Mientras las lágrimas inundaban sus ojos, el pequeño Inuyasha observaba la situación dentro del auto de sus nuevos padres. Kagome, su mejor amiga, no estaba dispuesta a dejarlo marchar, a pesar de seguramente estar enfadada, ya que su amigo ni siquiera se despidió de ella.Él de todas maneras tenía un plan, dejaría que lo adopten y volvería por Kagome. La sacaría de ahí aunque le costara la vida, pero dentro de ese orfanato no podía hacer nada. No podía decírselo, sabía que su amiga no lo entendería, y él la comprendía. Ella tenía miedo de quedarse sola de nuevo, pero él se repetía que lo hacía por su bien. Por más que a Kagome le doliera ahora, pronto estaría mejor, jamás querría hacerle daño.Estaba perdido en sus pensamientos hasta que vio que la pequeña se acercó a su ventana. Sintió una opresión en el pecho con solo pensar en que estarían alejados por un tiempo, no imaginaba poder seguir sin ella, no quería y no lo haría.Entonces el auto se encendió y ella dijo algo, pero debido al vidrio que los separaba no pudo escucharla. El pequeño solo atinó a soplar en la ventanilla y dibujarle un corazón. Quería que ella entendiera cuánto la quería y que no la abandonaría.— Volveremos a vernos, lo prometo, te debo un baile ¿Lo recuerdas Athenea?— Esperaba por todo lo que adoraba, y ese todo era ella y los chocolates, que la muchacha haya podido comprender lo que le dijo.Entonces el auto arrancó, llevándose con él una parte del corazón de ambos. Pero volverían a encontrarse, así lo dijo él y así lo necesitaba ella que lo vio partir junto con sus ilusiones y su cuento de hadas.

—¡Kagome!

Se despertó agitado y gritando su nombre. Cuando comprendió que se encontraba en su apartamento comenzó a tranquilizarse. Se dirigió a la ventana y observó cómo las luces iluminaban la ciudad ya deshabitada debido al horario. Su cabeza no paraba de dar vueltas. —Princesa Athenea...— musitó en voz baja, y entonces comprendió el por qué de su nostalgia y su acelerado corazón al verla.

Debido a su frustración había estado por años enterrando el recuerdo de esa pequeña a la que tanto quiso, y el nombre de esa cantante abrió esa puerta a la que ese joven tanto temía. Kagome había vuelto a ocupar un lugar en su cabeza, aunque jamás había dejado de ocuparlo en su corazón.

—Kagome. — Suspiró con nostalgia y tristeza.—¿Dónde estarás ahora Kagome?— Miró al suelo mientras una lágrima rebelde, que ni él lograba comprender, se abría camino en su rostro— "¿Alguna vez te detienes a pensar en mí?"— Sonrió triste al recordar aquella frase que lo había acompañado por tantos años.

Kagome se encontraba acostada mirando el techo, todavía estaba conmocionada por lo que había sucedido esa noche. No podía creer que después de tantos años lo tuviera ahí frente a ella, que escuchó su voz, que estaba bien. Su último pensamiento provocó que hiciera una mueca de disgusto mientras recordaba los acontecimientos de hace unas horas. Si, al parecer estaba...Demasiado bien

—Bueno, bueno...— Miroku habló posicionándose entre ambos— Querido Inuyasha, veo que te ha gustado mucho el espectáculo.—Él no habló, sólo mantuvo la vista pegada a aquellos ojos chocolates que estaban provocando sentimientos que no podía comprender—¿Verdad?—Insistió el muchacho

Kagome estaba petrificada ¡¿Inuyasha?! ¡¿Había dicho Inuyasha realmente?! entonces la muchacha tragó saliva, ahora algunas cosas sobre esa fiesta que no supo ver antes tenían sentido...

— ¡Cariño!— una voz femenina, que para los oídos de Kagome fue el ruido más molesto que escuchó en su vida, interrumpió su inesperada batalla de miradas, y trajo a tierra de nuevo a ambos jóvenes, mientras esa muchacha elegante se colocaba al lado de Inuyasha y agarraba su brazo para dejarle en claro a la princesa Athenea que tuviera cuidado.

—Yo...— Inuyasha sacudió la cabeza. Ni siquiera entendía cómo había llegado al escenario, estaba totalmente consternado. —Lo siento a mi…Yo...Me gustó mucho el espectáculo, quería felicitarla princesa Athenea— Inuyasha quiso sostener su mano para depositarle un beso, pero la mujer la apartó inmediatamente

—Yo— la joven comenzó a retroceder de espaldas acercándose a las escaleras. — Lo siento, debo irme.

Y Kagome sólo corrió lo más rápido que sus piernas lo permitieron dejando a todos los presentes totalmente impactados debido a su actitud. Mientras se alejaba del edificio pudo oír los murmullos de las personas a lo lejos. Creyó escuchar a Inuyasha gritar por ella, pero ya era tarde no tenía caso volver

— ¿O sea que estás llamándome un sábado por la mañana luego de una fiesta sólo para que te de el nombre de una muchacha que te dejó en ridículo? Déjalo Inuyasha, no la volverás a ver créeme me aseguraré de eso.

—No es eso, Miroku —Habló el muchacho de ojos dorados mientras se acomodaba en su escritorio— Quiero saber un poco más de ella nada más, me gustó su voz..

—¿Te gustó su voz?— Inuyasha rodó los ojos mientras escuchaba como su amigo se reía del otro lado de la línea.— Pensé que solo a tu padre le gustaban estas cosas, vaya. Tuve suerte de haber encontrado a esa muchacha para la fiesta o iba a tener a los dos Taisho en contra mío.

—Escucha Miroku, no tengo todo el día para escuchar como te burlas ¿Vas a darme información de ella ¿si o no?

— Está bien amigo. ¿Pero vas a explicarme por qué tanto interés?

Ni el mismísimo Inuyasha comprendía por qué necesitaba encontrar tanto a esa muchacha. Era estúpido, ni siquiera le conocía la cara, pero algo lo impulsaba a querer verla una vez más. Necesitaba encontrarla, escuchar su voz de nuevo y conocer el rostro que se escondía tras esa misteriosa mujer que había huido de él sin ninguna explicación.

—Ya te dije, tiene un gran talento

— Si, claro amigo mío.

Colgó la llamada y unos pocos segundos después su casilla de correos se iluminó. La información de Miroku por fin había llegado

El Valle de la Luna era un bar al que generalmente acudían personas importantes, y hasta acostumbraban a realizar reuniones de negocios ahí. Kagome no sólo cantaba, también algunos días era camarera, y muy respetada entre el público. Aunque nadie sabía que la gran princesa Athenea era nada más y nada menos que la misma que limpiaba las mesas.

Ese sábado estaban teniendo una noche bastante tranquila, lo que permitió a las dos amigas tomarse un descanso, y sentarse tras la barra a conversar.

—No entiendo Kagome ¿Cómo no te diste cuenta antes de que era él?

— Hace doce años no escuchaba el apellido Taisho es normal que no recuerde que así se llamaba el padre adoptivo ¿No crees?

—Si, pero ¿No lo viste antes en medio de la fiesta?¿O escuchaste al menos su nombre? ¡Estabas en su cumpleaños, Kagome!

— Estaba tan nerviosa, Sango— un nudo en la garganta se le formó a la azabache— Solo pensaba en que tenía que ser la presentación más perfecta de mi vida. Después de ese ridículo no creo que quieran que vuelva a pisar la empresa—Kagome se llevó las manos a la cara lamentándose

— ¿Por qué lo hiciste Kagome?—Rompió el silencio la castaña luego de unos segundos—¿Por qué corriste?

— No lo sé, supongo que sólo me asusté. En todos estos años idealice mucho a Inuyasha ¿Sabes? Creo que me dio miedo descubrir que no se había convertido en el muchacho que esperaba que sea, o tal vez fue por lo mal que terminó todo entre nosotros—Entonces Kagome recordó a esa mujer elegante que había llamado "Cariño" a Inuyasha, no pudo evitar la mueca de disgusto— Disculpa, tengo que prepararme para cantar.

No tenía sentido sentir lo mismo que sentía cuando Inuyasha estaba cerca de otras niñas en el orfanato. Él ya no era un niño, y nada era como lo fue en ese entonces.

Unas horas después, terminaba de cantar la última canción de la noche y se dirigió a los camarines En el camino se quitó el antifaz, y estuvo a punto de abrir la puerta de su camarín, cuando una mano la detuvo agarrando su brazo. Kagome lo miró asustada, y cuando descubrió quién era su corazón se detuvo.

Él estaba ahí. La había buscado, y no sabía cómo iba a escapar de esto. Sólo rezaba para que la haya encontrado debido a la popularidad de Athenea, y no…

—Tenemos que hablar — Su voz masculina y autoritaria interrumpió sus pensamientos— Por favor— Esta vez su tono se suavizó, y le soltó el brazo, alejándose unos pasos de la joven.

—Yo...— Kagome retrocedió y tragó saliva. —Escuche. No sé cómo ha logrado entrar aquí, pero le pido amablemente que se retire o llamaré a seguridad.

Inuyasha avanzó dos pasos para posicionarse frente a ella. Ninguno podía despegar la vista de los ojos del otro, estaban tan cerca que podían sentir sus respiraciones chocar.

— Princesa...— ¡Le había dicho Princesa! Eso significaba que él tal vez no sabía quién era Athenea. Sonrió internamente, típico del orgulloso de Inuyasha, probablemente venía a exigirle una disculpa por lo sucedido en la fiesta.

— La...Lamento lo de la fiesta. Yo realmente necesitaba retirarme. Ahora acepte mis disculpas, y váyase, por favor— Inuyasha esta vez retrocedió un poco para darle espacio y la joven dio media vuelta para abrir la puerta y poder por fin alejarse de él— Buenas noches señor Taisho.— dijo dirigiendo su mano temblorosa al pomo de la puerta.

Necesitaba alejarse, no sabía por cuánto tiempo lograría mantener la compostura. Pero la voz de Inuyasha la detuvo.

—"¡Oh, dulce Atenea, dueña de mis sueños! ¿Cuándo corresponderas por fin a lo que siento?"

Kagome se detuvo en seco al escuchar esa frase que sonaba tan bien en los labios de él una vez más. Cerró los ojos dejando escapar un suspiro. Inuyasha le había demostrado que sabía perfectamente quién era la muchacha escondida tras el antifaz de la princesa Athenea...