Capítulo 4: Dos voces


Lee las páginas de ese expediente, recostado en la escueta cama del ala norte del templo.

Dos hermanos menores, uno de 15 años y otro de 12. Padre desaparecido, madre muerta.

Lee una y otra vez los mismos párrafos.

Ella trabajaba medio tiempo sin la autorización de su escuela a la que solía asistir y al mismo tiempo era la mejor de su clase. Todo eso mientras hace de madre y padre de los otros dos.

Gojou vuelve a leer el expediente que robó de la sala administrativa. Mira la foto de una sonriente Miwa sobre la primera página y comienza a sentir una tremenda molestia.

Qué desafortunada vida.

El expediente no especifica mucho acerca de la muerte de la madre de Miwa, sólo el año del deceso. Para ese momento ella tenía unos tiernos trece años. Gojou se pregunta cómo ha hecho para sobrevivir desde entonces, si Miwa habría huido de los servicios sociales o si el sistema se habría olvidado de ella y sus hermanos.

Parece ser la muchacha más agradable que ha conocido. Entusiasta y alegre, resuelta, con mucho empuje. Eso le agrada. Pero algo no le cuadra, no presiente, lo puede saborear. Miwa tiene que tener una explicación.

En breve se reunirá con ella para salir a festejar su cumpleaños así que debe devolver el expediente. Le toma un par de fotografías para volverlo a revisar más tarde y se da una ducha, luego se mete a hurtadillas en la oficina administrativa y camina cándidamente hacia la salida. Miwa estará esperándolo junto a la entrada en unos minutos.

Todo surgió repentinamente, se desenvolvió frente a él como si el destino le abriera paso para pasar esta noche a su lado. O eso piensa mientras ve su ingenua sonrisa y decide preguntarle lo que ha estado pensando toda la noche.

Erróneamente creyó que él lo había olvidado. En todo ese tiempo no había vuelto a mencionarlo, la saludaba de vez en cuando y no buscaba activamente perseguirla para cumplir con esa ominosa frase que le dejó aquel día.

Nos vemos, Miwa. Luego me contarás esa pesadilla en más detalle.

Quizás solo esperaba el momento ideal, quizás incluso lo había orquestado. Ella no tenía manera de saberlo. La realidad era que él sólo aprovechaba las oportunidades que se le ponían en el camino.

Y allí, atrapada en la parte más recóndita del Bar Karaoke Roseo, no sabe qué contestar.

Él ve, a pesar de la escasa luz, la manera en la que sus mejillas se tornan rosa de forma súbita justo después de hacerle esa pregunta.

Le intriga, espera por su respuesta con una ligera sonrisa en el rostro y el apetito de un depredador. Miwa balbucea algo bajo su aliento y luego recupera la compostura para hacerse la desentendida.

—¿Sueño? Uhm… no sé —alcanza a decir antes de que él continúe hablando.

—'Gojou-sensei', eso dijiste esa tarde. ¿Qué soñabas? Debe ser algo interesante, tenías las mejillas casi tan rojas como ahora. ¿Te da pena contarlo? ¿Fue un sueño húmedo?

La expresión de pánico de Miwa es tan evidente que Gojou asume que es una respuesta en sí. No necesita más confirmación, él lo sabe.

El nudo vuelve, peor que nunca. Le duele el estómago de una forma que jamás en su vida experimentó y no sabe si echarse a correr. Está tan avergonzada que no hay palabras para explicarle aquel sueño. Pero su ansiedad se ve opacada por la ligera risa de Gojou.

—Tranquila, es normal. Yo también he tenido de esos. Al menos dime si estuve bien, por lo que logré escuchar parece ser que pasamos un buen rato.

Miwa hunde la cabeza contra su pecho. No sabe qué decir. Él ya lo sabe, él realmente puede verlo todo y llega a temer que incluso tenga la habilidad de leer la mente.

—Lo… lo siento, sensei.

—¿Huh? No debes disculparte por algo sobre lo que no tienes control. A menos que seas de esas personas que se dan cuenta que están soñando y manipulan los eventos a su antojo. ¿Puedes hacer eso?

Miwa niega, no puede siquiera mirarlo a los ojos y él la toma del mentón para enfrentar su rostro al de él.

—Tranquila, me siento halagado.

—¿Eh?

—Que una muchacha tan linda como tú tenga sueños húmedos conmigo me sube el ego. Pero dime, ¿qué tal estuve?

La insistencia de Gojou por una respuesta la obliga a rendirse.

—E-estuvo… muy bien, sensei.

Él se ríe, le causa gracia el tono ciruela de su rostro y cómo evita mirarlo a los ojos. Apoya una mano sobre su rodilla desnuda y el corazón de Miwa le golpea con fuerza las costillas.

—Qué bueno. Pero las experiencias reales suelen ser mejores.

Confundida, observa la mano que le acarició la rodilla por debajo de la mesa volviendo cándidamente a su refresco. Lo que escucha parece mentira, cree entender una propuesta subyacente pero la idea no se computa en su cerebro.

Un cosquilleo intruso la perturba, su cuerpo reacciona a su toque casi instantáneamente. Él sonríe y toda la sala se ilumina. Sabe que todas allí desearían estar en su lugar, pero no sabe qué hacer.

—Si quieres… —continua en un susurro—, claro.

Ella está aterrada, la taquicardia aumenta, la música deja de escucharse por completo y siente que no hay nadie allí más que Gojou y ella.

—S-sí… —susurra Miwa hechizada por él.

—Entonces tenemos que pedir otro taxi.

Automáticamente toma su celular. Está relajado y vuelve a sentarse extendiendo los brazos sobre el respaldo de su asiento. Miwa siente el pulgar de Gojou rozar su hombro y trata de entender lo que está pasando, lo que está a punto de pasar.

Él quiere hacerlo con ella… Ahora.

Al borde de hiperventilar, lo ve enviar un mensaje con la candidez de alguien que acaba de ordenar una pizza. Miwa empieza a dudar si entendió bien la situación, o si está haciéndose ideas extrañas.

—¿Era la primera vez?

—¿Perdón?

—La primera vez que lo soñaste.

—Ah… Uhm… No… —responde acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja en un gesto que hace poco por ocultar su nerviosismo.

Los dientes blancos de Gojou brillan bajo una sonrisa. Lo que acaba de escuchar le emociona.

Miwa le intriga. Él y muchos otros creen que para ser un hechicero debes tener un par de tornillos flojos. Ella parece ser de esas tantas excepciones a la norma, pero no está seguro.

En algún momento Utahime le dio la misma impresión, pero luego lo supo. Supo que tenía tornillos sueltos, igual que él. El caso de Miwa es especial, porque de entre toda esa bolsa de lunáticos que se llaman hechiceros, ella es la única normal.

Hay algo en ella que no entiende, que no se explica y anhela, sin darse cuenta, conocer la locura que guarda tan escondida en su interior. Ser tan buena no es posible, pero le rompería el corazón que simplemente fuera una buena actriz. Miwa tiene que tener algo oscuro oculto, nadie es tan puro.

La ha visto desde hace un tiempo, desde que lo amenazó en aquella reunión un tiempo atrás, pero olvidó su nombre por completo.

Luego de escucharla soñar con él, de ver la forma en la que sus piernas se estrechaban y su rostro se abochornaba, no pudo evitar hacerse una idea sucia que no pudo sacarse de la cabeza. Porque cuando Gojou Satoru tiene algo en mente no hay fuerza sobre la tierra que lo haga disuadir.

Sabe que no tiene que perder el tiempo, que como hechicero eventualmente llegará su hora y morirá y que para ese momento debe tener un manto de alumnos listos para contraatacar. Pero no puede evitar aprovechar las horas que le quedan en Kyoto para investigarla.

La idea lo excita. Ella también lo desea y es palpable.

Además, le molesta que el Colegio de Kyoto tenga alumnos tan aburridos. Ella encajaría perfectamente en Tokyo e incluso podría hacerse de muchos amigos. Allá nadie hubiera permitido que pase su cumpleaños sola, mucho menos uno tan especial como el número 18.

Miwa necesita divertirse. La siente reprimida.

Académicamente Miwa es un prodigio, la práctica es lo que la tiene estancada. Es sumamente inteligente, pero le falta experiencia, le falta locura.

Él hubiera hecho cualquier cosa por explorar su potencial si hubiera caído en sus manos. Si tan solo hubiera visto primero ese cabello azul bañado de energía maldita, la tendría. Pero no, y quizás ahora le conviene que no sea su alumna.

Le conviene porque después de pensar tanto en aquel sueño empezó a imaginarlo, y le agradó lo que encontró en su imaginación.

Siente que la pone nerviosa, que su exagerada confianza la inquieta. Entonces le sonríe de nuevo intentando infundirle calma. Espera que se acobarde en cualquier momento y luego se pregunta si es virgen. Quizás lo sea, y eso hará el proceso un poco más lento, pero no es nada que con paciencia no pueda lograr.

—Nuestro taxi llegó —le informa y deja suficiente dinero sobre la mesa para dejar paga su cena—. Si deseas podemos volver al Colegio —asegura antes de levantarse, pero ella niega con el rostro encendido en llamas.

Ella necesita más tiempo con él. Lo añora.

Al salir del bar, abre la puerta del taxi para ella y Miwa sube, siente que todos la observan, que todos saben lo que está a punto de pasar. Y mientras la paranoia la consume, Gojou rodea el auto y al subir apoya una mano sobre la rodilla de Miwa. Le da una dirección al conductor y el auto avanza.

No la toca demasiado, solo está ahí. Se siente posesivo, Miwa está a punto de estallar… Apenas mueve su pulgar ella se estremece.

Es demasiado rápido… Miwa piensa comenzando a adelantarse a lo que sucederá dentro de poco. Pero negarse sería perder la oportunidad de su vida.

Al menos le gustaría tener la oportunidad de besarlo antes de llegar a este punto, decirle que le gusta y escucharlo decir algo similar sobre ella. ¿Estaba esperando demasiado? Tal vez era una tontería esperar algo tan tradicional de alguien tan poco ortodoxo. Debería estar feliz, extasiada, pero algo no está del todo bien y no sabe si sólo es ella. Si ella es lo que está mal en esta ecuación.

Evita mirar al conductor por el espejo retrovisor, no quiere cruzar miradas con él. El bochorno no se hace esperar, tiene el rostro envuelto en llamas. Gojou la mira de vez en cuando, y cuando lo hace le aprieta la rodilla para que se sienta segura. Pero no logra infundirle mucha calma.

—¿A dónde vamos? —pregunta Miwa en un susurro.

Gojou se inclina hacia ella, lo suficientemente cerca como para respirar el aroma de su shampoo.

—Es un hotel lindo al que nunca he ido, pero tiene buenas reviews en Google Maps. Además, no está demasiado lejos del Colegio si por alguna razón decidimos volver.

Vuelve a acomodarse en su lugar y mira de reojo al conductor. Lo está mirando, parece sospechar algo. Quizás cree que Miwa es menor de edad, pero ha tenido un margen de error de un día. Tal vez lo escuchó mencionar el Colegio y se hizo una idea extraña. De cualquier forma, no debe estar demasiado equivocado.

Todo aquello está muy mal. pero a Gojou no parece perturbarlo en lo más mínimo. A él le gustan las emociones intensas, de lo contrario no puede sentir nada. No existen los términos medios. O es un sentimiento superficial, casi insignificante, o una emoción ardiente que consume y quema.

The Prince Kyoto Takaragaike. Un complejo hotel de cuatro estrellas con una arquitectura exterior que da la impresión de estar frente a un castillo medieval con toques modernos.

Miwa observa las luces del hotel desde la ventana del taxi mientras Gojou le paga al chofer y se baja cuando un valet le abre la puerta.

Se queda parada, inmóvil. Sus pies están cementados sobre la vereda a las afueras del hotel y se esfuerza por normalizar su ritmo cardiaco. No es sino hasta que la mano de Gojou se posa sobre la suya y como una enredadera entrelaza sus dedos con los suyos que se despierta.

La mano de Miwa se siente pequeña, sus dedos son largos. Pero es cálida, Miwa siempre se siente cálida.

—¿Estás arrepintiéndote? —le pregunta Gojou al notar la forma en la que respira tan deliberadamente mientras ve al hotel.

Tal vez hasta ahí llega su viaje, se dice. Ella no da un paso en ninguna dirección. No retrocede ni avanza.

—No.

Le sorprende la seguridad que hay en su voz. Ya sabía que había llegado demasiado lejos. Como de costumbre. Transgrede cada límite y para alguien tan correcta como lo es Miwa Kasumi, esto es una maravilla. Un gran descubrimiento.

A Gojou le gusta este tipo de mujer.

La lleva de la mano hasta el interior del hotel. Miwa jamás vio tanto lujo en su vida. Todo es excesivamente elegante y se pregunta si será un cinco estrellas. También piensa en el inmenso gasto que hace Gojou Satoru por ella. Esto le parece excesivo.

—Una suite —dice Gojou luego de saludar a la recepcionista

Miwa oculta el rostro de la vergüenza, no tienen equipaje. La mujer que habla con Gojou lo sabe, sonríe de una forma particular, aprieta los dientes y asiente con mucho esfuerzo. Sabe mejor que ella misma lo que hacen ahí.

Cuando sale de su ensimismamiento, Gojou sostiene una tarjeta sobre su mano. Tiene la sonrisa más dulce que ha visto pintada en el rostro y lo sigue mientras la guía de la mano por los corredores. Una vez dentro de un elevador, el corazón de Miwa tamborilea dentro de su pecho con más fuerza que antes. Esta es la primera vez en la que están completamente solos y la presión comienza a jugarle sucio. Su mano suda de los nervios, siente sus dedos ligeramente húmedos y teme que se dé cuenta. Está tan inquieta que siente en su interior una incomodidad muy particular. El nudo más severo que ha sentido nunca. Está ligeramente asustada, pero se esfuerza en ser valiente, en al menos empujar sus pies para seguirle el paso.

Las piernas de Gojou son tan largas que hubiera imaginado ir apurada detrás de él. Pero Gojou camina lento, tan despacio como ella parece necesitar para acostumbrarse a la idea de que esta noche será de él.

Gojou se detiene frente a la puerta. Hasta este momento no se había detenido a ver el número del cuarto. En ese momento, parado frente a la puerta lo ve.

—¿Sabías que el 108 es un número especial?

—¿Huh? ¿Lo es?

—Es el número de reencarnación de Buda. Los mala también tienen 108 cuencas y en el chakra del corazón convergen 108 canales de energía. Además, existen 108 sabores de refresco Ramune y 108 sucursales de Burger King en Nagasaki… Interesante.

—¿Todo eso es cierto o se lo está inventando?

—¿Me crees capaz de inventar algo así? —La mira por sobre su hombro y se percata de que Miwa ya no puede verlo a los ojos.

Ella lo cree capaz de inventárselo, le han dicho en algún momento El 90% de las cosas que salen de la boca de Gojou Satoru son tonterías. Pero le parece increíble que tenga la habilidad de inventar tantas cosas en tan poco tiempo.

—No, sensei.

—Bueno tal vez exageré sobre los sabores de refrescos —se ríe.

Desliza la tarjeta por el lector, abre la puerta y su sonrisa se ensancha. Miwa da un paso a su interior y sabe que cada objeto en esa habitación vale más que todo lo que posee. Es demasiado, pero es hermoso. La cama es seguramente una king size, ubicada junto a una ventana gigantesca que ocupa toda la pared. Las cortinas están abiertas y desde ese piso se alcanzan a ver las copas de los árboles de cerezos que adornan el ingreso al hotel. Hay un sofá amplio de tres cuerpos y dos más pequeños. Un bar, un enorme televisor y a su derecha junto a la puerta un baño tan amplio como la habitación que tiene en el colegio.

Gojou camina hasta el sofá y se sienta, sabe que por el aspecto que trae Miwa no está lista para indicarle el camino a la cama. Le da unas palmadas al cojín a su lado, invitándola a sentarse junto a él y ella obedece.

—¿Nerviosa? —le pregunta cándidamente.

Miwa lo mira, quiere decirle que sí, que es la primera vez y que está aterrada, que preferiría volver al colegio y tener otra cita hasta eventualmente llegar a este punto de una forma menos precipitada, que todo se desenvuelva con naturalidad. Pero no lo hace, su lengua se atora en su garganta y un temor súbito la obliga a negar. Teme quedarse sin nada si le plantea esta situación, y pasar de haber sido el objeto de los deseos de Gojou a no ser absolutamente nada. Tal vez, si se empeña, pueda sentirse bien con esto, así sea lo único que tenga de él.

—Qué mala mentirosa eres. Sabes que podemos regresar cuando tú quieras… No es divertido si no es mutuo, ¿sabes?

—Es mutuo —contesta Miwa. Es sincera, su cuerpo entero ha estado palpitando desde que puso una sola mano sobre ella. Reacciona a él con vergonzosa facilidad, a pesar de que su mente no está del todo en sintonía.

Luego de escucharla, su cuerpo también reacciona. El calor que nace desde su pecho se extiende y se aventura a tomarla por el mentón una vez más. Ella abre sus ojos, expectante, se ruboriza instantáneamente y se permite sentir los dedos de Gojou acariciando su piel.

Miwa es suave y tibia, es tierna.

Lentamente se acerca a su boca y siente bajo su mano a Miwa tragar y un ruidito sale de su garganta. Se detiene y la mira nuevamente.

—¿Podrías… quitarte las gafas?

Confiado, la suelta y con la misma mano que acunaba su mejilla se retira las gafas. Ve a través de su mirada el asombro de ella y siente satisfecho.

Sus ojos son más hermosos de lo que había imaginado, es un ángel, es perfecto.

Miwa cierra los ojos y estira su cuello. Gojou posa una mano sobre su pierna y se inclina para besarla.

Su corazón explota cuando lo siente, sus labios acariciando suavemente los de ella. Extremadamente consciente de esa mano inmóvil sobre su pierna desnuda, acariciando su piel.

Gojou la besa, luego vuelve a acariciarle el rostro y baja la mano hacia su cuello. Siente bajo su palma el latido acelerado de su corazón. Le excita demasiado e intenta controlar las reacciones de su propio cuerpo, pero no se priva demasiado y le acaricia el labio inferior con la punta de su lengua. Miwa lo recibe y luego de un momento lo imita. Todo su cuerpo palpita y arde descontroladamente. Lo desea, lo desea demasiado.

Su espalda es tan ancha y es tan alto que la cubre casi por completo con su presencia. La espalda de Miwa comienza a ceder, sus piernas ya no se sienten tan rígidas.

Él le acaricia la cintura sobre la tela de su inocente vestido floreado y presiona sus dígitos con cierta urgencia hasta que ambos se encuentran recostados sobre el sofá.

Separa sus largas pestañas blancas y la mira mientras la besa, su aliento cálido choca con sus mejillas. Arrastra una mano hasta su rodilla y aprieta la piel desnuda con la punta de sus dedos.

Siente que se endurece y, si se tratara de otra mujer, ya hubiera empezado a follarla ahí mismo, pero resiste el impulso y continúa besándola, la toca estableciendo ciertos límites hasta que las manos de Miwa llegan a su quijada. Siente los dedos de Miwa arrastrándose hacia su desordenado cabello y se hunden allí, atrayéndolo hacia ella.

Quiere tocarla, necesita tocarla, pero no quiere hacerlo precipitadamente y terminar por espantarla.

Miwa siente el cosquilleo de sus labios chocando contra los de Gojou, las lenguas tocándose, su cuerpo resonando calor en todas direcciones, con tanto ímpetu que la sofoca y se deja llevar… lo envuelve con una pierna y Gojou lo toma como una invitación que ha estado esperando con ansias.

Aventura su mano debajo de su falda y ella no dice nada, pero gime ligeramente bajo su beso, sobre su aliento, y eso le excita.

Puede sentir la tela de la ropa interior de Miwa, una simple braga de algodón.

Abandona su boca y le besa el cuello, el impulso de mordisquear su piel lo domina y siente las manos de Miwa recorriéndole la espalda. Quiere acomodarse entre sus piernas y dejarle sentir su propia excitación, pero vuelve a repeler el deseo. Sin embargo, estrecha uno de sus senos mientras besa su cuello y siente a Miwa gemir y estremecerse debajo de él. Le gustaría poder quitarle ese vestido y ver con sus propios ojos el tesoro que hay debajo, quiere romper su ropa interior y se pregunta qué tan húmeda estará. Quiere sentirlo con sus dedos, quiere lamerla hasta lo más recóndito de su cuerpo.

Gojou se quita la camiseta y permanece erguido frente a ella. Miwa respira agitadamente y mira su abdomen.

Es perfecto. Todo Gojou Satoru es perfecto.

Pero esto es demasiado, es muy rápido. Si sigue así va a terminar cediendo y así no es como debe ser, como ella sueña que sea.

A pesar de que todo parece soñado, no puede evitar escuchar una voz en su interior que le suplica detenerse. Su cuerpo dice lo contrario, ella abre las piernas para él y Gojou vuelve a hundirse sobre ella en un abrazo, apretándose una y otra vez sobre su cadera.

Miwa lo siente, lo siente casi por completo y el cuerpo también suplica. La piel clama por él, le ruega que se entregue. Quiere que la primera vez sea con él.

—Por favor… —suplica repentinamente y Gojou se sonríe, seguro de que ahora le suplicara que la llene de él—. ¿Podemos detenernos?

El rechazo se siente como un balde de agua fría. La mira casi atónito, esto es nuevo. Ella parecía tan entusiasmada como él hace un instante. Podría jurar que había comenzado a moverse a su compás, y al escucharla se detiene de inmediato.

Las manos de Miwa empujan suavemente sobre su pecho y él cede. Se vuelve a sentar y espera a que ella diga algo más para sacarlo de su confusión.

Miwa empieza a hablar antes de arrepentirse. No logra callar la voz interior y decide hacerle caso, aunque le cueste el calor de Gojou.

—Veras… yo… no tengo mucha experiencia. Bueno, casi nada de experiencia. Y creo que todo está yendo demasiado rápido. ¡No es que no quiera hacerlo! De verdad… de verdad quiero. Pero, ¿podemos tomarnos las cosas con más calma?

Gojou no tiene expresión alguna. La mira a través de sus hermosos ojos celestes y a ella le aterra la respuesta que está a punto de recibir, así que, para alivianar el golpe continúa hablando.

—Entendería que no quieras… tal vez pienses que soy una niña boba…

—Tranquila, sólo deja que me enfríe.

Él se recuesta contra el sofá y deja caer su cabeza, mira al cielo raso y respira profundamente. A Miwa le avergüenza, se siente responsable de haberse permitido llegar hasta ese punto.

—No hay problema, será a tu ritmo —contesta Gojou con una sonrisa antes de volver a ponerse las gafas.


N/A: Gracias a Astrid y Nicole por sus comentarios. ¡Gracias por leer!