«—¿Acaso no lo ves? Son tus opciones cambiando dramáticamente con cada decisión.»
IV.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana, los sollozos de Ino la despiertan. Esta arrinconada en un extremo de la pequeña habitación y sostiene el labial de TenTen contra su pecho. Durante la noche Sakura no le ha oído entrar, y se siente la peor amiga del mundo por olvidar a la ojiazul solo por evitar un regaño de Anko.
—¿Ino? —salta de la litera y se acerca cautelosamente.
La otra niña tiene los shorts cortos que usan para dormir, sus piernas están llenas de moretones brillantes que alumbran como faros bajo la luz de la mesilla. La penumbra no le permite ver su cara, y Sakura no quiere verla, tiene miedo a que este peor que sus piernas, peor que la marca roja a carne viva en las muñecas.
—¿Ino? —vuelve a decir para convencerse que no es un sueño.
Ella solo llora, lo suficientemente bajo para que no la escuchen, lo suficientemente alto como para que las lagrimas de Sakura le acompañen.
—Oh, Sakura. Prométeme que lucharas, prométeme que no te dejaras— dice ente sollozos.
—¿Qué es, qué paso?
—Ese hombre, Kabuto, me ha tocado. Me ha amarrado, jugo conmigo de la peor forma, él...
Y empieza a relatar cada toque, cada apretón y cada corte, en las muñecas, en las piernas, en el pecho. Las manos de aquel hombre filosas como un cuchillo recorriendo centímetro a centímetro la piel de Ino, bebiendo de su sangre como un fenómeno. Le ha atado como un cerdo, profanado cada uno de sus lugares y ha disfrutado de ello. Una serpiente peligrosa, viscosa y asquerosa es como lo define Ino. La pelirosa siente ganas de vomitar, la bilis de su estómago vacío precipitándose hasta su garganta mientras su cerebro reproduce cada palabra del manojo de llanto que es su amiga.
Entre las náuseas y las lágrimas que manchan su propia cara, Sakura toma a Ino en brazos y la arrulla hasta que siente que empieza deja de llorar, le dice que todo se calmara, que por fin todo ha acabado, que mañana será otro día. Entre el silencio que las llena, ambas saben que son palabras vacías, no ha acabado, en realidad todo acaba de empezar.
Mientras ambas se quedan dormidas en el piso, Sakura reflexiona que, aunque Shizune le haya mentido y TenTen no haya escapado, en realidad si ha encontrado una salida, la única salida viable al infierno que les ha tocado vivir. Lo peor no era irse, lo peor era volver.
Durante el día Ino puede descansar todo lo que quiere. Las demás mujeres se turnan para llevarle almuerzo a la cama como una princesa, peinar su caballera rubia y arrullarla como niña pequeña. Hablan de cosas que no dejan que Sakura oiga, ni siquiera Shizune le deja acompañarlas al baño mientras ayudan a Ino a asearse. Y entre todas se extiende un acuerdo tácito del que nadie hablara nunca.
Lo que le ha pasado a Ino no parece ser algo nuevo.
En algún momento, Tsunade se encuentra llevando a Sakura hasta su oficina. Se sienta al otro lado del escritorio, su cara muestra una rutina y desidia que cada vez su carcomen más el rostro de la que alguna vez fue una mujer sumamente hermosa.
Sakura retuerce las manos en el dobladillo de su camisa.
—Ino estará incapacitada durante esta semana y la siguiente—le anuncia.
—Qué bueno, Tsunade sama.
—Y tenemos clientes especiales que entretener, lo sabes ¿no?
Sakura se endereza en su asiento.
—Yo... Tengo miedo, Tsunade-sama—admite.
—No quieres terminar como Ino, lo sé, pero todos no son tan malos. Lo que le ha sucedido a ella ha sido un deplorable incidente que no permitiré que vuelva a ocurrir, pero tampoco puedo dejar el negocio de lado, eres muy joven para comprenderlo.
La niña es muy joven para entender de economía, pero también se siente joven para saber de la vida ¿Es así como siempre sucedía todo? Anko, Kurenai, Suzume, todas perecían muy normales con ello, pero qué garantizaba que el incidente de Ino no se volviera a repetir en alguna, nadie.
—Te encargaras de los deberes de Ino hasta que ella este completamente bien, Sakura. No hay otro modo.
Tres días después, Sakura está sentada al otro lado de la barra, con ropas brillantes pero que dejan una cantidad considerable de piel a la imaginación. Los hombres asquerosos al final de la sala la miran de vez en cuando y charlan entre sí. Las chicas apenas y posan sus ojos en ella tratando de lucir lo más estoicas posibles y Shizune se ha retirado temprano, con la mirada cansada y enfurruñada que Sakura podía jurar que, si no fuera por la música, escucharía los gritos y las pataletas en la oficina de la mandamás.
Por suerte Kabuto y Orochimaru no han vuelto y nadie ha tomado el valor suficiente para acercársele.
Cuando el enmascarado cruza las puertas, Sakura suelta un suspiro de alivio. Espera un par de segundos hasta que está sentado en la mesa y se dirige a él intentando que los pies no le fallen con los tacones altos.
—Buenas noches, Shinobi san.
Él la mira y sus ojos se amplían por la sorpresa. Ni siquiera se quita la capa que trae sobre los hombros.
—¿Qué haces aquí?
Ella trata de sonreír.
—Mi amiga esta algo indispuesta, debo cubrirla. ¿Puedo servirte algo?
No espera su respuesta y se mueve tras el mostrador hasta alcanzar un vaso y una botella de licor. Pasan minutos en silencio y el trago no se ha movido de lugar, él ni siquiera ha sacado el libro naranja.
—¿Esta todo bien?
—No, no está bien, preferiría que estuviera Shizune aquí.
—Ella está ocupada, le atenderé yo.
—No, gracias. No necesito una niña aquí—escupe con ira y se niega a mirarla.
Sakura planeaba no moverse, pero los hombres en la mesa han empezado a llamarla. Sus piernas tiemblan de solo saber que debe moverse hasta allá, que seguramente pondrán sus manos asquerosas en el cuerpo de la niña. Siente ganas de vomitar inmediatamente. A pesar de eso, intenta dirigirse hasta allá, pero él la toma por la muñeca.
—No. Mejor quédate aquí. No te muevas.
Su voz suena peligrosa, su semblante se ha oscurecido notablemente.
—Debo ir, es lo que me toca.
—Sakura. Quédate aquí.
La niña se siente incapaz de moverse y los hombres siguen gritando y silbando. El peliplata se aprieta el puente de la nariz.
—¿Qué edad tienes?
—Pronto tendré catorce años.
—¿Y qué te gusta hacer? Vamos, habla conmigo.
Sakura lo piensa por segundos, tal vez él no lo recuerde, pero es la segunda vez que le ha hecho esa pregunta y ella se siente aun incapaz de responderla. ¿Qué le gusta hacer? ¿Cocer los trajes, cocinar con Shizune, limpiar el escenario?
—Soy buena cociendo —termina por admitir— me gusta ayudar a las chicas.
—¿Y has visto otros lugares que no sean este?
—No, shinobi san.
Un hombre apestoso y regordete llega a la barra, su barriga se balancea junto a su cuerpo y su mano sucia y grasosa se posa con demasiada fuerza en el hombro del peliplateado.
—Joder, hombre, si no vas a usarla debes compartirla.
Sakura se encoge en su asiento.
—Te sugiero que vuelvas a tu asiento.
—¿O que me vas a hacer?
Sakura está a punto de levantarse e ir con ellos, siente que se está tornando cada vez más peligroso, los pelos de su nuca erizándose con la estática. El hombre grande pone sus manos en el cuello del peligris, él se deja medio sacudir, y Sakura teme por su integridad. El shinobi peliplata es casi tan alto como el hombre gordo, pero notablemente más delgado.
—¡QUÉ DIABLOS ESTA PASANDO AQUÍ!
Tsunade baja las escaleras sacudiendo el metal con cada pisada de su tacón. Sakura se encoge —si es más posible— en su asiento, está en graves problemas. Entonces la mujer llega hasta ambos y pone una mano con demasiada fuerza en el hombro de la niña.
—¡ARRIBA! —le grita— ¡AHORA!
Sakura le da una mirada asustada por sobre su hombro, y el peliplata aun esta confrontado con el grandulón, tanto que no se percata cuando ella huye como un ratón hasta el primer piso y no se detiene a ver cómo se desarrolla la escena.
Termina por enrollarse bajo las mantas junto a Ino en la que solía ser la cama de TenTen. Ni siquiera se quita las sandalias y la niña rubia se despierta un poco y arrulla a su amiga contra su brazo. Cuando Tsunade despierte al otro día, Sakura estará en un gran lio. Tal vez le deje sin comer, tal vez le mande de vuelta con el hombre gordo y feo.
—¿Estas bien, Sakura-chan?
Asiente contra el costado de Ino y se traga las ganas de vomitar.
Pasados unos minutos, Tsunade abre la puerta de una patada y jala a Sakura de la cama.
—¡NO! —grita, pero su voz parece ser opacada por la música que viene desde el piso inferior y se cuela por la puerta abierta de par en par.
—¡No, Tsunade-sama, no te lleves a Sakura! —Ino la toma en sus brazos, sus uñas se están clavando con demasiada fuerza en el brazo de la niña rosada, están cortando su piel. La irremediable necesidad de mantenerla cerca se impone como una fuerza física que rasguña—Llévame a mí, por favor ¡Te lo suplico!
Al igual que Sakura siempre quiere cuidar a Ino, Ino siempre quiere cuidar a Sakura. Esta en la cama sentada con todo el esfuerzo del mundo, tirando de la ojiverde hacia ella mientras Tsunade aprieta sus tobillos con fuerza hasta afuera de la habitación.
Es un momento decisivo entiende Sakura. Es la cara de Ino desgarrada en una expresión que jamás pensó ver en su rostro. Es el miedo expresado por primera vez en un plano físico y terrenal.
Antes que Tsunade pueda gritar algo de vuelta, Sakura toca las manos de Ino: —Tranquila, no pasara nada—y pasara algo, las tres mujeres en la habitación lo saben.
Proteger a Ino no es solo tomar los demonios físicos por ella, también es darle algún tipo de paz mental que está segura que nunca lograra por su cuenta. Aunque sea ficticia, aunque ambas sabían que no sucedería, su amiga —y ella misma— como la niña que es necesita que alguien le diga que las cosas irían bien.
Sakura baja las escaleras con tsunade. Apenas le ha dado tiempo de ponerse las sandalias y el maquillaje en su rostro está corrido y desdibujado así como se siente ella.
La niña busca al ninja gordo y desagradable con la mirada, las luces han bajado nuevamente y la sala ahora está inundada de hombres gritando y vitoreando mientras las mujeres se deslizan en los tubos.
—Escuchame bien—dice Tsunade apenas audible por encima de la música y los gritos. La mano que sujeta a Sakura del brazo se aprieta con fuerza a su musculo, es una señal silenciosa de advertencia—. Vas a entrar ahí, vas a cerrar la maldita boca y vas a cumplir con lo que te toca sin quejarte ¿me entendiste?
Empuja una mesa que está pegada contra la salida de emergencia, y con un poco más de fuerza se abre. Lo que Sakura nunca imagino es que, tras la puerta de metal oxidada, no está realmente la salida, en su lugar está un pasillo gris y semi iluminado con dos puertas de cada lado y una al final.
—¡Camina, niña! —tira de ella hasta meterla un par de pasos en el pasillo y Sakura da un traspiés con sus tacones —Ultima puerta. Dos horas. Y más te vale que dejes al cliente feliz y satisfecho o dejaras de comer un par de días, luces gorda y fea.
Cierra la puerta con fuerza y la niña ha quedado sola en el lugar. La música se escucha como un eco lejano, y ella solo oye sus tacones sonar contra el piso de concreto hasta que esta justo frente a la puerta.
¿Era ese también el camino que había recorrido TenTen? ¿En alguno de esos cuartos Ino había sido torturada y violada repetidamente? Sakura trata de armarse de valor cuando gira la manilla y da un paso dentro de la habitación.
Lo primero que ve es una cama grande y bien acomodada, con un banquillo del lado izquierdo y una mesilla y una silla del lado derecho. Sin ventanas, sin más ventilación que una rendija en lo alto de una de las paredes, y un bombillo colgando en el centro del cuarto.
Esta vacío.
La niña cierra la puerta de golpe y se para en medio del cuatro cuando escucha los pasos dirigirse hacia la habitación. Sus piernas tiemblan y tiene que sentarse en la cama porque siente que se desplomara en cualquier momento
El shinobi peligris abre la puerta y la cierra de espaldas a ella. El pestillo hace eco.
—¿Shi-shinobi san? —la voz esta tan débil como ella.
—Silencio—responde aun sin mirarla.
Pronuncia algunas palabras que Sakura no puede escuchar y acto seguido se da la vuelta a mirarla.
Sakura recuerda bien las palabras de TenTen: Todos los ninjas son malos y asquerosos, seguro hará algo pronto, ya lo veras.
Y él está a punto de hacerlo, acaba de rentar a la niña como un muñeco de juego para hacerle quien sabe qué. Es el momento donde Sakura asimila que tal vez no ha debido confiarse de él, como todos los otros hombres solo quiere torturarla. Como alguien ha destruido a Ino, como alguien ha borrado a TenTen.
—Levántate de la cama—exige. Sakura hace lo que dice movida por el miedo.
Él la examina con su único ojo y no luce enojado como lo imaginó, ni furibundo como su amiga le ha contado que suelen estar.
—Hare lo que usted quiera, shinobi-san —repite como le han enseñado y elimina el contacto visual.
Sakura empieza a desprenderse de sus tacones, y cuando está a punto de quitarse la falda, el ninja le arroja su capa en la cabeza.
—¿Qué haces? Cúbrete.
Sakura da un respingo, sostiene la tela entre sus manos. Es gruesa y cálida.
—Pe-perdón, Shinobi san...
Él toma el banquillo y lo arrastra hasta el rincón diminuto que queda entre la mesilla y la pared.
—He puesto un jutsu de barrera—dice—nadie puede entrar, nadie puede oír lo que suceda aquí, nadie puede salir. Vendré dos o tres veces al mes, no lo tengo claro. Nos veremos acá.
—Si, está bien, Shinobi san.
—Vamos, siéntate—señala la silla.
Sakura cubre su cuerpo obedientemente con la tela y se sienta justo frente a él.
—Lo que usted quiera, Shinobi san.
—Yo quiero que dejes de llamarme Shinobi san— su ojo se curva como muestra de su sonrisa, coloca un pergamino en la mesilla y saca un lápiz de los bolsillos de su chaleco—. Soy Kakashi, Sakura-chan ¿No dijiste que querías aprender a leer?
