Capítulo 3

Ten cuidado con lo que deseas

Aquella tarde, Yin pasó a recoger a su mejor amiga en su nueva casa en la ciudad. Gracias a su trabajo actual (aunque, según la temporada, podían multiplicarse en varios trabajos), el padre de la perrita le había permitido mudarse al pueblo, siendo el único que cuidaba del campo de su familia.

Lina abrió la puerta, y ambas caminaron rumbo a su última paciente.

Era una casa señorial, similar a un castillo imperial. Un bellísimo jardín bordeaba el frente, pero no había un jardinero a la vista.

-Hmm, me pregunto si Dave no tiene algún conocido aquí. ¡Solo mira este jardín! ¡Es como si lo hubieran sacado de una película japonesa!

-Hmm, la casa también, Yin.

Ambas cruzaron la cerca abierta, y se dirigieron a la puerta de roble decorada con varias flores.

Yin tocó el timbre, y ni diez segundos después, un oso trajeado las recibió, mirándolas de arriba abajo. Por su tamaño, podría haber sido fácilmente el padre de Vinnie, uno de los amigos de su infancia.

-pasen. La semorita Inowe las está esperando.

El oso abrió el camino, y tras cerrar la puerta, las condujo por la enorme mansión.

-¿Una niña es la dueña de este lugar enorme? Waw –dijo Lina, asombrada.

En cuanto llegaron al final de un largo pasillo con ventanales que reflejaban el sol exterior, el mayordomo abrió la puerta, indicándoles que pasaran al interior.

La sala de estar sería al menos el doble de de grande que la de la academia.

Su joven paciente, una coneja de unos trece o catorce años, las esperaba sentada en una mesa pequeña para el té. Tres tazas humeaban en el centro.

Su pelaje era celeste y blanco, excepto por sus orejas, que eran rosadas, y por sus ojos brillantes, de un color místico que sus visitantes no supieron determinar. Les sonrió con una ternura casi infantil, que las enterneció.

-¡Hola, Yin! ¡Hola, Lina! ¡Estoy tan feliz de que hayan podido venir!

-Uh, nosotras igual –dijo la coneja, algo tímida.

-¡Vengan, siéntense!

-En serio, solo fueron un par de moretones en tu espalda –estaba diciendo Lina.

-¡Oh, pero me salvaron la vida! ¡En serio!

La chica se llamaba Orihime Inowe. Por lo que les había dicho, se había caído, en su prisa por encontrar a su mayordomo, Chad, y buscando a unos amigos.

Al parecer, antes había vivido en una ciudad con un nombre extraño, Karakura o algo así, en Japón, pero cuando se había mudado aquí, el barrio japonés le pareció demasiado extravagante y lleno de desconocidos, y prefirió comprar este castillo en el norte de la ciudad, el área más rica del Estado.

-entonces, ¿encontraste a tus amigos? –ante la negación de la chica con la cabeza, Yin se apagó.

-ya sabes, podrías decirnos sus nombres, y tal vez podamos ayudarte a encontrarlos –sugirió Lina, erminándose su Té.

No quería ofender a su anfitriona, pero la bebida no tenía sabor. Sin embargo, la chica era tan amable, y parecían congeniar tan bien las tres, que no deseaba arruinar el momento.

Notó que Yin atravesaba una sensación similar.

De hecho, la coneja rosa estaba empezando a preguntarse si no podrían ser hermanas, ella y esta chica.

-Oh, se los agradezco. Sin embargo, no es como si pudiera obtener ayuda.

-¿Por qué? –quiso saber Yin.

-Porque... uh, ¿no se reirán de mí si les cuento un secreto?

-Para nada –dijeorn al unísono.

-Aquí va. –Orihime respiró hondo, y soltó-: no recuerdo sus nombres.

-Oh. –Las sonrisas de ambas invitadas decayeron por esa respuesta.

-Chad, ¿nos traerías más té?

El oso regresó, apresurándose a llevarse sus tazas y mirando a las invitadas con una mirada de disculpa, mientras le decía algo por lo bajo a su ama.

-Oh, bueno... ¡Chad dice que se nos acabó el té! ¡Oh, no importa! ¿Quieren comer algo' ¿Preparo deliciosos platillos de mi pueblo natal!

-En realidad, no tenemos hambre –dijo Lina, dándole un codazo a su amiga.

Yin asintió, ya que sospechaba que podrían necesitar una nueva pócima mágica si fueran a probar de la cocina de esta chica.

-Está bien. ¿Ah, se me olvidaba! Hay algo que quiero darles.

Oírme rebuscó en su vestido, antes de entregarles un par de monedas de considerable tamaño, cuadradas y doradas, con la imagen de una rosa en su superficie.

-¿Qué son estas monedas? –Yin se maravilló ante su regalo, admirándolo bajo la luz de la araña del techo.

-¡Monedas de la fortuna! En mi pueblo natal, son una tradición. ¡Significa que somos amigas inseparables a partir de ahora!

-Son muy bonitas y todo, pero ¿valen algo? –Lina temió ofender a su nueva amiga.

-Oh, valen tanto como tu corazón valore tus deseos y sueños –dijo la chica con una voz cantarina-. Cuando estén solas, sin que nadie mire, deben arrojarlas a algún estanque, río o fuente con agua; lo mejor es si es de noche, pero si es de día, también funciona.

-¿Qué debemos hacer, tirarlas al agua y pedir un deseo? –Yin no sabía si reírse o llorar, ya que el candor de su nueva amiga era sobrecogedor, a la vez que algo atemorizante.

-¡claro! ¡oh, ustedes llevan la magia en el alma!

Un minuto después, el mismso mayordomo las acompañaba a la puerta, siendo seguidos por Orihime, quien las despidió con la mano.

-Qué chica más... interesante –se animó a decir Lina una vez estuvieron a un par de cuadras de la mansión.

-Y tierna, tienes que admitir –acotó su amiga, guardándose su moneda en un bolsillo-. ¿Qué vas a hacer con la tuya? ¿Pedir que Yang te pida matrimonio?

-nah, puedo esperar para algo como eso. –Lina resopló, divertida-. Pero si de verdad funcionara, me gustaría pedir algo que necesite ahora.

-Uh, supongo que yo haría lo mismo. Quiero decir, no puedo pedir al chico de mis sueños, porque ya tengo a Coop.

Ambas se rieron, mientras caminaban de regreso a la casa de laaa perrita.

Aquella noche, Yin se sentía particularmente tranquila. Había decidido llevar el raro amuleto con ella todo el tiempo, tejiendo un brazalete y cosiéndolo en el medio.

-llevas mriando esa cosa desde hace una hora entera –observó su hermano, mientras cambiaba el canal de la tele perezosamente-. ¿Qué es?

-Un regalo –dijo ella, sucintamente.

Acababan de pedir comida al restaurante más cercano: pizza y tarta, especial con huebo y todo lo demás, jamón y queso.

-mañana estamos yendo a lo de Roger, ¿qué te parece?

-está bien, tengo que salir con Coop más seguido. Y tú deberías hacer lo mismo por Lina, ¿no crees?

-Puede ser.

Aquel domingo, todo parecía tan normal y simple. Los pájaros cantaban, los tres soles acababan de ponerse en el horizonte, y los conejos acababan de terminar su reunión del día con sus amigos.

Poco sabían que su tranquilidad estaba a punto de acabarse.

-Así que esta noche sales con Lina?

-Sí. ¿Y tú?

-El concierto del grupo es mañana por la noche, así que no quiero distraer a Coop. Estoy volviendo a casa.

-Está bien. Vuelvo a eso de las diez.

Yin pausó la serie en la televisión, mientras revolvía su té.

-Un momento, este té necesita azúcar.

En cuanto buscó el azucarero, descubrió que estaba vacío.

-Supongo que iré a comprar más al supermercado.

Observó el reloj de la pared distraídamente, viendo que no eran las ocho de la noche.

Se abrigó para enfrentar el frío clima del exterior, optando por usar la puerta trasera para salir.

Al levitar por encima de la cerca de madera –idea de su hermano hace dos años- del patio trasero, aterrizó cómodamente en el suelo, comenzando a caminar hacia la tienda convenida, a una cuadra del gimnasio.

No había dado tres pasos cuando escuchó una voz a su espalda, que la sobresaltó.

-¿acabas de volar?

-¿Eh? –se dio la vuelta, descubriendo al dueño de la voz-. ¿Eso? En realidad, es levitación.

-¡Wow! Entonces, ¿eres como yo?

Se trataba de un pequeño ciervo de pelaje rojo, de no más de siete u ocho años, que la miraba a la altura de los ojos.

-¿Qué?

Fue cuando la coneja se percató de que el niño flotaba en medio del aire, siendo rodeado por un resplandor casi imperceptible.

-Wow. ¡Estás volando! ¿Qué tipo de magia es?

-¿Magia? –el niño ciervo se rió, divertido-. ¿Te refieres a esto? ¡Oh, no sé! El otro día corría a mi escuela y, ¡zas! Descubro que un camión acababa de aplastarme.

-¡Oh, lo lamento! ¿Estás bien?

-Oh, ahora lo estoy. ¿Alguna vez has visto tu propio cuerpo desde arriba?

-¿Qué quieres decir?

Yin trató de acercarse a su extraño interlocutor, pero en lugar de tocar su hombro, lo atravesó con su mano. La acción la sobresaltó, haciéndola retroceder.

-espera, ¿eres un fantasma?

-Bueno, supongo... No lo sé.

-¿Eso significa... significa que estás... que estás muerto?

El espíritu del ciervo asintió, y la coneja se llevó la mano en la que no sostenía su bolso de la compra al pecho, cerrando los ojos y comenzando a respirar con dificultad.

-Está bien, está bien, solo respira. Hondo, respira hondo. Aspira por la nariz y espira por la boca. Diez segundos.

Cuando su respiración comenzó a tranquilizarse, se apoyó contra una pared cercana, antes de decidirse a abrir los ojos nuevamente. Cuando no vio al ciervo flotante frente a ella, creyó por un momento que había estado alucinando.

-Uh, será mejor que deje de mirar tantas películas de terror. Están empezando a afectarme, jeje.

-¡me encantan las pelis de miedo! ¿Cuál es tu favorita?

En cuanto miró a su costado, allí estaba él, flotando a diez centímetros del piso, como si fuera lo más normal del mundo.

-¡Eres un espíritu!

-¿No es genial? Aunque me pregunto por qué mi papá y mi hermana no pueden verme como tú. Quiero decir, he vuelto a casa varias veces, y ellas están muy tristes, y cuando intento decirles que no se preocupen, es como si no me escucharan. Ojalá supieran que sigo por aquí.

-¿Cómo rayos puedo ver espíritus?

Yin comenzó a cavilar, mientras sus pies la llevaban inconscientemente por las calles, sin un rumbo real.

-¡Oh! ¡recuerdo haberte visto antes!

-¿E-en serio?

-Bueno, cuando morí, un panda me ayudó. No paraba de hablar de dos conejos, Yin y Yang, y cuánto los extrañaba.

-¿Dónde está él?

Yin se detuvo de repente, volviendo a centrar su mirada en el niño espectral, que atravesó una columna junto a ella cuando pasó hacia la calle.

-¡oye, mira la calle! No quieres morir todavía, ¿verdad?

La coneja le hizo caso, cruzando solo cuando el semáforo se puso en rojo y el último automóvil desapareció.

Cuando llegaron a la siguiente vereda, el niño saltó sobre ella, atravesándola antes de flotar sobre su cabeza y tratar de quitarle su moño rosa.

-¡No hagas eso, por favor! ¡Es espeluznante!

-¡por cierto, me llamo Pete!

-Uh, Yin. Espera, antes dijiste que mi padre te encontró y que nos mencionaba a mi hermano y a mí. ¿Cuándo ocurrió eso?

-no lo sé, hace un mes? ¿Un año? Pierdes la noción del tiempo rápidamente cuando estás muerto.

-Entonces, ¿cuándo nos viste?

-¡Oh, varias veces! Ustedes siempre iban a visitar su tumba. Hmm, ojalá yo tuviera una. Mi familia es demasiado pobre como para comprar una decente, a´si que decidieron hacerme un entierro simbólico en el jardín de mi casa.

-Espera, ¿eso quiere decir que te mató ese camión? ¿Tuviste un accidente?

-¡Sí!

-¿Y mi padre?

-¿El panda? A ver, recuerdo que dijo algo sobre que nos estaban observando. La última vez que nos vimos, me dijo que iba a regresar al dogo o algo así. Después de eso, no volví a verlo.

-¿estuvo por el dojo? ¡Oh, por todos los santos!

-Hmm, apuesto a que estaría feliz de verte. Pareces una muy buena persona.

Fue entonces cuando se detuvieron en mitad de un parque con una fuente con agua.

-¡Oh, mira eso! ¡Una fuente de looos deseos!

Yin recordó la moneda dorada de Oírme en ese momento, desatando el raro amuleto de su brazalete en su muñeca y colocándola en la palma de su mano, haciéndola brillar a la luz de la luna.

-Oh, ¿ésa es una moneda de la fortuna?

-¿Tú también?

-¿Son mágicas! ¡Nunca pude conseguir una de verdad! ¿Puedo verla? ¿Puedo verla?

-Se te va a caer. Pero está bien.

Sorprendentemente, Pete la tomó en sus manos, y el brillante amuleto permaneció entre ellas, como si un par de manos físicas la estuviera sujetando. Un minuto después, se la devolvió, sonriéndole.

-¿Vas a pedir un deseo?

-¿Por qué no? Éste es un momento tan bueno como cualquiera.

Antes de arrojar la moneda al estance, cerró los ojos y pensó en su deseo.

"Deseo que Yang y yo podamos volver a ver al Maestro Yo."

Arrojó la moneda, que brilló un instante antes de desaparecer hasta tocar el fondo.

-Bueno, esto ha sido divertido, pero en serio, tengo que irme...

Cuando se dio la vuelta, el niño fantasmal se había desvanecido. Encogiéndose de hombros, prefirió volver a su ruta original, cuando se dio cuenta de que no conocía esta parte de la ciudad.

Entonces, algo a su espalda la sobresaltó, y al darse la vuelta, la escena que la saludó le sacó el aire.

Un ratón azul acababa de salir de ninguna parte, y masticaba algo entre sus dientes. Algo brillante.

-¡Oye, suelta mi moneda mágica!

El ratón se burló de ella, antes de saltar fuera del estanque y salir corriendo. Yin comenzó a perseguirlo, no dispuesta a que su deseo quedara incumplido por culpa de aquel ladrón.

La coneja cruzó media ciudad en su persecución, sin tomar en cuenta el rumbo de su camino.

Al final, acabaron en un lugar familiar. Era el cementerio.

Yin respiraba con dificultad, mirando al ladrón con llamas en sus ojos.

Entonces, el ratón escupió la moneda dorada, que rebotó en las lápidas, giró dos veces en el aire y acabó entre dos enormes pinos.

En cuanto ella corrió en esa dirección, el descarado roedor se perdió de vista.

-¡Vamos, vamos, vamos!

Suspiró aliviada cuando la encontró, levantándola para que brillara bajo la luna, como una brújula en mitad de aquel lúgubre lugar.

Su sonrisa fue reemplazada por un ceño fruncido cuando algo enorme bloqueó la luz. Al darse la vuelta, el shock la golpeó.

Un ser de varios metros de altura, con una calavera llena de dientes la miraba fijamente con dos ojos negros, como si fuera su cena.

El tiempo pareció detenerse en ese preciso instante. Hubiera gritado a todo pulmón, pero la voz simplemente no le salió, quedándose atorada en su garganta.

En cuanto la criatura de pesadilla dio un paso hacia ella, el tiempo volvió a correr, y solo atinó a arrojarle la moneda su enorme boca cadavérica, donde desapareció.

-¡No quiero morir! ¡Soy demasiado joven para morir!

Comenzó a correr entre las tumbas, hasta que se tropezó con una en particular, deslizándose hasta el suelo. En cuanto consiguió reincorporarse, descubrió que era la que estaba adornada con una lápida blanca. La lápida deee su padre.

-¡No pienso morir sin luchar! –la bestia se detuvo por un segundo, como intentando comprender su repentino cambio de actitud-. ¡No me importa qué seas, no tocarás esta tumba!

Yin encendió sus manos con llamas, y comenzó a dispararle a la criatura, que fue empujada contra la verja de hierro oxidado del exterior, produciendo un horripilante ruido de choque.

-¿Estás bien?

Yin se dio la vuelta para encontrarse mirando a una paloma blanca vestida con un atuendo de batalla. Los colores eran los mismos que los de la otra vez, excepto que ahora empuñaba una katana de hoja blanca, con la empuñadura en azul y negro. La hoja brillaba a la luz de la luna, y la coneja pudo ver que tenía un ojo con dos garras en su lado romo. En la guarda, dos kanjis, uno en blanco y el otro en negro, yacían ocultos bajo un semicírculo plateado translúcido.

-Uh, estaba a punto de saltar para salvarte, pero supongo que te adelantaste. ¿Quién diría que una conejita rosa podría manejar a un Hueco ella sola?

-¿Un qué?

-Un Hueco. Son espíritus corruptos que se dedican a devorar almas humanas.

-¿Almas humanas? ¿te refieres a gente como Saranoya?

-O en este caso, cualquier alma viva.

En ese momento, el Hueco volvió a ponerse de pie, rugiendo de ira.

-¡Quédate detrás de mí! ¡Cúbrete los oídos, ahora!

La paloma saltó frente a la ahora aterrada coneja, con su espada en alto.

-¡Cheibukai Karasu! ¡Lamento Nocturno!

De repente, una onda de sonido devastadora salió de la hoja de su espada hacia la criatura, mandándola a estrellarse contra un poste de la luz, que se dobló por el impacto. Yin, con su audición mejorada, pudo escuchar el sonido ensordecedor, similar al chillido de un animal moribundo, que la hizo temblar pese a que se había alejado un par de metros de la confrontación.

-¿Está muerto?

-¡Es un demonio, amiga! ¡Claro que no está muerto! –se sacudió su traje, antes de voltearse para mirarla y ofrecerle una mano-. Por cierto, soy Yuki Minamoto.

-Yin.

-¡Grrrrr!

-¡No creo que se esté presentando!

Yuki se puso en posición una vez más, preparándose para el siguiente golpe.

-No te preocupes. Te protegeré.

N/A: Cheibukai Karasu = Cuervo Vigilante en japonés.