Capítulo 4: Cerezos en flor
Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y Matsuri estaba nerviosa, pues gracias a su trabajo de medio tiempo de esclava de Gaara, apenas y había podido acomodar sus horarios para estudiar un poco. Había hablado con Lee para que le dieran la semana libre, aunque eso había hecho enfurecer a Gaara, pero no le importaba, ese idiota podía irse al infierno.
—Entonces —escuchó la voz de su amiga Ino, mientras ella trataba de entender un difícil problema de matemáticas. No había nadie en el salón a parte de ellas, pues se encontraban en receso.
—¿Entonces qué? —la castaña alzó su mirada y arqueó una ceja, estaba segura de que Ino la iba a interrogar acerca de algo.
Ino se sentó frente a ella, haciendo un puchero.
—Ya pasó una semana desde tu viaje a Hokkaido, ¿cuándo me vas a contar cómo fue? —se quejaba la rubia, cogiendo a su amiga por los hombros para zamarrearla—. Anda, cuéntame. ¿Viste a Gaara-sama? Él estuvo allá esos días.
—Oh, ¿en serio? No, no lo vi —Matsuri frunció el ceño al oír ese nombre. Había recordado lo sucedido en el hotel, cuando Gaara la vio desnuda y luego la trató mal. Era un verdadero imbécil, se jactaba de ser un caballero frente a las cámaras, pero con ella se había portado como un cerdo.
Durante los días siguientes, había evitado a Gaara todo lo que pudo, le daba mucha vergüenza verlo y pensar en que quizá él la imaginaba desnuda. Su rostro se sentía rojo y las piernas le temblaban, se sentía tan humillada.
—¿No lo viste de verdad? —Ino apartó el cuaderno de Matsuri para que ésta le pusiera atención, odiaba que su amiga no le hiciera caso—. Ya deja ese estúpido problema. ¡Esto es más importante!
La castaña se molestó, ¿por qué incluso cuando Gaara no estaba alrededor alguien se lo tenía que mencionar?
—Te estoy diciendo que no lo vi, ¿está bien? —la chica se puso de pie, dándole un golpe leve a la mesa—. Estaba demasiado ocupada trabajando como para pensar en eso.
La rubia dio un pequeño respingo, era obvio que Matsuri estaba estresada, si no, no le respondería de tal modo, menos tratándose de su amado ídolo.
—Bien, bien —suspiró—. ¿Y cómo te fue? Se ve que no muy bien, volviste de muy mal humor.
Matsuri volvió a sentarse, desparramándose sobre el escritorio como si se hubiera muerto.
—Fue horrible… —fue todo lo que respondió.
Su amiga no entendía por qué Matsuri continuaba en aquel trabajo, si de verdad la explotaban tanto, ¿por qué no lo dejaba? Pero ya le había preguntado tantas veces lo mismo que nada ganaba con volverlo a hacer, porque Matsuri sólo le diría que lo necesitaba.
Por su parte, Matsuri se sentía mal al no poder contarle nada a Ino, ella era su mejor amiga y en serio necesitaba sus consejos y sus opiniones al respecto, pero sabía que no era prudente, Ino era más fan de Gaara que ella misma y se volvería loca de saber que trabajaba para él. Matsuri no podía meterse en más problemas de los que ya estaba, no debía.
—Maldito Gaara… —pensó. En eso, el sonido del teléfono de la rubia le interrumpió sus pensamientos.
—Oh, sí, Sasuke-kun, hola —la chica comenzó a sonreír de manera instantánea, mientras su amiga castaña le observaba con curiosidad, ahí estaba otra vez ese tal Sasuke, Matsuri no podía dejar de preguntarse quién y cómo era, pues Ino hablaba mucho con él.
La rubia acabó su llamada luego de unos minutos, justo antes de que entraran los alumnos, pues la siguiente clase ya iba a empezar y tendrían examen de matemáticas.
—Tu novio es muy misterioso, ¿cuándo voy a conocerlo? —interrogó Matsuri, notando como Kiba pasaba a tomar asiento a un lado del salón.
—Hoy vendrá por mí, te lo presentaré —dijo la emocionada Yamanaka, ocupando su asiento frente al de Matsuri.
En pocos minutos el profesor ingresó para tomar el examen.
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—¡No, así no! —exclamó un furioso Gaara cuando se vio al espejo, luego de que su peinadora le enseñara el look con el cual iba a presentarse para tomarse las fotografías de su nuevo álbum.
Gaara estaba demasiado enojado, estaba molesto porque Matsuri tenía la semana libre, pero ¿quién se creía esa niña tonta como para solicitar algo así? Lo peor de todo era que Lee le había concedido ese permiso, desafiando su autoridad. Eso le tenía el humor alterado, peor que de costumbre.
—Lo siento mucho, señor… yo lo haré de nuevo —dijo la pobre mujer, asustada.
—No es necesario —contestó el ídolo—. Sal de aquí si no quieres que te despida —añadió con voz amenazante, mientras que su mánager sólo suspiraba.
—¿Se puede saber qué sucede contigo? —le preguntó el de cabello negro, pero Gaara simplemente le ignoró—. ¿Es por Matsuri-chan?
Mientras Gaara revisaba el vestuario que le habían traído, observó vagamente a Lee cuando éste mencionó a su inútil asistente.
—No tiene ningún derecho de pedir días libres, ella me debe dinero, debería estar aquí cubriendo su deuda.
Lee no sabía por qué, pero tenía el muy extraño presentimiento de que el interés de Gaara por Matsuri, iba más allá que sólo el tema monetario.
—No seas así —habló el mánager—. Recuerda que Matsuri-chan aún es estudiante, ella está en exámenes, necesita concentrarse en ello, no queremos que repruebe por nuestra causa.
El pelirrojo bufó.
—A mí me da igual —contestó, eligiendo –por fin– uno de los trajes para ir a ponerse al probador.
Quería lucir lo mejor posible en sus fotos para el álbum, su imagen era sumamente importante, pues en ella se basaba para captar a su público femenino. Obviamente, para él lo más importante era la música, pero su imagen era un complemento que no podía ser tomado a la ligera.
Cuando entró al probador y comenzó a cambiarse, no pudo evitar recordar lo sucedido en el hotel de Hokkaido. Matsuri paseándose desnuda frente a él. Lo cierto era que las cosas que le dijo habían sido sólo para enfadarla, ella tenía un cuerpo muy bonito, su piel era muy blanca y parecía tan suave, además, sus curvas no eran para tomarlas como broma, qué decir de sus piernas.
—Carajo, ¿en qué estoy pensando? —se preguntó, furioso por no poder apartar esa imagen de su mente.
Tenía que tener presente una cosa: esa niña tonta no era nadie, absolutamente nadie.
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Matsuri parecía muerta en vida, mientras ella junto a Ino y Kiba salían de la escuela aquella tarde. No estaba segura de cómo le había ido en los exámenes, pero con el poco tiempo de estudio que había tenido, apostaba a que nada bien.
—¿Por qué no quitas esa cara? Tú eres lista, seguro que lo hiciste bien —dijo Kiba, intentando animar un poco a su amiga, pero ésta rápidamente frunció los labios, haciendo un puchero.
—Lo dudo, la verdad, apenas pude repasar antes del examen. Tengo confianza en historia y en ciencias, pero matemáticas jamás ha sido mi fuerte —suspiró.
El castaño no pudo sino desviar la mirada, no podía comprender cómo es que Matsuri era tan distraída, ¿acaso hacía esas lindas caras frente a él a propósito?
—Como sea, seguro te ha ido bien —insistió.
—Ten fe, amiga, eres una cerebrito después de todo —le dijo la rubia, dándole pequeños golpecitos en la espalda. En eso, detuvo sus pasos al mirar hacia la entrada del establecimiento, en donde había un chico apoyado contra la pared. Tenía el cabello negro, desordenado, los ojos del mismo color y una expresión indiferente. Su rostro era perfilado, con labios perfectos y nariz respingada, parecía ser un estudiante universitario, pues no vestía de uniforme—. Ah, es Sasuke-kun —murmuró Ino, emocionada.
Muchas de las chicas que iban saliendo se quedaban viendo a Sasuke, preguntándose quién era él y a quién buscaba, era un chico tan apuesto, que no podía pasar desapercibido por nadie.
—¿Ese chico súper apuesto es tu novio? —le preguntó una asombrada Matsuri, sin notar como Kiba fruncía el ceño al escuchar sus palabras.
—Así es, él es mi novio —le respondió la orgullosa Yamanaka—. Bueno, chicos, yo los dejo, Sasuke-kun me espera —añadió, antes de salir corriendo hacia donde el joven azabache le esperaba, el cual dibujó una fina sonrisa al verla aparecer. Ambos parecieron saludarse, antes de que Ino se guindara de su brazo y luego se alejaran.
Matsuri soltó un hondo suspiro.
—Ah, qué envidia —murmuró, ella también deseaba tener un novio apuesto como el de Ino.
—¿En serio esos son tus gustos? —le preguntó Kiba, comenzando a caminar con los brazos cruzados detrás de la nuca—. Qué básico, el típico chico apuesto y mujeriego, bah.
La castaña no le dijo nada, tan sólo frunció el ceño. Estaba segura de que Kiba estaba celoso porque él gustaba de Ino; no podía estar más equivocada.
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El hombre de largo cabello azabache, tomado en una coleta baja y de ojos del mismo color, miró por la ventana de su oficina mientras pensaba en todos los asuntos que tenía pendientes, que no eran pocos. Itachi Uchiha, actual presidente de "Akatsuki records" solía ser muy tranquilo, sereno y calmado a la hora de hacer negocios, pero últimamente, se encontraba un poco ofuscado, todo debido a uno de los cantantes de su compañía, que no se había estado portando tan bien últimamente.
La puerta de la oficina se abrió, dejando ver que, a través de ella, el motivo de su actual desvelo se aparecía, con el ceño fruncido y la expresión de enojo que últimamente traía encima.
—¿No te enseñaron a tocar la puerta tus padres, Gaara? —cuestionó con cierto fastidio, ni siquiera su hermano menor era tan irrespetuoso, pero debía admitir que el pelirrojo siempre había sido así, que era ya un comportamiento prácticamente normal en él y que, el día en que Gaara llamara a la puerta antes de entrar, seguro ese sería el fin del mundo.
—¿Qué es esto? —Gaara arrojó un dispositivo de memoria flash sobre el escritorio del presidente de la disquera, el cual arqueó una ceja, mirándole confuso.
—Una nueva canción, ¿no? Supongo que ya la oíste.
Gaara apoyó las manos sobre el escritorio, le daba igual estar hablando con su jefe o con la reina de Inglaterra, a él nadie le decía lo que tenía que hacer, absolutamente nadie.
—Sabes que no canto canciones de otros, ¿no? —dijo con fastidio; estaba sumamente furioso porque Itachi había intentado incluir en su disco un tema escrito por otro autor, cosa que Gaara no admitiría bajo ningún concepto, él no quería convertirse en el tipo de artista que saltaba a la fama con el esfuerzo de otros, Gaara anhelaba ser un artista completo, único, por eso componía y arreglaba todas sus canciones.
El azabache soltó un hondo y sentido suspiro, mientras se ponía de pie, para sostener la mirada del cantante. No importaba las veces que él le dijera que, si no hacia su trabajo como era debido, lo despediría, sabía que no podía darse el lujo de perder a Gaara, si eso llegaba a pasar, su sello se iría a la quiebra en cosa de nada.
—Sé que todavía te falta la última canción para el álbum, ya hemos retrasado el lanzamiento antes debido a que no has podido terminarla, Gaara —le contestó el presidente, frunciendo el ceño—. ¿No puedes hacer una excepción por esta vez? Sería terrible que no completes el nuevo tema antes de la fecha límite.
Sabía muy bien que Itachi tenía razón, la fecha de entrega se acercaba y Gaara aún no tenía su última canción lista, lo había intentado miles de veces, pero no lograba escribir nada, estaba pasando por un terrible bloqueo, todo debido a lo mal que lo estaba pasando por Mei, por su amor no correspondido, Gaara se sentía hundido y por ello se la pasaba de un humor de perros, sin contar con la estúpida de su asistente, poniendo todo de cabeza.
—Tendré la canción en la fecha —aseguró, apretando sus puños con fuerza, hasta que sus nudillos casi se pusieron blancos—. Por eso no te preocupes, pero no vuelvas a enviarme canciones de escritores fantasmas, o te las haré tragar —le amenazó, antes de darle la espalda y salir de la oficina de su jefe, el cual cayó sentado de regreso a su silla; cuando quería, Gaara podía ser aterrador, suerte que a él no le asustaba, solamente le daba miedo perder su valiosa contribución, negocios son negocios.
—Espero que lo consiga o perderemos mucho —murmuró para sí mismo el azabache.
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La semana de exámenes de Matsuri finalmente había terminado y después de un tiempo libre del idiota de Gaara, hoy tenía que regresar al trabajo. Se sentía morir, había tenido unos días tan tranquilos sin estar soportándolo, pero ya su lindo paraíso había llegado a su fin.
Suspiró cuando se paró frente a las oficinas de Akatsuki, no estaba nada entusiasmada de volver ahí, de verdad quería regresar a su vida normal. Lo único bueno en todo esto, era que había obtenido buenas notas en los exámenes, al menos estaba aliviada por ello.
—Rayos… —suspiró, mientras ingresaba al edificio con la mirada gacha.
El lugar siempre estaba lleno de actividad, gente yendo de aquí para allá, entre artistas, productores, incluso aprendices que entrenaban para debutar muy pronto. La agencia contaba con un número variado de ídolos, pero, sin duda, Gaara era el que se llevaba toda la atención. Las únicas que medianamente tenían popularidad, eran un dúo de chicas que hace unos meses habían debutado, cantando el opening más famoso de una serie de anime muy reconocida, eso les había dado un enorme impulso.
Ambas eran muy hermosas, tenían casi la edad de Matsuri, eso le daba cierta envidia. Desde que era pequeña, siempre había soñado con ser una cantante famosa, pero ahora que estaba más involucrada con ese mundo, se daba cuenta de que las cosas no eran tan fáciles como ella había pensado.
Matsuri estaba esperando el ascensor para poder subir al piso en donde sabía que Gaara le esperaba, hoy se encontraría grabando los temas de su disco, así que seguramente no tendría que socializar mucho con él. Todavía le daba vergüenza verlo, recordando que él la había visto desnuda.
—No viene… —murmuró ella, frunciendo sus labios al darse cuenta de lo que estaba tardando el elevador. Miró la hora y notó que estaba atrasada, incluso si Gaara estaba ocupado, no perdería la ocasión de regañarla, él era ese tipo de persona—. Maldición, será mejor que me dé prisa —se dijo, corriendo hacia las escaleras, era la única forma de no seguir perdiendo el tiempo.
Se apresuró a subir hasta el tercer piso, corriendo escaleras arriba lo más rápido que pudo. Se tardó muy poco, pues tenía buena condición física, así que estaba aliviada. Caminó hacia la oficina de grabación, en donde debían estar Lee y Gaara, pero apenas al ir por el pasillo, se encontró con el pelinegro, quien iba de salida del estudio.
—Ah, Matsuri-chan, finalmente llegas —le saludó amablemente el mayor—. Gaara está en el estudio, ya comenzaba a quejarse de que no estabas aquí a tiempo.
Una gotita resbaló por la sien de la castaña, era obvio que ese idiota no le dejaría pasar ni una.
—Buenas tardes, Lee-san, me daré prisa —la chica corrió hacia la habitación en donde se encontraba el estudio de grabación, había notado que el mánager llevaba su teléfono en la mano, seguramente se había alejado para hacer una llamada y no molestar, pero ella debía estar ahí, tenía que cumplir los caprichos de su jefe.
Al llegar frente a la puerta, fue a ingresar, pero se detuvo en seco al oír la voz de Gaara, quién hablaba enojado.
—Ya te dije que no me interesaba, déjame en paz —habló el fastidiado pelirrojo, estaba más irritado de lo normal y a Matsuri le daba un poco de miedo entrar mientras él estaba así, seguro que no se iba a librar de su mal humor.
—Gaara, no seas así —la voz de una chica llamó la atención de Matsuri. Se asomó ligeramente a través de la puerta entreabierta y pudo ver con claridad como una joven de cabellera rosada abrazaba a Gaara, rodeándole el cuello con sus manos. Los ojos de la menor se abrieron sorprendidos al darse cuenta de que esa chica era una de las integrantes de aquel dúo que estaba obteniendo popularidad—. Cariño, sabes que cometí un error, pero todavía lo podemos arreglar, Sasuke no significa nada para mí —habló aquella peli rosa.
—¿Sasuke…? —pensó Matsuri, un poco confusa.
Pudo ver como Gaara apartó a esa chica con cierta brusquedad, se notaba que estaba furioso.
—Ya cállate, Sakura —habló él—. Me da igual tu relación con Sasuke, yo ya no quiero nada contigo, déjame en paz de una vez.
La chica de ojos color jade esbozó una sonrisa de malicia, no parecía ni un poco intimidada por la actitud violenta del pelirrojo.
—No dijiste eso el fin de semana cuando estabas conmigo en la cama —dijo Sakura, provocando que Matsuri se cubriera la boca con una mano para no gritar de la impresión, ¿Gaara y esa chica tenían una relación de ese tipo? Ni siquiera podía imaginar a alguien como Gaara en esa situación, con la actitud que tenía, era difícil de creer.
—Eso sólo fue por el momento —Gaara cogió ambas muñecas de la peli rosa y las apretó con fuerza—. Pero no voy a regresar a tu lado, no me interesa hacerlo, así que basta de venirme a joder, me interesa otra mujer —volvió a soltarla con fuerza, sin dejar de mirarla con esa frialdad que calaba los huesos.
Sakura sólo se sobaba las muñecas, una por una, todavía sin verse asustada.
—Te encanta hacerte el difícil —murmuró.
Matsuri, que seguía tras la puerta, dio unos cuántos golpes antes de entrar, para avisar que estaba ahí.
—H-hola, permiso —dijo mientras entraba, recibiendo inmediatamente una mirada de odio por parte de Gaara y una de indiferencia de parte de la tal Sakura.
—Bueno, yo me retiro —la idol miró de pies a cabeza a la recién llegada, pensando en que sólo se trataba de una insignificante chiquilla sin gracia alguna, así que ni siquiera se molestó en saludarla. Se retiró del estudio de grabación, dejando a solas a Gaara y a Matsuri, la cual no sabía qué hacer o decir, se sentía sumamente incómoda.
Gaara frunció el ceño al darse cuenta de que su tonta asistente no se movía de la puerta.
—¿Qué haces ahí parada como una estatua? —habló con su voz gruesa y su tono intimidante—. Tráeme algo de beber, necesito reponer fuerzas para continuar las grabaciones —dijo, sin que Matsuri reaccionara—. ¡Muévete! —exclamó.
—S-sí —la castaña salió corriendo a cumplir con la petición de su jefe, había una máquina expendedora de bebidas en el pasillo y ella sabía que a Gaara le gustaba la soda de cola. Al llegar a donde estaba la máquina, se detuvo, respirando agitada, había corrido tan rápido que ni siquiera se había dado cuenta de ello; es que no podía dejar de pensar en lo que acababa de ver y oír.
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Durante toda la tarde, Matsuri había estado muy distraída, después de escuchar las cosas que Gaara y Sakura se decían, ella no lograba quitárselas de la mente, por más que intentaba convencerse a sí misma de que aquello no le importaba ni le incumbía. Gaara la había estado regañando todo el tiempo por hacer las cosas mal y no poner atención a lo que él decía, parecía bastante furioso con ella.
—Bueno, ¿qué pasa contigo? —cuestionó el pelirrojo, mirándola como si la fuese a convertir en su víctima de homicidio, ese día él estaba especialmente de malas y Matsuri parecía firmemente decidida a ponerlo peor. Ella acababa de echarle cuatro de azúcar a su taza de café, cuando sabía perfectamente que él lo tomaba con sólo dos.
—¿Eh? —ella le miró sin comprender, fue entonces que el cantante le señaló la taza de café y su propia mano, que aún sostenía la cuchara—. ¡Ah, perdón! —la chica se exaltó y sin querer tiró la taza de contenido humeante justamente encima del pantalón de su jefe, quién dio un salto de la silla, furioso y adolorido, pues se estaba quemando—. ¡Ah, Gaara, lo lamento! —ella fue corriendo por un par de toallas de papel para secar a Gaara, el cual estaba por explotar de la rabia.
—¡Realmente eres una estúpida! —gritó él, cabreado y adolorido, mientras la chica se arrodillaba frente a él para poder secarlo, cosa que realizaba con muchísima torpeza—. Ya basta, tengo que quitarme esto y aplicar agua fría —cerró un ojo debido al ardor que sentía, abriéndose el cierre del pantalón y soltando el botón, la prenda cayó al suelo, frente a los ojos de la inocente asistente, que se quedó observando al hombre que llevaba tanto tiempo admirando, quién estaba de pie y sin pantalones frente a su cara.
—E-espera —ella se levantó corriendo, cogió una toalla de tela esta vez y la remojó en agua del grifo, bien fría, luego volvió a correr hacia Gaara, quién se había vuelto a sentar. Matsuri pudo ver su pierna derecha, estaba roja por la quemadura, se sentía tan estúpida por haberle hecho eso. Volvió a agacharse y le puso cuidadosamente la toalla empapada encima, para que ésta absorbiera el calor y no le dejara cicatriz, a la vez que rebajaba el dolor.
—¿Cómo puedes ser tan tonta? —replicó el de ojos verdes, abriendo ligeramente sus ojos al darse cuenta de que su boba y torpe asistente tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Lo lamento mucho —se disculpó la chica—. ¿Te duele? —preguntó. Su tono fue tan dulce, tan armonioso, que, por primera vez en todo aquel día, Gaara llegó a sentirse mal por cómo la estaba tratando, ¿Matsuri en serio estaba preocupada por él? Pensaba que ella lo odiaba—. El dolor bajará pronto, descuida, no creo que te quede ninguna marca, pero de verdad lo siento.
Él se quedó callado durante algunos segundos, no sabía qué decirle, pero finalmente se atrevió a hablar.
—¿Por qué lloras? —le preguntó, confuso, esas lágrimas lo ponían inquieto, igual que esa vez, cuando no se disculpó con ella por haberla visto desnuda y, en su lugar, sólo había acabado ofendiéndola; ese día también le abrumó la sensación de culpa.
—Es que… te debe doler mucho —la respuesta de la castaña lo dejó más inquieto aún, ¿por qué Matsuri se preocupaba por él si siempre la trataba tan mal?
—No mucho…
—¡Gaara, es hora de tu entrevista! —exclamó Lee, entrando a la habitación, pero se quedó de piedra al ver la imagen que se desarrollaba frente a sus ojos.
Gaara estaba sentado, con los pantalones abajo, mientras que Matsuri estaba arrodillada frente a él, ¿quién no deduciría lo que estaban haciendo esos dos?
—*—*—*—*—*—*—*—
Mientras Lee y Matsuri observaban la pantalla desde el camerino, Gaara estaba siendo entrevistado en un estudio adjunto, unos metros lejos de ellos dos. Se encontraban en el canal de música más famoso del país y ese día uno de los programas estaba enfocado en Gaara, sólo lo entrevistaban un poco para conocer sobre su vida y sus proyectos y luego pasaban algunos de sus vídeos, también cantaría un par de temas en vivo, era uno de los programas favoritos de Matsuri desde siempre y le resultaba increíble estar en el mismo lugar en donde éste se grababa.
—Realmente te fascina Gaara, ¿no? —comentó el pelinegro, observando de reojo el hecho de que Matsuri no se perdiera ni un solo segundo de la entrevista—. Aunque por el modo en que los encontré, no debería sorprenderme.
La chica se puso tan roja como un tomate, no quería ni siquiera pensar en eso, había sido demasiado vergonzoso.
—Lee-san, ya le expliqué que no es lo que usted cree —se intentó excusar, pero realmente Lee no era alguien cuya opinión pudiese cambiar fácilmente y él estaba bastante seguro de que entre esos dos había "algo" y, si no lo había ahora, lo habría en el futuro; cada vez que se miraban, saltaban chispas, eso tenía que significar algo.
—Claro, claro —dijo Lee, mirando pícaramente a la chica—. Matsuri-chan, no tienes que explicarme, Gaara ya me lo dijo todo.
—P-pero aun así… —Matsuri se encogió de hombros, todavía avergonzada, cuando de pronto una duda se le vino a la cabeza—. Hey, Lee-san.
—¿Mh? —apenas le respondió el mánager, estaba preocupado por la entrevista de Gaara y las preguntas incómodas que fuesen a hacerle a su artista y representado.
La chica le miró con curiosidad y cierta confusión, ya que esa idea no había dejado de darle vueltas en la cabeza.
—¿Qué hay entre Gaara y Sakura-san?
Los ojos del pelinegro se abrieron ligeramente por la sorpresa, había pasado tiempo desde la última vez que había oído los nombres de Gaara y Sakura en la misma oración, ya que el pelirrojo odiaba que siquiera la mencionaran cerca de él.
—Uhm, bueno, ellos fueron novios hace tiempo —respondió pensativo, no es que fuese un secreto ni nada por el estilo, podía hablar de ello siempre y cuando Gaara no estuviera presente, o lo mataría—. Aunque Gaara nunca estuvo enamorado de ella ni ella de él, creo que más bien, sólo les gustaba pasar el rato —después de contestar, miró a Matsuri, entrecerrando sus ojos—. ¿Por qué me preguntas eso?
—Ah, y-yo, sólo los oí discutir —le contestó la nerviosa chica, volviendo a mirar la pantalla, en donde parecía que Gaara estaba por ponerse a cantar. No sabía por qué, pero pensar en Gaara y esa chica no le resultaba nada agradable. Cerró sus ojos y sacudió la cabeza, disipando todos los pensamientos inútiles que la estaban inundando, quería concentrarse en ver el programa.
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La oficina del presidente del sello discográfico se encontraba siendo visitada por las dos integrantes de su más reciente proyecto artístico exitoso, las chicas de Flavor, así se llamaba la agrupación conformada por Sakura Haruno y Karin Uzumaki. Ambas tenían un carácter explosivo, pero, a pesar de eso, eran amigas y se llevaban bastante bien. Se encontraban en una reunión junto a su mánager y al CEO para acordar los detalles de su nuevo sencillo. Cuando ésta terminó, Karin y el mánager fueron los primeros en retirarse, dejando a Sakura a solas con Itachi, quién se había puesto a revisar las fotografías que habían tomado en su última sesión, para seleccionar las que se usarían en la promoción de su canción.
—¿Se te ofrece algo más? —cuestionó, mirando de reojo a la peli rosa, quien solamente frunció los labios.
—Quería saber algo sobre Sasuke-kun —respondió la Haruno, sin apartar sus enormes ojos verdes de la figura del mayor, el cual solamente estaba pendiente de la pantalla del ordenador—. ¿Cómo ha estado? No ha venido por aquí en un tiempo.
—Mi hermano debe estar bastante entretenido con su nueva novia —Itachi sonrió internamente al notar la molestia en la mirada de esa chica, no le agradaba Sakura para su hermano, incluso si era talentosa, no era una buena persona, sabía que se traía cosas con Gaara y también quería llevar a Sasuke por ese camino, prefería que no fuese así, si él podía evitarlo, lo haría.
—Ah, ¿tiene novia? —Sakura se levantó de golpe, no le interesaba saber más acerca de ese tema, incluso si consideraba que lo sucedido con el Uchiha menor había sido un error para ella y para su carrera, no deseaba conocer detalles de ese tipo sobre él—. Itachi-san, me retiro, iré a practicar un poco más la nueva canción.
—Claro —el azabache alzó la cabeza solamente para ver a Sakura abandonar su oficina, entonces se recargó sobre su silla y suspiró—. Esa chica me da mala espina, espero que Sasuke no vuelva a hacerle caso…
Al salir hacia el área común, Sakura notó que en el televisor estaban pasando un especial de Gaara en el programa de música más famoso del país. El pelirrojo lucía tan genuinamente feliz y cordial, nadie podría imaginar su verdadera personalidad detrás de las cámaras. Ella tampoco lo había creído la primera vez que lo vio, era como si Sabaku No Gaara tuviese dos formas de ser; doble personalidad.
—Gaara… —murmuró, dejando que, por un segundo, un poco de tristeza se reflejara en sus ojos mientras observaba al pelirrojo sonreírle a la cámara. Gaara la odiaba por las cosas que ella había hecho, engañarlo con Sasuke, tratarlo como a su juguete, estaba segura de que él nunca la iba a perdonar.
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Después de un largo día de trabajo, habiendo tenido que grabar partes del disco y luego de aquella entrevista, Ganara llegó a su departamento, era un pent house extremadamente lujoso. Él vivía solo, a pesar de que su familia era relativamente numerosa, Ganara no solía mantener contacto con ninguno de ellos, desde que había decidido dedicarse a la música, él se encontraba prácticamente solo en el mundo, de no ser por el apoyo de Mei Terumi, su mentora.
—Mierda… —masculló cuando se quitó el pantalón y se dio cuenta de que su pierna lucía terrible, no sólo estaba roja, sino que su piel se había enronchado, era algo normal, ya que no había atendido su quemadura del modo correcto, debería haber recibido curación y no solamente agua fría.
Le había estado doliendo durante toda la entrevista, pero se había aguantado de manera impecable, aunque ahora mismo le estaba ardiendo como el infierno. Sin pensárselo mucho, tomó su celular y le marcó a la "inútil" de su asistente, la culpable de lo que le estaba pasando. Estaba furioso, iba a asesinarla cruel y lentamente si es que acaso le llegaba a quedar alguna marca. Él no podía tener fallas, ya que era una estrella, tenía que ser siempre perfecto y lucir bien.
Comenzó a desesperarse cuando ella no le contestó, solamente sonaba el buzón de voz, una y otra vez; parecía que el celular de la castaña estaba apagado.
—Niña inútil, ni para estar cuando se le necesita sirve —dijo con enfado, marcando nuevamente, pero esta vez, al número de Lee, pues necesitaba urgentemente atención en aquella horrible lesión.
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Matsuri había terminado de bañarse, su padre ya se había ido a dormir, pues debía trabajar temprano, pero ella todavía tenía que estudiar, ya que, aunque los exámenes habían terminado, estaba en su último año escolar y debía esforzarse lo más posible si quería ingresara una buena universidad.
Se sentó sobre la cama, con sólo una toalla cubriendo su cuerpo desnudo, no podía evitar recordar aquella vez en que Gaara la había visto sin nada, se sentía muy avergonzada y su rostro se impregnaba del tono rojizo característico del sentimiento de bochorno.
—Eres un idiota —le dijo al enorme póster del pelirrojo que estaba pegado en la pared de su cuarto, justo delante de su cama. La expresión de Gaara era una sonrisa ladina, que lo hacía lucir sumamente apuesto, un poco atrevido y algo seductor—. Uy, de verdad no entiendo cómo es que logras engañar a todas las personas y les haces pensar que eres bueno, hasta yo te creí —continuaba hablándole a la imagen inmóvil frente a ella—. No te soporto, ¿sabes? Aún así, todavía te admiro, aunque seas un patán…
Después de mirar durante unos segundos la imagen del cantante, Matsuri se levantó de la cama para acabar de secarse el cuerpo y buscar su pijama. Había apagado el celular para que nadie le molestara mientras estudiaba, le gustaba concentrarse del todo en ello, aunque, mientras resolvía los difíciles ejercicios de matemáticas, no podía quitarse de la mente la imagen de aquella joven de cabellos rosados que decía ser la ex novia de Gaara, ¿realmente ambos tenían una relación tan intensa como para hablar de sexo en pleno horario de trabajo?
Sacudió su cabeza de un lado a otro, tratando de disipar esos pensamientos, además, ese no era asunto de ella, no tenía por qué importarle con quién se acostaba Gaara, ¿no?
—Ya, Matsuri, haz tu tarea —se regañó a sí misma, un poco enfadada. Soltó un hondo suspiro y decidió concentrarse en eso.
Después de terminar todos sus pendientes, apagó la luz, se acostó y cerró sus ojos, tenía muchísimo sueño, solamente quería descansar y renovar energías para el pesado día que tendría mañana, aunque no podía ni imaginar cuánto.
Continuará…
