My Chemical Resonance

Hacía un día nublado en la playa. Tan frío estaba el océano que no se podía ni nadar en él. No había nada que hacer aquí, ni siquiera era posible patear la arena con lo lodosa que estaba. El lugar hubiese estado desierto de no ser por un infante, pero ya se había acostumbrado a ello, en su mayoría. No hubo necesidad de que inspeccionase los alrededores ni de que explorase el páramo. Se limitó a observar el suelo, donde la débil luz del lugar le había proyectado una sutil sombra que poco a poco se fue alargando.

Vio cómo los ojos de esta se abrían.

—Hola, Crona —dijo la sombra.

—No creí verte por aquí —respondió tal infante—. Apenas hay luz el día de hoy.

—Siempre aparezco cuando no estás haciendo nada, pensé que ya lo sabrías. Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos, ¿no crees?

Crona clavó su pie en la arena.

—Hay tantas personas con las que puedes hablar —continuó la sombra—, pero no puedes ni hablar contigo. El círculo desapareció. ¿A dónde se fue todo el mundo?

Crona tuvo la impresión de conocer la respuesta, pero no tenía ganas de hablar. La sombra inclinó su cabeza hacia un lado.

—¿Quién eres?

Crona se agachó. Sus rodillas se empaparon con el lodo. Dibujó una línea en la arena.

—Tanto tiempo ha pasado, ¿y sigues sin poder responder a eso? —preguntó la sombra.

Crona dibujó otra línea.

—Eres alguien, no nadie —añadió la sombra—. Mira a tu alrededor. Aquí hay un océano. Aquí hay un cielo. Aquí estoy yo.

«Nunca has sido mi amiga», pensó Crona.

—Sé lo difícil que es creer que haya algo más allá —prosiguió la sombra—. Pero el océano no se ha ido. Tampoco se ha ido el sol, solo está detrás de las nubes en este momento. Todo ha cambiado demasiado, a tal punto que es imposible volver atrás. ¿No te da un poquito de esperanza?

Crona dibujó una tercera línea.

—Tengo una idea —habló la sombra—. ¿Qué te parece si ahora tú me haces algunas preguntas a mí?

—¿No sería lo mismo? —preguntó Crona.

—No necesariamente. Anda, pregúntame algo. No soy solo yo quien tiene preguntas.

Crona quería volver a decir «paso». Miró a la sombra, cuya forma era apenas visible.

—¿Quién eres? —le preguntó.

—Soy Crona —respondió la sombra.

«Claro», pensó Crona, «es lo mismo que dijo la otra vez».

—Nunca has hecho preguntas acerca de mí —dijo la sombra—. ¿Quieres tratar de adivinar algo?

—De hecho, no.

La sombra bajó la cabeza.

—Está bien —murmuró—. Ya me acostumbré a que me ignoren.

Crona sintió una leve punzada en su corazón mientras escuchaba el oleaje del mar.

—Intentemos otra cosa —continuó la sombra—. No te preguntaré nada en específico. Solo dime tres cosas que sepas.

Crona suspiró. «Preferiría no hacer nada».

—¿Y si me dices solo una? —preguntó la sombra—. Cuando todo lo demás desaparezca, debe haber algo de lo que aún tengas certeza.

Crona se quedó mirando fijamente las tres líneas que dibujó.

—Aunque me ignores, siempre estaré aquí, en algún lugar. ¿No sabes por qué te sigo haciendo preguntas?

Crona tenía un dedo rondando el área a un lado de la tercera línea.

—¿Sabes qué? —se impacientó la sombra—. Sé que tienes la respuesta.

Crona incrustó con firmeza su dedo en la arena.

...

La punta de su pluma quedó presionada sobre el papel del cuaderno. La tinta produjo una mancha oscura.

«¿Qué es lo que sé?», se preguntó Crona, sentándose no en una playa nublada sino en su familiar, desvaída y silenciosa habitación. «Si todo lo demás desaparece… ¿Habrá algo que permanezca? Si mi labor no consiste en blandir la espada demoniaca… entonces…».

Le dio vuelta a la página. Se concentró tanto como pudo, evocando la imagen de la bruma sobre el área de un frío espejo. Intentaba escribir un poema acerca de identidad. Si tan solo pudiera descubrir quién era —desmontando todo lo demás—… entonces ser simplemente una persona no resultaría tan aterrador.

«Mi cuerpo es un laberinto de relámpagos en la tormenta. Soy una palabra escrita en una página ansiando ser real».

Eso era todo lo que había escrito. No le convencía, sonaba demasiado dramático como para ser acertado. Pensó que sería mucho más fácil responder a las preguntas complicadas con las a veces se topaba si primero se daba el tiempo de reflexionar y poner sus ideas en algo tangible. Pero nunca funcionaba así.

Crona cambio de página y escudriñó el título: «42» . Se trataba de una lista de preguntas. Comenzaba con «1. ¿Cuál es tu nombre?» y terminaba con «42. ¿Hacia dónde quieres ir?». Cuarenta y dos preguntas que deberían ser sencillas pero que en su lugar eran sobrecogedoras.

—Eso ni siquiera es un poema —dijo Ragnarok, rompiendo el silencio—. Es una lista . ¿Ahora las listas del mandado cuentan como poesía?

—No lo sé —suspiró Crona—. No creo que sea un poema… He oído que un poema puede ser cualquier cosa, ¿pero un manojo de preguntas contará? Tuve la noción de que si me percataba de lo que «no sé», pues…

—¿Qué? ¿Tendrías una epifanía? —preguntó Ragnarok—. ¿Qué tanto esperas? Ya hemos pasado por esto. Es un puto fastidio. Solo escribe lo que sí sabes.

Ragnarok le dio un coscorrón en la cabeza. No fue un consejo terrible. Crona pasó a la siguiente página y empezó a escribir.

«La espada demoniaca blando yo.

Mi sangre negra es.

Mi vida es tuya.

Maka es tu nombre.

Una guadaña empuñas tú.

Tu alma atraviesa el cero absoluto.

Resplandeces tanto como una estrella.

Tanto como una veraniega llovizna bañada por el sol.

Sé muy bien cuán verdadero eso es.

Porque te respondo a ti.

Mi corazón está lleno porque tú estás en él».

A Crona le zumbaba la cabeza. Regresó a la página donde se veía la lista de preguntas.

«43. ¿Así se siente enamorarse?».

Maka no podía quitarse de la cabeza aquello que Soul había mencionado, cómo aislarse no es un buen método para descubrir lo que quieres ser. Ella nunca terminaría de entender lo que Crona estaba viviendo, era consciente de ello. Pero sí que entendía cómo estaban las cosas: cuando el cielo dentro de tu alma se tiñe de gris es muy difícil querer hacer siquiera algo. Le ayudaba mucho tener a Soul a su lado. Detestaba y, a su vez, apreciaba que él la pudiese sacar de tal reclusión.

Nadie más tenía planes. Black Star y Tsubaki habían sido despachados en una misión, por lo que la noche de videojuegos se pospuso. A Soul no le pareció mala idea que Crona viniera para que los tres pasaran el rato. Fue un lindo gesto de su parte. Demasiado lindo. Maka sabía que nadie podría volver a conciliar el sueño si se volvían adictos a jugar todas las noches. Al menos dentro de un grupo las cosas se iban desvencijando en cuanto la gente se ausentaba con frecuencia.

Como si pudiese leerles las almas, el sol se tomó unas vacaciones detrás de las densas y opacas nubes. Maka presintió que una inusitada tormenta estaba de camino hacia el valle. A Crona no le agradaría acompañarla de regreso si así pintaba el asunto, y honestamente a Maka tampoco le hacía ilusión la idea de caminar bajo el aguacero.

Antes de que Crona pudiera despedirse el día de hoy, mientras se giraba en dirección para bajar por las escaleras, Maka le tomó la muñeca.

—¿Puedo ir contigo? —le preguntó.

—¿A mi cuarto?

—Ajá.

—En… ¿En serio quieres pasar el rato allí?

—Solo quiero estar contigo. Y… —volteó hacia la ventana, la mirada de Crona le siguió—. También quiero quedarme hasta que eso se pase.

—Bueno… okay —Crona se rascó el brazo y puso los hombros encorvados. Se veía… renuente.

Maka caminó un par de pasos por detrás. Crona asomaba el rostro sobre su hombro como para asegurarse de que ella siguiera ahí. Maka se decidió a caminar a un lado suyo, tentativa a no sobrepasar su espacio personal.

—No me molesta quedarme adentro —dijo ella. «No me molesta» lo hacía sonar como si fuera un quehacer, así que prontamente se corrigió—: Usualmente prefiero quedarme en un lugar tranquilo, en vez de, pues, salir a fiestas…

—Yo igual —respondió Crona. Aun cuando Maka estaba caminando a su lado, le seguía lanzando miradas furtivas. Se veía… vacilante, como si algo le preocupara. No era que eso estuviera fuera de lugar, pero Maka se preguntó si habría algo más. Deseó haber checado con tiempo. Esperó que Crona no estuviera guardándose algo importante.

—Me frustra —habló, parándose sobre las escaleras que llevaban al sótano—, lo mucho que me distraigo últimamente.

—Bueno… han pasado muchas cosas —Maka quedó a la espera de alguna explicación adicional. Descendieron hacia la mazmorra en silencio. El eco de sus pisadas ante el techo de piedra volvía más sonoro el silencio—. ¿Sucedió algo más? —preguntó—. ¿O es de lo que me platicaste la otra vez?

—No me gusta hablar aquí —murmuró Crona—. Se siente muy expuesto…

—Te entiendo —Maka le tentó el brazo, ante lo cual Crona dio un respingo.

A Maka se le apachurró el corazón. Después de tanto tiempo dolía ver que todavía no se sintiera a gusto al hacer contacto con ella. Crona levantó despacio su mano y la dejó en el aire. Maka observó, desconcertada. Crona se tocó la mejilla; incluso a la tenue luz de las antorchas se le apreciaba un poco el rubor. Maka se preguntó si algo le dolía allí, hasta que con un sobresalto recordó que fue justo ahí donde le plantó un beso el otro día.

Maka se obligó a mirar hacia enfrente mientras continuaban su caminata. Su corazón pegó un brinco cuando Crona la tomó de su manga para detenerla.

—Ejem, Maka.

¡Ya habían llegado! Esta era la habitación de Crona, por supuesto.

Crona le abrió la puerta, siguiendo a Maka de cerca, y la cerró una vez hubieron ingresado.

—Mmm… —la miró sintiendo un poco de vergüenza. Sus mejillas aún se veían levemente sonrojadas—. Pues… ¿qué quieres hacer?

—No tenemos que hacer nada. Podríamos solamente avanzar con nuestras tareas.

No tenía ningún plan pero a ella le era suficiente la compañía de Crona, aun cuando estaban en esa desdichada celda. El lugar estaba a media luz y era tan gris como Maka lo recordaba, aunque el aire se respiraba menos estancado y las paredes ya no eran tan imponentes.

—¿Crees que… —le preguntó Crona—, me puedas ayudar a escribir algo? No sé por qué me está costando tanto trabajo. Es como si todos mis pensamientos se me hubieran apretujado en la cabeza y no pueden salir.

—¿Te refieres a tener bloqueo del escritor? —preguntó Maka.

Crona asintió.

—Le queda muy bien ese nombre —se encaminó hacia el rincón, vaciló, y miró por encima de su hombro—. ¿Quisieras mejor sentarte?

Se dirigió a la cama, sentándose justo en el borde. Maka tomó asiento a un lado. Consideró buena señal que Crona no retrocediera, pues solo recogió su cuaderno nerviosamente y lo dejó abierto en una página. Hizo una pausa mientras la leía y releía. Maka estiró su mano para coger el cuaderno.

Crona lo cerró de golpe y lo escondió de manera protectora.

—Okay —suspiró Maka— , está bien, no lo voy a leer.

—Tengo varias cosas muy privadas ahí —dijo Crona, ruborizándose al volverlo a abrir. Lo sostuvo frente a su nariz, tan cerca que Maka no le alcanzó a ver el rostro. Continuó dando vueltas a las páginas y finalmente pareció llegar a donde se había quedado.

—¿Y… qué es lo que tratas de escribir? ¿Puedo al menos ver qué llevas?

Crona bajó el cuaderno. Maka asomó la cabeza. Era una página en blanco.

—Oh —dijo Maka—. Bueno… ¿sobre qué cosa quieres escribir?

—Qué crees que haya adentro de un agujero negro? —preguntó Crona.

—Eso… es un tema interesante.

—No es exactamente eso —continuó Crona—, es solo una idea que se me ocurrió… Estaba pensando en algo más como… —perdió el hilo de la idea y con un quejido echó la cabeza hacia atrás—. ¿Cómo se supone que ponga en palabras algo que no puedo poner en palabras? Creo que no te debí pedir ayuda.

—Ejem… —esto sonaba a un acertijo—. Conque un agujero negro… que es algo frío y vacío, y lo devora todo. O tan solo es un misterio enorme y es divertido indagar en él. ¡Como tú!

Ella le sonrió. A Crona se le cayeron los hombros.

—Entonces para ti soy una persona fría y vacía…

Maka le dio un codazo.

—Ya sabes que me refería a lo segundo.

—Supongo que con eso tengo mi respuesta —dijo Crona con la mirada perdida—. Es lo único que permanece… Un vacío absoluto que engulle incluso la luz y del que nadie sabe nada en realidad.

—Creo que ya sé por qué salió el tema —dobló las piernas bajo su cuerpo y se le acercó de costado—. A veces uno se siente así. A decir verdad, solo con escucharte… lo entiendo. En serio que tienes una manera para hablar de estas cosas.

—Es porque lo único que hago es desanimar a todo el mundo —Crona se llevó las rodillas al pecho—. Por eso es que siempre regreso aquí en vez de querer mudarme con la profesora Marie. Ni siquiera es porque me dé repelús el Doctor Stein… Simplemente no quiero alimentar a este gigantesco agujero negro que tengo —posó el mentón sobre las rodillas—. Al menos ya me di cuenta —suspiró.

—Bueno —dijo Maka—, de alguna forma eso es un don. Poner algo tan abstracto en palabras, algo que los demás puedan sentir… Eso se te da muy, muy bien —le apoyó una mano sobre el codo y Crona asomó los ojos—. Escuchar todo esto me pone un poco triste porque también quiero aportar algo, pero no soy tan buena con las palabras al momento de explicarte mis sentimientos. Si lo sigues practicando, serás capaz de hacer una diferencia significativa.

—Nunca había considerado volverme poeta —respondió Crona—. Pasé la mayor parte de mi vida creyendo que me iba a convertir en kishin… No tienen nada qué ver.

—Definitivamente no —Maka se rio—. Solo escribe lo que sientas. No te preocupes en que sea perfecto, ni siquiera en que sea decente. Piénsalo de esta manera: si vas hacia adelante tendrás que llegar a algún lado tarde o temprano.

«¿No me digas…?», se reprochó a sí misma, pero a Crona le pareció funcionar; apartó la cabeza de sus rodillas y volteó hacia la página en blanco. Se apoyó contra la pared.

—Ten —dijo Maka, tendiéndole la almohada para ponerla en la pared. Crona se apoyó en ella.

—Gracias.

Comenzó a escribir una vez más, deteniéndose frecuentemente para observar a Maka.

—No estoy viendo nada —suspiró. Sacó un libro de su mochila para distraerse en otra cosa. No pudo leer ni una palabra. Solo escuchó la pluma de Crona rasguñando el papel. Su corazón revoloteó; esperó que la dejara leer lo que estuviera escribiendo.

Después de un par de minutos hubo una larga pausa.

—No es que no sepa qué escribir —dijo al fin.

—¿Mmm?

—En realidad no es tan difícil. Ese no es el problema. Puedo escribir. Es algo que se me da bien.

A Maka se le llenó de júbilo el corazón.

—¡Qué bien! ¡Me da gusto que puedas sentir orgullo por eso!

—No, no tiene sentido. No es una habilidad útil —con un clic metió la punta de la pluma y suspiró—. Para lo único que me sirve es para deprimir a la gente.

—No es cierto.

Crona arqueó las cejas. Maka titubeó por un momento.

—No eres… no solamente tú te sientes… fuera de lugar y con melancolía. Es difícil de explicar, pero ha habido periodos de mi vida en los que me sentí como si fuera la única persona en el mundo. Saber que alguien más se siente así es triste… pero también me hace sentir menos sola.

Crona ladeó la cabeza. Las mejillas de Maka se enrojecieron.

—¿Por eso empezaste a escribir poesía? ¿Para que tus sentimientos les llegaran a más personas?

—Pues… —Maka eludió su mirada y jugueteó con sus propios dedos debido a los nervios—. Hay algo que, ejem… Creo que sería mejor que te lo enseñara.

—¿Enseñarme qué? ¿Un poema?

—Algo así —Maka le regresó la mirada—. Aunque solo me siento en confianza de mostrártelo si estamos a solas.

—Ah.

—Veré si puedo dejarnos libre el apartamento.

—No, por favor, no tienes que…

—Lo quiero hacer. Quiero compartir esto contigo —Crona parpadeó. Maka se rio con nerviosismo—. Es bastante personal, pero siento que no me juzgarás.

—Creo que no. Tus poemas no son, pues… malos.

A Maka le tembló el ojo.

—No te iba a mostrar un poema. Pero gracias.

—Pues, es que… A mí me gustó el que escribiste acerca del árbol, pero tuve problemas para descifrar qué clase de ritmo quisiste…

—Ya deja de hablar.

Crona frunció los labios, volteando hacia abajo para ver su cuaderno. Maka ahora se sintió insegura y deseó no haber sacado el tema. «Seguro va a pensar que es algo estúpido». Ella solo quería hacerle sentir menos soledad, y a lo mejor, a cambio, Crona la terminaría comprendiendo mejor.

—No puedo pedirte que no juzgues —masculló—. Has sido vulnerable conmigo, así que… es lo justo. Incluso si yo no lo escribí.

—¿Estás hablando de un poema? —preguntó Crona.

—Más o menos —le respondió Maka.

«Más o menos». Ella no sabía si podría vivir con la vergüenza de que Crona lo considere estúpido. No se comportaría de forma grosera, Maka lo sabía, pero bastaría con que la volteara a ver como si fuera una rarita para que doliera a nivel personal. Notó que estaba nerviosa. Pero quizá esto podría funcionar…

—¿Qué te parece si vienes al rato?

—¿Cuándo?

—Yo te llamo —dijo Maka—. Es, ejem… Es algo que solo te puedo enseñar en mi cuarto. Y solo me siento a gusto compartiéndolo contigo y con nadie más. Así que… ni se te ocurra dejarme plantada esta vez, ¿okay?

—Haré el intento.

No había motivo para despedirse justo ahora, pero a Maka se le estaba agotando la paciencia. Le apretó la mano a Crona.

—Cuando deje de llover —dijo—. Todavía queda bastante tiempo, ¿no?

Se levantó.

—¿Ya te vas? —preguntó Crona—. Pero sigue lloviendo.

—Ya me puse nerviosa y no me puedo esperar —le dijo con sinceridad—. Te veo al ratito, ¿okay?

Crona asintió. Maka sonrió y se marchó corriendo.

La lluvia amainó mientras Maka corría de regreso a casa. Se quitó el abrigo en cuanto llegó. Estaba tentada a llamarle a Soul de una buena vez. En cambio, respiró hondo y se contuvo. Se aproximó a la recámara de Soul, dubitativa. Se obligó a tocar la puerta.

Entonces se abrió. Algo no encajaba: él no llevaba puesta su característica cinta en el pelo.

—Ahorita no estoy presentable, la lluvia me jodió el peinado. Déjame en paz.

—¿Después de que te arregles el pelo podrías irte a dar un paseo o algo? —Soul alzó una ceja—. Lo siento —añadió de inmediato—. No te puedo pedir eso…

—¿Por qué? Vas a… —de pronto Soul esbozó una sonrisita—. ¿Volviste a invitar a Crona?

Maka se sonrojó.

—No es nada que te estés imaginando.

—Sííí, cómo nooo. ¿Cuánto tiempo necesitas? ¿Quieres que me vaya a pasar la noche afuera?

Maka se abofeteó la frente. Mantuvo su otra mano lista para atacar. Lo que Soul obviamente tenía en mente sería mucho más fácil de explicar. Y conociéndolo, sería mucho más probable que la dejara en paz por algo así. Pero la verdad era aun más vergonzosa.

—No te voy a hacer pasar la noche en otro lado. Y no haría algo como «eso».

—¿Segura, Maka? Para tu primera vez, pues deberías tomarte las cosas con calma. Tómate todo el tiempo del mundo si quieres.

Maka detestó la sonrisa burlona que él traía estampada en la cara.

—Puedes imaginarte lo que quieras. No necesito más de dos horas, ¿está bien?

—Andas con todas las ganas, ¿eh?

—¡Cierra el HOCICO!

No podía pegarle, no cuando le estaba pidiendo esto de favor. Su ojo tembló mientras él le daba una palmada en el hombro.

—Todo con tal de cerrar este capítulo en nuestras vidas —le dijo. Se abrió paso hacia el baño.

Maka trató de no clavarle los ojos. A Soul no le gustaba que lo vieran cuando se ponía gel en el cabello. Era todo un ritual para él. Podía tomarle desde diez minutos hasta media hora. Maka esperó cinco, luego cogió el teléfono.

Su corazón le retumbó en la garganta hasta que Crona respondió.

—¿Bueno…?

—Ya puedes venir.

Soul seguramente ya hubiera terminado cuando Crona llegara. Si no, Maka simplemente tendría que soportar la mirada que él les dirigiría antes de largarse.

Se encerró en su recámara para dejar todo listo. Abrió un cajón y sacó un CD. Lo desempolvó antes de volverlo a guardar.

De ninguna manera dejaría que Soul viera esto.

Crona se alegró de abandonar el aciago ambiente del calabozo, aunque fuera para adentrarse en la aciaga atmósfera que dejó la lluvia. Quedaba una llovizna apenas perceptible, pero el suelo seguía lodoso. Había humedad en el ambiente. Bajó la mirada y notó un tramo de césped en el que una flor amarilla se hallaba encorvada. Parecía que se estaba ahogando, pero, una vez que el suelo se secara, volvería a estar fuerte y radiante. Más flores se le unirían.

Estaba nublado y húmedo justo allí, pero en una playa en algún lugar el cielo se empezó a despejar.

«El cielo abrió sus compuertas

para suprimir las penas.

Los papeles se han invertido,

y a la lluvia no puedo brindar consuelo».

Esas líneas se adentraron en su cabeza así, sin más, y Crona se congeló por un momento, dejándose inundar por ellas. Todo obtuvo claridad por un segundo. Trató de atraparlas antes de que se le resbalaran de los dedos.

Y entonces se esfumaron.

—Maldición —susurró—. No me traje una pluma.

No se molestó en detenerse ni por un segundo más hasta llegar al apartamento de Maka. En caso de pensar demasiado, su mente terminaría errante. Sería presa de los nervios y regresaría a su celda.

No pudo creer que dejara a Maka acercarse tanto a sus pensamientos. Ella había estado a su lado hace no más de una hora, tan cerca de los sentimientos que Crona vomitó en aquella página. La idea de que los descubriera era aterradora pero electrizante.

No era como si pudiera confesarlos por algún otro medio.

El edificio era familiar llegado este punto. Crona tocó la puerta un par de veces. Se abrió en un santiamén. Maka estaba de pie allí, libre de su abrigo, libre de sus coletas. Su melena le caía desorganizada sobre los hombros y la espalda.

—Hola —dijo.

—Hola —respondió Crona.

Maka se hizo a un lado.

—Perdóname por meterte en mis cosas y hacerte venir tan de repente.

—No es ningún problema.

Crona haría cualquier cosa por ella. Por lo menos esta vez no se había enojado. Estaba ansiosa, entusiasmada, y eso a Crona le produjo un hormigueo repleto de aprehensión; no le era una sensación familiar. Su corazón se fue calmando mientras entraba al vestíbulo. El apartamento de Maka se sentía acogedor y con una calidez seca. Se notaba más silencioso que de costumbre.

—¿Hay alguien más en casa?

—No, Soul acaba de salir.

—Ah…

Así que estaban a solas. Claro, Maka había dicho que se encargaría de dejarles disponible el lugar… No echó a Soul a patadas, ¿verdad?

Siguió a Maka hacia su habitación. La recámara de Soul se veía oscura. Crona se asomó al baño. En la encimera había productos para el cabello y un secador de pelo. Algo olía a quemado.

—Ah… justo se acaba de ir —dijo Crona.

A pesar de encontrarse a solas en el apartamento, Maka cerró la puerta en cuanto entraron a la recámara. Crona se percató de un ronroneo que provenía de la cama. Blair se desenroscó y estiró las patas. Maka la cargó y la sacó del cuarto. Blair maulló indignada. Maka puso los ojos en blanco, volviendo a encerrarles en la habitación.

—Mmm... pues, ajá —comenzó a decir—. Se me ocurrió… preparar algo.

Crona esperó a que continuara. Como no lo hizo, preguntó:

—¿Qué cosa?

Maka se dirigió hacia su cómoda. Su mano se posó sobre la manija del cajón más alto.

—Cuando era pequeña —dijo—, y las cosas se ponían feas… Cuando sentía una tremenda desesperación, había unas bandas musicales que me gustaba escuchar y me hacían sentir comprendida —abrió el cajón y sacó una caja delgada—. Tu redacción me recordó un poquito a las letras de las canciones que tanto escuchaba. Preparé una playlist que… pues… me hizo pensar en ti.

Crona sintió cómo se le subía la sangre al rostro. Por instinto se tocó la mejilla. Aún se sentía cálida.

—¿Qué tipo de canciones pusiste?

—De My Chemical Resonance, la mayoría. ¿Los conoces?

—No sabría decirte. No, no conozco mucho de música.

—Okay. Bueno, no me vayas a juzgar —Maka abrió la caja con un clic—. Todos empiezan de criticones con mis gustos musicales… No puedo compartirlo con cualquiera. Me dolería mucho que se pusieran a menospreciar este CD.

A Crona se le tensó el corazón. Esperó no odiarlo. No le constaba que pudiera ocultar sus sentimientos, incluso si era por el bien de Maka.

—Puede que no sea algo como de genios, pero estas cosas me ayudaron a sobrellevar varios de los peores momentos de mi vida. Sé que no la tuve tan mal. Digo, no soy la única con padres divorciados. Seguro que lo que pasé fue algo más o menos común, aunque en ese entonces me sentía como la única persona en el mundo.

—Sí, está bien —dijo Crona—. Te entiendo… Cuando esas cosas se acumulan sí que te termina afectando.

—Gerold Yaw fue mi único amigo durante un tiempo, así que si lo odias simplemente no digas nada —abrió su reproductor de CDs y volvió a mirar a Crona—. Digo, claro que puedes odiarlo si quieres, pero no seas cruel. Soul no sabe que tengo estos gustos y ya lo he escuchado decir que es «basura emo» y que «no es música de verdad».

—Ay, menudo canalla —en serio deseó que no le terminara dando la razón.

Maka metió el CD.

—Okay, sin más preámbulos ni notas aclaratorias… —presionó un botón.

La primera nota musical inmediatamente resonó en el alma de Crona. La voz de un hombre cantó repleta de emoción. Crona asintió al ritmo de la canción, sosteniendo la mirada expectante de Maka. Trató de comprender las palabras: los demonios, los malditos.

Y entonces…

Aceleró de golpe. Crona abrió los ojos como platos. Dejó de asentir. No se percató de que había dejado la boca un poco abierta mientras la canción le disparaba en la cabeza. No logró captarlo todo, no directamente, pero le generó descargas de adrenalina.

«Odio. Derrota». No se trataba solo de la voz del hombre. Los tambores y las guitarras… la marcha entera cargaba la ira de las palabras; se apoderó de sus sentidos. La letra y los instrumentos reverberaban con las tinieblas. Fue demasiado pronto cuando el ritmo disminuyó. El último redoble de tambores dio cierre a la canción como si una puerta hubiera sido azotada.

El rostro de Maka fue visible otra vez. El resto del mundo volvió a materializarse junto a ella.

—Y… —Maka tenía un dedo tensado sobre el botón de pausa—. ¿Qué te pareció…?

—Fue… genial —Crona se había quedado sin palabras. El hombre las pronunció todas.

—Se me ocurrió empezar con algo movido… La que sigue me recordó más a ti. ¿Quieres escucharla?

—Sí —respondió sin aliento.

La siguiente canción no causó tan impactante impresión en cuanto dio inicio, sino que lo hizo con las palabras. Un espejo. «Sangre». «Un vestido negro empapado de sangre». Crona se aferró a su falda y se paralizó en su asombro. Se volvió hacia Maka. Esta canción… era su canción. ¿Cómo fue que ese sujeto se había metido en su cabeza?

«Mi muñeca a raudales se desangra».

«Ojalá pronto llegues, dicha eterna».

La canción llegó abruptamente a su fin. A Crona se le atascó la respiración en la garganta. Su cabeza trataba de formular algún pensamiento coherente. Trató de decir… algo. Maka se le quedó viendo, atenta.

—Lo entiendo… y él lo entiende —este individuo, ¿Gerold…?—. Ya caí en cuenta de a qué te referías. Es como si él estuviera diciendo lo que yo siento.

—Es lo que la escritura puede hacer —dijo Maka, sonriendo—. Puede llegarle a alguien. ¿No te hace un poco de ilusión?

—Sí. ¿P-puedes poner otra?

Maka puso play a otra canción. Crona se sintió débil y fuerte a la vez. No pudo discernir todas las palabras. Ni siquiera la mitad. Pero percibió la ira. El anhelo. El hombre hizo de su propio acompañamiento una resonante armonía. Se notaba que deseaba algo. Las guitarras y los tambores, y las pisadas y todos los instrumentos que Crona desconocía también se unieron en dicho ardor.

Cantó acerca de querer besar a alguien con abandono. Crona volvió a sentir el calor aumentándole en las mejillas. Miró la cara enrojecida de Maka. La música les hizo acercarse cada vez más. Fue algo insólito.

—Está diciendo exactamente lo mismo que siento.

Maka le vio a los ojos y sonrió tímidamente. Junto a la música, Crona sintió el alma de Maka acercándose a la suya. El anhelo también residía dentro de ella. Sintió su propio corazón latiendo con el de Maka y se dio cuenta de todas las ansias que ella tenía de compartirle esto: una parte que había dejado sellada hasta ahora. Una parte de ella que nunca antes le había mostrado. Su resonancia vaciló dudosa.

Crona quería hacer uso de la palabra tal como ese hombre lo hacía, invitando a Maka a mostrarle todo, a despojarse de todo hasta que únicamente permaneciera su alma. Pero este poema se había convertido en música. Era mucho más potente que cualquier cosa que Crona pudiera plasmar en tinta. Intentó que su alma la alcanzara. En su lugar estiró una mano. Maka la tomó con fuerza.

—Creo que yo también siento lo mismo —dijo ella.

A Crona la canción le palpó el corazón. Hablaba de un amor pidiendo a gritos ser correspondido, atravesando un océano. El alma de Maka yacía en el horizonte. Sus labios yacían aún más cerca. Un invisible tira y afloja les fue acercando. Crona se inclinó hacia adelante y entonces se percató de lo que estaba a punto de hacer.

Se apartó de inmediato. Clavó los ojos en los de Maka y ella le devolvió una mirada intensa. Su alma estaba justo allí, preguntándole si el sentimiento era mutuo.

«Sí», el alma de Crona respondió. «Es a ti a quien quiero, Maka. Te amo».

Maka cerró la brecha, y el contacto de sus labios fue una sensación que se apoderó de todas las demás, dejando inaudible a la música durante unos instantes. El cuerpo de Crona se movió al son de la melodía mientras le regresaba el beso. No hubo necesidad de pensar. La canción habló por su corazón. Sintió que surcaba los cielos. Su aliento se mezcló con el de ella. Crona saboreó una sensación salada: estaban llorando, cada emoción les inundó al unísono.

Maka continuó besándole, y Crona la sostuvo en sus brazos. Apenas logró escuchar las palabras, pero la canción en sí tenía alma propia. El sol brillaba en lo alto, las olas resplandecían por debajo. Crona sintió su corazón rebosando a tal grado que tenía la certeza de que pronto explotaría.

Sus omóplatos fueron los que estallaron. Ragnarok emergió con ímpetu. Se lanzó hacia enfrente con una sonrisilla macabra.

—¡Mucha ropa! ¡Sácate la blusa! —bramó el fanfarrón.

Maka lanzó un grito. Le dio un empujón a Crona para hacerles retroceder y se pegó a la pared, abrazándose el pecho a modo de protección. La música se detuvo. Ragnarok se rio burlesco. Crona tensó los hombros. El mundo se vino abajo.

—Por qué —cuestionó Crona, volteando los ojos para ver a Ragnarok—, tienes que ARRUINARLO TODO —agarró a Ragnarok por el cuello (otra canción empezó a sonar), y le dio unos trancazos contra la pared (al tiempo que sonaban los tambores). Pudo sentir el dolor ascendiendo por su propio sistema nervioso. Le importó un bledo—. ¡CÁLLATE, PUTO!

—Quién es puton-AHH —chilló Ragnarok, asfixiándose. Le dio un puñetazo a Crona en la nariz, quien se quedó en blanco y después le regresó el golpe.

Escuchó vagamente un clic. Con eso la música se detuvo. Maka se paró frente al estéreo, avergonzada. Se les quedó viendo.

—¿Quieren que les dé su espacio o…?

—¡No! —gritó Crona—. Perdón…

—No es tu culpa —masculló Maka. Su rostro estaba colorado.

Crona intentó que Ragnarok se volviera a quedar guardado. No tenía por qué estarlo aguantando.

—Que- ¡AAGH! —Ragnarok le zarandeó la nariz—. ¡BASTA! ¡NO ES MOMENTO PARA ESTO!

—¿Qué piensas hacer, eh? —Ragnarok dejó ver una sonrisa dientuda—. Si vas a estar chupando bocas, ¡más te vale dejar algo para mí!

Maka se estremeció. Crona dio un paso adelante.

—¡No te me acerques, bicho asqueroso! —le gritó. Crona retrocedió—. ¡No! ¡No me refería a ti!

Pero ya era demasiado tarde. El mundo se vino abajo con un trastazo. Todo se derrumbó. Había pensado que estaba volando pero en realidad había caído en picada. Y se había estrellado directo en la cara.

—Ya me tengo que ir —dijo. Su voz no sonó perturbada.

—¡¿Eh?!

—Nos vemos, Maka.

El aire penetró en su cabeza como olas chocando contra las rocas. Si Maka le llamó, no la escuchó. Crona abandonó la calidez del hospitalario apartamento, adentrándose en la fría humedad del exterior. Había oscurecido. Le dio igual. Deambuló hasta llegar a un callejón, asegurándose de no tener compañía adicional.

—Ja. ¿En serio te largaste? —preguntó Ragnarok—. Vaya enclenque tan más cobarde.

—No, vine aquí para hablar contigo —la voz de Crona permanecía serena y estable. La comisura de sus labios se torció en una sonrisa. Tiró de la cabeza de Ragnarok y le retorció su cuerpecillo para azotarlo contra la pared—. Solo voy a decir esto una vez. Ya me harté de que siempre me estés mangoneando. Pensándolo bien, creo que tendré que repetirlo varias veces.

Ragnarok se volvió líquido y se escurrió atravesándole los dedos. Hizo erupción más bruscamente que de costumbre; un lacerante escozor se había abierto paso en el cuerpo de Crona, quien se topó con su propio rostro aplastado contra la pared.

—¡Tú no eres quién para amenazarme!

—¡VETE ACOSTUMBRANDO!

—¡No puedes hacer esto! —un dolor punzante se le propagó a Crona por los brazos. Sus extremidades se agarrotaron y doblaron dolorosamente contra su voluntad. Varios tendones se elongaron de manera anómala desde los dedos. Uno de sus hombros amenazaba con dislocarse. Su cuerpo no estaba bajo el control de nervios, músculos ni huesos; la sangre había tomado el control y no tuvo reparo alguno en causarles daño y destrozarlos. Crona no se podía mover. Había sido presa de su propio cuerpo—. ¡Métetelo en la cabeza!

El pánico le emergió desde el pecho a través de una risilla alterada.

—Pues nos voy a matar a los dos. Me vale.

Ragnarok se tranquilizó —eso pareció pegarle un susto—. Crona se enderezó, pero no pudo cantar victoria. Solo se sintió como un trozo de mierda. Se aferró a sus brazos y regresó a la academia, descendiendo nuevamente en la oscuridad.

Pero no toleró permanecer allí, ya no lo soportaba. Después de lo que pudieron haber sido minutos u horas de un febril ir y venir, corrió de vuelta por las escaleras y se precipitó por las calles de Death City en dirección al apartamento de Maka. Se detuvo bajo la ventana de ella. Las luces estaban encendidas. Dos siluetas fueron visibles, una de ellas con cabellera puntiaguda.

Soul había regresado. Crona tensó la mandíbula. No podía hacerlo. No podía volver ahí.

Para todo lo que alardeó, ni siquiera fue capaz de plantar cara.

...

Notas

Un mogollón de gracias a mi hermana RL por escribir el único poema que no estuvo malísimo en este capítulo, el de la lluvia. Y a mi otra hermana por los lyrics falsos de MCR. Y a Ren por el segmento de body horror. Y a Quim por recomendar canciones de MCR para el capítulo y por describir la experiencia de escucharlas. Nunca había escrito un primer beso entre este par en mis otros fics de croma, ¡así que dejé salir lo que me venía guardando!

Tengo planeado proveer aloe vera para el siguiente capítulo, por la forma en que terminó todo esto. Spoiler: Crona y Maka van a estar juntes y tendrán muchos momentos bonitos. ¡Habrá angst pero también fluff! Las penas con fluff son menos.