Mucho tiempo después, Draco pensaría que el gesto de abrirle la puerta del pub había sido muy simbólico. Aquel día había conocido al grupo de amigos de Theo y Luna. Salvo un par de compañeros de carrera, el resto eran los amigos de Luna del antiguo Ejército de Dumbledore, así que en realidad los conocía, o al menos sabía sus nombres, pero con la mayoría no había hablado nunca.

Por la noche, refugiado ya en su cama, reflexionaba sobre el trato recibido, un poco asombrado. Le habían acogido, esa era la palabra precisa, acogido como a uno de ellos. Cuando quiso darse cuenta, tenía una pinta en la mano y hablaba con Longbottom de ingredientes de pociones. Charló con Thomas y Weasley, que acababan de terminar la formación de aurores. Jugó a los dardos muggles con Creevey y Abbott. Y sí, cruzó miradas y sonrisas con Potter varias veces.

El sábado siguiente, volvió. Pocos sábados después, Blaise comenzó a unirse de vez en cuando también. Se acostumbró al ritmo de trabajo en el laboratorio. Se mudó a compartir piso con Blaise, que por fin había decidido salir de casa de su madre. Al acabar el verano, podría decirse que estaba satisfecho con su nueva vida. Pero ay, había algo, un picorcillo.

Hacía meses que no echaba un polvo. Blaise le había ofrecido ir alguna noche entre semana al Soho, pero siempre declinaba y lo dejaba marchar solo, porque había que madrugar al día siguiente. Y se insistía en eso.

La realidad era que cada sábado, cuando se separaban para irse a casa, esperaba que Harry hiciera un gesto, cualquiera, que sugiriera que era bienvenido a pasar la noche con él. No se atrevía a dar el paso, a lanzarse él a proponerlo, porque había sido él quien la había cagado meses atrás. No era solo cuestión de orgullo, era que no quería poner en peligro la camaradería que estaba disfrutando cada sábado por la noche.

— ¿Vendrás mañana?

Era viernes por la noche, tomaba una copa con Theo, costumbre recuperada tras salir de su casa. Le extrañó la pregunta.

— Llevó todo el verano yendo, ¿por que no iría mañana?

— Es el cumpleaños de Hermione.

— Lo sé, he puesto dinero para el regalo.

— Me ha dicho Luna que va a venir Ginny.

Siguió sin entender. Sabía que ella era parte del grupo, pero no habían coincidido porque ella había pasado el verano de gira por Estados Unidos y Asia con su equipo.

— Ella es... un poco posesiva con Harry.

Alzó las cejas, perdido. Theo suspiró y se inclinó un poco hacia delante.

— Ellos estaban juntos cuando Harry se fue a Suiza. Ella le esperó, pero cuando él volvió no se quedó, cogió la moto y se marchó. Ginny no se lo tomó bien.

— Pero ya no están juntos.

Theo negó con la cabeza.

— Formalmente no, pero sé que Harry se siente culpable, así que cuando coinciden cede, se acuesta con ella y luego hay un drama cuando ella se da cuenta de que eso es todo. Ya ha pasado varias veces.

Draco sintió un peso en el estómago y entendió la pregunta inicial.

— ¿Por qué caen eso? No parece una relación sana.

— Y no lo es. Harry... —Theo hizo una pausa para meditar qué podía decir sin traicionar la confianza de Harry— Él no gestiona bien los sentimientos de culpabilidad. O bueno, más bien lo que pasa es que tiende a sentirse culpable por muchas cosas.

— Entonces crees que es mejor que no vaya mañana porque...

— Porque os he visto miraros, Draco.

Enrojeció, creía que había sido discreto.

— ¿También se siente culpable por lo que pasó entre nosotros? Es absurdo, fui yo el que lo hizo todo mal...

— No es algo racional. Y sigue trabajando en ello.

No preguntó, tenía claro que su amigo estaba al día de muchas cosas sobre Harry, pero no quería saberlas así, le parecía que estaba invadiendo su intimidad.

— Le mandaré una lechuza a Hermione —masculló, dando un trago a su vaso para pasar la bola de cosas que le hacía sentir imaginar a Harry con Ginny.

A lo largo de la tarde del sábado estuvo tentado varias veces de decirle a Blaise que sí a su oferta de ir al Soho. Su amigo no había preguntado porqué no iba a ir al cumpleaños, se había limitado a preguntarle si quería un plan alternativo. Finalmente, cuando se marchó, optó por encender la televisión, preciado tesoro que se había llevado del apartamento del que su padre le había desahuciado, y engancharse a la primera película moñas que encontrara.

Una película de Meg Ryan y un bol de palomitas después, que era su número 10 en la lista de inventos muggles, se disponía a acostarse cuando sonó el timbre. Se extrañó, porque nadie usaba el timbre y porque eran casi las doce. Miró por la mirilla y el estómago le dio un salto. Abrió la puerta intentando mantener el rostro lo más neutro posible.

— ¿Potter?

— Emm, hola.

Se apartó para dejarle pasar.

— ¿Qué...? —Se limpió la garganta— ¿Qué haces aquí?

— Luna dijo que estabas enfermo, pensé pasar a verte antes de irme a casa.

Enarcó una ceja, no tenía sentido, ni siquiera sonaba convencido de lo que estaba diciendo.

— Es pronto para que te vayas a casa —atinó a decir.

Harry se frotó la nuca, incómodo.

— ¿Quieres beber algo? —le preguntó, recordando los modales e invitándole a sentarse en el salón.

— Agua, si no te importa.

Fue a la cocina a por un vaso de agua y una cerveza para él. Apoyó un momento la frente en la puerta del frigorífico para aclarar sus ideas antes de salir, con una sonrisa protocolaria y la firme intención de aclarar las cosas.

— No estás enfermo —afirmó Potter, mirando la cerveza en su mano.

Negó con la cabeza.

— ¿Entonces por qué no has venido?

— Porque me hablaron de tu relación con Ginny. —Decidió ser sincero, uno de los dos tenía que enfrentar el elefante que circulaba alrededor de los dos desde hacía meses— Y no quería verte con ella, ni que te sintieras mal por irte con ella.

Harry no contestó, solo inclinó un poco la cabeza y le miró, no supo si sorprendido o molesto.

— Lo hice mal, muy mal, Harry. Y estos meses viéndonos en el pub... esperaba tener la oportunidad de arreglarlo.

— No me he ido con Ginny.

— ¿Y eso por qué? —se atrevió a preguntar.

— Porque no era lo correcto.

— Pero era lo que hacías hasta ahora.

Los ojos verdes se cerraron un momento. Harry se quitó las gafas y se frotó los ojos como si tratara de buscar las palabras adecuadas.

— Yo también quería arreglarlo, contigo.

— ¿Se ha enfadado?

Afirmó con la cabeza. Tenía un aire desamparado, nada que ver con el hombre con el que había conectado unos meses atrás. Y supo que estaba viendo a la persona frágil que Theo había tratado de proteger. Se levantó del sillón, dejando el botellín de cerveza sobre la mesa, y se acercó hasta donde estaba, se sentó sobre sus rodillas, le echó los brazos al cuello y le besó. Al principio Harry no respondió, sorprendido, pero enseguida le pasó los brazos por la cintura y lo acercó más a él, a la par que abría la boca y acariciaba con su lengua la de Draco.

Se abrazó fuerte a él al terminar y cerró los ojos un momento con la frente apoyada en el hombro de su cazadora de cuero. Inhalo el olor, que le retrotrajo al viaje en moto. Sonrió.

— ¿Quieres quedarte un rato? Podemos ver una película.

Harry sonrió y lo tomó como un sí. Draco hizo ademán de levantarse para sentarse en el sofá, pero los brazos que le abrazaban por la cintura no cedieron.

— ¿No quieres mejor que nos sentemos en el sofá? —preguntó con una sonrisa, besándole suavemente.

— No quiero soltarte.

— Harry... —Unió sus frentes— No voy a desaparecer otra vez. ¿Me crees?

Los ojos verdes se clavaron en los suyos.

— Te creo. —Concedió, besándole de vuelta— Pero aún así, me gusta tenerte así.

Draco soltó una pequeña carcajada, más relajado, e hizo un accio para atraer el mando a distancia.

Unos meses después...

Despertó de madrugada. No sabía qué hora era, estaba un poco desubicado. Se estiró para alcanzar su varita de la mesilla y hacer un tempus, pero un brazo de hierro envuelto en su cintura lo devolvió a su lugar. Durante un breve momento se sintió confundido, pero enseguida unos labios besaron su hombro desnudo y se relajó. Bueno, todo lo que se puede relajar un hombre al que otro le está besando el cuello mientras le frota un pedazo de carne muy duro entre las nalgas. Entonces entendió, eso era lo que le había despertado.

— ¿No puedes dormir? cualquiera pensaría que estarías agotado después de tres veces anoche —ronroneó, moviendo el cuello para darle más espacio.

— Me despertaste, no sé que estarías soñando, pero te frotabas contra mi y gemías de una manera... ahora necesito escucharte gemir de la misma manera para volver a dormirme.

Y confirmó su necesidad sujetándole una pierna ligeramente en el aire para poder empujarse dentro de él. No hubo apenas resistencia, después de toda la actividad de unas horas antes, el interior de Draco estaba preparado y húmedo todavía. Los dos soltaron un largo gemido. Harry buscó sus manos para entralazar sus dedos mientras se empujaba lentamente dentro de él una y otra vez, despacio pero muy hondo.

— ¿Va a ser siempre así? —preguntó jadeante— ¿Los dos yendo a clase con ojeras?

Harry soltó una breve carcajada en su oído y se empujó un poco más fuerte dentro de él, causando un pequeño grito al golpear duramente su próstata. Desde que se había mudado a vivir con él, se les iban las noches en un sin fin de sexo.

— Aún no te oído quejarte.

— No soy yo el que está a dos meses de acabar la carrera.

Por respuesta, los dientes de Harry mordisquearon un tendón del cuello mientras estiraba la mano para masturbarle. Dos minutos después se deshacían ambos en un intenso orgasmo.

— Sinceramente, no creo que esto vaya a cambiar a corto plazo —murmuró Harry, la frente apoyada en su nuca mientras recuperaba la respiración.

— ¿ A no? —respondió, medio dormido ya.

— No. Debe ser un efecto secundario de estar enamorado o algo. Tendré que preguntarle a mi médico.

Draco sonrió y volvió a apretarse contra él para dormir, el brazo de hierro firme en su cintura de nuevo.

— Yo también te amo, Harry.

Pero ya no tuvo respuesta, sólo un suave ronquido.