Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Peligrosamente, tú

.

El mutismo entre nosotros me causó irritación. ¿Tan difícil era decir una palabra? Para Edward quizá sí lo era.

Resoplé.

― Eras amante de Tanya desde hace tiempo. ―Afirmé.

Edward dejó de ver el mar y volteó a mirarme.

― Por eso ya no volviste cuando prometiste hacerlo ―continué― no entiendo porque nunca asocie todos los malditos puntos. Era claro que eran amantes.

― Es por ello que ahora me odias ―me increpó. Se acercó a mí y me dejó sin aliento.

― ¡No te odio! ―vociferé, mirándole―. Solo odié que no volvieras cuando juraste hacerlo.

― Comprende, Isabella Marie, necesitaba vivir lejos. Olvidarme de ese lugar, hacer una vida mejor y cumplir mis metas. ¿Qué no es lo mismo que tú hiciste?

― Yo no me olvidé de mis amigos ―aseguré.

Mesó su pelo con desesperación.

― Hablemos bien, sin enojos, ni malos tratos ―pidió. Se sentó en la arena y me hizo una seña que me uniera a él. Lo pensé, luego de algunos minutos me senté a su lado―. Cuéntame de ti, Isabella Marie. ¿Qué fue de tu vida todos estos años?

Vacilé jugueteando con la punta de mis dedos en la arena; escribí mi nombre dentro de un corazón mientras Edward miraba.

― Después de que te fuiste solo tenía doce años ―expliqué― me fue difícil continuar sin ti. Me hacían falta tus chistes tontos y sin sentido ―sonreí con nostalgia ante el recuerdo― pero logré seguir gracias a Seth. Nos hicimos novios desde entonces.

Por el rabillo del ojo podía darme cuenta que había captado su atención, me estaba mirando.

― Seth es mayor que tú ―masculló.

― ¿Y qué tiene? ―rezongué― yo tenía doce y él dieciséis.

Exhaló ruidosamente.

― Seth y yo teníamos una regla ―reveló― y él la rompió al acercarse a ti. ¡Eres una niña!

― Pues tú no eras muy grande cuando te metiste con Tanya ―espeté.

― Es diferente ―contradijo― tú tenías doce años, Isabella Marie ¿qué no te das cuenta?

― La diferencia es que yo quise. Seth jamás me persuadió.

― ¡Demonios! ―maldijo, tirando de su pelo―. Para ti es normal que un chico de dieciséis esté con una niña de doce, ¿no? ¡Estás mal!, es enfermo.

Imité su postura y abracé mis piernas.

― Era mi mejor amigo ―musitó después de un breve silencio―. Recuerdo que los tres pasamos grandes momentos cuando estábamos juntos. Hicimos muchos planes para el futuro.

Me costaba creer que Edward recordara sobre nosotros tres.

― ¿Siguen juntos?

Negué. Apoyé mi mentón sobre mis rodillas y suspiré viendo la oscuridad del mar. Era doloroso recordarlo.

― Ha sido mi único novio ―reconocí―. Después de que él salió del orfanato siguió frecuentando el lugar tan solo para verme. Hicimos planes de vivir juntos cuando yo saliera del orfanato y parecía que lo íbamos a lograr.

― Faltaban seis para cumplir mis dieciocho cuando Seth murió ―revelé― se resistió a un asalto y descargaron el arma sobre él.

Edward se exaltó cubriendo su rostro.

― No te parece irónico que siendo tan bueno tuviera un final de mierda. La vida es una completa vasca ―verbalice.

― Lo siento tanto ―frotó mi espalda con pesar― yo… yo de verdad no me siento bien.

Se incorporó y fue directo al mar. Lo escuché gritar; fue un alarido de dolor e impotencia. Una combinación de rabia y desazón, eran los mismos sentimientos que había vivido años atrás.

Edward y Seth compartieron mucho tiempo juntos. Era normal que la noticia le cayera mal.

― ¿Tanya lo sabía? ―preguntó al volver frente a mí con su ropa mojada.

― Ella pagó los gastos funerarios ―dije― también pagó mi Universidad.

― Nunca me lo dijo ―musitó.

Estaba pensativo, demasiado callado después de lo que habíamos hablado.

― No estoy enamorado de Tanya ―confesó con su vista clavada en mi rostro, me estremecí y la estúpida ilusión se apoderó de mí―. Desde hace mucho nuestra relación entró en un declive, no quiero estar más con ella, solo que…

― ¿Qué? ―insté. Conteniendo las ganas de sujetar su rostro.

Edward sonrió y sus ojos fueron a mi vientre plano.

― Tendré un hijo ―mencionó su paternidad con cierta presunción y orgullo― no puedo dejarlo.

― Un divorcio no implica desatender a tu hijo. Créeme, tu hijo crecerá más feliz si sus padres no se la pasan gritando cada cinco minutos.

Rechinó sus dientes.

― No conoces a Tanya ―murmuró― si le pido el divorcio es capaz de no dejarme verlo.

― Puedes llevarla ante la corte ―sugerí― pagar al maldito mejor abogado para pelear por tus derechos. Ella no te quitará nada si te asesoras bien.

Inspiró mirando al mar oscuro.

Me arrodille en la arena y llevé mi mano a su hombro, él volteó y me sonrió.

― No tengas miedo de iniciar de nuevo ―comenté.

Edward puso su mano sobre la mía dándome un ligero apretón.

― ¿Puedo tocar tu vientre? ―pidió más animado.

Mi corazón se aceleró con fuerza y de nuevo esa maldita sensación se apoderó de mí.

― Claro ―respondí sin titubeos.

La mano de Edward se posó sobre la tela de mezclilla de mi pantaloncillo. Sentí un cosquilleo en mi vientre bajo y un calor extraño inundó mi ser.

Malditamente descubrí que estaba enamorada de Edward Masen.

Resistiendome a ese sentimiento quité su mano de mi cuerpo ganándome una mirada de desconcierto.

― Es muy noche ―mencionó― debes dormir lo suficiente, vamos.

Me tendió su mano y me ayudó a ponerme de pie.

Al parecer estábamos en buenos términos, lo sentía de esa manera.

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Me sorprendió que en la mañana estuviera despierto tan temprano, no eran ni las 8 de la mañana y Edward lucía un semblante relajado, se movía de un lado a otro por la amplia cocina. Sirvió sobre un plato unos waffles con chispas de chocolate y un tazón de fruta para mí.

Enarqué una ceja cuando me hizo sentarme frente a la encimera.

― ¿Leche o jugo? ―preguntó sonriente mientras agitaba el vaso de cristal vacío.

― Leche con chocolate ―pedí, mordí mi labio inferior sin quitar mi vista de él―. ¿Por qué tan feliz?

― Hablaré con Tanya ―reveló, poniendo el vaso lleno de chocolate frío frente a mí― no hay vuelta atrás, ya no quiero estar con ella.

Bebí un poco de la bebida azucarada y lamí mis labios.

― Tengo una duda ―dijo de pronto. Tenía apoyado sus manos en la encimera y sus ojos estaban fijos en mis labios, parpadeó―. ¿Por qué aceptaste alquilar tu vientre? Es obvio que entre Tanya y tú las cosas no marchan bien.

― Me ofreció mucho dinero ―encogí mis hombros―, supongo que ganó mi avaricia.

Los hombros de Edward se hundieron, ¿por qué? ¿Quién diablos era él para juzgarme?

― ¿Algún problema? ―desafié.

― No, yo… pensé que Tanya te había obligado.

Resoplé y le mostré media sonrisa.

― Sigues siendo la misma Isabella Marie voluntariosa que conocí.

Balancé mis pies de atrás hacia adelante sintiéndome aludida. Al menos sabía que me recordaba tal y como era. De pronto pellizcó mi mejilla con ternura y me paralice por completo.

Edward solía hacerme ese cariño desde que era muy pequeña. Miré su rostro y estaba sonriendo cuando me dio un guiño.

¡No! No debía sonreír de esa manera porque no iba a resistir a quererlo más.

― Iré a hacer una prueba de sonido en mi estudio, ¿quieres venir conmigo?

De un salto me puse de pie; pasé mis manos por mi corta falda. Estaba lista.

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Cuando Edward propuso ir a su estudio imaginé que era dentro de la casa, no al lado sur de la ciudad. Aunque coincidí que fue buena idea aceptar, no conocía Miami ni sus alrededores y viajar en coche descapotable bajo la brisa marina y el intenso sol era una aventura sin igual.

Mi boca se abrió cuando estacionamos frente a un edificio pequeño y en la entrada rezaba un anuncio: Masen Productions.

Me abrió la puerta como todo un caballero y me guió dentro del lugar.

Estaba medio vacío; es decir no estaba totalmente amueblado.

― ¡Te presento mi nuevo proyecto! ―anunció orgulloso con sus manos extendidas, sin esperar sujetó mi mano y me llevó con él hasta al segundo piso―. Esta área si está terminada.

Al entrar a una habitación yo no tenía idea que eran todos esos botones, ni porque había en el fondo una habitación con ventanales. Edward me explicó que era un estudio de grabación de audio.

Lo observé anonadada cuando puso los audífonos en sus orejas y comenzó a mover cada botón con suma lentitud; su rostro parecía entusiasmado con lo que estaba haciendo.

Volteó levemente su cabeza hacia mí y sonrió ampliamente continuando con lo que estaba haciendo.

No supe cuántas horas pasaron, pero sí fueron lo suficiente para mirar cada rincón del edificio mientras Edward seguía en lo suyo.

― Lo siento ―se disculpó al llegar de nuevo conmigo. Me había sentado sobre un bote de pintura en medio del recibidor porque estaba cansada de caminar por largos periodos―. Cuando me adentro en este lugar suelo perder la noción del tiempo.

― Me di cuenta ―coincidí con él.

― Esta es mi vida y mi gran sueño de años, Isabella Marie. Estoy entusiasmado porque al fin se hará realidad. ―Se quedó pensativo― ¿te gustaría trabajar conmigo? Aún hace falta personal para manejar esta oficina.

― Oh, no ―sacudí mi cabeza―, yo no sé nada de música.

― Podrías ser mi asistente. Puedes encargarte de agendar cada una de mis reuniones y muchas de las veces decir una que otra mentira por mí ―guiñó su ojo derecho― hay días que necesito un descanso y no tengo interés en asistir a ninguna junta.

Mordí mi labio.

Era tentador estar con Edward, pero en el fondo también sabía que sería doloroso.

― ¿Qué dices? Te prometo que no seré un jefe abusón ―sonrió y alargó su mano sujetando la mía, me puse nerviosa por su tacto.

― ¡Hola! ―interrumpió una voz cantarina.

Me giré a mirar a la puerta. Emmett venía caminando con una menuda chica pelinegra que apenas vio a Edward y se colgó de él.

Parecía que existía confianza entre ellos pues Edward también la abrazaba felizmente. Emmett me dio un beso en la mejilla, solo que estaba molesta y no le presté atención a lo que murmuró.

― Soy Alice Brandon ―se presentó la chica con un fuerte saludo que regresé del mismo modo. Me barrió con sus ojos color avellana y sonrió entusiasta.

― Alice es mi socia ―aclaró Edward sin quitar la mano de la cintura de ella―. Isabella Marie fue una gran amiga de la infancia ―le explicó.

Me quedó muy claro la palabra "fue".

― Alice es nuestra directora y editora de contenido ―dijo Emmett― hasta el momento no hay otra mejor que ella.

La tal Alice rio con presunción. No era más que una alzada que vestía ropa de diseñador para hacerse notar. Lo comprobé los siguientes veinticinco minutos que estuvimos hablando y ella siempre quería ser el centro de atención, sobre todo de Edward. Me alegré cuando se marchó.

― Oye, Bella ―me alcanzó Emmett cuando estaba por subir al auto― ¿quieres cenar conmigo esta noche?

No me provocó nada. Ni siquiera el mínimo sentimiento de repulsión o de alegría.

Miré sus ojos oscuros y puse especial atención en los hoyuelos de sus mejillas. Era un hombre guapo y muy simpático, solo eso.

― Emmett… ―reprendió Edward sujetando mi codo― déjala en paz.

Emmett me zafó del agarre de Edward y este resopló molesto.

― Gracias. ―Pronuncié en el tono más amable que sabía que tenía oculto en mi vocabulario y también alejé su mano de mí―. Me hubiera encantado decirte que sí ―exhalé― solo que de verdad no tengo ganas.

― ¿Más adelante? ―insistió.

Quise poner los ojos en blanco y terminé por sacudir mi cabeza de forma negativa.

― No. Tampoco será más adelante ¿qué parte de no tengo ganas no entiendes?

― No me rindo fácilmente ―sonrió―. Hasta pronto, Bella, Edward.

Caminó hasta su impresionante Jeep todo terreno.

― No le hagas caso. Emmett tiende a ser molesto cuando le dan una negativa ―explicó Edward ayudándome a subir a su coche. Rodeó a paso veloz y se subió en el lado del conductor, echó en marcha el motor.

― Detesto cuando se comportan como hombres de las cavernas.

― Me doy cuenta que has despreciado a muchos ¿o, no?

― Unos cuantos.

― Imagino que Seth padeció muchos celos intentando lidiar con ello.

Sonreí mientras negaba.

Seth estaba muy lejos de ser un hombre celoso.

― ¿Qué hay de ti? ―quise saber― ¿ya le tienes reemplazo a Tanya?

Soltó una carcajada sin distraerse de la carretera.

― Alice es solo una amiga ―aclaró.

― Una amiga que babea por ti.

Nos miramos un instante.

Interpreté su silencio como una verdad oculta. Obvio que Edward sabía del interés de esa mujer.

.

Rodé los ojos cuando Tanya se negó a recibir a Edward en su habitación. La enfermera mencionó que estaba respetando el deseo de la paciente. Y para mantenerla tranquila era mejor que él se mantuviera lejos de ella.

No quedó opción que pasar la tarde con ella. Era estúpido porque mientras yo me sentía agotada y con sueño la mayor parte del día tenía que cuidar de ella.

Me acomodé mejor en la silla. Estaba odiando ese pitido molesto que medía la frecuencia cardíaca en el monitor, me estaba privando de dormitar. Últimamente estaba más irritada que siempre.

― ¿Dónde estabas? ―la voz ronca y adormilada de Tanya me hizo levantar la cabeza y mirarla. Ella tenía las muñecas vendadas, lucía un su rostro cansado.

― No tengo porque darte explicaciones.

Se aclaró la garganta.

― Te dije que no te vistieras de esa forma, no me gusta ―reprochó.

Crucé mis piernas a propósito, sabía que la falda subiría más de la cuenta por mis muslos. Me gustaba enfadarla, siempre había sido así desde que era una niña.

― ¿Crees que si visto esa ropa sastre que usas tu esposo no me mirará?

Ella fingió una risita.

― Eres muy poca cosa a comparación conmigo.

― Soy más bonita que tú ―presumí― soy joven, mi cuerpo es perfectamente proporcional a mi estatura. No apesto a cigarro ni mis dientes son amarillos.

El odio que irradiaba su rostro me hizo acercarme. Tanya alargó su mano y sujetó mi muñeca con debilidad.

― No te acerques a Edward ―advirtió― no te atrevas a mirarlo.

― ¿Tienes miedo de perderlo? ―cuestioné, zafando mi mano.

Sus iris azules parecían dos malditos puñales. Estaba a punto de un ataque de ira.

― Mi esposo jamás me dejará. Me debe todo lo que tiene en su vida y todos los lujos con los que vive. Edward… ―masculló― sabe lo que le conviene.

Exhaló incómoda.

― Ves, tú no eres mejor que yo ―dijo convencida.

― No me retes, Tanya. ¡No lo hagas!

Agregué porque era capaz de cualquier cosa con tal de hacerla rabiar.


¡Hola! Aquí estamos con otro capítulo.

¿Creen a Bella capaz de seducir a Edward? ¿O piensan que no hará nada? ¿Qué opinión tienen sobre Tanya? Espero compartan sus opiniones conmigo.

*Nos leemos el jueves*

Y mañana con PAPÁ QUIERE HUIR*

Adelanto los martes en el grupo de Élite Fanfiction y también estoy en mi grupo: Historias por Lau

Muchas gracias por sus favoritos, follows y reviews que me dejan.

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