¡RECUERDEN!

A favor de la Campaña "Con voz y voto", porque agregar a favoritos y no dejar un comentario, es como manosearme la teta y salir corriendo.

Porque eso es de gente muy cochina *lean esto con la voz de Deadpool*

Notas:

Presente

[Pasado]

"Pensamientos"

[Teléfono/Mensajes/Cartas]

Narrador extra

Los personajes de The Abandoned Empress son propiedad de Jeong Yuna

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Arco I. Príncipe carmesí.

Capítulo 1. La niña del ángel.

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Pequeños pies descalzos corrían por la habitación de un lado otro a la vez que sostenía contra su pecho un muñeco de peluche en forma de oso, la perdida de color en su pelaje señalaba el desgaste al cual se había visto enfrentado el humilde juguete relleno.

Delante del gran espejo de cuerpo completo, se detuvo.

Entrecerró sus ojos del color de la noche, alisando algunos de sus cabellos marrones sin obtener resultado, dado que su cabellera era un desastre natural.

La revisión siguió con su pijama para la noche, un conjunto sencillo de color rojo claro, camisa de manga larga con botones negros, un pantalón flojo que llegaba por encima de sus tobillos. Intento alisar las arrugas naturales de la tela, sin ningún resultado.

Enfurruñado por su nulo éxito en volver su imagen la más presentable posible, apretó el oso de peluche contra su boca, dejando solo ver la mitad de su rostro. Su nariz redonda y los grandes ojos cristalinos por el pequeño llanto contenido le daban una apariencia por demás adorable.

Sin embargo, adorable no era la palabra que necesitaba ni quería escuchar.

—¿Qué haces levantado todavía?

Salto en su lugar, sorprendido de escuchar su voz y ser descubierto fuera de la cama.

Girando lentamente sobre sus pies, borro las pequeñas gotas acumuladas en las esquinas de sus ojos y con una enorme sonrisa que formo diminutos hoyuelos en sus mejillas, saludo a la persona delante suya.

Cabellos lacios de un plateado brillante y puro, cayendo grácilmente más allá de su espalda, un vestido de una sola pieza sin adornos ni joyas, de color negro claro. El cuello en forma redonda dejando ver parte de su clavícula, el frente tenía solo los botones necesarios para cerrarlo, la cintura se ceñía adecuadamente, dejando a la falda deslizarse en un bonito circulo de tela suave por unos centímetros levantada mostrando los zapatos del mismo color con un tacón bajo y plano.

Una belleza exuberante que se ocultaba por ropas sencillas.

Y en sus ojos negros como la noche idénticos a los del pequeño, se marcaba el descontento ante su pregunta ignorada abiertamente.

—Ya paso tu hora de dormir—dijo ella, cerrando la puerta a su espalda.

Camino tranquilamente por la habitación dirigiéndose a su armario, saco una suave prenda de color rosa claro, apenas mirando por el rabillo del ojo al pequeño que apretaba el oso de peluche.

—…

—¿Te escapaste de tu cuarto otra vez? — Decidido proceder con un punto de vista diferente.

El pequeño de cabellos marrones asintió, una extensa sonrisa traviesa se mostró en su rostro. Ella misma sonrió, obteniendo gratamente la respuesta que buscaba.

—Hoy quiero dormir contigo. —admitió el pequeño, mejillas sonrosadas presentándose oportunamente.

—¿Enserio? —Exclamo ella, fingiendo sorpresa. Colocó el camisón en la orilla de la cama. — ¿Y porque estas fuera de la cama?, si tanto quieres dormir conmigo, ya deberías estar en la cama. Tal vez… ¿Debería buscar a TU niñera? —Sonrió divertida, fingiendo moverse a la puerta.

Los ojos del pequeño se abrieron de par en par, negando efusivamente, apresurándose con el oso en una de sus manos, intento trepar a la cama.

La mujer albina reprimió la risa que luchaba en escaparse de su garganta.

Era adorable como el pequeño marrón luchaba con las esponjadas cobijas para treparlas como si fueran una pared, obviamente sus intentos eran inútiles. Sus ojos negros se empaparon de lágrimas de nuevo tan pronto se dio cuenta del hecho y con un enorme puchero giro el cuello, levantando su precioso rostro, pidiendo por ayuda.

—"Suficiente de molestarlo". —Dejó caer los hombros tras un suspiro.

Flexiono sus rodillas e inclinándose hacia adelante estiro los brazos, rodeando el pequeño cuerpo del niño. Levantándose de inmediato, agregando un pequeño salto, los ojos del niño brillaron divertidos, pidiendo por otro salto.

Ella negó, picando el centro de su nariz, obteniendo un quejido de disgusto.

Rodeo la cama, yendo al lado contrario de la puerta, justo por donde la luz de la luna entraba a través de la ventana, gracias a las finas cortinas de tela blanca transparente.

Con una sola mano, sujeto al niño, usando la otra para jalar las cobijas de la cama. Deposito cuidadosamente su cuerpo, asegurando que su nuca aterrizara en la mullida almohada y su cuerpo se hundiera suavemente en el colchón esponjoso.

—Quería dormir a la derecha. —Admitió el niño, señalando el otro lado de la cama.

—A ti te gusta más de este lado, porque entra la luz de la luna.

—Si… pero… —Sus mejillas se colorearon por segunda vez. —Yo, soy grande y…

—¡Ah! —Ella asintió. Disimulando la diversión que le provocaba la admisión del pequeño a intentar superar su miedo a la oscuridad. Definitivamente estaba creciendo. —Bien, si no tienes problemas. Te llevare al otro-

—¡No!, ¡Yo puedo solo!

Con el oso en una de sus manos, el pequeño niño gateo a lo ancho de la cama, quito el resto de las cobijas y estando de rodillas, coloco cuidadosamente al oso de peluche a un lado, después palmeo las almohadas volviéndolas lo más mullidas posibles, asintió con una sonrisa y se dejó caer contra la almohada.

Jalo con sus manos las colchas, quedando cubierto hasta el pecho, sus dos brazo salían a cada lado, se giró y también cubrió al oso de peluche.

La mujer volteo el rostro, inhalando y exhalando repetidamente para no reír y causar un malentendido. Tras asegurarse de estar calmada, aplaudió, felicitándolo por un buen trabajo.

—Iré a cambiarme al baño. ¿Estarás bien?

—¡Si! —Levanto ambos brazos. Señalo al muñeco de felpa. —Además Sir Kei también está aquí. Los dos esperaremos a que mamá vuelva.

—De acuerdo. Pero, ¿Cómo estás seguro de no quedarte dormido? —Preguntó curiosa, apoyando las manos en su cintura.

—No me dormiré. —Respondió sincero.

—Hm, ¿Seguro?~ —Ella insistió, con una sonrisa ladina, olvidando su promesa de no continuar molestándolo.

—¡Sip!, porque mamá nos leerá una historia.

La firme y confiada declaración del niño, ocasionaron que la quijada de su madre se abriera y pestañeando confundida. Negó, colocando dos dedos en su frente y la mano delante en señal de pausa.

Repitiendo lentamente cada palabra en la frase del niño, volvió a verlo. Sonreía de oreja a oreja, sin intención de retirar lo dicho o reafirmarlo.

Era un hecho que ella le leería una historia para dormir.

Toda la preparación del niño se hizo anticipando este momento. Escapo de la comodidad de las sabanas en su recamara tan pronto escucho a la niñera alejarse por el pasillo, con el sigilo de un fantasma se deslizo por el pasillo, cuidando que sus pasos hicieran el menor ruido posible.

La habitación de su madre estaba en el corredor opuesto del segundo piso, en lugar de unas pocas puertas.

Sintió una ola de felicidad al llegar a su destino y que la puerta no tenía llave.

Hoy, era un día especial.

Y como tal, debía conmemorarla con algo especial.

La luna brillaba más espléndidamente que otros días, completamente redonda y majestuosa. Su luz desprendía un hermoso color plateado, iluminando todo el cielo nocturno.

Una luna así de hermosa, que le recordaba el color de cabello de su madre, necesitaba ser celebrada excepcionalmente a la hora de dormir. Y lo más excepcional que se le ocurrió, era un cuento para la hora de dormir.

—Gerard. —Pronuncio seriamente el nombre del niño. —¿Te escabulliste a mi habitación para que te lea un cuento?

—No. Me escabullí en tu habitación para que nos leas un cuento a Sir Kei y a mí, porque la luna esta plateada.

—¿Qué?

La verdad se develo, bastante tarde, excepto que se trataba de una razón la cual ella no podía entender del todo. ¿La luna estaba plateada?, ¿Quería una historia por la luna?

—Léenos el cuento de La niña del ángel, esa es mi historia favorita. —Siguió Gerard, señalando a la estantería de libros frente a la cama, justo al lado del escritorio.

La madre de Gerard se quedó viendo fijamente a su hijo, intercalando la mirada entre él y la estantería. Negó con una diminuta sonrisa, rascándose la parte trasera de la cabeza, había caído directo en la trampa del niño sin darse cuenta y ella se atrevía a burlarse de él.

Su hijo crecía cada día, al igual que su astucia.

—"¿De dónde habrá sacado eso?"

La madre de Gerard subió a la cama, apoyo sus manos en el colchón e inclinándose beso el centro de la frente del niño, con su pulgar limpio la zona por la marca del labial dejado en la piel. Seguidamente, también beso la frente del oso, cuidando que sus labios no tocaran la tela, para evitar mancharlo.

—Voy a cambiarme. Vuelvo enseguida.

—No te tardes, mamá. Sir Kei y yo queremos un cuento.

—Si, sí. —Despeino los cabellos de Gerard.

Bajo de la cama y caminando al otro lado, tomo el camisón, moviéndose por la habitación hasta la puerta del baño se encerró en el interior.

Gerard miro hacia la ventana de la habitación, la luna brillaba intensamente su luz era suficiente para iluminar la habitación de su madre sin las velas. Dos de las cosas favoritas de Gerard en su larga lista de cosas favoritas, son los atardeceres y las noches de luna llena, ambos momentos del día lo calmaban, salvo, que la segunda implicaba el cambio de luminosidad por oscuridad.

Definitivamente no le gustaba la oscuridad, pero era contradictorio para él.

El color de sus ojos y el de su madre es idéntico a la noche, el momento en que la luna brilla más es por la noche.

Y la noche es oscura.

¿Estaría bien para él seguir temiéndole a la oscuridad?

Dejo salir un gran bostezo, cubriéndose la boca con el dorso de su mano. La respuesta a sus dudas personales quedaría pausada de momento, para un niño de seis años, ya era un proceso mental lo suficientemente pesado para darle sueñe y sus parpados empezaban a pesarle.

De momento, su primer intento de superar la oscuridad, es dormir del lado de la cama con la menor cantidad de luz. Luego, continuaría con alguna otra cosa.

—Cuento, cuento, cuento. —Canto emocionado, bostezando otra vez. Giro a su costado izquierdo, rodeando con el brazo al oso de peluche. —Sir Kei, no te duermas. ¿Sí?, mamá volverá y nos leerá un cuento… no te duermas…

La pequeña maraña de cabellos marrones se recargo contra el oso de peluche, los pesados parpados descendieron y una respiración lenta y constante junto a un sutil ronquido se escuchó en la habitación.

_oOo_

Hace mucho tiempo, en el lejano reino de Kasia, un mensaje de los cielos le llego al Rey Mir.

El mensaje de los cielos le fue transmitido por un sacerdote, este decía:

Grandes calamidades azotaran tu reino, la prosperidad que tanto anhelabas será consumida, la lealtad de las personas se perderá y la ruina consumirá los corazones de tus fieles súbditos.

Sin embargo, la posibilidad, es el regalo que te entrego.

Del vientre de dos mujeres elegidas, nacerá un bebé por cada una.

La primera tendrá a un digno sucesor de tu trono, fuerte, de mente clara y un corazón que alberga un gran amor por las tierras del reino y su gente.

La segunda tendrá a una adecuada compañera para el sucesor, de inteligencia amplia, bondad y amabilidad. Su amor por el reino es sincero y devoto.

La unión de estas dos personas, conducirá al reino a la victoria sobre la calamidad. La prosperidad durará por siempre y todo mal se purificará de la tierra.

Por los siguientes años se esperó el nacimiento del heredero del rey y su compañera destinada.

Sin importar el estatus, toda familia presentaría a sus hijas recién nacidas paras candidatas a prometida del príncipe heredero. Inesperadamente, ni una sola niña nació, de igual manera, ni un solo heredero por parte de la reina nació.

La preocupación atormento al rey día y noche, culpo a la reina por ello.

Ambos se alejaron uno del otro.

Hasta que un día, el esperado heredero del rey finalmente nació. Todos aplaudieron en regocijo, llamándolo el milagro anhelado.

El rey y la reina estaban complacidos, su hijo estaba con ellos.

Un precioso niño de mejillas redondas, ojos azul marino cual joyas preciosas, un cabello fino del mismo tono que sus ojos. Un pequeño cuerpo rebosante de amor, una luz que transmitía la pureza del recién nacido.

Pero… ¿Y la compañera del príncipe?

Las estaciones cambiaron una tras otra, los años se acumulaban, el príncipe crecía cada día. Ni una sola niña nacía en los límites del reino.

Por un momento consideraron el elegir a alguna de las niñas de las tierras vecinas, entonces, ¡Otro milagro!

La hija de una familia noble nació. Una niña de belleza sin igual, piel blanca cual nieve del invierno, ojos dorados como la miel y el cabello de un plateado brillante.

Los futuros rey y reina de Kasia nacieron.

Toda calamidad desaparecería, días de regocijo absoluto y paz llenarían al reino de Kasia.

El príncipe se volvió un hombre guapo y fuerte.

La princesa se volvió una mujer hermosa y elegante.

Entonces, el día del festival de las luciérnagas algo mágico ocurrió, un acto de los cielos, lo nombraron. Seguramente un regalo que mostrara las bendiciones del cielo en nombre del príncipe y la princesa.

Fue todo lo contrario.

La noche oscura se ilumino como un día soleado, las nubes se pudieron ver en el cielo, separadas a cada lado, formando varios anillos blancos.

Desde el centro una figura peculiar descendió, cubierta por alas blancas a su espalda, cabellos negros y ojos del mismo color, sus ropas inusuales, asombraron a las personas reunidas para el festival.

Cuando sus pies tocaron el suelo, las plumas se dispersaron, pequeños trozos de luz brillaron su alrededor mientras la noche volvía a ocupar su merecido lugar.

La chica enviada por los cielos, causo una gran conmoción y preocupación a los habitantes del reino e incluso al mismo rey.

Sus mentes estaban llenas de la misma pregunta: ¿Cometimos un error?

Es posible que las palabras del cielo se malinterpretaran, después de todo, lo único que se dijo claramente, es que un hijo nacería del vientre de una mujer para ser el rey; pero del otro vientre nacería su compañera.

Nunca se especificó que el vientre fuera del interior del reino, por eso mismo, no consideraron como candidatas a las hijas de los países vecinos.

Incluso si dudaran por un instante de la autenticidad de la mujer traída por el cielo, ¿Cómo irían en contra de los designios del propio cielo?

¡Sería una completa blasfemia!

Definitivamente no podrían, no se atreverían. Y, si ella es la compañera destinada al rey, significa que salvarían al reino.

Uno al lado del otro. Justo como indico el mensaje del cielo.

El día de la boda entre el príncipe y la nueva princesa se eligió a un mes de su llegada. Establecida la fecha, el reino se llenó de colores, música y bailes, celebrando, aplaudiendo y gritando por los monarcas que dirigirían el reino.

Guapo como era el príncipe, dio sus votos ceremoniales.

Hermosa como era la princesa, compartió dichos votos.

Su unión se selló con un beso de amor.

Las voces susurrantes entre el público se preguntaron: ¿Y la otra princesa?

La otra princesa sintió un amargo dolor en el interior de su corazón, el pecho le dolía y las lágrimas surcaron su delicado rostro.

Ella no entendía la razón de su llanto o experimentar una tristeza tan dolorosa. Su único deber era pensé en el bien del reino, la felicidad de las personas, entonces, ¿Por qué sufría?

¿Por qué derramaba lagrimas angustiosas?

Acepto con una sonrisa la orden del rey, su anulación como prometida. E incluso lo dijo: —Sin ser la prometida de su alteza, el príncipe, mi lealtad es algo que nunca cambiara.

Si su lealtad es para el príncipe, su corazón esta con él y…

Una revelación.

Una tardía revelación. La más amarga de las sonrisas tomo forma en sus labios. Ojos melancólicos que observaban las festividades desde un lugar apartado, su vista centrada en los actores principales del evento. Justo en la persona a quien nunca vio sonreír a su lado, obsequiaba esas expresiones cálidas a la mujer de cabello negro a su lado.

Yo… lo amo. —Susurro para sí misma. Cubriéndose la boca con la mano y abandonando el lugar. Las lágrimas caerían una tras otra.

En un evento tan feliz, ella no podía arruinarlo por su estado de ánimo, ni por sus sentimientos descubiertos en el último momento.

Con el rápido taconeo de sus zapatillas, dejo el salón principal.

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Ladeó el cuello, las sombras producidas por la luz de la vela, le cubrían la mitad de la cara.

Sintió el pequeño bulto a su derecha moverse, dejando el delgado libro abierto en las primeras sobre su regazo cubierto por las cobijas, palmeo la espalda del niño de cabellos marrones, quito algunos cabellos que colgaban en su frente y movió el oso aplastado por su cuerpo de regreso al lugar correspondiente en su brazo.

Definitivamente espero que el niño cayera dormido tan pronto lo dejo solo en el cuarto, su hora de dormir paso más allá de los treinta minutos de prorroga que se ganó por un mes completo de comer todas las verduras en su plato y no tirar las zanahorias o esconder los brócolis.

Y como lo anticipo, su pequeño manojo de desastre en un cómodo empaque de ternura, dormía plácidamente en la cama, babeando al oso de peluche y fuera de las cobijas con las que su cubrió.

Un sentimiento afectuoso se reflejó en sus ojos.

Paso de largo la cama, con el vestido en sus manos, arrojándolo al cesto de ropa dentro de su armario. Fue al estante junto a su escritorio y recogió el libro.

Se trataba de un sencillo libro elaborado a mano diligentemente.

Planeo obsequiárselo a Gerard al cumplir los cuatro años, pero el proceso de elaboración fue más difícil de lo que esperaba. Escribir el cuento, incluso el borrador, le tomo unos tres meses y entre correcciones hechas por ella misma usando libros de ortografía y enciclopedias disponibles en la biblioteca le costó otros dos meses.

Al final, solo bastaba un encuadernado bonito y algo de color.

Elaborar la solicitud a la editorial, junto a una carta más un pago sustancial por el encargo y mantener en silencio el contenido del cuento, tenía que ser endemoniadamente simple. Llenas con palabras bonitas una hoja de papel, mandas una bolsa con oro y esperas pacientemente un libro recién salido de imprenta en la comodidad de su casa.

Pero, del dicho al hecho hay mucho trecho.

El mayordomo no permitió que ningún extra se agregara al presupuesto de la casa, mucho menos una carta escrita por ella o por él a la editorial.

Tendría que pensar en un regalo diferente para el cuarto cumpleaños de Gerard. Obviamente su intención de un obsequio fabricado y duradero quedo pausado, cambiándolo por los típicos encargos de ropa nueva y zapatos.

Por los siguientes dos años, se esforzó en recolectar los materiales, hojas, tintas durables, pintura que secara rápido e hilos de groseros diversos.

El libro quedo completado formalmente, justo un mes antes del sexto cumpleaños de Gerard. Era bastante simple, algo arrugado de la portada, cocido con hilos gruesos de un color rojo brillante, se debía manejar con cuidado para que no se rompiera, la cantidad de hojas era bastante decente, incluso las ilustraciones hechas a mano le daban un toque infantil.

Se sintió plena a la mejora de su caligrafía, bastante más pulida que en sus años estudiando etiqueta e idiomas.

Jamás olvidaría esa radiante sonrisa al retirar el papel de regalo, sus ojos brillantes y los saltos enormes de Gerard por toda la habitación. Las otras cajas decoradas con papeles de regalo de colores quedaron olvidadas, jalo su mano, pidiéndole para que le leyera el cuento.

Ese mismo libro de cuentos simples, había permanecido en su estante por al menos otro año más. Cada noche Gerard se colaba en su habitación para dormir, su excusa era: —Mamá siempre se queda con mi libro y olvida devolvérmelo.

Por eso le sorprendió que su nueva excusa implicara a la luna. Su hijo tenía una gran imaginación, un ingenio para meterse en problemas y lucir inocente con sus sonrisas de oreja a oreja.

—Diablillo —Le susurro, besando su regordeta mejilla.

Estiro sus brazos hacia arriba, cerrando el libro de cuentos. Mañana por la mañana, Gerard despertaría enfurruñado por perderse la oportunidad de escuchar un cuento. Dejo el libro en la mesita de noche junto a la cama y soplo a la vela encendida.

La luz de luna ilumino preciosamente la habitación.

Recostada en la cama, mirando el techo del dosel de su cama, exhalo por su nariz. Se giro a su derecha, peinando los cabellos en la frente de Gerard.

—Voy a cambiar el inicio de ese cuento. Es demasiado perturbador, hasta para un niño de seis años. ¿En qué rayos estaba pensando cuando lo escribí? —Con un bufido, paso el brazo por los hombros de Gerard, acercándolo hasta su pecho, recargo la barbilla en su cabeza y besando sus cabellos, le deseo una buena noche.

Cerro sus parpados y siguiendo la acompasada respiración de su hijo, entro en el mundo de los sueños.

_oOo_

La luz de la mañana entro por las ventanas de la habitación, con las cortinas corridas, los tibios rayos solares empezaron a calentar el interior y consiguieran que Gerard se moviera inquieto entre las cobijas, luchando contra la necesidad de despertar y la comodidad de permanecer bajo las mantas con su espalda en un suave colchón.

—Mamá, apaga el sol. Quiero dormir… —dijo somnoliento, volviéndose una bola ovalada de cobijas cubriéndole.

—¿Apagar el sol?, creo que eso sería bastante difícil. —Respondió la risueña voz de su madre, apenas disimulando.

—…

—¿Hm?, ¿Gerard?

La bola de cobijas se quedó quieta unos segundos, después tembló y en un instante reboto. Las cobijas quedaron a la mitad de la cama, la gran almohada se cayó de la cama, el preciado oso de peluche Sir Kei estaba atrapado entre la explosión de cabellos marrones que se volvió la cabeza de Gerard.

Sus ojos negros se abrieron de par en par al mirar la habitación, comprobando que la luz que entraba provenía del sol y no de la luna. Todo su cuerpo tembló, apretó sus puños sobre sus piernas y las lágrimas acumuladas descendían como dos pequeños hilos.

Inspiro e inspiro, sorbiendo el moco que ya se deslizaba.

Sir Kei cayo de su cabeza, cuando el bajo el rostro para cubrirlo con sus manos y volverse un pequeño ovillo sentado.

—"¡Que tierno!" —pensó su madre, tosiendo y esfumando la idea. —Gerard, Gerard. —Lo llamo por su nombre, agitando su hombro. El niño no se movió, siguió en su ovillo, llorando en silencio. —"Nadie dice que la maternidad es fácil" —Subiendo nuevamente a la cama, palmeo la espalda de Gerard, tomando a Sir Kei y colocándolo al frente. Empezó una charla con el muñeco. —¿Qué?, ¿De verdad?

—…

—¡Wow!, ¡Sir Kei es muy listo!, ¡Jamás se me habría ocurrido!

Levanto el muñeco al aire, por el rabillo del ojo noto los cabellos marrones moverse y el sutil desliz del brazo de Gerard permitiéndole ver.

Ella no se detuvo, continúo hablando con el muñeco.

—En definitivo, coincido con usted Sir Kei. Un desayuno en la cama mientras leemos. ¡Maravilloso!

—¿De-desayunó en cama? —La vocecilla de Gerard susurro lentamente. Su escondite de brazos se derrumbó y gateando en la cama se acercó a su madre, mirando al pequeño peluche que asentía con su cabeza. —¡Si!, ¡Si!, ¡Desayuno en cama! —Abrazo el costado de su madre.

—Excelente. —Devolvió el pequeño muñeco a su dueño. Con la manga de su comisión limpio las lágrimas y los rastros de mucosidad colgando de su nariz. —Llamare a la sirvienta para que suba la comida. Tu espera aquí.

—Si. —Dijo, peinando el nulo cabello de Sir Kei. Froto su nariz contra la del oso en una tierna muestra de afecto. —Sir Kei, es usted muy inteligente.

Gerard empezó su propia conversación con el oso de peluche. Tomando la bata de dormir colgada a la entrada, se deslizo fuera de la habitación buscando a alguna sirvienta libre.

No tardo en encontrar a una chica de cabello castaño claro.

Sus ojos sin emoción se envolvieron de un descontento y desagrado al verla temprano por la mañana, una reacción indeseada para cualquiera que trabajara para un noble. Por supuesto, si ella fuera una noble mujer aristócrata le molestaría, enfadaría y escandalizaría ese comportamiento.

Solo era el mismo patrón de conducta del diario.

Transmitió su mensaje sin reparos, ni un saludo, mucho menos disminuyendo su tono de voz.

—Lleva el desayuno de Gerard y el mío a mi habitación.

Se planto firme, con las manos a la cintura y mirando por encima de su nariz a la sirvienta.

—Enseguida, madame.

En cuanto escucho su afirmación combinando una leve reverencia, quedo claro que su orden se acataría enseguida. La sirvienta giro, dándole la espalda, volviendo sobre sus propios pasos rumbo a las escaleras que conectaban el segundo piso con la cocina.

Al verla doblar una esquina, ella regreso por el mismo pasillo a su habitación.

Contraria el tiempo que tardarían en subirle el desayuno en el instante que se sentara en la cama y si tardaba más de quince minutos en subir, hablaría de nuevo con el mayordomo.

Esas personas, ¡Jamás se la ponían fácil!

Palmeo sus mejillas al detenerse frente a la puerta, respiro profundo y dejo salir el aire, se concentró en la adorable imagen mental de su hijo esperando para escuchar un cuento.

—"¡Hora de entrar!" —Abrió la puerta y con dos pasos entro, atrapando a Gerard en el acto de abrir el libro. Con un diminuto grito, Gerard dejo el libro y presiono el oso de peluche contra su pecho. Ella sonrió. —¿Sir Kei tenía curiosidad?

—¡Si!, p-pero… ¡Yo también! —dijo Gerard, con sus mejillas rojas.

Su madre asintió, cerrando la puerta a su espalda y caminando devuelta a la cama. Tomo el libro, se sentó y palmeo el lugar a su lado.

Rápidamente Gerard se acomodó al costado de su madre, apoyando la cabeza, teniendo una vista completa de las páginas del libro.

Ella paso varias páginas, llegando a la que buscaba. Tosió para aclarar su garganta y comenzó a leer.

_oOo_

Había una vez…

Una común chica de una común tierra de oriente.

Esta chica, era idéntica a todas las demás personas que vivían en oriente.

Cabello negro, ojos negros.

Su vida era simple, tenía una familia, donde estaba un papá, una mamá y una hermana menor, con ella, su familia se componía de cuatro miembros.

Y tenía una rutina diaria idéntica a cualquier otra persona joven de su edad. Salir de casa, estudiar en la academia, volver a casa, comer con su familia, una rutina diaria.

La joven no era excepcional, ni se destacaba en algún área específica, tampoco tenía una habilidad singular o aptitudes admiradas.

Salvo por un secreto encerrado en el alma y cuerpo de la joven. Tal secreto era desconocido hasta para ella, que vivía comúnmente un día a la vez.

Un mensaje del cielo le fue transmitido a las personas de un reino en una tierra diferente a la de ella.

El mensaje, hablaba sobre dos niños nacidos de madres diferentes, destinados a estar juntos, apoyarse mutuamente y enriquecer el reino.

Sin embargo, mientras se efectuaban los preparativos para enviar a los dos elegidos para reinar, ocurrió un incidente. Dicho incidente fue una mala fluctuación en las líneas del tiempo y el espacio, con esfuerzo el primer niño llego al reino.

El ángel encargado de transportar a la niña, lastimo sus alas por los latigazos de las capas del espacio. Para evitar esto, los cielos, permitieron el nacimiento de una segunda niña, oportunidad que el ángel tomo para buscar a la niña perdida.

Lo que fue un instante, un parpadeo, una simple respiración, se tradujo en años transcurridos por ambos lados.

La pequeña bebé, era una mujer. El ángel resistió llorar, inflando su pecho, voló hasta la joven, declarando abiertamente toda la verdad de su existencia, que no pertenecía a ese lugar y lamentaba sinceramente el sufrimiento que le provoco.

La joven de cabellos negros, intento responderle, no tuvo la oportunidad.

Una luz la cegó, adormeció su cuerpo y cayo inconsciente. La siguiente vez que abrió sus ojos, estaba rodeada de personas extrañas, lujos desconocidos y saludando a un joven y apuesto hombre.

Ella pensó: —"Es el destino"

Confiaría en las palabras del ángel.

Serás amada, todos te esperan. Fuiste elegida como la única compañera de su alteza el príncipe. Juntos serán muy felices.

Desde el fondo de su corazón agradeció al ángel, por primera vez conocía lo que era ser amada incondicionalmente, disfrutar de la auténtica felicidad y la dicha sin fin.

Se sintió verdaderamente bendecida, con lo que, declaro un deseo: —Quiero que todos en mis reino sean igual de felices.

Sus súbditos ya experimentaban dicha emoción, con su llegada y matrimonio, no había otra razón por la cual festejar, pero, eso no fue suficiente. Ella necesitaba demostrárselos de algún modo.

Obsequio comida, dono ropa, mejoro las instalaciones de trabajo, lucho contra las diferencias de estatus de nobles y plebeyos.

Ella era la bendita niña del ángel, de un corazón que no conocía la maldad, siempre fiel a los demás y caritativa a los desfavorecidos.

Entonces…

Si estaba disfrutando de la auténtica felicidad, ¿Por qué había una persona tan triste?

Era una de las primeras personas que conoció al llegar, se trataba de la mujer más hermosa de todas. Una autentica princesa de cuento de hadas.

Cabello brillante cual las estrellas, ojos dorado, piel blanca como la nieve.

Se enamoro de la majestuosa imagen de esa princesa. Busco y busco a la princesa, quería ser su amiga, quería aprender de ella, quería conocerla.

No la encontró.

A cambio, tenía un príncipe encantador, guapo y servicial. Un hombre ideal.

El día que volvió a ver a la princesa, su aliento se quedó atascad en su pecho, ella lloraba, gruesas lagrimas caían de las joyas doradas en sus ojos y con pasos rápidos por el vestido esponjado se alejaba de su marido.

La expresión de profundo enojo, la dejo congelada. ¿Su esposo odiaba a la princesa?

¡Imposible!, ¡Nadie odiaría a una hermosa princesa!

Pregunto a cada súbdito y sirviente del palacio, recolecto hasta la última letra de los rumores, chismes y verdades entretejidas.

Se derrumbo.

Cometió un horrendo pecado.

Robo al hombre de otra mujer. Creyó en las palabras del ángel sin detenerse a preguntar.

Los días pasaron, ella permaneció encerrada en su recamara, sin comer, solo mirando el paisaje cambiar entre la mañana, el atardecer y el anochecer. No recibió al príncipe en su habitación. Necesitaba que pensar las cosas por sí misma.

Tras casi un mes, abandono el palacio. Con una capucha encima y algunas monedas, viajo a la pequeña iglesia olvidada en el bosque a los alrededores de la Capital.

Una iglesia es el medio físico que permite a los seres terrenales comunicarse a los cielos y pedir por un deseo. No todos son escuchados por los cielos, es cuestión de ser puros del alma y su propia fortaleza para cumplirlo.

Acampando día y noche en la iglesia desecha, no dejo de estar arrodillada, las manos entrelazada y su frente pegada contra sus dedos.

Rezando y rezando.

Ella era amada, a costa de herir a otros, nunca concebiría ese tipo de felicidad.

Incluso si su vida es el precio, lo cambiaria.

Los ángeles que transmitieron ese constante mensaje a los cielos, dijeron en coro:

Que buena es la niña, que buena es, que buena y que tonta es.

Desperdicia su vida.

Entrega su lugar, por una impostora.

Que buena y que tonta es.

El único que pensaba de forma contraria, era el ángel que la trajo. Durante su poco tiempo juntos aprendió de ella, su vida pasada, la amabilidad que poseía, una familia que estaba ahí pero al mismo tiempo parecía que no.

Una niña lamentable que buscaba amor, pero no con la intención de dañar a otros.

Ella murió en la capilla, su cuerpo quedo congelado en la posición del rezo, una sonrisa en sus labios y su vista en dirección al cielo.

Su alma ascendió a los cielos, guiada por el mismo ángel que la trajo. Le hizo una pregunta: —¿Por qué entregar tú vida?

Ella negó.

Nunca quise darla en un principio. Solo, me di cuenta que cuando amas sinceramente a una persona no deseas que sufra.

La niña elegida por los cielos dio su vida por amor, ella amaba a la falsa niña elegida por los cielos.

El ángel no daba crédito a tal revelación. Debía existir una razón lógica, quizás…

Solo quizás…

Ambas eran niñas elegidas por los cielos, una el cuerpo y la otra el alma.

El ángel derramo sus primeras lágrimas de tristeza. Un alma bondadosa, esa era la niña del ángel.

¿Y qué paso con la princesa y el príncipe?

Ellos dos se casaron.

La princesa volvió al lado del príncipe para apoyarlo en la búsqueda de su esposa, lo consoló el día que la descubrió muerta en una iglesia del bosque. Estuvo a su lado en cada momento, le sonrió, seco sus lágrimas y tomo su mano en las noches.

Los sentimientos de amor nacieron entre ellos.

El día de su boda, príncipe y princesa, recibieron la coronación legitima para ser rey y reina.

Y desde el cielo, la niña del ángel los cuida, rezando por su felicidad.

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¡RECUERDEN!

A favor de la Campaña "Con voz y voto", porque agregar a favoritos y no dejar un comentario, es como manosearme la teta y salir corriendo.

Porque eso es de gente muy cochina *lean esto con la voz de Deadpool*