— ¿Y?

Pese al silencio que reinaba en la sala común de Slytherin a esas horas de la noche, el susurro casi fue inaudible para Satoru. Casi, porque Satoru sabía que Suguru al menos intuía que le estaba prestando un mínimo de atención. Aún así, fingió proseguir la lectura del libro de Transformaciones Avanzada que estaba viendo sin ver desde hacía un buen rato, repantigado en uno de los sillones frente al fuego; Suguru no agregó nada más desde su posición en la mesa a un par de metros de distancia, pero progresivamente el ambiente se tornó un poco más pesado de lo habitual y Satoru ya sabía se trataba de la mala energía que Suguru despedía en esos momentos.

— Y, ¿qué?

Como si aquello fuese una competencia por ver quién de los dos era más idiota, Suguru tardó tanto o más que Satoru en responder. Ahora era el albino quien comenzaba a ponerse ansioso y con eso, un poco violento.

— ¿Hablaste con el chiquillo?

— Sí.

— ¿Y?¿Cómo fue?

— Bien.

— Ah.

La conversación habría terminado allí para la mayoría de los mortales. Suguru no iba a indagar en cuestiones que Satoru no quería ventilar y eso, eso precisamente era lo que ponía de los nervios a Satoru. Cuando la histeria llegó a su punto de máxima ebullición, cerró el pesado libro de un golpe grueso produciendo un ruido seco y se incorporó velozmente, sentándose como pudo entre los cojines del sofá. Suguru detectó su movimiento pero sólo se limitó a observarlo desviando su mirada del libro a él entre la cortina de cabellos sueltos alrededor de su rostro.

— ¿No vas a preguntarme nada más?

— Puedes contarme lo que desees.

— No, yo quiero que me preguntes.— Suguru suspiró casi imperceptiblemente y Satoru lo supo por el movimiento de sus cabellos, no porque hubiese soltado algún sonido.

— Bueno…

— Sí, que no te dé pena. Vamos.

Satoru sonrió al ver que Suguru lo hacía, dándose por vencido; ahora sí había resoplado sonoramente, dejando a un lado el libro sobre la mesa y distendiéndose sobre el respaldo de su asiento, entrelazando sus dedos frente a su torso y clavando la mirada en Satoru.

— ¿Qué aroma tiene?

La pregunta descolocó a Satoru porque de todas, de todas las que Suguru podía llegar a hacer como primer interrogante...no se había esperado precisamente esa. Sus labios desdibujaron su sonrisa de suficiencia en una mueca extraña pero Satoru se recompuso rápidamente, sonriendo otra vez. Maldito fuera, a veces aborrecía que Suguru lo conociese tan bien como para lograr asestar la primera puñalada con tanta facilidad…porque sabía perfectamente que Suguru sí había podido olfatear a Yuuji en un par de ocasiones y que no era precisamente eso lo que le estaba preguntando.

— El aroma de la felicidad, a eso huele Yuuji.— Suguru soltó una especie de gruñido mezclado con una risa estrangulada y ambos rieron, idiotizados por la respuesta.

Por favor, este Omega te ha pegado fuerte de verdad.

— Es que no lo puedes comprender porque eres un amargado, voy a explicártelo quieras o no.

— Soy todo oídos.

Satoru se incorporó del sofá y de dos zancadas alcanzó la mesa donde se encontraba Suguru; este no cambió de posición, sino que se limitó a observarlo con expresión divertida mientras Satoru despeinaba sus cabellos por quinta vez en la noche intentando elegir las palabras justas.

Finalmente, Satoru inspiró aire profundamente y suspiró en un gemido lastimero que pareció sorprender a Suguru.

— Cuando el aroma dulce de Yuuji me llega a la nariz...es como si todo brillara, todo, literalmente todo, Suguru. El aire se vuelve más liviano al igual que mi mente...espera, no te rías, es en serio.

Pese a su aseveración, Satoru había comenzado a reír junto con Suguru ante sus palabras. Al final, Suguru posó una mano sobre su hombro derecho y zarandeó a Satoru, aún riendo.

— Continúa, continúa.

— Eso, siento que se me aligera el pensamiento...por ejemplo, si estoy enojado y quiero moler a golpes a alguien se me va toda la furia.

— ¿Así, sin más?

— Así, sin más.— repitió Satoru mientras Suguru intentaba contener un nuevo estallido de risa.— Y no es sólo eso, por favor.

— Satoru, respira.

— No puedo, me acuerdo y me falta el aire. Si de por sí su aroma me afecta de esa manera...no sabes lo que fue hoy cuando me sonrió.

— Por Merlín…

— Pensé que iba a mearme allí mismo.

Ahora sí, ambos estallaron en carcajadas que suprimieron rápidamente con sus manos. Estaba bien que fueran alumnos de último año y que Suguru fuese Premio Anual, pero hacer escándalo pasadas las dos de la mañana tampoco era algo permisible. Si Shoko llegaba a despertarse por culpa de sus gritos iba a destruirlos.

— ¿Sabes? Nunca te vi así con nadie.

Suguru fue el primero de los dos en recuperarse de la risa; Satoru lo supo al percibir una mano sobre su cabeza acomodando sus cabellos desordenados. Al enfocar su mirada llorosa en el otro, vio a Suguru sonreír de una manera extraña. Repentinamente se sintió incómodo, tal y como si su madre estuviese frente a él diciéndole lo orgullosa que estaba de su hijo y lo mucho que había crecido.

Ese era el sentimiento general que siempre le había provocado Suguru en ese tipo de circunstancias. Se alegraba genuinamente de su felicidad y en algún punto hasta parecía estar orgulloso de Satoru. ¿Orgulloso?¿De él?

Por eso, y aunque fuese por un breve lapso de tiempo, Satoru se permitía exteriorizar sus sentimientos más profundos y vulnerables con Suguru.

— Nunca me sentí así con nadie.

— ¿Y le has pedido salir?

— Sí y no.— ante el ceño fruncido de Suguru, Satoru le explicó la situación.— Me dio la impresión de que iba a cagarla si lo hacía directamente.

— Me parece bien. Es sensato.

— ¿De verdad te parece bien?

— Claro.— ambos se observaron, uno ansioso y el otro confundido.— ¿Qué?

— Pensé que ibas a decirme que había sido una idiotez.

— Fue una idiotez.— Satoru torció el gesto y Suguru sonrió.— Hace semanas que estás más idiota de lo normal, Satoru...pero no veo nada de malo en que hayas arrancado así. De paso y averigua qué piensa de los muggles...vaya a ser que te estés metiendo con un defensor de sus derechos.

Desde una posición un tanto cercana, Yuuji abrió un poco más los ojos al oír las palabras de Suguru; como si temiese perderse algo más, inclinó el torso hacia delante, acercándose al espacio entre Suguru y Satoru.

¿Cuántos años tenían, 17? Sí, era muy probable que en aquella época o incluso antes Suguru hubiese comenzado a desarrollar una obsesión insana por aquellas ideas; el clasismo entre la comunidad mágica y muggle siempre había existido, incluso entre los mismos magos. Sin embargo, era "un secreto a voces" que los magos sangre pura - como ellos mismos solían denominarse - aborrecían a los muggles y a los partidarios de sus derechos y los que consideraban supresores de los propios magos, como el Estatuto del Secreto - ley que impedía realizar cualquier acto de hechicería en presencia o cercanía de muggles -; aquel tipo de sentimiento negativo hacia la comunidad no mágica se veía reflejado mayoritariamente en la casa Slytherin, en la cual la mayoría de sus integrantes eran de familias antiguas conformadas casi exclusivamente por magos.

— ¿Y eso qué importa ahora?

— ¿Cómo qué importa? Satoru, mira si se relaciona con esas criaturas, ¿qué vas a hacer?

Yuuji desvió la mirada hacia Satoru. Realmente parecía descolocado, pero no por la pregunta en sí, sino por la posibilidad que le planteaba Suguru. Yuuji se sorprendió al comprobar que, efectivamente en esa época, Satoru compartía al menos parte de las ideas de Suguru. A los pocos segundos pareció recomponerse y carraspeó, sus mejillas tornándose levemente rosadas por el sonrojo que su piel blanca no podía disimular.

— No...no creo que Yuuji sea así. Él...él seguro entiende que está mal.

Un extraño e incómodo silencio pareció romper la atmósfera agradable que ambos habían creado en la sala común subterránea; Yuuji torció el gesto y se alejó uno, dos pasos. Suspiró con cierta pesadumbre…"Yuuji, eso está mal". ¿Cuántas veces Satoru había usado aquella frase con él? Prácticamente desde que habían comenzado a salir.

"Está mal, no deberías...no se lo digas a Suguru, ¿si?"

Yuuji solía molestarse con aquel tipo de comentarios porque parecía que Satoru no solo no aprobaba ciertos pensamientos que Yuuji ya tenía formados en su mente, sino que además parecía considerarlo una especie de crimen...ahora que lo veía en retrospectiva, quizás en ese momento Satoru sentía vergüenza de relacionarse amorosamente con alguien que pensaba que los muggles tenían tantos derechos como los magos…¡Si Suguru lo hubiese escuchado en esa época, las cosas que pregonaba! Seguramente lo habría odiado y habría encontrado la manera de separarlo de Satoru.

Bueno, de una u otra manera lo había terminado logrando, sólo que años más tarde.

El pensamiento le revolvió el estómago porque todos los caminos llevaban al mismo sitio. No importa desde qué recuerdo se pusiera de pie, era siempre lo mismo…¿por qué Satoru había decidido desechar aquel recuerdo?¿Qué tenía de especial?

— Lo siento, Satoru...no quise…

Yuuji frunció el ceño cuando sucedió algo extraño con el recuerdo. De repente, la voz de Satoru pareció entrecortada y le costó comprender qué había respondido.

— ...es espantoso.— Satoru parecía más compungido que antes con lo que acababa de decir y sus palabras parecían haber afectado a Suguru. ¿Era posible que un recuerdo se dañara por permanecer dentro de un recipiente mucho tiempo?

— No pienses en eso, seguro que sí.

— ¿Te han dicho algo?.— Yuuji frunció el ceño. ¿Dicho?¿Quién?¿De qué hablaba, así de repente?

— Sí, es lo que ya te había adelantado.

— Excelente.—Satoru sonrió y pareció recuperar parte del ánimo. Su sonrisa pareció tranquilizar a Suguru.

— Es cuestión de tiempo, sabes que...

— ¿Sabes que creo?

Satoru interrumpió a Suguru intempestivamente y de nuevo, Yuuji percibió algo extraño. Habría jurado que el recuerdo...no, no podía ser. Estaba seguro de que Suguru había seguido hablando, sólo que esa parte no se había oído.

¿El recuerdo se había cortado?¿O simplemente estaba dañado? Quizás sólo era imaginación de Yuuji...

— ¿Qué?

— Que me he enamorado.

No puede ser.

El recuerdo perdió fuerza; las luces se volvieron opacadas y los contornos de los muebles se difuminaron. Yuuji ya había reconocido aquello como el primer signo de que el recuerdo concluía allí; suspirando, decidió meterse un poco en su propia mente, allí donde los recuerdos eran seguros.

— Vuelve a explicarme qué hacemos aquí.

Yuuji sonrió a modo de disculpa; ni siquiera se atrevió a ladear el rostro en dirección a su compañero porque sabía que sus mejillas se habían puesto rojas. El bullicio a su alrededor servía para apagar un poco sus pensamientos vergonzosos, pero no terminaba de ser suficiente.

— Porque su novio juega.— Yuuji gimió ante las palabras de Nobara, detrás suyo. Ahora sí, ladeó el rostro hacia atrás, sentado aún en la butaca correspondiente al sector de la tribuna de Gryffindor. El viento desordenaba un poco los cabellos de Nobara, quien lo observaba con resignación.

— ¿Tu...tu qué?

Ambos, Nobara y Yuuji rodaron los ojos ante el tono indignado de Megumi, a un lado. Ahora sí, Yuuji se animó a voltear el rostro hacia él. El semblante del muchacho de Ravenclaw era un poema...si tan solo el estúpido de su hermano estuviese allí...sabía de buena fuente - el mismo Ryomen - que Megumi le había atraído prácticamente desde que habían ingresado al colegio, sólo que por cuestiones ideológicas - Megumi odiando todo lo que estuviese relacionado con Slytherin - no habían podido concretar nada.

— No es mi novio, Nobara, basta.

— Si tuvieras que contener las arcadas como yo cada vez que ese tipo te mira...y ni te digo cómo lo miras tú, Merlín, qué asco.

— ¡Oye!

— ¿Estamos hablando de quien creo que estamos hablando?

Yuuji miró a Megumi; el Ravenclaw no lo miraba a él, sino que sus ojos azules y su ceño fruncido a más no poder estaban fijos en el campo de juego; la mirada de Yuuji siguió el trayecto que recorrían y...todos los colores, toda la sangre del cuerpo se le subió repentinamente a la cabeza y el viento fresco que corría en los campos abiertos de Hogwarts no eran suficientes para aliviar el sofocón que acababa de sufrir; los equipos de Quidditch de ambos finalistas de la primera temporada del campeonato de Quidditch de ese año- Slytherin y Hufflepuff - ya habían salido al campo de juego y ese había sido probablemente el estallido de vítores que había sepultado parcialmente la pelea entre Yuuji y Nobara segundos atrás.

El problema no es que hubiesen salido y que Yuuji se lo hubiese perdido...el problema radicaba en que Satoru parecía no querer permitírselo. Con horror, comprobó que, como siempre, Satoru no parecía sufrir de lo que se llamaba vergüenza; desde su posición en el aire y con la túnica verde flameando detrás suyo, el mayor lo saludaba escandalosamente revoleando ambos brazos desde la distancia…¿cómo es que…?

— Salúdalo.

La patada de Nobara contra su espalda lo obligó a dar un respingo. Yuuji sabía, intuía que las miradas estaban todas sobre aquel sector porque la mayoría de los alumnos habían captado el movimiento inusual del buscador del equipo de Slytherin.

— Yuuji, hazlo que ya me da vergüenza hasta a mí.— farfulló Megumi a su lado.— ¿Por qué accedí a venir? Fui engañado.

— No te hagas, sabías bien a qué veníamos.

— ¿Eh? Eso lo habrás sabido tú, que…

Mientras Nobara y Megumi comenzaban a discutir, Yuuji inspiró profundamente y levantó un brazo al aire, menéandolo en dirección a Satoru. El movimiento de los brazos del otro se detuvo en reconocimiento y Yuuji juraba, maldita sea que lo hacía...que Satoru le había sonreído.

Mira cómo sonríe...ay, Yuuji está enamorado…— el comentario de Nobara logró que Yuuji descompusiera su sonrisa en una mueca de fastidio, golpeándola con el codo.— ¿Qué? Sigue dándome asco, qué quieres que haga.

— Satoru no es así...digo, como el resto de los de su casa.

Satoru.

Nobara y Megumi soltaron el nombre con asombro y dolor entremezclados, lo cual logró que Yuuji se sonrojara de nuevo en el instante en el que el partido comenzaba. Por suerte, aquello fue suficiente para que los tres desviaran su atención al juego. Yuuji no jugaba en su equipo de Quidditch pero eso no significaba que no disfrutara viendo los partidos; maravillado, comprobó con cierta frustración y diversión que parecía no haber cosa que Satoru no hiciese a la perfección. Aquella final, más que un partido reñido parecía ser un espectáculo visual entre los cazadores y los guardianes, pero sobre todo entre ambos buscadores.

Espectáculo, porque Satoru mareaba al buscado del equipo de Hufflepuff fingiendo haber visto la snitch dorada, haciendo amagues innecesarios con la escoba y de vez en cuando, pavoneándose sobre ella. Increíblemente, Satoru incluso parecía saber en qué momento semejante despliegue de habilidades - y de estupidez - se volvía un tanto pesado y aburrido; al cabo de lo que pareció un suspiro, el juego había concluido casi tan rápido como había empezado.

Y Satoru nuevamente fanfarroneaba en lo más alto del campo de juego con el destello de la snitch dorada en la mano, sobre su cabeza. Pese a que muchos de los presentes no eran simpatizantes de Slytherin, el carisma de Satoru era suficiente para opacar la mala reputación de la casa. El estadio se vino abajo en vítores, aplausos y gritos de algarabía en los cuales ellos tres también participaron, poniéndose de pie.

Yuuji se había puesto de pie más impulsado por el alboroto y la emoción del momento, tan contagiosa que se esparcía como fuego arrastrado por el viento; sonreía como un tonto y aplaudía como un poseso y quizás fue el revuelo que había a su alrededor lo que hizo que tardara en comprender lo que había sucedido en los escasos segundos en los que había desviado la mirada del campo de juego.

Satoru había descendido hacia las tribunas...específicamente hacia su tribuna. Megumi había estado presionando su hombro y zarandéandolo de forma cada vez más violenta hasta que Yuuji le había prestado atención; al verlo, vio que el muchacho miraba más allá y con una seña del mentón, Yuuji siguió de nuevo la trayectoria de sus ojos a través del estadio.

— Hola.

El Omega tartamudeó, jadeó y finalmente sonrió al ver a Satoru a un par de metros sobre sus cabezas; el muchacho había saludado con calma, pero Yuuji veía el ardor en su mirada, la emoción poco contenida de su propio orgullo escapándose por sus poros.

— Estuviste fantástico.

La sonrisa de Satoru flaqueó en sus labios y luego se expandió un poco más; incluso si lo miraba bien, Yuuji hubiese podido jurar que hasta se le había inflado el pecho. ¿Por qué le había dicho eso? Porque había sido verdad y porque en sí, no le importaba inflamarle todavía más el ego.

¿Realmente se podía hacer aquello?

La mano del Alfa se estiró hacia delante y Yuuji estiró la suya; con dedos temblorosos, tomó la pequeña esfera dorada que ya había plegado sus alas en el momento de ser capturada, el hechizo disuelto. Yuuji la observó tontamente como si se tratara de alguna especie de tesoro; nunca había visto una snitch tan cerca en su vida y el reflejo del sol sobre sus detalles dorados le parecieron magníficos.

— Para ti.

La intención había sido clara pero aún así Satoru se lo había dicho con voz un tanto temblorosa, ansiosa; ahora, observaba a Yuuji con una intensidad que lo cohibió en medio de la muchedumbre…¡en medio de…!

Por las calzas más andrajosas de Merlín…¿Satoru estaba…?

Si, efectivamente, Satoru siempre había sido así. Escandaloso y ruidoso, había querido que en su último campeonato de Quidditch en el equipo de Slytherin todo el mundo se enterara que su corazón - es decir, la snitch, Yuuji había entendido ese concepto esa misma noche cuando Nobara se lo había explicado - le pertenecía a Yuuji. Frente a todos, alumnos y profesores.

Yuuji simplemente había tomado la snitch sin entender demasiado pero captando la tensión y la importancia del momento.

Y en un arranque de impulsividad y locura del que no se había creído capaz hasta ese momento, se envaró hacia delante y colocando un pie en el borde de madera de la tribuna, se inclinó hacia Satoru; este lo observó un tanto sorprendido pero tuvo el amago de inclinar la escoba un poco más hacia abajo, hacia Yuuji.

Lo suficiente para que éste lo atrajera por el cuello rodeándolo con sus brazos y uniera sus labios con los de Satoru en forma suave, contenida.

Fue hasta ese momento que se dio cuenta que el estadio entero había estado observando en silencio la escena; fue allí que realmente parecía que todo el mundo se había puesto de acuerdo para gritar al mismo tiempo, asustando y ensordeciendo a Yuuji, que dio un respingo y casi cae de las gradas; Satoru lo tomó a tiempo y con la misma impulsividad que Yuuji había demostrado antes, coló un brazo por su cintura y lo levantó sin esfuerzo, sentándolo en el palo de la escoba y elevándose un poco más en el aire.

Y un poco, un poco...y…

— Satoru, estamos muy alto.—Yuuji rió nerviosamente cuando el campo de Quidditch se distinguió borroso, las gradas casi pequeñas.— Satoru…

— No te preocupes, no te dejaré caer.

El susurro contra la parte posterior de su oreja despertó escalofríos en el torso de Yuuji; el viento, lejos de disipar cualquier fragancia, parecía intensificar las feromonas de Satoru incluso a esas alturas, el aroma penetrante del café llegando a sus fosas nasales y relajándolo tanto como sus palabras.

En aquel cielo despejado y en la altura donde nadie podía alcanzarlos, Yuuji se sintió libre, pleno en brazos de Satoru. No temía caer sino que aquel momento se extinguiera, se hiciese demasiado corto. Quería guardarlo, atesorarlo en su memoria para siempre porque lo creía único e irrepetible, su corazón latiendo desbocado cuando los labios ajenos buscaron los suyos en un beso más suave, tranquilo pero no por eso menos apasionado.

— Te amo.

El susurro contra sus labios alteró a Yuuji más de lo que pensaba podía hacerlo. Sus ojos se toparon con los de Satoru y la intensidad de su mirada podía contrarrestar cualquier tipo de duda en sus palabras. Hacía tan poco que se conocían pero al mismo tiempo parecían conocerse desde hacía tanto, que para Yuuji aquellas palabras no sonaron fuera de lugar.

Incluso, él sentía lo mismo.

— Tengo miedo.— fue todo lo que pudo murmurar tontamente y en forma temblorosa contra los labios de Satoru. El abrazo se cerró un poco más en torno a su cintura y por un momento, Yuuji olvidó que se encontraban a cientos de metros por encima del suelo.

— No lo tengas. Yo estaré contigo, siempre.