Disclaimer:

La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.

Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadas son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

[PROHIBIDA SU COPIA]


- Bienvenida Ladybug, imagino que vienes por el hombre herido. - el anciano monje saludaba suspicaz a la heroína.

- Así es. Quisiera hablar con él. - respondió entrando al templo.

En silencio siguió al monje por los largos pasillos de aquella pagoda hasta llegar a una de las habitaciones que mantenía la puerta abierta y un monje de pie junto a ella haciendo guardia.

Notó la pesada mirada del centinela sobre ella cuando paso a su lado. Llamó su atención la pronunciada cicatriz que tenía sobre su ceja derecha la cual se frunció junto con el resto de su rostro en un arisco gesto que por un segundo llegó a inquietarla.

Al entrar vio al hombre herido recostado sobre un sencillo camastro de madera, su respiración era agitada y pequeños espasmos en su rostro mostraban su intranquilidad.

Otro monje que estaba sentado junto a él terminaba de vendar su lesionada cabeza, pasando después un paño húmedo para limpiar los restos de sangre seca que aun cubrían parte de su rostro. En cuanto vio a su superior junto a la heroína se puso en pie de inmediato y haciendo una reverencia salió con premura de la habitación.

- Aquí lo tienes Ladybug. – señalaba con la mano abierta al herido – Como veras está muy débil así que procura ser breve y no hagas que se esfuerce de más.

Sin mediar palabra la heroína avanzó hacia el camastro y se acuclillo junto al hombre, con cuidado puso la mano sobre su hombro y se acerco más a él para que la escuchara mejor.

- ¿Ba Jin? – lo llamó en un tono suave.

Los parpados del hombre temblaron ligeramente ante la mención de su nombre, dio varios respiros apurados como si le faltara el aire. Ladybug levantó la vista hacia el monje preocupada, este con un ademán de su mano la insto a que continuara.

Nuevamente la heroína se acercó al herido y con voz pausada lo llamó.

- ¿Ba Jin?

Poco a poco los parpados de aquel desconocido se iban abriendo dejando a la vista unos ojos cansados y de mirada perdida. Miró desconcertado detallando aquel lugar, su expresión se tenso y sus ojos se desorbitaron al posarse sobre la heroína. Como pudo se irguió impulsándose hacia atrás en el mismo camastro, sin poder borrar el miedo en su rostro.

- ¡LOS DEMONIOS! – gritó alterado.

- Ba Jin, tranquilícese, está a salvo. – el monje intentó apaciguarlo poniendo la mano sobre su tembloroso hombro.

- ¿Lo...los has derrotado? – inquirió temeroso, mirando fijamente a la heroína.

Una tímida sonrisa se mostró en aquellos resaltes ligeramente amelocotonados y un tenue rubor apareció en sus níveas mejillas al recordar a su nuevo compañero y como había vencido él solo a los tres demonios.

- Si, han sido derrotados. - confiada se dirigió al hombre mostrándole una franca sonrisa.

Miró aun incrédulo al monje quien con un único ademán de su cabeza le confirmaba lo que Ladybug le había dicho.

Lentamente su cuerpo se fue destensando al saberse libre de aquel peligro, la expresión de angustia en su rostro se fue suavizando y su respiración recobraba la normalidad. Ladybug aprovechó el momento de distensión para una vez más acercarse a él y tratar de dar respuesta a sus inquietudes.

- Ba Jin, ¿por qué lo atacaron los demonios?, ¿que es lo que querían de usted?.

El hombre bajó la vista dubitativo, humedeció ligeramente sus labios dando la apariencia de estar colocando en orden sus ideas. El monje que permanecía de pie junto a la puerta aparentemente ausente de aquella conversación dio un par de imperceptibles pasos hacia el interior de la estancia mientras que su superior se acercaba un poco más a Ba Jin.

- El pergamino...buscaban el pergamino con el mapa. - dijo al fin, alternando nervioso la vista entre el monje y la heroína.

- ¿Mapa? - preguntó desconcertada Ladybug.

- Si, el mapa que lleva al jade azul.

El anciano monje dio un respingo al escuchar aquellas palabras, ya en su juventud había sabido de aquella piedra y de lo que se decía de su poder pero nunca más allá de los que eran mitos populares.

- El jade azul es solo una leyenda, no puede haber un mapa. - se atrevió a afirmar con contundencia.

Ba Jin lo miró con expresión cansada y entonces una socarrona sonrisa se dibujo en sus resecos labios.

- Existe y es real. - con la autoridad que le daba el conocimiento contradijo al monje con osadía.

Los dos hombres mostraron la sorpresa en su rostro, uno aun incrédulo y el otro ávido de interés.

- ¿Qué es el Jade Azul? - inquirió Ladybug, ya que al parecer era la única en esa habitación que no sabía nada al respecto.

- Es... es una piedra... - con dificultad pasó la saliva - que...que a quien la posee le otorga el poder de doblegar a cualquier persona y que esta cumpla con su voluntad, además el jade azul protege de todo mal a su dueño.

Cansado por el esfuerzo se recostó sobre el camastro, Ladybug tomó el pequeño cuenco con agua que había sobre la mesa que tenía a su lado y lo acercó a los labios de Ba Jin.

El herido bebió apresurado, con la misma ansia de aquel que busca un oasis en medio del sofocante desierto. Antes de que la heroína retirara el cuenco Ba Jin sujeto con fuerza su brazo.

- Ti...tienes que evitar que caiga en malas manos. - apuró a decir, clavando una perturbadora mirada sobre ella - So...sobre todo el libro, tienes que proteger el libro. - añadió mientras que un nervioso estremecimiento se apoderaba de sus manos.

- ¿A qué libro se refiere? - preguntó curioso el mayor de los monjes.

Ba Jin se giró hacia Ladybug y aun con el temblor en la mano señaló los aretes de la heroína.

- El libro de los prodigios. - sentenció con voz quebrada.

Entre la sorpresa y el desconcierto Ladybug se giró hacia los dos monjes esperando alguna respuesta a aquel último comentario, pero solo obtuvo por respuesta el silencio. Sintió el débil tirón sobre su brazo y vio como Ba Jin intentaba con esfuerzo acercarse a ella. Se inclinó ligeramente, lo suficiente para que el agotado hombre pudiera erguirse hasta quedar a la altura de su oído.

- El pergamino y el libro son reales, tienes que encontrarlos y protegerlos...- se detuvo por un instante, intentando recuperar el aliento - ...los...los encontraras donde el día marca las horas. - susurró en una débil voz atona, para después caer desvanecido sobre el camastro.

- ¡Ba Jin! - exclamó asustada la heroína al ver inconsciente al hombre.

- Tranquilízate Ladybug, solo se ha desmayado por el esfuerzo, estará bien. - dijo en un tono apacible el mayor de los monjes, colocando su mano sobre la frente del herido.

Antes de que alguno de los ahí presentes pudiera decir algo más un joven monje irrumpió a toda prisa en la habitación.

-Maestro, - dijo haciendo una reverencia hacia el mayor de los monjes – ha llegado un hombre enmascarado que pregunta por el herido y por la chica. – informó diligente.

- Chat Noir – en un susurró apaciguado salió de los finos labios de Ladybug el nombre del héroe, a la vez que un tenue rubor se mostraba en su rostro.

- Hágalo entrar, seguramente querrá saber de él y hablar con Ladybug.

- Si maestro - de inmediato se dio media vuelta y salió en busca del héroe.

Aun ensimismada en su pensamiento los ojos de la heroína se abrieron desorbitados al caer en cuenta de las palabras del monje. Chat Noir no debía encontrarla ahí, él esperaba ver a Bridgette.

Con ímpetu se puso en pie y caminó rauda hacia la ventana.

- Bien...yo...yo...me voy. - sonrió nerviosa hacia los dos monjes, quienes la miraban extrañados.

- ¿No esperaras a hablar con esta persona? - inquirió desconcertado el mayor de los monjes, viendo como la heroína abría la ventana.

- Será...será en otra ocasión, ahora...ahora debo irme. - trastabillando las palabras, nerviosa, miró a un punto elevado a lo lejos y lanzó su yoyó. Si nada más que decir de un impulso se lanzó por la ventana dejando boquiabiertos a los dos monjes.

Un segundo después entraba Chat Noir a la habitación.

Minutos más tardes salía del templo el héroe confundido ante lo que el monje le había contado, no entendía cómo es que Ladybug sabía que el hombre que él había rescatado estaba en el templo y sobretodo el por qué no esperó a por él, pero lo que más le inquietaba fue saber que Bridgette había salido del templo en cuanto dejo al hombre herido con los monjes.

- ¿Chat Noir? - sonó la tímida voz a su espalda.

Con tan solo escuchar aquel dulce tono sus ojos titilaron con intensidad y los latidos de su corazón aumentaron, sin ocultar la franca sonrisa se giró hacia el origen de la voz.

- Hola. - su corazón dio un nuevo vuelco al verla. Ella, con un ligero rubor sobre sus mejillas y mostrando una perfecta sonrisa disimulada que dejaba entrever ese ápice de coquetería que la hacía ver aun más candorosa, con sus manos entrelazadas al frente marcando ese punto de inocencia infantil.

Con paso lento se acerco hasta ella.

- Me tenías preocupado.

- ¿S...si? - sus azules ojos brillaron al levantar la vista hacia él.

- Te había dicho que me esperaras en el templo hasta que no hubiera peligro.

- Yo...yo estaba preocupada por mis tíos...pero no puede llegar al almacén. - se disculpaba ocultando la verdad de que ella siempre estuvo a su lado.

Los segundos se hicieron lentos y sus respiraciones se acompasaban en completa armonía bajo la tranquilidad de estar uno frente al otro, no había palabras solo miradas que intentaban decirlo todo.

- Te llevare a tu casa. - fue Chat Noir el primero en hablar, por mucho que le disgustara romper ese momento aun tenía que buscar a Ladybug y saber que información le había contado Ba Jin.

Bridgette solo asintió con un leve movimiento de cabeza, sin dejar de sonreír.

Con cuidado Chat Noir la tomó en sus brazos y ella en un suave movimiento se afianzó a su cuello, apegándose a su pecho donde podía escuchar con claridad el fuerte y rápido latido de su corazón. Y así con esa complicidad encubierta de un portentoso salto emprendieron el trayecto hasta la casa de la azabache.

[...]

Su cita con Bridgette al final no había podido ser por la aparición de aquellos tres demonios, pero aun así nada ni nadie podrían borrar la sonrisa que se dibujaba amplia en sus labios. Solo recordar el suave y cálido contacto de la azabache contra su cuerpo le hacía estremecer y que su piel se erizara, tal vez fuera la cercanía del momento y por improbable que pareciera llegó a sentir que ella buscaba apremiar el contacto entre los dos.

Sin perder la alegría en su rostro deshizo su transformación al entrar en su habitación por la ventana.

- ¡Comida!, ¡Necesito queso! - exigía exaltado Plagg con un agónico gesto permaneciendo inmóvil sobre la cama y con sus pequeños brazos levantados suplicantes hacia su portador.

- Ja ja, eres un melodramático. - reía divertido Félix - Vamos a ver si encontramos algo de comer en la cocina.

Se acercó al pequeño kwami y con cuidado lo tomó entres sus manos para depositarlo en el bolsillo interior de su ropa.

- ¿melodramático?...¿yo? - cuestionaba con falsa molestia el pequeño ser - te recuerdo que no fui yo quien se empeño en llevar a la chica hasta su casa, sin pensar ni un poco en mi. - recrimino ofendido.

- ¿No pensarías en dejarla ahí?, eso no hubiera sido correcto por nuestra parte, recuerda que somos héroes. Adem... - no pudo terminar su argumento ante la agitada exclamación desde su bolsillo.

- ¡A ti te gusta esa chica!, esa es la única razón. Y mientras yo desfallecía de hambre tú... - ahora era Plagg quien tenía que callar al escuchar la voz de Lian que los esperaba al final de la escalera.

- ¿Félix?...¿Señor?... - sin poder ocultar el temor en su mirada entrelazaba nerviosa sus manos al frente.

- ¿Si, Lian? - respondió receloso.

- Su...su padre quiere verlo en su despacho. - informó mostrándose intranquila.

- Dígale que no me ha encontrado.

- ¡Por favor! - apocada salió como una súplica su voz - vaya a verlo ahora. - un acuoso brillo apenas perceptible se mostraba en el borde de sus parpados.

Extrañado por aquel comportamiento se encamino hacia el despacho de su padre en completo silencio mientras sentía los movimientos inquietos de Plagg contra su pecho.

De pie frente a la puerta apretó con ímpetu sus manos en sendos puños que mostraban su rabia hacia aquel hombre que se hacía llamar su padre y nada más lejos de eso para él. Dejando escapar el aire en una fuerte inspiración tocó la puerta.

- ¡Adelante! - sonó la voz seca e impostada al otro lado.

En cuanto abrió la puerta su rostro se descompuso en una mueca de incredulidad y sus ojos temblaron ante la imagen que se mostraba frente a él.

En el centro de la habitación estaba un hombre arrodillado con las manos fuertemente atadas a la espalda y el rostro sangrando abundantemente desfigurado por los golpes recibidos. Su ropa estaba hecha gironés y por todo el cuerpo se veían laceraciones por donde no paraba de sangrar.

Y Gabriel impasible veía la escena desde su escritorio agitando con parsimonia una copa con coñac.