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OBITO

Todavía no había hablado con Temari desde que me había marchado de casa el día anterior.

No había tenido tiempo.

Ahora iba de camino a Roma, conduciendo uno de los Hummer negros, totalmente a prueba de balas. Iba conduciendo solo con una sucesión interminable de pensamientos rondándome la cabeza. Tenía que sacar a mi hermano de allí. El fracaso no era una opción esta vez.

Mi teléfono empezó a sonar por el manos libres del coche y el número de otro de mis móviles apareció en la pantalla.

Supe quién era.

―Hola. ―No había tenido mucho tiempo para pensar en la incómoda conversación que habíamos mantenido el otro día. Le había entregado mi corazón, haciéndolo vulnerable al sacármelo del cuerpo. Lo había sacrificado todo por aquella mujer. En aquel preciso instante, mi hermano estaba prisionero por haber arriesgado el cuello para salvar a la mujer a la que yo amaba... mientras su propia mujer embarazada tenía que esconderse. Ahora me sentía como un idiota por haberlo puesto en peligro.

―Hola, ¿estás bien? –Temari tenía una voz preciosa, del tipo que poblaba mis sueños al dormir a su lado. Me encantó el tono preocupado de su voz, cómo me demostraba afecto sin decir casi nada. Sólo desearía que significara algo más.

―Estoy viviendo una pesadilla. Sasuke ha sido capturado. Ahora mismo voy de camino a Roma para intentar rescatarlo... Aunque no estoy seguro de que lo vayamos a conseguir.

―No...

―Tristan se lo ha llevado.

―Sakura sigue a salvo, ¿verdad?

―Sí. No va a volver a casa todavía.

―¿Qué vas a hacer? ―preguntó Temari―. ¿Puedo hacer algo para ayudar?

―No. ―El simple hecho de hablar con ella en aquel momento me estaba calentando la cabeza. Una parte de mí estaba resentida con ella por no haberme dicho que me amaba. Después de todo lo que había hecho por ella, ¿cómo podía no sentir lo mismo que yo? No era ningún príncipe azul, pero era evidente que ella me importaba. Era consciente de ser un criminal y de haberla aceptado como pago, pero eso no me convertía en un mal tipo―. Ahora mismo no puedo hablar. Te llamaré cuando haya terminado todo.

―Vale... Sálvalo, por favor. Es un buen hombre.

El mejor, de hecho.

―Haré todo lo que pueda. No puedo permitir que Sakura se quede viuda. A Sasuke le asusta más eso que su propia muerte.

―Sé cuánto la ama. Lo veo todos los días en su cara.

Y yo había creído ver cuánto me amaba ella.

―Tengo que dejarte.

―Por favor Obito, ten cuidado. Necesito que tú también vuelvas.

–Lo intentaré. ―Quería decirle que la amaba, sólo por si no lograba regresar. Quería que supiese hasta qué punto había cambiado mi vida para bien. Me había humanizado, me había hecho darme cuenta de que era capaz de ser algo más que un monstruo. Pero no surgió ninguna de aquellas confesiones, ya fuese porque era demasiado orgulloso para hacerlas o porque me daba demasiado miedo no obtener de ella más que silencio―. Adiós, Temari.

―Obito...

Escuché el silencio al otro lado de la línea, deseando que dijese algo que yo quisiera oír.

―Vuelve, por favor.

Me sentí como un idiota por desear que hubiese dicho algo más; no debería haberlo esperado.

―Vale. ―Colgué para no tener que volver a despedirme.

.

.

.

TRISTAN RESPONDIÓ CON SU ARROGANCIA HABITUAL.

―Espero no verme obligado a matar hoy a Sasuke. Parece un desperdicio de potencial.

En cuanto se estableció la conexión telefónica empezaron a llover las amenazas. No era algo en lo que quisiera pensar, los ojos sin vida del cadáver de mi hermano tirado en el suelo.

―He pensado mucho en ello. Sasuke es la única familia que me queda. Después de nuestra guerra contra Bones, no tengo a nadie más.

―La familia lo es todo. Me alegra que lo veas así.

―Sasuke no querría intercambiar su libertad por la de su mujer.

―Sí, lo ha mencionado. Parecía bastante obcecado al respecto. Pero ahí es donde entras tú. ¿Vas a provocar que esto suceda, Obito? ¿Vas a permitir que tu hermano sea torturado hasta la muerte? Ya me he puesto manos a la obra. No lo he oído gritar ni una sola vez.

La sangre me huyó de las extremidades. La tortura, la violencia y la sangre no me perturbaban. Pero imaginarme a mi hermano como la víctima hizo que me tambaleara mientras me sentaba derecho.

―Mi hermano se enfadaría si supiera que estoy haciendo esto. Pero tengo un problema.

―Hazlo desaparecer ―dijo sencillamente.

―Tú no lo entiendes. No sé dónde está Sakura. ―Me esforcé al máximo por sonar creíble. Estaba mintiendo descaradamente, pero nunca lo había hecho de manera tan convincente. Esta vez había mucho en juego. Si Tristan sospechaba que todo era un montaje, mataría a Sasuke para vengarse de mí.

―¿Tú no lo sabes?

―No llegó a decírmelo. No se lo dijo a nadie.

―¿Y no la puedes llamar?

―No me quiere decir dónde está. Ha destruido su teléfono para que no pueda rastrear su ubicación.

Tristan se quedó callado.

Él sabía lo unidos que estábamos. Era posible que no se lo tragara.

―Entonces tendré que matarlo. Es una lástima.

―Si me dejas hablar con él, conseguiré que me diga dónde está.

―Lo dudo. Ha aguantado bastante bien bajo tortura.

Me tragué la bilis que me había ascendido por la garganta.

―Conmigo será diferente. Puedo convencerlo. Si ya lo has agotado, a lo mejor está más dispuesto a decírmelo. Si de verdad quieres a Sakura, este es el único modo de conseguirlo. Tengo que sacar a mi hermano de allí, así que no voy a parar hasta sonsacarle esa ubicación.

Tristan hizo una larga pausa mientras consideraba mis palabras.

―¿Y esto no será algún truco para hablar con él?

No era tan tonto como yo había deseado.

―Estoy seguro de que vas a escuchar la conversación, Tristan. No esperaría nada menos.

Tristan guardó un largo silencio, respirando casi imperceptiblemente al otro lado de la línea. Estaba sopesando lo que le había dicho, estudiándolo desde todos los ángulos posibles. Que Sasuke no hubiera querido decirme dónde estaba Sakura no era algo imposible de creer. Sasuke pensaba en todas las posibilidades y podría haber anticipado aquella situación.

―De acuerdo. Te dejaré hablar con él. Pero si tengo la más mínima sospecha de que estás intentando algo, le daré un tiro en la nuca. ¿Lo entiendes?

Tendría que ser aún más cuidadoso.

―Lo pillo. Ponlo al teléfono.

―DESPIÉRTALO. ―La voz de Tristan sonó de fondo―. Tiene una llamada de teléfono.

Yo dudaba que estuviera dormido. Probablemente lo habían dejado inconsciente a golpes en algún momento a lo largo del día. Con suerte, conservaría la coherencia suficiente para darse cuenta de lo que yo estaba intentando hacer. Sasuke era mucho más inteligente que yo. Si alguien podía coger el plan al vuelo, ese era él.

―Es tu hermano ―anunció Tristan―. Si haces cualquier estupidez, estás muerto. ―El teléfono sonó amortiguado y se oyeron unos ruidos mientras lo manipulaban y lo colocaban sobre una superficie plana. Debían de haber activado el altavoz, porque sonaba diferente.

No sucedió nada.

―Sasuke, soy Obito.

―¿Qué quieres? ―ladró Sasuke con irritación, probablemente porque Tristan le había puesto al corriente de mis intenciones. A lo mejor estaba cabreado porque de verdad creía que estaba intentando intercambiarlo por Sakura. O puede que sólo sintiera una enorme cantidad de dolor.

―Tristan me ha dicho que la única manera de sacarte de allí es que Sakura ocupe tu lugar. ―Lo dije todo desde el principio para que Sasuke se diese cuenta de lo que estaba intentando hacer―. Al principio no quería hacerlo, pero me he dado cuenta de que tú eres el único otro Uchiha que me queda en el mundo. Tengo que sacarte de all...

―Vete a tomar por culo, Obito. Prefiero morir un millón de veces a permitir que ella ocupe mi lugar.

Continué hablando para evitar que dijera nada más.

―Tienes que decirme dónde está. Eres el único que lo sabe y sé que no se lo vas a decir a Tristan. Pero a mí sí que me lo tienes que decir. Sé que la amas, pero ella no querría esto. Sakura no querría que sufrieras. Yo no quiero que sufras. Sólo porque Sakura pase a ser propiedad de Tristan, eso no significa que vaya a morir. Únicamente significa que...

―No lo digas ―dijo Sasuke con una voz aterradora.

―No merece la pena morir por ello, Sasuke. ―Esperaba que entendiera la relevancia de mi afirmación. Yo sabía exactamente dónde estaba Sakura. Sabía en qué isla estaba y también la dirección de la casa, por si tenía que ir a buscarla. Era imposible que aquello se me hubiera olvidado sin más, no cuando me lo había grabado en un pendrive.

―No.

―Sasuke...

―No.

Con suerte, no estaría tan delirante de dolor como para no poder pensar con claridad. Con suerte, no le habían golpeado la cabeza demasiado fuerte. Por lo demás, sonaba extremadamente convincente.

―No puedo vivir sin ti, tío. Eres mi hermano. Te necesito...

Sasuke ignoró mis palabras de afecto.

―Sakura es más importante. Si de verdad te importara tanto mi vida, no me habrías pedido que te ayudara a liberar a Temari. Si de verdad te importara tanto protegerme, yo no estaría aquí para empezar.

Jamás me diría algo así en circunstancias normales, ni aunque lo pensara. No cabía duda de que se había dado cuenta de lo que estaba haciendo.

―Lo siento. Ahora estoy haciendo todo lo posible para sacarte de allí.

―Sakura ya ha sufrido demasiado. Mientras Bones la tuvo prisionera le hizo cosas espantosas. Los golpes, los huesos rotos, el trauma... Es un milagro que no perdiera la cabeza. No pienso consentir que otro hombre repita actos así.

Sasuke odiaba hablar de Bones. Ni siquiera pronunciaba su nombre, nunca. Entrar en detalles sobre el cautiverio de Sakura no tenía ningún sentido. Definitivamente, estaba intentando decirme algo. Pero ¿el qué?

―No voy a permitir que vuelva a suceder ―repitió―. Así que se acabó. Esta será la última vez que hablemos.

―Venga, Sasuke. Dímelo y ya está.

―Ni lo sueñes.

Tristan y los otros hombres que había en la habitación no interrumpieron. Tristan probablemente tuviera la esperanza de que Sasuke se rindiera y me diera la dirección. Apoderarse de Sakura sería la mayor venganza que Tristan podría cobrarse. Nos haría daño tanto a Sasuke como a mí.

―¿Te acuerdas cuando éramos pequeños y papá nos llevó a aquella cafetería que había bajando la calle desde el Coliseo?

No habíamos hecho nada parecido en toda nuestra vida.

―Sí. Tú robaste un paquete de chicles de debajo de la caja registradora y papá te dio unos azotes en el culo como castigo. Pero también me los dio a mí por chivarme. ―Tenía que sonar convincente para que no pareciera que estábamos hablando en clave. Sabía que Sasuke estaba intentando decirme exactamente dónde estaba.

Dejó escapar una débil risita.

―Sí. Sabía lo que se hacía. Y me enseñó lo que significa ser un hermano... Nunca olvidaré aquello.

―Sasuke, tú ya sabes lo que te va a pasar si no me dices dónde está. En serio, Sakura no querría esto.

Sasuke guardó silencio.

―Preferiría sufrir durante el resto de su vida que dejarte morir.

Silencio otra vez.

―Maldita sea, Sasuke. Dímelo y punto. ¿De verdad te vas a negar a los deseos de tu mujer? ―Tenía que lograr que aquello sonara creíble y Sasuke no podía ceder con demasiada facilidad. Si lo hacía, sería evidente que todo aquello no era más que una estratagema.

―Se supone que debo protegerla. Entregarla me convertiría en un inútil.

―No si es eso lo que ella quiere que hagas. El matrimonio es una calle de doble sentido. De esta manera, los dos conserváis la vida.

Sasuke no dijo nada.

―Por favor.

Nada.

―Te necesito, Sasuke . No me conviertas en el último Uchiha que queda.

―Tú puedes continuar nuestro legado, Obito.

―No, no puedo ―respondí cortantemente―. No soy el mejor hermano. Lo eres tú. Soy yo el que debería estar ahora mismo en esa silla. Soy yo el que debería estar prisionero. No puedo vivir con esta culpa, Sasuke. No puedo vivir sabiendo que soy la razón de que tú... ―Dejé la frase sin terminar.

Sasuke no dijo nada más.

Hubo silencio, que fue seguido de más silencio.

Yo seguía esperando a que intentara algo.

Pero no me daba nada.

―Nos estamos quedando sin tiempo, Sasuke. Dímelo y ya est...

―Serengueti, Tanzania.

Era un lugar al azar y estaba en la dirección opuesta a Sakura. Era remoto y poco llamativo, lo que lo hacía creíble.

―Se aloja en el Four Seasons ―susurró Sasuke.

Sabía que estaba en Roma, en algún punto próximo al Coliseo. También había mencionado a Bones, que había vivido en Roma. Aquellas eran las dos pistas, y en cuanto consultara un mapa, seguro que conseguiría reducir las posibilidades.

El plan había funcionado.

Tristan cogió el teléfono.

―Ahora enviaré hombres a por ella. Pero no lo voy a soltar hasta que la tenga en mi poder. ―Colgó sin darme la oportunidad de añadir una sola palabra más.

Cogí el portátil e investigué un poco la zona. Identifiqué la cafetería que había mencionado Sasuke y también introduje las coordenadas de la residencia de Bones; estaba a unos veinticinco kilómetros en dirección este, por lo que no reducía el área lo suficiente.

Fue entonces cuando me di cuenta de que se había estado refiriendo a una dirección diferente.

La de la fábrica de Bones.

Introduje esas coordenadas a continuación. Entre la cafetería y los almacenes de Bones había una sola carretera. Dicha carretera conducía a un complejo abandonado con almacenes antiguos. La propiedad había sido adquirida por una compañía hotelera que la iba a renovar con fines turísticos.

Ahora ya sabía dónde estaba.

Había llegado la hora de sacar a mi hermano de allí.

NOS REUNIMOS EN EL PUNTO DE ENCUENTRO, A TRES KILÓMETROS de distancia para no despertar las sospechas de Tristan y sus hombres. Sasuke había tenido la inteligencia de escoger un lugar que se encontraba a al menos veinte horas en avión de distancia. No descubrirían que había mentido en por lo menos otras diez horas, como muy pronto.

Shisui estaba dentro de uno de los Hummer aparcados en el callejón, hablando con los técnicos de nuestra base. Estaba esperando los resultados del rastreo por satélite para hacerse una idea de la configuración del terreno. Yo suponía que Tristan no tendría a más de un puñado de hombres trabajando para él, pero era preferible prevenir que curar.

Tenía cosas que hacer, pero sabía que mi obligación era llamar a Sakura. Sin duda ahora mismo estaría destrozada, llorando a ratos y recorriendo la casa de arriba abajo el resto del tiempo. El teléfono apenas tuvo tiempo de sonar antes de que respondiera.

―¿Qué ha pasado?

―Tu idea ha funcionado.

―¿Sí? ―respondió atropelladamente, con un ligero toque de histeria―. ¿En qué sentido? ¿Has descubierto dónde está?

―Sasuke dejó caer pistas y me ayudó a determinar su ubicación.

―¿Dónde está? ―exigió saber.

–En Roma.

―Entonces, ¿qué haces hablando por teléfono conmigo? Ve a buscarlo, Obito. ―Nunca la había oído hablar de manera tan implacable y agresiva. Ni aun cuando la conocí se había mostrado tan combativa, ni de lejos. Sus emociones se intensificaban cuando se trataba de Sasuke.

―Estamos barriendo la zona por satélite. Necesitamos saber a qué nos enfrentamos. Tenemos tiempo. Sasuke les dijo que estabas en África, así que tardarán algún tiempo en darse cuenta de que les ha tomado el pelo.

―¿Que tenemos tiempo? –respondió furiosa―. Sasuke está allí sufriendo... ¿y a ti te parece que tenemos tiempo?

La única razón por la que estaba aguantando todo aquello era porque me sabía culpable de que estuviéramos en aquella situación.

―Esto tenemos que hacerlo bien, Sakura. Por el bien de Sasuke. Estoy convencido de que Tristan no se ha olido nada, así que vamos a asestarle un duro golpe.

―No lo matéis.

Ladeé la cabeza a pesar de no estar hablando cara a cara con ella.

―¿Cómo?

―Quiero matar a ese cabrón yo misma. Quiero mirarlo a los ojos y meterle una bala en el cráneo. Me ha quitado a mi marido... y nadie se mete así con un Uchiha. ―Hasta se le puso un ligero acento italiano al decir aquello―. Ha intentado hacer sufrir a mi familia. Ha amenazado con hacerme sufrir. Quiero matarlo, Obito.

Yo sabía que ahora mismo sólo estaba enfadada, y no es que la juzgara por ello. Lo llevaba dentro. Había apuñalado a Bones sin pensárselo dos veces. Quería venganza por lo que Tristan le había hecho a Sasuke. No le dije que ya lo habían torturado porque sólo conseguiría herirla. Pero sabía que permitir que matase a Tristan no era una buena idea.

―Eso no lo puedo hacer, Sakura. Tengo que matar a todo el que esté en ese complejo. No puede quedar nadie vivo.

―Pues entonces más te vale dejar que lo haga Sasuke ―contestó enfadada―. Ese hombre ha intentado interponerse entre nosotros. Sasuke se merece apretar el gatillo.

Yo me merecía apretarlo tanto como cualquiera de ellos dos por lo que Tristan le había hecho a Temari, pero aquel no era el momento apropiado para señalarlo.

―Ya veré cómo van las cosas cuando estemos allí.

―No permitas que se te escape, Obito. Lo digo en serio.

―Lo sé, Sakura.

Suspiró al teléfono, encerrando toda su tensión en aquel único sonido.

―Lo siento... Es sólo que estoy asustada. No puedo dejar de pensar en lo que le estarán haciendo. No paro de llorar. No consigo parar. ―Unos cuantos sollozos callados atravesaron la línea.

A mí me asaltaban los mismos temores.

―Te puedo prometer que nada de lo que le hagan a Sasuke conseguirá hacerle daño. Está hecho de acero. Es el hombre más fuerte que he conocido jamás. Es posible que ni siquiera le hayan hecho nada todavía. Tristan piensa que ha conseguido lo que quería, así que no tiene motivos para ensañarse con Sasuke. ―Mentía sin ningún esfuerzo porque lo estaba haciendo por las razones correctas. Sasuke querría que la tranquilizara, especialmente teniendo en cuenta que llevaba dentro a su hijo―. Te avisaré justo antes de entrar.

―De acuerdo ―susurró―. Por favor, no tardéis demasiado. Es posible que me dé un infarto. Normalmente me tomo las cosas con mucha calma, pero... simplemente soy incapaz de relajarme. Estoy perdiendo la razón.

―No pasa nada ―aseguré―. Sé lo que sientes por él. Nunca te has asustado cuando tu vida estaba en peligro porque eres una valiente. Pero cuando se trata de otra persona, da muchísimo más miedo.

―Dios, ahora ya sé cómo se siente él cuando yo hago estupideces.

Normalmente eso me habría hecho reír, pero en aquel momento no estaba de humor.

―Pues sí.

Sorbió por la nariz al otro lado de la línea.

―Avísame cuando haya terminado. Ponlo al teléfono... Necesito oír su voz.

―Prometido.

―Bien... ―Colgó.

Me volví a meter el teléfono en el bolsillo y me encaminé hacia el Hummer donde estaba Shisui, sentado en el asiento trasero con el equipo técnico mientras contemplaba la pantalla del ordenador.

―¿Tienes algo?

―Sí... pero no es bueno.

―¿Por qué dices eso? ―¿Tenía más hombres de los que habíamos pensado? ¿No estaba en el lugar que nos había dicho Sasuke?

Shisui abrió las imágenes por satélite de la zona en la pantalla, con las señales de sensores térmicos indicando la disposición del complejo. En todos los almacenes había gente, siluetas de personas trabajando.

―Me parece que todos esos son hombres de Tristan... y hay casi un centenar de ellos.

―Podrían no ser más que vecinos.

―No es probable. ―Shisui agrandó una de las imágenes para delinear los montones de mercancías y la distribución de las instalaciones―. Me parece que ahí es donde guarda los envíos de armas que os compró.

―¿Para qué nos hizo enviárselas a Francia si se las iba a volver a traer a Italia?

―No tengo ni idea. Pero no sé qué otra cosa podría estar guardando. Dudo que haya dos organizaciones criminales trabajando tan cerca la una de la otra. Y además... ―Abrió otra imagen en la pantalla―. He desenterrado esto de los registros oficiales. El complejo está en vías de ser adquirido por una compañía hotelera.

―Yo vi lo mismo.

―Pero si te fijas en la escritura fiduciaria... aparece el nombre de Tristan.

El corazón se me cayó a los pies.

―Mierda.

―O sea, que es el dueño de todo esto. Dudo que se lo esté alquilando a nadie.

―Joder.

―Así que nos enfrentamos al menos a un centenar de hombres... todos ellos fuertemente armados.

Tuve que sentarme porque la noticia era deprimente. Era como un mazazo en la cabeza, en el pecho y en el corazón. Mi hermano no estaba rodeado por un par de docenas de hombres. Tristan nos superaba diez a uno en número.

No veía muchas probabilidades de tener éxito.

―Sabes que haría cualquier cosa por Sasuke, pero esta es una misión suicida.

Aquello era imposible de negar.

Nuestra única opción es hacer explotar el complejo entero con bombas, pero eso sería contraproducente porque Sasuke tampoco sobreviviría.

Me quedé mirando fijamente la pantalla, intentando encontrar una respuesta a mi problema. No hacer nada quedaba descartado. Incluso aunque me fuera la vida en ello, tenía que intentar sacar a Sasuke de allí. Nunca me perdonaría a mí mismo si pusiera la otra mejilla. Y Sakura tampoco me perdonaría.

―No le veo ninguna solución a esto ―dijo Shisui―. Nos llevaría semanas reunir los hombres suficientes para conseguirlo.

―Lo sé...

―Probablemente consiga precisar la localización de Sasuke; entonces podríamos intentar introducirnos a escondidas, pero da la impresión de haber guardias por todas partes.

―Sí.

―¿Se te ocurre alguna idea?

Me pasé las manos por la cara y me cubrí la boca con ellas.

–No.

―Bueno, pues más vale que se te ocurra algo rápido. No tenemos más que unas horas antes de que descubran que Sasuke está mintiendo. Y cuando eso suceda, Tristan lo matará con toda seguridad.

Me tapé la cara, intentando no dejarme embargar por el pánico.

―Lo sé.

.

.

.

HICE UNAS CUANTAS LLAMADAS PARA INTENTAR REUNIR A TANTOS hombres como pudiera, pero sólo conseguí reclutar algunas docenas. Aún no teníamos más que la mitad, lo cual no era suficiente para tomar el complejo al asalto. Aquellos hombres arriesgarían sus vidas si pensaban que tenían buenas probabilidades de conseguirlo, pero en este caso seguía tratándose de una misión condenada al fracaso.

Era posible que tuviera que entrar yo solo.

Me encontraba en un callejón sin salida y no sabía qué hacer. La persona a la que recurriría normalmente era Sasuke, pero esta vez era imposible. Llamé a Indra Ōtsutsuki, un amigo nuestro que vivía en Escocia, pero no tenía el tiempo suficiente para enviarme la ayuda que necesitaba.

Estaba jodido.

Me estaba quedando sin tiempo, pero no tenía ni idea de qué hacer a continuación. Llamé a Temari, necesitado de alguien con quien hablar. No era mi primera opción, pero al menos era alguien. Sakura quedaba descartada. Si le contaba nuestro problema le daría un ataque de nervios.

―¿Ha acabado todo ya? ―preguntó Temari en cuanto se estableció la conexión―. ¿Está bien?

―Todavía no hemos entrado. Sé dónde está, pero Tristan tiene al menos una centena de hombres dentro del complejo y munición ilimitada. No sé qué hacer. He contratado a todos los hombres que me ha sido posible, pero siguen sin ser bastantes... ―Me apoyé contra la pared del callejón y clavé la mirada en el charco de agua que había a mis pies―. Entraré solo si tengo que hacerlo, pero eso no va a terminar bien. Moriremos los dos.

―No digas eso, por favor ―susurró ella.

No me importaba que aquello hiriera sus sentimientos. Era la realidad. Era la verdad. Había pensado que sería fácil sacar a Sasuke de allí. Pensé que a estas alturas ya lo habríamos hecho. Pero ahora parecía algo imposible.

―Nunca he tenido tanto miedo...

–¿Qué opina Sakura?

―No puedo llamarla.

―¿Por qué no? ―preguntó―. ¿Es que no tiene ni idea de lo que está pasando?

―No. Es la que me dijo que fingiéramos entregarla. Fue una buena idea, pero ahora cree que en estos momentos estoy entrando a por él. No la puedo llamar para decirle que no hay ninguna esperanza. No soy capaz de escuchar llorar a esa mujer... especialmente porque no llora nunca.

―Obito, esto es algo demasiado importante como para mantenerla a ciegas. No puedes proteger sus sentimientos. Si Sasuke muere, va a sentir todo el dolor de todas maneras.

―Prefiero protegerla durante el mayor tiempo posible...

―Fue ella quien te dio la idea. A lo mejor te puede ayudar a encontrar una solución.

―Sakura es muy inteligente, pero no es un genio criminal.

―No deberías subestimarla. Sé exactamente por lo que ha pasado y no es algo que nos haya hecho más débiles a ninguna de las dos. Ahora somos más fuertes, más poderosas. Tenemos un tipo de experiencia que a ti te falta. Es posible que ella tenga algo que aportar.

Temari tenía razón.

―Quizá...

―Yo no pasé demasiado tiempo con Tristan, pero no es ningún imbécil. Es muy paranoico, y lo he oído hablando con sus socios por teléfono. Planea las cosas con mucha antelación y es mucho más inteligente de lo que aparenta. No me sorprendería que quisiera que intentaras rescatar a Sasuke.

―No tiene ni idea de que sé dónde está.

―¿Estás seguro de eso? ―me desafió―. La única razón por la que pudisteis arrasar su complejo es porque, para empezar, él pensaba que tú no tenías intención de devolverme. Tenía a todos sus hombres armados y preparados para atacar en Francia justo antes de que aparecieras tú. Me lo dijo él mismo. Él creía que te ibas a quedar conmigo. Sólo conseguiste sacarme de allí porque jamás se le ocurrió que pudieras hacer algo así.

Era más listo de lo que había pensado.

―No me sorprendería que se hubiera anticipado a todo esto y que estuviese esperando a que intentaras entrar con la idea de que sólo tiene unos cuantos hombres consigo. Probablemente quiera eliminaros a ambos para siempre. Mientras uno de vosotros siga con vida, siempre tendrá que estar mirando por encima del hombro. Hablar en clave con Sasuke suena demasiado fácil, me parece a mí.

El corazón empezó a latirme como loco. Lo que decía Temari tenía sentido... mucho sentido.

―Esa es mi opinión. Ahora deberías preguntarle a Sakura la suya. Sabe cómo funciona la mente de los psicópatas. Estuvo prisionera muchísimo más tiempo que yo.

Yo no quería revelarle a Sakura la terrible noticia, pero sabía que era algo inevitable. Necesitaba todos los recursos que pudiera reunir si quería que aquello saliera bien. Temari acababa de darme un punto de vista en el que yo no había pensado. Estaba demasiado estresado como para poder evaluar críticamente la situación: que me la estaban intentando jugar.

―La llamaré.

―Me parece una buena idea. Espero que funcione.

―Yo también. ―Colgué y llamé a Sakura.

Contestó antes incluso de oír el tono de llamada.

―¿Está bien? ¿Lo habéis sacado de allí?

Odiaba decepcionarla.

–Todavía no hemos entrado.

–Ah... ―La depresión saturaba sus palabras.

―Me he topado con algunas complicaciones.

―No, por favor. No me digas eso. ―Se le empezó a quebrar la voz otra vez.

―He hablado con Temari y ella piensa que es posible que Tristan me esté tendiendo una trampa. Que sabe que mi conversación con Sasuke escondía más de lo que dábamos a entender y que está esperando a que asome por allí. Shisui ha estado mirando las imágenes por satélite y Tristan tiene un centenar de hombres armados dentro del complejo.

―Ningún hombre tiene un ejército a menos que esté esperando una guerra. Creo que Temari tiene razón. ―Su voz estaba cargada de pesar, pero no se deshizo en lágrimas como la última vez.

―Yo estoy empezando a pensarlo también. Probablemente piense que irrumpiré en el complejo con una docena de hombres. Y entonces nos masacrará.

―Necesitas más hombres, Obito.

―He llamado a todos los que conozco. Sólo he conseguido reclutar a veinte hombres más.

―Con eso no basta.

―Lo sé. Entraré solo si me veo obligado a ello... pero sé que será mi fin.

―Todos los problemas tienen una solución. Sasuke siempre me lo dice.

―Desearía que estuviese aquí... Él sabría lo que hacer.

Suspiró al otro lado del teléfono.

―Pero somos todo lo que tiene, Obito. Y lo vamos a sacar de allí sea como sea. No nos vamos a rendir.

―Nunca.

―Pues entonces tienes que pensar en algo, Obito, y hacerlo rápido. ―Volvió a emerger su fuerza habitual, la actitud que Sasuke había advertido la primera vez que la vio. Se volvió dura y agresiva, sabiendo que no tenía tiempo para verter una sola lágrima más cuando la vida de Sasuke estaba en juego.

–He pensado en todo, Sakura.

–Si lo hubieras hecho, ahora mismo tendríamos un plan.

―He llamado a todos mis contactos. Aunque lograra volver a nuestra base de Florencia, no dispondría de hombres suficientes para transportar todas nuestras armas y los camiones. El problema es la cantidad de hombres. Simplemente, no tengo bastantes.

―Pues entonces tendrás que encontrarlos.

―Ya te he dicho que he llamado a todo el mundo. Hasta he llamado a algunos de los contactos de Sasuke.

―Tiene que haber alguien...

Deseaba con todas mis fuerzas que lo hubiera.

―¿Y dinero? ¿Qué pasaría si le ofrecemos todo lo que tenemos?

―El dinero le da igual, Sakura. Esto ya es algo personal. Podría ofrecerle cien millones y ni se inmutaría.

―Entonces no tenemos nada más que ofrecer... excepto a mí.

―De eso no vamos ni a hablar.

Cuando Sakura no protestó, supe que estaba de acuerdo conmigo. En cuanto Tristan se diera cuenta de que estaba embarazada, mataría al bebé. Sakura no podía permitir que aquello sucediera, ni yo podía permitir que algo así le sucediera a mi sobrino o sobrina. Teníamos que proteger a la criatura a toda costa.

―Espera...

―¿Qué? ―A lo mejor Temari tenía razón y Sakura se guardaba algún as escondido en la manga.

―Sasuke mencionó vuestro enfrentamiento con los Akatsuki. Están intentando echaros del mercado.

¿Y aquello qué tenía que ver?

–Eso no tiene importancia ahora mismo, Sakura.

―Sí que la tiene. ¿No son los peores asesinos del mundo?

Eran implacables, despiadados y absolutamente aterradores.

―Yo no les tocaría los cojones, si es eso lo que me estás preguntando.

―Ellos quieren el negocio. Da la impresión de que no van a parar hasta quedárselo.

―Una vez más, no entiendo lo que me estás queriendo decir.

–Ellos son exactamente lo que necesitamos ahora mismo, Obito. Tienen los medios para conseguirlo. Probablemente tengan todos los hombres y obviamente tienen las armas. Podrían ser la ventaja que necesitamos.

―No me ayudarían, Sakura. No son de la clase de gente que hace favores.

―No les estarías haciendo un favor, Obito. Estarías haciendo un intercambio con ellos. La vida de Sasuke a cambio del negocio.

Sentí como si una bomba me estallara dentro del pecho al escuchar su sugerencia. Era una idea estupenda, pero también algo que yo no quería hacer. Sasuke y yo habíamos discutido sobre ello unas cuantas veces. Él quería deshacerse del negocio y vivir una vida tranquila. No merecía la pena la guerra que nos declararían los Akatsuki. Pero era todo lo que tenía, el trabajo de toda mi vida. Mi padre había llevado aquel negocio durante toda la suya, antes de que lo heredáramos. La mujer de la que me había enamorado no me correspondía, así que no tenía nada más a lo que dedicar mi vida. El negocio era algo más que dinero. Era mi identidad.

―¿Obito?

Escuché su voz, aunque la cabeza me daba vueltas como un torbellino.

―¿En qué estás pensando?

―Um... ―No sabía en qué estaba pensando. Me sentía como un capullo por dudar siquiera.

―¿Vas a contactar con ellos?

No tendría que albergar ninguna duda. El legado de nuestro padre ya no importaba. Mi hermano y yo sólo nos teníamos el uno al otro. Eso era lo importante. Podría vivir sin mi trabajo, pero sin mi hermano no.

―Voy a llamarlos ahora mismo.