Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

PAPÁ QUIERE HUIR

.

Edward quitó sus gafas y frotó sus párpados visiblemente perturbado.

Suspiró pesadamente, mirándome.

― ¿No tienes frío?

Parpadeé.

Su pregunta me descolocó. Fue extraño que después de revelar todo lo acontecido desde que tuvimos nuestro encuentro, él saliera con una pregunta sin sentido.

― No ―articulé sin comprender.

Él esbozó una media sonrisa con su rostro enrojecido hasta su cuello.

Me distraje por un momento viendo lo perfecta que le quedaba esa camisa negra pegada a su delgado cuerpo, sobre todo cómo se marcaban sus venas en sus brazos debido a que podía mirar gracias sus mangas arremangadas, se veía muy guapo.

Me había dado cuenta que no le era indiferente. Pues parecía que no podía quitar sus ojos de mí, lo que me hizo llenarme de emoción, yo le atraía. Estaba segura.

«¡Claro que estamos seguras!», chilló mi conciencia.

― Disculpa ―murmuró― es que tu escote es muy ―movió sus manos como si deseara estrujar algo― y tus piernas ―mordió su labio, avergonzado― eres una hermosa tentación.

De pronto se puso de pie; tropezó con sus zapatos entre sí, agarró su saco del perchero y cubrió mi cuerpo hasta el cuello con la prenda.

Enarqué las cejas. ¿Qué le ocurría?

― Así no podré distraerme ―aseguró con timidez volviéndose a sentar al lado mío, exhaló―. Es bueno y totalmente normal que quieras independizarte de tus padres, yo apenas lo hice de mi hermana, no tienes idea de lo bien que se siente ―confió―. Ahora, con lo que respecta a trabajar en esta constructora ―mesó su pelo con frustración y resopló―. Pienso que deberías buscar otro lugar, aquí no es muy bueno el ambiente laboral. Podría ayudarte a buscar otra constructora, si así lo deseas.

― Me gusta aquí ―revelé. Omitiendo que me gustaba él y que era la única razón por la cual yo quería quedarme.

«Te estás metiendo en un terreno peligroso, Bella». Susurró mi consciencia.

Sí, si lo estaba y me importaba poco.

― Piénsalo, hay constructoras más importantes que Vulturi ―puntualizó.

Encogí mis hombros.

― Quiero quedarme ―susurré.

Sus iris verde esmeralda estaban mirándome fijo. Y podía asegurar que algo había en su preciosa mirada porque logró ponerme nerviosa.

Inquieta moví mis manos a mi regazo haciendo que su saco cayera a mis pies, Edward sin perder tiempo se inclinó a recogerlo dejando muy cerca de mis piernas su rostro.

Apreté mis párpados tan solo un instante al sentir su hálito cosquilleando mi piel.

«Controlate, Bella, no abras las piernas, sé decente». Me recriminó mi conciencia.

― Tengo... ―se aclaró la garganta― que seguir trabajando.

Nervioso, volvió a su mesa de trabajo; comenzó a trazar líneas con la ayuda de una escuadra y mantuvo todo el tiempo sus labios fuertemente oprimidos. Una que otra vez me miró mientras continuaba trabajando y compartía sonrisas conmigo. Entre tanto fue pasando el tiempo se empezó a relajar, desde ahí nos fuimos contando un poco de nuestras vidas.

Se sorprendió y me vio con incredulidad cuando le confesé que llevaba años sin tener novio. Quizá, él estaba en la creencia que mis mellizos eran producto de una relación estable, pero esa verdad estaba muy lejos de serlo.

También pude averiguar que su última novia fue cuando estudiaba el instituto y desde entonces solo se había preocupado por la Universidad, dejando de lado las relaciones amorosas. Sabía que ocultaba algo cuando se quedó meditabundo, pero por el momento no iba averiguar más.

Lo único que me podía entusiasmar es que teníamos algo en común; ambos buscábamos una relación.

Luego de cuatro horas de charla y exceso de trabajo de su parte, noté que se había equivocado en unas mediciones lo cual no lograba sacar, ofrecí mi ayuda al instante. Algo tuvo que notar en mí porque su quijada parecía desencajada cuando le ayudé a trabajar y finalizar unos planos.

― ¿Cómo pudiste hacerlo? ―inquirió fascinado y con una mueca de satisfacción.

Parecía que no podía dejar de mirar el plano.

― Soy arquitecta ―mencioné sin ningún grado de modestia. Lo admitía, era presumida de mi profesión―. Puede que nunca haya ejercido, sin embargo sé discutir objetivos, requerimientos o presupuesto arquitectónico. También sé coordinar con otros profesionales, sé preparar o reparar informes sobre las características del diseño. Y trazar un simple plano es fácil para mí ―dije por último.

Cerró su boca y sonrió.

― Eres inteligente ―murmuró― eres toda una cajita de sorpresas.

Asentí.

Después de la hora de comida lo empecé a notar extraño y muy tenso. No paraba de ver el reloj y su nerviosismo estaba causando estragos, pues si no tiraba los lápices, eran las reglas, escuadras las que terminaban en el suelo.

Lo peor llegó cuando la secretaria le ordenó que fuera a la oficina de Aro. Él me pidió que esperara paciente, pero mi intuición me dijo que lo siguiera. Dejé pasar apenas cinco minutos y fue tras él.

― Aquí no puedes estar ―dijo la amargada de la secretaria. Fruncí mi entrecejo y la miré.

― Solo vengo a pasar un recado de un tipo que preguntó por ti.

La mujer de edad media se removió en su lugar. Aunque lo negara se veía emocionada, pobre. Yo era pésima en decir mentiras y había encontrado una mentecata que las creía.

― ¿Quién es? ―me instó.

Encogí mis hombros con fingida inocencia.

― Pues dijo que quería hablar… ―miré su nombre en su gafete― con Susan. Era un tipo alto y muy musculoso, se quedó ahí en el estacionamiento. Dijo que te iba a esperar.

Emocionada se incorporó sin dejar de ver a la entrada, la escuché murmurar algo ininteligible y salió a toda prisa del edificio.

Reí.

Eso fue bastante fácil.

Recordé el porqué estaba ahí y me acerqué a la puerta.

― No tengo porque mentir ―oí decir a Edward―. Ella hizo los planos, los estás viendo tú mismo. Dale una oportunidad, la chica sabe lo que hace. Es inteligente, ella puede ser...

― Te di a elegir, Cullen ―interrumpió Aro―. En mi empresa no estarán los dos, ¿qué dices ella o tú?

― Es injusto lo que haces ―murmuró Edward, su voz era completamente abatida. Lo que fue capaz de estrujar mi corazón―. Bella es una chica instruida sobre arquitectura, quizá no tiene experiencia, pero no la obtendrá sino le dan una oportunidad.

― Bien ―dijo Aro―. Fue un gusto trabajar estos seis años contigo señor Cullen. Está usted despedido.

Se oyó un chirrido de silla siendo arrastrada.

― ¿¡Qué!? ―exclamó Edward.

― Le daré la oportunidad a su amiga, y usted se va ―sentenció Aro.

― Pe-pero, Aro… Me acabo de ganar un ascenso, soy el arquitecto ejecutivo del último contrato. Yo lo conseguí,

― ¡Fuera de mi empresa!

La puerta se abrió de pronto y un Edward cabizbajo salió con sus hombros hundidos. Ni siquiera se dio cuenta que estaba ahí porque no levantó su cabeza, lo vi caminar en el pasillo que daba a su oficina.

Aún sin comprender qué demonios había ocurrido entré a la oficina de Aro. Este arrugó su frente al verme y sonrió; se veía satisfecho con el plano que estaba sobre el escritorio.

¡Un plano que yo había hecho!

― ¡Bienvenida a Vulturi, señorita Swan! ―Se puso de pie y extendió su mano hacia mí―. Con este plano que hiciste tengo asegurado mi prestigio.

― ¿Su prestigio? ―refuté. Eso sí que no.

Extendí mi mano fingiendo que lo iba a saludar y tomé la taza de café que estaba al lado del computador, dejé caer el líquido caliente sobre el plano. Lo había arruinado, ¡claro que sí!

― Cambie de opinión ―vociferé con una sonrisa― yo no trabajo con perdedores.

Eché mi cabello hacia mi hombro izquierdo y di una media vuelta triunfal.

.

― ¡Edward! ―chillé más fuerte y sin dejar de caminar deprisa por el estacionamiento. Aunque era profesional andando en zapatillas altas, tampoco era experta corriendo tras un hombre en tacones de aguja―. ¡Edward, espera!

Éste resopló cuando volteó a verme.

― ¿Qué quieres? ―apremió― ya tienes trabajo ¿no?

― También renuncié ―confesé agitada y más que acalorada―. Si tú saltas, yo salto.

Sus hermosos ojos se volvieron dos rendijas.

― Lo escuché en una película ―le dije con una sincera sonrisa.

Él rio. No, mejor dicho, soltó una carcajada haciéndome reír con él.

― ¡Estás loca!

Me encogí de hombros. Quizá sí lo estaba.

Abrió la puerta de su coche; un bonito Volvo plateado. Echó las cosas que cargaba en el asiento trasero.

― Hay algo que quiero confesarte.

― ¿Qué es? ―preguntó sin mirarme.

Él seguía acomodando todo y solo me dejaba la buena vista de su trasero en ese pantalón de vestir oscuro. Lo cual era poco, era testigo que había poca carne, sin embargo era más que suficiente para mí.

― No tomé la pastilla del día después, no pude.

Se paralizó, levantó su cabeza golpeándose en el cielo del coche, gruñó .

Se volvió a mí y juré que tenía ganas de apretar mi cuello y no por las razones que yo quisiera.

Levanté mis manos, necesitaba que me dejara explicar.

― No sé tragar pastillas ―fue mi pobre respuesta.

Tiró de su pelo unos segundos y se acercó a mí de dos zancadas.

― ¿Es una broma? ―preguntó sujetando mis brazos.

Sacudí mi cabeza, negando.

― ¡Demonios! No puedes decirme esto justo cuando acabo de perder mi trabajo ―sujetó mi rostro―. ¿Acaso pretendes que me tire de un puente?

Negué rápidamente.

― Lo siento. ―Suspiré, intentando bajar mi rostro y sus manos no me lo permitieron.

― ¿Qué voy a hacer? ―susurró, inclinando su cabeza a mi rostro.

― Te ayudaré a buscar un trabajo ―respondí, sintiendo su aliento entrar en mi boca.

― No hablo de trabajo. Me refiero… ―dudó― a la posibilidad que te haya dejado embarazada. ¿Cuánto falta para tu período?

― Tres semanas.

No quise agregar que estuvimos juntos en mis días fértiles. Decirle eso sería un "sí lánzate del puente", así que lo único que hice fue mordisquear mis labios. Ya había rezado bastante esta semana para no salir embarazada, yo tampoco estaba lista para la llegada de otro bebé, con mis nutrias tenía suficiente.

Así que esperaba obtener un milagro.

Un milagro grande.

Inspiró.

Su rostro mostraba signos de preocupación.

― Te daré mi número de celular y la dirección de mi apartamento. Cualquier cosa, sin importar la hora, buscame.

― ¿No me matarás y echarás mi cuerpo a un río? ―inquirí.

― Créeme que a tu cuerpo no lo quiero tirar a un río, sino a mi cama ―apretó sus labios visiblemente enrojecido―. Perdón, hablé sin pensar.

También apreté mis labios ocultando mi sonrisa.

Algo me decía que no faltaba mucho para que su deseo se volviera realidad.

― Cualquier cosa que pase ―miró mi vientre y se estremeció―, buscame.

Estaba por subirse a su coche y yo detuve su brazo. Él volteó hacia mí.

― Lamento lo de tu trabajo. Mi intención no era… ―incliné mi vista. Me sentía mal por él―. Si en algo puedo ayudar, házmelo saber.

Su palma acarició mi mejilla con mucha ternura. Lo que me hizo restregar mi cara en su palma como cachorro con necesidad de cariño.

― Tú no tienes la culpa de nada. Anda ―me abrazó, apretando mi cuerpo a su pecho dándome mi tiempo para impregnar mi nariz con su delicioso aroma varonil―. Espero que encuentres esa oportunidad que buscas, lo mereces.

.

Al llegar a casa mis piernas aún seguían débiles.

Edward lograba ponerme así sin necesidad de… bueno, sin haber mantenido sexo.

― ¡Mami! ―mis nutrias se echaron a correr y se abrazaron de mi cadera.

Intenté cargarlos, pero siendo honesta mi cuerpo no tenía la fuerza suficiente para sostener a los dos, así que me acuclillé a su altura. También merengue salió a recibirme y movió su cola lleno de felicidad.

Acaricié el rostro de mis nutrias: mejillas sonrojadas y sonrisas alegres.

Merengue puso su hocico sobre mi muslo, pedía mimos. Froté su pelaje suave y me recompensó con una lamida.

― ¿Ya tienes un empleo, mami? ―indagó Noah.

Él siempre era curioso y todo quería saber. Sus bonitos ojos cafés me miraron sin pestañear, con mi mano quité un poco de su hermoso pelo color miel brillante de su frente. Él sonrió.

― No. Seguiré buscando.

Sus pequeñas manos acunaron mis mejillas mientras su rostro parecía concentrado.

― No sufras mami.

― Ella no sufre ―protestó Emma― ¿a qué no, mami?

Negué.

Mi niña toda una diva con sus gafas de sol en forma de corazón y sus collares de cuencas de colores, se abrazó a mi cuello con mayor fuerza.

― ¿Nos llevas al parque? ―pidió Noah retorciendo sus dedos.

― Claro, solo tengo que cambiar mi ropa.

― ¡Yay! ―chillaron al unísono y se echaron a correr con merengue siguiendo sus pasos.

― Me iré a cambiar también, cariño ―dijo mamá dando media vuelta, me incorporé.

Ni siquiera me había dado cuenta que estaba detenida en medio de la estancia con sus brazos cruzados, mirándonos enternecida.

― No hace falta ―pronuncié― iré sola.

El rostro de mamá se llenó de incredulidad, esbozó una sonrisa y sacudió su cabeza. Su melena corta y rubia se mantuvo intacta cuando se aproximó a mí sujetando mis manos.

Ella era una mujer alta, de complexión delgada, hermosa, elegante. Mi mejor amiga, mi ancla y fortaleza.

También debía agregar que llevaba años entusiasmada por verme en pareja. Y al darse cuenta que no sucedía llegó a hacer todo tipo de locuras, una de ellas fue hacerme usar bragas rojas en nochevieja, sin mencionar todas las veces que descubrí mis fotos bañadas en miel de abeja. Renee decía que era para atraer el amor. En pocas palabras mi madre estaba loca y era capaz de todo con tal de verme felizmente comprometida.

― Nena, no te castigues. No es necesario tomar tan literal que debes hacerte cargo de todo. No hay ningún problema si te sigo ayudando.

― Mamá, es solo una salida al parque ―anuncié.

Si bien debía reconocer que nunca hacía nada sola, nunca. Y aunque estaba aterrada por no poder cuidar de mis hijos en un simple parque, no lo iba a reconocer. No tenía caso cuando ella lo sabía.

«¿Así de inútil?», inquirió mi conciencia.

Un poco, sí.

Mamá sonrió.

― Mi bebé está creciendo.

Rodeé mis ojos.

― ¿Mamá, qué difícil puede ser cuidar de mis dos bebés? ―cuestioné.

.

Exasperada levanté mis manos.

Dios, no podía creer que mis dos ojos no eran suficientes para cuidar de mis dos hijos. No habían pasado más de veinte minutos que habíamos llegado al parque y estaba en un alto nivel de estrés como si estuviera cuidando de diez hijos al mismo tiempo.

― ¡Nutrias por favor! ―grité cuando mis dos pequeños ángeles corrían sin parar alrededor de los columpios en movimiento.

Tenía miedo que fueran a golpearse mientras los otros niños se balanceaban despreocupados en los columpios sin importar dañar a mis bebés.

De pronto Noah corrió lejos mientras Emma seguía correteando alrededor de los columpios. No podía ver a uno y a otro al mismo tiempo.

Una amplia necesidad de tirar de mis cabellos se apoderó de mí. Volteé como una loca desesperada mirando a un lado y luego a otro. Quería gritar a los padres que en lugar de solo vernos me ayudaran. En cambio terminé por hacerlo yo sola.

― ¡Noah, no corras! ―pedí en un grito. ¿Creen que ese niño se detuvo? Desde luego que no, al contrario se fue más lejos todavía.

Emma caminó fascinada hacia al camión musical de helados, la detuve del brazo.

― Debemos ir con tu hermano.

― ¡No mami! ―chilló intentando sacarse de mi agarre― quiero un helado, por favor, comprame uno.

La cargué en brazos y ella protestó.

― Se buena niña ¿si?

Se agarró con fuerza a mi cuello cuando me eché a correr tras Noah. ¡Sí! Corrí como una loca recién salida del hospital psiquiátrico que lleva una niña en brazos y atravesé el área de juegos. Una vez logré sostener la camisa de mi hijo, tiré con fuerza y lo levanté como un pequeño avión.

Chilló. Pero también extendió sus brazos y empezó a reír de lo más emocionado.

El peso fue demasiado y terminé aterrizando de rodillas en medio del pasto. Chillé. Lo único bueno fue que mis hijos salieron intactos, aunque mi dignidad estaba herida.

Era un desastre y me sentía terriblemente decepcionada porque no tenía la capacidad para cuidar de mis bebés.

― ¡Mami! ―canturreó mi niño―. ¡Fue muy divertido!

Arrodillada sobre el pasto los miré. Los dos siempre vestían los mismos colores; hoy no era la excepción: pantaloncillos beige y camisetas verdes.

Emma movía sus caderas al compás de la música del camión de helados mientras Noah aplaudía y saltaba en un pie y otro. Mi niña era más alta por alguna pulgada, pero también era sumamente delgada. A decir verdad ambos eran delgados, mucho. Quizá los estaba alimentando mal.

Me incorporé alarmada.

Dios, tal vez los tenía al borde de la desnutrición.

― ¿Ya comieron? ―pregunté.

Noah arrugó su frente.

― Sí ―dijo Emma con sus manos en la cintura―. María nos hizo sopa de verduras y abu Renee le dio en la boca a Noah porque él no estaba comiendo. Mi hermano casi no come.

Me acuclillé a su altura y examiné a mi niño. Abrí un poco sus ojos con mis dedos, no lucían amarillos y eso me tranquilizó.

― ¿Qué ocurre contigo? ―le pregunté.

― No me gustan las verduras ―susurró mi hijo con un dulce puchero― ¿puedes cocinar tú? María cocina feo.

― Es verdad ―canturreó Emma― su comida no tiene sabor.

¿Cocinar yo? Eso era algo difícil, ni siquiera tenía idea cómo se prendía la estufa. Pero bien lo podría intentar.

.

.

Otra semana más… Ya con esta iban dos semanas sin trabajo.

Estaba agobiada sintiéndome terrible y con grado de culpabilidad porque Edward tampoco conseguía trabajo, me sentía con la necesidad de ayudarle y no sabía cómo. Es decir, bien podía hablar con papá, pero él no tenía muchas ganas de hablar conmigo.

También estaba el hecho que debía aprender a cocinar y en las dos semanas solo había logrado memorizar prender cada flama de la estufa, era un gran avance. Por supuesto que el horno fue lo más sencillo de usar (porque María lo prendió) y aunque las galletas parecían piedras y nadie las comió, me sentí honrada haberlas preparado junto a mis nutrias.

Entonces estábamos pasando una noche de viernes en casa de mis padres. Era una cena especial porque celebramos los cincuenta años de mamá. Renee se nos estaba haciendo vieja.

― ¿Ya te bajó? ―murmuró Kate.

Negué. ¿Cómo se le ocurría preguntar eso en pleno comedor?

Ella ocupaba la silla continua del lado mío, mientras yo seguía encajando el tenedor en el pedazo de pastel de chocolate.

Kate era mi mejor amiga y también la esposa de mi primo Félix. Ellos al estar recién casados me habían hecho un lado y justo la única vez que decidió hacerme caso e invitarme a salir, se me ocurrió embriagarme y comportarme como una zorra.

Seguía pagando las consecuencias porque Charlie aún se mostraba molesto conmigo mientras yo rogaba pidiendo un milagro porque no quería salir embarazada.

Mis nutrias se acercaron a mí y se sentaron en mi regazo pidiendo un poco de mi atención.

― Últimamente los nenes quieren estar pegados de ti ―dijo tía Sue. Ella estaba sentada frente a mí sin dejar de atascarse de pastel―. Parece que estuvieran chipil.

Papá empezó a toser fuertemente haciendo demasiado escándalo, su rostro se tornó un rojo intenso y cuando empezó a ponerse morado comenzó a hiperventilar. Alarmados nos pusimos de pie abanicando su rostro hasta que logró calmarse bebiendo abundante agua.

― ¿Estás embarazada? ―preguntó papá entre tosidos.

Yo negué rápidamente. ¿Qué más podía decir? No me iba a poner a explicarle que solo me faltaba una semana para averiguarlo.

― ¿Vas a tener un bebé? ―indagó con suma curiosidad mi niña, inclusive medio levantó mi blusa cuando me volví a sentar.

― ¿Será niño? ―inquirió Noah también viendo mi barriga plana.

― No, desde luego que no hay bebé ―pronuncié con voz temblorosa mientras cruzaba los dedos bajo la mesa. Esperaba que no lo hubiera.

― Te ves más llenita ―dijo la tía.

Sue era la clásica tía que se creía perfecta y bien que había salido embarazada en su juventud, siendo madre soltera de Félix. Era la chismosa de la familia.

Dios, me estaba convirtiendo en la tía Sue. Hice un tronido de dedos frente a mi rostro y volví a la realidad.

― Son pequeños, tía. ―Mencioné conteniendo las ganas de lanzar el pedazo de pastel en su cara hinchada por el botox―. Es lógico que busquen estar conmigo.

― Mmm… ―musitó, sin dejar de mover su mandíbula porque seguía comiendo―. ¿Y qué pasó con el muchacho del otro día? Ese flaquito que destruyó el jardín de orquídeas.

Estreché mis ojos. ¡Por los clavos de Cristo!

¿No se podía callar?

― ¡Sue! ―reprendió mamá con una mirada asesina a su cuñada―. No te metas con mi niña.

― Mamá, ya es hora de irnos ―dijo Félix poniéndose de pie y ayudando a su esposa a levantarse. Mi primo me ofreció una mirada de disculpa y Kate otra, solo asentí con una sonrisa.

Todos se pusieron de pie menos yo y mis hijos.

El bullicio de las despedidas se fue alejando del comedor y volvió el silencio.

Nos habíamos quedado solos.

― ¿Mami? ―inquirió Emma poniendo su mano en mi mejilla―. ¿Por qué ya no vino el que te arregló la cañería?

― Porque no está dañada ―intervino Noah poniendo otra mano en mi mejilla, ambos buscaban ganar mi atención― ¿a qué no mami?

Sonreí nerviosa.

― Él… Él tiene su vida y no tiene tiempo de venir a casa ahora que todo está en perfecto orden.

No encontré las palabras necesarias para explicarles que quizá nunca iba a venir. En realidad no quería enredarme con explicaciones mientras mantenía la ligera esperanza de volver a verle.

― ¿Quiere decir que si… ―mi niña dudó― la tubería se daña, él vendrá?

Noah restregó su cara en mí ocultando un bostezo. Tenía sueño.

― No cariño. Edward no vendrá.

Me incorporé y sujeté a cada uno de su mano.

― ¿Se llama Edward? ―preguntó Emma con mucho entusiasmo mientras salíamos de casa de mis padres.

Ellos estaban a medio jardín. Y yo buscaba escabullirnos para no verle la cara a Charlie.

― ¡Isabella!

Exclamó mi padre justo cuando cruzamos medio jardín a hurtadillas.

― No seas tan duro ―pidió mamá acariciando la áspera mejilla de él.

Renee caminó acercándose a mí y sujetando la mano de mis niños, me sonrió maternal.

― Yo me encargo de dormirlos ―susurró.

Tragué saliva al quedarme sola con papá.

¿Ahora qué había hecho?


¡Hola! Es un gusto volver a leernos, vamos de nuevo con otro capítulo de esta loca historia. Antes que nada les doy las gracias por su apoyo con favoritos, follows y reviews que me dejan.

Me pueden dar sus opiniones respecto al capítulo, es importante para mí leer lo que piensan de la historia.

*Nos leemos el jueves con un nuevo capítulo de Peligrosamente, tú *

*Esta historia se actualiza los viernes*

Los martes adelanto en el grupo de Élite Fanfiction y si gustan unirse a mi grupo, son bienvenidas: Historias por Lau

Vamos a los agradecimientos: liduvina: muchas a ti por comentar. kaja0507: exacto Charlie solo pretende darle una lesión, pero Bella no ha tenido un gran avance. Patty: Rose se tomó el papel de hermana mayor muy en serio. Vanesa: así es, y aquí ella es feliz con él. Lupita Pattinson Cullen: pues él quería ayudarla y no resultó. PaolaValencia: muchas gracias, y sí, me encantó tu idea. Rini chiba: estás acertando, haha, gracias por la oportunidad de leer. Cassandra Cantu: muchas gracias. Dulce Carolina: haha, pensé lo mismo. cocoa blizzard: muchas gracias. ALBANIDIA: sí, él y Zafrina serán un gran dúo. Elizabeth: gracias, lo hago cada viernes. Fallen Dark Angel 07: muchas gracias a ti por leer. Diannita Robles: no, Edward no será capaz de hacer nada malo. Elizabeth Marie Cullen: ella de verdad le echa ganas, solo que por el momento nada sale a su favor. Jade HSos: él ya reconoció que es buena, pero Aro no le dio una oportunidad, veremos si Charlie se la da. Franciscab25: Aro se dio cuenta que era buena y por ello prefirió por encima de Edward. Aquí Bella fue quien no aceptó al final. solecitonublado: ambos son dulces y buenos, solo Bella viene incluida con una forma relajada de ver la vida. Lizairy Cullen: muchas gracias por subirte a esta lisa aventura, créeme que si pudiera con gusto actualizaba hasta dos veces por semana, solo que ahora llevo dos historias al mismo tiempo y me es imposible. EmilyChase: la pobre solo quiere una oportunidad y aún no la obtiene, y Edward parece sufrir del mismo mal. Jane Bells: él ya se dio cuenta la capacidad que tiene, veremos si ambos se vuelven a encontrar. miss-lissa19: muchas gracias por la oportunidad de leer, lo aprecio demasiado. Flor Mcarty: tienes razón, ella llegó para mejorarla. Vania: así es, muchas gracias. mrs puff: gracias. (Guest): gracias. Lily: gracias. Dmaris14: muchas gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar. sandy56: gracias a ti. Sther Evans: muchas gracias a ti por leer y comentar, lo agradezco. saraipineda44: al final fueron los dos sin trabajo, gracias. Leah De Call: gracias. ClaryFlynn98: fue bastante malo, gracias por comentar. Lili Cullen-Swan: es un amor, sobre todo cuando conozca a los nenes. NaNYs SANZ: es inteligente y le apasiona su profesión. Bella solo quiere una oportunidad para demostrar lo que es capaz, gracias por comentar. Lidia Hernández: él quiso ayudarla, y no se pudo. Andrea: comparto tu opinión, también me parece prematuro y aunque es muy tentativo hacerlo. Sigo creyendo que debe pasar un poco de tiempo para ello, muchas gracias por comentar. Antonella Masen: sí! Ambos se gustan y mucho. lidia: no puedo. Torrespera172: tiene cierta inocencia es verdad, y bueno, ahora sé que es muy usada en tu familia esa frase, un fuerte abrazo a la distancia. (Guest): muchas gracias. Lore562: muchas gracias por tu apoyo, Isis Janet: sí, él tan entusiasmado que estaba con su nuevo puesto y mira cómo le fue. Adriu: y tienes razón, Bella llegó para cambiar su vida por completo, saludos hasta Ecuador. dana masen cullen: parece que ya se está haciendo a la idea, pues no explotó contra Bella. Kasslpz: me alegro y gracias por comentar. Gigi: muchas gracias, en verdad sí lo es. Ady: Jasper y Zafrina prometen mucho más, saludos. rociolujan: el pobre sí está en problemas, saludos. Lizdayanna: así es, lo bueno que ella hará frente con su peculiar estilo. Pepita GY: te adoro y es placer hacerte reír. Car Cullen Stewart Pattinson: sí, aquí Rose no es glamorosa ni nada, ella es feliz siendo mamá y ama de casa, muchas gracias por tu apoyo. Heart on winter: te agradezco mucho la paciencia, está vez no puedo actualizar como solía hacerlo antes. De verdad valoro mucho que me escriban. Wenday14: muchas gracias de verdad. Ana: gracias, solecitopucheta: haha, gracias, y bueno, ahora ambos están sin trabajo. Cinthyavillalobo: no te preocupes, ya viene la ayuda para él, gracias por dejar tu comentario.

¡Gracias totales por leer!