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Gold Pleasure Group

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El gerente distinguió el auto a la distancia y no pudo sino suspirar con cansancio. Aprovechó el escondite que le proporcionaba una columna para estrujarse la cara, tenía que relajar los músculos para hacer las cosas más llevaderas, y apenas el auto se detuvo, se acercó con su mejor sonrisa para abrir la puerta.

—Buenas noches, señorita —saludó, extendiendo la mano.

Rino Kurayoshi aceptó el gesto para apoyarse y salir en un grácil movimiento.

—Buenas noches.

—No la esperábamos esta noche, pero me encargaré de que todo esté como le gusta.

—Te lo agradezco. Espero que no sea un inconveniente, pero realmente quería asegurar los detalles. Como sabes, invertí demasiado en este evento. Por cierto, estoy esperando a alguien para atender unos negocios.

El hombre asintió mansamente, tratando de no temblar por la presencia opresora del muchacho que siempre estaba con ella.

Era su representante ante la Asociación Kengan, pero debido a que esa no era una información que trascendiera en todos los niveles organizacionales por la naturaleza misma de la Asociación, simplemente figuraba como el guardaespaldas que a la vez cumplía como un tipo de acompañante también. Intentó recordar, pero nunca había salido de sus labios decir que fuese su novio, y en general tampoco lo trataba como tal.

Si le preguntaran, la definición que más se le venía a la mente, era la de una amada mascota.

Solo que no era un caniche, era una maldita pantera, un chacal, una serpiente peligrosa hasta la médula.

Los chillidos de la coreógrafa se escucharon hasta donde estaban. La música se detuvo y entre expresiones de hastío, las bailarinas volvieron a sus posiciones iniciales.

La mujer giró la cabeza, mirando al grupo de recién llegados por encima del hombro, para luego volver su atención al frente con un suspiro exagerado. Le dio una indicación al encargado de audio en su cabina y la música empezó de nuevo.

Las cuatro chicas empezaron a moverse conforme marcaba el ritmo con paso bien sincronizado. Llevaban un leotardo negro y brillante, mallas de red y una pajarita rosa. En la mano derecha giraban hábilmente un bastón y en la izquierda un sombrero de copa que iban alternando entre su cabeza y giros en sus muñecas.

Con aire de reina del drama, la coreógrafa se dejó caer en la silla, manteniendo el dorso de la mano en la frente.

—A mí me parece bastante bien, ¿qué es lo que no está sucediendo de acuerdo al plan? —preguntó Rino, mientras tomaba asiento en la mesa que el gerente le indicó, un tipo de gabinete en forma de media luna.

—Magical Emi fue una de las figuras más importantes de la industria hace veinte años —explicó la coreógrafa —. Y aún lo es, desde que anunciamos su regreso hace seis meses, se hizo venta total de las entradas en un solo fin de semana. En todo caso, hace veinte años el show que montaba con su compañía era suficiente para la audiencia de la época, pero hoy en día, si no hacemos un espectáculo por todo lo alto ni siquiera podríamos considerar lógico abrir otras fechas.

—Eso lo entiendo —respondió Rino con calma. Ella misma lo había previsto. Apenas se había anunciado mediante las redes sociales oficiales de la Troupe Magic Carat, que la mágica Emi volvería a los escenarios, prácticamente todos en el medio habían luchado por la exclusiva, y si no fuera por Rei, seguramente no habría logrado firmar ese contrato.

—Pero no entiendo, ¿cuál es el problema? —insistió Rino.

—¡Que estas chicas son tan ordinarias! —exclamó.

Con su grito, las muchachas creyeron que tenía que detenerse, pero como no había indicado eso, solo consiguieron ponerla más furiosa, así que se puso de pie y dando largas zancadas empezó a ordenar de nuevo a las ya afligidas muchachas.

Rino le agradeció a la joven que le sirvió la bebida, reparando en que era nueva.

Siempre se había jactado de conocer a sus empleados, además de que tenía un rostro muy característico, afilado y femenino, con unos enormes ojos azules, bastante expresivos. El pelo castaño lo usaba corto, a la altura de los hombros, con un peinado que le añadía cierto peculiar volumen.

—¿Cómo te llamas? —preguntó.

La muchacha respingó, como si no esperara que le estuviera dirigiendo la palabra.

—Téa Gardner —respondió, sonriéndole.

Rino le correspondió. Su humor alegre era contagioso, algo que siempre consideraba de importancia para el negocio. Sin embargo, apenas se reinició la coreografía, su mirada se desvió por completo y su semblante mostró un dejo de anhelo.

Seguramente había hecho audición, la mayoría de las camareras estaban ahí para facilitarse alguna oportunidad en el escenario del club privado más importante de japón, ya fuera como bailarinas o cantantes, pero aun sin conocer los detalles, seguramente la rechazaron por la estatura.

Las cuatro seleccionadas estaban sobre el metro con ochenta, algo sumamente raro en el país, pero aparentemente esa era la altura de Emi, y poner a una chica que por mucho llegaba a uno con sesenta y cinco, creaba una discordancia estética que la excéntrica coreógrafa no iba a permitir.

No se molestó en darle ánimo, su tenacidad la iba a impulsar en algún momento, pero si se rendía, entonces ni siquiera valía la pena.

—Tengo entendido que la señorita Emi estará aquí mañana por la mañana junto con su equipo para el primer ensayo general—dijo Rino, levantando la voz —. Déjalas ir a casa, no tiene caso que mañana se encuentre con cuatro mujeres agotadas.

La coreógrafa resopló. Claramente no estaba conforme con eso, sin embargo, no replicó, solo les indicó que las vería a primera hora, a lo que las chicas no perdieron la oportunidad de salir corriendo a los vestidores.

—Ven, tenemos que hablar —dijo Rino.

La mujer volvió a la mesa, aunque entornó la mirada al darse cuenta que el sujeto que siempre la acompañaba se había recostado en el sillón del gabinete, dejando la cabeza en el regazo de Rino.

No importaba cuántas veces lo viera, siempre le parecía igual de raro, así que tomó una silla de otra mesa y la acercó para quedar de frente.

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A la distancia, con los brazos cruzados, el gerente solo miraba la escena.

—Téa —dijo en cuanto la muchacha pasó a su lado —. ¿Puedes quedarte? La señorita Kurayoshi está esperando a alguien.

Téa asintió. Quedarse significaba paga extra y, de cualquier forma, no tenía ningún plan para esa noche.

Nadie contaba con que Rino Kurayoshi se apareciera por ahí, así que todos ya se habían ido y tendría que encargarse de la barra y la cocina, si se les ocurría pedir algo para comer, así que tener a alguien que le apoyara, era positivo, aunque no estaba seguro de qué tanto, considerando que era una chica nueva.

Téa pasó a su lado con el agua que le había pedido la coreógrafa, y el gerente la detuvo tomándola por el hombro.

—Creo que es innecesario decirte esto, pero apenas pongas un pie fuera de aquí, vas a olvidar absolutamente todo lo que hayas visto o escuchado. La señorita Kurayoshi va a atender unos negocios...

Se interrumpió a sí mismo al ver a un joven de notable altura entrando. Estaba por adelantarse para informarle que el club no estaba en servicio, cuando notó que se dirigía hasta donde estaba su jefa.

—Mierda —dijo para sí, se suponía que debería escoltar al invitado, pero, aunque apresuró el paso, intentando no correr para no comprometer su protocolo, no le fue posible alcanzarlo, menos aún, adelantarse para anunciarlo.

El muchacho dejó un maletín sobre la mesa sin demasiadas consideraciones. Con la mirada ceñuda, se limitó a cruzar los brazos sobre su pecho.

La coreógrafa se excusó para retirarse y al gerente no le quedó más remedio que acercarse y emitir una disculpa por su error.

—¿Y bien? —dijo el muchacho.

Rino miró a Rei en su regazo.

—Rei —le dijo con su tono más dulce —. Él es el señor Seto Kaiba, de Kaiba Corp.

Seto no había visto al hombre, y tuvo una sensación incómoda al ver la forma en la que restregaba el rostro contra las piernas de la mujer, como si fuera una almohada.

Por su parte, Rei apenas le dirigió una mirada, no pudiendo enarcar una ceja por la sofocante presencia que emanaba, aunque pronto se dio cuenta que se trataba solo de su humor y no de alguna amenaza latente, así que no vio necesidad alguna de moverse.

—Señor Kaiba, él es mi representante, Rei Mikazuchi.

Seto trató de ignorar la escena y abrió el maletín, girándolo para que lo viera.

Con cierta emoción, Rino se inclinó levemente, aumentando la incomodidad del joven ya que su prominente busto había quedado justo sobre la cara del sujeto que no se movió en absoluto, además, el escote del vestido le daba a él una vista aún más inapropiada.

El contenido del maletín era una docena de pequeños cilindros con un centro de cristal acomodados en una base de espuma preformada.

—Gracias —le dijo ella, sonriéndole.

Sin embargo, eso que hacía que los hombres normalmente quedaran desarmados, solo consiguió ponerlo más tenso de lo que estaba. Rino confirmó que tendría que esforzarse más en algún momento, era más duro de lo que le había parecido al inicio, cuando hablaron por teléfono.

—Tome asiento, por favor —insistió, señalándole la silla que había dejado libre la coreógrafa.

De mala gana lo hizo y cuando estaba por rechazar el ofrecimiento de algo para beber, se percató de quién era la camarera junto al gerente.

—¿Trabajas aquí? —preguntó.

Seto Kaiba tenía una habilidad inigualable para hacer sonar despectivo incluso un agradecimiento sincero, y Téa lo sabía, aunque de alguna absurda manera, en cuanto lo vio entrar, tuvo la ligera esperanza de que hubiese cambiado, como solía hacer la gente al cabo de los años, especialmente si esos años lo separaban de la adolescencia.

—No —respondió —. Escuché que venías y quise pasar a saludar.

Rino no pudo evitar reírse, y solo hasta ese momento, Seto fue consciente de que había preguntado una idiotez, más considerando que no solo estaba de pie junto al gerente, sino que llevaba uniforme.

Avergonzado, desvió la mirada, limitándose a pedirle agua mineral con limón.

Téa se marchó, dejando perplejo a su jefe que no esperaba que le respondiera de esa manera al invitado de la dueña de todo el imperio que era Gold Pleasure Group.

—¿Una amiga? —preguntó Rino.

—Una conocida. Íbamos juntos a la escuela y coincidimos más de lo que quisiera.

—Quizás es una señal del destino.

Seto resopló. Ya no podía escuchar esa palabra sin acordarse de todas las locuras por las que había pasado en relativamente poco tiempo.

En un compartimento del maletín estaba el fólder con el contrato que había preparado, y como era de esperar, la mujer lo leyó detenidamente, aunque había recibido la copia digital desde la tarde.

Él no era del tipo que enviaría uno y daría a firmar otro, pero era lo que cualquiera con sentido común haría.

Téa volvió con el vaso, dejándoselo a un lado y se apartó junto con el gerente, quedando todo en un abrumador silencio que ni siquiera el ruido de afuera podía aminorar.

Era tan extraño verlo después de tanto tiempo. Aunque solía haber alguna nota sobre él o Kaiba Corp. circulando en la red, hacía varios años que no lo veía en persona. No era como si lo extrañara, pero no dejaba de ser novedad.

—Puede preguntar —dijo de pronto Rino sin dejar de leer.

Seto respingó, supo enseguida que se refería a él, y dudó sobre qué tan obvio era su semblante. Súbitamente descubierto, no le quedó más preguntar, pese a lo mucho que odiaba verse como novato.

—¿En dónde conseguiste a tu peleador? Realmente no quisiera tener uno, pero parece que no tengo otra alternativa.

Con una sonrisa, la mujer apenas levantó la mirada.

—Entró por mi ventana —respondió con simpleza.

Pese a las improbabilidades, de alguna manera supo que le decía la verdad, y a juzgar por la forma en la que estaba acostado sobre ella, no dudó ni por un momento que el sujeto fuera algún tipo de acosador pervertido que se coló en su casa, consiguiendo convertirse en el idiota que se molía a golpes con quien fuera a cambio de un poco de atención.

Suspiró, derrotado.

Hasta el momento había logrado algunas negociaciones sin tener que organizar un duelo con nadie y Akio Kono estaba tranquilo luego de que el peleador de Saori Kido dejara fuera de combate al suyo. Sin embargo, tenía que estar preparado para lo que fuera que se le ocurriera en represalia.

—Escuché que la fundación Graad de Kido Incorporation están ofreciendo contratos por los gladiadores del Torneo Galáctico. Si no te gustan los de la Asociación, sería un buen sitio.

Seto torció la boca.

—No es que no me gusten, es que son unos idiotas. Además, los otros no son de Saori.

—¿No son suyos?

—Parece que hubo una división de intereses y un grupo se separó de la Fundación formando su propia compañía.

—¿Y se están promoviendo con el mismo nombre?

El joven se encogió de hombros. Ni siquiera sabía del Torneo Galáctico sino hasta que su hermano le explicó, y tampoco le importaba cómo lo fueran a solucionar, ni una ni otra parte le habían querido ayudar.

—¿Pero qué hay de la facción de Saori Kido?

—Parece ser que no congenia muy bien con los ideales de la Asociación. Me reiteró su falta de interés en participar en más peleas de las estrictamente necesarias.

—Eso no le impidió formar una coalición con Himekawa Group.

Seto frunció el ceño, increíblemente más de lo que ya tenía hasta el momento, lo que le indicó a Rino que no sabía de qué le hablaba.

—No es tan extraño que algunas compañías se unan en un frente común. Evitan las peleas que puedan perjudicar a sus aliadas, y toman las que beneficien a otras, además de sí mismas. Es un sistema que permite también subir niveles en el ranking corporativo, y eso es positivo cuando de favores se trata.

Un gruñido fue toda la respuesta que obtuvo.

No le costó ningún trabajo deducir que no era del tipo que supiera jugar en equipo. Pero había tomado la dirección operativa de la compañía desde que era un adolescente, manteniéndola a la vanguardia en innovación tecnológica.

Luego de dedicarle una última mirada, firmó el contrato, solo por complacer su espíritu de empresario joven e inocente. Sería cuestión de tiempo para que se acostumbrara a las acciones administrativas, especialmente al método de la Asociación, si es que quería mantener la competitividad.

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—¿En qué piensas?

Rino pasó la punta de sus dedos por el contorno del rostro de Rei, deteniéndose en su mentón para subir de nuevo por sus labios. Él le dio un beso, intentando incitarla de nuevo, pero, aunque ella se acurrucó en su pecho, seguía con el semblante distante.

—Seto Kaiba no quiere pelear —dijo —, Saori Kido tampoco, y quizás el motivo por el que unió con Himekawa Group es porque su dirigente tampoco quiere hacerlo. Me pareció escuchar que recientemente el presidente fue reemplazado por su hijo.

—A ti tampoco te gusta pelear. ¿Quieres unírteles?

Rino suspiró.

—Sería lindo —dijo quedamente.

Cerró los ojos al sentir el beso de Rei en su frente, y el reconfortante abrazo que la envolvía por completo.

—Ese tipo de hoy, Kaiba, no me da la impresión de ser el tipo pacifista. Quizás, cuando descubra que siendo presidente de la Asociación todo le será más fácil, no dudará en pelear.

Rino se rio por la ocurrencia, aunque no podía negar que sentía la mismo.

Era bastante conocido entre bastantes directivos de varias empresas, que Seto Kaiba había conspirado para quitarle la empresa a su padre adoptivo, siendo solo un niño, para enseguida someterla a un proceso de reingeniería extremo que le permitió deshacerse de todos los que no se alienaban a sus propósitos.

En solo un par de años, Kaiba Corp. era absolutamente diferente a lo que Gozaburo Kaiba había construido.

Sin embargo, no dejaba de resultarle curioso el cambio de giro, pasando de empresa armamentista a líder en el sector de expansiones virtuales de juegos TCG, algo tan inocente que niños y adultos lo jugaban por igual. Incluso había convertido a toda una ciudad en una gran arena, un espectáculo que no pudo más que admirar.

—Si decide volverse el rey, sería bueno estar en buenos términos. ¿Conoces a alguien que quisiera representarlo?

Rei hizo un sonido extraño, como un gruñido bajo.

—Ha pasado poco tiempo desde que terminó el Torneo, supongo que por eso los contratos están cerrados. Quizás algo de lo que dejó atrás la Toyo Electric Power...

—Quizás... aunque también podría visitar a la señorita Kido, entre chicas podríamos entendernos. Dijiste que su peleador era interesante, eso es bueno, ¿no?

—Es muy joven, pero está bien entrenado. Mucho mejor que otros que llegaron al Torneo, y si la Fundación Graad usa el mismo sistema con todos, sin duda tiene buenos elementos que ofrecer.

Rino se entusiasmó con la idea.

—Creo que los visitaré —dijo —, al CEO de Himekawa Group también, tengo curiosidad por conocerlo. Quizás consiga algo para nuestro nuevo amigo. ¿Te parece?

Rei se rio, mirándola a los ojos, era tan hermosa.

Y tan peligrosa.

Esos niños iban a acabar en sus manos.

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—¿Quién? —preguntó Natsume.

—Rino Kurayoshi —repitió la secretaria.

—¿No la conoces? —preguntó Tatsuya apartando la vista del monitor de la computadora.

—Obviamente no, por eso pregunto.

—Es la Reina de la noche —explicó —. Clubs nocturnos, bares, cafés, karaokes, boleras, cabinas de masajes... esa mujer tiene un control impecable, ni siquiera los Yakuza entran en sus establecimientos.

—Entonces sí la conozco —dijo Natsume —¿No es la mujer que dejó llorando al jefe Toyosaki?

—La misma.

—¿Entonces le digo que no puede recibirla? —preguntó la mujer.

—No... déjala pasar.

Natsume bajó los pies del escritorio para no parecer tan informal, y aunque sus pantalones holgados no eran la mejor de las opciones, las zapatillas deportivas estaban impecables.

Al momento, escoltados por la secretaria, entró una pareja bastante más joven de lo que ambos esperaban. La mujer se presentó a sí misma y a su acompañante, que era su representante ante la Asociación, por lo que Tatsuya, intuyendo que sería alguna formalidad para petición de duelo, hizo lo propio consigo mismo y Natsume.

—Supe de la alianza que formó con Kido Incorporation. Una gran hazaña, considerando que la señorita Kido había rechazado a todos los que antes lo ofrecieron.

Tatsuya se encogió de hombros.

—Supongo que no se resistió a mis encantos.

Rino se llevó una mano a la boca.

—¡Qué coqueto! —exclamó, acercándose más, incluso pasando el límite simbólico que era el escritorio entre ambos, lo que consternó al muchacho, más aún cuando estuvo prácticamente frente a él.

Perplejo, Natsume sintió el impulso de salir corriendo, una sensación poderosa de peligro le recorrió la columna, sin embargo, no había un motivo para tal cosa. Miró al acompañante de la mujer, y aunque tenía una expresión endurecida, no parecía estar confundido como él.

—¿Cuál es el propósito de esta alianza? —preguntó Rino.

Tatsuya Himekawa se mantuvo firme en su sitio, conteniendo la respiración, el perfume de esa mujer amenazaba con borrar de su mente cualquier pensamiento inteligente, o cuando menos coherente.

Quiso retroceder para resguardarse detrás de la silla del escritorio, pero concluyó que era absurdo y le haría parecer un niño asustado.

—Pues —dijo, sintiéndose humillado por tartamudear en una palabra de una sola sílaba —. Pues, nadie quiere hacer equipo con un chico de diecinueve años que no está siquiera matriculado en la universidad.

Rino se giró levemente para mirar la ciudad a través del ventanal, encontrándole sentido.

Saori Kido debería tener unos diecisiete años, si había alguien con quien podría sentir afinidad, definitivamente era otro muchacho y no algún viejo que posiblemente acabaría buscando obligarla a algún tipo de retorcida propuesta marital.

A ella misma le había sucedido más de una vez.

—Quiero unirme —confesó finalmente, mirando fijamente.

Admirablemente, Tatsuya Himekawa se mantuvo impávido, aunque pudo ver en sus ojos que estaba valorando todas las posibilidades.

—No tengo ninguna otra intención más que liberarme del desafortunado sistema de la Asociación. No me gustan las peleas, no me gusta usar a Rei como instrumento. El devenir de las compañías en Japón ya no depende de los viejos presidentes, sino de los jóvenes herederos y emprendedores —añadió —. Lo normal es que el sistema se adapte.

Tatsuya carraspeó y miró a Natsume, aunque este no sabía qué decirle. Volvió la vista a la mujer, sus ojos brillaban con emoción y había abierto los brazos, como dándole la bienvenida, o como si esperara que se lanzara hacia ella.

De hecho, tuvo ese impulso, de aceptar su abrazo y entregarse a la idea loca que tenía, cualquiera que fuera.

La silla giratoria cayó al piso, se había aferrado a ella para no hacer una estupidez, pero su cuerpo había tenido un espasmo, volcándola, y el ruido, o el dolor del golpe en su pie, lo liberó de aquella sensación.

—Normalmente estoy en el Boar Hat* —dijo Rino, como si no fuera consiente de lo que había provocado, a juicio del muchacho, algo improbable —, espero me llames.

Marchándose por donde llegó, los dos chicos se quedaron quietos, intercambiando miradas.

—Fue más horrible que con Saori —dijo Tatsuya, llevándose la mano a la garganta, sintiendo aún la presión.

—¿Qué mierda está sucediendo? —preguntó Natsume, consiguiendo llegar a la mesa consola para servirse un trago de whiskey —. Lo peor, es que ninguna de las dos quiere pelear, aun así, sus presencias son avasalladoras. ¿Qué sería si fueran conflictivas?

—Lo que haya sido, no es normal.

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Jabu se acercó a Saori luego de que la viera soltar la cartera de mano. Un poderoso cosmos se había cernido sobre la casa, alcanzándola directamente.

—¡Señorita Saori! —exclamó.

No se había desvanecido, pero sí dejó que Jabu la sostuviera.

—¡Aioria, no!

El santo del León dorado se había adelantado hacia la puerta, sintiéndose contrariado por la orden de Athena.

Tras respirar profundamente, le pidió de nuevo que se calmara, que solo se había anunciado para evitar precisamente un conflicto.

En ese momento, Tatsumi, completamente ajeno a lo que acababa de suceder, no pudo evitar el fruncir el ceño al ver la forma en la que Jabu aun sostenía a su señora.

—La señorita Rino Kurayoshi, de Gold Pleasure Group, solicita verla.

Saori asintió, apartándose de Jabu, recobrando la compostura. Hacía mucho tiempo que no sentía la presencia de un olímpico.

—Athena —dijo la mujer apenas entró, a modo de saludo.

—Afrodita —respondió Saori.


Comentarios y aclaraciones:

Tengo la teoría sobre Rino para este fic desde que se explicó el tipo de "poder" que tiene.

*Bueno, pongo referencias porque quiero y porque puedo. Ya se imaginarán el uniforme que lleva Téa.

¡Gracias por leer!