeta a Lilith, dejándola libre de realizar lo que tenía en mente, mas eso no evitó que la tristeza se apoderara de él. Lilith también se había convertido en su amiga, inclusive, algo más que eso, en familia, al igual que Eda y Luz.
Por su parte, Luz, apenas un segundo después de que King soltara a Lilith, esta lo levantó para que le explicara que estaba pasando, de qué era de lo que hablaron ambos, de por qué se sentía tan triste.
—Luz… Lilith va a…
No necesitó terminar de decirlo. Solo con la mirada, King lo había dicho todo y Luz, aunque pareciera difícil de creer, lo había comprendido.
Sus ojos se abrieron incrédulos.
Consideró un momento en detenerla, incluso se movió de su lugar para ir tras ella, pero algo muy en su interior la hizo detenerse. Ella había encontrado una oportunidad de arreglar un poco las cosas, aunque no estaba segura si el resultado dejaría satisfechos a todos. Era evidente que no.
A pesar de sus molestias iniciales con ella, nunca pensó en algún momento en un castigo así, aunque en un pasado le dijera que era ella la que merecía ser petrificada. Pudo ver en su caminar su arrepentimiento y, aunque parezca un sueño, un aura a su alrededor de pureza. Pudo no haber hecho las cosas lo mejor posible en un pasado, pero con esto, no quedaba duda alguna de que, por todos los medios, intentó enmendarse.
Lilith se acercó con cautela a donde las dos chicas de cabello verde lloraban ya de una manera silenciosa por su hermano, temerosa de cual fueran sus reacciones. Tendría sentido el que la culparan de lo ocurrido, pues, desde un contexto lejano, todo ocurrió por una de sus acciones.
Pero ni Emira ni Amity tenían mente para pensar en culpables. Ambas habían comprendido en su momento la situación, incluso cuando les explicaron más de una vez, queriendo convencerlas de no intervenir. No había culpables directos, pero sí muchos perdedores.
No notaron el momento en el que la que fue la mentora de Amity se colocó detrás de ellas hasta que comenzó a hablar, acción a la cual no reaccionaron, de hecho, apenas oyendo lo que Lilith decía.
—Sé que lo que menos quieren oír es que diga que lamento mucho esto —dijo con mucha timidez—…
Ninguna de las dos reaccionó, pero eso no impidió que Lilith siguiera hablando, diciendo algo que realmente llamaría la atención de ambas.
—… así que voy a arreglarlo, pequeñas —dijo con determinación—.
A ambas niñas Blight sorprendió de igual forma. No sabían de que estaba hablando en concreto, pero parecía que tenía en mente una forma de arreglar lo ocurrido con su hermano.
Las dos, sin dejar de llorar, miraron fijamente a Lilith, y después se vieron entre ellas, con las miradas llenas de una enorme ilusión al igual que de lágrimas, pero también de gran confusión. Hasta donde sabían, no había forma de remediar este tipo de situaciones.
—¿Hablas… hablas en serio? —Preguntó Emira, con la voz cortada pero llena de esperanza, la esperanza de tener de nuevo a su hermano junto a ella y junto a Amity, en donde debe estar y de donde nunca debió irse, ni siquiera por unas horas—.
Lilith asintió, volviendo a formar con sus labios esa sonrisa que hacía más grande esa ilusión.
—Es un hechizo prohibido, poco conocido, muy poderoso, pero también muy peligroso —explicó Lilith—.
Conforme decía eso, su corazón se aceleraba. Decir que no tenía miedo era una gran mentira, pero ya era el momento de demostrar algo de valor, no solo por ella, sino también por el joven que yacía sin vida frente a ella, y, más importante aún, por su hermana.
Se acercó al cuerpo sin vida del joven Edric mientras les pedía a Amity y a Emira que se alejaran un poco. Cerrando los ojos, dio un gran suspiro y comenzó a formar un gran círculo de magia con sus manos, pero este era diferente. No despedía el acostumbrado color azulado de su magia, sino que más bien, se trataba de un color muy blanco y muy brillante.
Se notaba claramente como Lilith se esforzaba demasiado. Ese hechizo no era fácil de hacer ni siquiera estando con todas sus energías, ni con todo su poder.
Todos miraban expectantes, incluso los que habían caído rendidos, despertaron para presenciar lo que hacía la hermana de Eda, incrédulos de estar viendo una magia así de poderosa, pues ni en la acabada batalla pudieron ver algo similar.
Fueron largos y cansados minutos para que Lilith lograra completar aquel círculo de magia pura, pero el hechizo apenas estaba empezando, pues una vez completado el dibujo en el aire, el cuerpo de Lilith comenzó levitar, comenzando a emitir al mismo tiempo un brillo que paulatinamente iba creciendo, un brillo más intenso que el del círculo de magia que había dibujado y que se mantenía.
El ritual siguió su marcha, haciendo que los ojos de bruja perdieran sus colores gris y turquesa, dejándolos en un completo blanco para inmediatamente después, comenzar también a emitir un gran brillo a través de estos, pero lo más importante estaba a punto de comenzar.
Mientras todo eso ocurría, saliendo de la puerta que daba a la cocina, Eda usaba el resto de sus fuerzas para moverse muy lentamente, en contra del hechizo de paralización que su hermana le había impuesto para evitar que interviniera.
El hechizo no había sido muy poderoso, dado que Lilith no podía arriesgarse a gastar toda la magia que le quedaba y que el hechizo final no se pudiera completar.
Gritaba desde su interior desesperadamente que se detuviera, sin embargo, no podía ser escuchada. Intentaba con todas sus fuerzas gritarle a Luz que interviniera, pero la chica ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de Eda, manteniéndose expectante de Lilith.
Ya era tarde, el ritual estaba a punto de terminar y ser completado.
Del cuerpo levitante de Lilith comenzó a emerger una esencia azulada transparentosa que se depositaba en el cuerpo sin vida de Edric, y a medida que esta esencia iba abandonando el cuerpo de la bruja del cabello negro, el brillo que emitía su cuerpo se iba atenuando, descendiendo también el cuerpo de Lilith, que poco a poco se iba quedando sin vida.
Lilith lo había hecho. Sacrificó su propia vida para recuperar una que nunca debió perderse, pero había hecho, incluso, más que eso.
Un poco antes de que si quiera los zapatos de la bruja tocaran el suelo, Luz intentó acercarse a ella para recibirla, pero alguien se le había adelantado.
El hechizo de paralización que contuvo a Eda se había roto, y una vez completamente libre, corrió lo más rápido que pudo para recibir a su hermana en sus brazos, cayendo de rodillas al suelo una vez que la tuvo entre sus brazos.
Tal vez fue por la velocidad con la que Eda había ido con su hermana, pero una vez que se encontró inmóvil, tanto Luz como los demás pudieron observar cómo los cabellos de Eda comenzaban a cambiar de color, perdiendo ese gris tan característico de la Dama Búho, siendo reemplazado por el color natural de su cabello. Y del mismo modo, aunque esto no se pudiera notar, la gema de su pecho había recuperado su color.
Lilith estaba a punto de irse, pero tuvo el tiempo suficiente para, por un momento, volver a abrir los ojos y ver muy tenuemente como su hermana había recuperado el color rojizo de su cabello y tocar el rostro de su querida hermana una última vez.
—E… Eda —Lilith usaba sus últimos alientos y dibujaba en su rostro una última sonrisa—… la… maldición… lo siento —finalizó, dejando caer el brazo con el que pudo sentir por última vez el rostro de su querida hermana—…
Finalmente había muerto, y con ella, la maldición que portaba Eda también se había desvanecido. Sin embargo, era lo que menos le importaba en ese momento.
Las lágrimas inundaban su rostro mientras abrazaba fuertemente el cuerpo sin vida de Lilith. Había recuperado y perdido a su hermana en un lapso tan corto. Acariciaba con su mano el rostro de Lilith, el cual mostraba una última sonrisa, una en la que su hermana mostraba la satisfacción de al fin haber hecho lo correcto.
Aquel había sido un costo muy alto. Sus poderes habían regresado y su maldición se había ido, llevándose consigo la vida de su hermana.
El ambiente en esa casa era mucho más pesado que en cualquier otro momento. Las lágrimas caían de los ojos de todos al ver la desgarradora escena, sin embargo, un quejido proveniente del sillón de la sala hacía que todos, en especial Amity y Emira postraran su atención hacia él.
Rápidamente ellas dos se acercaron, seguidas por los demás, las dos entrelazando sus propias manos, con lágrimas de felicidad en los ojos.
Pasaron unos cuantos segundos para que pudiera abrir los ojos, comenzando a mover también uno de sus brazos, tomándose la cabeza y comenzando a dibujar en su rostro una mueca de incomodidad.
A un alto costo, pero había dado resultado.
—¿Qué… qué sucedió? ¿En dónde estoy? —pregunto el joven de cabello verde, confundido por lo que pasaba, tomándose la cabeza con la mano y sentándose en su lugar, apenas viendo como todos se encontraban rodeándolo—. Un momento, no se supone que yo…
—¡Edric!
—¡Tonto!
Gritaron Amity y Emira al mismo tiempo, abalanzándose sobre él, con unas enormes sonrisas en sus rostros, rostros también llenos de lágrimas de felicidad al ver a su hermano de vuelta, quien no negó todo el cariño que recibía de parte de sus hermanas. Imaginaba el dolor que sintieron y la alegría de verlo de nuevo, alegría que también sentía él al estar nuevamente con ellas.
Evidentemente, sus dos hermanas fueron su principal punto de atención, pero una vez que estas dos se calmaron, pudo ver con más detenimiento a su alrededor, notando como todos estaban felices de que se encuentre bien, aunque no fueran amigos muy cercanos.
La realidad es que estaban felices por Amity. Por mucho que no haya sido la más agradable en un pasado, no merecía algo así, y mucho menos ahora.
Al estar Edric repasando todo, todavía siendo abrazado por sus hermanas, notó a las dos brujas más grandes y a Luz un poco más atrás de todo el grupo. Vio como Lilith se encontraba en los brazos de la Dama Búho, y como ella había cambiado su apariencia.
Hizo sus primeros intentos para incorporarse una vez más a la vida, poniéndose de pie y comenzando a caminar. Sin embargo, parecía como si se hubiera encontrado casi una semana sin dar un solo paso, y dada esta situación, una de sus piernas flaqueó, ocasionando que casi cayera, de no ser por Emira, quien lo acompañaba desde el momento en que se puso de pie.
—Rayos —decía, acompañando sus palabras con una notoria falta de energía—. Gracias, Em.
—Tal vez no deberías… oh, entiendo.
Emira estaba a punto de decirle que no debería esforzarse, pero se dio cuenta a donde se dirigía su hermano.
Era imposible que él supiera las razones por las que estaba de vuelta, pensó la del cabello verde, pero al ver su mirada, se dio cuenta que estaba equivocada. No tenía idea del por qué, pero se dio cuenta de que su hermano, al parecer ya estaba al tanto de lo ocurrido, o al menos, tenía la noción de lo sucedido. Por esa razón, decidió ayudarlo, apoyándolo con cada uno de sus pasos, siendo seguidos por Amity, quien, a mitad del camino, tomó a su hermano por el otro brazo, y lo apoyó de la misma forma que su hermana.
A paso lento, pero seguro, los tres chicos de cabello verde se acercaron a donde Luz, cabizbaja y con los ojos evidentemente vidriosos, acompañaba a su mentora y a la hermana de esta, que reposaba en sus brazos, pero estas no se inmutaron ante el acercamiento de los chicos, ni siquiera cuando las niñas ayudaron a Edric a colocarse junto a Eda, notando los ríos que corrían por las mejillas de la que ahora tenía un cabello naranja brillante.
Aunque no lo aparentaba, la realidad es que era de los mejores estudiantes de Hexside, y no necesitó de muchas explicaciones para entender el contexto.
Él había muerto y ahora se encontraba de nuevo con vida, y una de las brujas más poderosas que conoció en algún momento ahora se encuentra sin vida. Era más extraño que Amity o su misma hermana gemela no conociera de antemano el hechizo que trajo a Edric de vuelta.
Todos comenzaron a reunirse alrededor de Eda y de Lilith. Las miradas abajo, o simplemente sin ver la situación, y un completo y sepulcral silencio, aunque no uno incómodo. Sin embargo, llegó el momento en el que Eda ya no pudo contener más su dolor en silencio, y poco a poco, un pequeño sollozo comenzó a inundar la habitación.
—Eres… eres una estúpida —se escuchaba a Eda con la voz completamente cortada—… mi hermana… ¿por qué? —decía mientras se aferraba con más fuerza al cuerpo sin vida de Lilith—.
La respuesta a esa pregunta era obvia, pero nadie tenía la intención o el valor de responderla, además del hecho de que se trataba de una pregunta retórica.
—Espero que… ahora seas tan libre como yo —finalizó, juntando su rostro con el de Lilith, acariciando su mejilla, como alguna vez lo hicieron de niñas—.
Terminó Eda de hablar y con delicadeza, recostó el cuerpo de su hermana donde yacía, pero en ese instante, una almohada era colocada para que reposara la cabeza de la bruja que había dado su vida, sorprendiendo a la recién liberada de su maldición, quien levantó la mirada para observar quien había hecho tan lindo gesto.
Era evidente que trataría de hacer algo. Se mantuvo al margen de lo que acontecía, pero realmente necesitaba decir algo.
—Emm… yo… ¿sabe…?
—Tranquilo, niño —interrumpió Eda a Edric, aún con las lágrimas brotando de sus ojos, pero sonriendo—. Salvaste mi vida. Creo que lo menos que podíamos hacer era devolverte la tuya.
Edric sonrió un poco a manera de agradecimiento, pero un simple «gracias» no era suficiente, al menos no para él.
Eda devolvió el gesto, y sintiéndose un poco más tranquila, amplió el panorama de lo que acontecía en su hogar.
Vio nuevamente la condición de todos los chicos a su alrededor y recordó que se les avecinaba una situación sin precedentes.
Limpió las lágrimas de su rostro, más por obligación que por querer hacerlo. No lo admitiría, pero deseaba seguir llorando por su hermana, pero no podía darse el lujo de olvidar que, en cuestión de horas, ella deberá enfrentar el destino una vez más.
—Escuchen, todos —alegó adoptando un porte serio, lo mejor que pudo mostrarse, resaltando su nueva imagen—. En unas horas, el malnacido de Belos estará aquí, y si sus peones no tuvieron piedad con ustedes, él tampoco la tendrá.
—¡No iremos a ningún lado! —Exclamó Luz, molesta, anticipándose a lo que diría Eda—. Al menos yo no. No te dejaré sola.
Al igual que Luz, los demás chicos, a pesar de sus deplorables condiciones, colocaron en sus rostros, nuevamente, esas miradas de determinación que vio en ellos antes de que todo empezara, incluso en Edric, King y Hooty, que, a pesar de sus condiciones peores que las del resto, se pusieron de nuevo en pie, ocasionando que sintiera un gran orgullo por Luz, pues era ella quien, sin duda alguna, les había contagiado ese valor.
—Son valientes, enanos… pero no es momento de huir… ya no más —exclamó también ella contagiándose de ese valor—. Pero lo que yo iba a decir es, que no se atrevan a intervenir —mostrando en su rostro una mirada que Luz nunca imaginó que vería en su maestra. Una mirada llena de odio, ira, valor, determinación y, sobre todo, llena de poder—.
Instantes después, su fiel palisman se posó sobre su hombro, ululando tiernamente y frotándose con cariño en una de las mejillas de Eda. Les dijo que no intervinieran, pero ella jamás dijo que estaría sola.
Ante lo visto, todos sonrieron entre ellos. Algo les decía que todo estaría bien. No solo era la plena confianza que tenía Eda en sí misma, algo en el ambiente les hacía pensar eso.
—En ese caso, Eda, creo que solo podemos hacer una cosa —dijo Willow, volteando a ver a Lilith, aunque con algo de pena—.
Todos secundaron la propuesta de la pequeña bruja de plantas mágicas, casi haciendo que Eda se quebrara una vez más, pero en lugar de eso, a pesar de que de sus ojos volvieron a brotar un par de gotas, pero pudo mantener su porte y simplemente sonrió a todos ellos un instante, asintiendo con la cabeza, inspirándoles seguridad para después darles la espalda hacia la puerta de la casa, acompañada por Hooty, a quien acarició con ternura en la cabeza y lo hizo regresar a su posición.
—Ya me has ayudado lo suficiente, fiel amigo —decía—. Tómate un descanso, te lo mereces.
Fue lo último que le escucharon decir antes de verla llamar su bastón y que atravesara la puerta.
—¡Eda! —Gritó Luz tratando de correr y alcanzar a su mentora, pero no pudo. Su cuerpo comenzaba a resentir el dolor, por lo que cayó al suelo en una rodilla—.
Con gestos de dolor, Luz sacó de su bolsillo la nota que Lilith le entregó momentos antes de irse y se quedó observándola, mientras Willow, Gus y King se acercaban a ella a ayudarla, aunque tampoco estuvieran del todo bien.
—¿Luz?
—¿Te encuentras bien?
—Sí, amigos —respondió automáticamente, sin dejar de ver la nota—… gracias.
Gus y Willow se miraron entre ellos, percatándose de lo intrigada que tenía a Luz esa nota, pero ninguno de los dos se atrevía a preguntar. Afortunadamente, no tuvieron que hacerlo.
—Lilith me pidió que le entregara esto a Eda —dijo un poco triste y confundida—. Me dijo que se la diera cuando todo hubiera terminado.
Finalizó y volteó a ver a Lilith nuevamente, quien era resguardada por los tres chicos Blight. No era sorpresa que actuaran así, después de todo, uno de ellos sigue con vida gracias a ella.
—Luz —habló King, captando la atención de la humana—, ella se refería a cuando todo acabe realmente. No hubiera sido buena idea mostrarle lo que sea que tengas ahí antes de que enfrente a Belos.
Ante lo dicho por el pequeño demonio, Luz puso más interés en ese papel, pero obviamente no para violar la privacidad de las hermanas.
—Eda…
Mantenía la calma, respirando profundamente y con los ojos cerrados. No se escuchaba nada aparte de su respiración y los sonidos de un nuevo amanecer.
El sol aún no se asomaba, pero ya eran visibles los colores del bosque que rodeaban la casa Búho. Él estaba a punto de aparecer, así que se concentraba lo mejor que podía en escuchar su acercamiento, algo que le indicara que debía prepararse.
Gracias a su hermana, había recuperado todos sus poderes, pero no recuperó toda su energía. Pensaba en que fuera como fuera, ese día se acabarían las persecuciones y, sobre todo, el autoritarismo del Emperador.
Al asomarse los primeros rayos del sol, se comenzó a escuchar el crujir de las ramas tiradas en el suelo, y poco a poco esos pequeños ruidos comenzaban a incrementarse.
—Llegó —señaló Eda, abriendo los ojos y colocando una vez más, esa mirada llena de determinación—. Déjate de dramas y aparece de una buena vez.
—Ah, la impaciente Dama Búho —habló finalmente Belos, con esa voz con la que trataba de intimidar—.
—A nadie asustas, fanfarrón —mencionó nuevamente Eda—. Viniste por mí, ¿no? Inténtalo.
—Oh, querida bruja. Recuerda que ya no eres la única que quiero —volvió a mencionar—.
Inmediatamente después de decir eso, un poderoso estruendo se escuchó y un impresionante destello de luz se hizo presente frente a Eda, provocando una onda de aire igual de poderosa que aquel estruendo, creando un circulo de vegetación y tierra quemada a su alrededor y levantando una densa nube de polvo.
Nada de eso inquieto a la poderosa bruja, quien lució igual de estoica, solo dejando que su capa y cabello se levantaran con la acción del viento.
La nube comenzó a disiparse y dejaba entrever la silueta del emperador, quien empezó a caminar en dirección a Eda. Tardó unos segundos antes de que pudiera dejarse ver completamente.
Él seguía igual, con su característica vestimenta blanca y negra, y unos ojos que brillaban llenos de maldad. Lo más significativo, su máscara. Aún seguía mostrando la herida que Luz le propinó en su momento.
Daba cada paso lentamente, tratando de infligir en Eda el miedo que alguna vez muchos de los habitantes de las islas mostraron, pero eso se había acabado.
—Edalyn Clawthorne, o debería decir, la infame Dama Búho…
Detuvo su hablar en seco al observar detenidamente a la persona frente a él.
—Vaya, vaya, vaya —volvió a hablar, habiéndose sorprendido un poco por la apariencia de Eda—…
—Sorprendido —habló Eda, dibujando en su rostro una sonrisa de superioridad y confianza—.
—Debo admitir que un poco —alegó mostrando tranquilidad y soberbia—… Me pregunto cómo… ah, ya entiendo.
Nuevamente se interrumpió a sí mismo para seguir caminando hacia Eda, manteniendo su distancia de ella, sosteniendo su bastón mecanizado.
Avanzó lo suficiente y volvió a parar para comenzar a hablar de nuevo.
—Nunca imaginé que mis soldados lograrían quitarle la vida a Lilith, a no ser que… hayas sido tú…
—¡Cierra la maldita boca! —Gritó Eda con la furia que desataron las palabras de Belos—. ¡No te atrevas a volver a decir su nombre!
—Pero si es más que obvio, querida Eda. No pudo mantener el secreto más tiempo y te lo reveló. Yo hubiera hecho lo mismo… ¡Ah!
Un ataque sin previo aviso impactó directamente de en el rostro de Belos, ocasionando que uno de los cuernos de su ya de por sí maltrecha mascara cayera.
Eda lo atacó sin dudarlo un momento en cuanto insinuó que pudo ser capaz de lastimar a Lilith.
—Es la última vez que dices o haces algo en contra de mi hermana… y de eso me encargo yo —finalizó colocándose en guardia, lista para terminar con todo—.
Belos reía ligeramente mientras se recuperaba del ataque.
—Ahora comprendo la actitud suicida de la humana —mencionó una vez recuperado por completo—. ¿Qué más pudiste haberle enseñado además de ir contra la autoridad?
—¡Cállate! —Gritó Eda una vez más, sintiendo como su ira iba en aumento, lanzando ataque tras ataque en contra de Belos—.
El emperador no titubeo en mencionar dos de las cosas que más le importaban a Eda, sabiendo que su ira la consumiría y sus ataques dejarían de ser efectivos. Prueba de eso fue que con suma facilidad pudo bloquear los ataques de Eda creando un escudo que lo rodeó sin esforzarse nada.
Los ataques de Eda se mantuvieron constantes durante unos segundos, creando chispas cada vez que se estrellaban con el escudo de Belos, quien, inmutable, preparó su contraataque.
Golpeó el suelo con su bastón creando monstros que salían de todos lados para atacar a Eda, quien tuvo que detener su ataque para defenderse de los contragolpes de Belos, destruyendo cada una de las criaturas y objetos que fueron lanzados en contra de ella, del mismo modo que él, sin haberse esforzado demasiado.
—¿Eso es lo mejor que tienes, basura? —Alegó Eda, envolviéndose en un aura de superioridad, estrellando su bastón contra el suelo y expulsando energía que destruyó los ataques restantes de Belos—.
La acción de la bruja no fue bien recibida por Belos, que empezaba a molestarse dada la resistencia que oponía su rival, pero no le sorprendía. Si en el pasado, estando bajo la maldición ya había desafiado su autoridad, no había motivos para que ahora, ya sin lastrar eso, no opusiera resistencia.
—Bueno, si lo que quieres es pelear —dijo extendiendo sus brazos a los lados, sin dejar de sostener su bastón—… pelea tendrás.
Mostrando una molesta mirada, apuntó su bastón hacia Eda y comenzó a crear una gran esfera roja de energía, mientras ella hacía lo propio. Preparó su ataque comenzando a girar repetidas veces su bastón con una mano, acción que generaba una especie de energía eléctrica, pudiéndose notar los rayos de luz y estática claramente.
Belos no dudó ni un segundo en comenzar su ataque una vez que vio a la Dama Búho preparándose para enfrentarlo.
Ambos lanzaron sus ataques, chocando uno contra el otro. La energía roja de Belos contra la energía amarilla de Eda sacaron más que chispas una vez se encontraron, y a su vez, una gran explosión se hizo presente, iluminando todo alrededor y emitiendo una nueva onda de choque.
Belos lucía inmutable manteniendo su ataque, mientras que en el rostro de Eda se podía ver claramente como su furia alimentaba su ataque, poniendo cada vez más poder, obligando a su enemigo a tomar su bastón con ambas manos y colocar más fuerza en el suyo.
Desde dentro de la casa, por una de las ventanas, Luz y los demás chicos, con excepción de Edric, quien cuidaba de Lilith, observaban con dificultad la batalla dada la intensidad de los resplandores que salían a momentos producto del choque de las magias de Eda y Belos.
—¡Eda! —Gritaba Luz sin poder ser escuchada—… tú puedes…
En la continuidad de la batalla, ninguno de los dos cedía. Pasaban los minutos y las fuerzas no podían estar más equilibradas.
—Que necia eres —alegó Belos mostrando cada vez más frustración en sus ojos—.
Dicho eso, comenzó a caminar hacia adelante, dando pasos lentos, provocando que su ataque ganara terreno en contra de Eda, provocando que el ataque de Eda empezara a flaquear, sorprendiendo a la poderosa bruja, y provocando que comenzara a sentir un ligero nerviosismo.
—No…
Se dijo a sí misma, viendo como Belos comenzaba a ganar la batalla.
—Ríndete de una buena vez, dama Búho —decía siguiendo su andar—. Nunca fuiste rival para mí, ni aun en tu mejor forma lo eres…
Eda no respondía con nada a los ataques verbales del emperador. Su ataque se debilitaba más en comparación al de Belos a cada momento, llegando al punto en el que la fuerza con la que era empujada la obligo a caer en una de sus rodillas.
El sudor invadía su rostro. Su esfuerzo no era lo suficiente para ganar esa batalla. Todos sus músculos se tensaban al no poder plantarle frente al emperador. Y estuvo a punto de caer totalmente, aceptando su derrota, llorando un poco.
—Luz, Lilith… lo lamento…
Dijo en voz baja, cerrando los ojos. Estaba a punto de ceder por completo cuando, apenas audible, pudo escuchar una voz familiar que gritaba su nombre de manera desesperada.
—¡Eda! ¡Eda! —Gritaba Luz desde dentro de la casa, azotando las palmas de sus manos contra el vidrio, llena de desesperación, angustia miedo… y lágrimas—. ¡No te abandonaré!
Con rapidez abrió la ventana que la mantenía dentro de la casa, pero Willow, quien se encontraba junto a ella pudo detenerla antes de que pusiera en riesgo su vida.
—¡No, Luz! Espera —dijo la bruja de plantas, intentando tranquilizar a su amiga—, mira —mencionó, señalando la batalla, y más precisamente, a Eda—.
Esas palabras consiguieron bajar un poco el ímpetu de la humana, pero más que las palabras, lo que Willow señaló.
Eda había escuchado los gritos de Luz. Estos hicieron que la bruja pensara en la humana, y también en su hermana, y en el destino que tendrían en caso de que perdiera.
El miedo la invadió, pero también… la furia. No iba a permitir que Luz saliera lastimada una vez más o que alguien la pusiera en peligro.
Pudo ver en su mente como ella y Lilith aguardaban con esperanza a que ganara la batalla, y, de repente, pudo sentir como del interior de su cuerpo brotaba una magia que nunca antes había podido sentir. Un poder inmenso que le permitió volverse a poner de pie.
—Que fastidiosa eres —le dijo Belos ya harto de la oposición de la bruja del ahora cabello naranja—… igual que tu hermana.
Esas palabras terminaron por despertar todo el poder de Eda, quien gritó furiosa, envolviéndose en un aura de gran tamaño.
—¡Eres un canalla!
Volvió a gritar, comenzando a inyectar más poder a su ataque y caminando hacia Belos, quien quedó sorprendido por el abrupto cambio en la fuerza de la bruja.
—¿Qué? Imposible —alegó confundido, y hasta se podía decir que un poco… temeroso—. ¿De dónde sacaste ese poder?
No obtuvo respuesta. Su ataque ahora era el que se estaba debilitando. Empezó a tener problemas para mantener la fuerza en su ataque, al que intentó inyectar con más poder, pero como respuesta obtuvo una acción similar de parte de Eda. Le comenzaba a ganar la partida a pasos agigantados. Él había dejado de ser rival para ella.
—Utilizaste a mi hermana y la pusiste contra mí… pusiste a Luz en peligro… ¡y no te lo perdonaré! —Gritó con más furia que nunca—.
Agregó, aunque pareciera imposible en ese punto, más poder a su ataque, pero no podía terminar con Belos como quisiera.
—Maldita bruja —alegó él, sosteniendo el poder en contra del ataque de Eda—.
Eda flaqueó un poco al recibir el contraataque del emperador. Su cuerpo comenzaba a resentir la cantidad de magia y poder, y estuvieron a punto de igualarse las cosas una vez más, solo hasta que en su mente resonaron un par de palabras…
—Ahora, Edalyn.
Apenas escuchó esas palabras, emitió un gran grito y una esfera de gran tamaño salió expulsada de su bastón, ganando por completo la partida al ataque de Belos.
—No, no… imposible…
Fueron las ultimas palabras que pronunció antes de ser impactado con el poder de la Dama Búho.
Sus vestiduras comenzaron a volverse cenizas en el viento antes de que se generara una gran explosión que hizo retumbar todo alrededor y emitiendo un destello más poderoso que los mismos rayos del sol.
Todo había terminado.
En el lugar de la explosión, solo quedaron los restos destruidos del bastón de Belos y pedazos de su máscara.
Del otro lado, se podía observar a una Eda con la respiración agitada, completamente exhausta, apenas pudiéndose sostener en pie, mostrando una ligera sonrisa llena de satisfacción, además de mostrar algo de humedad en sus ojos, que se mostraban cansados y enrojecidos.
—Ga… ganamos…
Dijo antes de caer de espaldas rendida, producto del esfuerzo que realizó. Sin poder mantener sus ojos abiertos por mucho tiempo, apenas pudiendo distinguir que se acercaron a ella.
Fueron tres siluetas. Pudo distinguir claramente a Luz y a King quienes le pedían que se mantuviera despierta, algo imposible, pero no pudo reconocer la tercera silueta, solo pudiendo notar que era más alta que Luz y que poseía un cabello negro azulado.
Apenas se escuchaba el silbido del viento, que además de hacer sonar las hojas de los árboles, acompañaba armoniosamente los primeros rayos de ese nuevo día.
Un día entero y una noche habían transcurrido y ella aún se encontraba ahí parada, pero Luz no la culpaba. Después de todo, era su familia. Se sentía un poco mal al no estar acompañándola como King lo hacía, pero la biología humana le exigía descansar un poco, comer algo y asearse, bueno, esto último era necesario con humanos, brujas y demonios.
No podía ocultar que a ella también le dolía, y mucho. Quería estar junto a su mentora, pero tal vez lo mejor sería que estuviese sola con ella y sus pensamientos. King también la había dejado sola durante las primeras horas, pero no pasó mucho tiempo antes de que él también se acercara.
Suspiró pesadamente y se dispuso a acompañarlos, pero antes de eso, notó que los involucrados nuevamente hacían acto de presencia.
—Hola, Luz —saludó Willow con tristeza, llegando junto con Gus y con los chicos Blight, notando a Eda justo después—. ¿Cuánto tiempo han estado así? —Preguntó con real preocupación—.
—Hola, chicos —respondió la humana con pesadez—. Toda la noche, desde que terminamos ayer.
Los recién llegados mostraban en sus rostros la pena que también los invadía, además de dejar ver en sus cuerpos las huellas de la batalla.
La mayoría lucía parches curativos en el rostro y brazos y múltiples banditas. Gus tenía la cabeza entera vendada, haciendo que su cabello se tornara algo gracioso, estando parado; Willow, además de todo, mostraba su brazo tendido en una especie de cabestrillo, además de tener ambas manos vendadas; Amity mostraba ambos brazos vendados, pero sin necesidad de tenerlos inmovilizados; y sus hermanos, Edric y Emira, lucían una pierna enyesada cada uno.
—Debe ser horrible —mencionó Willow, entristecida—.
—Yo me siento mal —respondió Luz con el dolor latente en su pecho—, pero no puedo imaginar lo que siente Eda.
—Probablemente…
—Siente lo mismo que nosotras sentimos, Luz.
Agregaron Emira y Amity, complementándose la una a la otra, recordando lo que sintieron al momento que vieron a su hermano sin vida, y que gracias a Lilith estaba aún junto a ellas.
Habiendo señalado eso, todos dirigieron sus miradas al joven de cabello verde, quien no pudo evitar sentirse un poco mal, pero recordando que ese sacrificio no fue por él, fue por ellas, sus hermanas.
—¿Irás con ella? —Preguntó Gus tímidamente—.
Luz no estaba segura de querer acercarse y romper el momento, pero debía cumplir la última voluntad de Lilith, la que pudo ser más que una amiga más, una parte de su familia en ese mundo.
Así que con un paso tímido pero firme, se dirigió a acompañar a su maestra, quien no se inmutó ni un solo momento a la llegada de Luz.
El silenció predominó por unos segundos hasta que alguien decidió hablar.
—Estoy segura que hubiera sido una de mis mejores amigas —habló Luz rompiendo el silencio, diciendo lo primero que se le vino a la mente, lo que más fuertemente sintió—.
No obtuvo respuesta de parte de Eda, que ya no mostraba una mirada triste, pero todavía seguía fija en la estatua que el joven aprendiz de ilusiones, mostrando habilidad en otro tipo de magia, había esculpido para recordarla y que su imagen perdurara por siempre. Una estatua que mostraba a Lilith de cuerpo completo, con las manos juntas, los ojos cerrados y una sonrisa tan hermosa como lo fue ella.
—Yo… no sé si sea realmente el momento adecuado para entregarte esto —volvió a decir Luz, pero esta vez entregándole a Eda ese último mensaje de su hermana, un mensaje fechado del día que escaparon del emperador—, pero toma.
Con calma, emitiendo un suspiro más, Eda comenzó a abrir la nota para leer el mensaje de su hermana, mientras King subía a sus hombros para también leer la nota, algo que no le importó. Él también sufría mucho.
Edalyn, hermana… aún no me siento con la confianza para volverte a llamar así, ni siquiera a través de una nota escrita. Estoy segura de que en este momento ya te has dado cuenta de lo arrepentida que estoy por lo que te hice a ti y a tu humana Luz, por lo que, si estás leyendo esto, significa que al fin tuve el valor de deshacer la maldición que te hice… dando mi vida a cambio.
Descubrí que podía liberarte de la maldición muriendo no hace mucho tiempo, pero fui seducida por las palabras de Belos, quien me prometió que te curaría, y que no habría necesidad de dar mi vida a cambio, pero cuando me dijo que no tenía planeado curarte, quise morir en ese mismo instante.
Me quedó claro con los duelos que tuvimos, que pudiste matarme en cualquier momento y que, si no lo hiciste, fue simplemente porque no quisiste. Después de ser traicionada y utilizada, desee tanto que supieras la verdad en alguno de nuestros duelos, y así no tener que alargar esto por mi cobardía.
Pero al fin he pagado mis errores, aunque nunca podré devolverte los años que te robé, espero, querida hermana, que vivas el resto de tu vida a plenitud y que, en algún momento, puedas perdonarme, una vez que derrotes al malnacido de Belos, claro, porque, hermana, yo sé que eres más poderosa que él, la bruja más poderosa de las Islas Hirvientes.
Gracias, porque no solo tuviste la voluntad para tolerarme, sino que fuiste un poco más allá y me abriste las puertas de tu hogar, uno que quise destruir en muchas ocasiones.
No sé a dónde iré a parar, pero sé que hice todo lo posible por enmendar mis errores.
Adiós, Edalyn.
Lilith, y cuando tú lo decidas, tu hermana una vez más.
Una vez que Eda terminó de leer, un par de gotas provenientes de sus ojos impregnaron la nota, algo que Luz pudo notar, soltando ella también un par de lágrimas.
Eda abrazó a Luz con fuerza para tratar de controlarse un poco, aunque Luz no era precisamente la más estoica en ese momento, sin embargo, algo que realmente las ayudó fue el ver como a los pies de la estatua de Lilith, crecía una hermosa corona de plantas mágicas de todo tipo y todos colores, cortesía de Willow.
Ya Gus había puesto de su parte, ahora les tocaba a ellos expresar su respeto, sobre todo los chicos de cabello verde, quienes cada uno portaba un ramo de plantas igual de hermoso que la corona que había creado la pequeña bruja de lentes.
Cada uno de ellos pasó a dejar su ofrenda junto a la que Willow había creado, algunos de ellos también derramando lágrimas, de tristeza y de felicidad, porque nunca olvidarían lo que significó el sacrificio de aquella gran bruja.
—Se… se los agradezco… a todos —dijo Eda, un poco más tranquila pero aún con la mirada cristalina, y emitiendo un nuevo gran suspiro, continúo—. Bueno, creo que es momento de comenzar a pensar como enviarte de vuelta a tu mundo, niña —agregó, revolviendo el cabello de Luz, provocando que la felicidad le volviera poco a poco—.
—Sí, ajá. Pero que sea después de almorzar —dijo King, entrometiéndose—.
—Todos necesitamos comer algo, travieso —respondió Luz, repitiendo el mismo gesto con él que el que hizo Eda con ella—. Eda, ¿pueden todos venir a almorzar?
—Mientras no me hagan cocinar 8 almuerzos, por mi está bien —respondió, dando paso hacia su hogar, acompañada de todos los chicos—.
Todos entraron a la casa Búho, pero Eda aguardó un momento, volteando a ver nuevamente la estatua de su hermana, y leyendo otra vez la leyenda que a sus pies se había inscrito. Sonrió de felicidad habiendo leído esas lindas palabras que escogió Luz para ella.
Lilith Clawthorne. Una gran bruja, una mejor hermana.
