Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es completamente mía, queda prohibida cualquier adaptación. Todos los medios de contacto se encuentran en mi perfil.


Carraspee cinco minutos después.

El contacto físico… era incómodo. Muy incómodo. Al menos desde hace mucho tiempo. Mi piel se negaba a aceptar otro contacto cualquiera, casi como si me suplicara que le diera lo que necesitaba.

Que se vaya a la mierda.

No era culpa de mis padres o las personas que me rodeaban e intentaban crear lazos afectivos conmigo.

Yo estoy dañada.

A veces pienso en mí como una persona mutilada, porque si buscaba otra definición, nada me describiría tan bien. Siempre me faltaría una parte esencial, algo que nunca podría recuperar.

Al principio, pensé que el tiempo me ayudaría.

Luego pasaron las semanas, los meses y los años.

Nunca mejore.

Entonces tuve que evolucionar.

Me volví sumamente dura, más reacia a creer en los demás, más solitaria y callada. Las sonrisas y sonrojos tímidos se marcharon, dejando una estela de amargura y crudeza. Ahora vivía apartada de las personas que amaba, refugiándome en una vida llena de oscuridad y soledad. Vivía de las ganancias de MD, viajando por aquí o por allá, mientras no estaba en depresión o autolesionándome. Había semanas en que las cosas parecían mejorar, pero cuanto más sentía que mejoraba, las pesadillas más aumentaban. Era como si mis recuerdos estuvieran resueltos a no ser olvidados, aferrándose tan fuerte a mí que en el proceso me laceraban.

Y lo trataba de sobrellevar, con todas mis fuerzas. La vida solo era una, y aunque poco parecía que yo hacía, de verdad luchaba por sobresalir del oscuro mar en el que me había hundido desde que tenía dieciocho años.

Solo que algunas cosas parecían inaceptables. Como pasar cinco minutos entre los brazos de mi madre.

La voz de Phil saco a mi madre de su estupor.

—Cariño… —sus manos cayeron sobre los hombros de Renne, creando una palanca para separarla de mi cuerpo.

Renne suspiro al final de unos segundos, dándose por vencida.

Sus azules ojos brillaban en contraste con su pálida piel.

Ella me miro, tal como Charlie. Con esa mirada lastimosa, de quien ve las ruinas de la hija que un día amo y yo nunca más podría volver a ser, no importaba cuanto me esforzara.

Aquí vamos de nuevo.

Endurecí la mandíbula.

—No me mires así.

—Bella… —negué, cortando su siguiente frase. No quería escucharla. ¿Es que no veía que me hacía daño?

—Bien, chicas. —intervino propiamente Phil.

Sus ojos bailaron por mi rostro, temeroso. Me pregunte si la expresión de mi rostro sería tan rota como para que él temiera por algo.

Mi temperamento también había cambiado al pasar del tiempo, dejándole un humor volátil y demasiado cambiante.

De todos modos, ya habíamos tenido suficiente drama por un día. Si algo odiaba más que el frio y Forks, eran las discusiones. Aunque la mayoría de las veces me viera implicada en una o dos a lo largo de mi día a día cuando implicaba a mis padres en la ecuación.

—Vayamos a casa. —dije suavemente.

Hablar suavemente y usar el sustantivo "casa" funciono. Renne esbozo una sonrisita por la comisura de la boca, con su buen humor regresando de un momento a otro. Esa era mi madre, triste un momento y al siguiente feliz.

El camino a casa de Renne y Phil fue silencioso por lo que resto del camino. Phil puso algo de música country en algún momento y Renne se encargó de tararearla.

Estaba segura que era su mejor intento por subirme los ánimos.

Recordé cuando las cosas eran más fáciles. Cuando yo vivía en Phoenix —antes de Forks— y me encantaba escucharla tararear cualquier cosa parecida a la música, inclusive los comerciales de televisión.

Había sido una vida buena y tranquila, llena de cosas que nunca valore.

Como la tranquilidad de vivir como una simple humana, con un futuro simple y unos padres simples.

Ahora siempre tendría que vivir con las consecuencias de mis decisiones.

Por eso mis padres no comprendían. Nunca comprenderían lo que significaba ser abandonado por el amor, y no solo de tu vida, si no de tu existencia. Haber estado dispuesto a renunciar a todo, incluso a tus raíces más fuertes, y ser rechazado con un:

Mi mundo no es para ti.

No te quiero.

No me convienes.

Con una mentira.

Porque él dijo que sería fácil, que era humana y mi mente seria como un colador.

Se equivocó.

Mi mente me jugaba mal todos los días. Su recuerdo lo tenía tatuado por todas partes. Él seguía subsistiendo dentro de mí, como una extensión de mi propio dolor. Y sabia, muy en el fondo, que nunca en mi vida sería capaz de olvidar a Edward Cullen. Del vampiro al que le fui divertido jugar con mis sentimientos, mi lealtad y mi amor. Un ser para el que yo no era más que una simple humana con la que pudo divertirse un par de meses.

Recosté mi cabeza en el asiento, dejando ir el asunto.

Necesitaba enfocarme y sacar los oscuros pensamientos de mi cabeza. Se suponía que Florida era mi lugar. El lugar donde podía sentirme libre en el poco tiempo que pasara en el. Mi pequeño refugio secreto.

El sol poniente del atardecer baño mi rostro, regalándome un par de destellos dorados sobre mi pálida piel. De pronto me encontré deseando ir a la playa y recostarme bajo el sol hasta que mi piel se tostara.

Cerré los ojos, recordando la sensación de cálidos rayos bañando mi piel.

Llevaba bastantes meses saboreando la idea de mudarme a Florida. Algo que sin duda podría causarme algunas molestias, pero también podía valer la pena por todas las ganancias que podría traerme vivir en mi pequeño pedacito de paraíso. Sin embargo, lo tendría que pensar bien. Me preocupaba la reacción de Charlie. Le dolería, pero sobre todo… se asustaría. Pensaría que estoy intentando escapar de mi realidad o que volvería a tener otra crisis.

El doctor P tampoco estaría de acuerdo. Pero si era lo que yo necesitaba ¿Quién me podía obligar a permanecer en un lugar donde los recuerdos se aferraban a mí? Sé que lo elegí, pero francamente estaba asqueada de Chicago y todo lo que implicaba para mí.

Un suspiro se escapó de mi garganta. Renne entro en modo mamá gallina inmediatamente.

A veces odiaba eso.

De todos modos era mi culpa, permitir que el doctor P se entrevistara con mis padres hace un par de meses fue un error. Debería haber inventado cualquier excusa para evitar aquella estúpida reunión que solo me había traído problemas.

—¿Estas bien, cariño? —pregunto.

Rodé los ojos.

—Si… —moví la cabeza, mirándole. Invente una excusa rápida— Solo algo cansada, fue un largo vuelo. Solo quiero meterme en la cama.

Sus ojos se llenaron de ternura.

—Tu habitación esta tal como la dejaste el año pasado. Solo he cambiado las sabanas y las colchas por unas más nuevas. Espero no te moleste.

Mi impaciencia contra mí misma creció un poco mas ¿Qué clase de hija era para que mi madre temiera que cambiar unas simples sabanas y colchas me molestaría? Seguro el tipo de hija que cualquier padre ya hubiera mandado al demonio, pero no Renne, ni Charlie, ni siquiera Phil. No. Ellos aguantaban, como grandes trenes de refuerzo. Dispuestos a sostenerme en cualquier momento que yo lo necesitase.

Lo odiaba.

—Gracias, mamá. —fue lo único que dije.

Renne se encogió de hombros, restándole importancia.

Al llegar a casa finalmente la noche había caído completamente.

Salí del auto y mire el cielo estrellado. El aire estaba cubierto de una suave briza, y el clima se sentía perfecto.

Me gusta la calidez.

Phil intento ayudarme con mi equipaje, pero yo me negué. Tome mi maleta y me la colgué al hombro. Me gustaba probar que yo podía sola. De todos modos, le regale una sonrisilla, haciendo que me sonriera de vuelta. Sus ojos azules me miraron con cariño, y sacudió mi cabello, después subió las escaleras de porche, dejándome hacer mi caminata de bienvenida.

Subí lentamente escalón a escalón, saboreando el estar finalmente en casa.

Cuando por fin entre por la puerta, reconocí el mismo olor a canela de siempre por toda la sala de estar.

Grandes techos grises conformaban esta misma, dando un aspecto más rustico a toda la decoración, el piso era de madera y los sofás de un gris extraño. Reconocí los cojines que le había mandado a mi madre para navidad. Lucían perfectos, tal como los imagine el día que los compre para ella.

Renne prendió el ventilador de la sala de estar, añadiendo un intermitente zumbido al ambiente.

Avanzo por todo el fondo de la cocina, topando con los ventanales. Abrió todo, dejando el aire pasar, tal como ella sabía que me gustaba.

Deje mí maleta a un lado de la barra de la cocina, mirando interesada la comida que guardaban varios contenedores. Me deleite con los ricos olores que salieron.

—Tu madre hizo de cocinar especialmente para ti. —susurro Phil, pasando por mi lado y tomando mi maleta en el proceso.

Quise protestar, pero la gran tentación frente a mí no me lo permitió. No logre recordar cuando fue la última vez que tuve tantas ganas de sambutirme en comida, específicamente en comida de mi madre. La cocina de Renne había logrado mejorar muchísimo durante los últimos años.

—¿Tienes hambre, dulce niña? —dijo Renne.

Se agacho un poco, sacando un plato y comenzando a servir comida sobre el.

La boca se me hizo agua. Ella sabía cómo llegar al fondo de mi podrido y frio corazón.

—Solo dame el plato, Renne. —casi gruñí.

Ella se rio, soltando una que otra risita por aquí y por allá.

Dejo el plato frente a mí, y tomo otro, para lo que debía ser comida para ella y Phil. Yo me concentre en mi comida, metiendo la primera cucharada en mi boca tan pronto como pude.

Mis ojos casi rodaron atrás de mi cabeza.

—Oh, demonios. —casi gemí, probando otra cucharada de su comida— Te llevare a vivir conmigo si prometes cocinar así para mi todos los días.

Un incómodo silencio se formó.

—Oh… —ella soltó un extraño ruido con su boca.

—¿Qué? —pregunte. Ella solo negó, removiendo un poco la comida de su plato. Espere por lo menos otro minuto más hasta que por fin se decidió a hablar.

—Yo sería la más encantada de vivir contigo, Bella. Si es eso lo que necesitas, o si necesitas que mamá te cocine todos los días. Solo pídemelo y me tendrás a tu lado hasta que estés tan cansada de mí que me eches de casa.

—Mamá…

—Es solo que te extraño tanto, nena. —una solitaria lagrima bajo por su mejilla. Inmediatamente la limpio, soltando una risa disimulada. Se esforzaba por ocultar su tristeza y dolor, emociones que yo había provocado en su alegre ser. La culpa se instaló sobre mis hombros— Es difícil solo verte durante dos meses al año. Te extraño mucho, Bella. Charlie… Phil… yo…

La corte.

—Estoy bien, Renne. Lo hago lo mejor que puedo.

—No estoy tan segura, cariño.

—¿Qué quieres decir? —aleje mi plato un poco. Me preocupaba el rumbo al que nos estábamos dirigiendo. ¿Renne y Charlie en una misma frase?¿Renne, Phil y Charlie en una misma frase?

—Hemos estado hablando sobre mudarnos a Chicago, contigo quiero decir.

¿Escuche mal? No, no, no. De eso hablaba cuando mencione lo obsesiva que era conmigo. ¿Vivir conmigo en Chicago? Ni en mil años, no lo permitiría.

—No. —dije con voz fría.

—Es solo que te extrañamos tanto, Bella. —hablo un poco más fuerte. Su voz temblaba y sus manos también. Se alejó de la barra de la cocina y comenzó a caminar en círculos— Has estado alejada de nosotros por los últimos tres años. Y sé que te duele tanto lo de Edward, pero han pasado suficientes años de eso, cariño. Y tu familia te necesitamos, necesitamos que vuelvas a ser nuestra Bella, y creemos… tu padre y yo que si nosotros podemos lograr mudarnos a Chicago contigo…

Su voz fue bajando cuando me observo mirarla con detenimiento, hasta convertirse en un susurro y luego en nada.

Toda culpa fue remplazada por furia.

Mi cuerpo estaba rígido, como si de pronto mis extremidades estuvieran hechas del más fuerte granito.

El nudo en mi garganta no me permitió hablar.

Me mordí el interior de mi mejilla izquierda, intentando acallar mi lengua viperina.

El sabor a oxido llego, sentí la sangre llenar por completo mi boca y luego resbalar por mi labio.

Los ojos de Renne se abrieron horrorizados cuando vio la sangre resbalar por mi barbilla y luego hacia mi camisa.

Levante mi brazo y me limpie rápidamente. Esto era a lo que me refería con la autolesión. Cuando mis emociones se salían de control, trataba de contenerlas lo más que pudiera, incluso si eso significaba dañarme a mí misma. Pero esta vez, Renne cruzo el límite.

¿Qué tanto habían compartido Charlie y ella de sus respectivas reuniones con el doctor P?

Hijo de puta. Maldito cabrón. ¿Qué no se supone que era antiético hablar con otras personas sobre tus pacientes?

¡No importa que sean mis padres!

Si se atrevió a contarles…

Me sentí profundamente traicionada.

—¡Vete a la mierda! —le grite, mientras le esquivaba y trataba de subir las escaleras.

Agarraría mi maleta y me largaría hacia Chicago. Ni siquiera Florida era un lugar seguro ya. Mi mierda había logrado penetrar a miles de kilómetros. Estúpido doctor P, y estúpida yo, por creer que la terapia podría ayudarme a mejorar las cosas.

Renne intento poner sus manos sobre mis brazos, en un intento vano por sostenerme. Sus ojos azules estaban desorbitados.

—¡Bella!

—¡Suéltame! —le chille a no menos de un centímetro de la cara, dejándola sorprendida— ¡Sabia que te lo diría! ¡Sabía que no podría mantener la boca cerrada!

—Bella, yo solo… creí…

—No tenía derecho a decirte nada. ¡Fue algo que hablamos en la consulta! No tenía derecho a decírtelo.

—Lo que estás haciendo no está bien, Bella. —me suplico Renne. Sus manos lograron colarse alrededor de mis muñecas— Estas obsesionada. Edward no volverá y vivir en la casa de sus padres en Chicago no hará que lo haga.

Sus palabras fueron como un detonante para mi kriptonita.

¿Ella que sabía?

Ella no sabía nada sobre Chicago o mi vida.

Ella pensaba que yo seguía siendo la estúpida niña enamorada.

¡A la espera de que él regresara!

Quería gritarle a la cara todo mi dolor y las verdaderas razones por las que vivía en una casa que odiaba con toda mi alma.

¿Por qué ella se sentía con el derecho de juzgarme?

Puse una mano contra mi cuello. Mi respiración aumento, demasiado agitada. Mi garganta cada segundo más cerrada.

Comenzó como un temblor en mis manos, para después recorrer mis brazos, mi pecho y mis piernas. Mis manos se fueron hacia mi cabeza, sin importar si Renne trataba o no de sostenerlas entre sus manos, yo tenía más fuerza. Mi cuero cabelludo protesto de dolor cuando mis uñas de enterraron en el, provocando pequeños escozores a todo lo largo de mi cabeza.

Luego mis rodillas impactaron contra mi pecho, sacando el aire de mis pulmones.

El suelo frio de madera hizo titiritera mis dientes, provocando una y otra vez que mordiera mi lengua.

Los gritos de Renne resonaban de fondo, pero yo solo era capaz de escuchar los míos.

El aire se sentía mil veces más pesado mientras yo me esforzaba por respirar, pero lo único que lograba era ahogarme más. Mis jadeos se escucharon a la par de mis gritos, sofocándome y robándome el único oxigeno restante en mi cabeza.

De pronto, la habitación quedo en total oscuridad, y ya no pude escuchar más. Pero el vacío se quedó ahí, una vez más. Destrozando todo a su paso.


La presionaron y exploto. Por lo poco que sabemos Bella no estudio literatura, hay alguna cosa o persona llamada MD y vive en la casa de Edward, a pesar de que es la persona que la lastimo. También esta Bree, quien parece ser una persona importante en su vida. Quiero que sepan que lo que tiene Bella es un terrible depresión y ansiedad, se ha alejado de todos a su alrededor por miedo a volver a ser lastimada, y en su intento, ha lastimado a su familia. Eso no quiere decir que no los quiera, Bella simplemente está muy llana de resentimiento, pero muy dentro de ella, en lo recóndito de su alma, nuestra dulce Bella sigue viviendo, aunque ella no lo quiera admitir.

Las leo en sus reviews siempre y no lo olviden: #DejarUnReviewNoCuestaNada.

Ariam. R.


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