La primavera ya estaba en su primer mes y el cambio en el ambiente era notorio. Con la mente en blanco e intentando disfrutar de la brisa un tanto cálida de aquella tarde, Yuuji decidió visitar el manantial que había a un par de kilómetros del clan. Necesitaba agua caliente para calmar su cuerpo y su mente en forma urgente.
Por eso, el gemido de satisfacción que soltó cuando su cuerpo hizo contacto con el agua caliente dentro de aquella pequeña cueva río abajo fue revelador, incluso esclarecedor. ¿Cuánto tiempo hacía que estaba tan nervioso, tan ansioso y paranoico?
Un par de meses, seguro.
Recostándose sobre la piedra mientras se sentaba e intentaba relajar sus piernas, una mano viajó a su vientre apenas abultado, la otra mano mojando su rostro, sus cabellos.
¿En qué lío se había metido?
O mejor dicho, ¿en qué lío había metido a Nanami?
Yuuji había sabido que mientras más tiempo ocultara su relación con Satoru peores consecuencias iba a traer y mayor iba a ser el impacto. Día a día, se había mentalizado y había preparado indirectamente a Nanami para una posible separación que no fuese tan brusca ni dolorosa; había comenzado a apartarse de él en un plano más bien físico en forma paulatina al punto en el que ya ni siquiera aceptaba sus besos. En ningún momento le había hecho ningún desprecio ni lo había maltratado, pero su lenguaje corporal era más que claro y Nanami lo había sabido captar incluso en la distancia que Yuuji había marcado entre ellos.
Nanami no era tonto y Yuuji lo sabía. Si bien sus encuentros con Satoru habían disminuido en frecuencia más por obligaciones del líder que por deseo personal, Yuuji había terminado de confirmar el embarazo apenas la primavera comenzó a dar los primeros indicios.
Y junto con el avance de su preñez, su aroma había cambiado sutilmente.
Yuuji cerró los ojos, recostando la cabeza en las piedras y hundiéndose un poco más en el agua caliente, sus músculos relajándose….
...Aunque se tensó de nuevo al recordar que se había tomado demasiado tiempo en aclarar las cosas de uno y otro lado y el conflicto le había estallado en la cara.
¿Cómo...cómo iba a saber que Satoru de un día para el otro iba a encarar a Nanami de aquella forma tan agresiva? Cada vez que Yuuji recordaba el suceso los nervios ascendían hasta su garganta, formando un nudo que le dificultaba respirar.
Un día como cualquier otro, Satoru había enfrentado a Nanami no en un término de competencia, sino de sentencia. Sin escrúpulos, le había informado resueltamente a Nanami que iba a reclamar a Yuuji como suyo le gustase o no...y que iba a tener que atenerse a las consecuencias de ir en contra de su decisión.
Por supuesto, aquello podría haber terminado en una pelea a golpes de no haber sido porque Geto había tenido a bien mantenerse cerca de Satoru en todo aquel tiempo y había logrado retenerlo justo en el preciso instante en el que, por primera vez en todos aquellos años de paciencia y templanza, Nanami había terminado perdiendo los nervios y lo había desafiado directamente.
Yuuji estaba seguro, muy en el fondo de su corazón, que Nanami siempre lo había sabido. Era un Alfa inteligente y con sentidos bastante refinados...y era imposible que nunca hubiese dudado o sospechado de sus desapariciones bruscas, de las noches que no dormía junto a él inventando alguna otra excusa y por supuesto, del aroma tenue de Satoru sobre su piel aún luego de bañarse e intentar camuflar el olor con algún perfume.
Pero una cosa era que el Alfa lo hubiese sabido y hubiese hecho oídos sordos y ojos ciegos a algo que probablemente aún no estaba listo para enfrentar, y otra muy diferente que Satoru lo hubiese amenazado directamente. Probablemente al hacerlo había herido algo más que susceptibilidades y Yuuji estaba seguro, Nanami estaba enfadado con él no por hacerlo, sino por no decirlo.
Luego de aquel incidente bochornoso y tenso, fue claro que Yuuji ya no podía permanecer más tiempo bajo el mismo techo que Nanami. Resueltamente, se había convencido a sí mismo que salir de aquel lugar era lo mejor para el Alfa y no para sí mismo porque sinceramente temía provocar a Satoru si seguía durmiendo en el mismo lugar.
Una pelea entre Alfas disputándose un Omega ya era cosa seria...y si el Omega encima los provocaba con actitudes desafiantes...no. Estaba preñado, no loco.
Así, sin pedir permiso ni dar explicaciones - y con una furia de los mil demonios - había tomado la mejor y peor decisión de su existencia al mismo tiempo.
Volver a vivir bajo el mismo techo que su hermano Ryomen.
Decir que la convivencia era difícil era quedarse cortos. Su hermano era mayor que él en todos los sentidos: en edad, en brutalidad y en estupidez. Cuando se había enterado del escándalo que se había armado entre el jefe del clan y Nanami - con Yuuji de por medio - había tenido que ser el mismo Megumi quien evitara que también se lanzara a defender la poca dignidad que le quedaba a su hermano...porque bueno, en eso Yuuji tenía que reconocer que Ryomen nunca le había fallado: estúpido que lo jodiera, estúpido que terminaba molido a golpes.
Sin embargo, que lo defendiera no quitaba que desaprobara su actitud. Día tras día, Ryomen le recordaba la cagada que se había mandado y le indagaba al respecto de qué carajos iba a hacer a continuación. Como Yuuji no tenía una respuesta clara a aquella pregunta, terminaban discutiendo a gritos y alguno de los dos acababa por desaparecer un par de horas intentando enfriar los ánimos.
Esa tarde le había tocado a Yuuji.
Al menos - se repitió por enésima vez - su estancia en aquel hogar le servía de protección psicológica: ni Nanami ni Satoru se habían atrevido a iniciar una disputa con Ryomen una vez éste había dejado en claro que mataría al primero que se acercara a su hermano menor - quisiera éste o no - por lo que aquellas últimas semanas habían transcurrido en una relativa...paz.
Suspiró, sonriendo. Luego de que el enojo se le pasaba, las discusiones que mantenía con su hermano le resultaban tontas e incluso graciosas. Semejante bestia era capaz de discutir y pelear a los gritos acerca del sexo del bebé que Yuuji de casualidad sabía tenía en su interior…
Con delicadeza, presionó un poco más su mano sobre su vientre, acariciando la pequeña redondez que allí se formaba. Si no había sacado mal la cuenta...ya debería estar de unos cuatro meses, o algo así…
Pese al descontrol que era su vida en aquellos días, un sentimiento cálido y agradable llenó su mente al comprender que, después de algunos años de estar deseando en secreto tener un niño, se le había dado por el destino, no de casualidad. Yuuji se había resignado ya a que Nanami no iba a preñarlo y si bien su intención primaria no había sido esa al comenzar a frecuentar a Satoru...no podía negar que se hallaba feliz de saber que podría tener un bebé que se pareciera aunque fuera un poco a su padre…
— ¿Yuuji?
El aludido jadeó, asustado; ladeó bruscamente el rostro hacia la entrada de la cueva, a unos metros de distancia. Pese a la luz que ingresaba y que lo encandilaba, no necesitaba demasiados detalles para saber que se trataba de Satoru. Su voz había hecho eco allí dentro, pero Yuuji reconocía su silueta alta y su aroma penetrante incluso en la humedad de aquel lugar.
De nuevo, un nerviosismo que se acercaba más a la anticipación que a la ansiedad se instaló en el pecho del Omega, su corazón golpeando fuertemente. Tragó saliva y se hundió un poco más en el agua caliente, un tanto inseguro de sus propios deseos.
— ¿S-Sí?
— ¿Puedo...ah...puedo acercarme?
Yuuji frunció el ceño, confundido. Si bien él había marcado cierta distancia con Satoru, lo había hecho para aclarar su mente, no porque rechazara al Alfa. Sin palabras, solo asintió y esperó a que Satoru comprendiera su gesto en medio de la semi penumbra de aquel sitio, porque sino…
Sí, sí lo había entendido.
Satoru se acercó a él a paso lento y, cuando estuvo a un par de metros se arrodilló en la piedra, gateando hacia él. Yuuji estudiaba sus movimientos medidos, cautelosos, tal y como si Satoru temiese que de un momento a otro Yuuji podía cambiar de parecer y echarlo de allí. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el Omega surgió un poco del agua y acercó el rostro al de Satoru, olfateando y buscando su aroma en un intento por tranquilizar esa tonta ansiedad; Satoru, en cambio, restregó su rostro contra el suyo y lamió los labios de Yuuji haciéndolo sonreír.
— Oye, espera…
Yuuji suspiró relajado y satisfecho cuando la lengua de Satoru no dejó de lamer sus labios, sus mejillas. Luego, a la lengua la reemplazaron los labios y Yuuji se entregó al beso que el Alfa le ofrecía casi en forma hambrienta, necesitada. Un gruñido extraño, ronco y profundo surgió de la garganta de Satoru y en ese momento de distracción, Yuuji se percató de que el otro se estaba quitando la poca ropa que llevaba encima.
Con parsimonia, se alejó de él aún dentro del agua y lo invitó con la mirada a sumergirse en el agua cálida. Satoru no dudó demasiado y pronto aquello se convirtió en una persecución cadente en el agua hasta que el Alfa arrinconó a Yuuji contra las piedras, sus brazos cerrándose en torno a la cintura del otro presionándolo contra su torso mientras su nariz husmeaba en su cuello, olfateando.
— No quiero que me temas, Yuuji.— la voz suave de Satoru pareció un ronroneo tranquilo pero triste, las palabras susurradas contra su piel.— Lo siento.
— No te temo. ¿Por qué dices eso?
Yuuji buscó los labios de Satoru en una caricia casi efímera, sus lenguas encontrándose otra vez. Parecía imposible, pero Yuuji veía cierta inseguridad y temor en la mirada de Satoru incluso cuando eso parecía que aquello nunca sucedería.
— Quería que...bueno, te quería bajo mi techo, en mi lecho. Yo...estaba desesperado por poder dormir contigo, olerte, tocarte.
El susurro de Satoru y el cariz de sus palabras no llevaban consigo la impronta del deseo, sino de un anhelo que estaba lejos de relacionarse con algo sexual. Mientras hablaba, Yuuji se relajó entre sus brazos cuando una mano acarició su vientre allí donde comenzaba a abultarse.
— Y me salió todo mal.
Yuuji peinó los cabellos blancos mientras depositaba un beso suave contra sus labios, sus dedos acariciando el rostro de semblante culposo y dubitativo. ¿Cómo era posible que un Alfa considerado lo suficientemente fuerte y agresivo para ser el líder de la manada se mostrarse tan cabizbajo e inseguro? Lejos de preocuparle, Yuuji sintió cierta ternura por su postura. Por su voz, la expresión de su rostro y el aroma suave que Satoru despedía de su piel Yuuji podía reconocer los signos del arrepentimiento y del miedo, de la inseguridad.
— Bueno...no voy a negar que fue un poco impulsivo lo que hiciste...pero yo tengo parte de la culpa.
— No digas eso. Eres tú el que tiene que tomar la elección, yo te orillé a esto.
— ¿Ah, sí?¿Tú me forzaste?¿Me preñaste a la fuerza?
Lo que Satoru decía era parcialmente cierto; si bien el líder del clan era siempre un Alfa y éste tenía derecho a reclamar al Omega que se le antojase, eso no significaba que si el Omega no estaba vinculado a ningún otro Alfa y a él tampoco tenía que responder sí o sí al reclamo. En efecto, era el mismo Omega quien al final terminaba haciendo la elección...a excepción de algunas oportunidades en las que ocurría lo contrario y era el Omega quien se veía forzado, deseara o no al Alfa en cuestión.
Esa era la ley aceptada en la mayoría de los clanes; sin embargo, Satoru había sido diferente y había derrocado un par de aquellas leyes porque le parecían "anticuadas". Había traído sus problemas y no era santo de la devoción de nadie...pero mientras fuese el líder, tendrían que acatar lo que él dijera.
— N-No, pero…
— ¿Entonces?
A medida que Satoru parecía más inseguro, Yuuji fue empujándolo un poco más hacia el extremo contrario de ese estanque de agua caliente sin que el otro opusiera resistencia. Como aquel pequeño manantial no era profundo y ambos estaban de pie, Satoru trastabilló cuando la parte posterior de sus muslos chocó contra la roca, sentándose en el borde del estanque sin perder de vista a Yuuji, sus manos aún sobre sus caderas.
— Pero te forcé a irte de tu hogar, eso no…
— Me fui porque quise y porque tenía que hacerlo. No te tomes ese mérito como propio, quieres.
Yuuji estaba jugando un juego que podía resultar peligroso si lo estiraba demasiado; tentaba la delgada línea que separaba la diversión de la falta de respeto, pero Satoru no parecía tomarse a mal sus palabras bruscas y su tono fastidiado, al contrario; se dejó hacer cuando Yuuji tentó su propia suerte y se incorporó sobre Satoru, montándolo sobre el frío suelo de roca.
Cuando Yuuji se inclinó hacia delante buscando sus labios, no se percató de que el aroma fuerte de Satoru lo había estado obnubilando; de repente, el Alfa lo volteó bruscamente sobre el suelo, encima de la ropa que había dejado a un lado. Por un momento Yuuji jadeó y perdió la noción de la ubicación de su propio cuerpo hasta que sintió a Satoru acomodándose entre sus piernas, apenas empujando. Con un gemido anhelante, Yuuji intentó atraer su rostro al suyo pero no lo consiguió; al parecer, el Alfa tenía otros planes y cuando Yuuji intuyó de qué se trataba procuró relajarse, ansioso.
Los labios y la lengua de Satoru recorrieron en forma tortuosa su mandíbula, su cuello, su clavícula; recostado sobre las prendas, Yuuji relajó el torso cuando sintió la respiración cálida y húmeda sobre su pezón, la lengua resbaladiza lamiendo, jugando con él. Luego, la succión suave y queda despertó un jadeo, luego un gemido y por último un suspiro plácido cuando la presión se volvió más fuerte, el sonido húmedo haciéndolo sonrojar.
Luego, la boca descendió por su piel hacia su vientre dejando besos y lamidas tal y como si Satoru estuviese acariciando y saboreando su piel al mismo tiempo; cuando su rostro llegó a la altura de su abdomen abultado se dedicó a acariciarlo con su nariz, a besar su piel, a apoyar la mejilla y permanecer un rato en esa posición mientras Yuuji acariciaba su cabello.
Y después la cosa se puso seria.
— Satoru...espera...n-no…
Un jadeo ahogado surgió de sus labios cuando aquella lengua cálida, húmeda y resbaladiza recorrió su ingle, las manos separando sus piernas por completo mientras Yuuji se dejaba hacer. Al poco tiempo, se vio a sí mismo aferrándose a las pieles debajo de su cuerpo en un intento por controlar los espasmos que recorrían su torso, sus piernas temblorosas; la boca de Satoru estaba haciendo estragos en su entrepierna entreteniéndose alternativamente entre su miembro, sus testículos y su entrada, sus labios succionando y besando, su lengua humedeciéndolo todo. Yuuji separó aún más las piernas cuando el Alfa introdujo uno, dos dedos en su interior, abriendo y cerrándolos.
— Eres delicioso, Yuuji.
La voz congestionada de Satoru llamó la atención de Yuuji cuando los dedos abandonaron su interior. Con la boca seca, observó como el Alfa lamía sus propios dedos introduciéndolos entre sus labios tal y como si aquello se tratara realmente de algo delicioso.
El Alfa fue muy cuidadoso a la hora de penetrarlo, pero aún así no perdió vigor y fuerza en su interior. Como si algo le hubiese hecho falta y recién ahora se percatase de ello, Yuuji se sintió completo y a gusto mientras Satoru lo hacía suyo al tiempo que murmuraba palabras suaves y cariñosas en su oído.
— Te amo.— susurró finalmente acabando en su interior luego de que Yuuji alcanzara su propio orgasmo segundos antes.— Te pertenezco entero, Yuuji.
— Yo también te amo, Satoru.
