¡Hola! Doy un pequeño aviso de un momento +13/+16 (no sé como considerarlo porque no es muy explícito, pero yo aviso) al final del capítulo. No he escrito nunca nada como esto, así que trataré a lo largo de este fic mejorar mi escritura de temas más lemon (¡deseadme suerte!)

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Draco la vio llegar mientras cuidaba de Teddy. El bebé en el mes que había estado con él le había cogido mucho cariño, y Andrómeda le dejaba solo para cuidarle desde hacía ya semanas, cuando ella y su madre se iban a pasear y tomar el té en el pueblo muggle a una milla. En ese momento Draco se encontraba meciendo al pequeño en sus brazos, después de haber estado jugando con él un largo rato.

El chico se limitó a observar como la bruja se iba acercando, reparando en el vestido azul celeste que abraza todas sus curvas y el pelo negro que se movía con cada paso. Había oído, como toda persona en el mundo mágico, que ella había aceptado el sitio de los Black, y que con ello se había unido en familia con ellos, por lo que el cambio de pelo no le sorprendió tanto. Una vez estuvo a unos pasos de la puerta, Draco fue a su encuentro, y abrió la puerta lentamente.

-Granger.- La muchacha se mordió el labio, claramente nerviosa.

-Hola Malfoy. ¿Podemos hablar?-

No es como si no se lo esperase. Theo y Daphne le habían contado sobre las propuestas de la joven, y que era la única de todos los nuevos miembros del Wizengamot que había hablado con ellos sobre eso. Supuso que en algún momento la visita de ella era inevitable.

-Claro. Pasa.- La chica sonrió tímidamente, y mientras pasaba se fijó en el bebé en sus brazos, que ahora dormía. Teddy había cogido el hábito de cambiar de color su pelo cuando jugaba con alguien, y ahora sus mechones eran de un rubio platino casi idéntico al suyo.

-Este es Teddy, es…- Hermione le cortó.

-El hijo de Remus y Tonks. Lo sé. Ha crecido mucho desde la última vez que le vi.- Draco no se sorprendió. Su prima y su antiguo profesor habían sido miembros de la Orden del Fénix con ella.

-Siéntate por favor. ¿Quieres té?- La chica asintió distraída mientras él colocaba a Teddy en su cuna móvil. Mientras preparaba el té, alababa mentalmente a los muggles con sus inventos tan ingeniosos.

Si su padre le oyese, o incluso él mismo de hacía unos meses, no reconocerían al Draco actual. Este hombre que apenas utilizaba la varita y que prefería caminar y leer cosas muggles no se parecía en nada al chico que había sido, luchando una guerra en el bando equivocado.

-Malfoy.- El chico se giró, mirando a Hermione, que le miraba como si llevase llamándole un rato.

-Lo siento, estaba pensando en algo.-

Asintió, probablemente pensando que estaba loco o algo, pero a él no le importó. Cada vez le importaba menos lo que la gente dijera de él.

Ya con las tazas en la mano, Draco observó a la chica más a fondo. Estaba más sana que la última vez que la vio, todo huesos y palidez. Desde tan cerca además, los cambios de los Black eran aún más aparentes: su cara ya no era tan redondita, sino angulosa y fina, su pelo moreno y cuidado que caía en suaves rizos y sus ojos grises parecían emanar magia antigua. Magia Black.

-Te ves bien Granger.- Hermione se sonrojó levemente ante aquello.

-Gracias Malfoy. Tú también te ves mejor.- Eso hizo reír al joven mago. En menos de dos meses y gracias a las comidas de Andrómeda y su madre había engordado todo lo perdido durante la guerra, y el trabajo en el campo le había rellenado en formas que antes no había ni imaginado, además de oscurecerle la piel y marcar unas pecas antes ocultas.

-El trabajo en el campo me ha sentado bien.- La chica sonrió ante aquello, pero había duda en sus ojos.

-Puedes preguntar lo que quieras Granger.-

Eso parecía darle valor a la chica.

-¿Cómo ha sido todo desde que saliste?-

-Interesante. No he pisado mucho el mundo mágico, salvo el Callejón Diagón una vez y fue raro. El granjero McAllister me contrató al principio de verano para ayudarle en la granja y he estado trabajando allí. He… He descubierto que me gusta trabajar sin la magia. Al principio Andrómeda no me dejaba la varita, pero para cuando me la devolvió ya no se sentía tan cómoda en mi mano. Suelo preferir hacer cosas yo mismo. Luna vino a visitarme.- Eso no pareció sorprender a Hermione, por lo que supuso que la rubia se lo había contado – y estuvimos hablando… Es muy peculiar. El resto del verano me lo he pasado aquí, con mi tía, mi madre y mi primo.-

Hermione asintió.

-¿Por qué fue raro el Callejón Diagón?- Draco tragó saliva.

-La gente me miraba, pero ninguno decía nada. Solo se me acercaron dos niños que pasaban por allí y me reconocieron. Sus padres me agradecieron haberles salvado. Eran muggles y no comprendían del todo la guerra, solo sabían lo que sus hijos les habían contado, por lo que para ellos yo era un héroe. Después de eso la gente comenzó a murmurar y aunque ninguno me insultó a la cara me supuse que tampoco les hacía gracia que yo fuera llamado héroe. No he vuelto desde entonces.-

-Te equivocas.-

Draco la miró sin comprender, pero la mirada de Hermione era resolutiva.

-Puede que no fueras el héroe que crees que gente como Harry o yo somos, pero para Hogwarts lo fuiste. La gente del Callejón te considera un héroe, como a Ginny o a Seamus. Incluso diría que mucho más. Salvar niños suele provocar ese tipo de reacción en la gente, suelen olvidarse del resto de la historia. Además, le tiraste la varita a Harry delante de dos ejércitos enteros. Nadie te considera un mortífago realmente ya.-

Sus palabras, claras pero a la vez frías, hicieron saltar el genio del chico.

-Te recuerdo la marca en mi brazo. Puede que apenas se vea pero sigue ahí. Además, tu ya lo sabes Hermione, nunca te traté especialmente bien a ti. Fui cruel y racista contigo, solo porque tu naciste en un mundo que yo no entendía. No merezco el perdón de nadie por haber hecho algo que cualquier persona con un mínimo de conciencia haría.-

Si Hermione se había dado cuenta de su nombre entre los labios de él, no dijo nada. El momento estaba siendo demasiado íntimo como para usar apellidos.

-Draco, no todo el mundo lo habría hecho. Te recuerdo que junto a ti había mortífagos reales que torturaron a mis amigos, que hicieron verdaderos crímenes de guerra. Ellos no se pensaron dos veces el dañar a un niño de esa manera. Puede que tu aún no lo veas, pero yo te considero uno de los buenos. Y te perdono. Si lo que necesitas es perdón, yo te lo doy. Aún eres joven, somos niños de 17 años, soldados demasiado pronto y aún podemos cambiar nuestras ideas. Te criaste en una casa en la que se te enseñó que mi gente no valía nada, y aún así, cuando esas ideas iban ganando, fuiste incapaz de seguir con ellas. No eres tan mala persona, ahora ya no. Y no eres el único marcado por la guerra Draco.- Y con eso le enseñó la marca, ahora ya curada, y apenas visible, como un pequeño recordatorio de lo que ella había pasado.

No pudo evitarlo, se levantó la manga y mostró su cicatriz, que apenas se veía, una sombra casi lavada de su piel y la puso al lado de la de ella. "Sangresucia" y la marca del mortífago.

-Mucha de la herida se arregló cuando me nombraron Black. La maldición estaba atada a la sangre de ella parecía ser.- Él asintió, ya lo sabía.

-Podríamos tatuarnos encima. No se verían más, y cuando miremos a nuestros brazos no veríamos el pasado.-

-¿Tatuarse? Ninguna magia puede pasar por encima de las marcas.- Ella negó con la cabeza.

-Me refería a la manera muggle. La tinta puede ser muy oscura. Nadie tendría que ver lo que hay debajo nunca más.- Él asintió, pero cuando se separó, miro a los ojos ahora grises de la joven y tendió su mano.

-Me encantaría poder empezar de cero contigo Granger.- Ella asintió y cogió su mano. La de ella estaba fría al tacto.

-Llámame Hermione entonces Draco. Mi apellido ni siquiera es Granger ya.- Y con esa frase los dos se echaron a reír.

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Cuando Andrómeda y Narcissa volvieron a la casa horas después, se encontraron a Hermione, ahora meciendo al pequeño Teddy (que había cambiado su pelo a moreno y rizado) mientras Draco y ella hablaban sobre las reformas en el Wizengamot. Por la forma en la que discutían, parecían de acuerdo en lo que fuera que ella proponía. Andrómeda fue la primera en acercarse a ella y sonreír.

-Buenas tardes Hermione. Ese vestido te queda muy bien. Además el pelo moreno te sienta muy bien.- la chica sonrió, tendiéndole el bebé a su abuela.

-Gracias, pero mucho se lo tengo que agradecer a la peluquería mágica. Parece ser que solo necesitaba quitarme la magia del pelo.- Las dos rieron ante aquello, mientras Narcissa se acercaba lentamente.

Hermione la miró con una sonrisa leve, y Draco temió que su madre fuese a hacer algún comentario, pero se limitó a saludarla y anunciar que haría la cena para todos. Hermione fue rápida en contestar.

-En realidad me están esperando en casa, pero otro día vendré a cenar. Hace mucho que no veía a Teddy y tengo que recuperar el tiempo.- Andrómeda asintió.

-¿Cómo está Harry?- La chica suspiró.

-Bien. Me escribió una carta hace una semana. Está en Italia esta semana, disfrutando de la playa. Me dijo que volvería la última semana de agosto.- Andrómeda miró a Teddy.

Draco sabía que Potter era el padrino del niño, pero aún no había ido a visitarlo desde que él había llegado a la casa. Al principio había pensado que era por su presencia en el hogar del niño, pero por lo que Hermione le había dicho, el joven héroe necesitaba descansar y alejarse de Londres unos meses. No le culpaba.

Hermione se despidió de Andrómeda, Teddy y su madre antes de girarse hacia él en la puerta y sonreír.

-Nos vemos el lunes Draco.- Y con ello pasó la puerta, dejando a dos brujas sorprendidas a su espalda.

Después de explicarle durante la cena a las dos brujas que Hermione y él iban a visitar el mundo muggle, pero sin meterse en detalles de lo que harían, Draco subió hasta su cuarto para poder descansar y dejar de ver las caras de sorpresa de las dos mujeres. Su primo estaba ya dormido y no habría podido usarlo de excusa para que le dejaran de hacer preguntas.

La habitación había cambiado bastante desde que él había empezado a vivir en la casa. Ahora las paredes eran de un blanco atemporal, con un edredón negro y un escritorio del mismo color que distaban mucho de las paredes y muebles caros que tenía de niño en la mansión. Se sentó en este último para distraerse y leer las cartas que había recibido esa mañana de sus amigos. Amigos, una palabra que el chico pensó que no diría en mucho tiempo, pero una vez había salido de Azkaban y había comenzado a trabajar en el campo, unos cuantos compañeros de Slytherin habían aparecido en su puerta. Los primeros habían sido Blaise y Theo, que habían vuelto para el Wizengamot y para limpiar sus nombres. Habían oído, como todos en el mundo mágico, lo que Draco había hecho con los niños, y se habían plantado en su casa para hablar. Los tres chicos habían formado una "amistad" en el hecho de que los tres iban a volver a Hogwarts, pero ninguno de ellos creía ya en la supremacía de los sangrepura.

Daphne y Astoria habían sido una historia distinta. Las dos Greengrass habían venido para forzarle a romper el contrato matrimonial que le unía con Astoria desde hacía unos años, algo que él estuvo encantado de hacer, y eso pareció sorprender a las hermanas. Draco nunca se había llevado mal con ellas, pero su dudosa lealtad a la causa mortífaga había enfriado su relación con las dos en los últimos años. Después de una charla larga y de oír la historia de Astoria, las dos parecían aceptar su amistad y ahora se escribían de vez en cuando. Aunque Daphne y él mantenían una correspondencia más frívola sobre el Wizengamot y algún que otro cotilleo del mundo mágico que ella oía, Astoria le había sorprendido con cartas personales y algo intimidantes. Draco recordaba a la niña a la que había visitado hace años, tímida, con una sonrisa en la cara y dulce a más no poder. Pero después de oír lo que la había pasado, Draco no se extrañaba que la mujer que le escribiera fuera cínica y algo cerrada.

En su mesa había una carta de Theo que le relataba el último lío de Blaise en la playa con un joven francés muggle y le relataba como le había roto a la chica pelirroja de la semana anterior. Daphne le había escrito también, contándole como había quedado con Tracy y un par de sus amigas para visitar Dinamarca y observar la política y estructura de allí, y Astoria le había mandado un párrafo contándole sobre su última pesadilla.

Contestó a todas ellas rápidamente y las mandó antes de irse a la cama para intentar dormir. Le costaba dormirse a veces, y algunos días se despertaba con pesadillas que le hacían tiritar el resto de la noche, pero esa noche se sorprendió al caer fácilmente al sueño, y despertarse ocho horas después, totalmente descansado.

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El resto del fin de semana pasó rápido y sin mucho barullo. Su jefe le había cambiado el lunes por el sábado, por lo que se pasó ese día trabajando en la granja. Eso era algo que le había llamado la atención al principio de ese trabajo, el hecho de que al ser un granjero muggle en un pueblo muggle, tenía que hacerlo todo con las manos. La mayoría del pueblo pensaban que él y su madre eran de una familia muy rica, y parecía divertirles que ninguno de ellos pareciera acostumbrado a tareas domésticas. El granjero (y gracias a lo cotilla que era, todo el pueblo) pensaba que Draco era un estudiante de un colegio privado muy exclusivo en Escocia, y que la reciente muerte de su padre le había traído al campo con la familia de su madre, y que por primera vez el chico estaba viendo el lado "no rico" de la vida, en vez de estar observando un mundo sin magia por primera vez. A Draco no le molestaban esos comentarios y cuando la gente le preguntaba que quería hacer en su vida, él contestaba que vivir aquí en el campo estaría bien, lo que parecía sorprenderles.

Al principio el trabajo le había resultado demasiado, no acostumbrado a hacer ejercicio durante tanto tiempo, y aunque el quidditch le había hecho rápido y con buenos reflejos, eso no le había preparado para tener que hacerlo todo con las manos: recoger, cuidar de los cultivos, de los animales… Siempre había algo nuevo que hacer en la granja, y Draco encontró que disfrutaba con las tareas que le imponían, porque al final, ese trabajo le mantenía ocupado y alimentaba su curiosidad por el mundo no mágico.

Pasado el sábado y con un domingo para descansar en casa con su familia, llegó el lunes, y el joven no pudo evitar los nervios que afloraban en su estómago. Nunca había estado en un lugar enteramente muggle excepto la granja, y aunque el pueblo estaba a poca distancia, era más el lugar de su madre y su tía.

Nada más levantarse, el chico se vistió con las prendas muggle que su tía le había entregado, que no era más que la ropa en la que trabajaba todos los días: pantalones de trabajo oscuros y una camiseta de manga larga con una chaqueta. Había limpiado el día anterior sus botas de trabajo, pero algo le dijo que así no es como se vestía la gente en la ciudad. Poco después, cuando Hermione llamó a la puerta, sus dudas quedaron resueltas.

La chica llevaba unos vaqueros que abrazaban cada curva de su cuerpo, una camiseta apretada negra y una chaqueta de la misma tela que los vaqueros. La chica le miró de soslayo y sonrió.

-Primera parada, tienda de ropa muggle.- Y Draco no pudo evitar sonreír un poco ante aquello.

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El Londres Muggle era algo impresionante a ojos de Draco, que jamás había observado tanta gente ni tanta variedad en todo a su alrededor. Como no tenían magia, las calles estaban repletas de tiendas de ropa, música o herramientas, que Hermione a su lado iba explicándole. Hermione estaba cómoda en aquel mundo y se notaba, y por la gente que había visto a su alrededor, encajaba perfectamente allí. Él, por otro lado, destacaba demasiado. Su ropa no debería estar muy a la moda, porque cuando pasaban grupos de adolescentes como él, algunos murmuraban mientras le lanzaban miradas de medio lado. Hermione, al final apiadándose de él, le llevó a una tienda de ropa, donde fue instruyendo al chico sobre la moda y como podría juntarlo todo. Al final el chico acabó con tantos vaqueros, camisetas, polos, chaquetas y zapatos que no sabía que hacer con ello, pero la chica le llevó a una esquina tranquila donde lo encogió y lo metió en su bolso.

-Tiene un hechizo de extensión. No se lo digas a nadie.-

Mientras andaban y ella iba explicándole, Draco fue descubriendo a la chica de una manera nueva. Siempre había pensado que era una sabelotodo sin más, pero la chica resultó ser muy parecida a él, e incluso con las diferencias en culturas, sus gustos parecían encajar. Era lógica, a veces divertida, y estaba enamorada de la cultura, ya fuera mágica o muggle, y mientras visitaban librerías y tiendas de música, el chico fue comprendiendo a la bruja mucho más de lo que había imaginado nunca.

Al finalizar la tarde, los dos acabaron en un pub, donde la chica pidió un par de hamburguesas para los dos y unos refrescos, para confusión del chico.

-No podemos beber alcohol en el mundo muggle hasta los 21.-

-¿Por qué no?-

-Es la ley. Pero no te preocupes. Tengo la sensación de que te va a gustar el refresco.-

Hermione tenía razón, pero lo que más fascinó a Draco fue las hamburguesas, y como la chica parecía disfrutarla, como si fueran a quitársela de las manos.

-Se ve que tú tampoco has disfrutado mucho de esta comida, ¿no?- La chica asintió mientras tragaba.

-Mis padres nunca me dejaban comer estas cosas. Ellos son dentistas y los dulces y comidas poco saludables eran algo que detestaban. Solía comer muy bien hasta que llegué a Hogwarts.- El chico tuvo que darle la razón, la comida del castillo era irresistible, sobre todo los dulces. Pero una vez mencionó el castillo, el chico tuvo que preguntar.

-¿Vas a volver a Hogwarts?- La curiosidad le picaba, y quería comprobar si tendría la suerte de estar en clases con ella, esta vez como "amiga" aunque no sabía si podía llamarla eso aún.

-Si, quiero terminar el colegio antes de ver que hago con mi vida. Ahora que tengo el Wizengamot no tendría que estudiar para nada, pero siempre he querido ir a la universidad.-

-¿Universidad?- Eso debía ser algo muggle.

-Es una escuela para los recién graduados del colegio muggle. Es como un aprendizaje en el mundo mágico, pero más largo. Mis padres querían que fuera a Oxford. ¿Tu vas a volver a Hogwarts?-

-Si, todos los adolescentes que fuimos a la guerra en el otro bando tenemos que ir. Al menos los no condenados.- Hermione le miró con una sonrisa tentativa.

-McGonagall me dijo que van a nombrar a los premios anuales en dos tandas en vez de una. Nuestro año va a ser un "octavo" especial para graduarnos de lo que no pudimos dar el año pasado.- El chico asintió, ya estaba informado.

-Algo he oído sobre eso, aunque a saber donde nos va a colocar. No vamos a ser muchos los que volvamos. De momento de Slytherin solo vamos a volver cuatro, cinco como mucho.-

-De Gryffindor vamos a volver otros cuatro o cinco, algunos aún están decidiendo, y de Ravenclaw creo que otros tres, y Hufflepuff dos, así que no vamos a ser muchos este año. ¿Quién vuelve de tu casa?- Draco esperó a tragar para contestar.

-Theo, Blaise, Daphne y yo. El resto o están en Azkaban o no volverán.- Draco pensó en Pansy, en como había oído en su condena y se preguntó si la chica delante suya había ayudado a la condena de la joven. Esperaba que sí.

-Si, los Slytherin han bajado mucho en sus miembros. Estuve en los juicios, a veces me tocaba ser testigo, en otros solo emitía juicio.- Confirmado, la chica había sido una de las que había juzgado a sus antiguos camaradas.

-¿Puedo preguntar una cosa?- Sintiendo que el tema iba a ser delicado, Hermione apartó un poco la comida de su lado y asintió.

-¿Quién fue el que propuso lo del Veritaserum?-

-Fui yo. Me pareció muy estúpido tener una sustancia a la que era casi imposible hacerse inmune y no aprovecharla. Necesitábamos limpiar las instituciones y la ministra no pensó que fuera una mala idea.- Draco tuvo que estar de acuerdo con ella, pero la chica se miró la punta de los zapatos como si estuviera avergonzada.

-Fue una buena estrategia. Cortasteis por lo sano y evitasteis que muchos mortífagos escaparan de la justicia.-

-Ron y Harry no estuvieron tan de acuerdo conmigo.- Eso sorprendió al muchacho. Es acción había limpiado las calles de la calaña con la que él trabajó, incluso aquellos en las sombras que aunque no tenían marca habían servido a Voldemort.

-¿Por qué no? No lo entiendo, fue dura, pero justa.-

- Los dos pensaron que estaba robándoles algún que otro derecho de defensa, y que era demasiado dura con los no marcados. Opinan que alguno de los acusados podía haber estado trabajando bajo presión y no porque de verdad estuviera de su lado.- Draco negó con la cabeza.

-En mi juicio me preguntaste si de verdad creía en las ideas de Voldemort. Esa sustancia solo les obliga a decir la verdad, no les quitas sus ideas o pensamientos. Si trabajaran por miedo, lo habrían dicho.-

Eso parecía ser la respuesta adecuada para la chica, que volvió a darle un mordisco a su hamburguesa. Apartando ese tema tan espinoso, Draco volvió a dar cuenta de su comida.

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Una vez acabada, la chica le llevó hasta un parque, donde varias parejas se abrazaban y besaban, cosa que sorprendió al chico. No estaba acostumbrado a que en el mundo mágico hubiera tanto contacto físico en público. Eso hizo que, muy a su pesar, el chico comenzara a sonrojarse. Para su mala suerte, Hermione pareció darse cuenta.

-¿Está el Príncipe de Slytherin sonrojándose? Nunca me imaginé que fueras tan tímido ante eso Draco.- La chica tenía un poco de tono burlón, pero el chico no pudo evitar sentir curiosidad mientras andaban.

-¿Es eso normal en el mundo muggle?- Ella asintió.

-Nuestra sociedad no es tan conservadora como la vuestra. Sobre todo en las últimas décadas. Mientras que vosotros os cerrasteis aún más después de la guerra, la nuestra no paró de abrirse.-

-Entonces, todas estas parejas, ¿están comprometidos?- Hermione no pudo evitar reírse a carcajadas ante aquello.

-¡Por Merlín Draco! ¡No, por supuesto que no! Muchos de ellos ni siquiera durarán mucho más. Están en su adolescencia, en momento de probar a besar a gente, conocerte a ti mismo y a otros… No es como en el mundo mágico.-

Hubo un silencio entre los dos mientras se apartaban del camino y se adentraban a una arboleda pequeña donde ambos se sentaron. Draco no pudo evitar acercarse un poco a ella, hasta que sus piernas se rozaban.

-Draco.- El tono burlón de la chica le hizo girarse con reticencia, y entonces vio entre las manos de la chica una botella de cristal con lo que parecía agua, pero por la forma en la que se lo entregaba, dudaba que lo fuera.

-¿Qué es?-

-Pruébalo primero.- Draco, que nunca se había llamado a si mismo un cobarde, no dudó en coger la botella y darle un trago largo.

Quemaba, eso era lo primero que le vino a la cabeza, y cuando comenzó a toser, oyó a la chica resoplar y reírse.

-El alcohol en el mundo mágico es tan flojito en comparación con el muggle.- Y con eso Hermione dio un trago largo, pero al contrario que él, no tosió ni pareció muy afectada. Eso hizo que el orgullo del chico saliera a flote.

-Te reto. A ver quién aguanta más bebiendo.- Al ver la sonrisa de la chica, Draco se temió que acaba de caer en una trampa.

No habían tardado mucho en bebérsela, y aunque ahora la cabeza le daba vueltas, Draco se sentía cómodo y feliz por primera vez en años. La chica a su lado estaba pretendiendo que el alcohol no la había afectado, pero Draco podía ver claramente que la chica andaba tan perdida en el alcohol como él. Siempre había sido un borracho reflexivo, pero parecía que Hermione era totalmente distinta.

-Draaaco.- El chico la miró, y se sorprendió al verla tan cerca. La chica se había ido acercando aún más y más, hasta que su pierna izquierda estaba totalmente enganchada con la derecha de ella. Draco no podía decir que le molestara aun así.

-¿A cuántas personas has besado?- El chico se echó a reír sin poder evitarlo.

-Solo a dos. Pansy y Astoria. Desde que me comprometí con Astoria no estuve con ninguna otra persona.- Hermione asintió como dudando, pero después se echó a reír.

-Todo el mundo dice que eres un seductor. ¡Y yo he besado a más gente que tú!-

-¿A quién has besado tu Hermione?- Ella se acercó aún más, rozando su hombro con el de él.

-Victor Krum, Deannis, Ginny y Ron.- La sorpresa se mostró en las facciones del rubio.

-¿Has besado a dos Weasley?- Ella asintió.

-Fue la primera vez que bebimos juntas. Ella quería probar a ver si se sentía igual.- Aquella confesión dejó al mago con la garganta seca de repente.

-¿Nunca has besado a nadie sabiendo que no habrá nada entre vosotros Draco?- Él negó con la cabeza.

-Se siente bien. No hay sentimientos de por medio, ni nada que no sea físico. Es liberador. Deberías probarlo.-

Draco no sabía si aquello era una invitación, pero en su cerebro de borracho, no le dio muchas vueltas y se giró a mirarla.

-¿Puedo besarte a ti Hermione?-

La chica le miró un segundo, como evaluando la pregunta, antes de asentir y mirarle a los ojos. El rostro de ella se fue acercando, y aunque él era quien había preguntado, fue ella la que salvó la distancia entre los dos y besó sus labios.

Su cerebro se desconectó después de aquello, y no le importó si al día siguiente se arrepentiría o si esto podía destrozar cualquier intento de amistad con ella que se había planteado, solo existía el peso de sus labios, carnosos y suaves sobre los de él. Dejándose llevar por el momento, Draco la levantó en vilo, antes de colocarla sobre su regazo, y besarla con el doble de pasión que en el beso anterior.

Ella tenía razón, besar sin sentimientos románticos era distintos. Las chispas saltaban, pero no había nerviosismo en su estómago como cuando besó a Pansy o los tentativos sentimientos que trataba de tener con Astoria. Esto era fuego, y él estaba adorando como se quemaban su cuerpo al rozar el suyo. Hermione no se quedaba atrás, y sus labios se movían con intensidad, memorizando sus labios con los suyos en una danza que a los dos les resultaba hipnótica.

No supo en qué momento sucedió, pero Draco se dio cuenta cuando la chica suspiró sobre sus labios y sus caderas se clavaron sobre las de él de manera sutil, casi como dudando si él querría ir tan lejos. Pero por mucho que su cuerpo estuviera deseándolo, su cerebro comenzó a despertarse de su letargo alcohólico.

-Hermione…- el susurro de su voz sobre los labios de ella pareció despertar una pasión aún dormida en ella, que respondió con un movimiento de cadera aún más pronunciado y un beso que acalló cualquier defensa que Draco tuviera.

Podrían haber sido minutos, o tal vez horas, pero ninguno de los dos se centró en el trascurso del tiempo mientras sus cuerpos se encontraban el uno junto al otro con pasión. Ninguno de los dos avanzó más de aquello esa noche, pero, aún vestidos, con los labios hinchados y la ropa húmeda debido a sus respectivos orgasmos, los dos parecían haber llegado a un acuerdo sin saberlo: se deseaban, y esa noche, era el principio de algo, que ninguno de los dos sabía nombrar aún.

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¡Nos leemos!