~Marinette ~
Al despertar Chat Noir no estaba...
- ¿A dónde crees que fue? - Tikki revoloteó sobre el diván rosa donde previamente Chat había dormido, las mantas que usó esa noche estaban dobladas perfectamente. Tikki me entregó una pequeña nota que él había dejado antes de marcharse:
Gracias princesa, no sabes cómo me alegra haberme encontrado contigo de entre todas las personas de París.
Mi sonrisa fue inevitable al leer esas palabras, tal vez con el paso de los años dejó de ser un gatito tonto.
- Tal vez fue a ver al maestro - respondí al fin saliendo de mis cavilaciones.
- Espero que él sepa cómo resolver esto.
- También lo espero, Chat estaba demasiado afectado anoche - mientras conversábamos abrí mi diario y escribí la fecha de hoy: 24 de diciembre.
- Dijo que su esposa está en el hospital... Debe estar muy preocupado, ojalá no sea nada malo - Tikki se sentó sobre mi escrito observando atenta como pegaba sobre esa hoja de mi diario la nota que Chat escribió para mí.
- Ojalá... ¿Sabes? Me gustaría saber cómo es Chat Noir de esposo - Tikki cubrió su boca mientras reía.
La acompañé con su risa y me única teorizar con ella - ¿Encontró a alguien que soporte sus chistes y coqueterías? - cerré mi preciado libro y lo guardé bajo llave. - Se ve que está bastante enamorado - mi ánimo bajó un poco y sé que fue notable.
- ¿Te molesta que ya no le sea devoto a Ladybug? - mi pequeña amiga rojiza me miró con los ojos entrecerrados y una risa llena de pillería provocando un sonrojo en mi rostro.
- ¡Que va! dices cada cosa Tikki - pero no podía negar que cuando lo supe mi corazón latió demasiado rápido.
Intenté cambiar de tema, no tenía ánimos de dar explicaciones de algo que ni yo misma comprendía - ¿Crees que sabe mi identidad?
- No podría saberlo, pero espero que no.
- ¿Es tan malo?, total y ya somos adultos en su tiempo, no pensaba mantener ese secreto para toda la vida - ya estaba casi lista para bajar a ayudar a mis padres, hoy era uno de los días más movidos del año.
- No lo sé Marinette, pero ahora Chat Noir es un problema y de preferencia quisiera que te quites la idea de darle posada en tu habitación.
- Que cruel eres Tikki, es mi compañero y está solo, apuesto que si yo estuviera en su lugar el haría lo mismo - No le gustaba para nada esa idea egoísta de Tikki, sé que intentaba protegerme, pero para en mi opinión ella lo estaba pensando demasiado.
- Marinette además de todo Chat Noir ya no es un adolescente, es un hombre, se ve mal que tengas viviendo a un hombre en tu habitación - retorcí mis ojos y continúe bajando las escaleras.
- Tikki hablas como una anciana.
- He vivido más que ti.
- ¿Qué se traen todos con la edad? - refunfuñé - además yo confío plenamente en Chat Noir, ocultaré mi identidad y sobretodo yo tampoco soy una a-do-les-ce-nte - con cierta molestia deletreé la palabra final.
- Marinette - se quejó.
- Este año seré mayor de edad - recalqué orgullosa. Y simplemente mi amiga negó la cabeza ya cansada de escuchar el mismo recordatorio.
- Para mí que no quieres compartir la habitación por qué no podrás andar con libertad - me reí antes de abrir la puerta que conectaba mi casa con la panadería.
-Bueno también - finalizó metiéndose en mi bolsa justo al llegar a la panadería.
- Marinette...
-¡Marinette!
La gélida voz de su suegro la despertó de sus cavilaciones.
- ¿Sí?
- ¿Segura que no quieres cargar a tu bebé?
La mujer en la cama solo asintió para volver a perder su mirada opaca en un punto fijo cualquiera, su rostro estaba demacrado y sus mejillas seguían empapadas de líquido salino.
Sabine que arreglaba la habitación del hospital soltó con violencia la pequeña ropa que doblaba y guardaba en la pañalera, harta de esa situación retiró a la pequeña vida de dos días de nacida de los brazos de su abuelo paterno.
- Basta, es una bebé y necesita a su madre... - la asiática se plantó a un costado de la cama haciendo amague de entregársela a los brazos de Marinette.
- Solo la cargaste cuando nació y para darle de comer... ¡Estabas tan feliz cuando diste a luz, Marinette! - colocó al pequeño bulto sobre el pecho de la madre primeriza.
Marinette llevó sus ojos azules hasta los de la pequeña vida que había traído al mundo, ese pequeño ser que fue tan esperado y deseado desde que se enteraron de su existencia.
Se quedó inmóvil sin nada que indique que la tomaría en sus brazos. Provocando que Sabine soltara un bufido debido al creciente enojo que le provocaba la actitud de su única hija.
- La vas a cargar sin chistar, Marinette Dupain-Cheng.
La mayor tomó con una mano los brazos de Marinette levantándolos y los colocó sobre el cuerpo de su hija obligando a tomarla en brazos. Y así lo hizo, sin reclamos acogió a la recién nacida entre sus brazos.
La bebé mantenía sus ojos cerrados, de repente un pequeño bostezo se escapó de la diminuta boca y Marinette no pudo evitar acariciar su delicada mejilla rosada.
- Ella es frágil y te necesita para sobrevivir - Sabine acarició el cabello corto de la mujer que estaba sufriendo en silencio.
- Emma - Marinette se dirigió a la niña con dulzura - eres hermosa.
Continuó acariciando a su hija; subió su mano hacia el escaso cabello oscuro y luego bajó su pulgar a los diminutos dedos de su angelito. Emma se aferró al pulgar de su madre para después regalarle una sonrisa entre sueños. Y Marinette no pudo seguir alejando a su hija, se preguntó cómo fue capaz de estar separada de ella por tantas horas. Esa era la peor forma de intentar protegerla de sí misma.
- Escucha Marinette... - la voz imperturbable de Gabriel Agreste se hizo presente - sé que estás así por la repentina ausencia de Adrien... Estoy seguro de que él no ha huido, de... Seguro algo ocurrió una dificultad en el ataque del Akuma que le ha impedido regresar o comunicarse con nosotros.
Marinette lo sabía a la perfección. - Yo nunca pensaría que Adrien nos ha abandonado - afirmó - pero temo que algo malo le haya ocurrido.
Nadie la podía entender, sentía que le había fallado a su tierna hija, permitió que su gato luche solo sin poder purificar al Akuma, él salió sin refuerzos esa noche a correr riesgos mientras producto de su debilidad la habían internado más días debido a ciertas complicaciones en el parto...
Una Ladybug tan débil, ese constante reproche taladraba su mente. Y ahora por su debilidad estaba privando a su hija de su padre, quien sabe en qué aprieto se encontraba Chat Noir y por ello no regresaba aun, quizás le quitaron su Miraculous, quizás Hawk Moth lo tenía preso en su guarida. Sus pensamientos erróneos y el huracán de sentimientos la condenaban a estimar que Emma no se merecía una madre como ella.
~Adrien~
La navidad estaba en todo su esplendor, las familias preparaban todo para su noche especial, pero yo solo me encontraba lejos de la mía, justo como se encontraba mi yo de esta época; triste y solo. Saltaba ágilmente cada tejado buscando el consultorio del maestro Fu.
Una vez frente a su hogar el letrero de cerrado me golpeó con la realidad, por supuesto que él también debe de tener gente con quien pasar estas fechas y justo cuando yo logro mi merecida felicidad me ocurre esto. Como añoraba estar junto a mi lady y tener en brazos a mi pequeña y preciosa Emma.
Mientras me perdía en mis sentimientos y ensoñaciones escalé el tejado de la propiedad del maestro suponiendo que el ruido que escuché en el interior se trataba de él.
- ¿Quién anda allí?... ¡Le advierto que se defenderme!
Genial, ya había asustado al maestro con mis actos vandálicos.
No dije nada, solo me mantuve parado en la penumbra, dudé en acercarme a la luz y dejarme ver, temía que a la final ni el tuviera la respuesta a mi problema... Soy un cobarde.
- ¿Chat Noir? - preguntó especulando acertando. - ¿Eres tú?, muéstrate esas orejas son inconfundibles. Avanzó hacia el corredor oscuro donde yo me encontraba.
Atajé su andar tomándolo por los hombros, segundos después encendió la luz y quedamos frente a frente analizándonos, estaba idéntico al maestro Fu del futuro.
- Muchacho...
- Su presencia ha cambiado maestro - Wayzz sobrevoló nuestras cabezas.
- Maestro debo volver, me urge volver - mi tono de voz plasmó mi desesperación.
- Cuéntame que ha sucedido Adrien.
Nuevamente me encontraba saltando por los tejados, no había nada más que hacer la solución era fácil y complicada a la vez.
"Debes encontrar al akumatizado y Ladybug debe purificarlo, en cuanto use su Lucky Charm volverás a tu época... pero Marinette no debe saber nada de su futuro, todo debe ocurrir como el destino lo ha tenido planeado desde el inicio. Sé que ahora es imposible con tu presencia aquí, pero debes ser lo más cuidadoso y mucho menos debe enterarse de quién eres en realidad"
Ni si quiera quiso saber nada acerca de mi vida actual ni la de Ladybug, que complicado era todo esto, seguí corriendo ya muy cerca del tejado de mi princesa. Debía empezar a buscar otro lugar donde quedarme o las cosas se arruinaría con mi presencia.
- ¡Chat! ¡Me asustaste! - me regañó, no puedo creer lo hermosa que se ve con cualquier expresión.
Ella estaba asomada en su balcón y su expresión era de tristeza, así que decidí sacarla de sus pensamientos pesimistas haciéndola asustar, sabía que se molestaría, pero lo prefería en lugar de verla triste.
- Lo lamento princesa, pero me encanta que grites por mí - sonreí, no podía evitar el dejar de coquetearle, ya era una costumbre mía cada día de mi vida y sea cualquiera la edad de Marinette era tan difícil dejar de hacerlo, simplemente si era ella no podía controlar mis sentimientos por ella. La acompañé sentándome en las rejas del balcón.
- Cuida tus garras gatito, eres un minino con dueña ahora, deberían apretarte más el collar - sonrió de lado y le dio un golpe a mi cascabel... Marinette no ayudaba con mis ganas de estrecharla entre mis brazos y decirle que esa dueña era ella.
Reí sin ánimos y ella percibió mi tristeza - lo siento Chat... sé que debes extrañar a tu esposa - replicó contagiada de mi ánimo - ¿Sabes?, yo también extraño a alguien, a dos personas para ser exacta, pero sé que no se puede comparar la ausencia del amor de tu vida con la que has cumplido el sueño de casarte.
En mi interior sospechaba que hablaba de mí en mi forma civil y de héroe y no pude evitar sentirme feliz a costa de su tristeza.
- A veces quisiera volver a ser esa niña que creía en Santa Claus - finalizó con un suspiro cargado de cansancio.
- ¿Sí?, ¿Ya no crees en Santa Claus?, que lastima... siempre soñé con ser tu santa Claus, princesa - me aproximé hasta su rostro con mis cejas subiendo y bajando de forma coqueta.
Ella torció sus ojos con fastidio - ¡Chat!, estaba diciendo mis pensamientos en voz alta, es un momento serio y...
De repente se silenció con su mirada pérdida en el infinito antes de volver a habar con sus ideas más claras.
- Eso es lo mismo que...
Quise golpearme cuando entendí el porqué de su reacción, esa frase la venia repitiendo cada navidad desde que Santa Claus fue víctima de una Akuma y desde ese día lo he venido repitiendo esa línea hasta mi actualidad.
-¿Chat?
- ¿Sí? - respondí con el miedo de que ella me interrogará.
- ¿Lo mismo le dices a todas las chicas?
- No ... solo a una... - me perdí en sus mares y en mis labios se dibujaba una sonrisa boba ladina, olvidando mis cavilaciones de previas.
Ocultar la verdad era realmente complicado.
Marinette lo miró anonadada, esos ojos verdes la hipnotizaban y se cuestionaba si aquel Chat Noir adulto le atraía más que el chico inmaduro y juguetón de su edad que también la había abandonado, seguía siendo inmaduro, seguía sin saber llevar una conversación sería... sin embargo, algo más le atraía, físicamente era como un inalcanzable dios griego, sintió envidia por un momento de quién sería su esposa en el futuro, pero también algo más la atraía, algo en su personalidad, efectivamente había madurado, pero aún seguía con la esencia del chico que llevaba siendo su compañero y amigo desde hace cuatro años.
«¿Acaso... sabes mi identidad, gatito?» pensó sin apartarse del hombre.
El héroe se subió a las rejas del balcón rompiendo el encanto de ambos al perderse en la mirada contraria.
- ¿A dónde vas? - Marinette sintió la desilusión al ver que nuevamente la dejaba atrás.
- A hacer cosas de héroes... grandes - respondió riendo antes de saltar al vacío.
Las mejillas de la azabache se tiñeron de rojo, como odiaba que rompiera la magia que los envolvía... ¿Quién pudiera enamorarse de alguien así?
Marinette se aferró a las rejas del balcón para gritarle con todas sus fuerzas - ¡SÍ! ¡TÚ MUY ANCIANO!
Sin embargo, antes de que el héroe gatuno se perdiera entre los tejados de la ciudad nocturna, lo escuchó gritar.
- FELIZ NAVIDAD, PRINCESA.
Y todo enojo se esfumó, dejándole paso libre a las palpitaciones aceleradas acompañadas de sus mejillas sonrosadas, se giró dispuesta a entrar a su habitación, más algo la detuvo, justo en la mesa que adornaba su balcón había una pequeña caja roja de regalo con una tarjeta de dedicatoria.
Marinette sonrió al leerla - Gato tonto - negando con su cabeza y sin borrar la felicidad en su expresión entró hasta su habitación aferrada a su reciente tesoro.
