Capítulo 4: Sábado.
Cinder no sabía por qué, pero lo hecho, hecho esta. Había traído a una desconocida a su apartamento. Aún en contra de las órdenes y reglas de cero invitados que había interpuesto la dichosa María Calavera.
Era una jugada arriesgada y podría ser echada a la calle así cómo así. Lo cuál sería algo muy, pero muy malo ya que no tenía dinero cómo para hospedarse en algún otro lugar.
Lo difícil fue haber traído a Weiss y lo más difícil sería sacarla. No sabía ni cómo le iba a hacer.
—¿No tienes nada de beber? —Preguntó la albina de ojos azules.
Cinder la volteó a ver rápidamente. Olvidó que ella estaba aquí ya que intentaba pensar en un plan para sacarla.
Es más, ni siquiera sabía cómo para que la trajo.
Lo único que paso fue que estaban en la discoteca y la albina preguntó...
—¿Vamos a un lugar más relajado?
—¡S-si! —Fue lo que respondió Cinder rápidamente.
Ni siquiera llevaban un minuto conversando cuándo ya habían quedado en ir a un lugar más privado. Obviamente dejó olvidadas a sus otras dos amigas a quienes ella parecía no ser de utilidad.
—Para lo que me importa... —Dijo Cinder haciendo que Weiss alzará una ceja.
—¿Disculpa? —Preguntó un poco molesta la albina.
Cinder se tapó la boca rápidamente. Olvidó lo que su invitada preguntó y para no regarla más, pues puso manos a la obra.
—¡Dije que iré a traerte tu agua de inmediato! —Exclamó para luego irse corriendo a toda prisa a la cocina.
No notó que a sus espaldas Weiss la observaba fijamente sin decir nada. Tampoco notó que la sombra a las espaldas de la albina empezó a crecer tomando un tamaño descomunal.
Por unos segundos los ojos de Weiss se volvieron reptilianos, además de que sacó una enorme y larga lengua de su boca con la cual se lamió uno de sus ojos. Casi parecía una especie de reptil.
Todo eso pasó desapercibido por la pelinegra quién llenaba un vaso de agua en el grifo de la cocina.
Un rato después.
Weiss observaba con seriedad, casi con molestia el vaso de agua que Cinder le acababa de traer.
—¿Sucede algo? —Preguntó temerosa la pelinegra.
Estaba sentada al lado de Weiss.
—Si, cuándo te pregunté por algo de beber me refería a una copa de vino blanco o algún tipo de bebida añeja para entrar en ambiente antes de tener desenfrenadas horas de sexo contigo —respondió Weiss ya con expresión muy molesta.
—¿¡QUEEEEEEE!? —Gritó Cinder al tiempo en que se levantaba de su asiento. Se sonrojó al máximo y su expresión era de lo más atónita. —¿S-sexo? —Preguntó titubeante.
—¿A que se supone que crees que vine? —Preguntó Weiss escéptica. —¿A ver Netflix contigo? —Bromeó.
Para este momento Cinder temblaba cómo esos pollitos que no saben dónde está su madre. Tenía miedo, ella creyó que la chica que estaba sentada en enfrente suyo, pues...
En realidad no sabía ni para qué la trajo. Era como si una fuerza misteriosa hubiera controlado su cuerpo desde la discoteca hasta su apartamento.
Incluso ahora mismo tenía ganas de estar más cerca de la chica de cabello blanco. La vio fijamente y su belleza era de otro mundo. Era hermosa y elegante, al contrario de ella, que era horrible y mugrosa.
Ese pensamiento la hizo decaer. Rápidamente le dio la espalda a Weiss. Bajó su mirada, sujeto su brazo con una de sus manos y dijo.
—Será mejor que te vayas... —Murmuró. Cerró sus ojos los cuales ya tenían lágrimas y continuo. —Lamentó haberte hecho perder el tiempo... Sniff...
Weiss rodó sus ojos a un lado. Obviamente el mensaje que su Diosa le envió le decía que esta chica era un tanto deprimente, pero no creyó que sería así de patética.
—Aparte de perdedora, es una pobre diabla... —Murmuró Weiss en un leve susurro.
Debía darle un empujón a la chica.
—¡AAAAHHH! —Gritó Cinder al caer de espaldas sobre su cama.
No se dio cuenta cuándo Weiss se colocó frente suyo y la empujó hacía la cama.
Y es que no vio que la albina de alguna forma se teletransporto enfrente suyo en un abrir y cerrar de ojos. Sin duda alguna, algo muy sobrenatural pasaba aquí.
—¡Ya te dije que te vay... ¡Ughmmm! —Cinder iba a renegar pero un beso en la boca por parte de la ojiazul la silencio en el acto.
Al principio intento quitarsela de encima pero a medida que duraba el beso, pues simplemente cedió hasta que abrazo a Weiss con fuerza para atraerla más hacia ella.
Más tarde.
—¡Ahhh! ¡Ahhhh! ¡Ahhhhh! —Gritaba Cinder ya sin aliento. No sabía cómo pero la albina que tenía sobre ella la cogía de una forma bestial.
La penetraba con una especie de dildo... Solo que este era uno muy extraño y aunque era su primera vez, sentía que lo que le metía Weiss era un miembro muy real.
Incluso se había corrido en su interior como diez veces y en vez de pedirle que parará...
—¡Quiero más! ¡Por favor no te detengas! —Gritó Cinder con una enorme sonrisa y expresión pervertida.
Ya no le importaba que el edificio o el vecindario entero la escucharan, ella solo quería seguir sintiendo este placer tan delicioso.
No le importaba lo que pasaba a su alrededor.
Tampoco notó que el cuerpo de la albina había crecido mucho y se había vuelto mucho muy musculoso, pero Cinder no lo notaba, simplemente abrazaba con fuerza a su invitada con brazos y piernas mientras está destrozaba su intimidad sin piedad alguna.
Weiss por su parte no parecía ser ella misma, sus ojos estaban completamente blancos y su enorme sonrisa mostraba unos dientes puntiagudos y muy filosos. Parecía más un animal que un ser humano.
Esta simplemente siguió cogiendo a la patética chica hasta que sentía que iba a correrse nuevamente.
—¡Bebelo todo! —Gritó Weiss con voz demoníaca al tiempo en que metía su miembro hasta el fondo de la intimidad de Cinder para luego descargar una cantidad exuberante de semen.
—¡Aah...! —La pelinegra simplemente abrió su boca y ojos enormemente. Ella también tuvo un enorme orgasmo que la dejó paralizada.
Incluso parecía haber perdido la razón.
De pronto sus ojos se volvieron completamente blancos. De su boca empezaba a salir una cantidad excesiva de líquido negro que empezó a regarse por toda la habitación y que no tardo en oscurecer todo completamente.
Cinder tenía una extraña visión. Una en donde ella estaba de rodillas sobre un suelo ardiente, viendo cómo todo a su alrededor, edificios, personas y casas estaban en llamas.
Era horrible.
Ella no lo soporto más. Su cabeza se hizo a un lado dando a entender que había caído inconsciente.
Mientras tanto Weiss se levantó de encima de su víctima al tiempo en que sacaba lo que parecía ser un enorme y monstruoso miembro. El cuál aún disparaba semen.
Al parecer está chica era un peligro.
Ella sonrió satisfecha al ver que cumplió con su cometido.
—Misión cumplida... —Dijo complacida. —Jajajaja... Jajaja... ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! —Para luego empezar a reír cómo una desquiciada.
Al parecer Cinder había sido una simple víctima.
A la mañana siguiente.
—¡Aaahhh! —Gritó Cinder al momento de despertarse de golpe. Estaba con la respiración agitada sentada en su cama.
Se vio a sí misma y estaba sin ropa. Por lo que rápidamente se cubrió con sus sábanas. Empezó a temblar de la nada.
—¿Qué pasó? —Se preguntó casi a punto de llorar.
Poco a poco recordó lo que había pasado. Nunca antes había estado con alguien y mucho menos con una chica. Ni siquiera tenía novio. Emerald intento presentarle a varios sujetos. Pero su maldita timidez siempre lo arruinaba todo.
A veces desearía dejar de ser una cobarde.
Pero no tenía remedio.
Volteo a ver a todas partes y no vio a Weiss por ningún lado. Seguramente se aburrió de ella y la dejó sola.
—Ahh... —Suspiró.
Bajó su mirada.
Aún no sabía que pasó exactamente. Lo único que recordaba fue que Weiss la cogía con lo que parecía ser, un consolador. Uno enorme y extrañamente realista.
Al final simplemente cayó rendida por tanta intensidad.
—Seguramente ella se molesto por haberme dormido mientras lo hacíamos... —Murmuró con tristeza.
Decidió levantarse de una vez por todas. Era sábado y hoy no tenía mucho que hacer a menos que la Madame la llame y solicite su presencia.
Entonces si estaría arruinado su fin de semana.
Pero por el momento aún no había recibido llamada alguna por lo que podía relajarse.
Camino un par de pasos hacia la salida envuelta con las sábanas, cuándo la puerta se abrió de repente.
—Veo que ya despertaste... —Dijo Weiss sin mucho interés. —Te traje el desayuno.
Cinder simplemente abrió su boca y ojos lo más que pudo. Su cara se puso roja de vergüenza al verse casi desnuda si no fuera por las sabanas que la cubrían.
—¡Aaaahh! —Gritó al tiempo en que corría de vuelta a la cama en dónde se echo para luego cubrirse por completo con más sabanas.
Estaba muy avergonzada cómo no tienen idea.
—Tranquila, no tienes nada que no haya visto anoche —dijo Weiss con tono calmado.
Se acercó a la cama y después de dejar la bandeja con el desayuno, tomó asiento al lado de Cinder quién observaba estando aún toda cubierta. Sólo se le veían los ojos. Parecía una mujer del medio oriente.
—Come o se va a enfriar —pidió Weiss.
La pelinegra se descubrió la cabeza. Aún con pena y un tanto torpe, acercó su temblorosa mano hasta donde estaba la comida que su invitada le trajo.
—Un segundo... —Se detuvo en el acto. Al ver el delicioso desayuno compuesto por lo que parecían ser panqueques en forma de corazón con miel y mantequilla encima, un vaso de jugo de naranja y una rebanada de pastel de chocolate, recordó algo muy importante. —Yo no tenía nada en el refrigerador... ¿Cómo hiciste todo eso? —Preguntó un tanto apenada.
Sería más vergonzoso que su visita haya tenido que ir a comprar ingredientes y de remate hacerle el desayuno.
Sentía que no merecía tanta gentileza.
—¿¡Acaso crees que estás finas manos se meterán a una cocina tan mugrosa como la tuya!? —Exclamó Weiss claramente ofendida.
Cinder abrió su boca y ojos a más no poder por lo que acababa de escuchar.
—Ubícate niña, solo tomé la tarjeta de crédito platino plus que me dio mi mami y pedí un par de desayunos a domicilio —contó la peliblanca.
La otra simplemente bajo la mirada. Obviamente esta chica era alguien de la alta sociedad. No cómo ella, que era tan mediocre que no sabía si estaba dentro de la sociedad.
Ni siquiera tenía para su propia comida.
Era patética.
Cerró sus ojos. Sentía que iba a llorar. Pero los abrió rápidamente al sentir un par de manos muy suaves tocar sus mejillas.
De la nada estaba frente a frente viendo un par de hermosos ojos azules.
—No sirve de nada seguirte atormentando, mejor come y ya luego veremos como sacarte de apuros —dijo Weiss con voz solemne.
La de ojos amarillos simplemente asintió. Parecía tener más confianza en sí misma después de las palabras que dijo la de ojos azules.
Y eso era algo muy extraño.
Un rato después.
Eran casi las ocho de la mañana. Cinder en su vida había comido algo tan delicioso como lo que Weiss mando a pedir. Comió tan rápido que casi se ahoga.
Pero no podían culparla. Siempre comía o pan blanco sin sabor o sopas instantáneas. A veces, solo a veces quisiera tener un menú más variado.
Era su sueño, poder salir adelante y ya no dar más lastima a las personas a su alrededor.
Pero ese no era el punto en estos momentos.
Ahora caminaba lentamente sin hacer ruido. Debía sacar a Weiss del apartamento sin que la casera se entere.
Avanzaban por el pasillo cerca de la salida. Sólo debían pasar la puerta dónde vive la dueña del lugar y estarían a salvo.
—Alto... —Pidió haciendo que se detuvieran. Debía revisar que no hubieran señales de María en alguna parte.
Mientras Cinder mirada de una lado a otro. La ojiazul simplemente mantenía una expresión muy molesta además de que tenía sus brazos cruzados.
—Sabes, este vestido se arruinará si le llega a caer polvo de este basurero —comentó la albina.
Cinder volteo a ver el vestido de ella. Usaba una chaqueta azul claro con botones enfrente además de un pantalón y zapatos de tacón alto del mismo color, combinando con su bolso el cual era de un color marfil.
La elegancia en persona, pensó Cinder al verla. Weiss además tenía un cabello muy largo y hermoso. Atado en una cola de caballo a un lado de su nuca.
La belleza de esta chica sin duda le quitaba el aliento a cualquiera.
—Tengo prisa, ¿Sabes? —Murmuró Weiss un tanto molesta al ver que la idiota frente suyo se había quedado embelesada, observándola fijamente.
—¿Ah? —Fue todo lo que pudo decir la pelinegra. Pues no había salido de su trance aún.
—¡Ah! ¡Ya muévete! —Ordenó Weiss. Acto seguido paso de lado a la nerviosa chica y siguió su camino. —No me llames, yo lo haré. —Se despidió.
—¡Espera! —Gritó Cinder mientras estiraba su mano hacia la albina.
Pero fue muy tarde, Weiss pasaba enfrente de la habitación de la dueña del edificio y cómo si hubiera una alarma, esta se abrió y de allí salió la mismísima María Calavera en persona.
—Pero que tenemos aquí... A un par de chicas que rompen las reglas, ¿O me equivoco.
Weiss se detuvo y con suma molestia observó a la viejecita que acababa de aparecer.
—¿Disculpe? —Habló Weiss.
Levantó una ceja al ver que una señora de avanzada edad salía de su habitación y empezaba a decir cosas extrañas.
—¡Espere! —Exclamó Cinder quién se ponía enfrente de María extendiendo sus brazos para proteger a Weiss.
La cuál estaba muy molesta por alguna razón.
—Nadie debe entrometerse en los asuntos de la reina... —Murmuró Weiss en voz baja.
Quién sabe a que se refería.
—Sabes cuáles son las reglas. Cero visitas de personas que no viven en el edificio... —Comentó María un tanto molesta.
Odiaba que sus inquilinas rompieran las reglas y sobretodo las que eran más estrictas.
—Pero... Pero... Pero... —Cinder no sabía que decir. La dueña del edificio le daba mucho miedo.
No tenía el valor para enfrentarla.
—Quiero que saques tus cosas a más tardar para el anochec...
—Un momento... —Habló Weiss silenciando a la anciana.
La albina hizo a un lado a la pelinegra y habló con la dueña del edificio mientras buscaba algo en su bolso.
—Si el problema son las personas que se meten en el edificio sin pagar su estancia... Pues... —Sacó un fajo de billetes y se lo ofreció a María. —Yo pago mi parte y un extra por dejar que venga a visitar a mi amiga.
La mujer de mayor edad abrió su boca lo más que pudo. Cinder simplemente se tapó su respectiva boca con sus dos manos. No podía creer lo que veía.
Su invitada estaba sobornando a la dueña del edificio dónde vivía. Era algo increíble.
—Niña, si crees que puedes hacerme cambiar de parecer ofreciéndome grandes sumas de dinero... Pues... —Dijo María un tanto seria para luego relajarse y tomar el fajo de billetes y decir... —Claro que eres bienvenida y siéntete libre de visitarme también.
Al final la mujer volvió a su respectivo cuarto mientras contaba el dinero. Weiss simplemente se despidió de Cinder y decidió volver a su respectivo hogar.
La pelinegra se había quedado sin habla. No podía creer lo que acababa de ver.
No sabía ni cómo era posible.
—¡Espera! —Gritó al tiempo en que salía corriendo detrás de la ojiazul.
Necesitaba respuestas.
—¿Qué? —Habló Weiss al detenerse y sin voltear a ver a la chica con quién pasó la noche.
—¿C-cómo fue que hiciste que cambiará de opinión? —Preguntó con el ceño fruncido. Ella nunca logró que María diera paso atrás. Siempre terminaba negándole todo.
Weiss soltó una leve risa. Fue cuándo se volteó y vio fijamente a Cinder.
—Eso es simple chica, todos tenemos un precio y la pregunta más importante... —Cerró sus ojos y con una enorme sonrisa preguntó. —¿Cuál es el tuyo?
La pelinegra retrocedió. No sabía a lo que ella se refería. Empezaba a sentir mucho miedo. No sabía por qué pero algo le pedía que saliera huyendo pero algo más le decía que hablara más con su nueva amiga.
—¿Ah? —Fue todo lo que pudo decir. No sabía que comentar ante tal pregunta.
—Sabes, a mi jefa le encantaría tenerte en su equipo de trabajo. Ganarías mucho y las personas te empezarían a respetar —comentó Weiss. Aún seguía sonriendo.
Fue cuándo a la pelinegra se le iluminó el rostro. Escuchar que alguien la consideraba útil y además que le ofrecía una buena oportunidad para salir adelante. La ponía simplemente muy, pero muy feliz.
Era lo que necesitaba para estar a la altura de Emerald o de Neo. Podría pagarle todo el dinero que les debe y vivir mejor.
Por qué, viendo a Weiss. Ella es una chica muy adinerada. Seguramente su trabajo debe pagar mucho.
Tuvo suerte en conocerla.
—Este... Yo... —Pero aún así no supo que decir.
—Descuida yo te llamó luego para decirte dónde nos vemos... —Dijo Weiss. Se dio media vuelta y se empezó a alejar del lugar. —Y también para informarte cuál será tu primer trabajo... —Eso último lo dijo en voz baja con una sonrisa malvada.
Lastima que la pelinegra no vio los enormes dientes puntiagudos que mostró la albina, si no se hubiera espantado un montón.
—¡S-si! —Exclamó Cinder sin saber que más decir.
En realidad ya no sabía ni que hacer en estos momentos.
Sin más que decir regreso a su apartamento. Debía buscar algo de comer para el almuerzo y ver si podía conseguir algo de dinero.
Y aunque no se fiaba aún de las palabras de Weiss, debía darle el beneficio de la duda y hasta que no tenga noticias de ella, debía seguir su vida hasta entonces.
Solo esperaba que fuera cierto o si no, su autoestima decaería mucho más.
Un par de horas después.
Ruby se hallaba sentada en el sofá de la sala bien vestida. Un tanto elegante. Usaba un vestido rojo que le llegaba hasta las rodillas atado con un cinturón café alrededor de su cintura, unas zapatillas de tacón alto de color negro y usaba medias de color piel que le daban un poco de comezón, además tenía un broche con forma de rosa de color negro en su pecho.
Estaba bien peinada, al parecer se levantó temprano, se baño, se puso su mejor vestido. Preparó un buen desayuno, lo comió. Luego preparó un buen almuerzo que consistía en carne asada, ensalada, puré de papa, lo tapó todo con una charola y puso todo sobre la mesa del comedor, la cuál tenía un mantel rojo. Además de que había una botella de vino rojo de esas que son caras y un par de copas, también un par de velas listas para ser encendidas cuándo su invitada llegará.
Y todos los ingredientes junto con la botella de vino los pidió a domicilio pagando con el dinero que la albina le daba cada semana.
Había recibido un mensaje de Weiss quién le dijo que llegaría en una hora y de la cuál ya habían pasado unos cincuenta minutos.
Estaba nerviosa. La palabra cita que su amiga mencionó ayer aún resonaba en su cabeza. Estaba en un serio dilema. Todavía no sabía que quería lograr con ella.
No era gay ni mucho menos estaba en contra de las personas que lo son. Es más, nunca había tenido una cita y que la primera fuera con una chica que sentía que estaba fuera de su alcance... Era para poner temeroso a cualquiera.
—Ugh... —Suspiró.
Weiss llegaría en minutos y ella no sabía cómo actuar. No quería arruinarlo. Le debía tanto y lo único que quería era hacerla sentir cómo en casa, bienvenida y hacerle saber que puede contar con ella para lo que fuera.
—Vamos Ruby... Solo es Weiss... Nada del otro mundo —se intentó dar ánimos. —No es una cita de parejas jeje... Es para conocernos mejor... Es todo... No es que quieras ser su novia, luego casarte con ella y ser dueña de la mitad de sus millones... No, no es eso... Solo quieres ser su amiga... —Ya no sabia que decía.
Estaba demasiado nerviosa.
¡Ding! ¡Dong!
—¡Aaaahhh! —Tanto que pegó un grito cuándo escuchó el timbre sonar.
Pero rápidamente se repuso. Se levantó del sofá y con una actitud seria camino hasta la puerta en dónde se detuvo y después de tomar una bocanada de aire. Se dispuso a sonreír y a abrir la puerta...
—¡Bienvenida! —Exclamó sonriente y con sus brazos abiertos.
Continuará...
No olviden buscarme en Fanfiction y en Wattpad como Rex3003. Allí serán bien recibidos ;3.
Las vidas de Cinder y Ruby están a punto de dar un giro extraño, esperenlo.
No olviden seguir mi perfil y así obligarme a seguir escribiendo. Además pueden decirme que les pareció el capitulo y la historia con un comentario si la leen en Wattpad o con un review si la leen en Fanfiction.
En fin.
Nos vemos en la próxima, adiósh ;3.
