− ¿Puedo pasar? − preguntó Mikasa en cuanto Levi le abrió.
− Sí, pasa − respondió el capitán sin cambiar su expresión. Si estaba sorprendido por la visita de la azabache, no lo mostró, así que Mikasa se deslizó adentro y pidió sin introducción alguna: − Déjame ir contigo mañana.
− Ni hablar.
− Pero es un absurdo venir solo − a pesar del intento de la azabache parecer sensata y distante, una preocupación sincera resonó en su voz − O más bien el suicidio.
− Ya has visto el poder de nuestros enemigos − replicó Levi con calma − No quiero arriesgar la vida de los demás.
− Tu vida también vale.
− Aun así tenemos que intentarlo. Necesitamos más información para poder contrarrestarles a ellos.
− Lo sé. Pero esto no significa que tienes que ir tú solo. Déjame participar.
− No.
− ¿Por qué?
El capitán le echó un vistazo breve a la azabache. ¿Qué le podía decir? ¿Que no quería que ella muriera? ¿Que antes estuvo en una situación similar cuando cedió ante peticiones de sus amigos y ellos murieron en su primer combate? Sabía que después de lo sucedido con Eren Mikasa casi no apreciaba su vida. No podría convencerla no arriesgar solo para que él estuviera tranquilo, porque ella misma no lo estaba. La preocupación enorme, hasta una angustia se reflejaba en sus ojos ahora, cuando se encontraba enfrente de él. No había nada entre ellos aparte de pocas conversaciones, pero al parecer se bastaba para que Mikasa se sintiera un poco entrometida. Tal vez en otras circunstancias a Levi le gustara esto, pero ahora necesitaba que las cosas fueran hechas a su manera. Así que no le quedaba otro remedio a menos que destruir la idea misma de la azabache, para que dejara de preocuparse por él, aunque para ella no fuera agradable.
− Sé que te está pasando − le dijo inesperadamente frío − Necesitas a una persona para cuidarle. Antes era Eren, ahora tratas de hacerlo conmigo. Pero yo no lo necesito − la miró con todo el desprecio que podía expresar en este momento. Para conseguirlo tenía que olvidar que estaba en su cuarto con Mikasa y viajar mentalmente a subterráneo donde pasaban cosas horribles. Recordó a la gente que le había perseguido a Isabel, hasta pensó en Kenny cuando le había dejado. La azabache lo seguía mirando sin decir nada. No parecía estar afectada por sus palabras haciéndole al moreno añadir:
− Eres más miserable de lo que he pensado en ti.
− No necesito ninguna persona para cuidar − los ojos de Mikasa brillaron con un desafío mientras su voz se volvió firme − Solo no quiero que tú mueras.
− Todos mueren. ¿Por qué no estás preocupada por Armin o por Jan?
− Porque no intentan suicidarse − toda la inquietud previa de la azabache ya se desvaneció dejando el espacio para una tranquilidad seca.
− Si me matan, voy a llevarles conmigo − letalmente aseguró el capitán entornando los ojos.
− Déjame acompañarte y tus oportunidades de matarles aumentarán − ojos mirando a los ojos. La misma determinación − Si quieres morir lo más efectivamente, yo misma te ayudaré.
− No me vas a ayudar, me vas a molestar − la voz del moreno se volvió hasta más frío.
− ¿Y eso por qué? − Mikasa lo miró casi inofensiva − Si tú vas a matarles a nuestros enemigos, yo voy a matarles, juntos mataremos más.
− No quiero distraer mi atención en ti − siseó Levi de nuevo poniendo tanto desprecio en su voz que podía, pero la azabache solo se encogió de hombros:
− No la distraigas.
− Será imposible.
− ¿Por qué?
− Porque yo tampoco quiero que tú mueras − a diferencia de sus frases previas esta última afirmación del capitán salió con mucha menos hostilidad, causándole a la azabache llegar a conclusiones válidas:
− Entonces, no soy tan despreciable o miserable como dices.
Por un momento Levi se quedó callado mirando fijamente a Mikasa. ¿Ella no le habría creído desde el principio? ¿Sabría que la había lastimado a propósito? Definitivamente la subestimó. Pero a pesar de que ella venció este turno, igual no le permitiría participar.
− Vale, no eres despreciable − suspiró el moreno con resignación mientras su frialdad desapareció por completo − Eres muy terca. Pero aun así no vas conmigo.
− ¿Por qué? − el rostro de Mikasa también se suavizó, pero no parecía que iba a ceder.
− ¿Por qué tanto quieres ir? − el capitán decidió probarlo de otra manera.
− Porque no quiero que tú mueras.
− Ya veo, pero ¿por qué te importa?
Quería que ella misma se lo dijera. Así sería más fácil mostrarle que era un camino equivocado. Sabía que él le importaba, pero fueran cual fuesen los sentimientos de Mikasa o creencias de estos sentimientos, en realidad solo trataba de reemplazar a Eren.
− No lo sé − respondió lentamente la azabache ya con mucho menos seguridad. Incluso desvió su mirada de Levi, haciéndole al moreno acercarse a ella y apretar su hombro con la mano para volver el contacto visual.
− Mientes − le dijo en voz baja mientras su ojos estaban clavados en Mikasa − Lo sabes.
Había otro motivo por el que el capitán necesitaba escuchar la respuesta. En el fondo quería que la azabache se lo dijera no para debatirla, sino para creerla. Deseaba que le convenciera que él de verdad le importaba, porque ella sí le importaba a él. Hasta le gustaba con toda su inteligencia y serenidad.
− Miento − a pesar de que en ojos de Mikasa se reflejaban miles de emociones mientras le sostenía la mirada al moreno, su voz permanecía quieta − Pero no te voy a decir.
− ¿Por qué?
− Porque tú igual lo sabes.
Obviamente la azabache entendía que Levi trataba de demostrarle, de nuevo veía las cosas muy claras. De verdad era una chica muy lista, pero ahora precisamente a causa de su comprensión de la situación completa el capitán deseaba escuchar su respuesta aún más. Así que le replicó suavemente:
− No es un argumento. Si quieres venir conmigo, tienes que argumentar por qué es importante para ti.
Por un rato Mikasa se quedó callada. ¿Acaso Levi sabía que lo que estaba preguntando era su punto débil? Definitivamente no se lo diría de ningún modo, ya que el moreno la destrozaría con su respuesta. Le contestaría que ella se sentía sola por Eren y no había nada más que esto. Le diría que ella malinterpretaba su soledad y todo lo que sentía o pensaba que sentía no significaba nada. Pero aunque estuviera equivocada, no quería que Levi le arrebatara esto. Era lo único que le quedaba a Mikasa para poder sentirse viva, así que lo guardaría para sí misma. Entonces, ahora tenía que ceder, dado que no podía inventar otra razón convincente.
El capitán aún apretaba el hombro de la azabache cuya mirada desviada se volvió insegura. La vio vacilando, hasta a punto de renunciar a su petición. ¿Era tan importante para ella no responderle que decidió dejar el asunto por el que había venido? El moreno se acercó aún más quitando un mechón rebelde del rostro de Mikasa.
− ¿Por qué nunca dices lo que sientes? − la miró con suavidad, mientras la azabache estaba completamente perdida. Por un par de segundos Mikasa se permitió a sí misma no pensar, solamente hundirse en esta mirada ahora tan tierna. Después procesó la pregunta en su mente. No sabía la respuesta, pero entendió que Levi tenía razón. Mikasa nunca revelaba sus sentimientos a nadie, ni siquiera a Eren. No le dijo nada durante 10 años, así que él nunca supo lo que ella sentía por él. Cuando Eren había estado vivo, pensaba que no era importante. Y ahora era demasiado tarde.
− Llevas razón − la azabache bajó la mirada de nuevo − yo nunca... − su voz se quebró incontrolablemente − no le he dicho a Eren...
Enseguida sus ojos se inundaban de lágrimas. "Maldición" − el moreno se regañó mentalmente a sí mismo. No habría tenido que insistir en la confesión de Mikasa. No esperaba que llegaran a esto.
− Lo siento − le dijo con compasión y la abrazó.
"No, no lo hagas" − pensó Mikasa, sabiendo qué pasaría después. Porque así en los brazos cálidos de Levi iba a aflojarse por completo olvidando de su firmeza. Sentía que no podía detener sus lágrimas que ya empezaban a correr.
− Disculpa − fue lo único que logró a decir la azabache entendiendo que ya no se controlaba.
− Llora cuanto necesitas − la voz del capitán era calmante, hasta tierno − tienes que soltar tu tristeza.
Mikasa hundió su cabeza en el hombro de Levi mientras él le acariciaba el pelo. Ahora no podía dejar de llorar, aunque quisiera. Hasta en sus primeras noches después de la pérdida de Eren no lloró con tanta intensidad. No sabía, ni siquiera podía imaginar que todavía se encontraba tan mal. Había empujado adentro todo lo que sentía y ahora todas estas emociones de rincones oscuros estaban desbordándose de ella. No se dio cuenta en qué momento empezó a perder el equilibrio, dado que sus piernas se doblaron. El capitán sostuvo a la azabache con cautela no dejándole caer, después la llevó de la mano a su cama donde se sentaron y él de nuevo la abrazó. En este momento Mikasa pensó que ya podía despedirse de su imagen digna, pero a pesar de esto, sintió que poco le importaba. Su mente estaba volando desde sus primeros recuerdos con Eren hasta la sensación de soledad después de su muerte. Le faltaba muchísimo. Todavía no podía decir que valía la pena vivir si él ya no estaba. Aunque se había empeñado mucho en olvidarlo, todavía estaba así, quebrada por su muerte y quemada hasta las cenizas por su propia desesperación. Estaba fatal.
No sabía cuánto tiempo pasó llorando antes de que poco a poco sus llantos empezaran a cesar, reemplazados por una respiración agitada. Levi seguía abrazándola. No le dijo nada más durante todo el tiempo, por lo que la azabache le estaba muy agradecida. No quería moverse sintiendo un vacío en su mente y un cansancio enorme en su cuerpo, pero entendía que tenía que reunir sus fuerzas y por fin separarse del capitán. Cerró los ojos aprovechando su posición por últimos minutos antes de hacerlo. Solo un par de minutos, y se iría, solo un par... No se dio cuenta cómo en poco rato ya estaba dormida.
Aun cuando Mikasa se quedó quieta, Levi la seguía sosteniendo en sus brazos. Le gustaba tenerla así, tranquila y dormida, confiándose a él. No quería soltarla sabiendo que cuando se despertara, ellos volverían a ser distantes como siempre, así que prolongaba estos momentos de su cercanía. Aunque pasaron 3 meses después de la muerte de Eren, Mikasa todavía estaba muy frágil, aún seguía siendo quebrada. Definitivamente Levi no era una persona a quien la azabache necesitaba, no se parecía en nada a Eren. Es más, para recuperarse Mikasa no necesitaba a ninguna persona, sino encontrar algo en sí misma para seguir adelante. Pero para ella no fue nada fácil aceptarlo, ni mucho menos hacerlo, dado que toda su vida ya vivía de otra manera. Tal vez Levi debiera mantener la distancia dándole un espacio a la azabache para que pudiera primero entenderse a sí misma. Pero sabía cómo se sentía la soledad infinita que venía después de la muerte de alguien especial, no quería dejar a Mikasa sola en esto.
"Ojalá algún día esto te pase" − pensó mirando con suavidad a la chica dormida en sus brazos − "Si este día vienes a mí, no te rechazaré".

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La mañana siguiente Mikasa se despertó en la cama de Levi cubierta por una manta. Se sentó despacito mirando a su alrededor. ¿Había dormido aquí? ¿Y Levi dónde durmió si ocupaba su espacio? La luz del sol entraba en la habitación tras una ventana, lo que significaba que ya había amanecido y los demás tenían que estar desayunando. ¿Por qué Levi no la despertó? La conversación que tenían ayer de nuevo voló por la mente de Mikasa. Mierda, él ya se había marchado a la misión. Maldición. ¿Cómo ella podía dormir tanto?
El sonido de la puerta abriéndose le hizo a la azabache salir de sus pensamientos.
− Hola, Mikasa − le sonrió Hange asomándose − ¿has visto a Levi?
− No.
− ¿Se habrá ido ya? − la comandante se preguntó más a sí misma que a Mikasa − Bueno, si lo ves, dile que le estoy buscando.
La azabache asintió con la cabeza, poco a poco empezando a darse cuenta de lo que estaba pasando. Se encontraba en el cuarto de Levi, de modo concreto en su cama. Por suerte, estaba completamente vestida, pero obviamente tenía el aspecto de una persona recién despertada.
− Hange, no es lo que parece... − le dijo la azabache en una voz tímida antes de que la comandante cerrara la puerta.
− No te preocupes − la sonrisa de Hange se ensanchó − no he pensado nada malo en ti.
− Tampoco quiero causarle problemas a Levi − la preocupación con la cual Mikasa lo estaba diciendo le hizo a la comandante soltar una risita.
− Este ha visto problemas más grandes que tú le puedes causar.
La chica sintió un pequeño alivio al escucharlo, pero algo en el comportamiento de Hange no le cuadraba. ¿Por qué no se sorprendió al ver a Mikasa en este cuarto, ni tampoco le hizo ninguna pregunta al respecto?
− Tal vez para ti sea algo común encontrar a alguien en mi posición − concluyó la azabache bajando la mirada.
− No − meneó la cabeza Hange − ¿de qué viene esto?
− Bueno, no pareces estar sorprendida al verme − aclaró Mikasa aún sin levantar la mirada − A lo mejor es algo natural.
− Ya te entiendo − la sonrisa de la comandante se llenó de picardía − Descuida, eres la única. Al menos por ahora.
− Yo no soy... ¡No he hecho nada, te juro! − exclamó la chica con tanta desesperación que Hange casi se rió.
− No digo que no te creo − le guiñó − Pero en general − su voz se volvió más seria − entiendes la situación de modo correcto. Es mejor que no te vean aquí. Sal en cuanto antes si no quieres rumores.
− Entendido.
Mientras la puerta se cerró tras la comandante Mikasa se levantó por completo. Miró por última vez la habitación comprobando que no había olvidado nada y se dirigió hacia la salida. Estaba a punto de tocar la manija cuando la puerta empezó a abrirse haciendo que la azabache instintivamente diera un paso atrás. Se reprochó a sí misma por no haber logrado salir a tiempo, pero al instante siguiente se quedó sin palabras al ver a Levi entrar. ¿No se había ido?
− Oye, si quieres ir conmigo, tienes 3 minutos para prepararte − le dijo el moreno sin preámbulos.
− Necesito 5 − respondió Mikasa automáticamente.
− Solo tienes 3 − contradijo Levi en voz seca.
− Hange te está buscando.
− Vaya, así tienes 10 − se suavizó el capitán y se dio la vuelta para marcharse.
− Levi − la voz de Mikasa le hizo parar en la puerta − Gracias.
El moreno no le respondió nada, solo salió silenciosamente de la habitación y se dirigió al despacho de Hange.

La comandante estaba escribiendo algo en su sillón de siempre.
− ¿Querías verme? − le preguntó Levi al entrar.
− Ayer quiso hablar contigo sobre la misión, pero parecía que estabas muy ocupado − la sonrisa de Hange se volvió traviesa − ¿Qué le habías hecho a Mikasa que lloraba en tus brazos?
− Tonta, no hice nada − respondió el moreno ignorando por completo el tono de voz de su superior − lloró por Eren.
− No me refiero a eso. ¿Por qué lloraba por Eren en tus brazos? − Hange seguía mirando fijamente a Levi con la sonrisa pícara.
− Mejor así, que siga reprimiendo su tristeza. Es mejor que llore − el rostro del capitán seguía impenetrable como siempre. La comandante observó al moreno por unos segundos más, pero al fin cedió sabiendo que era imposible sacar más información de él.
− Vaya, quiero avisarte que el castillo está vacío. Ayer me informaron que a los dos nuestros enemigos les vieron en el puerto subir al barco. No cabe duda de que han sido ellos, así que no vas a correr riesgo.
− Ya lo sé.
− ¿Has hablado con Zac? − Hange se quedó sorprendida.
− Sí, hace una hora.
− En este caso no te voy a retrasar. Suerte.
− Para que lo sepas − añadió Levi − he decidido incluir Mikasa a la misión.
La comandante alzó una ceja, pero se abstuvo de comentarios.
− Está bien − solo le respondió al moreno sonriendo mentalmente y pensando que el asunto se ponía interesante.

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Durante todo el camino al castillo Levi y Mikasa no intercambiaron ni una sola frase. Al principio era difícil hablar, dado que los dos estaban cabalgando con bastante velocidad. Pero aun cuando entraron en una profundidad del bosque y tuvieron que desmontarse a causa de un camino alterado por la lluvia nocturna, mantuvieron el silencio. La azabache le echó un vistazo breve a su superior en cuyo rostro solo se reflejaba una concentración seria. Fuera lo que fuese que había pasado entre ellos ayer, ahora el capitán estaba ajeno de todo esto, dedicándose únicamente a la misión. Sin embargo hacía lo correcto, ya que obviamente no era un momento apropiado para cosas personales. Desde luego Mikasa también debía hacerlo, pero a pesar de todas las circunstancias, a las que la azabache volvía mentalmente recordándose a sí misma donde estaba, no podía. En este bosque sombrío que bajo un cielo nublado y gris se veía aún más tenebroso, era posible hablar con Levi tranquilamente, en el silencio y a solas. Esta oportunidad inusual que no correspondía para nada con su deber militar le hacía a Mikasa vacilar sopesando una y otra vez los variantes. Ya pasó un largo rato cuando la azabache entendió que de todos modos no estaba concentrada en la misión, pensando solamente en si podía hablar ahora con Levi o no. Tuvo que admitir que ya estaba muy distraída, así que corría el riesgo de no solo no ayudar al capitán, sino empeorar la situación, lo que era completamente inaceptable. Así que por un tiempo decidió dejar atrás su prudencia y empezó a hablar:
− Anoche me he dormido en tu cuarto.
− ¿Y? − le preguntó el moreno sin cambiar su expresión.
− ¿Por qué no me despertaste? Tenías que decirme que me fuera − la voz de Mikasa era baja incluso culpable.
− No quise hacerlo − simplemente constató Levi, aunque para la azabache no sonaba de una forma muy convincente.
− ¿Y tú dónde dormiste?
− En la silla − el moreno se encogió de hombros.
Mikasa quiso replicar, que Levi no había debido hacerlo y todo esto no había tenido que ocurrir, pero se paró entendiendo que al fin al cabo era ella la única culpable de todo. Así que en vez de decir las cosas obvias le preguntó al capitán:
− ¿Por qué has cambiado tu decisión respecto a mí?
− Han cambiado las circunstancias − explicó Levi con una calma entera en su rostro que mantenía siempre − Esta mañana me han informado que nuestros enemigos ahora no están en el castillo, ya que casi no hay ningún riesgo para venir allí.
Mikasa le echó una mirada fugaz al moreno, pero no le respondió nada. Entonces, se equivocó al pensar que el capitán había cambiado su decisión porque ella le había convencido. Toda su debate de ayer fue en vano. No logró convencerle, dado que en realidad le faltaron los argumentos válidos y al fin lloró, por lo que todavía se sentía avergonzada. Aunque Levi le había mostrado su compasión, si la misión aún estuviera peligrosa, nunca le habría permitido participar. Así que todo lo que pasó ayer no valía la pena. Tal vez una decepción que la azabache de repente sintió, se reflejó demasiado bien en su rostro, ya que el capitán añadió mirándola fijamente:
− Si no es un suicidio doble, ¿ya no te interesa?
− No digas tonterías − Mikasa desvió la mirada tratando de apagar todas sus emociones al instante, ya que no podía permitir que Levi notara la facilidad con la cual podía herirla.
− En serio, puedes regresar si quieres. − Gracias, no lo haré − dijo Mikasa firmemente, pero ya sin expresión alguna al fin logrando poner en su cara una máscara de frialdad e indiferencia.
Lo que ella no sabía, era que al capitán sí habían convencido sus lágrimas, aunque no de una manera lógica, sino de algo más primitivo. A Levi no le gustaba que la azabache se sintiera tan infeliz, no quería verla llorar de nuevo, especialmente por Eren. Hasta le indignaba la situación de ayer, cuando a pesar de que al principio Mikasa vino por él, acabó sufriendo por el otro. Sin embargo no lo habría afirmado ni siquiera a sí mismo. Tal vez se equivocara y la azabache no sintiera nada por él. De todos modos, decidió ceder ante su petición, involucrándola más en la vida de hoy y alejándola de su pasado, siempre y cuando no corriera el riesgo, claro.
− Si no hay riesgos, ¿por qué vamos solo nosotros dos? − le preguntó Mikasa en unos minutos.
− El castillo no está completamente vacío. Hay sirvientes, no tenemos que atraer demasiada atención.
− Ya veo − suspiró la azabache. Ahora no necesitaba saber nada más.

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Aunque desde afuera el castillo parecía muy grande, había poco espacio que podía ser utilizado, dado que la gran parte ya estaba arruinada o tenía la impresión de poder derrumbarse en cualquier momento. Con cautela el grupo A estaba explorando el lugar desde las plantas inferiores hacia arriba. Aún no habían encontrado nada interesante, ya que en los primeros pisos vivían y trabajaban sirvientes. La planta donde estaban ahora se veía completamente abandonada, lo que era un poco extraño, dado que el espacio no se encontraba en pésimas condiciones. Tal vez sirviera para dividir la zona del servicio. De todos modos, Levi y Mikasa tenían que chequear este piso también, así que se pusieron a revisar las habitaciones de la planta una tras otra, todas vacías, pero limpias.
− ¿Para qué mantienen el orden aquí si no hay nada? − preguntó la azabache en una voz baja, pero al sentir en sí una mirada llena del desacuerdo total del capitán se apresuró a pasar a otra puerta. Claro, si Levi viviera en este lugar, habría limpiado hasta las partes arruinadas del castillo. Con un suspiro Mikasa tiró una manija, pero la puerta no se abrió. La azabache repitió su intento comprobando que la habitación estaba cerrada con llave, después le echó un vistazo breve al capitán quien ya se encontraba detrás. Las palabras no eran necesarias, se bastaba con este intercambio rápido de miradas para llegar a la misma conclusión: tenían que entrar, había algo dentro. Enseguida la azabache entendió que Levi iba a forzar la puerta como lo había hecho en el sótano de Grisha Yeager.
− Espera − le detuvo Mikasa − Mejor yo.
Con un movimiento ágil la azabache extrajo una llave maestra de su bolsillo y la puso en la cerradura sintiendo los ojos del capitán clavados en ella mientras la aplicaba. Un mecanismo resultó ser sorprendentemente fácil, así que no pasó mucho tiempo antes de que con un ligero rechinido la puerta se abriera.
− Tienes el talento de robar − concluyó el moreno asombrado.
− Nunca lo he hecho − contradijo Mikasa un poco avergonzada que Levi lo hubiera interpretado así − La llave maestra es de Sasha, la he prestado esta mañana mientras Sasha ha estado dormida y la voy a devolver.
− No me digas que Sasha lo usa para robar la comida − por una expresión culpable que se instaló en el rostro de la azabache el capitán pudo concluir que era cierto.
− Puedes olvidarlo, por favor − pidió Mikasa entrando de prisa en la habitación para terminar esta conversación incómoda. El moreno la siguió sin responder.
La mayor parte del espacio donde ambos se encontraban ahora ocupaban armarios grandes que se alzaban hasta el techo. En el otro extremo de la habitación cerca de una ventana había un pequeño escritorio con un par de sillas del mismo estilo. Con cuidado para no hacer ningún ruido Levi abrió un armario más cercano a él, después el otro revelando los estantes dentro que estaban llenos de papeles. A grandes rasgos, el lugar parecía al despacho de Hange, pero era mucho más ordenado. Mikasa se acercó a las filas de documentos tomando una carpeta de arriba y abriéndola en la mitad. Por su gran decepción, no entendía ni una sola palabra de lo que estaba escrito, así que tomó la siguiente carpeta, pero acabó con el mismo resultado. La azabache miró de reojo al capitán, quien estaba revisando documentos del otro armario y por una expresión de su rostro pudo concluir que él tampoco tuvo mucho éxito. Ya quiso devolver ambas carpetas en su lugar cuando un folio metido en una de ellas se despegó cayendo en un suelo. Al recogerlo Mikasa se dio cuenta que no era algún papel oficial como los demás que acabó de ver, más bien parecía una carta. Una letra sin embargo era refina, aunque había un montón de manchas de la tinta, como si le temblara la mano a alguien quien había escrito estas líneas. Por alguna razón extraña a la azabache le pareció que había sido una mujer. ¿Qué hacía esta cosa obviamente personal entre los documentos? Tal vez Mikasa prestara demasiada atención a la carta, porque Levi la preguntó:
− ¿Entiendes lo que está escrito?
− No − meneó la cabeza la azabache − no conozco esta lengua.
− Ni yo. Solo las fechas.
Mikasa volvió a mirar el contenido de las carpetas que aún tenía en sus manos. Claro, las fechas. Aunque la azabache no les notó antes, en sus documentos también estaban marcados. − Hay que llevar los más nuevos − sugirió Levi − los traducirán dentro de los muros.
La azabache asintió con la cabeza empezando a chequear otras carpetas en el armario. De repente sintió un leve toque en su muñeca y cuando alzó la mirada al capitán, se detuvo. Enseguida lo entendió todo por una advertencia en su rostro o tal vez porque también empezara a escuchar estos sonidos tan característicos acercándose. Los pasos. Como no había ninguna otra habitación utilizada en esta parte del castillo, no cabía ninguna duda a donde esta persona en el pasillo se estaba dirigiendo.
Mikasa cerró el armario rápidamente, pero con bastante cuidado para no producir ningún ruido, después miró a su alrededor en búsqueda de un refugio. Notó de reojo que Levi estaba actuando de la misma manera, un armario que chequeaba ahora parecía intacto. No había muchas opciones para esconderse: los estantes de los armarios no eran bastante grandes, mientras los muebles eran muy refinos dejando demasiadas partes abiertas. A Mikasa y Levi solo quedaban unas cortinas largas en la ventana. Se lanzaron sincrónicamente cada uno a su lado y Mikasa de nuevo pensó en la igualdad de sus acciones. Un movimiento drástico, pero justo y los dos ya no se veían para una chica que acabó de entrar.
− ¿Hola? − una voz femenina revelaba que su dueña estaba nerviosa − ¿Hay alguien aquí?
La chica se adentró un poco en la habitación mirando a su alrededor.
La azabache contuvo su respiración. No podía ver nada detrás de la cortina, pero intuyó que había venido una de las sirvientes.
− ¿Qué haces tú en esta habitación? − resonó otra voz fría y desagradable. A pesar de su tono muy rudo, al parecer pertenecía a un niño.
− Señor Remy, no he hecho nada − la voz de la sirviente se volvió asustada − es que yo...
− ¿Cómo has entrado? − la interrumpió Remy. Mikasa nunca había escuchado que los niños podían hablar así, con un acero afilado en su voz.
− La puerta estaba abierta − balbuceó la chica.
− ¿La puerta que cerramos siempre por casualidad estaba abierta?
− Sí − tal vez quisiera añadir algo más, pero una ola creciente de agotamiento se lo impidió. Empezó a coger el aire por la boca tratando de respirar.
− No gastas mi tiempo. O me dices ahora qué querías encontrar aquí y para quién trabajas o no saldrás de esta habitación.
− ¡No he buscado nada, le juro! − ahora un horror eterno sonaba en la voz de la sirviente − Pregunte al señor Edmond, que me lea, por favor, pregunte al señor Edmond.
− Por desgracia, mi hermano ahora está ocupado, así que tendrás que decir la verdad tú misma.
Otra ola de agotamiento esta vez más fuerte se derrumbó a la sirviente. Remy estaba esperando. Uno, dos, tres, cuatro, ¿hasta cuánto solía contar entreteniendo con la gente ordinaria? Últimamente solo eran los Maier a quien mataba, pero tenían otros límites de sus posibilidades. Extinguió su ola mirando cómo la chica cayó al suelo.
− ¿Y ahora? − le preguntó en voz impaciente, pero el silencio fue lo único que obtuvo en respuesta. La sirviente estaba muerta.
− ¡Mierda! − gritó el niño con tanta furia que hasta un vidrio de la ventana vibró. Agitados por un grito en la puerta se asomaron otros sirvientes, pero nadie se atrevió a entrar.
− ¿A qué estáis mirando? − les gruñó Remy − ¡retiradla de aquí!
Los súbditos se apresuraron a cumplir la orden mientras el niño continuó con la rabia no dirigiéndose en nadie en particular:
− Inútiles pedazos de carne, ni siquiera podéis sobrevivir.
En unos minutos en la habitación no se quedó nadie del servicio. Remy todavía estaba muy enfadado con esta chica estúpida que murió antes de lo necesario y en el fondo con sí mismo también. Ella podía saber algo, tal vez fuera espía del Gobierno Marleyano. ¿Qué le diría Edmond cuando regresara? El niño apretó las manos convirtiéndoles en los puños y salió de la habitación cerrándola con llave.
Por un rato todo se quedó silencioso, solo se escuchaban los pasos de Remy en el pasillo alejándose. Mikasa permanecía en su lugar sin moverse percibiendo cada diminuto cambio posible en el ambiente, preparada tanto para seguir escondiendo como para el ataque. Pero todo estaba tranquilo, o al menos parecía estar contrastando con la escena cruel que había ocurrido en unos minutos. "Pobrecita" − pensó Mikasa en la chica fallecida de nuevo sintiendo un escalofrío − "¿Qué clase de hombre debe ser este Remy?". De repente recordó que no estaba sola en este lugar. Esforzó su oído aún más, pero todavía no podía notar ninguna otra señal de la vida por parte de Levi como si no estuviera. "Letal e invisible" − concluyó Mikasa cuando salió de la cortina y vio que el moreno ya había abandonado su refugio y ahora estaba enfrente del armario mirando adentro.
− Tenemos que irnos ahora − dijo Levi en una voz muy baja que apenas se escuchaba − No hay tiempo para ordenar papeles por la fecha. Tú llevarás esta pila, yo, esta. Abre la puerta y vámonos.
Mikasa extrajo la llave maestra y empezó su trabajo, ella tampoco quería quedarse más tiempo en este castillo. No tenía sentido devolver la puerta en su estado cerrado, ya que la ausencia de dos pilas grandes sería evidente para los dueños de todos modos. Por eso Levi y Mikasa se dirigieron a las plantas inferiores sin detenerse. Ahora no estaban buscando nada, no tenían que explorar el castillo, solo necesitaban salir cuanto antes. Aun así el camino le pareció a Mikasa hasta aún más largo que cuando estaban subiendo. Tal vez porque ahora supiera que no era tan salvo como habían pensado, o por esta enorme pila de papeles que ahora tenía en sus manos. Estaba muy alerta esperando que les encontraran y persiguieran, pero la escapada acabó sin problemas. Encontraron sus caballos fuera del castillo en un lugar donde les habían dejado y se dirigieron al bosque para cruzarlo y volver a la estancia. Durante todo el camino de regreso no estaban hablando, todavía esperando algún perseguimiento. Solo cuando la estancia ya se veía a lo lejos, Mikasa se relajó un poquito, sintiéndose más segura.

En cuanto entraron al patio de la estancia, la azabache vio a Armin correr hacia ellos.
− ¡Mikasa! − le gritó aun desde lejos.
− ¿Armin? − Mikasa lo miró sorprendida no comprendiendo de dónde venía tanta prisa.
− ¿Por qué no me dijiste nada? − exclamó el rubio jadeando cuando alcanzó a la azabache. − ¿A qué te refieres? − Mikasa aún no entendía qué le pasaba a su amigo.
− ¡Me refiero a que decidiste participar en la misión muy arriesgada y ni siquiera me despediste de mí! − le espetó Armin con enojo.
La azabache no le contestó nada. Su amigo llevaba razón, ella tuvo que al menos avisarle.
− En serio, ¿en qué estabas pensando? − los ojos de Armin brillaban con locura. Nunca antes Mikasa le había visto tan furioso − ¿Que vas a faltar a nadie si mueres? ¿Que yo estoy acostumbrado a perder a mis amigos?
− Armin...
La azabache empezaba a sentir en sí miradas curiosas de otros soldados atraídos por el ruido. No le gustaba tener esta conversación en público, pero al parecer no le quedaba otra opción.
− ¿Cuándo tomaste esta decisión? − continuó Armin con insistencia.
− Somos adultos, yo puedo tomar mis propias decisiones − la voz de Mikasa era firme y tranquila.
− ¡Claro que sí! − no se calmaba el rubio − Y habría aceptado tu decisión después de pedirte mil veces que no lo hicieras. No estoy molesto con que tú lo decidiste, sino con que no me dijiste nada. A mí me parece muy injusto. ¿Cuándo decidiste que ibas a participar?
− Ayer − Mikasa bajó la mirada. Aun así sentía los ojos de sus compañeros alrededor mirándola, acusándola.
− Ves, tenías toda la noche y la mañana para decírmelo. Pero tú no lo hiciste. − Es que Levi me dijo que no era nada arriesgado, que el castillo estaba vacío − trató de defenderse la azabache.
− ¿Cuándo te lo dijo? ¿Lo sabías cuando te partiste? − Armin la miró fijamente.
− No... − no podía mentirle. Se sentía culpable de todo.
− Pensé que después de que casi te excluyeran ya no arriesgarías tu vida en vano. Ya veo que me he equivocado, estás completamente loca. Y ni siquiera piensas en la gente que te rodea. No has pensado en mí ni un segundo, aunque somos amigos. O lo éramos. Estoy muy decepcionado contigo − dijo Armin ya sin mirar a Mikasa. Ella podía sentir su dolor, era como un veneno y resonaba con el suyo. Sabía que era mejor no responder nada, pero ya estaba harta de parecer estar bien cuando no lo estaba.
− Y tú, Armin − la voz de la azabache se volvió fría − ¿últimamente pensabas mucho en mí pasando el tiempo con tus nuevos amigos?
− Imagínate que sí. Me daba lástima ver cómo estabas.
− ¿Y donde estabas con tu lástima? − continuó Mikasa fríamente − Porque a mi lado no te veía.
− ¡Tú misma siempre me evitabas! − se estalló el rubio indignado − No veías no solo a mí, sino al mundo entero, no veías nada aparte de tu dolor. Y creo que lo sigas haciendo.
− Tú tampoco te has empeñado mucho y no me sorprende si me ves como loca. Así que mejor, ten amistad con las personas normales y sin problemas. ¡Porque yo no he vuelto a la normalidad! Aún no puedo tirar a la basura la mayoría de mi vida como tú lo has hecho − al casi gritarlo Mikasa por primera vez entendió cuán resentida estaba con Armin todo este tiempo.
− ¿Y por esto quieres morir? − el rubio entornó los ojos − ¿No puedes seguir adelante?
− ¡No quiero morir! − de nuevo casi le gritó la azabache. Se sentía aliviada al permitirse a sí misma no contenerse más − Nunca quería morir. Habrías podido preguntármelo si hubieras sentido tanta lástima como dices.
− Te estoy preguntando ahora − en este momento Armin parecía estar mucho más tranquilo que Mikasa − Esta mañana, cuando te partiste al castillo, ¿no querías morir?
− Estaba dispuesta a hacerlo. Es otra cosa. No fue porque no podía seguir adelante − la azabache le espetó con furia.
− Entonces, ¿por qué? − le preguntó el rubio ya en voz tranquila. Como no obtuvo ninguna respuesta siguió con su interrogación − Dime, ¿qué te importa tanto que tú estás dispuesta a morir olvidándose de tus amigos?
Pero Mikasa no podía decírselo. No pudo decírselo ayer a Levi y mucho menos era capaz de hacerlo ahora enfrente de todos. Todo esto llegó demasiado lejos solo porque quiso decirle a Armin cómo se sentía en realidad. ¡Qué ingenuo! Ahora tenía que acabar esta conversación del único modo adecuado.
− Armin − empezó. Su voz se volvió tranquila de nuevo − lo siento mucho no decirte nada. Fue un error mío. Entiendo porque tú estás tan harto conmigo, tienes todo el derecho. Te pido disculpas. Perdóname por favor, ya que todavía quiero ser tu amiga − el arrepentimiento mezclado con el dolor se escucharon en la última frase.
− Sabes − la voz del rubio se puso triste − hoy tú te has comportado como Eren. Siempre le admiraba por su firmeza y devoción a sus ideales. Y ahora me falta. Mucho. No menos que a ti. Sé que aún te duele, pero por favor no me hagas perderte a ti también.
El corazón de Mikasa se encogió.
− No me vas a perder − le tomó a Armin la mano − Te lo prometo. Tengo enormes habilidades de sobrevivir − le sonrió tristemente a su amigo.
− No tengo tantos nervios para comprobar todas tus habilidades − respondió el rubio aún con tristeza.
− ¿Me perdonas? − preguntó la azabache en voz baja mirándole a los ojos.
− Siempre y cuando no intentes a suicidarte − Armin le sostuvo la mirada.
− En realidad nunca lo intenté − Mikasa apretó su mano aún más − voy a avisarte si participo en una misión parecida.
− Vale − le sonrió levemente el rubio, pero después su rostro se volvió serio − Mikasa, ¿te da pena que yo ahora tenga otros amigos?
− No − la azabache meneó la cabeza − está bien por ti. Solo quiero que no olvides de mí y no escondes detrás de tu amabilidad. Si no te gusta lo que hago, mejor grítame con furia o al menos habla conmigo que finge que todo está bien.
− Creo que hoy he empezado a cumplir tu petición − los labios de Armin se curvaron en la triste sonrisa − Perdóname tú también.
− Te perdono.
− Entonces, ¿dejamos ofensas en el pasado y empezamos nuestra amistad de nuevo?
− Sí − Mikasa sintió tanto alivio que no podía contener su propia sonrisa. Poco le importaba que casi todos los miembros de su grupo se hubieran entrometido. Lo importante era que Armin y ella se reconciliaron y sobre todo que Armin dejó de preguntarle sobre sus razones.

Levi estaba mirando a los dos amigos desde lejos. Tal vez ya se habría marchado si la situación no le pareciera tan conocida. Ayer Mikasa había venido a él con la misma preocupación desesperada que ahora le dirigía Armin. ¿Ahora entendía ella cómo era estar en el otro lado? ¿Ahora le entendía a él? ¿Por qué él quería tanto que Mikasa lo entendiera?
El moreno cerró los ojos por un momento para deshacerse de la última pregunta. Después echó una mirada a dos pilas de documentos traídas del castillo. Obviamente tenía que llevárselas a Hange en vez de perder el tiempo entrometiendo en la vida privada de sus subordinados. No le tomó mucho tiempo corregir su error.
La mirada de la comandante se llenó de un brillo especial al ver los papeles que Levi puso en su escritorio enfrente de ella. Incluso olvidó que quería preguntarle al moreno cómo había sido su cita con Mikasa, dado que ellos habían ido a un lugar tan romántico como el castillo antiguo. Ahora los documentos ocupaban todos los pensamientos de Hange. No entendía nada de su contenido, pero las pilas se veían como un pozo de conocimientos. ¡Era increíble! La comandante miró de cerca el primer folio estudiando líneas y curvas de la letra y aspirando un olor del papel. Casi se le caía la baba.
− ¿Cuánto tiempo se necesita para traducirlo? − preguntó el capitán.
− Voy a ocupar todo el departamento para que lo hagan cuanto antes − respondió Hange entusiasmada.
− Ojalá nos ayude. En realidad solo es una parte pequeña de lo que hemos encontrado − el moreno empezó a contar los detalles de la misión mientras la comandante lo escuchaba atentamente.

Mientras tanto, al terminar la conversación con Armin Mikasa quiso encargarse de los documentos del castillo, pero por su ausencia adivinó que Levi ya lo había hecho. Así que fue directamente a su habitación sabiendo que ahora, cuando la misión estaba cumplida, el grupo tenía que marcharse en un rato. Sasha ya estaba allí sentando en su cama y al parecer esperando a la azabache, dado que en cuanto Mikasa entró, su compañera le dijo en una voz conmovida: − Siento mucho que Armin haya reaccionado así a tu participación en esta misión.
− A decir verdad, estoy feliz que lo haya hecho − una sonrisa apenas visible tocó los labios de Mikasa − Al fin conversamos sinceramente.
− Esta mañana Armin estaba muy angustiado por ti − continuó Sasha bajando la mirada − Creo que yo también tengo la culpa, he empeorado las cosas.
− ¿Cómo?
− Verás, Armin ha preguntado por ti en el desayuno y yo le he dicho que tú no has venido para dormir esta noche y yo no te he visto desde ayer.
Un pesado suspiro abandonó el pecho de Mikasa. ¡Tantas problemas por una sola noche!
− Así que ya ha estado muy preocupado cuando Hange le ha dicho que tú participas en la misión.
− Ya veo − suspiró la azabache de nuevo hundiendo la cabeza en sus manos.
− Por cierto, yo también estaba preocupada por ti. ¿Dónde estabas? − el reproche que se escuchaba en esta pregunta sin embargo era mucho menos fuerte que la curiosidad poco disimulada.
El interés de Sasha era bastante obvio y no le tomó a Mikasa por sorpresa, así que en poco tiempo ya fabricó una respuesta apropiada sin inventar excusas. A veces si quieres ocultar algo, solo tienes que decir la verdad.
− Estaba llorando.
− ¿Ha pasado algo? − preguntó la cazadora con preocupación.
− A parte de Eren nada − la voz de la azabache se volvió opaca.
− Lo siento − se apresuró a decir Sasha − ¡Disculpa! − No pasa nada − respondió Mikasa sin expresión.
− ¿Llorabas toda la noche?
− No, no me di cuenta cuándo me dormí.
− Pobre − suspiró la cazadora mientras sus ojos miraban a su compañera con comprensión − ¿al menos estabas en la estancia? ¿No dormiste afuera?
− No, afuera todavía hace frío por las noches.
− Menos mal − sonrió Sasha levemente − Sabes, quiero decirte que siempre puedes hablar conmigo si necesitas. No tienes que pasar por esto sola.
− Gracias − asintió la azabache sorprendiéndose que tanta gente estuviera preocupada por ella − Lo voy a tener en cuenta. Hoy me siento mejor.
− Qué bien − se animó de nuevo su compañera.

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El crujido de madera lloró en el aire mientras una grieta enorme se extendía en una superficie pulida de la puerta del armario por un puñetazo fuerte del rubio. − ¡Edmond, cálmate! No ha pasado nada grave − exclamó Thierry teniendo ahora mucho más miedo de su cuñado que de todos sus enemigos juntados.
− ¿Cómo que no? ¡Joder! − el rostro Leblanc mayor estaba retorcido por la rabia mientras un brillo maligno se reflejaba en sus ojos − ¡Han llevado nuestros datos!
− Pero tú y Remy ya no necesitan estos protocolos, ya pueden hacer cualquier cosa sin mirar sus apuntes.
El otro intento del castaño de tranquilizar a Edmond tampoco dio resultados.
− Gilipollas, ¡es casi toda nuestra historia! − hasta le gritó el rubio jadeando por la ira que hervía dentro de él − Avances, fracasos, todos los datos de Maier, la clave de todo.
− No saben leer nuestra lengua.
− ¿Cómo puedes ser tan imbécil? − una mueca de desprecio ante esta estupidez apareció en el rostro de Leblanc mayor − Hay gente en esta isla que la puede traducir.
− Esto no les dirá nada − replicó Thierry en una voz firme, ya que ahora la calma fría era el único modo de soportar el arrebato de Edmond, aunque no era nada fácil mantenerla.
− ¿Ya has olvidado por qué hacemos todos los experimentos aquí? ¿Por qué teníamos que abandonar el continente?
− Para que el Gobierno Marleyano no se entere de lo que planeamos usurpar su poder − contestó tranquilamente el castaño − ¿Temes que le envíen una carta?
− Con cada uno quien sabe que estamos haciendo aumenta la posibilidad de que esto llegue al Gobierno.
− Solo tenemos que actuar primero − la voz Thierry siguió siendo convencida − Nos falta poco.
− ¿Te parece? La legión todavía está fuera de nuestra alcance − la mirada del rubio se oscureció al regresar mentalmente al asunto que no podía resolver de inmediato.
− Volverán. Siempre lo hacen.
− Ahora que lo pienso − suspiró Edmond sintiendo que su explosión de la rabia ya había pasado dejando una leve huella de enojo − no teníamos que matar a todos los Maier. Ahora cuando necesitamos solo a uno, todos están muertos o desaparecidos. Igual que los Bauer o Ackerman.
− ¿Quieres que busque de nuevo los Maier?
− Dudo que encuentres al menos uno, en aquel entonces casi les eliminamos. Esperaremos a Ackerman.
− De acuerdo.