Me avergüenzo de usted...
Yo también me avergüenzo de mí... Soy una persona terrible...
Seguía en el aula de pociones, recogiendo tan rápido como podía los dos calderos derramados en el suelo. Los chicos de primer curso suelen tirar los calderos al suelo, sobre todo por los nervios o el miedo que infunde el jefe de mi casa. De hecho el primer día creo que yo también tiré un caldero al suelo, el profesor Snape se enfado mucho conmigo...
El profesor Snape sentía más que solo vergüenza por mí, sentía repulsión hacia mi persona. Porque él no había olvidado que en el fondo yo era una Gryffindor bajo las túnicas de Slytherin. Tenía en su casa a una traidora de sangre, o como quiera que los llamen. Era una Gryffindor en lo más recóndito de mi oscuro y cruel corazón.
Él sentía un asco extremo por esa casa y desprecio por todos sus alumnos. No sabía por qué nuestra casa detestaba a las demás, quiero decir desde una vista objetiva no hay razón alguna para despreciarlos. Pero claro siendo subjetivos aquí habitaban las más traicioneras de las serpientes, entre las que destacaba mi hermana Isobel, con sus injurias, su impertinencia y su cruel deseo de atormentar al más débil. Esa indeseable, ¿no es más repulsiva que yo?
No, ella era tratada por Snape como al resto de Slytherins, como a una santa. Yo era la única oveja negra aquí. Aunque esta oveja ya tenía su corazón envenenado,negro como el carbón, sediento de venganza. Suspiré aliviada al ver que ya había terminado con la limpieza, justo al tiempo que oía a los alumnos por el pasillo dirigiéndose hacia aquí.
―Profesor Snape ya he terminado, ¿puedo irme?
Él seguía mirando los trozos de pergamino amarillentos que tenía por delante, aunque algo me decía que no me había quitado el ojo de encima desde que entré.
―Sí señorita Rosenberg, puede ir a sus clases.
¡Gracias a Merlín! Di media vuelta y a paso veloz fui hacia la puerta, deseando salir de allí.
―Señorita Rosenberg...
Me pare en seco justo antes de agarrar el pomo de la puerta...¿Debería de temer por mi vida?
―¿Sí profesor? -dije dándole la espalda.
―A las siete y media la quiero en mi despacho.
¡Lo sabía! Había sido demasiado fácil escapar de allí.
―Sí profesor Snape...
Ahora si salí de allí como alma que lleva el diablo para no perder más clases, la próxima clase...la próxima...Mm creo que era defensa pero no estoy segura, en fin... ¿Había algo peor que estar castigada por Snape? Sinceramente lo dudo mucho.
―Estúpido murciélago infernal deforme...
Era lo único que susurraba mi boca camino de llegar tarde a defensa contra artes oscuras...otra vez. Respira Elinor, respira... era lo que me susurraba mi cerebro, que era el único que seguía en calma porque mi corazón iba a cien por hora.
Tras unas inacabables horas, mis clases habían concluido ese día, ya tenía tiempo para mí o al menos un rato antes de que dieran las siete. Estuve a orillas del lago negro, observando como fluían sus aguas en perfecta armonía con el viento del este. Era lo que más me reconfortaba de este sitio, el precioso lago. Algún día yo también me escaparía como el agua del lago que fluye hasta donde no alcanza la vista.
―Las siete y diez minutos, oh es hora de visitar a batman en las mazmorras...
Aquella comparación del súper héroe con mi profesor de pociones ahora me daba escalofríos. Sí, la soledad me estaba enloqueciendo y me hacía decir esta clase de idioteces. Tomé mis cosas y recorrí los verdes pastos hasta entrar en el castillo, por supuesto ya estaba bastante oscuro y casi todos los alumnos estaban en el comedor. En un vistazo rápido observé que mi hermana estaba en nuestra mesa, aunque su arpía más fiel no estaba con ella... Eso sí que era muy raro, por no decir peligroso, pues podrían estar tramando algo contra mí. Que era lo que temía.
Con celo seguí mi camino a las mazmorras, debía tener mil ojos y estar lista para lo peor. Tenía mi varita preparada para cualquier trampa que se propusieran esas dos zorras chifladas. Pero de momento todo me iba bien ya casi había llegado al despacho de Snape, me faltaban unos cuantos pasillos que recorrer cuando de repente oí a Susan Wells a lo lejos reír. Seguí su risa hasta dar en donde estaba hablando con otra arpía de Slytherin, me escondí tras el quicio y espere a escuchar...
―No te creo nada Susan...
―Es cierto Darla ―decía Wells esta entre risas.
Darla Johnson, otra arpía de cuidado, está no hablaba tanto pero te cogía desprevenida siempre cuando te atacaba.
―La idiota de Rosenberg quiere unirse a los mortifagos tras terminar el curso, no duraría ni dos días con ellos.
―¿Cómo sabes todo eso?
―Porque ella me lo dijo, y porque mis padres también son mortifagos, sé cómo funciona todo eso. Esa sangre sucia de Rosenberg no entrará en los mortifagos, antes la matarán.
Las dos rieron cómplices de su gozo en el mal ajeno, y por el futuro de mi hermana. De mi estúpida hermana... su vida corría peligro. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿La ayudo? ¿La dejo a su suerte? ¿Dejaría morir a mi hermana? De momento solo podía alejarme en silencio y pensar mientras iba al despacho de Snape. Las siete y media, otra vez se va a enfadar conmigo...
