Capítulo 4-El Sauce Boxeador.
El Sauce Boxeador fue plantado apenas unos meses antes de mi llegada a Hogwarts, enorme, imponente y peligroso. Dumbledore nos había prohibido acercarnos, así que lógicamente, a lo largo de mi primer año de Hogwarts, se hizo muy popular un juego que consistía en acercarse lo más cerca posible al tronco del Sauce Boxeador y alejarse sin ser alcanzado por la furia de sus violentas ramas.
Una tarde, después de rendir el último examen, que fue transformaciones, nos sentamos en los jardines a disfrutar del calor y haber finalizado una semana extenuante.
-¿Cómo creen que les fue?-Preguntó Peter, nervioso, revisando su libro.
-Fácil-Respondió Sirius, con despreocupación, mientras se arremangaba la túnica.
-Me sorprendería no tener la mejor…-Empezó a decir James, pero fue interrumpido por un grito muy fuerte.
Nos incorporamos inmediatamente y corrimos hacia el Sauce Boxeador, donde había un tumulto de gente y algunos alumnos seguían gritando. Al acercarme, me temblaron las piernas de miedo y culpa: había un niño delgado, tirado en el piso unos metros hacia el Sauce Boxeador, tapándose con los brazos y gritando, mientras se veía que estaba notablemente herido porque comenzaba a verse sangre. No se podía incorporar, inmovilizado por el medio, ya que las ramas del árbol seguían moviéndose peligrosamente, rozando a centímetros de su cabeza.
Varios prefectos gritaban a la multitud que se aleje, mientras Kingsley Shacklebolt y un alumno de los últimos años de Hufflepuff, discutían cómo alejar al niño del Sauce Boxeador. James y Sirius gritaban opciones, pero la realidad es que el único que sabía que existía un nudo para inmovilizarlo era yo, y estaba demasiado paralizado por el miedo para moverme o atreverme a decir algo. Un maldito cobarde.
Finalmente, en un heroico y peligroso movimiento, fue Kingsley quien corrió hacia el chico en el segundo perfecto como para llegar a agarrarlo con fuerza de la única y arrastrarlo lejos del alcance de las ramas.
El chico lloraba, por dolor, miedo o ambas cosas, mientras Kingsley lo depositaba de nuevo en el suelo, ya que se aproximaba a la carrera Hagrid, el Guardabosques. Hagrid lo tomó sin ninguna dificultad y corrió a llevarlo hacia la Enfermería.
-¡Deberían sacar ese árbol, es muy peligroso!-Comentó Peter, mientras volvíamos a buscar nuestras mochilas, que habíamos dejado tiradas en el apuro.
Yo no comenté nada. La culpa me abrumaba, yo sabía que habían plantado ese árbol por mí. Me dolía el estómago de los nervios
-Nosotros podríamos lograrlo, ¿saben?-Dijo James-. Deberíamos probar en una escoba. Hay 20 galleons para el que toque el tronco y no recuerdo que se aclarara en ninguna parte que esté prohibido…
Peter y yo lo miramos atónitos: ¿qué no acababa de ver salir al niño ensangrentado? A esa altura ni siquiera sabíamos si había sobrevivido. Pero Sirius pareció considerar de verdad la idea.
Fuimos un rato a la Sala Común, pero a la hora dije alguna vaga excusa y fui a la Enfermería a ver cómo estaba el alumno herido. Cada minuto que pasaba me sentía más culpable de lo sucedido.
Resultó que el alumno en cuestión era Davey Gudgeon, un gryffindor de tercer año que también había visto volar como cazador en el equipo de quidditch, y estuvo muy cerca de perder un ojo si no hubiera sido por la brillante actuación de Kingsley, así como de los conocimientos de Madame Pomfrey.
De la Enfermería me dirigí inmediatamente a la oficina de Dumbledore. Luego de una discusión con las gárgolas que custodiaban el ingreso, pude entrar. Dumbledore me recibió sentado en su escritorio, con gesto de sorpresa.
-Buenas tardes, Remus, qué sorpresa.
-Bu-buenas tardes-Balbuceé, rascándome el brazo con nerviosismo. Lo que quería solicitar me dolía en todo el cuerpo. La idea se me había cruzado en el segundo en el que vi a Davey sangrando en el piso, y a medida que pasaban los minutos, era cada vez más imposible de ignorar. Tenía que ser valiente y afrontar mis responsabilidades. Quizás Hogwarts no fuera un lugar para mí. Quizás había sido un iluso por creer que existía una forma en la que yo asistiera a Hogwarts que no pusiera en peligro al resto de los alumnos.
Dumbledore me miraba a través de sus anteojos en forma de medialuna, y como no pude continuar, consultó, como si me leyera la mente:
-No, Remus.
Fruncí el entrecejo. ¿Cómo sabía lo que iba a decir?
-Me quiero ir-Dije, después de un rato de silencio.
-No, Remus-Sonrió.
-¿Por qué? Quiero volver a casa.
Dumbledore suspiró.
-Remus, no puedo retenerte si realmente decidieras elegir dejar tus estudios. Pero antes que tomes esa precipitada decisión, déjame decirte algo. Los docentes me han hablado muy bien de tu desempeño, cuando tengas los resultados de tus exámenes comprobarás que estás entre los mejores de tu clase. Tienes mejor comportamiento que tus compañeros de dormitorio. Si me permites ser un poco arrogante, estoy orgulloso y sé que hice lo correcto al tomar la decisión de invitarte a venir al colegio. Te pido que no desperdicies esta oportunidad por algo que no tiene que ver directamente contigo…
-¡Pero sí es mi culpa!-Dije, sin poder contener ya las lágrimas. Me refregué la cara con la manga de la túnica con impaciencia.-. El árbol lo pusieron por mí, ¿verdad…, profesor? Es mi culpa que Davey casi pierda un ojo…
-No-Me contradijo Dumbledore con paciencia, mientras me ofrecía un vaso de agua que no acepté-. Si quieres buscar un culpable de este desafortunado accidente, en todo caso serían los alumnos que organizaron una apuesta de realizar un acto que se les explicó en varias ocasiones que sería peligroso, y lamento decir que también el propio señor Gudgeon. Los padres lo saben, de hecho, sino ya estarían pidiendo mi inmediata renuncia.
-No quiero irme de Hogwarts-Admití en voz baja.-. Pero pongo en peligro a todos. El Sauce Boxeador es peligroso, yo soy peligroso... No quiero irme de Hogwarts, pero quisiera no ser peligroso. Quisiera no ser hombre lobo..
A esta altura lloraba desconsoladamente. Dumbledore me tuvo la suficiente paciencia para esperar varios minutos que me reponga antes de volver a hablar.
-Remus, sé que hoy no puedes verlo porque algunas cosas las entenderás cuando seas más grande. Tú no eres sólo hombre lobo, el lobo es simplemente una característica con la que convives una vez al mes. Vos sos Remus Lupin, un alumno con mucho para dar, sin ninguna maldad. Y si quieres una prueba de que no sos peligroso, es esta misma: que estás aquí, dispuesto a renunciar a un futuro brillante porque temes lastimar a alguien.
No dije nada, pero comencé a calmarme. En la cabeza se me cruzaban miles de cosas.
-Remus, no tengo nada más que añadir de este asunto. Te ruego que lo analices. Si decides dejar tus estudios, ven a mi oficina con tu equipaje y no te detendré, pero espero que tomes la decisión correcta.
Me levanté y me fui, dirigiéndome hacia los dormitorios. Ya había dejado de llorar, pero no podía disimular mi mal estado. Cuando entré al dormitorio, sólo estaban James y Sirius, que al verme con los ojos rojos y la cara hinchada, enseguida se acercaron alarmados.
-¿Remus, qué pasa?
Me senté en los pies de mi cama y tomé varias bocanadas de aire.
-Quiero que me prometan, por lo que más quieran, que nunca intentarán tocar el tronco del Sauce Boxeador.
-¿Qué?-Dijo James, desorientado, mirándose con Sirius. Yo no tenía ninguna duda de que la idea de probar acercarse con una escoba seguía en sus cabezas.
-¿Sabes algo de Davey que nosotros no, está grave?-Preguntó Sirius.
-Casi pierde un ojo-Dije, y la voz me salió nasal.
-Entonces está bien-Razonó Sirius, con el entrecejo fruncido-. ¿Es tu amigo?
-No… Sólo júrenme que no lo harán por favor-Se me quebró la voz y sentí con vergüenza que mis ojos se volvían a llenar de lágrimas, así que pestañeé varias veces para evitarlo.
-Ey, tranquilo, no lo haremos-Me aseguró James, con preocupación, apoyando su mano en el hombro.
-Gracias-Dije, poniéndome de pie para escabullirme hacia el baño. En el camino, vi por el rabillo del ojo que James le respondía con un silencioso encogimiento de hombros a algo que le había preguntado Sirius.
Finalmente, tomé la decisión de continuar mis estudios. Ahora que conozco el futuro, creo que este fue uno de esos momentos donde de haber sido más valiente, quizás al irme hubiera salvado un puñado de vidas. Pero en ese entonces, ¿que podría imaginar un niño de 11 años el trazado que estaba haciendo a sus pasos?
Los siguientes días, cuando la noticia del accidente se había propagado por la escuela, hubo una juntada de firmas para reclamar por la remoción del Sauce Boxeador. James, que aparentemente pensó que mi angustia había sido por el miedo al árbol, me trajo muy contento el pergamino para que me una al petitorio. Le agradecí y firmé, porque no se me ocurría una explicación más creíble a cómo me había comportado ese día. Supongo que Dumbledore, si es que alguna vez leyó ese listado de firmas, habrá encontrado mi nombre en esa lista bastante divertido.
El año escolar llegó a su fin y, como Dumbledore me había ya dicho, estuve entre las mejores notas de mi añ decir que para eso, a lo largo del año pasé muchas horas en la Biblioteca con Mary y Marlene o Lily y Severus, mientras Peter, James y Sirius gastaban bromas por doquier.
-Eres tan nerd-Bromeó James, dándome una patada suavemente, mientras nos acomodábamos en un comportamiento junto a Sirius y Peter.
-Tan nerd que soportas ir a ese tenebroso lugar con los pesados de Evans y Quejicus-Comentó Sirius con tono burlón.
-¿Lugar tene...? Ah, la biblioteca-Dije, sonriendo-. Lo dices como si no te hubiéramos visto ir después de medianoche a la biblioteca porque no entendías algo la noche anterior al examen de Pociones…
-Pero como bien dices, fue a medianoche, cuando las damas no pueden verme perder lo cool…
Puse en blanco los ojos.
-¿Saben lo que sería cool? ¡Que me visiten este verano!-Exclamó James-. Les enviaré una carta para organizar. Podrían quedarse a dormir los últimos días antes de volver a clase.
Peter respondió de inmediato que sí, pero tanto Sirius como yo nos removimos incómodos. Con lo que me había contado sin querer aquella noche cuando llegamos de las vacaciones, supuse que tenía que ver algo con sus padres y me dio dolor de estó sabía que esa semana no podría ir a ninguna pijamada: por un lado, porque estaría recuperándome de la luna llena, y por otro, porque no siempre había dinero para los polvos flu en mi casa, de hecho lo solíamos usar solo para urgencias u ocasiones especiales.
Fingí sonreír como si realmente esperara con emoción la invitación. Llegado el momento pondría la salud de mi madre o algo como excusa.
Cuando llegamos a la Estación 9 ¾, luego de despedirme con mis amigos, mientras buscaba a mi padre divisé a Sirius encontrándose con una mujer que supuse era su madre. ¿Sería ella la que le había marcado el brazo esa vez? ¿Había sido realmente una sola vez, o Sirius no estaba contando algo? Al contrario del resto de las familias, donde todos se estaban abrazando frente al reencuentro con sus hijos, Walburga Black, vestida con una túnica oscura de aspecto caro, sólo asintió con su cabeza al ver a Sirius y le dijo algo que no pude escuchar y ambos se marcharon sin siquiera rozarse.
-Ey, Remus-Me di vuelta. Hasta Lyall Lupin, un hombre que probablemente nunca dejó sus prejuicios contra los hombros lobo, abrazó a su hijo hombre lobo con fuerza.
Hola. Gracias por leer, es un montón que hayas llegado hasta este capítulo.
Agradezco si pueden dejar reviews, con cosas buenas o malas, como para saber qué podría mejorarse...
Espero que estén todos muy bien.
¡Cuidense!
