Pues como lo dije, la inspiración anda rondando así que aquí les traigo la actualización de esta historia.

Mil gracias a todos por leer, por los comentarios, likes, kudos y estrellitas. Se los agradezco de todo corazón.

Recuerden que vamos un tanto lento pero seguro con en esta trama jajaja.

Espero que les guste y puedan perdonar cualquier error.


David llegó a la celda justo cuando Maléfica desapareció sólo para ver con disgusto y horror a la reina tendida en el suelo

- ¡¿Pero qué carajos están haciendo?! - corrió al lado de Regina y tomó entre sus manos el bello rostro que estaba contraído en una mueca de dolor constatando además la presencia de lágrimas y se veía un tanto pálida

- Es un hechizo. La hemos dejado sin magia - respondió Azul con neutralidad

- No es una maldición de dormir, ¿cierto? - preguntó horrorizado ante la idea de que su bebé jamás nacería porque era obvio que la reina no tenía amor verdadero y por ende, nunca despertaría

- No, es únicamente para quitarle la magia - aclaró el hada Suprema y lo vio levantar a Regina en brazos con extrema facilidad

- La pudieron lastimar. A ella y al bebé - le dijo molesto, pero en los azules ojos se podía ver lo furioso que estaba

- Esa no era la intención. Los dos están bien - explicó el hada, pero David le dio la espalda y avanzó saliendo de la celda.

Bajó las escaleras sabiendo perfectamente que Azul venía tras él. La escuchó repetir que tanto Regina como su bebé estaban bien, pero estaba demasiado molesto como para tranquilizarse tan pronto.

Al pie de la escalera, se encontró con una no muy contenta Reina Snow

- Tú lo sabías, ¿cierto? - le preguntó a su esposa con recelo, pasando por un lado de ella

- Yo se lo pedí a Azul - respondió orgullosa y altiva. El hada se paró junto a ella.

El Rey se relamió los labios con furia haciendo un esfuerzo por entender a Snow

- A partir de este momento todo lo que tenga que ver con Regina lo decidiré yo - habló autoritario

- Sí, Majestad - respondió Azul al instante, como la fiel servidora del Reino Blanco que era

- ¿Cómo? - preguntó la Reina. Eso era lo único que le faltaba, que su marido, aparte de haberse follando a su enemiga y embarazarla, estuviera estableciendo que él se haría cargo de la misma

- Mientras lleve a mi hijo en el vientre, las decisiones sobre ella las tomo yo - volvió a decretar y no espero por respuesta.

Se dio la vuelta y comenzó a alejarse rumbo a la habitación que sabía era la designada para Regina.

Snow trató de ir tras él, pero el hada la detuvo

- Todo estará bien. Confía - pidió Azul convencida de sus propias palabras, aunque sabía bien que la ex princesa no lo creía.


Entró a la lujosa, amplia y elegante habitación que se veía acogedora y eso le gustó. Tenía, además de la cómoda cama, vestidor, tocador, un balcón que daba al mar y un pequeño comedor.

La recostó con cuidado en la cama y tomó una manta para cubrirla hasta la cintura

- ¿Cuándo va a despertar? - preguntó molesto en cuanto sintió la presencia de Azul en la alcoba y luego volteó a verla

- El dejarla sin magia ha sido algo traumático para su cuerpo. Posiblemente no lo haga hasta mañana - respondió

- ¿Y así quieres que te crea que nada le va a pasar a mi hijo? - preguntó incrédulo. Le parecía inconcebible que sabiendo que Regina estaba embarazada le hubieran expuesto a algo que se veía claramente fue doloroso para ella

- Te aseguro que el bebé está bien, Majestad. Lo único que hicimos fue dejarla sin magia sin afectar al pequeño - volvió a aclarar tratando de quitarle esa idea de la cabeza al Rey

- ¿Y si el bebé tiene magia? - preguntó relamiéndose los labios con algo de ansiedad mientras apretaba una de sus manos en un puño al tiempo que, con la otra, aún tocaba la cama.

Hasta ese momento, no había pensado en esa posibilidad, pero era muy probable dado que la reina poseía magia

- Si fuera así, la magia del bebé no se vería afectada - aseguró y David asintió pensativo, pero no se le veía muy convencido - He puesto un hechizo sobre el Castillo, para que todo aquel que salga olvide que Regina está aquí y que además espera un hijo tuyo. Recordarán al volver. Las únicas personas excluidas del hechizo somos nosotros - le informó mientras movía su varita haciendo que las ropas de prisionera de la reina cambiaran por un negro camisón de dormir.

David volteó a verla y le miró con gratitud para luego volver su atención hacia la mujer que yacía dormida en la cama

- ¿Tú, Snow y yo? - preguntó con interés mientras pensaba en que esa, era una buena idea si el plan en verdad era hacer pasar a ese hijo suyo como heredero del Reino Blanco.

Aunque muy en el fondo dudaba que eso fuera a funcionar y si era honesto, en realidad la idea le comenzaba a parecer pésima

- Sí - confirmó - El hechizo prevalecerá mientras Regina permanezca en el Castillo. Si llega a abandonarlo se romperá - explicó el hada Azul.

David, con la mirada fija en el pálido semblante de la durmiente reina, soltó un largo suspiro mientras mil pensamientos y dudas invadían su mente.


La mañana llegó encontrando en el comedor a un desvelado Rey a quien le fue imposible conciliar el sueño durante la noche.

Cuando abandonó la habitación de Regina se fue directo a la suya que estaba enseguida de la de Snow, a la cual, decidió no entrar porque estaba muy molesto con ella por lo sucedido y no quiso siquiera verla.

Es que no le cabía en la mente que se atreviera a aceptar que le quitaran su magia a la reina sin que él estuviera al tanto de cómo y cuándo lo harían siendo que un hijo suyo estaba de por medio.

No se pudo quitar de la mente la imagen de Regina tendida en el frío suelo de la celda, con el semblante pálido y el bello rostro contraído en una mueca de evidente dolor.

Sólo esperaba que de verdad tanto ella como el bebé que llevaba en el vientre estuvieran bien, de lo contrario, estaba seguro que habría serios problemas entre él, su esposa y el hada Azul que cargaba con un exceso de confianza inaudito ante la situación que estaban viviendo.

Imágenes de todo lo que estaba por venir estuvieron invadiendo su mente durante toda la noche impidiéndole dormir. Y ahora estaba ahí en el comedor muy temprano, tratando de desayunar algo, esperando a que Snow apareciera, aunque no se sentía con muchas ganas de verla.

Suspiró nostálgico.

¿Cómo era que lo que se suponía era su final feliz con su amor verdadero se había convertido en una pesadilla?

Lo peor es que era algo que no comenzó con el embarazo de Regina, eso sólo vino a complicarlo todo. Era como la cereza del pastel y por eso no entendía la posición y el actuar de Snow y entendía mucho menos el optimismo de Azul.

Estaba absorto en sus pensamientos cuando un preocupado guardia llegó buscándole

- Majestad - hizo la debida reverencia - El hada Azul solicita su presencia urgente en los aposentos de la Reina Malvada - informó.


La mañana para Regina también había llegado tan pronto como el sol salió anunciando el nuevo día que, a su parecer, no tenía nada de bueno. Estaba en su antigua habitación de ese palacio, en ese lugar que no le traía buenos recuerdos precisamente.

Se levantó con cuidado percatándose que llevaba un camisón negro de dormir y no necesitaba ser adivina para saber que era obra de Azul.

Magia… su magia no estaba.

Ni siquiera intentó invocarla porque recordaba a la perfección que renunció a ella como parte de un trato con los nuevos Reyes del Reino Blanco a cambio de que no le separaran de su bebé.

No sabía si había hecho lo correcto al aceptar el trato, sólo estaba segura que por esa vida que llevaba en el vientre estaba dispuesta a todo.

Con su característico y elegante andar se dirigió al pequeño balcón que daba hacia el mar como un pequeño recordatorio de que era imposible tratar de escapar. Era algo que notó cuando recién le fue asignada esa habitación después de convertirse en la Reina de ese lugar.

Cerró los ojos tomando aire profundamente pensando en cómo demonios había terminado justamente ahí de nuevo.

En esa habitación que fue como una prisión para ella, en ese Castillo donde siempre se le hizo a un lado, donde fue ignorada a no ser que fuera para cumplir su obligación como esposa del Rey o cuando la mimada de Snow demandaba pasar tiempo con ella sin importar si quería o no.

Agradecía en el alma que ese despreciable hombre estuviera muerto y que la ex princesa no estaba precisamente interesada en pasar tiempo con ella. Por el contrario, estaba segura que la quería muy lejos porque ahora, aparte de ser enemigas, estaba embarazada del que se suponía era el amor verdadero de la otra.

Por Dios, ¿cómo es que ella, la Reina Malvada, había terminado embarazada del Príncipe Encantador?

No pudo ser de Graham o de alguno de sus encuentros ocasionales tiempo atrás.

¡No! ¡Tuvo que ser del maldito pastor!

Todo porque a ella se le antojó al verlo dándose placer y porque él se empeñó en demostrarle que sabía follar y no era aburrido haciéndolo. Al menos había sido un encuentro placentero. Debía darle el mérito al estúpido pastor por ello.

Sus tormentosos pensamientos fueron interrumpidos por la puerta de la habitación abriéndose sin anuncio alguno.


Mientras David caminaba apresurado por los largos corredores del Castillo se preguntaba brevemente por qué la habitación de Regina estaba tan alejada de todas las demás.

Y no le parecería extraño si la alcoba le hubiese sido asignada recientemente dadas las circunstancias actuales, el detalle era que esa había sido la habitación de la reina desde que llegó a vivir a ese lugar.


- ¡He dicho que se larguen! - Regina ordenó furiosa a las mujeres dentro de su habitación.

Le habían llevado desayuno que sólo hizo que se le revolviera el estómago y estaban empeñadas en que se pusiera un feo vestido que Snow había designado para ella

- Lo haremos en cuanto coma y se vista - argumentó Johanna, la antigua y fiel doncella de la Reina Eva y de Snow. Le habló con respeto, aunque se negó a llamarla por el título que por derecho le correspondía

- No lo haré - habló por entre dientes apretados comenzando a sentirse impotente.

Odiaba con todo su ser que la idiota de Snow quisiera que se hiciera su voluntad sobre ella, sin mencionar que el vestido era horrendo y por nada el mundo se lo pondría

- Son órdenes de la Reina - insistió la doncella mayor

- Pues ve y dile a esa idiota que no haré lo que ella quiera. Ya no tiene doce años y, por fortuna, el desgraciado de su padre está muerto - espetó con repudio

- No hable así del difunto Rey - exigió indignada y las otras doncellas salieron apresuradas de la habitación

- Te guste o no querida Joahnna, Leopold era un maldito miserable que merecía morir - hizo una mueca de absoluto desprecio al mencionar el nombre de su ex marido

- Suficiente - dijo un fastidiado Graham al entrar. Estuvo escuchando desde la puerta y decidió intervenir antes de que la discusión se pusiera más intensa

- ¿Qué demonios haces tú aquí? - preguntó Regina bastante sorprendida de verlo. Le parecía absurdo que él, el cazador, estuviera ahora al servicio del Reino Blanco

- Soy el guardia a tu cargo - le miró serio - Desvístete - ordenó mientras tomaba el vestido sobre la cama

- ¿Acaso perdiste la razón? - preguntó la reina con incredulidad - ¡No! - respondió enojada

- No estoy preguntando. ¡Hazlo! - la agarró de los brazos y el forcejeo no se hizo esperar ocasionando que Johanna saliera casi corriendo de la habitación

- ¡Suéltame! - exigió Regina y de pronto tuvo el rostro molesto del guardia muy cerca del suyo mientras era sujetada con fuerza casi excesiva

- Has estado desnuda muchas veces frente a mí, no veo cuál es el problema ahora - dijo tratando de desvestir a la reina quien no dejaba de resistirse - Y lamento mucho comunicártelo, pero no estás de vacaciones en el palac… - un sonido poco digno fue lo siguiente que emitió porque Regina acababa de golpearle en la entrepierna con la rodilla.

Se encogió tratando de alivianar el agudo dolor y entonces, sintió que la reina tomaba la espada que portaba como parte de su armamento como guardia del Reino.

Alzó la mirada y ella ya le amenazaba con el arma

- Largo de aquí - ordenó Regina muerta de rabia por lo que Graham intentó hacerle

- Ni siquiera sabes usarla - se rio burlesco de ella y luego soltó un fuerte quejido de dolor porque la reina le encajó un poco la punta en el hombro sacándola de inmediato

- Soy rápida aprendiendo - presumió tratando de reprimir la ansiedad que le causaba el estar en una situación así sin su magia - No veo complicado el atravesarte el corazón con esto - le colocó la punta justo en el pecho con determinación, segura de lo que hacía.

No iba a permitir que nadie la humillara. Estaba ahí para cumplir con un trato, no para dejar que abusaran de ella de ninguna forma.

Ya había sufrido mucha humillación a lo largo de su vida y no estaba dispuesta a estar en la misma posición por más en desventaja que estuviera. No era la misma joven de diecisiete años que llegó a ese Castillo tiempo atrás. Había demasiado daño y oscuridad de por medio.

Graham tenía la respiración acelerada, algo confundido por lo que estaba sucediendo ya que nunca esperó una reacción así por parte de Regina. Aun así, con la mirada dura clavada en la de la reina, tomó rápidamente la espada del frío metal arriesgándose a hacerse una herida, se puso de pie aferrándola por la cintura para darle la vuelta y tenerla de espaldas contra su pecho logrando quitarle el arma para arrojarla sobre la cama.


David llegó al pasillo donde estaba la habitación de Regina y se preocupó verdaderamente al escuchar gritos provenientes del lugar y al ver a varias doncellas y guardias en la entrada.


- ¡Ya! ¡Déjame! - exigió la reina forcejeando nuevamente con el estúpido y traicionero cazador que la había sujetado de ambas muñecas con las ásperas manos y trataba de llevarlas hasta su pecho a fin de someterla

- No hasta que… -

- ¡Suéltala! - ordenó David en cuanto puso un pie dentro de la habitación y vio la escena.

De inmediato Graham hizo lo solicitado y recibió un golpe de Regina en el pecho que no le causó dolor alguno

- ¿Estás bien? ¿Te lastimó? - preguntó un preocupado David acercándose un poco a la reina

- No soy una damisela en peligro, pastor - le respondió para detenerle de llegar hasta ella e hizo una mueca de fastidio ante la pregunta. Como si de verdad él estuviera preocupado por ella

- ¿Qué está ocurriendo? - preguntó viendo cómo la reina se sobraba las muñecas

- Snow ordenó la presencia de Regina en el salón donde se tratan los asuntos del reino - respondió el cazador mirándola de reojo - Pero se niega a comer y a vestirse - señaló el vestido que seguía sobre la cama junto con su espada

- Ya te dije ¡que no voy a ir! - replicó Regina estampando un pie en el suelo

- ¿Por qué estás herido? ¿Y por qué no traes armadura? - preguntó frunciendo el ceño, desconfiando de las intenciones de Graham

- Es sólo un rasguño - respondió revisando su propia herida - Decidí acudir sin armadura porque, ya sabes, no es como que, sin magia, Regina sea un peligro - dijo mientras la miraba fijamente ahora y pasaba su mano por la herida que tenía en el hombro

- Retírate - pidió David al cazador después de asentir con la cabeza a modo de entendimiento

- Debo cumplir con lo que la Reina me solicitó - argumentó el otro negándose a hacer lo solicitado

- Pues esta es una orden de tu Rey - habló con calma, pero la verdad estaba muriendo de rabia por dentro. No le agradaba el cazador, mucho menos cerca de Regina, y saber que Snow le había enviado le hacía enfadarse aún más

- Majestad - inclinó su cabeza, tomó la espada de la cama y comenzó a salir

- Graham - le detuvo justo en la puerta - La próxima vez que te acerques a Regina o que te atrevas a tocarla sin mi consentimiento habrá graves consecuencias - advirtió el ex príncipe.

El cazador se giró hacia él para encararlo

- Si Snow me pide… - trató de debatir una vez más

- Ella sabe bien que aquí el que da las órdenes con lo referente a Regina, soy yo - aclaró y le dedicó una pequeña, pero nada sincera sonrisa

- ¿Cómo? - preguntó la reina volteando del cazador al ex príncipe. No es que no había escuchado, es que esperaba haberlo hecho mal

- Anoche quedamos en que yo me haré cargo de ti - le explicó

- Lo que me faltaba, estar otra vez a merced del inútil pastor - comentó con fastidio. Puso la mano izquierda en su estrecha cintura mientras la derecha la usaba para acomodar un mechón de cabello sobre su rostro.

Graham se relamió los labios y apretó las manos en puños, pero sólo se limitó a asentir para luego retirarse cerrando la puerta tras él y dejándolos solos

- ¿Dónde está Azul? - preguntó tratando de ignorar los desplantes de Regina ante su oportuna intervención

- ¿Acaso soy la niñera de la polilla? - preguntó sarcástica cruzándose de brazos, con una tenue sonrisa burlesca en los labios.

David tomó aire profundo y lo soltó ruidosamente, tratando de no caer en la provocación de Regina

- Me dijeron que me llamaba hasta aquí. Pensé que la encontraría - respondió a la defensiva - ¡Azul! - alzó la voz, solicitando la presencia del hada suprema que al instante se hizo presente en la habitación

- Majestad - hizo una pequeña reverencia para ambos, aunque sabía bien que la reina no lo tomaría así

- ¿Por qué si sabías que estaba ocurriendo esto con Regina no hiciste algo antes de que yo llegara? - preguntó al hada con un ligero tono de reclamo

- Sólo sabía que la presencia de Regina en el salón de asuntos reales fue requerida a la doncella Johanna y me pareció prudente que estuvieras al tanto - explicó Azul de forma natural y neutral

- Sí, claro - Regina soltó una pequeña risa al hablar, haciendo evidente que le parecía absurdo lo dicho por el hada

- ¡Johanna! - David llamó a la doncella sin dejar de ver a la indignada reina que se había vuelto a cruzar de brazos y miraba altiva hacia otro lado a fin de evitar verle - ¿Qué fue lo que sucedió? - preguntó en cuanto la mujer estuvo dentro de la habitación

- Le trajimos desayuno e intentamos que se vistiera con el vestido que la Reina designó para ella, pero se negó a ambas cosas - explicó mientras le lanzaba una mirada de acusación a la reina, aunque ella no le miraba de vuelta

- No voy a ponerme ese vestido. Es horroroso - habló sin molestarse en voltear a verlos

- ¿Y Graham? - preguntó el Rey a la doncella

- Él intervino. Trató de ayudarnos - defendió al cazador que podía notar que no era bien visto por David - Pero ella lo atacó - acusó a Regina quien comenzó a reírse de forma burlesca.

No estaba interesada en justificar sus acciones con el pastor como si fuera obligación darle explicaciones de lo que hacía y lo que no

- Gracias, Johanna. Puedes retirarte - le dijo a la mujer mayor que simplemente asintió, hizo una reverencia y salió de la habitación.

Entonces Azul movió su varita, la puerta se cerró tras la doncella, el vestido que llevaron desapareció de la cama y las ropas de dormir que Regina portaba cambiaron por su elegante y entallado vestido rojo con negras aplicaciones en el escote, cintura y muñecas. El largo cabello quedó recogido en un peinado digno de la reina que era.

Los ojos de David se abrieron un poquito más de lo normal al ver a Regina vestida así. La había visto muchas veces con vestidos elegantes y llamativos, pero ese en especial la hacía lucir espectacular.

Mientras Regina miraba su ropa algo sorprendida por el gesto del hada Azul, ésta cambió el desayuno que las doncellas habían dejado en la pequeña mesa por uno que sabía sería del agrado de la embarazada reina

- He dejado más vestidos de tu agrado y estilo en el guardarropa. Te estaremos esperando en el salón de asuntos reales cuando estés lista - indicó Azul a Regina con una tenue sonrisa en los labios que no fue correspondida por la aludida.

Se dio media vuelta y le indicó a David con la mirada que le siguiera fuera de la habitación a fin de dejar a la reina sola y tranquila después de la desagradable situación.

Regina sólo se limitó a verla salir de la habitación y en cuanto cerraron la puerta la angustia se apoderó de ella. Se precipitó un poco hacia ahí, pero se detuvo y calmó cuando no escuchó el cerrojo, señal inequívoca de que podía salir en el momento en que quisiera.

Se abrazó un momento a sí misma y se sobo un poco los brazos. Esa habitación le traía muy malos recuerdos y el que esa puerta estuviera cerrada bajo llave era uno de ellos.

Cerró los ojos y soltó el aire que acababa de inhalar. Los abrió y se dirigió a la mesa para inspeccionar los alimentos que el hada puso para ella. Se veía apetitoso, no lo podía negar y no es que tuviera muchísima hambre, pero estaba embarazada y sabía que debía alimentarse por su bebé.

Así que se sentó y comenzó a comer despacio, esperando que la comida no le causara malestar.


- ¿Ya me vas a decir por qué no ayudaste a Regina si sabías que algo estaba pasando? - preguntó David al hada mientras se dirigían al salón de asuntos reales

- No sabía con exactitud qué pasaría, pero tratándose de Regina era seguro que algo malo iba a suceder, por eso lo hice. Y no intervine porque solicitaste explícitamente ser tú quien tomara las decisiones sobre ella - se justificó y lo escuchó resoplar

- Bueno, la próxima vez a parte de avisarme, ayúdala si lo necesita - le solicitó

- Se hará cómo tú lo desees, David - respondió servicial

- ¿Por qué estás actuando así? - preguntó desconfiado

- ¿Así como? - preguntó Azul deteniéndose justo en la entrada del salón al que se estuvieron dirigiendo

- ¡Así! - dijo el Rey un poco exasperado - Como si nada malo estuviera pasando y aceptando a Regina sin más - explicó con el mismo énfasis

- David, estás haciendo lo correcto. Créeme cuando digo que todo saldrá bien. Confía - pidió Azul poniendo una mano sobre uno de los brazos de él.

EL Rey le miró y sonrió de medio lado

- Espero que de verdad tengas razón - dijo nostálgico porque de verdad ni siquiera él sabía lo que estaba haciendo.

Tomó aire profundamente y abrió la puerta para entrar al salón

- ¿Dónde está Regina? - preguntó Snow entre molesta y a la defensiva porque ya estaba enterada de lo que había pasado

- Mejor dime, ¿por qué enviaste a Johanna y a Graham cuando dije que sería yo quien me haría cargo de todo lo referente a Regina? - reviró la pregunta

- Porque hay cosas que no podrá hacer por ella misma. Tú no lo entiendes, pero la realeza está acostumbrada a tener gente a su servicio y en su caso, magia que ya no tiene - explicó buscando dar una buena razón para lo que había hecho a sabiendas de que con ello haría enfadar a su esposo.

Las facciones del Rey se endurecieron un poco cuando la escuchó. No esperaba que usara su humilde condición de pastor para explicarle algo de la realeza a la que se suponía ahora pertenecía.

Estaba acostumbrado a ello, pero no viniendo de la mujer que se suponía era su esposa y amor verdadero

- Que sea la última vez que mandas a esa mujer o al estúpido cazador con Regina o que te metes con algo referente a ella - advirtió David haciendo notar su enfado

- No fue mi intención que se molestara con la presencia de Johanna ni que Graham quisiera desnudarla para que se vistiera - se justificó rápidamente

- ¿Qué la desnudara? - preguntó incrédulo - ¿Pero en qué estabas pensando cuando lo mandaste con ella? - esta vez la pregunta la hizo con tono de reclamo. La vio abrir la boca para hablar, pero no la quiso escuchar - Llevaba una espada. Regina está embarazada, el hijo que lleva en el vientre es mío, y si algo le pasa por tu inconsciencia nunca te lo voy a perdonar, ¿me oíste? - le advirtió enfurecido

- ¿Es así como agradeces que me preocupe por ella? - preguntó sorprendida por la actitud que David estaba tomando - Fue Regina quien hirió a Graham - aclaró en un intento porque su esposo se diera cuenta que estaba equivocado en cuanto a la Reina Malvada.

El Rey tenía una mano en su boca y la quitó para hablar

- ¡Me alegro que se defendiera! - exclamó y luego soltó un suspiro - Tú y yo sabemos que no les enviaste con buenas intenciones - le dijo, pero su tono de voz se escuchó cansado.

Snow también estaba embarazada de un hijo suyo, además estaba lidiando con el hecho de que él se acostó con otra mujer, que resultaba ser la peor enemiga de la ex princesa, y encima de todo la embarazó y ahora estaban todos bajo el mismo techo.

En verdad quería entenderla, pero era difícil cuando hacía cosas que podían poner en riesgo la vida de su otro hijo.

Los ojos de la ex princesa se tornaron vidriosos por el sentimiento y el coraje

- Lo lamento - se disculpó y aclaró su garganta tratando de contener las lágrimas - Entonces ¿quién se hará cargo de asistirla? - preguntó con interés buscando una respuesta que no deseaba escuchar

- Yo - respondió David sin más.

No había nadie en el Castillo, a excepción de él y Azul, que viera de buena forma a Regina y pudiera tratarla con respeto.

La Reina asintió mientras se relamía los labios con coraje, decidiendo que no quería discutir más al respecto. No quería alejar a David, mucho menos llegar al punto donde él eligiera a Regina en vez de a ella.

Se obligó a sí misma a avanzar y tomó de las manos a su esposo que se podía notar seguía molesto

- Te prometo que lo voy a respetar - le sonrió tenuemente y él le respondió asintiendo.


La reina abrió la puerta de su habitación y sintió verdadero alivio al constatar que efectivamente estaba abierta, que podía ir y venir de ese lugar sin restricción.

Salió comenzando a caminar con dirección hacia donde sabía que la estaban esperando para empezar a cumplir con su parte del trato que había hecho. No tenía más opción que aferrarse a la esperanza de que le dejaran estar con su bebé cuando naciera.

Mientras caminaba y pensaba, puso una mano sobre su aun plano vientre y sintió como las lágrimas comenzaban a agolparse en sus ojos ante la realidad que estaba viviendo. En ese Castillo de nuevo, como una prisionera, aunque realmente no lo era, pero Regina no veía ninguna diferencia.

Se detuvo un momento frente a las puertas de la habitación que perteneció en vida al difunto Rey. La respiración se le comenzó a acelerar y sin voltear a ver, corrió un poco buscando alejarse lo más pronto posible de ahí.

Siguió andando a paso acelerado cayendo en cuenta que no estaba encontrando absolutamente a nadie en su trayecto. Como si todo el mundo supiera que recorrería esos pasillos y estuvieran evitando encontrarse con ella.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando estuvo frente a la puerta de ese salón. Tomó aire preparándose, alargó la mano, pero antes de poder tocar la puerta ésta se abrió.

Avanzó a paso lento, pero decidido, con ese elegante andar que tanto la caracterizaba como la reina… o la Reina Malvada para ellos.

Ahí dentro, esperando por ella, estaban Azul, David y Snow. Esta última no se veía muy feliz de verla y la entendía. A Regina tampoco le gustaba tener que verle la cara a la odiosa princesa que pretendía ahora ser Reina.

Por su parte, el Rey quedó hipnotizado cuando la vio entrar y caminar de esa forma tan elegante y sensual. Se veía bellísima en ese vestido rojo que no hacía más que enmarcar la envidiable figura que poseía.

La cintura se le veía diminuta y el trasero perfecto. Oh por Dios ese bello trasero que tuvo la dicha de tener entre sus manos aquel día en el bosque.

Ese día que sin saber marcó el destino de todo ellos y era la razón por la cual ahora estaban ahí

- Gracias por venir - Azul fue la primera en hablar y con un gesto de la mano le indicó que tomara asiento tras el escritorio donde estaba una pila de documentos aguardando por ella para ser atendidos, porque Snow y David, eran incapaces de hacerlo a pesar de ser los gobernantes del reino

- ¿Ustedes qué hacen aquí par de idiotas? - preguntó Regina a los Reyes. Los vio tensarse - Largo - hizo un ademán con su mano mientras se sentaba en la silla y tomaba posesión del lugar.

De inmediato el rostro de Snow se tornó molesto y comenzó a avanzar hacia Regina

- No tienes derecho de correrme de… - una fuerte mano tomó la suya y volteó encontrándose con una mirada de advertencia de su marido.

La reina se puso de pie apoyando sus manos en el escritorio

- Tú tampoco tenías el derecho de intentar humillarme enviando a esa mujer y a Graham a mi habitación con un vestido que sabías bien me negaría a usar - alzó una ceja mostrándose altiva, haciéndole ver a la ex princesa que la historia no sería la misma de años atrás

- No - negó de inmediato la acusación - Yo no… - trató de defenderse

- Ni siquiera tiene caso que trates de negarlo. Sabes muy bien a lo que me refiero y no estoy dispuesta a vivir así de nuevo - estrechó los ojos - Por fortuna tu padre está muerto - dijo mientras tomaba asiento otra vez

- Regina… - el tono de advertencia fue perceptible en la voz del Rey y se ganó una mirada fulminante de la bella mujer frente a ellos

- Fuiste tú quien lo mató - Snow habló como ausente mirando a su enemiga que sólo hizo una mueca de enfado ante su dolor y eso, la hizo enojar - Yo también me alegro que tu padre haya muerto - le dijo con odio

- ¡Snow! - David le llamó la atención, pero la Reina se dio la media vuelta para salir lo más pronto posible del salón.

Regina se le quedó mirando, aguantando el nudo en la garganta y en el estómago que se le formaron al escucharla decir eso, pero era tan orgullosa que no se iba quebrar enfrente de la polilla Azul y del príncipe pastor idiota.

No quería la lástima de nadie, mucho menos de ellos

- Si de verdad quieren que esto funcione, déjenme sola - solicitó Regina en la forma más neutral que le fue posible hablar y rogando porque desistieran de seguir hablando y se fueran lo más pronto posible

- Por supuesto - respondió Azul tomando a David de un brazo para sacarlo casi a rastras.

En cuanto salieron y la puerta se cerró, Regina colocó los brazos sobre el escritorio y se echó sobre ellos a llorar amargamente su dolor.


David no perdió tiempo y fue en busca de Graham a quien por fortuna encontró solo en los establos

- Me gustaría que habláramos de lo que sucedió esta mañana - dijo mirando al cazador que asintió acercándose a él - Estoy enterado de todo - aclaró para que no se le ocurriera omitir ningún detalle

- No hay mucho que decir. Snow me pidió fuera yo el guardia a cargo de Regina y me solicitó que se pusiera ese vestido a como diera lugar - le contó lo sucedido

- Por eso intentaste desnudarla - no fue una pregunta, fue una afirmación con tintes de reclamo.

Graham sonrió cerrando los ojos por un instante ante la actitud de David

- La he visto desnuda muchas veces. No tienes nada qué temer. A pesar de nuestras diferencias, no estoy interesado en aprovecharme de ella - le explicó y el Rey asintió pensativo - No volverá a ocurrir - ofreció sincero

- Eso espero - dijo David apretando los labios después

- Me refiero a que puedes confiar en mí para ayudarte a custodiarla. No la voy a lastimar - el Rey frunció el ceño y le miró como si hubiera dicho una locura - Seamos sinceros, Regina es una mujer muy difícil y las cosas con ella no serán nada sencillas - comenzó a explicar sus razones

- De momento prefiero ser sólo yo quien se encargue de ella - habló muy serio y autoritario, tratando de que entendiera y no llegar a amenazarlo de nuevo.

No lo entendía bien, pero le ponía los nervios de punta imaginar al cazador y a la reina juntos y a solas a sabiendas de que fueron amantes. Pero eso era sólo porque Regina esperaba un hijo suyo.

O al menos era lo que David quería creer

- Está bien - accedió Graham, pensando que lo mejor sería dejar pasar un tiempo para ganarse la confianza del otro

- Gracias - le dijo el Rey y salió de los establos sintiendo todo su ser hervir en una especie de injustificados celos y ni siquiera sabía bien por qué.

Y mientras esa plática se llevó a cabo, Snow estuvo contando y llorando lo sucedido, cobijada por Ruby, Granny y sus demás aliados quienes le daban la razón a la nueva Reina.


Horas más tarde, Regina ya había comido y decidió que era suficiente por ese día. Se sentía muy cansada, al parecer el embarazado le provocaba mucho sueño y necesitaba dormir un rato.

Se levantó del asiento y en cuanto lo hizo, tuvo que correr al baño a regresar su estómago y por Dios que esa era la parte que odiaba de estar embarazada. Los ojos le lloraban involuntariamente por el esfuerzo y la garganta le quemaba cuando el contenido de su estómago pasaba por ahí.

Regresó al salón y no pudo más, se recostó sobre el amplio sillón que había en el salón y se quedó dormida al instante, totalmente rendida.


Esta vez David fue al encuentro de Snow, consideraba que tenían una seria plática pendiente, y no se sorprendió de verla rodeada de los aliados del Reino Blanco

- ¿Podemos hablar? - le preguntó a su esposa

- Si es algo relacionado con Regina me parece que puede esperar - respondió la Reina a quien Granny tomaba de la mano demostrando su apoyo.

Los demás miraron al Rey de mala manera haciéndole saber que estaban a favor de Snow

- Bien - dijo para luego retirarse sin decir nada más

- Desvergonzado - le dijo la vieja lobo cuando el Rey ya no podía escucharle.


Caminó furioso por los pasillos. Estaba comenzando a experimentar una serie de sentimientos que no le estaban gustando para nada.

Se sentía como si estuviera en contra de todos y esperaba que fuera sólo su percepción y en caso de ser verdad, que fuese algo temporal porque no veía cómo iban a poder vivir así.

Decidió ir al salón de asuntos reales porque estaba atardeciendo y eso significa que Regina llevaba muchas horas trabajando. Pegó la oreja derecha a la puerta esperando escuchar algo, pero no tuvo éxito así que decidió entrar con cautela, pensando en que quizá la reina ya se había ido a su habitación y ahí estaba él de idiota viendo si necesitaba algo.

Se sintió realmente como un estúpido por un segundo, pero ese sentimiento se desvaneció cuando encontró a Regina profundamente dormida en uno de los amplios y largos sillones del salón.

Soltó un suspiro involuntario y cautivado por la bella imagen caminó cuidando de no hacer ruido porque no quería despertarla. Se colocó en cuclillas a un lado de ella cerca del hermoso rostro cayendo en cuenta que nunca la había visto así, con las expresiones relajadas y tranquilas.

Regina era en verdad la mujer más bella que sus ojos jamás habían visto, pero verla de esa forma la hacía lucir irreal.

No se pudo contener de fijar su mirada en los rojizos labios y por un instante las ganas de besarla le invadieron, pero pronto recapacitó arrepintiéndose.

Se burló mentalmente de sí mismo, no era como que Regina estaba bajo una maldición de dormir y necesitara un beso de amor verdadero para despertar. Y en todo caso, no era él quien podría hacerlo.

Sin embargo, sí se atrevió a llevar la mano derecha hasta el bello rostro y acariciar casi imperceptiblemente una tersa mejilla, asombrándose con la sensación que le pareció maravillosa.

Y de pronto, se quedó congelado en su sitio porque dos bellos ojos color chocolate le miraban fijamente.

Regina estaba despierta.